Portada de los Villancicos de la Purísima Concepción, México, 1676.

SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ

VILLANCICOS

Lírica coral

Primera edición del FCE, 2006
Edición conmemorativa 70 Aniversario, 2006

ISBN 978-607-16-1161-1

Hecho en México - Made in Mexico

ÍNDICE GENERAL

Prefacio

VILLANCICOS
[En juegos de tres Nocturnos]

Asunción, 1676

Vengan a ver una apuesta

“Illa quae Dominum Caeli”

La soberana Doctora

¡Silencio, atención, / que canta María!

Aquella Zagala

¡Aparten! ¿Cómo, a quién digo? (Jácara)

La Retórica nueva

A la aclamación festiva (Jura, Negrillos y Tocotín)

Concepción, 1676,

¡A la fiesta del Cielo! Las voces claras

¡A la Concepción, a la Concepción!

¿Quién es aquella Azucena…? (Diálogo)

Un Herbolario extranjero

Entre la antigua Cizaña

¡Oigan, miren, atiendan…! (Jácara)

María, en su Concepción

Acá tamo tolo (Negro)

San Pedro Nolasco, 1677

En fe de sentencia tal (Dedicatoria)

En la Mansión inmortal

¡Ah de las mazmorras, cautivos presos…!

¡Aguija, aguija, Caminante, apriesa…!

¡Ay, cómo gime! Mas ¡ay, cómo suena…!

Escuchen a mi Musa / que está de gorja

¡Escuchen, cómo, a quién digo…! (Jácara)

¡Vengan a ver un Lucero…!

A los plausibles festejos (Negro, Bachiller, Indio)

San Pedro Apóstol, 1677

Dedicatoria (en prosa)

¡Serafines alados, Celestes Jilgueros…!

¡Ea, Niños cristianos, venid a la Escuela…!

Aquel Contador / Mayor de la Iglesia

“Ille qui Romulo melior”

¡Oigan, oigan, deprendan Versos Latinos…!

¡Oigan un Silogismo, señores, nuevo…!

¡Hola! ¿Cómo? ¿Que a quién digo? (Jácara)

En el día de San Pedro (Portugués y Sacristán)

Asunción, 1679

Hoy, Virgen bella, ha querido (Dedicatoria)

De tu ligera planta

“Divina Maria / rubicunda aurora” (Latino y Castellano)

De hermosas contradicciones

La Astrónoma grande

“Ista, quam omnibus”

¡Plaza, plaza, que sube vibrando rayos! (Jácara)

A alumbrar la misma luz

Por celebrar tanta fiesta (Sacristán, Negras, Seises)

San Pedro Apóstol, 1683

Examinar de Prelado

Tan sin número, de Pedro

Para cantar con decoro

Claro Pastor divino

¡Oh Pastor, que has perdido…!

Pescador amante

Hoy de Pedro se cantan las glorias

Como es día de vigilia (San Juan de Lima, Cardador, y Quare lachrymosum…)

Asunción, 1685

Al tránsito de María

Pues la Iglesia, señores

¡Ésta es la justicia, oigan el pregón…!

Las Flores y las Estrellas

A la que triunfante, / bella Emperatriz

A las excelsas imperiales plantas

Fue la Asunción de María

Yo perdí el papel, señores (Latín, Negro y Vascuence)

Concepción, 1689

¡Oigan un Misterio, que / aunque no es de fe, se cree!

Dice el Génesis sagrado

La Maternidad sacra

¡Oigan qué cosa y cosa…!

¡Un instante me escuchen…!

Cielo es María más bello

Morenica la Esposa está

Siendo de Ángeles la Puebla (Jácara, Glosas y Juguetillo)

Navidad, 1689

Por celebrar del Infante

Al Niño Divino que llora en Belén

El Alcalde de Belén

Hoy, que el Mayor de los Reyes

Pues mi Dios ha nacido a penar

El retrato del Niño

A alegrar a mi Niño

Escuchen dos Sacristanes

San José 1690

Divino Joséf: si son (Dedicatoria)

¡Ay, ay, ay, cómo el Cielo se alegra!

