Mark Rubin es un buen padre. Dedica mucho tiempo a estar con sus hijas, Lucy y Sophie. Un sábado por la tarde, su esposa, Claudine, llevó a Lucy a jugar a casa de una amiga, y Mark se quedó en casa para cuidar de Sophie, de cinco años. Como estaba un poco cansado, lo que en realidad le apetecía era disponer de un poco de tiempo para relajarse tirado en el sofá y no tener que volver a jugar en la c...