“Cualquier cosa a la cual prestemos atención, crecerá con más fuerza en nuestra vida. Cualquier cosa a la cual dejemos de prestar atención, se marchitará, se desintegrará y desaparecerá”.

Deepak Chopra

Introducción

“¿Qué me decías? ¡No te presté atención!”.

¿Cuántas veces nos encontramos ante esta expresión? En charlas con amigos, en clases universitarias e incluso en oficinas en las que deberían, precisamente, “atendernos”.

Una buena atención y un elevado nivel de concentración no solo nos permite ser amables con quien está tratando de transmitirnos algo.

También es una clave para lograr una apropiada evolución de nuestro cerebro, una manera de dirigir su desarrollo.

Conducir u orientar la evolución de nuestro cerebro es esencial y, para lograrlo, debemos gobernar la atención, aquello a lo que le “prestamos” atención.

El objetivo, por lo pronto, es aprender a percibir lo máximo: estimular de manera óptima nuestros cinco sentidos para que nos ayuden a mirar (y no solo ver), a oír (y no sólo escuchar), a oler, a degustar, a sentir con el tacto.

Al mismo tiempo, debemos reconocer los estímulos internos, ese otro nivel de percepción que surge en nuestro interior, de nuestro conocimiento, de nuestras sensaciones, de nuestros prejuicios, de nuestra imaginación.

Decidir por nosotros mismos a qué atender, en qué enfocarnos, hacia dónde concentrar nuestro interés es esencial para poder obtener beneficios de una cualidad de nuestro cerebro: la neuroplasticidad.

En efecto, el cerebro es plástico: crece, mejora, evoluciona, cambia, aún cuando estamos en edad adulta.

Y está demostrado que un adecuado foco atencional nos ayuda a conducir ese crecimiento, es decir, en transformarnos exactamente en la persona que queremos ser.

Durante los últimos años, los avances en el estudio de las neurociencias y los análisis interdisciplinarios del cerebro permitieron una comprensión mucho más precisa de los mecanismos que propician la atención y la concentración.

Por eso, aquellos que busquen desarrollar sus capacidades cerebrales encuentran en estos nuevos descubrimientos una excelente noticia: con el entrenamiento adecuado, todos estamos en condiciones de liderar la evolución de nuestro cerebro.

Capítulo 1

El cerebro ejecutivo y la atención



Las funciones ejecutivas del cerebro

Las funciones ejecutivas del cerebro son procesos cognitivos que organizan los pensamientos, las ideas, los planes, la toma de decisiones y las acciones dirigidas a alcanzar una meta. Actúan como sustento de la personalidad, la conciencia, la sensibilidad social y la empatía.

Por lo tanto, constituyen uno de los pilares fundamentales del desempeño de una persona todos los ámbitos de la vida: el trabajo, la vida social, las relaciones afectivas… Una persona no podría ser autónoma sin estas funciones.

Dicho de manera simple, alguien que estudia, razona, opina, charla con un vecino, compra un regalo para su novia o apunta una cita en su agenda está, en ese preciso instante, utilizando las funciones ejecutivas, presentes en todas las actividades intelectuales, afectivas y sociales.

Todo lo que hacemos en el día, minuto a minuto, segundo a segundo, está controlado por estas funciones.

Apenas suena el despertador comienza una secuencia de pensamientos y acciones, como ducharse, vestirse, desayunar, leer el diario, tomar el subte y dirigirse hacia un lugar determinado.

Todas requieren de un correcto funcionamiento de estas funciones, aún cuando las tareas son rutinarias.

Como son esenciales para resolver problemas, su funcionamiento suele estar asociado a la inteligencia, en especial a la que se necesita para establecer relaciones entre los hechos, comprenderlos y tomar decisiones acertadas.

Pero las funciones ejecutivas son mucho más que eso y tienen una participación clave en aspectos como la autonomía, el libre pensamiento, la motivación y las emociones.

“Son las capacidades necesarias para llevar a cabo una conducta eficaz, creativa y socialmente aceptada”, definió la neuropsicóloga estadounidense Muriel Deutsch Lezak, la primera en utilizar el término “funciones ejecutivas”.

