COMENTARIO BÍBLICO
DE
TRADUCIDO Y ADAPTADO
AL CASTELLANO
POR
FRANCISCO LACUEVA
OBRA COMPLETA SIN ABREVIAR
Editorial CLIE
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08232 VILADECAVALLS (Barcelona)
ESPAÑA
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Internet: http://www.clie.es
COMENTARIO BÍBLICO DE MATTHEW HENRY
Obra completa sin abreviar
Copyright © 1999 por Editorial CLIE
Ninguna parte de este libro puede ser reproducida sin el permiso escrito de los editores, con la excepción de breves citas
Traducido y adaptado al castellano por Francisco Lacueva
ISBN 978-84-8267-533-6
eISBN 978-84-8267-660-9
Clasifíquese:
98 HERMENÉUTICA:
Comentarios completos a toda la Biblia
C.T.C. 01-02-0098-42
Referencia: 22.42.03
ÍNDICE
PRESENTACIÓN
CÓMO SACAR DE ESTE COMENTARIO EL MAYOR PROVECHO EN ORDEN A LA PREDICACIÓN DE LA PALABRA DE DIOS
ANTIGUO TESTAMENTO
GÉNESIS
ÉXODO
LEVÍTICO
NÚMEROS
DEUTERONOMIO
JOSUÉ
JUECES
RUT
1 SAMUEL
2 SAMUEL
1 REYES
2 REYES
1 CRÓNICAS
2 CRÓNICAS
ESDRAS
NEHEMÍAS
ESTER
JOB
SALMOS
PROVERBIOS
ECLESIASTÉS
CANTARES
ISAÍAS
JEREMÍAS
LAMENTACIONES
EZEQUIEL
DANIEL
OSEAS
JOEL
AMÓS
ABDIAS
JONÁS
MIQUEAS
NAHÚM
HABACUC
SOFONÍAS
HAGEO
ZACARÍAS
MALAQUÍAS
NUEVO TESTAMENTO
MATEO
MARCOS
LUCAS
JUAN
HECHOS
ROMANOS
1 CORINTIOS
2 CORINTIOS
GÁLATAS
EFESIOS
FILIPENSES
COLOSENSES
1 TESALONICENSES
2 TESALONICENSES
1 TIMOTEO
2 TIMOTEO
TITO
FILEMÓN
HEBREOS
SANTIAGO
1 PEDRO
2 PEDRO
1 JUAN
2 JUAN
3 JUAN
JUDAS
APOCALIPSIS
La obra que ponemos en manos del lector de habla hispana es única en su género. A pesar de que el original fue escrito hace casi tres siglos, este comentario exegético-devocional, redactado en su mayor parte por Matthew Henry a principios del siglo XVIII, no ha sido todavía sobrepasado por ningún otro, según la opinión unánime de los expertos. Para no citar sino algunos pocos de los juicios críticos, mencionaremos las frases laudatorias de hombres tan relevantes y bien conocidos en nuestros medios como F. F. Bruce, Alan Redpath, Wilbur M. Smith y del archifamoso C. H. Spurgeon.
De este comentario dice F. F. Bruce: «Es uno de los más grandes clásicos de la literatura teológica inglesa... Con su seguro instinto espiritual del sentido de la Escritura, presenta la esencia sana y perpetua de la Biblia en un estilo de extraordinario vigor.» Por su parte Alan Redpath afirma: «La exposición sana, sensata y fundamentalista, versículo por versículo, las perlas de sustanciosos pensamientos que hallan estupenda expresión, y los múltiples y sugerentes comentarios, se combinan todos ellos para hacer de esta obra una clase aparte en sí misma.» Wilbur Smith compendia su elogio en una breve frase: «Es el comentario devocional más grande que jamás se haya escrito.» Finalmente Spurgeon dice de él: «Es instructivo para todos... brillante en metáforas, rico en analogías, sobreabundante en ilustraciones. Todo ministro de Dios debería leer el MATTHEW HENRY por entero y con plena atención al menos una vez.»
