Todo empezó con una escena de sexo.
Bueno, con una escena de sexo que yo no era capaz de escribir.
A pesar de ser una autora con más de cincuenta libros románticos a mis espaldas, me estaba costando hacer lo que mejor se me daba, y, por pasar el rato, le pedí ayuda a un amigo al que conocía solo por internet.
No debí haberlo hecho.
Él escribió una escena mucho mejor que cualquiera que yo hubie...