Horizontes de la hipótesis tensiva
Claude Zilberberg
Colección Biblioteca Universidad de Lima
Horizontes de la hipótesis tensiva
Primera edición digital: abril, 2019
© De los originales en francés: Claude Zilberberg
© Selección de textos: Claude Zilberberg y Desiderio Blanco
© De la traducción: Desiderio Blanco
© De esta edición:
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ISBN 978-9972-45-483-7
PROJET DE PRÉFACE
PROYECTO DE PREFACIO
PRIMERA PARTE. ENSAYOS SEMIÓTICOS
I Los cuatro resortes semióticos del valor
1. La intersección
2. La resolución operativa de las magnitudes
3. La alternancia elemental
4. La pertinencia esquemática de la concesión
5. Final
II Saludo al evento
1. Reparto de la veridicción
2. Del evento al modo
3. Los modos de eficiencia
4. Los modos de existencia
5. Los modos de junción
6. Estructura del evento
7. Final
III Alcances del tempo
1. El plano del contenido
1.1 El campo de presencia
1.2 El evento
2. El plano de la expresión
2.1 Las prácticas literarias
3. Las prácticas visuales
3.1 La fotografía
3.2 La pintura
4. La práctica musical
5. A modo de conclusión
IV Elogio de la concesión
1. Inflexiones macrosintácticas
1.1 Ajuste de lo sensible y de lo inteligible
1.2 Rehabilitación de la temporalidad
1.3 La sintaxis temporal
2. Inflexiones microsintácticas
2.1 La sintaxis intensiva
2.2 Reciprocidad del sistema y del proceso
2.3 Dignidad de la concesión
3. Final
V Umbrales, límites, valores
1. De la proxémica a la profundidad
2. Pregnancia del aspecto
2.1 Aproximación lingüística al aspecto
2.2 Aproximación semiótica al aspecto
3. La textura prosódica del objeto
3.1 Prosodia y seducción
3.2 Prosodia y cocina
4. La dinámica aspectual
4.1 La dimensión aporética del sentido
4.2 Variaciones aspectuales y afectos
4.3 Tensiones aspectuales e interpretación
5. Para terminar
VI Estructura tensiva de la responsabilidad
1. La base semiótica de la responsabilidad
1.1 El aparato semiótico de la responsabilidad
1.2 La consecuencia como problema
2. Fisonomía del desastre
2.1 Centralidad del desastre
2.2 La posición de Voltaire en Zadig
3. Desarrollo de la responsabilidad
3.1 Responsabilidad y modos de eficiencia
3.2 El juicio ético
3.3 Grandeza y miseria de la responsabilidad
4. Final
INTERMEDIO
I Poética de la imagen, según Gaston Bachelard
1. Demandas epistemológicas
2. Los modos semióticos
3. El valor
4. Las subvalencias
5. Foremas e incrementos
6. Los estilos sintácticos
7. Final
II Arquitectura, música y lenguaje en Eupalinos, de Paul Valéry
1. Cuestiones previas
2. Acercamientos a la problemática
3. Una «divina analogía»
3.1 La isotopía musical
3.2 Edificación del sujeto
3.3 La construcción del objeto
3.4 El momento estético
4. De las formas al lenguaje
4.1 Relanzamiento figural
4.2 Malas razones
4.3 De la forma generada a la palabra generadora
5. Disensión entre el construir y el formar
6. Para terminar
SEGUNDA PARTE. ANÁLISIS TENSIVOS
I Retorno a «Buen pensamiento matinal», de Arthur Rimbaud
1. Ensayo de lectura de Rimbaud
1.1 Establecimiento del texto
1.2 Segmentación del texto
1.3 Análisis de la primera secuencia
1.4 Análisis de la segunda secuencia
1.5 Análisis de la tercera secuencia
1.6 Esquema narrativo
1.7 Conclusión
2. Relectura de «Buen pensamiento matinal», de Rimbaud
2.1 La segmentación
2.2 El método
2.3 La primera estrofa
2.4 La segunda estrofa
2.5 La tercera estrofa
2.6 La cuarta estrofa
2.7 La quinta estrofa
2.8 Para concluir
II «Los conquistadores», de José María de Heredia
1. Los modos semióticos
2. Los valores
3. Las valencias
3.1 El tempo
3.2 La tonicidad
3.3 La temporalidad
3.4 La espacialidad
4. Del acuerdo al desacuerdo
5. Consideraciones finales
6. Para terminar
III Nostalgia del país natal, según Joachim du Bellay
1. La poética
2. La constitución del actante
3. Los valores
IV Otra interpretación de «Los gatos», de Charles Baudelaire
1. Los valores
2. Formulación de la hipótesis
3. La conversión
4. Configuración del campo de presencia
5. Para terminar
V Pequeña semiótica de la languidez
1. El ataque
2. Pequeña semiótica de la suavidad
3. Actantes en divergencia
4. De la sacudida a la euritmia
5. Para terminar
VI La avaricia como forma de vida
1. El proyecto
2. Los modos semióticos
3. Los estilos sintácticos
3.1 La sintaxis intensiva de los aumentos y de las disminuciones
3.2 La sintaxis extensiva de las selecciones y de las mezclas
3.3 La sintaxis juntiva de las implicaciones y de las concesiones
4. El teorema de La Bertellière
5. El esquema existencial de la avaricia
6. La sublimación del oro
VII El jardín como forma de vida
1. El paradigma del jardín
2. Facticidad de la naturaleza en el jardín de Julia
2.1 La dimensión de la «sensibilidad»
2.2 La dimensión de la «inteligencia»
3. Para terminar
BIBLIOGRAFÍA
ÍNDICE DE NOCIONES Y TEMAS
Attentif à toutes les suggestions, Greimas surprit son auditoire en déclarant sans préparation: «Il faut sortir de Propp». La raison de cette exhortation? La narrativité dérivée de Propp devenait manifestement un poncif, et il convenait de prendre distance.