En efecto, y para escoger unas pocas muestras, basta examinar lo que dice Matthew Henry sobre Génesis 2:22: «La mujer fue formada de una costilla (es decir, del costado) de Adán; no fue hecha de su cabeza, como para tener dominio sobre él; ni de sus pies, como para ser pisoteada por él; sino de su costado, para ser igual a él, de debajo de su brazo para ser protegida, y de junto al corazón para ser amada.»
O véase lo que dice, tras explicar el alcance de la sentencia pronunciada sobre nuestros primeros padres, en Génesis 3:16-19: «Cuán admirablemente dio la réplica a esta sentencia pronunciada contra nuestros primeros padres la satisfacción que el Señor Jesús realizó mediante sus sufrimientos y su muerte. A) ¿Entraron con el pecado dolores de parto? Leemos, en Isaías 53:11, de la aflicción del alma de Cristo. B) ¿Vino con el pecado la sujeción? Cristo fue puesto bajo la Ley (Gá. 4:4). C) ¿Llegó con el pecado la maldición? Cristo fue hecho por nosotros maldición, murió de una muerte maldita (Gá. 3:13). D) ¿Entraron con el pecado las espinas? Él fue coronado de espinas por nosotros. E) ¿Entró con el pecado el sudor? Él sudó por nosotros como grandes grumos de sangre. F) ¿Vino con el pecado el dolor? Él fue varón de dolores; su alma estaba, en su agonía, abrumada de una tristeza mortal. G) ¿Entró con el pecado la muerte? Él se hizo obediente hasta la muerte. Así, el vendaje curativo resulta más ancho todavía que la herida producida por el pecado. ¡Bendito sea Dios por nuestro Señor Jesús!»
Finalmente véase lo que dice sobre el arco iris, al comentar Génesis 9:12-17: «El arco iris aparece cuando las nubes están más cargadas de lluvia, y se retira después de la lluvia. Así Dios aparta nuestros temores cuando más razón tenemos para temer que prevalezca la tormenta. Cuanto más densa es la nube, más nítido se destaca en ella el arco iris. De igual modo cuanto mayor es la amenaza de nuevas aflicciones, tanto mayor es el estímulo de abundantes consolaciones (2 Co. 1:5). El arco iris aparece cuando ya está clara una parte del firmamento, lo cual insinúa el recuerdo de la misericordia en medio de la ira, y parece como si las nubes estuviesen cercadas por el arco para que no se extiendan por el cielo, pues el arco es la lluvia en color o como la orla ricamente festoneada de una nube. Un arco inspira terror, pero el arco iris es un arco que no tiene cuerda ni flecha, y un arco desnudo poco puede hacer. Es un arco pero está apuntando al cielo, no a la tierra; porque las señales del pacto no están destinadas a atemorizar, sino a consolar.»
Éstos son sólo unos poquísimos ejemplos de la riqueza de pensamientos y de la exuberancia de imágenes que brillan en esta obra incomparable.
Matthew Henry nació en Broad Oak, Iscoid, un pueblecito de Gales el 18 de octubre de 1662. Su padre fue uno de los 2.000 ministros del Señor que salieron (o fueron expulsados) de la Iglesia de Inglaterra, por disentir del sistema oficial; por ello, fueron llamados «no-conformistas». Su madre era de noble y acomodada familia, por lo que su padre pudo ejercer su ministerio sin percibir ninguna remuneración. Matthew fue su segundo hijo, y nació en tan precaria condición física, que le bautizaron al día siguiente, por temor a que muriese antes de cumplir la primera semana. Aunque, de niño, continuó físicamente débil, fue, sin embargo, muy fuerte en lo intelectual y más aún en lo espiritual. Su padre fue su primer maestro. Más tarde, fue enviado a la Academia de Islington (Londres), donde estudió hasta el 1682, año en que regresó a Iscoid para ayudar a su padre en las tareas pastorales.
Volvió pronto a Londres para estudiar Leyes, dando muestras de gran memoria y fácil elocuencia. Pero, bajo la influencia de dos grandes predicadores, los doctores Stillingfleet y Tillotson, comenzó a interesarse más y más por las cosas espirituales, formando con algunos de sus amigos un grupo que se reunía regularmente para orar en común y estudiar la Biblia.
