Para Primo,
que siempre me fortalece.
En otros titulares: numerosos cuarteles de policía alrededor del mundo están alcanzando el tercer día consecutivo de tener una multitud abrumadora a sus puertas. El famoso líder criminal Jacob “Ace” Jagan caminó hacia la estación de policía del octavo distrito de París esta mañana y se entregó a las autoridades en lo que fue un gesto sorprendente que ha dejado a muchos con la boca abierta. En los Estados Unidos, dos fugitivos en la lista de los diez más buscados por el FBI fueron hallados muertos, ambos incidentes se declararon suicidios. Hasta aquí el informe matutino.
–THE NEW YORK TIMES DIGEST
INFORME MATUTINO
En mi sueño, estoy con Hideo.
Sé que es un sueño porque estamos en una cama blanca en lo alto de un rascacielos que nunca antes había visto, dentro de una habitación completamente de vidrio. Si miro hacia abajo, puedo ver los cientos de pisos inferiores, un patrón de techo-suelo, techo-suelo que se extiende hasta perderse en algún punto en la distancia, hasta las profundidades de la Tierra.
Quizás ni siquiera haya tierra firme en absoluto.
Si bien los suaves rayos del amanecer se abren paso a nuestro alrededor, ahuyentando el tenue tinte azul de la noche para bañar nuestra piel con un brillo del color de la mantequilla, aún se puede ver con claridad un manto imposible de estrellas en el cielo como una lámina dorada y blanca de brillantina. A lo lejos, se eleva el paisaje de una ciudad interminable, cuyas luces son el espejo de las estrellas en el cielo, persistentes hasta verse ocultas tras la columna de nubes en el horizonte.
Es demasiado. El infinito está en todas direcciones. No sé hacia dónde caer.
Y luego, los labios de Hideo se posan sobre mi clavícula y mi confusión se evapora en una nube de calidez. Él está aquí. Llevo mi cabeza hacia atrás y abro la boca, dejando caer el cabello y posando mis ojos sobre el techo de vidrio y las constelaciones en lo alto.
Lo siento, susurra como un eco en mi mente.
Niego con la cabeza y frunzo el ceño. La razón de su disculpa no la logro entender, y sus ojos lucen tan tristes que no quiero recordar. Algo no está bien. Pero ¿qué es? Tengo una sensación en mi interior que me advierte que no se supone que deba estar aquí.
Hideo me acerca hacia él. La sensación se intensifica. Miro la ciudad a través del vidrio, preguntándome si tal vez esta escena onírica no luce como debería, o si son las estrellas en el cielo las que me hacen detenerme. Algo no está bien…
Mi cuerpo se tensa al entrar en contacto con el de Hideo. Frunce el ceño y pasa su mano por mi rostro. Quiero aceptar su beso, pero un movimiento al otro lado de la habitación me distrae.
Hay alguien parado allí. Una figura con una armadura negra de pies a cabeza, sus facciones ocultas detrás de un casco oscuro.
Lo miro. Y todo el cristal estalla.
DISTRITO SHINJUKU
Tokio, Japón
Ocho días para la ceremonia de cierre
de Warcross
Alguien me está mirando.
Puedo sentirlo; la inquietante sensación de que me sigue una mirada penetrante a mis espaldas. Me eriza la piel y, a medida que me abro paso entre las calles empapadas de Tokio para encontrarme con los Jinetes de Fénix, volteo a cada rato. La gente camina a toda prisa en un flujo constante de paraguas coloridos y trajes de negocios, zapatos de tacones y largos abrigos. No puedo dejar de imaginar que todos sus rostros abatidos me siguen con la mirada, sin importar hacia dónde me dirija.
Quizás es la paranoia que dejan tantos años de ser cazadora de recompensas. Estás en una calle muy transitada, me digo a mí misma. Nadie te está siguiendo.
Han pasado tres días desde que se activó el algoritmo de Hideo. Técnicamente, el mundo debería ser más seguro ahora. Cada persona que haya usado los nuevos lentes de contacto de Henka Games, aunque sea solo una vez, debería estar ahora bajo el completo control de Hideo y ser incapaz de romper las leyes o herir a otra persona.