Une première tentative consista à faire appel à l’esthésie, mais le compte n’y était pas. L’esthésie n’a pas donné lieu à une conceptualisation comparable à celle qui a découlé de la narrativité proppienne.
C’est à partir de cet arrière-plan que nous proposons l’hypothèse tensive. Quel est le mérite de ce recours? La forme de l’hypothèse tensive tient au fait qu’elle se présente comme une grandeur flagrante, ininterrompue et qu’elle place l’événement dans la dépendance du mode d’efficience. Une grandeur semble en mesure d’ordonner, de coordonner le champ sémantique de la discursivité. Cette grandeur, c’est l’événement que le dictionnaire déchiffre en ces termes: «Ce qui arrive et qui a de l’importance pour l’homme».
Il suffit de placer cette définition en regard des définitions des modes sémiotiques pour se rendre compte que l’événement est le syncrétisme apparemment résoluble. De là l’omniprésence de l’événement: que vaudrait un monde sans événements? Les modes sémiotiques fournissent la transition entre les volets intensif et extensif.
Claude Zilberberg
(2014)
Atento como siempre a todas las sugerencias, Greimas sorprendió un buen día al auditorio de su seminario al declarar sin preparación alguna: «Es necesario salir de Propp». ¿La razón de tal exhortación? La narratividad derivada de Propp se había convertido manifiestamente en algo trivial, en un lugar común, y era ya conveniente tomar distancia.
Una primera tentativa consistió en apelar a la estesia, pero la ventaja terminaba ahí. La estesis no dio lugar a una conceptualización comparable a la que se derivó de la narratividad proppiana. A partir de ese trasfondo, sin embargo, hemos propuesto la hipótesis tensiva. ¿Cuál es el mérito de este recurso? La forma de la hipótesis tensiva se debe al hecho de que [la magnitud que entra en el campo de presencia] se presenta como una magnitud flagrante, [es decir, en el mismo instante en que se produce], ininterrumpida, y que instala el evento* en la dependencia del modo de eficiencia. Una magnitud parece que es capaz de ordenar, de coordinar el campo semántico de la discursividad. Dicha magnitud es el acontecimiento, que el diccionario descifra en los siguientes términos: «Lo que acontece y tiene importancia para el hombre» (Petit-Robert).
Basta con poner esta definición frente a las definiciones de los modos semióticos para darse cuenta de que el acontecimiento es un sincretismo aparentemente resoluble. De ahí la omnipresencia del acontecimiento: ¿qué valdría un mundo sin acontecimientos? Los modos semióticos proporcionan la transición entre los aspectos intensivos y extensivos (Zilberberg, 2015a).
Claude Zilberberg
(2014)
El agravamiento de la enfermedad que padece Claude Zilberberg le impide desarrollar en extensión el anterior «proyecto» que me envió cuando todavía podía hacerlo. Claude aprobó los textos por mí elegidos y traducidos, y él mismo propuso el título del libro.
Por mi parte, me permito añadir dos indicaciones:
1. En cuanto a la traducción de la palabra événement, he seguido siempre el mismo método: cuando el término es usado por Zilberberg como parte del metalenguaje dentro de su teoría de la hipótesis tensiva, lo he traducido por la palabra evento, por la sencilla razón de que el DRAE lo define de la manera siguiente: «Acaecimiento. Eventualidad, hecho imprevisto, o que puede acaecer». El rasgo por mí subrayado es el que mejor define, según Zilberberg, el evento, pero no es registrado por la Academia de la Lengua ni para acontecimiento, ni para suceso, ni para acaecimiento. ¿Por qué ahora he traducido événement por evento, primero; por acontecimiento, después? Sencillamente porque el cotexto nos indica que el término en cuestión se usa, unas veces como «metalenguaje», y otras como término del lenguaje ordinario, referido a todo lo que acontece o puede acontecer, sea imprevisto o no, inesperado o no.
2. Entre los análisis incluidos en este libro, hay tres que merecen una atención especial porque ofrecen dos acercamientos diferentes a un mismo texto.
a. El primero es del mismo Zilberberg y se titula «Retorno a “Buen pensamiento matinal”, de Arthur Rimbaud». El primer acercamiento lo publicó en 1971, en una obra colectiva dirigida por Greimas con el título de Essais de sémiotique poétique; el segundo apareció en Nouveaux Actes Sémiotiques, 107-108, en el 2006, o sea, con una distancia de 35 años entre ambos análisis del mismo poema. Eso contiene varias enseñanzas. En primer lugar, esa experiencia nos habla de la evolución de la semiótica como disciplina científica; de su evolución y enriquecimiento tanto en el aspecto teórico como metodológico. En segundo lugar, muestra la eficiencia de la aplicación de ambos niveles de la hipótesis tensiva al análisis de un mismo texto. Creemos que esa experiencia es altamente ilustrativa tanto de las diferentes maneras que tiene el investigador o el analista para enfrentar el estudio de un discurso cualquiera, como de la evolución que en esos treinta años ha experimentado la semiótica.
b. El segundo es un acercamiento tensivo a un soneto famoso de Charles Baudelaire titulado «Los gatos», analizado por primera vez desde una perspectiva estructuralista por Jakobson y Lévi-Strauss en 1962. En este caso, Zilberberg vuelve sobre un poema analizado por dos distinguidos autores, con la indicación de que se trata de «otra interpretación» en sentido musical, interpretación que no pretende anular ninguna de las anteriores ni de las posteriores, sino que, como la «interpretación» de un director de orquesta, se coloca al lado de otras interpretaciones posibles. Lo único que nos queda es compararlas: a unos les gustarán más unas y a otros, otras. Eso es todo. Por nuestra parte, queremos añadir la observación de que el análisis de Jakobson y Lévi-Strauss carga el acento sobre las estructuras fonológicas más que sobre la organización del sentido. Eso era lo dominante en el Círculo de Praga por aquellos años.
c. El tercero es el análisis de la «avaricia» como «pasión» que figura en el libro Semiótica de las pasiones, firmado por Greimas y Fontanille, estudio que comprende todo el capítulo 2 de la obra, y que se debe principalmente a Fontanille, razón por la cual Zilberberg le dedica amicalmente a él su acercamiento formalmente tensivo.
