La literatura argentina se jacta con avaricia de su discreción: pareciera cada vez desechar más, abarcar menos. Se trata de mezquindades acordes con los malos tiempos (tal vez no existan buenos), de halagos autoinfligidos por ignorancia, no de medidas extremas tomadas a partir de la navaja de Ockham. En este libro y como no es frecuente, Edgardo Scott amplía, entre otras cosas, el campo visual de ...