Generalmente, recitamos las preposiciones sin convicción, con un rítmico y terco juego de vocales y de consonantes que se unen y se desunen monótonamente, y siempre nos olvidamos de alguna o resucitamos otras que descansan en paz hace mucho tiempo. A veces, las menospreciamos por su brevedad y no las consideramos palabras, pero también ellas nos dicen, porque su mundo plural rebosa su aparente peq...