Pedalear a ritmo constante, adaptar el cambio de marchas a las peculiaridades del terreno, disfrutar del variado paisaje sobre el sillín. Sentir la euforia de unas ruedas que giran silbando en un descenso de montaña o el frío sudor que se desliza gota a gota por el manillar en el esfuerzo de la escalada.
Diez años sobre una bicicleta dan para vislumbrar algún que otro horizonte… Y, para celebrarlo,...