Solo quienes todavía utilizan los lentes en su fase beta, como yo, no se vieron afectados.
Por lo que, en teoría, no me debería preocupar si alguien me está siguiendo. El algoritmo no les permitirá hacerme daño.
Pero incluso con esto en mente, me detengo para observar la larga hilera que rodea una estación local de policía. Debe haber cientos de personas. Todos ellos están entregándose a las autoridades por todo lo ilegal que hayan hecho, desde negarse a pagar una multa de estacionamiento hasta un pequeño hurto; e incluso, asesinato. Ha sido así desde hace tres días.
Mi atención se centra ahora en una barricada policial al final de la calle. Están desviándonos hacia otra manzana diferente. Las luces de algunas ambulancias destellan en las paredes, iluminando un cuerpo sobre una camilla en el interior del vehículo. Con solo ver a los oficiales señalando hacia el tejado de un edificio cercano puedo entender qué es lo que está ocurriendo. Otro criminal debió haber saltado a una muerte segura. Suicidas como estos han estado apareciendo por todas partes en las noticias.
Y yo ayudé a que todo esto ocurriera.
Trago saliva ante mi malestar y me alejo. Todos parecen tener una expresión vacía sobre sus rostros. No tienen idea de que hay una mano artificial en sus mentes, doblegando su libre albedrío.
La mano de Hideo.
El recuerdo es suficiente para detenerme en medio de la calle y cerrar los ojos. Cierro y abro los puños, incluso si mi corazón se acelera ante su nombre. Soy una idiota.
¿Cómo puede ser que pensar en él me llene de asco y deseo al mismo tiempo? ¿Cómo puedo mirar horrorizada esta hilera de personas bajo la lluvia afuera de una estación de policía, pero aún sonrojarme al pensar en el sueño donde estoy en la cama de Hideo, con mis manos sobre su espalda?
Terminamos. Olvídalo. Abro los ojos y sigo adelante, tratando de contener la ira que azota mi pecho.
Para cuando ingreso en los cálidos corredores de un centro comercial de Shinjuku, la lluvia comienza a caer como una sábana irregular, ofuscando el reflejo de las luces de neón sobre el pavimento resbaladizo.
Sin embargo, todo esto no detendrá las preparaciones para la próxima ceremonia de cierre de Warcross, la cual marcará el fin de los juegos de este año. Con mis lentes beta, puedo ver las calles y aceras marcadas de un color escarlata y dorado. Cada distrito de Tokio está marcado de esta forma, con sus calles pintadas del color de los equipos más populares de la zona. Por arriba, un majestuoso despliegue de fuegos artificiales virtuales atraviesan el cielo oscuro con estallidos de colores. Como el equipo favorito del distrito Shinjuku son los Jinetes de Fénix, los fuegos artificiales adquieren la forma de un fénix que asciende con su cuello en llamas, listo para dar un grito de victoria.
Cada día de la siguiente semana, los diez mejores jugadores del campeonato de este año serán anunciados alrededor de todo el mundo, luego de la votación de todos los seguidores de Warcross. Esos diez jugadores competirán en un torneo final de las estrellas durante la ceremonia de cierre, y así disfrutarán de un año de fama como las celebridades más grandes del planeta, para luego volver a jugar la siguiente primavera en el juego de la ceremonia inaugural. Como aquella que logré hackear e interrumpir una vez, aquella que condenó mi vida para siempre y me hizo llegar adonde estoy ahora.
La gente en la calle está vestida de gala, lista para la votación de los diez mejores jugadores de este año. Veo a algunos disfrazados de Asher con el atuendo del campeonato en el “Mundo blanco”; otros vestidos como Jena, y algunos como Roshan. Incluso, hay personas que continúan debatiendo fervientemente sobre la final. Era obvio que alguien había hecho trampa; dados los poderes que habían entrado en juego.
Y sí, claro, yo lo había hecho.
