150_cubierta.jpg

“La concepción anarquista de la sociedad presupone que las mutuas relaciones de sus miembros están reguladas no por las autoridades, sean electivas o impuestas, sino por acuerdo entre los miembros de esta sociedad y por el conjunto de costumbres y hábitos sociales no petrificados por el derecho, la rutina o la superstición, sino en una fase de permanente evolución y reajuste, de conformidad con las siempre variadas exigencias de una vida libre, estimulada por el progreso de la ciencia, los descubrimientos y el continuo impulso de más altos ideales”.

Piotr Kropotkin, "Ciencia moderna y anarquismo".

Introducción

El anarquismo fue una de las ideologías que dio una respuesta a la sociedad capitalista en el momento más álgido de su desarrollo en el siglo XIX. Las ideas libertarias representaron un modelo social, organizativo, económico y político que rompía el modelo competitivo y rivalizaba con otras corrientes del movimiento obrero.

Heredero de unas tradiciones de lucha antiautoritaria y horizontal, el movimiento anarquista va a ser una de las referencias básicas hasta bien entrado el siglo XX. En algunos lugares como Francia, Italia, Argentina o Rusia fue un movimiento de referencia. Y en el caso de España, la corriente mayoritaria entre los obreros organizados en muchas franjas territoriales. No hay que olvidar que muchas de las conquistas actuales proceden de las reivindicaciones del movimiento obrero, incluido el anarquismo. Siempre considerado un elemento distorsionador o un problema de orden público, el obrerismo y el anarquismo fueron fundamentales para la modernización social y son elementos imprescindibles para entender las sociedades en la actualidad.

El objetivo de esta obra es presentar la historia del movimiento anarquista en su conjunto. Se inicia con una primera parte donde se analiza el anarquismo a nivel internacional. Empezando por los orígenes de las ideas libertarias, se sentarán las bases ideológicas sobre las que se movería el anarquismo en el siglo XIX. Posteriormente, se mostrará la evolución vital e ideológica de cuatro de los principales ideólogos del anarquismo, para finalizar con la implicación histórica que va a tener el movimiento desde el nacimiento de la Primera Internacional hasta las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial. Dado que España fue uno de los países que encarnó y dinamizó uno de los movimientos anarquistas más importantes, la segunda parte de este libro está dedicada al anarquismo español. Se analizará sus implicaciones organizativas desde la llegada de las ideas anarquistas al país hasta los momentos de la Transición y la implantación de la democracia.

No es fácil sintetizar una historia tan amplia en tan pocas palabras. Esto hace que algunas cuestiones que podemos considerar importantes hayan quedado fuera o no se analicen con la suficiente profundidad. Pero para salvar esta cuestión, al final de este libro hay una bibliografía básica que puede ayudar al lector profano a acercarse con mayor profundidad a la historia del anarquismo. El objetivo de esta obra es que el lector curioso o los estudiantes, sobre todo de niveles de secundaria o universidad, puedan tener un acercamiento y compresión a la historia del anarquismo internacional y español.

Agradezco a Eduardo Montagut que pensase en mí para hacer una obra de estas características, al Instituto de Política y Gobernanza de la Universidad Carlos III de Madrid que haya querido patrocinar esta pequeña obra y la editorial Editatum que me encargase este trabajo.

Primera parte: El movimiento anarquista internacional

Los orígenes de las ideas libertarias. Desde la antigüedad a la Revolución francesa

Aunque la lucha por la igualdad y la libertad fue la bandera que tomaron los revolucionarios a partir de los siglos XVIII y XIX, ese sentimiento era muy anterior y hunde sus raíces en la antigüedad clásica. De sobra son conocidas las teorías de Platón y de su República, donde un comunismo de bienes sería la base económica del poder de los filósofos. Sin embargo, no es el platonismo el mejor ejemplo en ese modelo de igualdad, sino que otras escuelas como los cínicos pusieron en duda todas las convenciones sociales de la época. El personaje de Diógenes de Sínope, conocido como “el Perro”, se convierte en una figura capital para entender la subversión individual contra el poder así como la futilidad de muchas cosas materiales.

Los estoicos también fueron una escuela que dieron mucho a los aspectos de la igualdad o la vida en armonía con la naturaleza. Un personaje como Epicteto, que vivió casi toda su vida como esclavo, consideraba que incluso en esa circunstancia era libre, pues nadie ponía freno a su pensamiento. Otros, como Zenón de Citia, consideraban que una vida acorde con la naturaleza era la mejor manera para llegar a esa igualdad.

En el momento en el que el cristianismo se convirtió en la religión oficial del Imperio Romano y, posteriormente, en la mayoritaria entre distintas culturas, siempre hubo quien puso en duda el poder religioso y reivindicaba unos supuestos orígenes igualitarios dentro de ese cristianismo. Un personaje como Carpócrates de Alejandría, partidario del gnosticismo, negaba la naturaleza divina de Cristo y lo ponía al mismo nivel que el resto de los hombres.