Si manda Dios en su Ley

¿Quién oyó? ¿Quién oyó? ¿Quién miró?

Si en pena a Zacarías

Cualquiera Virgen intacto

Dios y Joséf apuestan

¿Por qué no de simple Virgen…?

Los que música no entienden (Jácara, Juguete, Indio y Negro)

Santo Tomás dijo

Queditito, airecillos

¡Ay qué prodigio!

¡Oigan la fineza, que Dios quiere hacer…!

Asunción, 1690

Si subir María al Cielo

¡Vengan a ver subir la ciudad…!

¿Quién es aquesta Hermosura…?

En buena filosofía

Fabricó Dios el trono del Empíreo

¡Oh qué hermosos son tus pasos…!

¿Cómo se ha de celebrar…?

Miren que en estos Maitines (Ensalada y Jácara)

Santa Catarina, 1691,

Aguas puras del Nilo

¡Esto sí, esto sí, / esto sí que es lucir…!

¡Oigan, oigan, que canto / de dos Gitanas…!

A los triunfos de Egipto

Venid, Serafines / venid a mirar

¡Víctor, víctor Catarina…!

Venid, Serafines, / a ver un portento

Pues el Mundo ha celebrado (Juguete entre muchos)

Catarina, siempre hermosa

¡Ay que se abren los Cielos de par en par…!

Un prodigio les canto

VILLANCICOS ATRIBUIBLES

Asunción, 1677

A estas horas, que sube la Reina

María, de rayos vestida

Éste, que es de María

¡Miren, escuchen, aguarden…! (Jácara)

¡Grado, grado…!

Si me llegan a escuchar

En trono de Zafir, Reina triunfante

¡A la Sala vengan volando…!

Por festejar a la Virgen (Canario, Negras y Vítor)

Navidad, 1678

¡Fuego, fuego, que el mundo se abrasa!

Niño Dios, que lloras naciendo

¿A dónde vais, Zagales?

Aquella Flor del campo

Llegad, Pastores, llegad

No hay en el Portal quien tenga (Juguete)

¿Ah, Siñol Andlea? (Negrillo)

Este Niño, que ha nacido (Juguete)

San Pedro Apóstol, 1680

Dedicatoria (en prosa)

¡Plaza, plaza, plaza…!

Con decir: Tú eres Pedro, su Bien Sumo

Todavía estaba Pedro (Folías)

Con desaire vuela en los aires

Aquel Campeón valiente (Jácara)

¡Que se abrasa, señores, / la Mariposa!

Al agua se va Pedro valeroso

A la brisa suavísima / Del Favonio Paráclito

Navidad, 1680

¡Tirad, disparad! (Kalenda)

Íbase para Belén

Unos Pastorcillos / que al Portal llegaron

Maravíllan-me / novedades que trae Amor

¡Ay, que llora Jesús!

Alegres a competencia (Negro)

Pues un abismo de penas

Por la espesura de un monte

Asunción, 1681

¡Ah, del Palacio Real…!

De Josafat los Pastores

¿Adónde vas, Aurora…?

A la Asunción de su Reina

“Quae est Ista, quasi Aurora?”

Un Río inmenso de glorias

¡Suba, suba María en hora buena…!

Fuéronse, amigos, por alto (Ensaladilla)

San Pedro Apóstol, 1684

Juró Pedro que a Cristo no conoce

Ser amante y valiente

¡Ay, qué tierno suspirar!

A la muerte hace cara Pedro fuerte

¡No ha de entrar! / —¡Sí ha de entrar! (Cardador)

A aquel Mago codicioso

Bravatos, los de la hampa (Jácara)

¡Atención a un gracioso coloquio…!

Asunción, 1686

¡Toquen, toquen a fuego…!

“Caelestis Auriga”

Ya que descanso al estudio

¡Cuidado, Marineros…!

“Regina Superum / Caelestes angulos”

¡Suenen, suenen clarines, pues que triunfando…! (Jácara)

¡Escuchad los suspiros…!

¡Porteros Celestïales…!