En los tres casos, sería muy provechoso para los lectores de esos textos, los más antiguos y los más modernos, releer con atención los tres pares de análisis.
Por el momento, no tengo nada más que añadir, si no es lamentar que Claude Zilberberg no haya podido desarrollar el proyecto de prefacio para este libro, que no tiene edición, como libro, en francés.
Desiderio Blanco
[…] el lazo que se establece entre las cosas preexiste,
en ese dominio, a las cosas mismas,
y sirve para determinarlas.
Saussure1
El concepto de valor no deja de ser embarazoso por dos motivos al menos. En primer lugar, es requerido por gran número de disciplinas y de prácticas: valores morales, sociales, estéticos, pictóricos, musicales, algebraicos, financieros… En segundo lugar, en el dominio lingüístico y semiótico, el concepto de valor es a su vez atraído por una familia importante de términos, pues, según Saussure (2002): «Nosotros no establecemos ninguna diferencia seria entre los términos de valor, sentido, significación, función o empleo de una forma; estos términos son sinónimos» (p. 66). La divergencia en el primer caso, la convergencia en el segundo indican los límites de este estudio. Nosotros no aspiramos a elaborar una teoría general del valor; nos proponemos solamente mencionar las propiedades semánticas del concepto de valor, que la hipótesis tensiva está en capacidad de discernir.
En los discursos, la complejidad es frecuentemente invocada: ¿qué es lo que no es complejo? Pero la frecuencia de empleo deja un saldo de imprecisión y de ambigüedad. Para el habla corriente, complejo significa la mayoría de las veces «complicado»; el Petit-Robert lo define así: «Que contiene numerosos elementos difíciles de analizar». El lexema complejo insiste sobre la pluralidad y la heterogeneidad, «que contiene, reúne varios elementos diferentes». Para la semiótica greimasiana, el término complejo pertenece a las estructuras elementales de la significación: reúne los contrarios [s1] y [s2]. La semiótica en su conjunto ha ignorado este término que, por lo demás, cumple un gran papel en el pensamiento mítico (Mauss, Cassirer), el cual supera fácilmente la contrariedad.
Por lo que atañe a la lingüística y a la semiología, el motivo de la complejidad proviene del mismo Saussure (1974): «La lengua, por decirlo así, es un álgebra que no tendría más que términos complejos» (p. 205). Conviene añadir de inmediato que el término complejo está puesto en concurrencia: (i) con el de oposición: «[…] unidad y hecho de gramática no son más que nombres diferentes para designar aspectos diversos de un mismo hecho general: el juego de las oposiciones lingüísticas» (p. 205); (ii) con el de diferencia: «unidad y hecho de gramática no se confundirían si los signos lingüísticos estuvieran constituidos por otra cosa que no fueran diferencias» (p. 206); (iii) después de catálisis, con el término de relatividad:
[…] solo existen estas diferencias, y […] por eso mismo, todo objeto por el que se interesa la ciencia del lenguaje es precipitado en una esfera de relatividad, la cual escapa por completo y gravemente de lo que se entiende de ordinario por «relatividad» de los hechos. (Saussure, 2002, p. 66)
La expresión operativa de esa determinación se encuentra en el pasaje siguiente: «Pero siendo la lengua lo que es, desde cualquier lado que se la aborde, no se encontrará en ella nada simple; por todas partes y siempre, ese mismo equilibrio complejo de términos que se condicionan recíprocamente» (pp. 168-169). Saussure apela constantemente a la estructura, puesto que el término que sintetiza el enunciado analítico: «equilibrio complejo de términos que se condicionan recíprocamente», no es otro sino el de estructura, el cual en la pluma de Hjelmslev (1972) se convertirá en «una entidad autónoma de dependencias internas» o, en una palabra, una estructura (p. 27).
Si la interdependencia define la estructura, ¿cuál es el garante de la interdependencia? El capítulo noveno de los Prolegómenos a una teoría del lenguaje (Hjelmslev, 1971b) ofrece la respuesta:
Los «objetos» del realismo ingenuo se reducen entonces a puntos de intersección de esos haces de relaciones, lo cual quiere decir que solo ellos permiten hacer una descripción de los objetos, que no pueden ser científicamente definidos y descritos más que de esa manera. (pp. 40-41)
Sobre el modelo de la intersección de la categoría del verbo y de la categoría del nombre en las lenguas indoeuropeas (Cassirer, 1998, t. 1, cap. III, IV, § 3), consideramos el espacio tensivo como el lugar de intersección de la intensidad como suma de los estados de alma y de la extensidad como suma de los estados de cosas, dualidad que tomamos a su vez del subtítulo de Semiótica de las pasiones (Greimas y Fontanille, 1994)*. A fin de designar el resultado de la intersección de la intensidad y de la extensidad, proponemos el término tensividad2, que vale como antecedente imaginario que el análisis viene a resolver al proyectar en el enunciado magnitudes «que se condicionan recíprocamente».