Aquellas miradas de rebeldía ante la imposición de las sociedades que se consolidaban se heredaron en la Edad Media, donde las críticas, aunque fragmentadas, también existieron. Numerosas sectas religiosas del momento practicaron un modo de vida en común donde personajes como Peter Chelcicky, seguidor de Juan Huss, defendía la idea de una comunidad religiosa sin ninguna Iglesia que la dominase, abogando por el libre albedrío y la comunidad de bienes. Sus ideas fueron determinantes para el movimiento de Los Hermanos Moravos, que fueron duramente perseguidos por las autoridades de la época y que sirvieron como base para el desarrollo del movimiento anabaptista ya en el siglo XVI.

Pero fue todo el concepto de revolución que se comenzó a generar a partir del siglo XVI y que varió el modo de pensamiento, lo que concretó unas críticas profundas al modo de vida del momento, así como la idea de sociedades igualitarias, libres y comunistas. El utopismo, inaugurado por Tomás Moro sería base para estos principios. En su obra Utopía, Moro sitúa su sociedad ideal en una isla visitada y conocida por un navegante que comprueba que el gobierno es de base popular, el trabajo comunitario y la economía comunista. Frente a una sociedad cerrada como la del final de la Edad Media e inicios de la Moderna, en la isla Utopía, tienen su propio lenguaje, la capital de la isla se llama Amaurota (sin muros) y el río que la atraviesa se llama Anhidro (sin agua). Partiendo de estos principios, también hubo intentos de aplicaciones prácticas, a través de comunidades como las de los anabaptistas o la Abadía de Thelème, de la que formaba parte del autor de Gargantúa y Pantagruel, François Rabelais. Otro texto de enorme importancia para la época fue el Discurso de la servidumbre voluntaria de Étienne de la Boétie.

Utopía se podría traducir como el “sin lugar”, pero lo importante era el modelo alternativo que se estaba planteando, lejos de los antiguos espejos de príncipes, pero también enfrentado al modelo político moderno inaugurado por Maquiavelo. A partir de ese momento se convirtió en todo un género literario, que tuvo representantes tanto en la Edad Moderna como en la Contemporánea. Cabría destacar aquí a utopía del siglo XVII de Tomasso Campanella La ciudad del sol, del mismo siglo Nueva Atlantis de Francis Bacon, del siglo XVIII la Historia de los sevarambos de Vairesse d’Allais, o ya en la época contemporánea las obras Historia del valle feliz de Nathaniel Hawthorne, Viaje a Icaria de Étienne Cabet, El año 2000 de Edward Bellamy o la única utopía anarquista que se conoce, El humanisferio de Joseph Dejacque. Todas ellas coinciden en presentar una sociedad donde el modelo económico comunitario o comunista, la ausencia de un poder coercitivo y el poder popular, eran la base del sistema.

El periodo que se inaugura con la Ilustración y la Revolución francesa fue rico en pensadores, ideas y proyectos que fueron la base de las futuras ideas anarquistas. Las figuras de ilustrados como Jean Meslier, Morelly y Gabriel B. Mably, coincidían en presentar sociedades bajo parámetros comunistas y donde el gobierno de las personas era sustituido por la administración de las cosas.

Durante la revolución francesa, movimientos políticos como los encabezados por Jacques Roux y los enragés hablaban de forma directa de una lucha social contra los explotadores y especuladores, así como los exagerés de Jean-René Herbert que hablaban directamente de organización política de democracia directa, donde el Estado era inexistente.

Del mismo modo, aunque el movimiento de Babeuf y su Conspiración de los Iguales sirvió más de base al marxismo que al anarquismo, algunas de las cuestiones aportadas por este revolucionario francés, líder del Club Panteón, junto a otros integrantes como Sylvain Maréchal o Filippo Bounarroti, como la educación, fueron base para anarquistas posteriores como Piotr Kropotkin.

En todos estos movimientos, se puede rastrear una importante prehistoria del anarquismo.

Algunas bases del anarquismo en el siglo XIX

Aunque hemos visto cómo hubo ideas que marcaron ese devenir de las corrientes antiautoritarias y libertarias, el anarquismo hay que ubicarlo como un movimiento de respuesta a la sociedad industrial. El desarrollo del capitalismo y la agudización de las desigualdades sociales plantearon la necesidad de articular un movimiento que ofreciese una alternativa. El anarquismo se manifestó en ese momento de dos maneras: o bien a través de personajes que con sus doctrinas dieron una forma a las ideas o bien a través de movimientos que fueron reflejo para la gestación del movimiento anarquista a nivel internacional.

Aunque en el siguiente capítulo vamos a abordar esas principales figuras, aquí vamos a dar unos anticipos de personajes que o bien contribuyen a ese movimiento anarquista o bien pueden ser clasificados ya como anarquistas.

