Caitlin Doughty tenía poco más de veinte años y un diploma reciente en Historia medieval cuando aceptó un trabajo en un crematorio. Un trabajo como cualquier otro, sobre todo si desde siempre has sentido cierta atracción por lo macabro. Y lo que iba a ser algo temporal acabó convirtiéndose no solo en el trabajo de su vida, sino en una forma de comprender -y reírse- de la muerte.
Este insólito lib...