La aproximación semiótica a la definición presenta dos características. En primer lugar, desde la perspectiva hjelmsleviana, la definición se presenta a sí misma como división; en segundo lugar, la definición participa de un «sistema de definiciones», que pretende, en lo posible, reducir el número de axiomas. La hipótesis tensiva no contradice esa opción, y planteamos que el recurso al espacio tensivo permite «ver» la dependencia organizadora. Sea el esquema decadente simplificado:
El valor V tiene por definientes la dualidad de las valencias v1 y v2, que son las proyecciones respectivas de V sobre las dimensiones de la intensidad y de la extensidad. Pero, en ese estado, el esquema deja escapar la relación de la dependencia propia de la estructura. La hipótesis tensiva cree que puede superar esa dificultad postulando que el producto de v1 por v2 obedece a un estructurante principio de constancia: k ≈ v1 × v2. Por continuidad, v1 se vuelve posiblemente en el cociente de k por v2, y, en ese caso, k se convierte en un dividendo. Esta sobredeterminación de la significación por las operaciones elementales de la aritmética esclarece la participación de los valores: en el caso del valor de absoluto, el divisor es uno (1) y la foria, indivisible; mientras que en el caso del valor de universo, el divisor es posiblemente lo infinito (∞), lo que aminora otro tanto el número del cociente. Entrevemos el antecedente de la exigencia de la determinación que constituye todo el costo de la noción de estructura. Desde el punto de vista epistemológico, conviene recibir los datos de la percepción como otras tantas cuestiones: «Se trata de encontrar la construcción (oculta) que identifica un mecanismo de producción con una percepción dada» (Valéry, 1973, p. 1283). Este bosquejo de tratamiento del valor permite comprender cómo un percepto y un concepto «comunican» el uno con el otro. La hipótesis del principio de constancia es un punto de vista inédito sobre la complejidad, que ha sido el objeto del primer punto.
En este estadio, el análisis en busca de dependencias distingue entre valencias intensivas y valencias extensivas. La intensidad controla la tensión entre /fuerte/ y /débil/, mientras que la extensidad toma a su cargo la tensión entre /concentrado/ y /difundido/. Entre las combinaciones posibles, la hipótesis tensiva retiene dos parejas prioritarias: [intenso + concentrado] y [débil + difundido], que son los términos polares de un arco esquemático. La combinación [intenso + concentrado] la aceptamos como un valor de absoluto, y la combinación [débil + difundido], como un valor de universo. Esta partición define la estructura del campo de presencia. El diagrama que sigue manifiesta el lugar que cada uno de esos valores ocupa en el espacio tensivo.
Los términos que retenemos pertenecen a un grupo que es definido por la energía que encierra: «Lo sincrónico es una actividad, una ενέργεια. La sincronía es la teoría de los procedimientos lingüísticos. La δυναμις es el principio más elemental del lenguaje; de él nada escapa, cualquiera que sea el punto de vista adoptado» (Hjelmslev, 1976, p. 56). Cada uno de esos valores obedece así a una lógica interna que, por supuesto, es formulada a posteriori: la /fuerza/ presupone la /concentración/; en cambio, la /debilidad/ presupone la /difusión/, la /dispersión/.
Concentrando la foria sobre una sola magnitud, el valor de absoluto es exclusivo, mientras que repartiendo la foria sobre un número variable de magnitudes, el valor de universo es distributivo. Si el valor de absoluto anda a la búsqueda de lo único, el valor de universo busca lo universal. Aunque pertenecen al mismo sistema, cada valor puede constituir un punto de vista: el valor de universo reprochará al valor de absoluto su arbitrariedad, y este reprochará a aquel su aceptación de la mediocridad.
No se puede evitar la pregunta: ¿cuál es el alcance de este modelo? Sobre este punto, la semiótica greimasiana hace tiempo que asignó a la narratividad un alcance de universalidad, que Propp (1981) no había considerado, pues escribía: «Pero las cosas se complican por el hecho de que la claridad, en la estructura de los cuentos, solo es tal para los campesinos, y aun para unos campesinos poco tocados por la civilización». En ese sentido, el esbozo de tipología de los valores que proponemos parece que conviene al análisis político de nuestro tiempo, dado que ella trata de desenmarañar la organización de los poderes.
La concentración de los poderes confía los tres poderes a un solo sujeto, régimen que merece la denominación de monocracia. Los pensadores del siglo XVIII hablaban de despotismo, los del siglo XX se han visto confrontados con la dictadura o con el totalitarismo. La distribución de la foria corresponde a la policracia. Los antiguos hablaban de república; los modernos, de democracia:
Tocamos aquí la cuestión de la adecuación, de la aplicabilidad y, más prosaicamente, de la actualidad. En cuanto forma de vida, el modelo proppiano3 es inactual. Inversamente, ante la cuestión trágica del totalitarismo, nuestra actualidad nos invita a superar el doble inconveniente de tener que pensar estructuras sin vivencias y vivencias sin estructura.
A partir del diagrama presentado anteriormente, la búsqueda del sentido puede ser aprehendida como la travesía de un paradigma (Zilberberg, 2015b, pp. 109-145). Esta búsqueda se expresa por el paso de un valor de absoluto a un valor de universo. La condición requerida es doble: paso de /fuerte/ a /débil/; luego, paso de /concentrado/ a /difundido/. Hemos propuesto en otra parte (Zilberberg, 2006, pp. 93-102) esquematizar esos recorridos decadentes según la [atenuación → aminoración], pero si la aminoración se realiza, ¿el proceso queda con eso agotado? Aquí, la concesión hace oír su voz: la aspectualidad que acabamos de tener en cuenta es una aspectualidad intrasecuencial, que el despliegue de la concesión viene a virtualizar instalando un posible más allá de la secuencia expresada: a pesar de que la tarea por cumplir haya terminado, yo la llevo más adelante. El esquema implicativo a dos tiempos: [atenuación → aminoración] deja lugar a un esquema concesivo de tres tiempos [repunte → redoblamiento → superación]. Así:
La manifestación de la concesión tiene algo de heroico, que Fontanier (1968) ha captado muy bien a propósito del paradojismo, al que describe en estos términos:
El paradojismo, que viene a ser lo que se llama comúnmente alianza de palabras, es un artificio de lenguaje por el cual ideas y palabras, ordinariamente opuestas y contradictorias entre sí, se encuentran aproximadas y combinadas de manera que, dando la impresión de que se combaten y se excluyen recíprocamente, golpean la inteligencia con el más sorprendente acuerdo, y producen el sentido más verdadero, como el más profundo y el más enérgico. (p. 137)
Como se ve, la concesión se halla en la base del asombro, de la sorpresa, desde el punto de vista subjetal; y del evento (Zilberberg, 2008)*, desde el punto de vista objetal. Que la figura del evento se encuentra colocada en el más alto puesto de la jerarquía tensiva lo confirma con fuerza este juicio de Arendt (2004): «No son las ideas, sino los eventos los que cambian el mundo» (p. 343). El evento, pues, confirma el valor.
