ÍNDICE
AGRADECIMIENTOS
PREFACIO
INTRODUCCIÓN
Humanismo y ciencia
Humanismo y etnografía
CAPÍTULO I. Orígenes
El método humanista
La utopía gramática
La canción-flor
CAPÍTULO 2. Utopía y etnografía
La descripción del Caribe
La utopía antillana
CAPÍTULO 3. Utopía y retórica
El Itinerario de Juan Díaz
Hernán Cortés: De Anáhuac a Nueva España
I
II
III
CAPÍTULO 4. Humanismo y conversión
Pedro de Gante, hermeneuta y gramático
El carisma humanista en México
Sebastián Ramírez de Fuenleal, presidente humanista
CAPÍTULO 5. Etnografía y república
Refundación
Andrés de Olmos: gramática y transculturación
La utopía mística: Toribio de Benavente Motolinía
I
II
CAPÍTULO 6. Bernardino de Sahagún: el momento del lenguaje
La historia-calepino
Las cosas divinas
Las cosas humanas
Las cosas naturales
CAPÍTULO 7. Lenguaje y verdad
Francisco Hernández: entre Galeno y Quetzalcóatl
Moderno desengaño barroco
CONCLUSIÓN
OBRAS CITADAS
ÍNDICE ONOMÁSTICO Y CONCEPTUAL
NUEVOS HISPANISMOS, 19
DIRECTOR
Julio Ortega (Brown University)
COMITÉ EDITORIAL
Anke Birkenmaier (Indiana University)
Beatriz Colombi (Universidad de Buenos Aires)
Cecilia Garcia Huidobro (Universidad Diego Portales, Santiago de Chile)
Ángel Gómez Moreno (Universidad Complutense de Madrid)
Dieter Ingenschay (Humboldt Universität Berlin)
Efraín Kristal (University of California, Los Angeles)
Esperanza López Parada (Universidad Complutense de Madrid)
Rafael Olea Franco (El Colegio de México)
Fernando Rodríguez de la Flor (Universidad de Salamanca)
William Rowe (University of London)
Carmen Ruiz Barrionuevo (Universidad de Salamanca)
Víctor Vich (Universidad Católica del Perú, Lima)
Edwin Williamson (Oxford University)
Dedicada a la producción crítica hispanista
a ambos lados del Atlántico, esta serie se propone:
• Acoger prioritariamente a la nueva promoción de hispanistas que, a
comienzos del siglo XXI, hereda y renueva las tradiciones académicas
y críticas, y empieza a forjar, gracias a su vocación dialógica,
un horizonte disciplinario menos autoritario y más democrático.
• Favorecer el espacio plural e inclusivo de trabajos que,
además de calidad analítica, documental y conceptual, demuestren
voluntad innovadora y exploratoria.
• Proponer una biblioteca del pensar literario actual dedicada
al ensayo reflexivo, las lenguas transfronterizas,
los estudios interdisciplinarios y atlánticos, al debate
y a la interpretación, donde una generación de relevo crítico despliegue
su teoría y práctica de la lectura.
«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».
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eISBN 978-3-95487-810-9
Depósito Legal: M-27858-2014
Impreso en España
Diseño de cubierta: Carlos Zamora
Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico sin cloro.
for we are beyond, both the old world, and the new
Francis Bacon
AGRADECIMIENTOS
Durante los años de trabajo para la escritura de este libro, recibí la ayuda de diferentes personas e instituciones. Agradezco el tiempo que la Universidad George Washington, en Washington DC, me otorgó para la escritura del manuscrito, así como el fondo de investigación del Departamento de Lenguas y Literaturas Romances, el University Facilitating Fund del Columbian College of Arts and Sciences —ambos de la misma universidad—, y el Farmer Fellowship del Teresa Lozano Long Institute of Latin American Studies en la Universidad de Texas en Austin. Agradezco también la ayuda y profesionalismo del personal del Archivo de Indias en Sevilla, el Archivo General de la Nación en México, la Biblioteca Nacional en Madrid, la Biblioteca del Congreso en Washington DC, la Biblioteca Central de la Universidad Nacional Autónoma de México, la Biblioteca Daniel Cosío Villegas del Colegio de México, la Biblioteca Gelman de la Universidad George Washington y el Washington Research Library Consortium.
Les doy las gracias también a los diferentes colegas y amigos que me ayudaron a escribir y publicar este libro, comenzando por mi mentor, Enrique Fierro. Agradezco a Adela Pineda, Enrique Marroquín, Eduardo Rodríguez, Marcy Norton y Jaime Velasco, quienes leyeron, comentaron y mejoraron mi trabajo en las diversas etapas de su composición. Flavia Leite y Verónica Grossi fueron fundamentales de diferentes maneras para la escritura y publicación del manuscrito, al igual que María Pizarro, mi editora. Agradezco también a Klaus Vervuert, director de Iberoamericana Vervuert por su amable profesionalismo. Una gran deuda de gratitud me une a Julio Ortega, editor de la Serie Nuevos Hispanismos, por su generosidad, apoyo y ayuda durante el proceso de publicación.
Gracias, finalmente, a mi familia, en especial a mis padres, Teresa y Jaime Manuel, mis primeros maestros del humanismo; también a mis hermanos, Francisco, Leticia y Verónica. Mi más profundo agradecimiento es para mi amada esposa, Alejandra, coautora de estas páginas, corazón de un mundo.
