Lady Irene Wyngate juró que nunca se casaría, y había mantenido a los pretendientes a raya con su afilada lengua. Sin embargo, se topó un hombre al que no pudo asustar: Gideon, el heredero del conde de Radbourne. De niño, Gideon fue secuestrado, y se crió en las duras calles de Londres. Y, aunque finalmente volvió con su familia, se sentía más cómodo en los antros de juego que en los majestuosos s...