Nos gustaría, para terminar, insistir en los puntos siguientes. (i) El estructuralismo francés ha puesto el acento en la oposición, pero, a consecuencia de un malentendido inadvertido, esta ha sido pensada como disjuntiva, mientras que la oposición conjunta magnitudes que sin su intervención seguirían siendo extrañas la una a la otra: «En la lengua, todo se reduce a diferencias, pero todo también se reduce a agrupamientos» (Saussure, 1974, p. 215). En este sentido, nosotros instalamos la intersección como una de las condiciones de la estructuración. (ii) La resolución operativa de las magnitudes prolonga el punto precedente. Sobre el modelo de la sílaba propuesto por Saussure y seguido por Hjelmslev, se trata de elaborar un modelo propio para la unidad examinada. El modelo de la sílaba es distinto del modelo fonológico adoptado por el estructuralismo francés (Lévi-Strauss, Greimas). El modelo silábico apela a las categorías de consonante, de vocal, de sonante, y para Saussure, en los Principios de fonología, a las categorías de «implosión» y de «explosión». Autorizados por ese precedente, recurrimos a las nociones de «producto», de «cociente» y de «dividendo» para calificar las magnitudes semánticas. (iii) Tratándose de la alternancia elemental, el dilema se encuentra entre la trascendencia y la inmanencia: ¿de quién es deudora la teoría? El marxismo y el psicoanálisis se presentan abiertamente como teorías trascendentes, en la acepción epistemológica del término. Para el marxismo, el valor tiene un referente: el trabajo. A partir de ese valortrabajo, la lucha de clases regula el reparto de la plusvalía con ventaja para unos y desventaja para otros. Para el psicoanálisis, el referente es el inconsciente, con su dispositivo actancial particular, que transforma a la madre y al padre del infante, respectivamente, en objeto de deseo y en obstáculo para el deseo. Para la hipótesis tensiva, no existe antecedente singular de ese orden. Son las condiciones mismas de la enunciación, a saber, la tensión [fuerte vs. débil] para la intensidad, y la tensión [concentrado vs. difundido] para la extensidad, las que se encuentran en la base misma de la dualidad entre los valores de absoluto y los valores de universo. Dejando de ser circunstancias, las condiciones se convierten en obreras que concurren a la producción de la significación. (iv) La concesión es un capítulo de una problemática más vasta: la dinámica del discurso. La lingüística confía al verbo y a las categorías que le están asociadas el cuidado de organizar esa dinámica. Preocupada por el discurso, la hipótesis tensiva se interesa por una magnitud desdeñada, el evento, pues es la que verdaderamente dinamiza el discurso. Con este antecedente, el evento no es pensable sin un «sobrevenir» y este sobrevenir mismo presupone la concesión.
(Junio, 2012)
Cada cosa que ves es un acontecimiento y cada idea, un acontecimiento, y tú mismo, que te percibes por acontecimientos (y que eres un acontecimiento en este instante),
eres también capacidad de acontecimientos, y ella misma es uno de ellos.
Valéry
La problemática de la veridicción, tal como se infiere de la presentación que se hace en Semiótica 1 (Greimas y Courtés, 1982), es, por tomar una expresión de Hjelmslev (1971a), un «resultado definitivo» (p. 11)**, aunque susceptible de ser tomado a cargo por un «punto de vista nuevo». Si consideramos la estructura mínima del decir: decir es decir algo a alguien, los momentos de esa estructura reciben las denominaciones cómodas siguientes:
Las modalidades veridictorias han privilegiado la comunicación en detrimento de la predicación, como lo muestra la elección de los términos utilizados para calificar las deixis: «secreto» y «mentira». A nosotros nos gustaría atenernos brevemente a esta magnitud: «algo», examinándola desde el punto de vista del valor: ¿qué es lo que merece, qué es lo que vale la pena ser dicho, ya sea que ese decir se dirija a otro o a uno mismo?, ¿qué es ese «qué», que en el corazón de «algo» reclama irresistiblemente el decir, el hacer-saber? ¿En virtud de qué condiciones soy llevado a pensar que otro me agradecerá, a fin de cuentas, que le comunique ese «algo» a cambio de ese quantum de atención que me concede?1.
Como puede verse ya, nos orientamos en una dirección totalmente contraria a la que sostienen las modalidades veridictorias: estas últimas se adecúan a una retórica de la retención para la cual la preservación del secreto por el recurso a la mentira es la regla, mientras que nuestra problemática es exactamente inversa, la de la divulgación. Divulgar es definido por el diccionario como «poner algo en conocimiento del público» [del vulgo]. En tal sentido, nos inclinamos hacia la estructura tensiva canónica que ve en el contenido la intersección de la intensidad y de la extensidad. En el caso de una semiótica de la retención, la conservación de la intensidad, aquí la del secreto, exige su concentración en la medida en que su divulgación es pensada como dispersión y pérdida; la divulgación es, en ese caso, negadora.
Pero si la pertinencia o, lo que es lo mismo, la acentuación se desvía de la intensidad a la extensidad, en una palabra, si la divulgación se convierte en «algo bueno», asistimos a una inversión del valor: la divulgación del contenido valioso es significada y aprobada como reparto altruista, empático, mientras que la confiscación del secreto es ahora moralizada y reprobada. Sea la estructura siguiente:
Así, proyectando la estructura tensiva elemental del decir, accedemos a los estilos2 enunciativos de la retención y de la divulgación: según el estilo retensivo, es la intensidad, más exactamente el evitamiento de su decadencia, la que es pertinente. En cambio, para el estilo divulgante, es la extensidad, cuya expansión es favorecida actualmente por la instantaneidad y por la gratuidad de la información, la cual retiene el «acento de sentido».