PREFACIO
Ésta es una historia de la conquista de México y la fundación de Nueva España como un proceso epistemológico. Cargada de peso moral, la historiografía del siglo XVI mexicano e ibérico no había reparado en la importancia histórica del diálogo intelectual entre dos civilizaciones consideradas como comparables desde su primer encuentro en la isla maya de Cozumel. El estudio de las culturas y la naturaleza de México durante el siglo XVI formó parte del desarrollo de las nuevas prácticas empíricas y experimentales, así como de la articulación de un nuevo marco intelectual para el estudio de la realidad, fenómenos que en conjunto constituyen la llamada Revolución Científica. La purificación, puesta al día y síntesis del conocimiento a partir de la maestría gramática y retórica de las lenguas portadoras de civilización o policía, objetivo de los studia humanitatis renacentistas, permitió la transformación del escolasticismo a la nueva ciencia tanto en Europa como en México.1
La transformación de la historia de género retórico a método empírico de investigación y descripción de la realidad, fue un proceso transatlántico y transcultural que antecedió la formulación filosófica de la nueva ciencia llevada a cabo por Bacon y Descartes. La originalidad de este libro radica en que no solo concibe los inicios de la ciencia como el desarrollo de nuevas prácticas empíricas y nuevas redes de conocimiento en el contexto del colonialismo y el comercio atlánticos, mas también como diálogo intelectual y retórico entre civilizaciones. El conocimiento más sofisticado que Occidente adquirió de la naturaleza y las culturas del antiguo Anáhuac provino de un experto intercambio epistemológico entre sabios y expertos de dos civilizaciones, fundamentado en el cultivo transcultural de maestría gramática y retórica en latín, español y náhuatl.
El mutuo estudio del otro fue indispensable para la elaboración de los proyectos imperiales y utópicos que acompañaron los inicios de la modernidad. En su nivel más fundamental se trató de la determinación, en base a demostrables criterios empíricos, de la igualdad o inferioridad moral e intelectual de la civilización de Anáhuac. Los humanistas de las órdenes mendicantes concluyeron que existía una evidente igualdad moral e intelectual entre Mesoamérica y Europa, mientras que los humanistas seculares concluyeron que la inferioridad indígena era evidente. La explicación de esta contradicción se encuentra en los diferentes parámetros de valor empleados para juzgar el conocimiento. Los frailes humanistas juzgaron el conocimiento mesoamericano en base a parámetros morales y filosóficos; los humanistas seculares lo hicieron de acuerdo a parámetros de utilidad y racionalismo. La naciente epistemología moderna se caracteriza por el gradual predominio de una nueva racionalidad instrumental; misma que Occidente adquiere, en parte, mediante el desarrollo de complejos intercambios epistemológicos con los otros, los naturales de las Indias.
Entre la plétora de opciones para conceptualizar la redefinición epistemológica del mundo a partir de la llegada de Colón a Guanahaní (hibridación, sincretismo, mestizaje, diglosia, etc.), opté por el neologismo transculturación, acuñado por el antropólogo Fernando Ortiz en su conocido ensayo: Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar (1940). Transculturación, en este libro, se refiere a los fenómenos de asimilación y convergencia de culturas, enfatizando las expresiones escritas de este proceso en los textos de los humanistas hispano-nahuas del siglo XVI.2
Sé que es aventurado nombrar como diálogo las prácticas epistemológicas transculturales de los humanistas españoles y nahuas, condicionadas por el dominio colonial de Europa sobre América. La palabra diálogo busca enfatizar que la historia etnográfica del siglo XVI tuvo una aproximación no dogmática al conocimiento mesoamericano, considerado no solo como valioso sino como indispensable por los frailes humanistas ibéricos. Para ellos, el conocimiento de los antiguos mexicanos se encontraba contaminado por una religión en parte diabólica y en parte irracional, por lo que se dieron a la tarea de purificarlo al mismo tiempo que lo traducían, verificaban su validez y lo incorporaban a la ciencia de Occidente. Humanistas y naturalistas nahuas colaboraron activamente en este proceso, buscando también articular la síntesis de conocimiento más adecuada a su lugar y tiempo históricos. La historia etnográfica hispano-nahua fue un sofisticado proyecto retórico transcultural fundamentado en evidencias empíricas recabadas de forma sistemática. Fue en parte mediante este complejo y desigual diálogo entre civilizaciones que Occidente dio inicio a la racional y sistemática desacralización de la naturaleza, paradigma fundamental de la modernidad.
1.Ciencia moderna es entendida aquí como un método de verificación empírica de información específica obtenida de la naturaleza. Lo que se estudia y las conclusiones derivadas de los datos, implican la necesaria existencia de una teoría epistemológica, basada ésta, a su vez, en una filosofía sobre la naturaleza y el lugar y papel de los seres humanos en ella.
2.Cultura, siguiendo en términos generales la conocida definición de Edward Burnett Tylor, es entendida aquí como el conjunto de las capacidades y habilidades adquiridas por el ser humano como miembro de una sociedad. Ver Eriksen / Nielsen, 29-32.
INTRODUCCIÓN
La historia de la representación occidental de la naturaleza americana es también una historia de la epistemología moderna. Esta fue, en síntesis, la idea que me llevó a la escritura de mi tesis doctoral y a la publicación de mi primer libro, La historia de los prejuicios en América: la Conquista (2007). Esbocé en él una historia de la conquista y colonización temprana de La Española y México como un proceso de aprendizaje epistemológico, una lucha cerrada entre ideología y realidad que permitió estudiar la naturaleza con criterios de veracidad cada vez más rigurosos, aunque siempre limitados.1
En los textos clásicos de la historiografía temprana de Indias, la descripción de las culturas y la naturaleza americanas se encuentra unida en una sola narrativa.2 En sus páginas, la historia es al mismo tiempo etnográfica y naturalista. El conocimiento acerca de la naturaleza provino en su mayor parte de los indios; éstos, además de ser la fuente principal del conocimiento europeo sobre las Indias de Occidente, fueron también objeto de estudio, parte central de las maravillas naturales del Nuevo Mundo.