Después de regresar nuevamente a su casa como candidato al ministerio comenzó a predicar. Quienes le oyeron en Chester, le pidieron que tomara el pastorado de la congregación. Fue ordenado el 9 de mayo de 1687 y ejerció el pastorado en Chester desde ese mismo año hasta 1712. Enviudó cuando todavía era muy joven y se casó en segundas nupcias con una nieta de Peter Warburton, de la que tuvo nueve hijos, sobreviviendo seis de ellos. Su casa, como la de su padre, pudo ser llamada «Casa de Dios y puerta del Cielo».
Fue durante este pastorado (con predicación diaria), cuando, en el culto familiar, comenzó a exponer el Antiguo Testamento por las mañanas, y el Nuevo por las tardes. Esto constituyó la base para su futuro comentario, que comenzó en 1704, y del cual había completado seis volúmenes cuando le sorprendió la muerte, a causa de un ataque de apoplejía, en 1714, contando solamente 52 años de edad. Como sea que el sexto volumen llegaba solamente hasta Hechos de los Apóstoles, trece teólogos no conformistas se encargaron de completarlo.
La presente edición castellana va aún más allá. Da un paso más para mejorar esta magna obra y darle remate. No nos hemos limitado a traducir lo que Matthew Henry escribió, sino que, de la mano de los mejores comentarios, tanto evangélicos como rabínicos, hemos puesto al día la exposición, llenando algunas (pocas) lagunas, tanto en el plano exegético como en el devocional, de las que la obra original de Matthew Henry, imperfecta como toda obra humana, adolece.
En algunos casos la opinión de Matthew Henry se ha enriquecido sumando a la misma la de otros comentaristas que sostienen puntos de vista distintos o incluso opuestos al suyo, pero que hemos considerado necesario incluir para proporcionar al lector una visión más amplia del pensamiento cristiano con respecto al punto en cuestión.(Véase Isaías, cap. 6 v. 1-4) En otros casos, —especialmente en lo que refiere a las concepciónes escatológicas, (amileniales-premilenialesposmileniales)— hemos preferido vertir directamente nuestras propias ideas, (en este caso de cuño premilenial y dispensacionalista), aunque por supuesto advirtiendo antes al lector, para que no se llame a engaño, (véase la introducción al libro de Apocalipsis), que en este caso particular no son las propias de Matthew Henry sino las del traductor adaptador.
Ello hace de la presente versión española del comentario de Matthew Henry una obra única en su género, de la que cabe decir sin ruborizarse que en muchos aspectos supera con creces a su original. Los evangélicos de habla española encontrarán en este comentario alimento espiritual de primera calidad; un manantial inagotable de ideas metáforas y expresiones iluminadoras y estimulantes.
Para resumir su valía en una sola frase diremos que: “Este comentario, más que ningun otro, ayuda grandemente, no sólo a conocer la Santa Biblia sino también a vivirla.” Los pastores y maestros, especialmente, encontrarán en ella un copioso arsenal de material predicable. Tan asequible, incluso al más inexperto predicador, que basta a menudo con los epígrafes bosquejados del comentario de Matthew Henry, para tener un buen esquema de sermón o mensaje, que puede rellenarse con las ideas del mismo comentario y completarlas con las personales, expresándolas en el estilo propio de cada predicador, teniendo en cuenta el auditorio al que se dirige. Disponiendo de un buen buen libro de anécdotas (recomendamos la Enciclopedia de anécdotas el dos volúmenes del Dr. Samuel Vila), el mensaje puede resultar perfectamente apto para atraer la atención de los oyentes y para llevarlos, con el poder del Espíritu Santo, bien al conocimiento del Evangelio de salvación, o a un sólido crecimiento espiritual, según los casos.
A continuación, facilitamos algunos consejos y normas concretas, para ayudar al predicador a poner en práctica lo que acabamos de exponer.
Cuando un predicador ha de tomar sobre sí la grave responsabilidad de subir al púlpito para proclamar el mensaje del Evangelio o impartir una instrucción edificante para el pueblo de Dios debe, tras encomendarse al Señor en oración, escoger la porción que el Espíritu Santo le revele como más conveniente para el caso y a continuación leer detenidamente lo que este comentario de Matthew Henry expone sobre el pasaje escogido. Después, entresacando las principales ideas, procederá a formar con ellas un esquema y tratará de rellenarlo con expresiones propias y, en su defecto, con las del propio comentario, esforzándose por hacerlas suyas y adaptarlas a su propio lenguaje, penetrando en su contenido, y viendo el modo de que hagan el mayor impacto en el auditorio.