“Las funciones ejecutivas son un conjunto de destrezas relacionadas con el planeamiento, la formación de conceptos, el pensamiento abstracto, la toma de decisiones, la flexibilidad cognitiva, el uso de la realimentación, la organización temporal de eventos, la inteligencia general o fluida, el monitoreo de las acciones y, especialmente, el ajuste entre el conocimiento de las normas sociales y su cumplimiento contextual”, concluyeron J. L. Saver y A. R. Damasio, luego de haber analizado casos de pacientes con trauma en la zona frontal, de la que dependen estas funciones.

En resumen, los principales procesos de los cuales depende el desempeño de las funciones ejecutivas son:

Cuando fallan las funciones ejecutivas

Entre los síntomas que pueden revelar un mal desempeño de las funciones ejecutivas, se cuentan:

Aun cuando intervienen en la vida afectiva, las funciones ejecutivas se consideran cognitivas por excelencia, ya que desempeñan una especie de liderazgo.

Alguien que necesita contar que acaba de cambiar su automóvil requiere habilidad lingüística para elaborar su relato, memoria para recordar la marca, el color y las características técnicas del vehículo y capacidad visoespacial para orientarse y conducirlo sin chocar ni atropellar a nadie, entre muchas otras capacidades.

Si el cerebro no contara con una función que coordine y controle a las otras, difícilmente podría orientar su comportamiento hacia una meta.

Cuando las funciones ejecutivas se alteran como consecuencia de una lesión provocada por un daño físico o una enfermedad.

La persona afectada tiene dificultades en su vida cotidiana debido a que no puede prestar atención ni concentrarse, su comportamiento pasa a ser errático y hasta puede cambiar su personalidad: es común que se vuelva irascible.

Existen malos hábitos que afectan el desempeño de las funciones ejecutivas:

Familiarizándonos con el cerebro

Para comprender muchos de los conceptos que se van a verter en este libro es necesario conocer previamente cuáles son las partes del cerebro relacionadas con el mundo de la atención.

El cerebro es el órgano que alberga las células que se activan durante los procesos mentales conscientes y no conscientes y que cada una de las partes que lo componen tiene una función específica, que es resultado de la activación y combinación de mecanismos complejos.

Sus funciones se agrupan en tres grandes conjuntos:

Sensitivas: recibe estímulos de todos los órganos sensoriales, los compara, los procesa y los integra para formar nuestras percepciones.

Motoras: emite impulsos que controlan los movimientos voluntarios e involuntarios de nuestros músculos.

Integradoras: genera actividades mentales como el conocimiento, la memoria, las emociones y el lenguaje, resuelve ambigüedades, da sentido al mundo y crea información a partir de datos incompletos.

La corteza cerebral, por su parte, es la zona responsable de la capacidad de razonar, la que nos diferencia del resto de los animales.

Se encarga de las funciones cognitivas más elevadas, como el lenguaje, la planificación, la creatividad, la capacidad de relacionarse con los demás, la asociación, la innovación y la imaginación.

Recubre el resto de las estructuras cerebrales y se encuentra dividida en cuatro grandes zonas:

Dentro de cada uno de estos existen áreas diferenciadas que cumplen distintas funciones.

Algunas son responsables del habla y el lenguaje, otras procesan la información que ingresa a través de los canales sensoriales, nos permiten mover voluntariamente los músculos para caminar, correr o subir una escalera.

Durante el transcurso de millones de años de evolución, en el cerebro humano se han superpuesto progresivamente tres niveles que funcionan de manera interconectada, cada uno de ellos con sus características específicas:

El cerebro reptiliano es la zona más antigua. Se localiza en la parte baja y trasera del cráneo.

En el centro de este sistema se encuentra el hipotálamo, que regula las conductas instintivas y las emociones primarias, tales como el hambre, los deseos sexuales o la temperatura corporal.

Al límbico se lo conoce como el “sistema de las emociones”.

Entre las principales estructuras que lo integran se ubican el hipocampo (que cumple una función muy importante en el aprendizaje y la memoria) y la amígdala, que dispara el miedo ante ciertos estímulos y desempeña un rol activo en nuestra vida emocional.

Por último, el córtex o cerebro pensante, denominado también neocórtex, está dividido en dos hemisferios cerebrales conectados por el cuerpo calloso: una gran estructura de aproximadamente 300 millones de fibras nerviosas.