Configuro el rostro que cubre el mío como una máscara y dejo que mi cabello arcoíris se asome por debajo de la capucha roja de mi abrigo. Mis botas de lluvia salpican sobre el suelo húmedo de la acera. Llevo un rostro virtual aleatorio sobre el mío, para que, de esta forma, todo aquel que lleve las viejas gafas o los nuevos lentes de contacto del NeuroLink me mire y vea a una completa extraña. Incluso para aquellos que no los utilizan, la máscara debería cubrir lo suficiente como para mezclarme entre el resto de las personas con máscara en la calle.
–¡Sugoi! –grita alguien al pasar y, al voltear, noto a un par de niñas con los ojos abiertos, asombradas, riendo entre dientes por mi cabello. La traducción aparece en mi visión–: ¡Guau! ¡Buen disfraz de Emika Chen!
Hacen un gesto para tomarse una foto conmigo y les sigo el juego, levantando las manos con un gesto de V de victoria. ¿Ustedes también están bajo el control de Hideo?, me pregunto.
Las niñas inclinan sus cabezas en agradecimiento y se marchan. Acomodo la patineta eléctrica sobre mi hombro; pretender ser yo misma es un buen disfraz temporal, pero para alguien que está acostumbrada a acechar a otros, no dejo de sentirme extrañamente expuesta.
¡Emi! ¿Ya estás aquí?
El mensaje de Hammie aparece delante de mí como un texto blanco traslúcido, interrumpiendo mi ansiedad. Esbozo una sonrisa casi instintivamente y apresuro el paso.
Casi.
¿Sabes? Habría sido más fácil si hubieras venido con nosotros.
Vuelvo a mirar hacia atrás sobre mi hombro. Definitivamente habría sido más fácil, pero la última vez que estuve en el mismo lugar que mis compañeros, Zero casi nos mata con una explosión.
Ya no soy una Jinete oficial.
La gente comenzará a hacer preguntas si nos ven salir a todos en grupo esta noche.
Pero estarías más segura si lo hicieras.
Estoy segura si no lo hago.
Casi puedo escucharla suspirar. Me envía la dirección del bar nuevamente.
Nos vemos pronto.
Atravieso el centro comercial y salgo por el otro extremo. Aquí, todo el colorido de Shinjuku cambia por completo y es reemplazado por las lúgubres calles del distrito de Kabukichõ, la zona roja de Tokio. Me pongo más tensa. No es un área insegura; no a comparación del lugar en el que vivía en Nueva York; pero las paredes están recubiertas con pantallas incandescentes en las que se publicitan los servicios de chicas hermosas y atractivas, chicos con peinados extravagantes y otros carteles más oscuros que no quiero entender.
Modelos virtuales con muy poca ropa esperan en las puertas de los bares, haciéndoles señas a los transeúntes para que ingresen. Me ignoran por completo al notar que soy extranjera de acuerdo a mi perfil, y centran toda su atención principalmente en los japoneses más adinerados que por aquí deambulan.
De todas formas, acelero el paso. Ninguna zona roja en el mundo es segura.
Me adentro en una calle angosta en los límites de Kabukichõ. Callejón Pis, ese es el nombre de este laberinto
de pequeñas calles. Los Jinetes lo eligieron para la reunión de esta noche ya que se encuentra cerrado a los turistas durante la temporada de Warcross. En las diversas entradas y salidas de los callejones hay guardaespaldas serios esperando con sus trajes elegantes que ahuyentan a todo transeúnte curioso.
Me quito el disfraz por un segundo para que puedan ver mi identidad real y uno de ellos hace un gesto de reverencia con su cabeza antes de dejarme pasar.
A ambos lados del callejón hay bares de sake y puestos de yakitori. A través de cada una de las puertas de vidrio empañadas, puedo ver a los otros equipos que están de espalda reunidos frente a las parrillas humeantes, discutiendo fervientemente en relación a las proyecciones virtuales sobre las paredes en las que se muestran entrevistas con los jugadores. El aroma a la lluvia fresca se mezcla con la esencia del ajo, miso y carne frita.
Me quito el abrigo y lo sacudo antes de guardarlo en mi mochila. Enseguida me acerco hacia el último puesto. Este bar es un poco más grande que los otros y se encuentra en un callejón cerrado al paso en ambos extremos. La entrada está iluminada por una hilera de farolas rojas alegres, en donde algunos hombres de traje esperan en posición estratégica a su alrededor. Uno de ellos nota mi presencia y se hace a un lado, dándome el paso hacia el interior.
