TE VOY A ENCONTRAR
La versión original en euskera de esta obra fue editada en 2021 por ALBERDANIA con el título Aurkituko zaitut.
Primera edición: febrero de 2022.
Este libro ha recibido una ayuda a la edición del Departamento de Cultura
y Política Lingüística del Gobierno Vasco.
© 2021, Teresa Calo
© De la presente edición: 2021, ALBERDANIA, SL
Istillaga, 2, bajo C - 20304 Irun
Tel.: 943 63 28 14
alberdania@alberdania.net
www.alberdania.net
Portada: Concetta Probanza.
Impreso en Ulzama (Huarte, Navarra)
ISBN digital: 978-84-9868-720-0
ISBN papel: 978-84-9868-719-4
Depósito legal: D. 123/2022
ALBERDANIA
¡SOLTAD AMARRAS!
ERRIA TXIKOTA!
1
Un coche rojo avanza por la autopista. Una furgoneta lo adelanta saltándose la línea continua y casi rozándolo.
–¡Maldito capullo!
–¿Qué pasa ahora?
–¿No lo has visto? No claro, no ves nada. Pásame el agua, por favor.
–Espera.
–Deja ya el móvil y pásame el agua, ¿vale?
Eider deja el móvil con rabia y acerca el botellín de agua a su madre, que va al volante.
–Ábrela, por favor.
–¿Ahora soy tu criada?
–Voy conduciendo, ¿quieres que nos la peguemos?
Eider quita el tapón a la botella y se la devuelve a Bego. Ella da un trago y acerca la botella a su hija que está de nuevo enfrascada en la pantalla de su teléfono.
–¡¿Quieres coger la botella y guardarla en su sitio?!
–¡Vale, pero no me grites!
Bego toma aire. Madre e hija permanecen unos segundos en silencio.
En la pantalla del móvil de Eider se lee un whatsapp que acaba de escribir: «Contéstame, por favor, Blanca, me estoy rayando». Lo envía y suelta un suspiro.
–¿Tienes pis?
–No.
–Yo sí, vamos a parar aquí.
–Ya. Cigarrito y café.
–Pues sí, ¿pasa algo?
–Nada, por mi como si te…
–¿Qué?
–Nada, que fumes lo que quieras, peor para ti.
–En eso tienes razón. ¿Sales?
–No. Me quedo en el coche.
–Hace demasiado calor, sal, por favor.
Eider sale del coche de mala gana. Camina a un par de metros de su madre. Bego se detiene a esperarla.
–¿Vas a estar así todo el tiempo?
–¿Así, cómo?
–Enfadada, protestando…
–¿Quién ha protestado? Desde que hemos montado en el coche no he dicho ni mu.
–Más a mi favor. No es nada agradable, Eider, verte con ese morro, que parece que te llevo al matadero.
–Casi.
–¿Desde cuándo no te gusta el pueblo?
En el móvil de Eider suena la entrada de un whatsapp. Ella lo mira ignorando la pregunta de su madre. Bego estalla.
–¡¿Quieres dejar ya el móvil y responderme como una persona?!
–¡No! Es importante. Te esperas.
–Bego toma aire y saca un paquete de tabaco del bolso. Mira a su hija.
En la pantalla del móvil hay un mensaje de Blanca: «Estoy ocupada».
Eider guarda el móvil con rabia tras soltar un «¡Mierda!».
–¡Eider!
–No es a ti, ¿vale?
–Ya lo sé, solo me faltaba eso.
Bego nota que Eider está conteniendo las ganas de llorar. Suaviza el tono.
–¿Malas noticias?
Eider se encoge de hombros.
–¿Has llamado a Blanca?
–Le he puesto un mensaje.
–¿Y? ¿Qué le pasa?
–No lo sé, pero parece que pasa de mí.
–Eso no puede ser, cielo. Blanca y tú siempre habéis sido como uña y carne. ¿Habíais discutido?
–¿Cómo, si no me responde a los whatsapps y hace mogollón que no hablamos por Skype? Siempre tiene alguna excusa, y ahora, le cuento que vengo y que vengo y nada. Bueno sí, que está ocupada.
–Seguro que lo estará.
–¿En qué?
–No lo sé, pero la vida de Blanca es un poco más complicada que la tuya. ¿Se lo has preguntado?
–No.
–Pues dale, anda. Habrá una buena explicación. Voy al baño, ¿te pido algo?