Nos gustaría ahora, al lado del concepto de modalidad, cuya eficacia se ha probado, no ya introducir, sino ampliar la noción de modo, que ya se utiliza en lingüística y en semiótica: en semiótica, con la problemática de los modos de existencia, inaugurada por Saussure y desarrollada por Greimas; en lingüística, con los modos del verbo. La definición de «modo de…» que da el Micro-Robert de los escolares, como «forma particular con la cual se presenta un hecho, se cumple una acción», reúne o confunde los dos aspectos. Se trata de responder a la pregunta: desde el punto de vista semiótico, ¿de qué un hecho es hecho?
Antes de avanzar en el análisis, tenemos que subrayar que el hecho tiene por correlato intenso el evento o, lo que viene a ser lo mismo, que el hecho es el resultado del debilitamiento de las valencias paroxísticas de tempo y de tonicidad, que constituyen las marcas del evento. Dicho de otro modo, el evento es el correlato hiperbólico del hecho, así como el hecho se inscribe como el diminutivo del evento. El evento es algo raro, tanto más cuanto más importante es: el que afirma su importancia insigne desde el punto de vista intensivo, afirma explícita o tácitamente su unicidad desde el punto de vista extensivo, mientras que el hecho es numeroso. Todo pasa como si la transición, el «camino» que conduce del evento al hecho, se presentase como una división de la carga tímica que todo evento encierra. Para mediar la dependencia de nuestros discursos con los eventos y los hechos, basta con imaginar, con entrever por un instante la desolación, el aburrimiento definitivo de un mundo del que los eventos y los hechos hubieran desertado. Pascal y Baudelaire son insuperables sobre este punto. A la hora en que la astrofísica se centra en la historia del cosmos y en el evento que la funda, a la hora en que, todas las isotopías confundidas, la novedad se convierte en el valor que servir y que apoyar, mal se comprendería que la semiótica continuara comportándose como si el evento no existiese.
Introducimos el concepto de modo con el propósito y con la esperanza de desenredar en lo posible, de resolver ese sincretismo existencial, ese precipitado de sentido que constituye, tanto colectiva como individualmente, el evento. A beneficio de inventario, distinguimos tres suertes de modos: los modos de eficiencia, los modos de existencia y los modos de junción, de los cuales debemos hacer al menos un esbozo.
El contenido y la denominación se toman de la obra de Cassirer, y más cerca de la problemática –central en su espíritu– del «fenómeno de expresión». En el tercer tomo de Filosofía de las formas simbólicas (1998), podemos leer: «Porque toda realidad efectiva que captamos es menos, en su forma primitiva, la de un mundo preciso de cosas, erigido ante nosotros, que la certeza de una eficiencia viviente experimentada por nosotros»*. Si tomamos en serio esta opinión, es decir, si la aceptamos como directriz y poiética para la comprensión del pensamiento mítico, nos conducirá a rechazar la «tentación algebraica» preconizada, aunque por razones distintas, por Saussure3 y por Hjelmslev4. En cuanto a la terminología, admitiremos que, grosso modo, el «fenómeno de expresión» para Cassirer y la «sustancia del contenido» para Hjelmslev se refieren a las mismas magnitudes: aquellas que aluden comúnmente a la afectividad. A pesar de que estos dos maestros hayan, salvo error o ignorancia de nuestra parte, permanecido ajenos el uno al otro, ambos han abordado la misma cuestión: la de la precedencia que se debe observar entre la forma y la sustancia. Hjelmslev, en este punto, es el continuador de Saussure (1974) cuando este último afirma: «Dicho de otro modo, la lengua es una forma y no una sustancia» (p. 206). La afectividad, por lo que concierne al plano del contenido, se encuentra, pues, expulsada; luego, reintroducida. Sin embargo, Cassirer (1998, t. 3) rechaza la legitimidad de ese doble gesto:
Ciertas teorías psicológicas desconocen los puros fenómenos de expresión cuando los hacen nacer de un acto secundario de interpretación, explicándolos como productos de la «empatía». El defecto capital de esas teorías y su prôton pseudos consiste en invertir el orden de los datos fenoménicos. Para eso deben previamente suprimir la percepción, convertirla en un complejo de simples contenidos de la impresión sensible para después reanimar ese «material» muerto de la sensación, gracias al acto de penetración afectiva. Pero la vida que así le toca en reparto es, en último análisis, obra de la ilusión psicológica. (p. 92)
Por esa misma razón, nosotros hemos formulado la tensividad como una «determinación», en la cual la intensidad subjetal es la constante y la extensidad, la variable.
Con el término eficiencia, Cassirer designa, pues, la aserción por el sujeto de una afección5. A fin de disponer de un metalenguaje operativo y adecuado, admitiremos que el modo de eficiencia designa la manera como una magnitud se instala en el campo de presencia: si ese proceso es efectuado a pedido, según el deseo del sujeto, en ese caso, retendremos la modalidad del «llegar a» [parvenir]; si la magnitud surge contra toda espera, negando ex abrupto las anticipaciones razonables, los cálculos minuciosos del sujeto, hablaremos de la modalidad del «sobrevenir» [survenir]. Desde el punto de vista paradigmático, el modo de eficiencia es estructurado por la distensión del «llegar a» y del «sobrevenir».