Paso por debajo de la farola e ingreso a través de una puerta corrediza de cristal. Me veo envuelta por una cortina de aire cálido.
¡Ingreso al Midnight Sense Bar!
+500 pts. Puntaje Diario: +950
Nivel 49 | B120.064
Me encuentro de pie en una habitación acogedora con varios asientos alrededor de una barra, en donde el chef del lugar sirve algunos tazones de ramen. Al verme, se queda quieto.
De pronto, todos los presentes comienzan a saludarme.
Están Hammie, nuestra Ladrona, y Roshan, nuestro Escudo. Asher, el Capitán, se encuentra sentado en uno de los banquillos con su silla de ruedas elegante replegada detrás de él. Incluso Tremaine, quien técnicamente juega para la Brigada de los Demonios, está aquí. Tiene los codos sobre la barra y me saluda con un gesto de su cabeza al verme por detrás del vapor que emana su tazón. Está sentado lejos de Roshan, quien juguetea con un rosario sobre su muñeca y hace todo el esfuerzo posible para ignorar a su exnovio.
Mi equipo. Mis amigos. La inquietante sensación de estar siendo observada sigue presente mientras los reconozco, uno por uno.
Hammie me saluda desde lejos. Me acerco con gusto hacia el banco vacío a su lado. El chef coloca un tazón de ramen delante de mí y se marcha para darnos privacidad.
–Toda la ciudad está celebrando –musito–. La gente no tiene idea de lo que Hideo ha hecho.
Hammie comienza a recoger sus densos rizos en un rodete tenso sobre su cabeza. Luego, señala con su barbilla la pantalla virtual en la cual pasan imágenes de la final.
–Llegas justo a tiempo –responde–. Hideo está por hacer su anuncio.
Miramos la pantalla mientras Hammie me sirve una taza de té. Se puede ver una sala de prensa llena de reporteros que apuntan en dirección a un estrado masivo, esperando la llegada de Hideo. Kenn, el Director Creativo de Warcross, y Mari Nakamura, la Directora de Operaciones, ya se encuentran allí, hablando entre sí por lo bajo.
La sala en la pantalla de pronto estalla en una conmoción justo cuando Hideo sube al estrado. Se arregla la solapa de su chaqueta de gala una vez y se une a sus compañeros, a quienes les aprieta la mano con su gracia cuidadosa y tranquila.
Incluso verlo a través de una pantalla me hace sentir tan abrumada, como si acabara de ingresar al bar. Lo único que veo es al muchacho que conozco de toda la vida, el rostro que me he detenido a observar en los puestos de periódicos y en la televisión. Clavo las uñas sobre el mostrador, tratando de no mostrar lo avergonzadamente débil que me siento.
Hammie lo nota y me dedica una mirada compasiva.
–Nadie espera que lo superes –comenta–. Sé que está tratando de conquistar el mundo y todo eso, pero vaya que ese traje lo hace ver tan bien como un modelo de Balmain.
–Estoy aquí –se queja Asher.
–Nunca dije que quería salir con él –le aclara Hammie, dándole una palmada en la mejilla.
Vuelvo a mirar la televisión, en donde Hideo y Kenn hablan por lo bajo, lo cual me lleva a preguntarme cuánto saben Kenn y Mari sobre los planes de Hideo. ¿Acaso toda la empresa estaba planeando esto? ¿Es posible mantener semejante secreto? ¿Será que tantas personas formarían parte de este espantoso plan?
–Como todos sabrán –comienza Hideo–, durante la Final del campeonato de este año se activó un truco, beneficiando de esta manera a un equipo, los Jinetes de Fénix, por sobre el otro, el equipo Andrómeda. Luego de revisar el asunto con nuestro equipo creativo –hace una pausa para mirar a Kenn–, parece que este truco no fue activado por uno de los jugadores, sino por alguien externo. En tal sentido, hemos decidido que la mejor manera de resolverlo es realizar una revancha entre el equipo Andrómeda y los Jinetes de Fénix dentro de cuatro días a partir de la fecha de hoy. Esto será seguido por la ceremonia de cierre cuatro días más tarde.
