Anna K. Franco nació un domingo de marzo, en armonía con los últimos calores del verano. Siempre tuvo una imaginación inagotable y desde muy pequeña jugaba a interpretar personajes. A los ocho años, se le ocurrió escribir cuentos y a los trece se enamoró de un libro que la inspiró a escribir algo igual de adictivo algún día. Comenzó a escribir casi como un juego, pero se convirtió en su profesión...