A pesar de ser un eremita enclenque, indeciso e hipocondriaco, Kafka tenía una fuerza extraordinaria. Desarrolló la inquietante habilidad de observarse a sí mismo, y con él al mundo occidental, con fría objetividad y cultivó este don en sus escritos, donde fue adoptando una forma cada vez más metafórica. Sus obras se cuentan entre las mejores del siglo XX y ejerció en todo el mundo una gran influe...