De pronto, miles de voces inundan la sala al oír las palabras de Hideo. Asher se reclina hacia atrás y mira con el ceño fruncido hacia la pantalla.
–Bueno, así será –nos dice–. Una revancha oficial. Tenemos tres días para prepararnos.
Hammie se lleva una bocanada de fideos a la boca.
–Una revancha oficial –repite, aunque no hay ningún rastro de entusiasmo en su voz–. Esto no ocurrió nunca en la historia de todos los campeonatos.
–Habrá mucho odio hacia los Jinetes de Fénix allí afuera –agrega Tremaine. Ya se podían escuchar algunos gritos de “¡Tramposos!” desde los otros bares.
Asher se encoge de hombros.
–Nada que no hayamos enfrentado antes. ¿No es cierto, Blackbourne?
El rostro de Tremaine está en blanco. El entusiasmo de un nuevo juego se desvanece a medida que pasamos más tiempo mirando la pantalla. La revancha no es la gran noticia. Si tan solo esos reporteros supieran lo que Hideo está haciendo con el NeuroLink.
Estoy cansado del horror que existe en el mundo, me había dicho. De modo que haré que se acabe a la fuerza.
–Bueno –interviene Roshan, frotándose la mano sobre su rostro–, si Hideo está molesto por algo de lo que ha ocurrido en los últimos días, no lo está demostrando.
Tremaine está concentrado en algo invisible, moviendo las manos en el aire frente al bar. Hace algunas semanas, me habría enfurecido si estaba en la misma habitación que él. Sigue sin ser mi compañero favorito y sigo esperando que me llame princesita Durazno de nuevo, pero, por el momento, está de nuestro lado. Y nos servirá toda la ayuda que consigamos.
–¿Encontraste algo? –le pregunto.
–Conseguí algunas cifras sólidas sobre cuántas personas tienen los nuevos lentes –se reclina hacia atrás y deja salir un suspiro–. Noventa y ocho por ciento.
Podría cortar el silencio como a un pastel. Noventa y ocho por ciento de todos los usuarios ahora se encuentran bajo el control del algoritmo de Hideo. Recuerdo las largas hileras de personas, la cinta policial. Pensar en la escala inmensa de esto me hace sentir mareada.
–¿Y qué hay del otro dos por ciento? –se atreve a preguntar Asher.
–Está compuesto por todos los que aún utilizan los lentes en fase beta –le explica Tremaine–, y quienes no los cambiaron todavía. Esos están a salvo por ahora –mira alrededor del bar–. Nosotros, por supuesto, y algunos jugadores oficiales, ya que tuvimos acceso a los lentes beta antes de que saliera la versión final. Asumo que gran cantidad de personas en el Dark World. Y una pequeña porción de toda la población mundial que no utiliza para nada los NeuroLinks. Eso es todo. Todo el resto está atrapado.
Nadie quiere agregar nada. No lo digo en voz alta, pero sé que no podemos quedarnos con los lentes beta para siempre. En las calles hay rumores de que esos lentes descargarán un parche que modificará su algoritmo el día de la ceremonia de cierre de Warcross.
La cual ocurrirá en ocho días.
–Nos quedan siete días de libertad –agrega Asher finalmente, enunciando las palabras que todos estábamos pensando–. Si quieren robar un banco, ahora es el momento.
–¿Alguna novedad sobre el algoritmo en sí? –le pregunto a Tremaine.
Niega con la cabeza y despliega una pantalla para que todos podamos ver. Es un laberinto de letras destellantes.
–No puedo encontrar siquiera el más mínimo rastro de él. ¿Ven esto? –se detiene sobre un punto en un bloque de códigos–. ¿La secuencia de ingreso principal? Debería haber algo allí.
–Estás diciendo que es imposible que haya un algoritmo aquí –agrego.
–Estoy diciendo que es imposible, sí. Es como observar una silla flotar en medio del aire sin ningún cable que la sostenga.
Es la misma conclusión a la que llegué durante las últimas noches de insomnio. Las había pasado buscando en cada grieta del NeuroLink. Nada. No logro descifrar cómo es que Hideo está implementando su algoritmo.