La historia de la conquista y colonización de México es también la historia de la evolución de un método empírico, de base gramatológica, para la descripción y análisis de Mesoamérica. Este libro narra la génesis y evolución de este método. Argumenta que la transculturación religiosa, cultural y científica3 del siglo XVI mexicano fue en parte un consciente proyecto de investigación antropológica, de base historiográfica. Humanistas franciscanos y dominicos intentaron construir la más grande de las utopías renacentistas. Mediante el estudio y comprensión de las señales de Dios inscritas en la naturaleza y la cultura del antiguo Anáhuac, México podría convertirse en la principal república del mundo, modelo de política, economía y espiritualidad auténticamente evangélicas.
La historia de la evolución de este método etnográfico —un controlado diálogo transcultural entre los frailes humanistas y los sabios mesoamericanos—, es un capítulo extrañamente olvidado en la narrativa acerca de los orígenes de la ciencia moderna.4 Estas páginas demuestran que el gradual conocimiento de la realidad americana por parte de Europa dependió en buena parte de la creación de un método historiográfico de investigación y descripción de la cultura del otro.
Como notara Alfonso Reyes desde 1915, la expansión imperial ibérica transformó la escritura de la historia. Los modelos historiográficos de la Antigüedad pronto se vieron desbordados y la narración de los hechos políticos cedió su antigua preeminencia a la moderna descripción de la geografía y las culturas del Nuevo Mundo (Visión 9). Mediante esta transformación de la historia en método de descripción e investigación de la cultura, los humanistas hispano-nahuas llevaron a cabo la fusión parcial del conocimiento ético y científico de Mesoamérica y Occidente. La nueva historia etnográfica5 llegó a incorporar el conocimiento mesoamericano a la filosofía natural y la filosofía moral de Occidente con carta de relativa igualdad. Seguir la evolución de la historia etnográfica en México me llevó también al descubrimiento de que su génesis y desarrollo son paralelos y complementarios a los de la historia natural renacentista. El método de investigación de ambas formas historiográficas tuvo las mismas bases epistemológicas, desarrolladas por los estudios humanistas italianos e ibéricos en los siglos XV y XVI.
La historia contemporánea de la ciencia afirma que fueron dos los principales cambios epistemológicos que llevaron a la gradual transformación de la filosofía natural6 en ciencia natural (Cahan 254-290; Park/Daston 11, 14; Dear 117). El primero de ellos fue la fusión de la mecánica terrestre y estelar; el segundo, la fusión de la filosofía natural con la historia natural (Park/Daston 11).7 Esta segunda fusión tiene orígenes transatlánticos. La temprana colonización europea de América significó el reto inmediato de corregir la antigua cosmografía ptolemaica (Vespucci 45); los letrados ibéricos se dieron a la tarea de incorporar la geografía y las civilizaciones de América al conocimiento de Occidente;8 el intercambio comercial de productos naturales americanos creó, a su vez, nuevas prácticas empíricas. La historia fue el género a partir del cual se sistematizaría la descripción y clasificación del conocimiento del mundo natural a ambos lados del Atlántico.9
A partir del segundo viaje de Colón a las Antillas, la Corona española fomentó el desarrollo de métodos confiables para la investigación de la naturaleza del Nuevo Mundo.10 La institucionalización de diversas prácticas empíricas a través de la Casa de Contratación de Sevilla, creada en 1503, fue uno de los grandes motores de la renovación de la ciencia europea (Barrera-Osorio 2-3; Portuondo 299-306).11 A finales del siglo XVI, la Casa de Contratación intentaba completar una moderna cosmografía; ésta debía describir, con rigor empírico, los cielos, la geografía, las culturas y la naturaleza de un nuevo mundo global (Portuondo 67-70). La cosmografía renacentista española estuvo poderosamente influida por las corrientes humanistas y su afán de purificación, síntesis y actualización del conocimiento de la Antigüedad.12 La ciencia española en los inicios de la modernidad, es de hecho inseparable de los estudios humanistas, iniciados con la estandarización gramática del idioma castellano por Elio Antonio de Nebrija. Al tiempo que describían un continente, los humanistas ibéricos intentaron crear una nueva lengua clásica.13 Compartían las ideas de Lorenzo Valla y del mismo Nebrija, para quienes el dominio de la gramática y la retórica eran el primer paso para conseguir el florecimiento de las leyes, las artes, las ciencias y el imperio (Prólogo 110). No fue por casualidad que Francis Bacon hizo del español el lenguaje cosmopolita con el que se comunicaron los viajeros llegados de Perú y los dirigentes de Bensalem en la Nueva Atlantis (1624).14
El énfasis humanista en el dominio del lenguaje se traduciría en estudio sistemático de los lenguajes indígenas. La capacidad de los letrados españoles por obtener información verídica y confiable a través de un diálogo con los indios americanos fue determinante para el avance del conocimiento geográfico, botánico, medicinal y cultural sobre las Indias Occidentales.15 El hecho de que la descripción, comprensión y aprovechamiento de la realidad americana estuviese mediada en gran parte por la palabra de los indios, llevó al perfeccionamiento de un método, de bases humanistas, para el estudio del otro.
