La religión de la compasión se llama cristianismo. La compasión
está en contradicción con las emociones tónicas que elevan la
energía del sentimiento vital, produce un efecto depresivo. Con la
compasión crece y se multiplica la pérdida de fuerzas que en sí el
sufrimiento aporta ya a la vida. Hasta el sufrimiento se hace
contagioso por la compasión: en ciertas circunstancias, con la
compasión se puede llegar a una pérdida complexiva de
vida y de energía vital, que está en una relación absurda con la
importancia de la causa (el caso de la muerte del Nazareno). Éste
es el primer punto de vista; pero hay otro más importante.
Suponiendo que se considera la compasión por el valor de las
reacciones que suele provocar, su carácter peligroso para la vida
aparece a una luz bastante más clara. La compasión dificulta en
gran medida la ley de la evolución, que es la ley de la selección.
Conserva lo que está pronto a perecer; combate a favor de los
desheredados y de los condenados de la vida, y manteniendo en vida
una cantidad de fracasados de todo linaje, da a la vida misma una
aspecto hosco y enigmático. Se osó llamar virtud a la compasión
(mientras que en toda moral noble es considerada como debilidad);
se ha ido más allá; se ha hecho de ella la virtud, el terreno y el
origen de todas las virtudes; pero esto fue ciertamente hecho (cosa
que se debe tener siempre en cuenta) desde el punto de vista de una
filosofía que era nihilista, que llevaba escrita en su escudo la
negación de la vida. Schopenhauer estaba con ella en su
derecho; con la compasión, la vida es negada y se hace más digna de
ser negada; la compasión es la práctica del nihilismo. Digámoslo
otra vez: este instinto depresivo y contagioso dificulta aquellos
instintos que tienden a la conservación y al aumento de valor de la
vida: tanto en calidad de multiplicador de la miseria, cuanto en
calidad de conservador de todos los miserables es un instrumento
capital para el incremento de la decadencia; la compasión nos
encariña con la nada … No se dice la nada; en
lugar de la nada se dice el más
allá, o Dios, o la verdadera vida, o el Nirvana, la redención,
la beatitud … Esta inocente retórica, que proviene del reinado
de la idiosincrasia moral-religiosa, aparece de pronto bastante
menos inocente si se comprende qué tendencia se encubre aquí bajo
el manto de frases sublimes: la tendencia hostil a la
vida. Schopenhauer era hostil a la vida: por esto hizo de
la compasión una virtud … Aristóteles vio en la compasión,
como es sabido, un estado de ánimo morboso y peligroso, que fuera
bueno tratar de cuando en cuando con un purgante; consideró la
tragedia como una catarsis. En realidad, partiendo del instinto de
la vida, se debería crear un medio para asestar un golpe a una
acumulación morbosa y peligrosa de compasión, como era representada
por el caso de Schopenhauer (y también por toda nuestra
decadencia literaria y artística de San Petersburgo a París,
de Tolstoy a Wagner) para hacerla estallar… Nada más
malsano en nuestra malsana modernidad que la compasión cristiana.
Ser aquí médico, ser aquí implacable, poner aquí el cuchillo, esto
nos compete a nosotros, esto es nuestro modo de amar a los hombres;
de este modo somos filósofos nosotros los hiperbóreos.