Esta exposición sumaria requiere de cuatro observaciones. (i) La pregnancia del «sobrevenir» es sin duda tan antigua como el mundo, puesto que la filosofía ha reconocido y reconoce en el asombro, en el thaumazein de los griegos, el corazón de nuestros afectos y de nuestros pensamientos. Esa preeminencia ha sido reconfirmada por Descartes (1991) en su análisis intacto de la admiración:
Cuando el primer encuentro de un objeto nos sorprende, y lo juzgamos nuevo o muy diferente de lo que antes conocíamos, o bien de aquello que suponíamos que debía ser, eso hace que lo admiremos y que nos asombre. Y como eso puede ocurrir antes de que podamos conocer si ese objeto nos conviene o no nos conviene, me parece que la admiración es la primera de todas las pasiones. (pp. 108-109)
(ii) Al sostener que esa pregnancia de lo sobrevenido es tan antigua como el mundo, queremos decir que lo divino es inseparable, en gran número de sociedades, de un surgimiento, de una epifanía:
Se dice en particular que la expresión manitu es empleada siempre que la representación y la imaginación son excitadas por algo nuevo y extraordinario: si durante la pesca uno atrapa un ejemplar de una especie aún desconocida de peces, eso hace nacer de inmediato la expresión manitu. (Cassirer, 1998, t. 2, p. 104)
La modalidad del «sobrevenir» estaría, pues, vinculada con la exclamación, que nosotros consideramos como el pivote de la estructura frástica. Pero esto es aún demasiado decir; según Cassirer (1998, t. 2), la pertinencia deber ser atribuida no a la exclamación, sino rendida a la interjección: «Las expresiones wakan y wakanda entre los sioux parecen remontarse etimológicamente a interjecciones que traducen el asombro» (p. 104). El evento es esa magnitud extraña, por decirlo así, extraparadigmática, o más bien que se manifiesta primero en el plano sintagmático por una anticipación, y espera por ese mismo hecho su identidad paradigmática. La fórmula del evento comprendería, de esta manera, una anticipación sintagmática y un retraso paradigmático. El evento rompe el ajuste sintónico ordinario de lo sintagmático y de lo paradigmático.
(iii) Desde el punto de vista figural, el «sobrevenir» y el «llegar a» son regímenes de valencias dirigidos por el tempo.
Las magnitudes postuladas son ante todo cuantitativas, pero nosotros aceptamos la hipótesis según la cual las diferencias cualitativas concentran diferencias cuantitativas, movilizando dos argumentos. El primero estipula que la gradualidad, a la cual, según parece, Saussure se adhería6, queda fuera de alcance si las magnitudes no se presentan mentalmente como divisibles. En segundo lugar, sin esa misma divisibilidad, la sintaxis estaría condenada al «todo o nada», condenada a desconocer las virtudes, en otro tiempo consideradas superiores, del matiz y de la lentitud. En la semiótica greimasiana, esa carencia figural fue suplida con la aspectualidad, es decir, con un dato figurativo.
Si volvemos ahora a nuestro diagrama, las dos tensiones conservadas [subitaneidad vs. progresividad] y [brevedad vs. longevidad] se ajustan una a otra por medio de aumentos y de disminuciones correlacionadas. Pero, cualesquiera que sean sus méritos, el diagrama deja escapar un dato semiótico capital: la característica. Un diagrama no es nunca más que la proyección de un análisis y de sus resultados: el acoplamiento de por lo menos dos definiciones. Partiremos, pues, de nuestro análisis, y nos esforzaremos luego en generalizar.
En los Cuadernos (1973), Valéry, atormentado por los secretos del tiempo, anota: «El tiempo largo se hace sentir durante… El tiempo corto se hace sentir después» (p. 1329). La distensión paradigmática o morfológica [largo vs. breve] sigue siendo, en un sentido, incompleta si no comprende también una marca sintagmática: [simultaneidad vs. posterioridad]. La lectura de los Cuadernos muestra de inmediato que para la primera frase Valéry tiene en mente un proceso, cuyo agente es el sujeto, mientras que con la segunda se refiere a la sorpresa. De tal modo, la extensión temporal es la del actuar y la de la paciencia que el actuar razonado supone; y la brevedad es la del padecer que lo inesperado y brusco impone al sujeto. Entendemos por característica la junción, la connivencia singularizante de la paradigmática y de la sintagmática; la característica misma reside, pues, en la intersección de la morfología y de la sintaxis, intersección que constituye una preocupación permanente de la reflexión hjelmsleviana:
Lo sintagmático y lo paradigmático se condicionan constantemente. […] nos vemos obligados a introducir consideraciones manifiestamente «sintácticas» en «morfología» —incluyendo en ella, por ejemplo, las categorías de la preposición y de la conjunción, cuya sola razón de ser se encuentra en la sintaxis—, y a colocar en la sintaxis hechos plenamente «morfológicos», reservando forzosamente a la «sintaxis» la definición de casi todas las formas que se pretende haber reconocido en «morfología». (Hjelmslev, 1972, p. 189)
(iv) En fin, y esta será nuestra cuarta y última observación, a fin de dar cuenta de la complejidad que los discursos nos presentan, debemos introducir una distinción suplementaria entre modos de eficiencia directores y modos secundarios o asociados. El «sobrevenir» y el «llegar a» se inscriben por ahora como modos directores. (a) El «llegar a» está asociado a dos modos secundarios: el auxiliar [subvenir], que, después de la virtualización de su clasema, toma el relevo del «llegar a» cuando el sujeto operador no alcanza el resultado que se había fijado; y el proveer [provenir] toma el lugar del «llegar a» cuando el proceso tiene por agente supuesto un sujeto no-humano; una de las dimensiones de la reflexión de Spinoza (1955) concierne justamente a la mutación-conmutación del «llegar a» antropomorfo en proveer [provenir]: «Tal es esta libertad humana que todos se vanaglorian de poseer y que consiste solamente en que los hombres tienen conciencia de sus apetitos e ignoran las causas que los determinan» (pp. 303-304). El paradigma propio de este modo de eficiencia reside en la dependencia de las vicisitudes paradigmáticas y sintagmáticas que afectan la identidad y la eficacia del sujeto operador. (b) Por su lado, el «sobrevenir» se muestra la mayor parte de las veces como la denegación del prevenir en su acepción genérica, según el Micro-Robert: «III, 2.° Impedir con sus precauciones (un mal, un abuso). “Más vale prevenir que curar”». En La dialéctica de la duración (1978), Bachelard cree que debe definir el sujeto en estos términos: «La conciencia pura se nos presentará como una potencia de espera y de acecho» (p. VI), pero el espectáculo del mundo muestra que si esta definición está motivada, es porque el sujeto, y sin duda el viviente en general, es ese ser que siempre puede ser sorprendido, tomado por sorpresa, desprevenido, y que si buscamos el objeto necesario de los verbos esperar y acechar elegidos por Bachelard, solo encontramos uno: lo inesperado, a tal punto que Greimas mismo tituló «La espera de lo inesperado» el último capítulo de De la imperfección*, como deferencia a la gravedad del «sobrevenir».