Con sonajas en los pies (Payos y Negros)

San Pedro Apóstol, 1690

¡Ciudadanos ilustres de Roma…!

Si con sus Llaves San Pedro

Cuando perlas de risa / llora la Aurora

Pedro en lance nos ha puesto

¡Oigan, oigan a un hombre…!

Díganme los Teólogos, díganme

A la Piedra más firme, que un tiempo

Oigan, atiendan, admiren, perciban (Jácara)

San Pedro Apóstol, 1691

¡A las glorias de Pedro divino…!

Con la luz, cuando mucho

Una Oposición cantó

¡Ah, del Cielo! — ¡Ah, del Golfo!

Sirva el Mar de volumen

Al querérselos lavar

¡Qué bien la Iglesia Mayor…!

¡Óiganme, que a San Pedro…!

San Pedro Apóstol, 1692,

En culto del Sol Pedro, hablemos claro

Cuando Pedro, como hombre a la mar

¡Vengan las Aves…!

Recto, Amor, en tus buenos / quereres estás

¿Cuál será del Amor lo más grande?

Pues de Amor se discurre el primor

Si por la bandilla / hoy se usa pintar

Una Ensalada me piden

PREFACIO

I

AL PRESENTAR UNA EDICIÓN APARTE DE LOS VILLANCICOS DE sor Juana Inés de la Cruz, teniendo en cuenta la numerosa y excelente bibliografía que existe sobre ella, es necesario comentar brevemente la relevancia de la autora en relación con las particularidades del villancico. Hay personajes que modelan el rostro de una nación; en el caso de sor Juana Inés de la Cruz, considerada la última gran pluma del Siglo de Oro, su obra, su historia personal y su actitud frente a la adversidad contribuyeron a forjar la identidad de los lectores y escritores mexicanos y americanos que la sucedieron.

Prácticamente redescubierta para el siglo XX por Amado Nervo, de verdad es largo e impresionante el inventario de nombres que han mirado seriamente su obra: mexicanos, americanos, norteamericanos, europeos. Desde el ya mencionado Amado Nervo, Pedro Henríquez Ureña y Gabriela Mistral, pasando por Xavier Villaurrutia, Ermilo Abreu Gómez, Manuel Toussaint y Menéndez Pelayo, hasta Octavio Paz, Antonio Alatorre, Margarita Peña, José Luis Ibáñez, José Pascual Buxó y muchos más. De una y otras épocas, todos han trabajado para enriquecer la perspectiva del público emergente.

No obstante, a pesar de esos esfuerzos continuados y aunque su obra aparezca en múltiples publicaciones, siempre se antoja arriesgado leer y hablar de una figura mayor. Pero en su tiempo, ella era una celebridad a ambos lados del océano y son editores españoles los que prepararon su obra para las primeras ediciones (en vida o póstumas) de que tenemos noticia; tuvo correspondencia con interlocutores americanos y europeos que, halagándola y gastando juegos de ingenio, la buscaban para retarla con perspicaces versos: ella respondió con donaire a todas las invitaciones. Muy solicitada en el locutorio, amiga de virreyes e intelectuales, sor Juana era una poeta conocida del público novohispano, en buena parte gracias a su trabajo como villanciquera, aunque intimidaba a sus contemporáneos —laicos y religiosos— con sus dones poéticos e intelectuales. Pero hoy, cuando su imagen se ha vuelto un símbolo nacional, sobre su obra pesa el estigma de que los grandes escritores de una nación no son forzosamente los más leídos.

Fuera de los planes de estudio que la incluyen como tema obligado en el panorama de la historia de la literatura nacional, la obra de sor Juana es casi propiedad exclusiva de quienes se atreven a entrar al mundo verbal e imaginativo del barroco; no es fácil entender esa literatura por la simple razón de que sus referentes culturales nos resultan muy lejanos. Este desapego temporal no debería convertirse en desatención; cabe hacer notar que ésta, la mayor escritora de México y una de las grandes de nuestra lengua, no aparece en el canon universal y es tarea de los lectores de hoy garantizar la pervivencia de su obra para las generaciones de mañana.