HUMANISMO Y CIENCIA
A finales del siglo XV, el estudio de la naturaleza se conceptualizaba a partir de la filosofía natural, una de las tres ramas de la filosofía especulativa (o teorética), junto con las matemáticas y la metafísica (Blair 366). La filosofía natural tiene sus orígenes en la física (physike) de Aristóteles, que establece los principios generales del cambio que gobierna a todas las entidades naturales, mediante el estudio de la forma y el movimiento de la materia (Garber 21-22). La sistematización aristotélica del conocimiento (epistêmê), es la base del edificio científico occidental (Heidegger 62-63).16 Todo conocimiento, dice Aristóteles, parte de la experiencia sensorial, complementada por la inducción y la deducción (Dear 106; Atran 7-8; Blair 371). Como toda filosofía, la filosofía natural enfatiza el estudio de lo universal, buscando descubrir las causas últimas de los fenómenos naturales.17
Aristóteles distingue también entre filosofía especulativa, filosofía productiva y filosofía práctica (Physics. 192b8–12; Metaphysics. 1025b25). Esta última se ocupa del conocimiento contingente: de la ética (o filosofía moral) y de la política. Ambas dependen de la retórica para poder ser aceptadas como verdades sociales. En vez del absoluto lógico y filosófico, la retórica trata de lo debatible y lo históricamente variable. Su objetivo es ético y moral. Busca la difusión persuasiva de la verdad social y civil más plausible y adecuada a un tiempo y un lugar específicos (Struever 4-7; Reyes, Antigua 376). Aristóteles considera la historia, única forma narrativa comprometida con la verdad y la ética, como un subgénero de la retórica (Reyes, Antigua 368; Kohut, Narración 14-20).
El redescubrimiento de la retórica aristotélica por parte de los humanistas a finales del siglo XV los llevó a reincorporar la historia a la retórica, redefiniendo a la primera como búsqueda y difusión organizada, sistemática y elocuente de la verdad (Kohut 19-20). Tanto en Europa como en América, el predomino retórico en la escritura de la historia hizo que ésta se volviese consciente de la necesidad de una adecuada verificación, clasificación y organización de los hechos narrados. La influencia humanista volvió a la historiografía de Indias cada vez más dependiente de la observación y la experimentación sistemáticas, la descripción precisa y los testimonios autorizados. Permitió también la gradual conceptualización y categorización del enorme caudal de novedades humanas y naturales encontradas por Europa en América en los inicios de la modernidad.18
Los ideales historiográficos del humanismo fueron teorizados por Luis Vives en la primera mitad del siglo XVI. En el libro veinte de De disciplinis (1531), Vives afirma que es necesario purgar la historia de la abundancia de la mentira y el mito, así como del mal latín de los historiadores medievales (Kohut 19-21). En De ratione dicendi (1532), Vives hace explícita la pertenencia de la historia, narración verdadera, a la retórica. El lenguaje histórico debía ser ordenado y capaz de comunicar la verdad con claridad. En caso de duda sobre los hechos, el historiador debía adoptar la probabilidad más verosímil, de acuerdo a su conocimiento de la naturaleza humana (Kohut 14-20). Mediante la insistencia en la verdad, se intentaba recuperar en lo posible la integridad original del lenguaje, perdida tras el pecado original (Beckjord 37). El historiador debía de obtener su información a través de fuentes confiables; la verdad histórica debía de ser la más “congruente con la naturaleza” (34). Vives incluyó el concepto retórico de la variedad o varietas en su teoría historiográfica. Era válido y deseable el incluir digresiones amenas y agradables, así como discursos en parte ficticios, si éstos ayudaban a remarcar ideas importantes (Kohut 20, Beckjord 36).19
La creación de un nuevo método historiográfico para el estudio y descripción de la naturaleza en el siglo XVI, partió así tanto de las nuevas prácticas empíricas y comerciales impulsadas por la expansión geográfica (Park y Daston 8-12; Findlen, “Anatomy” 280-296; Cook, “Matters” 1-42), como del nuevo énfasis de los estudios filológicos humanistas en la gramática, la retórica, la historia, la poesía y la filosofía moral (Grafton 1-23; Ogilvie 90-92). Además de la reincorporación de la historia a la retórica, el humanismo renacentista contribuyó también al desarrollo de nuevos métodos de observación, descripción y experimentación de la realidad a partir de su énfasis en lo particular, del predominio del pensamiento inductivo en la filología (Ong, Ramus and the Transit 220-26). La racionalización humanista del lenguaje es el primer paso de la moderna razón instrumental (Subirats 16).
La transición de la filología al empirismo marca los inicios de la historia natural renacentista. El conocimiento adquirido mediante el estudio y depuración de los textos que contenían la historia natural y el conocimiento médico de la antigüedad de Occidente y del mundo islámico, inician la transformación de la historia natural a inicios del siglo XVI. La subsecuente y metódica corroboración empírica del conocimiento grecolatino sobre la naturaleza llevó a los naturalistas de Occidente a enfatizar el estudio de los organismos vivos y sus interacciones con el medio ambiente, a través de la experiencia, la observación y la descripción metódicas (Ogilvie 115-116). En su Historiae animalium (1551-1558), Conrad Gessner defendió la necesidad de organizar la experiencia como forma de conocimiento (Findlen “Natural” 435). Como señala López Piñero, el método científico parte de la evolución del concepto renacentista de la experiencia como “comprobación planificada de la relación de fenómenos” (“Prólogo” 25).
Esta corroboración sistemática de fenómenos particulares partió de la conceptualización de la experiencia como hechos relatables, como testimonios o reportes de testigos autorizados, siguiendo prácticas legales e historiográficas de la época. El concepto de hecho (fait) es uno de los enlaces conceptuales más significativos entre las ciencias humanas y las naturales (Serjeantson 158). Los hechos fueron reportes testimoniales de formas particulares de la experiencia, delimitadas de acuerdo a criterios sensoriales y retóricos específicos.