En fin, la complementariedad antagonista del «llegar a» y del «sobrevenir» parece hallarse, según una medida que resulta muy difícil de precisar, en el principio, en la base de los grandes estilos estéticos, puesto que el estilo clásico, de acuerdo con la descripción que de él hace Wölfflin, está del lado del «llegar a», mientras que el estilo barroco, centrado en el aparecer y en la aceleración, asume el «sobrevenir». A este respecto, el arte moderno ha dado ampliamente la razón a Baudelaire cuando este último anunciaba en el texto titulado «Exposición universal de 1855» (1954b) el advenimiento de lo «bizarro»: «Lo Bello es siempre bizarro. […] Digo que contiene siempre un poco de bizarría, de bizarría espontánea, ingenua, no buscada, inconsciente, y que esa bizarría hace que lo bello sea Bello. Esa es su matrícula, su característica» (p. 691). En estas condiciones, si cada arte es claramente, a partir de las exigencias y de los recursos del plano de la expresión que contiene, una «deformación coherente», la totalidad virtual de las artes —de las cuales las obras de Edgar Faure y de André Malraux dan una idea— constituye una mímesis, así como la totalidad de las lenguas, por sí mismas «subjetivas», conformaba para Humboldt nuestra objetividad.
Seremos más breves a propósito de los modos de existencia, en la medida en que esta categoría es una de las adquisiciones de la lingüística y de la semiótica. Categoría que tiene por germen la dualidad [virtual vs. real], afirmada por Saussure en el quinto capítulo del Curso de lingüística general (1974), relativo a la diferencia entre las relaciones paradigmáticas y las relaciones sintagmáticas: «La relación sintagmática se da in praesentia; reposa en dos o más términos igualmente presentes en una serie efectiva. Por el contrario, la relación asociativa [paradigmática] une términos in absentia en una serie mnemónica virtual» (p. 208). Oportunamente, Semiótica 1 (Greimas y Courtés, 1982) introduce el término complejo que se halla a la vez in praesentia e in absentia: el término actualizado7, el cual caracteriza en el plano figural la disjunción entre el sujeto y el objeto de valor, y en el plano figurativo, la privación de un bien. Nos encontramos así en presencia de una tríada, pero heterogénea, puesto que la virtualidad interesa al sistema; la actualización y la realización, al proceso: la primera, al proceso narrativo; la segunda, al proceso lingüístico. Posteriormente, este número sería llevado a cuatro en Semiótica de las pasiones (Greimas y Fontanille, 1994), pues la obra añadía a las tres ya adquiridas la potencialización. En principio, esas cuatro operaciones deberían permitir describir la circulación, la entrada, la salida y el retorno de las magnitudes en el seno del campo de presencia; sin embargo, ese objetivo no se alcanzó de inmediato, según nuestra opinión, por dos razones: hacía falta tiempo para comprender que la virtualidad y la virtualización, a pesar de su radical común, no tenían nada que ver la una con la otra; y tuvo que pasar algún tiempo para poder clarificar las relaciones de presuposición y para discernir los protocolos seguidos en los discursos (Fontanille y Zilberberg, 2004; Zilberberg, 1997).
En los estrechos límites de este trabajo, nos contentaremos con justificar la distinción entre modos directores y modos asociados. El par director está constituido por la alternancia entre la mira y la captación. La mira, que el Micro-Robert define en estos términos: «Tener en vista, esforzarse en alcanzar (un resultado). “Tenía en la mira ese puesto desde hace tiempo”», se halla en la base del modo de eficiencia «llegar a» gracias al rasgo inmanente /esfuerzo/; la mira se inscribe como mediación entre la actualización y la realización. El caso de la captación es diferente al de la mira: designa el estado del sujeto de estado como «presa» del «sobrevenir», de la «admiración» cartesiana; en una palabra, el estado del sujeto primero asombrado, impresionado, luego marcado por «eso que le ha ocurrido», estado que corresponde a la potencialización, a la formación de ese misterio: el sobrevenir. La captación forma así una «buena» transición entre el sobrevenir y la potencialización.
El juego de los modos de existencia, los cuales dependen de los modos de eficiencia, exige dos observaciones. En primer lugar, nos hace asistir a un proceso intrigante: la emergencia, en el «océano» de la duración, de un «comienzo», de una novedad: «Eso que nos golpea, persiste y se proyecta sobre las cosas siguientes. Lo intenso tiene una cualidad propia, que consiste en persistir más allá de la duración de su causa» (Valéry, 1973, p. 1235). Esa persistencia halla su base en la continuidad del sujeto de estado.
En segundo lugar, los modos de existencia son solidarios con el estado de sorpresa del sujeto; debemos decir por eso que el sujeto asombrado satura en cierta forma el proceso: el sujeto capta aquello que lo capta a sí mismo. Captar un evento, un sobrevenir, es ante todo ser captado por ese sobrevenir, y ese es el término que hemos tomado del análisis de Cassirer (1998, t. 3): «Porque toda experiencia vivida de expresión no es nada más que una prueba padecida; es un ser-captado más bien que un captar, y esa “receptividad” contrasta nítidamente con la “espontaneidad” sobre la cual se funda toda conciencia de sí en cuanto tal» (p. 95). La directividad de los modos de existencia resulta así:
condensacióndesplazamiento