–La única forma de acceder a él es a través del mismísimo Hideo –suspiro.
En la pantalla, Hideo responde algunas preguntas de la prensa. Su rostro luce serio, su compostura, serena, y su cabello, perfectamente desalineado. Como siempre. ¿Cómo puede estar tan tranquilo? Me inclino hacia delante, como si los pocos momentos que tuvimos juntos en nuestra breve relación hubieran sido suficientes para poder ver sus pensamientos.
El sueño de anoche aparece una y otra vez en mi mente, y por poco no puedo sentir sus manos recorriendo mis brazos desnudos, con una expresión destrozada. Lo siento, me había susurrado. Y luego, la oscura silueta que me observaba desde un rincón de la habitación. Los cristales estallando a nuestro alrededor.
–¿Y qué hay de ti? –pregunta Tremaine, dándome una palmada que me saca del sueño–. ¿Tienes alguna novedad de Zero? ¿Lograste contactar a Hideo?
Respiro hondo y niego con la cabeza.
–No he contactado a nadie. No por ahora.
–De verdad no estás considerando la oferta de Zero, ¿no? –agrega Asher, posando su cabeza sobre una mano, mirándome con cautela. Es la misma expresión que solía darme como Capitán, siempre que percibía que no seguiría sus órdenes–. No lo hagas. Es obvio que es una trampa.
–Hideo también era una trampa, Ash –interviene Hammie–. Y ninguno de nosotros la vio venir.
–Sí, bueno, pero Hideo nunca intentó explotar nuestro dormitorio –musita Asher–. Miren, por más que Zero de verdad quiera que Emi se una a él para detener a Hideo, debe haber algunas condiciones. No es exactamente un ciudadano ejemplar. Su ayuda puede traer más problemas de lo que vale.
Tremaine descansa su codo sobre el mostrador. Todavía no estoy acostumbrada a ver una expresión genuina de preocupación en su rostro, pero es reconfortante. Un recordatorio de que no estoy sola.
–Y si nosotros dos trabajamos juntos, Em, podemos evitar la ayuda de Zero. Debe haber pistas de Sasuke Tanaka en algún otro lado.
–Sasuke Tanaka desapareció sin dejar ningún rastro –añade Roshan. Su voz tranquila interviene en la conversación mientras enrolla algunos fideos en sus palillos chinos.
–Siempre hay un rastro –le contesta Tremaine, con una mirada furtiva.
Asher interviene antes de que la situación entre Roshan y Tremaine se torne más incómoda.
–¿Qué tal si mejor contactas a Hideo primero? Dile que te enteraste de que su hermano aún está con vida. Habías mencionado que él creó todo esto, Warcross, el algoritmo, por su hermano, ¿no es así? ¿Acaso no haría nada por él?
En mi cabeza, podía ver a Hideo mirándome. Todo lo que hago, lo hago por él. Me había dicho eso hacía solo algunas semanas, en el vapor de las aguas termales, mientras admirábamos el destello de las estrellas al nacer.
Incluso en ese momento, había estado planificando su algoritmo. Sus palabras tenían un nuevo significado ahora, por lo cual me encojo en mi interior, sintiendo cómo el calor de ese recuerdo se endurece hasta convertirse en hielo.
–Si Zero en verdad es su hermano –comienzo.
–¿Insinúas que no lo es? Todos lo vimos.
–Solo digo que no estoy segura –revuelvo los fideos dentro de mi tazón, incapaz de despertar mi apetito.
Hammie inclina la cabeza, pensativa, y puedo notar los engranajes de su mente de ajedrecista trabajando duro.
–Puede ser alguien que robó la identidad de Sasuke. Podría tratarse de alguien que intenta quitar a la gente de su camino usando el nombre de un muerto.
–Una identidad falsa –murmuro. Estoy de acuerdo. Conozco bien el término, dado que yo misma lo he hecho antes.
–Emi no puede decirle a Hideo algo tan grande sin que no sea verdad –añade Hammie–. Quién sabe cuál será su reacción. Necesitamos más pruebas primero.