Y aunque pareciera que los clásicos estuvieran destinados a guarecerse en las aulas universitarias y en las bibliotecas privadas, todavía podemos imaginar ese colorido mundo del barroco americano en donde los poetas (y una mujer entre ellos) marcaban el ritmo —literalmente— de los magnos acontecimientos que señalaban y señalan, todavía, la vida: concursos, nacimientos, funerales, ordenaciones de religiosos, misas, dedicaciones de templos, etcétera, se acompañaban de los sonoros versos que se mandaban hacer para la ocasión por los poetas más acreditados del momento.

II

El siglo XVII novohispano se caracterizó, entre otras cosas, por el gran número de artistas y escritores que propiciaron un segundo florecimiento de la literatura castellana gracias a la profusa actividad artística que desplegaron. Ser escritor en esa época era un trabajo como otro cualquiera. Era difícil prosperar y, para lograrlo, como en cualquier oficio, el artista tenía que conocer sus herramientas y desplegar su creatividad para ganarse la vida y la recomendación de la clientela.

La existencia social de los novohispanos se desarrollaba en las actividades civiles y religiosas a las que asistía un público cuya idea de la diversión puede resultarnos excesivamente refinada: estaba inmersa en la herencia inmediata de la península, en donde, al igual que en el resto del mundo de entonces, la gente se entretenía desde siglos atrás con quehaceres verbales. De suerte que la elaboración y repetición de productos lingüísticos versificados (y fáciles de memorizar) estaban entre las actividades favoritas de una población mayormente analfabeta, y en un ámbito donde el libro era, además, para una minoría de lectores, independientemente del estrato social a que pertenecieran. En ese mundo donde la diversión giraba alrededor del lenguaje (como el nuestro alrededor de la imagen), parte fundamental de la planeación de las conmemoraciones y festividades eran los poetas, quienes ilustraban y aleccionaban con sus versos en los arcos triunfales, escribían villancicos para los oficios religiosos y realizaban puestas en escena que por muy variados motivos se llevaban a cabo durante el abultado calendario litúrgico, civil y social.

El villancico es un género popular de la lírica hispánica de origen remoto que evolucionó en la Península Ibérica junto a las lenguas y las formas poéticas tempranas que ahí se cultivaron (jarchas, canciones de amigo, romances). En su tierra natal tuvo su primer esplendor durante los siglos XV y XVI, y alcanzó un segundo auge en el siglo XVII novohispano. En sus inicios, el villancico fue una modesta canción anónima que al paso del tiempo se especializó en temas religiosos y se convirtió en obra de autor. Debido a que se cantaban versos principalmente en castellano con inserciones en lenguas vernáculas en un estilo sencillo y directo, fue un recurso muy a propósito para el continuo adoctrinamiento del gran público que acudía a los oficios de maitines, efectuados en la víspera de las grandes fechas católicas.

La evolución del villancico no se circunscribió a la temática, también se modificó la versificación y se incrementó la complejidad musical del género, tendencia que se acentuaría en los siglos XVII y XVIII, de donde tomaron forma los de sor Juana. Dichos cambios se advierten tanto en la composición en forma de diálogo, que se adoptó usualmente, y en la diferenciación entre las coplas y el estribillo; éste se extendió y alcanzó una textura polifónica, mientras que las coplas, de textura homofónica, se redujeron, igual que el número de voces. Además, frente a las tres o cuatro voces que se empleaban en el siglo XVI, en el XVII se contaba con ocho voces distribuidas en dos coros dispuestos en diferentes lugares de la catedral y acompañados de arpa, contrabajo y órgano.

El maestro de capilla era el encargado de escribir por su cuenta, solicitar al poeta de su elección el villancico anual o abrir una convocatoria para los de cada fiesta. Lo que hoy parece una composición encantadora pero incomprensible en su arraigo e importancia social, en su momento era, para empezar, concebido como una obra dramática y musical: una variedad menor que se cultivaba como parte del oficio literario y que no representaba un mérito especial del escritor, porque lo importante era la celebración que los incluiría. Género de puro oficio, contaba con una estructura bien definida en sus formas y fórmulas; sólo el genio del versificador podía acrecentar el formato básico. Pero lo extraordinario era la puesta en escena de un espectáculo donde voces e instrumentos daban vida a los diálogos entre los personajes del mundo multicultural de Nueva España, cuya inclusión consumaba, a los ojos del público, un movimiento de actualización de los relatos bíblicos y religiosos.