Eider niega con la cabeza. Bego entra en el restop. Piensa en Blanca, esa niña dulce, divertida, inteligente y responsable. Siempre la ha considerado una buena influencia para su hija. Los padres de Blanca regentan un bar en un pueblo cercano y pasan muchas horas fuera de casa. Desde bien pequeña la niña se levanta con su despertador, hace su cama, se ducha, calienta el desayuno y se va al colegio. Si Eider fuera capaz de darse cuenta de la suerte que ella tiene…
Eider se ha quedado dudando con el móvil en la mano. Su orgullo está herido. Su amiga parece ignorarla, quizás sería mejor pasar de ella. Pero cuando el cariño es auténtico, el orgullo debe dejarse atrás, así que teclea un mensaje: «Ocupada ¿en qué?».
Enseguida recibe una respuesta:
«Cosas».
Mete el móvil con rabia en el bolsillo. ¿Rabia o ganas de llorar? Quizás las dos cosas. Decide esperar a su madre fuera. No se siente preparada para un interrogatorio.
Bego ha respetado el silencio de su hija. Sabe por su cara que no es momento de preguntas. Ya en el coche, transcurridos varios minutos se decide a hablar con ella. Le ve tan mala cara que siente pena.
–¿Quieres que nos pasemos por el bar de sus padres a tomar algo antes de llegar a casa? Nos queda de camino, y a lo mejor Blanca ha tenido que ir a echarles una mano.
–Paso. No voy a arrastrarme hasta ese punto. Está claro que pasa de mí, y ya está.
–Como prefieras, pero seguro que esta tarde aparece por casa. Todo tendrá una buena explicación, ya lo verás.
Eider hace un gesto con la mano, como pidiendo que acabe la conversación.
2
Son las doce de la noche. Blanca da vueltas y vueltas en la cama sin conseguir que le entre el sueño. Se siente culpable por evitar a su amiga. A la que considera su verdadera amiga, la única que tiene ahora mismo. Se lleva bien con algunas compañeras del colegio, pero es diferente, no tiene la misma confianza. Además, todas están fuera, de vacaciones. Sus padres no pueden cerrar el bar en verano, así que no se moverá del pueblo, y los que quedan en el pueblo… puf, mejor no pensar en eso.
Se levanta decidida a mandar un mensaje a Eider, no puede aguantar más. Es un poco tarde, pero…
Eider se tapa hasta la cabeza con la sábana. Si entra su madre y la pilla con el móvil habrá bronca. Está mandando whastsapps a su grupo de amigas. Necesita hablar con alguien de su edad, desahogarse, contarles que el pueblo es un muermo y que su madre está superpesada. Bueno, en realidad le gustaría hablarles de Blanca y su extraño comportamiento, de sus plantones, pero algo en su interior se lo impide. Sería como traicionarla. No se habla mal a otros de tu amiga más íntima, eso no se hace. Espera impaciente una respuesta, algo que al menos la entretenga un poco, le ayude a pensar en otras cosas, a quitarse a Blanca de la cabeza. Sabe que, si no, no podrá dormir. Por fin entra un mensaje en su teléfono.
Blanca se ha quedado sentada, inmóvil, mirando a la pantalla, dudando si pulsar la tecla de «enviar». «Es muy tarde», se dice como excusa. «Seguro que Eider ya está dormida». En realidad, le aterra la idea de hablar con ella. Siempre se lo han contado todo y esta vez no podrá ser así. No podrá desvelarle su secreto, lo ha prometido. Es una tortura estar viviendo algo tan importante y no poder compartirlo con nadie, ni siquiera con tu mejor amiga.
«Mañana», se dice. «Mañana me pasaré un ratito por su casa. Buscaré una excusa para no quedarme mucho tiempo, y así no tendré que mentir a sus preguntas». Además, seguro que su madre estará allí, y nunca hablan de sus cosas íntimas delante de ella. Será lo mejor. Ver a Eider de vez en cuando, pero sin pasar nunca solas mucho tiempo.
Eider entierra el móvil con rabia bajo su almohada. Una mierda de mensaje viral que ni siquiera tiene gracia, mandado por un pelma que no le gusta ni pizca. Ese era el whastsapp. Está claro que es inútil esperar respuesta. Toda su cuadrilla está en un campamento de verano que ella se ha perdido por catear dos asignaturas y porque su madre es una tirana. Se las imagina durmiendo como troncos después de haber corrido, jugado, nadado y disfrutado durante todo el día. Además, no tiene muy claro que les dejen usar el móvil por la noche. Da varias vueltas en la cama y vuelve a coger el teléfono buscando algo con lo que entretenerse.