Traducir y escribir son ejercicios que exigen plenitud intelectual y, como tales, deben desplegar la paciencia, la claridad, la mesura del decoro, la discreción de la prudencia y, sobre todo, el amor por cada letra que es germen de la palabra. Pero, al traducir, amor denota luchar sin claudicaciones en medio de una jungla verbal con la convicción de que siempre quedará un espacio intraducible entr...