Toda esta estructura musical, cultural y métrica se planeaba minuciosamente para cada celebración, pues había que sorprender y acaparar la atención de los asistentes a lo largo de un oficio religioso mucho más prolongado que los actuales. Para acentuar el espectáculo, en sus diálogos versificados, sor Juana hizo gala de su ingenio, curiosidad e imaginación: simuló el habla de negros, estudiantes, portugueses, indígenas y hasta de vascos. Todo en versos perfectamente medidos y en combinaciones que nos sorprenden; era una poeta de buen oído y anchura expresiva. A lo largo de sus 20 años de servicio profesional para la Iglesia y la corte —además de los 10 juegos de villancicos que se le atribuyen y que aparecen en sus Obras completas—, sor Juana firmó 12 juegos de villancicos y cinco juegos más de letras para cantar. Cada villancico comprende ocho o nueve canciones, escritas a partir de temas religiosos como la Natividad, la Asunción, la Inmaculada Concepción y vidas de santos como san José, san Pedro, san Bernardo y santa Catarina de Alejandría.

III

No sólo siglos sino un mundo entero nos separan de sor Juana, como vemos. Pero apostando por su vigencia, hay que decir que otras muchas cosas nos enlazan a su obra: en ella advertimos preocupaciones, deseos y preguntas que aún nos interrogan.

Sor Juana combinó un talento sin paralelo con gracia, profundidad y una aguda conciencia de ser mujer. Desde esa posición escribió. Es decir, desde la reflexión de su experiencia, lo cual provoca un efecto especial en sus lectores (que la conocen especialmente por las “redondillas”), cuando enfrentan la lectura de su obra de tema religioso como la que aquí se presenta. En el sentido de la expresión que cabe en el villancico y el de las propias licencias poéticas, sobresalen las audaces imágenes y analogías en que se enlazan sus ideas sobre la indudable virginidad, la poderosa humanidad y el ejemplo superior de la Virgen:

… el vientre de María
es mucho mejor que el cielo.

Al contrario de lo que hiciera en sus poemas dedicados a Lisy (la condesa de Paredes), se cuida de utilizar el adjetivo “divina” en el tratamiento de la Virgen; no la deifica y, sin embargo, la exaltación de la humanidad de María la revela, desde su perspectiva, como un ser más entrañable:

Muy mujer para divina,
muy celestial para humana.

Es significativo que la mayor parte de sus villancicos se dediquen a la Virgen María. De acuerdo con Marie-Cécile Benassy-Berling, esta devoción es clave en la vida y la obra de la monja. Que la fe sólo se afirma en el estudio, en el conocimiento, es un paradigma que aparece repetidamente en su obra y que descansa en la imagen mariana.

Devoción, ¿cómo no miras
que si la escuela te falta,
en superstición peligras
y en ignorancia resbalas?
¿No sabes tú que en la Iglesia
siempre por Dios gobernada,
la devoción más ardiente
necesita de enseñanza?

No obstante que el culto a la Virgen es una devoción católica universal que ganó en popularidad durante la Contrarreforma, y prosperó en todos los estratos, sor Juana revistió su fe de características propias. En sus versos muestra con claridad el conocimiento que las monjas debían tener de la vida de María, de la Biblia —que no era común, pues había monjas que no sabían leer— y, además, despliega una erudición que no era bien vista en una sierva de Dios: retórica, leyes, teología… En su peculiar interpretación de la personalidad de María, sor Juana pone en juego múltiples recursos del lenguaje y la retórica para expresar todo lo que piensa y siente devotamente acerca de la Virgen. A lo largo de su obra reflexionó y puso en aprietos las estructuras del poder intelectual de su época a través de sutiles subversiones y juegos de palabras. Paradójicamente, en medio de la persecución a las “marisabias” —como entonces les decían a las mujeres con inclinaciones intelectuales— en estos villancicos se evidencia y exalta no sólo la santidad, sino la sabiduría y la rebelión de la propia Virgen María. Imposible no pensar que esa imagen pudo ser su escudo y su sustento emocional en los momentos difíciles y de soledad.