La historia natural renacentista fue la responsable de la incorporación de las novedades botánicas, aparentemente infinitas, de las Indias Orientales y Occidentales a la filosofía natural, transformándose así en sostén empírico del conocimiento (Dear 116-117; Findlen “Natural” 458-463). La conceptualización de la historia natural como la base del estudio y conocimiento de la naturaleza, es una idea humanista que Bacon reformularía a inicios del siglo XVII como la base de la nueva ciencia.20
Este libro muestra cómo la historia etnográfica siguió un proceso análogo al de la reinvención humanista de la historia natural, desde México. Su primera etapa fue también gramático-filológica. Los humanistas franciscanos instrumentalizaron la historia como método de investigación empírica. A partir de la corroboración y depuración filológica de diversos reportes testimoniales, intentaron obtener los textos clásicos de la antigüedad nahua en su idioma original. La segunda etapa de la nueva historia etnográfica fue el análisis de los hechos recabados y la escritura de una síntesis narrativa, que incorporase el conocimiento nahua a la filosofía natural y moral de Occidente.
Al igual que el humanismo cristiano había hecho con los textos de la Antigüedad, los humanistas franciscanos juzgaron el valor del conocimiento indígena en términos primero morales y después científicos y utilitarios. Bernardino de Sahagún, el más importante etnógrafo del siglo XVI, afirmó que la filosofía natural y la filosofía moral de los antiguos mexicanos coincidían en términos generales con las de Occidente. Rescató y enfatizó también el valor y utilidad del conocimiento nahua sobre la naturaleza de México, en particular el de las propiedades terapéuticas de sus plantas. La matriz mesoamericana de conocimiento, al igual que la de la antigüedad grecolatina, debía ser modificada a la luz del cristianismo, verificarse empíricamente, ser actualizada y aprovechada.21
Para incorporar la religión, la historia, la cultura y la naturaleza del México antiguo a la filosofía natural aristotélico-tomista, los humanistas españoles adaptaron los modelos historiográficos de la Antigüedad a los procedimientos nahuas de descripción de la naturaleza, añadiendo la verificación sistemática, con frecuencia empírica, de la información contenida en la palabra del otro. La investigación y la representación de la naturaleza mexicana por parte de los humanistas ibéricos fue una empresa conscientemente transcultural, al mismo tiempo teológica, retórica, poética y científica.
La historia natural y la historia etnográfica iniciaron la transformación de la filosofía natural en una disciplina más descriptiva que explicativa. La historia etnográfica iberoamericana tuvo, además, dos grandes aportaciones a la nueva epistemología de Occidente en los inicios de la modernidad. La primera fue el reconocimiento de la igualdad humana dentro de la diversidad cultural (Palerm, Introducción 77). La segunda, casi ignorada, fue su fusión con la historia natural, para permitir que grandes fragmentos del conocimiento indígena americano formasen parte de las transformaciones en la botánica y la ciencia médica europeas que culminarían en la moderna ciencia natural (López Piñero y Pardo Tomás, “Medicinas” 111-235; Marroquín Arredondo, “Ethnography” ).
HUMANISMO Y ETNOGRAFÍA
El capítulo inicial del libro rastrea la génesis del humanismo mexicano. La metodología de la historia natural y la historia etnográfica renacentistas tienen sus orígenes en el proyecto gramatológico de Lorenzo Valla,22 base epistemológica de los llamados studia humanitatis.23 Nebrija inició en España la instrumentalización de la gramática y la retórica como herramientas básicas para la investigación histórica, filológica y científica. Esta renovación del conocimiento a partir de la gramática y la retórica alcanzó también a las comunidades observantes de las grandes órdenes mendicantes hispánicas. Tras su llegada a la ciudad de México, los frailes humanistas descubrirían que los antiguos pipiltin creían que la palabra poética era el intangible lugar de encuentro de la sabiduría humana y la revelación divina. Argumento que la veneración por el lenguaje, compartida por los sabios de ambas culturas, fue la base teosófica y poética del proyecto retórico y científico con el que los humanistas franciscanos intentaron hacer realidad la república utópica y milenarista de México-Nueva España.
El capítulo dos establece la interdependencia entre la imaginación utópica24 y la historia etnográfica.25 Argumenta que Colón, Pedro Mártir y Tomás Moro reconocieron a la propiedad comunal americana como la ideal base económica de una república cristiana en América. Los primeros utopistas europeos también compartieron la convicción de que la antigua organización comunitaria indígena debía ser dirigida y transformada por la racionalidad instrumental europea. La superior capacidad para la investigación, análisis y explotación racional de la naturaleza se transforma en el moderno criterio moral que justifica la dominación política y económica de los poco racionales pueblos vecinos.
La convicción acerca de la superioridad de la civilización y la racionalidad europeas, base secular del dominio colonial español sobre las culturas americanas, se complicó de inmediato tras la llegada de las primeras expediciones españolas a las ciudades mayas de Yucatán. El tercer capítulo estudia el desarrollo del método etnográfico humanista. Partió éste de la necesidad de los dirigentes españoles por articular un proyecto de colonización adecuado a la enorme complejidad mesoamericana. La sofisticación cultural del antiguo Anáhuac permitió a Hernán Cortés imaginar y esbozar retóricamente una república utópica y transcultural. La principal tesis de este capítulo es que el milenarista reino cristiano de la Nueva España delineado por Cortés, pretendía integrar la política, la economía y el conocimiento de dos culturas concebidas como fundamentalmente comparables. La historia etnográfica novohispana partió de la necesidad de reducir a unidad la particularidad y la diferencia indígenas; se trataba de la construcción retórica del proyecto más racional y factible para la cristianización y aprovechamiento de la naturaleza y la cultura de México-Nueva España.