Uno de esos pensadores fue el británico William Godwin. Nacido en 1756, Godwin bebió de todas las corrientes reformadoras del siglo XVIII al calor de la Ilustración. Además fue un personaje rodeado de un incuestionable grupo de intelectuales avanzados, empezando por su compañera sentimental Mary Wollstoncraft que con su Vindicación de los derechos de la mujer pasó a la historia por ser una de las primeras feministas. En ese mismo círculo se movió Lord Byron, el poeta Percy Shelley y la hija de Godwin, Mary Shelley, autora de Frankestein o el moderno Prometeo.

Las aportaciones de Godwin las rastreamos en su obra Investigaciones sobre la justicia política y su influencia en la moral y la dicha y en su novela Las aventuras de Caleb William.

Godwin, observador de la sociedad del momento concluía que el gobierno, la ley y el Estado eran negativos porque tienen como principios fundacionales la opresión, el terror y la violencia. Para acabar con esa inutilidad gubernamental, Godwin proponía una reducción del poder a la mínima expresión donde cada individuo fuese libre. A partir de esa libertad, el individuo se tendría que ir organizando en pequeñas comunidades, asociadas a su vez entre ellas y coordinadas por la razón y la justicia. Un comunismo de bienes sería la base de esas sociedades pues para Godwin la propiedad privada genera injusticia social.

Su posición social siempre fue optimista y creía en la bondad del individuo. Partía, al igual Wollstoncraft, de la igualdad del hombre y la mujer. Y aunque no abordó muchas cuestiones que luego serían capitales para los pensadores anarquistas, este personaje fue fundamental para las doctrinas libertarias.

Curiosa figura fue también la de Johann Kaspar Schmidt, conocido como Max Stirner. Nacido en 1806, Stirner formó parte de la izquierda hegeliana en Alemania y aportó cuestiones doctrinales a un anarquismo de cuño individualista. En su obra El único y su propiedad, rechazaba la idea de Dios, de moralidad o de colectividad, donde colocaba al individuo en el centro de la sociedad y la destrucción del Estado como condición indispensable para eliminar las injusticias por medio de la insurrección. Aunque fuertemente individualista, creía que la asociación (al estilo de un contrato social) marcaba el ritmo de una sociedad que se fundamentaría en libre albedrío. No fue un personaje que incidiese mucho en el movimiento anarquista organizado, pero sí hubo núcleos de anarquistas individualistas que siguieron sus doctrinas o simpatizaron con ellas, como fue el caso de Emile Armand en Francia o la tradición individualista norteamericana de Benjamin Tucker, Lysander Spooner o Josiah Warren, que tuvieron una evolución lejos, en algún caso, del anarquismo.

Siguiendo esa estela individualista pero con una visión más mordaz y profunda del capitalismo, está la figura de Henry Thoreau que a través de obras como La desobediencia civil de 1849 o Walden de 1854 hablaba de una defensa del hombre en su estado de naturaleza y la necesidad de rebelión ante las injusticias. Esa desobediencia civil marcaría la historia del siglo XX en movimientos como los de Gandhi o Martin Luther King.

Sin embargo, van a ser aportaciones doctrinales de franceses como experiencias de británicos, las que marcarían el devenir del anarquismo.

Sin ser específicamente anarquista, Charles Fourier va a influir mucho en algunos aspectos tenidos en cuenta por los libertarios. Este socialista nacido, al igual que Proudhon, en la ciudad de Besançon en 1772 se movió entre dos épocas. Pero a diferencia de Godwin, Fourier leyó cual era el modelo de explotación capitalista y ofreció una alternativa al mismo, generando incluso un incipiente movimiento. A través de varias de sus obras, Fourier desarrolló la idea del falansterio, una organización de sociedad armoniosa y cooperativo, donde el poder del Estado era sustituido por la administración de las cosas. El falansterio tendría un número específico de habitantes, que en ningún caso podría ser superior a 1620. Constaba de un gran edificio ubicado en un territorio de unas 2000 hectáreas. En la parte central del edificio se situaría el comedor y la biblioteca y en los extremos las zonas de trabajo y las habitaciones. Alrededor de ese edificio se situarían las tierras de labor. Igualmente, existían centros educativos para la formación de los niños y niñas.

El trabajo asalariado desaparecería en el falansterio, dado que ese modelo es producto de una sociedad competitiva y no proporciona al productor el verdadero aporte a la sociedad. Frente a los intereses individuales del liberalismo Fourier contrapone un modelo colectivo y de asociación.

El comercio del modelo capitalista no era válido y para fomentar esa producción cooperativa en la sociedad falansteriana existiría una bolsa comunal o banco que proporcionaría a cada integrante lo necesario para vivir. Si esto último anticipó en algunos años el modelo que tendrá Proudhon, su modelo de trabajo cooperativo basado en el apoyo mutuo anticipó en bastantes décadas las aportaciones de Kropotkin al campo del socialismo.

Fue de los primeros socialistas que hablaron de la igualdad total de hombres y mujeres, pues ambos eran integrantes en las mismas condiciones de ese falansterio. Aquí también entroncará con las corrientes libertarias posteriores, especialmente preocupadas por la situación de la mujer en la sociedad capitalista.