Para el siglo XVII, que era suelo fértil para la condena, las obsesiones de monjas y confesores y la persecución —como la que sufrió la misma sor Juana— por casi cualquier sospecha de desvío de los principios rectores para la vida católica, parece una rareza la fe profundamente racional que sor Juana mostró por la Virgen (aun ahora es excepcional). Podemos considerar que este apego de tan raro cuño respalda su defensa del derecho a aprender (y no la culpa por hacerlo), que tan fuertemente expresó en su Respuesta a sor Filotea de la Cruz.

No cabe duda que las ideas de sor Juana y su tragedia personal han rebasado su época y hoy se le considera una precursora del feminismo. De hecho, para el lector actual éste es el plano de su discurso al que puede llegar sin intermediarios; para nosotros aparece con gran nitidez lo que resultaba oscuro para sus contemporáneos. Pero si reducimos nuestra lectura a esa perspectiva, corremos el riesgo de perder el contexto y relegar ciertos elementos de su discurso que nos permiten ver más de cerca el mundo de esa mujer: una excepción, una rareza ella misma en un mundo fascinado por lo extraordinario y estrambótico.

Mujer de su tiempo, y religiosa como era, a despecho de la presión cultural y de la que ejerció su confesor, se mantuvo firme en su vocación humanista: apoyándose en la idea de que debe privilegiarse la sustancia (lo humano) para no errar por causa de los accidentes (el género), se expresó a favor de la educación de niñas y mujeres, sin duda porque veía el estado de debilidad social en que estaban: y más firme aun en su fe, pues la imagen de la Virgen le sirvió de modelo para sostener su posición no sólo como católica, sino como monja. Por lo que se ve, definitivamente, para ella no existía contradicción alguna entre la fe y la razón. Así, sin apartarse de su experiencia personal, su voz nos alcanza, por cuanto nos permite ver que la causa de su tragedia profesional no pierde vigencia todavía, sino que permanece en formas abiertas o soterradas. También nos deja ver que no era una mujer de este siglo, sino del suyo, pero que nos alcanza con una visión de futuro, hasta utópica, cuando nos permite entrar al mundo que cupo en unos cuantos villancicos, en donde una mujer (la Virgen) da clases de teología mientras atiende sus tareas de madre amorosa, rodeada de santos, como José, Bernardo o Catarina, que alaban su obra y enriquecen su perspectiva.

C. S. M.

VILLANCICOS
[En juegos de tres Nocturnos]

ASUNCIÓN, 1676

Villancicos que se cantaron en la Santa Iglesia Metropolitana de Méjico, en honor de María Santísima Madre de Dios, en su Asunción triunfante, año de 1676, en que se imprimieron.

PRIMERO NOCTURNO

VILLANCICO I

VENGAN A VER UNA APUESTA,
vengan, vengan, vengan,
que hacen por Cristo y María
el Cielo y la Tierra.
¡Vengan, vengan, vengan!

Coplas

El Cielo y Tierra este día
compiten entre los dos:
ella, porque bajó Dios,
y él, porque sube María.

10     Cada cual en su porfía,

no hay modo de que se avengan.
—¡Vengan, vengan, vengan!
    Dice el Cielo: —Yo he de dar
posada de más placer:
pues Dios vino a padecer,
María sube a triunfar;
y así es bien, que a tu pesar
mis fueros se me mantengan.
—¡Vengan, vengan, vengan!

20          La Tierra dice: —Recelo

que fue más bella la mía,
pues el Vientre de María
es mucho mejor que el Cielo;
y así es bien que en Cielo y suelo
por más dichosa me tengan.
—¡Vengan, vengan, vengan!