El capítulo cuatro estudia la obra de los dos grandes iniciadores de la historia etnográfica en México: Pedro de Gante y Sebastián Ramírez de Fuenleal. Los estudios acerca de la gramática y la liturgia nahuas, llevados a cabo por Pedro de Gante a partir de 1523, dan inicio a la etnografía humanista en México. El programa de conversión religiosa diseñado por Pedro de Gante estuvo basado en la experta y consciente unificación retórica y pictográfica de la palabra religiosa nahua y española. Por su parte, Sebastián Ramírez de Fuenleal da inicio a la historia etnográfica en México. Fuenleal es el primer letrado europeo en recopilar hechos acerca de la Nueva España, recabados a partir de la comparación de diversos testimonios. Fuenleal fue uno de los primeros humanistas de Occidente en agregar mecanismos de corroboración de los hechos, provenientes de las ciencias humanas, a la investigación de la naturaleza.26 Argumento también que los estudios etnográficos humanistas inician a partir del reconocimiento y admiración de Fuenleal y otros frailes humanistas por la sofisticación retórica y poética de la oratoria mesoamericana. Fuenleal afirmó explícitamente las bases ideológicas de la etnografía humanista en América: debían ser éstas un método historiográfico para demostrar, por medio de la experiencia, el evidente valor humano de las culturas indias, a pesar de su diferencia y diversidad.
El quinto capítulo trata de la obra etnográfica de Andrés de Olmos y Toribio de Benavente Motolinía. Fue Olmos quien desarrolló el método etnográfico humanista en México a partir del experto dominio de la gramática, la escritura y la retórica nahuas. Para obtener la base metafísica de la filosofía natural de los antiguos mexicanos, Olmos formuló y organizó jerárquicamente preguntas de investigación, seleccionó a sus informantes y los entrevistó de forma sistemática, corroborando su información en diversas fuentes. Como De Gante, Olmos desarrolló un proyecto retórico de evangelización transcultural, basado en la preservación y cristianización de las convenciones retóricas y religiosas nahuas que juzgó adecuadas para la vida moral de la república.
Motolinía articuló el proyecto retórico de la ideal república india; dio inicio, además, a los estudios de historia natural en México. Motolinía defendió el valor universal de la filosofía moral y natural nahuas basado en evidencia adquirida a partir del estudio de sus libros pictográficos y de su experiencia personal como observador y participante de la cultura india. El proyecto retórico de la utopía franciscana en México defendió desde sus inicios la investigación cultural, económica y aún científica de México. Motolinía imaginó una cosmopolita república transcultural, de base indígena, donde la ciudad de México sería el futuro centro religioso, político y económico del mundo.
La historia etnográfica de Bernardino de Sahagún ocupa el sexto capítulo. Basado en los estudios humanistas, Sahagún intentó capturar todas las palabras del idioma náhuatl, partiendo de sus manifestaciones poéticas más sofisticadas a las expresiones más cotidianas. Estudiando la representación pictográfica y verbal nahua de las que llamó cosas divinas, humanas y naturales, Sahagún y sus estudiantes nahuas del Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, obtuvieron las bases de la filosofía natural y la historia natural de los antiguos mexicanos. El énfasis en la retórica le permitió a Sahagún delimitar con precisión el plan y la estructura de su enciclopédica historia etnográfica, al igual que su metodología y sus objetivos finales, persuasivos, utópicos y colonialistas.
Los criterios de Sahagún para demostrar la igualdad humana entre americanos y europeos fueron fundamentalmente éticos. La prueba indiscutible de su común humanidad fue el descubrimiento de que los antiguos mexicanos habían conocido la ley natural, la ley civil y, sobre todo, la virtud.27 El capítulo muestra cómo, basado en estos principios, Sahagún demostró empírica y sistemáticamente la unidad humana en la particularidad histórica. Concluyó que la filosofía natural y la filosofía moral de los antiguos mexicanos no difería en lo esencial con la sabiduría del Occidente cristiano. Sahagún sentó las bases de un sofisticado proyecto retórico para hacer realidad en la república india de México una metódica síntesis cristiana de la religión, la política y la ciencia de Mesoamérica y España.
El diseño de un programa para el aprendizaje mutuo del lenguaje y el conocimiento del otro, entre los sabios de dos culturas; el diseño y perfeccionamiento continuo de sus preguntas de investigación a partir de un modelo epistemológico aristotélico, tomista y humanista de integración transcultural; el registro y corroboración sistemática de toda información, así como la instrumentalización retórica del conocimiento obtenido, hacen de Sahagún el iniciador de la etnografía moderna.28 Del análisis de su Historia general de las cosas de Nueva España (1577) se desprende la tesis principal de este libro: el método gramatológico de los estudios filológicos e históricos humanistas, aplicado a la investigación de la filosofía moral, la filosofía natural y la historia natural de los antiguos mexicanos, es la principal clave epistemológica de la historia etnográfica iberoamericana, la disciplina olvidada en la historia de los inicios de la ciencia moderna.
El último de los grandes etnógrafos humanistas del siglo XVI novohispano es el médico y naturalista Francisco Hernández de Toledo, cuya obra ocupa el capítulo siete y último. Demuestro que Hernández unificó en su trabajo el humanismo médico y naturalista europeo con el humanismo etnográfico novohispano. Basado en parte en el método etnográfico desarrollado por Fuenleal, Olmos y Sahagún, Hernández llevó a cabo la descripción sistemática de la historia natural de México-Nueva España, así como una síntesis parcial de la terapéutica mesoamericana y el humanismo galénico de la época. Anunciador de las ideas de Bacon, Hernández consideró la historia natural como la base de todo conocimiento, incluido el estudio de las culturas humanas. Conceptualizó su obra naturalista en México como el primer paso para el estudio, clasificación y aprovechamiento de una naturaleza asumida como global.
