"Una tarde de hace diez o quince años, Marcelo di Marco sacó un libro de su biblioteca y me mostró una dedicatoria de Abelardo Castillo. Seguramente conserva ese libro en perfecto estado, y todavía lo descuelga del anaquel más alto para compartirlo entre amigos. La dedicatoria decía, con las omisiones y ajustes que me depara la memoria: 'Para Marcelo di Marco, el único que reconozco que rival...