Quirarte, Vicente, 1954-
Melville en Jerusalem / Vicente Quirarte. –Medellín: Editorial EAFIT, 2020
108 p.; 19 cm. -- (Colección Otramina)
ISBN 978-958-720-648-7
ISBN: 978-958-720-649-4 (versión EPUB)
1. Poesía mexicana. I. Tít. II. Serie
M861 cd 23 ed.
Q81
Universidad EAFIT – Centro Cultural biblioteca Luis Echavarría Villegas
Melville en Jerusalem
Colección Otramina
A cargo de Darío Jaramillo Agudelo
Primera edición: junio de 2020
© Vicente Quirarte
© Editorial EAFIT
Carrera 49 No. 7 sur - 50
Tel.: 261 95 23, Medellín
http://www.eafit.edu.co/fondoeditorial
Correo electrónico: fonedit@eafit.edu.co
Edición: Claudia Ivonne Giraldo G.
Corrector de prueba: Cristian Alejandro Suárez
ISBN: 978-958-720-648-7
ISBN: 978-958-720-649-4 (versión EPUB)
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Melville en Jerusalem
MELVILLE EN JERUSALEM
He adivinado esta ciudad en la palabra
Nada puede estar muerto. Ni la muerte
Los cipreses acendran su perfume
Qué extraño oficio este que sigue
A este viejo hotel todo lo duele
Todos somos de nuevo, como el día
El mercado está allí, cambiante siempre
Un hombre alimenta a un perro de la calle
La ciudad se despierta
Más que una ciudad, una adicción
No hagas nada. Déjate estar
También el desierto es mar
Sueño del ballenero. Una montaña
No sé si llegaré a la edad que tiene mi alma
Sueño del ballenero
Mañana regreso
Verdaderas son mis quejas, mis tormentos
JEANNE
El mundo está erecto por mi causa
El cielo es absoluto
Tus muslos no me dejan
Yo te elegí como centro del mundo
Toda la tarde he llorado por tu ausencia
Todo es invencible y nuevo
ENCUENTROS
Variaciones para un ángel atado
Lyceum Theatre
A la luz del caballo
Encuentro
Delta del Tigre
De mulieribus tractatus
Salvación
Diario de Villa Diodati
Habla Lord Byron
Cerro de las Campanas
La isla
A Ruth Fine,
soror admirabilis
Le seul véritable voyage, le seul bain de Jouvence, ce ne serait pas d’aller vers de nouveaux paysages, mas d’avoir d’autres yeux, de voir l’univers avec les yeux d’un autre, de cent autres, de voir les cent univers que chacun d’eux voit, que chacun d’eux est.
Marcel Proust, La Prisonnière
Herman Melville llegó a Jerusalem el 6 de enero de 1857, joven e impetuoso. Sus experiencias nómadas se habían reflejado en sus novelas iniciales. Ahora, un viajero distinto emprendía su propia y solitaria peregrinación a Tierra Santa. Financiado por su familia, llegaba desencantado, en plena crisis de esterilidad creativa, seguro de que Moby Dick y sus obras posteriores habían constituido un fracaso desde todos los puntos de vista.
Unos días antes, en Liverpool, así lo describió el cónsul de Estados Unidos en esa ciudad inglesa: “Melville vino a verme… Lucía como casi siempre (un poco más pálido, y, tal vez, un poco más triste), con un abrigo de grueso tejido, su gravedad característica y sus maneras reservadas”. El cónsul se llamaba Nathaniel Hawthorne. Con él había compartido Melville sus deseos más íntimos, cuando la creación era para ambos un tobogán infantil siempre en presente. Cuando realidad y deseo se consumaban simultáneamente. Cuando la tangibilidad de la escritura era superior a los sueños. Un poco más triste de lo que era. Los tristes son los alegres del futuro. Melville fue incapaz de experimentar semejante metamorfosis. En cambio, nos dejó una inmensa tarea por cumplir.
Melville permaneció trece días en Jerusalem, hasta el 19 de enero. El resultado de su experiencia daría como resultado un extenso poema de más de 20 mil versos titulado Clarel. A Poem and Pilgrimage in the Holy Land. Como lo indica el título, se trata del viaje físico y espiritual, condición del peregrino que realiza un joven llamado Clarel. Ni remotamente tiene la intensidad conmovedora de Moby Dick. Sus excesivas descripciones carecen de la carga poética presente en los textos en prosa. Sin embargo, como gran viaje de la conciencia y arquitectura mental que pretende dar testimonio de las maneras en que paisaje e historia moldean la conciencia de un hijo del siglo XIX, es antecedente de grandes poemas del siglo XX como The Waste Land de T. S. Eliot o Anábasis de Saint John Perse.
Gracias al diario que Melville llevó durante su viaje a Jerusalem, es posible seguirlo paso a paso, desde su desembarco en Jaffa hasta su llegada a la ciudad tres veces santa. El diario está escrito en frases cortas, sin intenciones literarias, solo con el objeto de dar testimonio de los hechos. Pero debido a que es Herman Melville quien lo signa, resulta imprescindible asomarse a él: