Ya no era una jovencita, y además no tenía dote. Así pues, la señorita Constance Woodley no entendía por qué había despertado el interés de una de las más respetadas damas de la alta sociedad de Londres. Sin embargo, con la ayuda de su benefactora, se transformó en una fascinante criatura que llamó la atención del guapísimo, encantador y ligeramente calavera lord Dominic Leighton. Y, ante la mirad...