Contemplado desde fuera, el paisaje chino adquiere a veces rasgos grotescos: una tierra de millonarios sin escrúpulos y burócratas implacables destinados a gobernar la economía global o un Goliat lastimoso infestado de corrupción y al borde del colapso. No parece haber una perspectiva equilibrada. Lo que apenas vemos es cómo la gente (ricos y pobres, señores y súbditos) se amolda o se reinventa mi...