Estos hemisferios funcionan de modo diferente, pero complementario, y se conectan entre sí mediante una estructura que se denomina cuerpo calloso.

Cada uno se ocupa básicamente de los procesos sensoriales y motores del lado opuesto del cuerpo, por ello, los movimientos del pie y de la mano izquierda son controlados por el hemisferio derecho, y viceversa.

En la mayoría de los individuos diestros el hemisferio izquierdo controla el lenguaje y otras tareas de procesamiento serial de la información.

El derecho lo hace en procesos no verbales que incluyen la visualización tridimensional, la rotación mental de objetos y la comprensión del significado de expresiones faciales.

El hemisferio izquierdo, que controla el lado derecho del cuerpo, está relacionado con el pensamiento lineal. El derecho, que controla el lado izquierdo del cuerpo, procesa la información en forma holística y está relacionado con el pensamiento creativo.

Cuando uno u otro hemisferio predomina en el momento de procesar, interpretar y presentar la información, se habla de “dominancia cerebral”.

Si un individuo basa gran parte de su vida en el razonamiento lógico (actúa bajo las directrices de su hemisferio izquierdo), tenderá a mantener distancia de sus emociones, ejerciendo un excesivo control sobre el sistema límbico, que no le permitirá desarrollar una vida afectiva plena.

En cambio, si es excepcionalmente emotivo, sus impulsos pueden ocupar todo el espacio sin que la función evaluadora y analítica del córtex pueda intervenir.

¿Qué rol juegan las neuronas? Las neuronas son las células nerviosas que dan sustrato biológico a las funciones mentales, entre ellas, la atención. También, la memoriaa corto y a largo plazo, la capacidad visual-constructiva y el razonamiento.”

El paso del impulso eléctrico de una neurona a otra (que se realiza a través de las dendritas) se denomina sinapsis, y se estima que cada neurona puede estar conectada con hasta 100.000 neuronas diferentes, con las que establece múltiples sinapsis.

Los millones de conexiones sinápticas que dan forma al cerebro es lo que se denomina “arborización dendrítica”.

Las redes neuronales diferencian un cerebro de otro.

Esta arborización permite una comunicación veloz y sumamente precisa entre los diferentes núcleos de neuronas que estructuran las distintas zonas cerebrales.

Además de las dendritas, las neuronas tienen una ramificación más larga llamada axón. A partir de la activación de éste, se producen los contactos neuronales.

El cerebro por dentro:
dónde residen las funciones ejecutivas

¿Dónde ubicamos en el cerebro las funciones ejecutivas? Anatómicamente, dependen de los lóbulos frontales, que ocupan un tercio de la corteza cerebral y son fundamentales para planificar acciones, regularlas, cambiarlas e inhibirlas.

Así, la corteza prefrontal, la zona más evolucionada del cerebro, funciona como una especie de red con múltiples conexiones, integrada por tres grandes sistemas funcionales ejecutivos:

El medial y el dorsolateral juegan un rol importante en la interacción entre cognición y emoción.

Diversos estudios demostraron que las áreas implicadas en el procesamiento emocional, como la amígdala, disminuyen su actividad durante tareas que requieren demanda atencional y cognitiva.

El trabajo de estos lóbulos y de sus extensas conexiones con otras zonas, entre las cuales se encuentran el núcleo amigdalino, el diencéfalo y el cerebelo, constituyen las imágenes que forman los pensamientos y permiten monitorear la información que guía la conducta.

Por ejemplo, una investigación realizada en la Universidad de Harvard descubrió que la honestidad es un fenómeno natural: las personas honestas no hacen ningún esfuerzo para serlo.

Para llegar a esta conclusión se analizó la actividad de las zonas del cerebro relacionadas con el control y la atención: la corteza prefrontal dorsolateral y la corteza cingulada anterior.

En los individuos honestos no se incrementó, cosa que sí ocurrió con aquellos que actuaron de forma deshonesta.

Otro caso: en 2010, el Institute of Cognitive Neuroscience del University College London (UCL) de Gran Bretaña hizo un experimento con escáneres cerebrales que determinó que el cerebro de los adolescentes es menos eficiente que el de los adultos, debido a sus dificultades para enfocarse mientras realizan tareas que les exigen concentración.