Hernández fue incapaz de reconocer la igualdad humana de mesoamericanos y europeos. Esto fue así a pesar de que Hernández reveló inconsistencias fundamentales en la teoría médica de Galeno gracias al saber de los médicos indios, y a pesar también de haberse valido del idioma náhuatl para llevar a cabo la descripción y clasificación de un saber botánico mucho más vasto que el de Europa a finales del siglo XVI. Argumento que esta incapacidad anuncia el final del predominio epistemológico humanista en la ciencia iberoamericana. La obra etnográfica de Hernández se aleja en parte de los criterios éticos de Sahagún para juzgar al otro; trata, en cambio, de demostrar una supuesta inferioridad biológica de los indios, a partir del desconocimiento mesoamericano de la racionalidad instrumental europea.
A pesar de la evidente modernidad de la obra etnográfica de Sahagún y Hernández, la historia contemporánea de la etnografía, la etnología y la antropología desconoce en general sus orígenes humanistas iberoamericanos, lo que se traduce en una parcial incomprensión de los orígenes de la ciencia moderna.29 La antropología, como disciplina especializada de conocimiento, aparece en el siglo XIX, pero la génesis de su metodología y sus primeras formulaciones teóricas deben ubicarse a finales del siglo XV y a lo largo del siglo XVI (Palerm, Introducción 58-77; San Martín 15-16; Marzal 17-18).30 Este libro no solo ratifica esta afirmación, sino que analiza por primera vez el desarrollo de la historia etnográfica como instrumentalización del modelo epistemológico desarrollado por los estudios humanistas del Renacimiento y las prácticas institucionales de investigación empírica desarrolladas por las autoridades coloniales españolas.
El nacimiento del método etnográfico moderno a partir de la gramatología nebrisense comparte los propósitos utópicos e imperiales de ésta. La etnografía franciscana fue un proyecto retórico, de base empírica, diseñado para la transformación y sometimiento sistemáticos de la cultura colonizada. Esta transformación obedeció a los intereses económicos, políticos y religiosos de la corona española, a las necesidades del naciente capitalismo global y al genuino deseo de crear una próspera república cristiana de base indígena.
La sofisticación poética, moral y científica de la palabra nahua convenció a los frailes humanistas de la igualdad de México y España.31 La historia etnográfica del primer siglo del virreinato compartió el mismo paradigma fundacional de los antropólogos decimonónicos: la búsqueda de “los universales de la cultura” . La antropología, como ciencia formulada explícitamente, inició con la búsqueda de uniformidades, empíricamente demostrables, en la diversidad de las culturas humanas. Intentaba establecer de manera científica lo esencialmente humano, el antiguo consensum gentium (Geertz 38).
El hecho de que los pioneros estudios etnográficos en México tuvieran como objetivo principal la conversión al cristianismo de las antiguas culturas de Mesoamérica, no vuelve a su trabajo menos moderno desde un punto de vista epistemológico.32 La etnografía no es otra cosa que la creación de diversas maneras de pensar y escribir sobre la cultura, desde el punto de vista de la observación participante. Las subjetividades que se producen en los intercambios entre los etnólogos y sus sujetos de estudio son casi siempre desiguales. Todo discurso etnográfico es siempre una versión construida de la verdad, una narrativa retórica y literaria consciente de su contingencia histórica, siempre abierta a reinterpretaciones (Clifford 9-10).
Las fuentes centrales de esta investigación son los estudios gramáticos, literarios, etnográficos y científicos de los humanistas españoles en México-Nueva España durante el siglo XVI. Pedro de Gante, Sebastián Ramírez de Fuenleal, Toribio de Benavente Motolinía, Andrés de Olmos, Bernardino de Sahagún y Francisco Hernández fueron los principales responsables de la gradual sistematización historiográfica y empírica de los estudios sobre la naturaleza y las culturas de México. Complemento el análisis de la historia etnográfica humanista en México con el estudio de las fuentes históricas clásicas acerca de la conquista española de las islas taínas, la temprana colonización de La Española, la conquista de México y la creación de la Nueva España durante el siglo XVI. Entre las fuentes secundarias, destacan textos relativos a la historia de la ciencia, la filosofía del lenguaje y la antropología cultural. El texto utiliza también fuentes documentales procedentes del Archivo de Indias en Sevilla, la Biblioteca Nacional de Madrid y el Archivo General de la Nación en México. La narración del proceso epistemológico hispánico de investigación y representación de la realidad cultural y natural de México es, por necesidad, cronológica. Se apoya, finalmente, en una breve narrativa histórica de la realidad material, política y religiosa de México y España en el siglo XVI.
1.Definí ideología en términos marxistas: “Considerar como natural lo que nos es de hecho incomprensible, extraño o perjudicial es […] lo que Marx identificó hace más de un siglo como ideología. Althusser precisó más el término. Para él, ideología es la forma en la que se expresa la siempre doble relación, una real y la otra imaginada, entre un ser humano y el mundo” (Marroquín 40).
2.Como señala Raquel Álvarez, la separación entre cultura y naturaleza, —“historia natural” e “historia moral” —es la culminación de un proceso que toma la mayor parte del siglo XVI (209).
3.Siguiendo a López Piñero/Pardo Tomás, entiendo por ciencia a los sistemas de conocimiento de los fenómenos naturales, entre los que figuran los relativos a los seres vivos, las enfermedades y su curación, los procesos materiales y energéticos, las operaciones numéricas, los cambios celestes y climáticos, el suelo y los minerales. Estos sistemas de conocimiento son desarrollados de maneras diversas por todas las civilizaciones humanas. Ver Influencia (29). En un estudio reciente, Peter Harrison hace notar la elusividad de la palabra ciencia y prefiere referirse a la historia del estudio de la naturaleza (3-4).