    —Injustas son tus querellas,
pues a coronar te inclinas
a Cristo con tus Espinas,

30     yo a María con Estrellas

(dice el Cielo); y las más bellas
di, que sus sienes obtengan.
—¡Vengan, vengan, vengan!

     La Tierra dice: —Pues más
el mismo Cristo estimó
la Carne que en mí tomó,
que la Gloria que tú das;
y así no esperes jamás
que mis triunfos se retengan.

40     —¡Vengan, vengan, vengan!

     —Al fin vienen a cesar,
porque entre tanta alegría,
pone, al subir, paz María,
como su Hijo al bajar;
que en gloria tan singular,
es bien todos se convengan.
—¡Vengan, vengan, vengan!

VILLANCICO II

ILLA QUAE DOMINUM CAELI
gestasse in utero, digna,
et Verbum divinum est
mirabiliter enixa:
    cuius Ubera Puello
lac dedere benedicta,
et vox conciliavit somnum
Davidica dulcior lyra:
    Quae subiectum habuit Illum

10     materna sub disciplina,

Caeli quem trementes horrent
dum fulmina iratus vibrat:
    Cui virgineum pedem gaudet
Luna osculari submissa,
quaeque Stellis coronatur
fulgore Solis amicta,
    magna stipante caterva
ex Angelorum militia,
victrix in Caelum ascendit,

20     ubi per saecula vivat.

     Custodes portarum timent,
ut ingrediatur Maria,
ne cardinibus evulsis,
totum Caelum porta fiat.
    Ascendit Caelos, et Caelos
luce vestit peregrina,
atque deliciarum loco
ignotas infert delicias.

    Innixa super dilectum

30     Caelestem Thalamum intrat,

ubi summam potestatem
habet a Deitate Trina.
    Ad dexteram Filii sedet,
et ut Caelorum Regina
tota coronatur Gloria,
et Gloriam coronat Ipsa.
    Vident Superi ascendentem,
et admirantium ad instar,
ad instar concelebrantium,

40     alterna quaerunt laetitia:

Estribillo

¿Quae est Ista? ¿Quae est Ista,
quae de deserto ascendit sicut virga,
Stellis, Sole, Luna pulchior? —Maria!

VILLANCICO III

LA SOBERANA DOCTORA
de las Escuelas divinas,
de que los Ángeles todos
deprenden sabiduría,
    por ser quien inteligencia
mejor de Dios participa,
a leer la suprema sube
Cátedra de Teología.
    Por Primaria de las ciencias

10     es justo que esté aplaudida,

quien de todas las criaturas
se llevó la primacía.
    Ninguno de Charitate
estudió con más fatiga,
y la materia de Gratia
supo aun antes de nacida.
     Después la de Incarnatione
pudo estudiar en sí misma,
con que en la de Trinitate

20     alcanzó mayor noticia.

    Los soberanos Cursantes
que las letras ejercitan
y de la Sagrada Ciencia
los secretos investigan,
    con los Espíritus puros
que el eterno Solio habitan
(e Inteligencias sutiles,
Ciencia de Dios se apellidan),
    todos la votan iguales,

30     y con amantes caricias,

le celebran la victoria
y el triunfo le solemnizan.

Estribillo

Y con alegres voces de aclamación festiva,
hinchen las raridades del aire de alegrías,
y sólo se percibe en la confusa grita:
— ¡Vítor, vítor, vítor, vítor María,
a pesar del Infierno y de su envidia!
¡Vítor, vítor, vítor, vítor María!

SEGUNDO NOCTURNO

VILLANCICO IV

¡SILENCIO, ATENCIÓN,
que canta María!
Escuchen, atiendan,
que a su voz Divina,
los vientos se paran
y el Cielo se inclina.
Silencio, &.

Coplas

Hoy la Maestra Divina,
de la Capilla Suprema
hace ostentación lucida

10     de su sin igual destreza:

     Desde el ut del Ecce ancilla,
por ser el más bajo empieza,
y subiendo más que el Sol
al la de Exaltata llega.