De pronto, Roshan se levanta. Su silla se desliza hacia atrás, haciendo un chirrido insoportable contra el suelo. Lo miro enseguida y noto que nos da la espalda, mientras se encamina hacia la salida del bar.
–Ey –lo llama Hammie–. ¿Estás bien?
Se queda quieto y voltea.
–¿Bien con qué? ¿Con que todavía estemos aquí sentados, hablando con tecnicismos sobre cómo Emi debería arrojarse a una situación que muy probablemente le termine costando la vida?
Nos quedamos todos en silencio, dejando las palabras merodear en silencio por el aire. Nunca antes había oído ira tan real en la voz de Roshan, y no se siente bien.
Mira a sus compañeros de equipo antes de dejar sus ojos posados sobre mí.
–No le debes nada a Hideo –me dice suavemente–. Hiciste el trabajo por el que te contrataron. No es tu responsabilidad indagar más en esto, en el pasado de Zero o lo que ocurrió entre él y Hideo, o incluso en lo que planea hacerle a Hideo.
–Emi es la única que… –comienza Asher.
–Como si te hubieras preocupado alguna vez por lo que ella necesita –lo interrumpe Roshan, lo cual me hace esbozar una expresión de sorpresa.
–Roshan –dice Asher, mirándolo con cautela. Pero él presiona sus labios con más fuerza.
–Mira, si el equipo de Zero aún intenta detener a Hideo, deja que él lo haga. Deja que lo resuelvan entre ellos dos. Apártate de todo esto. No tienes que hacerlo. Y ninguno de nosotros debería convencerte de otra cosa.
Antes de que pueda responder, Roshan voltea y se encamina hacia la noche, al exterior. La puerta se cierra detrás de él con un golpe seco. A mi alrededor, los otros sueltan un suspiro inaudible.
Hammie mueve la cabeza de lado a lado cuando la miro.
–Es porque él está aquí –musita, señalando a Tremaine con la cabeza–. Ignora a Roshan.
Tremaine se aclara la garganta, incómodo.
–No está equivocado –dice finalmente–. Respecto al peligro, me refiero.
Me quedo mirando el espacio donde estaba Roshan y recuerdo el rosario que llevaba sobre su muñeca. Delante de mí, puedo ver el último mensaje de Zero en la bandeja de entrada, con las letras tan pequeñas y blancas, esperando.
Mi oferta sigue en pie.
Hammie se reclina hacia atrás y se cruza de brazos.
–¿Por qué sigues con esto? –me pregunta.
–¿Acaso el destino del mundo no es razón suficiente?
–No, hay más que eso.
–Es todo por mi culpa; yo estuve directamente involucrada –digo, casi enfadada.
Hammie no se echa hacia atrás por la severidad de mis palabras.
–Pero sabes que no es así. Dime, ¿por qué?
Vacilo, no quiero responder. En una esquina de mi visión, veo el perfil de Hideo con un halo verde alrededor. Está despierto y en línea. Es suficiente para querer conectarme con él.
Odio seguir sintiéndome atraída hacia él. Después de todo, todos tenemos a esa persona por la que no podemos evitar estar obsesionados. No es que no haya disfrutado esa aventura durante las pocas semanas que duró. Y además…
Es mucho más que una aventura o una recompensa u objetivo. Estará aferrado para siempre a mi historia. El Hideo que se apoderó de la libertad del mundo es el mismo que sufrió la pérdida de su hermano con tanto fervor que le dejó un mechón plateado en su cabello oscuro. El mismo Hideo que ama a sus padres. El mismo que me sacó de la oscuridad y me animó a soñar con cosas mejores.
Me niego a pensar que es solo un monstruo. No puedo verlo hundirse de esa manera. Debo seguir porque necesito encontrar a ese muchacho otra vez, ese corazón que se encuentra enterrado bajo sus mentiras. Debo detenerlo para salvarle la vida. Su mano fue la que una vez me ayudó a emerger. Ahora, yo debo hacer lo mismo.
} {
Para cuando salimos del bar, ya es más de medianoche y la lluvia torrencial se tornó una leve neblina. Aún hay algunas personas caminando por la calle. Los primeros dos jugadores estrella fueron anunciados y sus imágenes virtuales ahora aparecen bajo cada farola de luz de la ciudad.
