Índice
Portada
Portadilla
Créditos
Preludio
Movimiento
El tiempo objetivo y el tiempo subjetivo
El proceso de ideación
Estabilidad y atención
Meditación y silencio
Postura y respiración
Equilibrio
La coraza muscular
Un proceso de paciencia
Cuestión de actitud
El perdón
Más claro sí, pero no más alto
La salida
Epílogo
Insondable
Canto al infinito
Notas
Biografía del autor
Colección dirigida por Luis López González
© SAN PABLO 2021 (Protasio Gómez, 11-15. 28027 Madrid)
Tel. 917 425 113 - Fax 917 425 723
E-mail: secretaria.edit@sanpablo.es - www.sanpablo.es
© Francisco Mesa Suárez 2019
Fotografía de portada: Denkô Mesa
Distribución: SAN PABLO. División Comercial
Resina, 1. 28021 Madrid
Tel. 917 987 375 - Fax 915 052 050
E-mail: ventas@sanpablo.es
ISBN: 9788428561181
Depósito legal: M. 298-2019
Composición digital: Newcomlab S.L.L.
Dedicado a ti,
Presencia, y a esa luz con que me arropas.
Que el Amor Incondicional
despierte el corazón
en todos los seres sensibles.
«¡Qué quietas están las cosas!
Y qué bien se está con ellas».
JUAN RAMÓN JIMÉNEZ1
En el fondo de esa habitación hay un espacio para ti. Pasa. Allí se escucha el eco de las horas que transitan libremente de puntillas y en silencio. Como todos los fenómenos surgen, se desarrollan y regresan de nuevo al origen primigenio. En ese espacio del que te hablo, se percibe el latir del universo en cada inspiración y tras cada espiración. Allí todo permanece en paz.
Una vez dentro, descubres que en el aire queda suspendido el aroma de lo perdurable. Los sentidos se agudizan y se expande siempre el corazón. Descubres cómo danzan las volutas del incienso y una luz maravillosa te envuelve por dentro y por fuera. Ese lugar se llama Quietud. Allí puedes sentarte y sentirte sin esfuerzo, para que cuando así acontezca, quedes recogido en el ser real que en ti se manifiesta:
Cuando habla el corazón,
la mente se me acalla
y el Espíritu se me hace...
tan presente.
Meditar es tomar conciencia y saber lo que estás experimentando mientras lo estás experimentando. Esta capacidad es innata y universal, está al alcance de todos y cada uno de nosotros. Compartimos un mismo impulso, se llama el anhelo de la libertad. Todos aspiramos a tocar lo esencial y a vivenciar que nada nos diferencia. Para que esta verdad se revele, disponemos de recursos maravillosos: la quietud estable, el silencio compartido y la contemplación serena son imprescindibles en este hermoso viaje del autoconocimiento. Todas las tradiciones espirituales custodian este legado. ¡Qué fortuna la nuestra al sentarnos en el recogimiento sosegado!
¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruido,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!
Tras estas bellas reflexiones, recogidas en la «Oda a la vida retirada» de Fray Luis2, sepamos que es de vital importancia fortalecer la capacidad innata de darnos cuenta, eso es, de desarrollar plenamente la capacidad de la autoconciencia, poniendo luz en todos aquellos rincones no sanos de nuestro ser. Es fundamental que hagamos un esfuerzo conjunto para encontrar una buena manera de hacer y reestablecer el orden interior en favor de la vida sana. Una clave para conseguirlo es la práctica y fortalecimiento de la atención. Ten en cuenta que el cambio no está en el otro, sino en asumir cada cual la responsabilidad del trabajo interno. Esto requiere de un esfuerzo voluntario y de una inversión del tiempo disponible.
Cada instante es único y maravilloso... y ya pasó. ¿Tú dónde andas? Hablo de traspasar la puerta sin puerta, hablo de iniciar una exploración consciente y constante sobre la propia existencia. Desde antaño quedó escrito en el frontispicio del Oráculo de Delfos: «Conócete a ti mismo». Hoy en día continúa vigente este mensaje y lo seguirá estando.
Necesitamos una visión que nos permita integrar de modo teórico y práctico los tres dominios de la existencia humana: el personal, el interpersonal y el suprapersonal. Es necesario emprender una práctica reguladora en estos tres niveles. No basta con alcanzar determinadas comprensiones, espirituales entre otras, sino que es prioritario desarticular las pautas emocionales y los automatismos anclados en el cuerpo-mente. Pero antes, deberemos ponernos de acuerdo y saber de quiénes estamos hablando. Así que, ¿cómo definirnos? ¿En qué nos caracterizamos? ¿Dónde y cuándo caemos en las redes de la inconsciencia? ¿Podemos mejorar la calidad de nuestras percepciones? Estas y otras preguntas acompañan la historia evolutiva de los seres humanos, no solo han sido enunciadas en el contexto de la ciencia, son cuestionamientos fundamentales que están presentes en todas las culturas, tradiciones y vías de conocimiento. Las respuestas pueden ser variadas y distintas, según el ojo con el que se mire, pero en el fondo todas apuntan al descubrimiento y comprensión del sustrato mismo de la existencia.
La vida es cambio, el ego o personaje, como lo suelo llamar, es una resistencia ilusoria que se opone a la realidad universal de la impermanencia. La meditación aporta una contemplación serena que favorece el natural fluir de los fenómenos. Por esta razón, la persona realizada se acepta como una corriente en curso, no como un producto acabado. La capacidad de darnos cuenta, el llamado despertar espiritual, no es un estado definitivo, sino un proceso permanente de vigilia que sostiene el estado de alerta o plena presencia de una forma natural. Es bastante simple: cuanto menos identificados nos hallemos con una determinada idea de nosotros mismos, más podremos reconocer la profunda vinculación que nos une con todas las existencias.
Dicho esto, para llegar a la verdadera comprensión es necesario abandonar toda perspectiva, todo impulso de llegar a ella, todo apego y expectativa. Si quieres sentirte siendo lo que eres, deja que todo sea tal y como es. Te invito a que practiques lo siguiente, como si de un mantra se tratase: Yo soy un yo sin yo. Esta es la puerta de la libertad. Cuando un ser humano se abre al ojo de la visión correcta, no puede surgir otro pensamiento o emoción desde el fondo de su ser que no sea más que el deseo de compartir este camino con otros seres humanos.