4.Como señala Pagden, fue a partir de los estudios etnográficos hispánicos en América que la naturaleza humana dejó de ser considerada como inmutable (1). La magnitud de esta transformación epistemológica lleva a Navarro Brotóns y Eamon a sugerir que bien podría imaginarse una nueva narrativa de la revolución científica en la que la etnología y la antropología ocupan el lugar central en vez de la cosmología y las matemáticas (36).
5.La falta de una denominación universal para la etnología ibérica del siglo XVI explica en parte su ausencia en la historia de la ciencia. Los trabajos etnográficos analizados en este trabajo fueron bautizados como relación de antigüedades de indios (Pané), historia general (Sahagún), historia de indios (Olmos, Motolinía) o antigüedades (Hernández). Decidí unificar los diversos nombres para este género renacentista bajo el término de historia etnográfica, resaltando su origen historiográfico, así como la relación y continuidad con las narraciones que serían bautizadas de manera explícita como etnografía, etnología y antropología a partir del siglo XIX.
6.El término de filosofía natural hace referencia a la naturaleza filosófica de los estudios acerca de la naturaleza y al nombre de la recopilación de tratados aristotélicos (τά φυσικά), que significa lo natural.
7.Ambos cambios tuvieron orígenes americanos. Los viajes de Cristóbal Colón (1451-1506) y Américo Vespucio (1454-1512) demostraron empíricamente que la tierra era una esfera y no un compuesto de dos esferas en el que la más pequeña, de tierra, descansaba de manera ligera y excéntrica dentro de otra mayor hecha de agua. La circunnavegación planetaria hizo posible imaginar un globo terráqueo en movimiento, desplazado del centro del universo; ver Vogel 479.
8.Este proceso inicia con la publicación en 1511 de la Opera, Legatio, Babylonica, Oceanidecas, Paemata, Epigrammata de Pedro Mártir de Anglería en Sevilla. Es llevado a cabo por pirmera vez de forma relativamente sistemática por Gonzalo Fernández de Oviedo con la publicación de su Sumario de la natural historia de las Indias en 1526 y de la primera parte de su Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano, en 1535.
9.Sobre la importancia del comercio en el auge de la investigación naturalista ver Cook, “Matters” 1-42. Morton analiza las prácticas médicas y comerciales que ayudaron a la incorporación de la terapéutica nahua a Europa (107-129); Findlen estudia la relación entre la nueva historia natural y las colecciones de novedosa naturalia (1-10); Harkness considera la importancia de diversas prácticas empíricas en la vida urbana de Londres a mediados del siglo XVI como preámbulo a la Revolución Científica (1-15); Smith estudia la relación del cuerpo con la naturaleza entre artistas y artesanos de Europa como parte de la epistemología que daría origen a la revolución científica (3-31). Eamon analiza las prácticas empíricas de los talleres artesanales y los mercados europeos en el siglo XVI (207-209).
10.Me refiero por supuesto a la Relación (1494) sobre las Antillas del médico Álvarez Chanca y la Relación acerca de las antigüedades de los indios (1494-1496), pionera obra etnográfica del fraile jerónimo Ramón Pané. Ver capítulo 2.
11.La primera ordenanza relativa a la creación de la Casa de Contratación de Sevilla data del 20 de enero de 1503. El Consejo Real y Supremo de Indias adquiere jurisdicción autónoma en 1524; ver Schäfer 31-86. Los avances en la descripción geográfica se dieron también dentro de la Península. La Corona concluyó la descripción geográfica de la propia España, la Descripción y cosmografía de España de Fernando Colón en 1517. Ver Padrón 50-51.
12.Además del modelo matemático proveniente de Ptolomeo, la cosmografía española incorporaba también elementos de la geografía descriptiva de Strabo y Pomponius, así como de la historia natural de Plinio y de la recién creada historia etnográfica. Ver Portuondo 57-59.
13.El caso más evidente se encuentra en la Historia General de las Indias (1552) de Francisco López de Gómara, quien afirmó que escribía una versión de su obra en español: “con el deseo de acrecentar y ennoblecer nuestro lenguaje” (142). Desde el inicio de su obra, Gómara enfatiza su maestría retórica: “Toda historia, aunque no sea bien escrita, deleita. Por ende no hay que recomendar la nuestra. Sino avisar cómo es tan apacible cuanto nueva por la variedad de cosas. Y tan notable como deleitosa por sus muchas extrañezas. El romance que lleva es llano. Y cual agora usan. La orden concertada e igual. Los capítulos cortos por ahorrar palabras. Las sentencias claras, aunque breves” (23). Demostraba Gómara en apretado párrafo su conocimiento de las ideas humanistas sobre el arte de la historia. “La orden concertada e igual” significaba que el libro había sido organizado y escrito siguiendo un método riguroso. El estilo llano, conciso y claro seguía los tradicionales ideales de la retórica aristotélica. La variedad lo hacía ameno. Enseñaba y deleitaba a la vez, tal cual había establecido Horacio en su Arte Poética, e incluso se permitía adornar literariamente los discursos, como recomendaba Luis Vives.
14.Ver pp. 38, 40 y 71.
15.Raquel Álvarez hace notar el componente etnográfico de las relaciones de Indias, desde inicios del siglo XVI hasta el primer cuestionario de las célebres Relaciones de Indias diseñadas por Ovando y López de Velasco en 1573, (161-217).
16.No hubo una ruptura con la epistemología aristotélica en los siglos XVI y XVIINovum OrganumPosterior Analytics