Veamos un ejemplo: Supongamos que queremos exponer la condición miserable en que el pecado sume al hombre, y lo que el Señor Jesucristo hizo para sacarnos de ese miserable estado. Leeremos atentamente el comentario que Matthew Henry hace a Números 21:4-9 y, después de estudiarlo detenidamente, distribuiremos el mensaje en los siguientes cuatro puntos: el pecado, el castigo, la respuesta y el remedio.
I. EL PECADO
II. EL CASTIGO
III. LA REACCIÓN DEL PUEBLO
IV. EL REMEDIO
A) Entre la dolencia de los israelitas y la nuestra.
B) Entre su remedio y el nuestro.
C) Entre la aplicación de su remedio y la del nuestro.
La estrofa del himno, citada al final de la porción, puede servir de conclusión apta para mover decisivamente los corazones ya afectados por la predicación del mensaje. En todo caso, la apelación final ha de hacerse de acuerdo con las circunstancias.
¡Quiera el Señor usar esta obra para su mayor gloria y servicio, para salvación de muchas almas. Para facilitar la labor de muchos pastores y para provecho espiritual de muchos creyentes sinceros.
Tenemos ante nosotros la Santa Biblia. La llamamos el libro, por ser sin comparación, el mejor libro que se ha escrito, el libro de los libros. La llamamos el libro santo, porque fue escrito por hombres santos, e inspirado por el Espíritu Santo. Las grandezas de la ley de Dios y del Evangelio están aquí escritas para nosotros, a fin de que puedan ser transmitidas a distantes lugares y épocas con mayor pureza e integridad que las que sería posible obtener por un mero informe o por tradición. Esta es la «lámpara que alumbra en un lugar oscuro» (2 P. 1:19), y ciertamente sería este mundo un lugar oscuro sin la Biblia.
Comenzaremos por aquella parte de la Biblia que llamamos el Antiguo Testamento. Se llama testamento, o pacto (gr. diatheke), porque es una declaración inalterable de la voluntad de Dios con relación al hombre de un modo federal, y tiene toda su fuerza por virtud de la sangre del gran Mediador, el cordero sin mancha ni contaminación, ya provisto desde antes de la fundación del mundo (1 P. 1:19-20). Decimos Antiguo Testamento, en contraste con el Nuevo, que lo corona y perfecciona al suministrarnos aquella mejor esperanza, que ya estaba tipificada y profetizada en el Antiguo. El Antiguo Testamento comienza por lo que llamamos el Pentateuco, o cinco libros de Moisés. Al estar el Antiguo Testamento distribuido en tres partes: la Ley, los profetas y los salmos, el Pentateuco contiene la Ley.
En fin, tenemos ahora ante nuestros ojos el primero y más largo de esos cinco libros, que llamamos Génesis, escrito, según se cree cuando Moisés estaba en Madián, para instrucción y consuelo de sus hermanos hebreos, pero yo opino más bien que lo escribió en el desierto, después de estar en el monte con Dios, pues allí recibió probablemente las necesarias instrucciones para escribirlo. Génesis es un término griego, que significa origen o preparación: es una historia de los orígenes —la creación del mundo, la entrada del pecado y de la muerte en él, la invención de las artes, el surgir de las naciones, y especialmente la implantación de la sociedad religiosa y el estado en que ésta se encontraba en sus primeros tiempos—. Es también una historia de las generaciones de Adán, Noé, Abraham, etc. El comienzo del Nuevo Testamento es también Génesis (Mt. 1:1): «Bíblos genéseos», el libro de la génesis, o generación, de Jesucristo. Bendito sea Dios por tal libro, que nos muestra el remedio, al par que este otro nos abre la herida. ¡Señor, abre nuestros ojos, para que podamos ver las maravillas, tanto de tu Ley como de tu Evangelio!