HAMILTON JIMÉNEZ de EE.UU. | JINETES DE FÉNIX
PARK JIMIN de COREA DEL SUR | SABUESOS
Hammie apenas mira las imágenes de sus mejores movimientos que se reproducen bajo las farolas.
–Deberías regresar con nosotros –dice, echándole un ojo a la zona.
–Estaré bien –aseguro para calmarla. Si alguien me está siguiendo, es lo mejor para que tampoco sigan a mis compañeros.
–Es Kabukichõ, Em –insiste, y le respondo con una sonrisa irónica.
–¿Y? El algoritmo de Hideo está activado en cada una de estas personas. ¿De qué hay que preocuparse?
–Muy graciosa –responde Hammie, levantando una ceja.
–Mira, creo que no es buena idea que viajemos juntos. Sabes que eso nos hace un blanco fácil, sin importar el algoritmo. Te llamaré cuando esté de regreso en mi hotel.
Hammie nota la decisión en mi voz. Sus labios se mueven frustrados, pero asiente y comienza a caminar.
–Sí, más te vale –me dice volteando sobre su hombro mientras me saluda con una mano al marcharse a toda prisa.
La veo alcanzar al resto a medida que se acercan a la estación de metro, en donde los espera un auto privado. Trato de recordar cuando no eran famosos, esa primera vez que llegaron a Tokio y se sentían lo suficientemente invisibles como para tomar el metro. Cuando quizás también se sentían solos.
Una vez que desaparecen entre la lluvia, me marcho.
Estoy acostumbrada a viajar por mi cuenta. Aun así, mi soledad ahora se torna más pesada, hace que el espacio a
mi alrededor se sienta más vacío sin mis compañeros a mi lado. Coloco las manos en los bolsillos y trato de ignorar a un modelo virtual que me esboza una sonrisa y me invita a uno de los clubes de esa calle.
–No –le respondo. Se desvanece de inmediato y reaparece en la entrada del club en busca de otro cliente potencial.
Coloco el resto de mi cabello debajo de mi capucha y sigo caminando. Hace solo una semana, probablemente habría estado caminando con Hideo a mi lado, con su brazo sujetándome por la cintura y su abrigo sobre mis hombros. Quizás, incluso, él estaría riendo por algo que dije.
Pero ahora estoy aquí sola, oyendo los pasos solitarios de mis botas que salpican los charcos de agua sucia en la calle. El eco de la lluvia sobre los letreros y carteles sigue distrayéndome. Suena como los pasos de alguien más. La sensación de estar siendo observada se vuelve a apoderar de mí.
Un zumbido estático vibra en mis oídos. Me detengo en una intersección y muevo la cabeza de lado a lado hasta que el ruido se detiene.
Nuevamente, miro hacia el ícono verde de Hideo en mi visión. ¿Dónde está ahora? ¿Qué está haciendo? Pienso en contactarlo, en desplegar su avatar delante de mí, mientras la pregunta de Asher merodea en mi cabeza. ¿Qué tal si le comento sobre la conexión de Zero con su hermano? ¿Estaría mal hacerlo para ver qué ocurre, incluso cuando no estoy del todo segura?
Presiono los dientes, molesta conmigo misma por buscar excusas para oír su voz. Si me distanciara un poco más de él y tomara todo esto como un trabajo, quizás dejaría de querer estar cerca suyo.
El zumbido de la estática vuelve a sonar en mis oídos. Esta vez me detengo y escucho con atención. Nada. Solo que ahora hay algunas personas en la misma calle que yo, cada una es una silueta indescriptible. Quizás alguien está intentando acceder a mi cuenta. Inicio un análisis de mi sistema NeuroLink para asegurarme de que todo está en orden. Textos verdes aparecen delante de mi visión y todo luce normal.
Hasta que comienza a realizar un diagnóstico de mis mensajes.
Frunzo el ceño, confundida, pero antes de poder examinarlos con detenimiento, todo el texto se desvanece de mi visión y lo reemplaza una simple oración.
Sigo esperando, Emika.
Se me eriza la piel. Es Zero.