     Propriedad es de natura
que entre Dios y el hombre media,
y del Cielo el be cuadrado
junta al be mol de la tierra.
    Be-fa-be-mi, que juntando

20     diversas Naturalezas,

unió el mi de la Divina
al bajo fa de la nuestra.

     En especies musicales
tiene tanta inteligencia,
que el contrapunto de Dios
dio en ella la más Perfecta.
    No al compasillo del mundo
errado, la voz sujeta,
sino a la proporción alta

30     del compás Ternario atenta.

    Las Cantatrices antiguas,
las Judiques, las Rebecas,
figuras mínimas son,
que esta Máxima nos muestran.
    Dividir las cismas sabe
en tal cuantidad, que en Ella
no hay semitono incantable,
porque ninguno disuena.
    Y así, del género halló

40     armónico la cadencia

que, por estar destemplada,
perdió la Naturaleza.
    Si del mundo el frigio modo
de Dios la cólera altera,
blandamente con el dorio
las Divinas iras templa.
    Música mejor que Orfeo
(como Ildefonso exagera)
hoy suspendió del Abismo

50     las infatigables penas.

    Por los signos de los Astros
la voz entonada suena,
y los Angélicos Coros
el contrabajo le llevan.
    La Iglesia también, festiva,
de acompañarla se precia,
y con sonoras Octavas
el sagrado son aumenta.
    Con cláusula, pues, final,

60     sube a la mayor alteza,

a gozar de la Tritona
las consonancias eternas.

VILLANCICO V

AQUELLA ZAGALA
del mirar sereno,
hechizo del soto
y envidia del Cielo:
    la que al Mayoral
de la cumbre, excelso,
hirió con un ojo,
prendió en un cabello:
    a quien su Querido

10     le fue mirra un tiempo,

dándole morada
sus cándidos pechos:
    la que en rico adorno
tiene, por aseo,
cedrina la casa
y florido el lecho:
    la que se alababa
que el color moreno
se lo iluminaron

20     los rayos Febeos:

    la por quien su Esposo
con galán desvelo
pasaba los valles,
saltaba los cerros:
    la del hablar dulce,
cuyos labios bellos
destilan panales,
leche y miel vertiendo:
    la que preguntaba

30     con amante anhelo

dónde de su Esposo
pacen los corderos:
    a quien su Querido,
liberal y tierno,
del Líbano llama
con dulces requiebros,
    por gozar los brazos
de su amante Dueño,
trueca el valle humilde

40     por el Monte excelso.

    Los pastores sacros
del Olimpo eterno,
la gala le cantan
con dulces acentos;
    pero los del valle,
su fuga siguiendo
dicen presurosos
en confusos ecos:

Estribillo

¡Al Monte, al Monte, a la Cumbre

50     corred, volad, Zagales,

que se nos va María por los aires!
¡Corred, corred, volad aprisa, aprisa,
que nos lleva robadas las almas y las vidas,
y llevando en sí misma nuestra riqueza,
nos deja sin tesoros el Aldea!

VILLANCICO VI.JÁCARA

Estribillo

¡APARTEN! ¿CÓMO, A QUIÉN DIGO?
¡Fuera, fuera! ¡Plaza, plaza,
que va la Jacarandina
como que No, sino al Alba!
    ¡Vaya de jacaranda, vaya, vaya,
que si corre María con leves plantas,
un corrido es lo mismo que una jácara!

Coplas

¡Allá va, fuera, que sale
la Valiente de aventuras,

10     Deshacedora de tuertos,

Destrozadora de injurias!
    Lleva de rayos del Sol
resplandeciente armadura,
de las Estrellas el yelmo,
los botines de la Luna;
    y en un escudo luciente
con que al Infierno deslumbra,
un monte con letras de oro
en que dice: Tota Pulchra.

20          La celebrada de hermosa

y temida por sañuda,
Bradamante en valentía,
Angélica en hermosura;
    la que si desprende al aire
la siempre madeja rubia,
tantos Roldanes la cercan
cuantos cabellos la inundan;
    la que deshizo el encanto
de aquella Serpiente astuta,

30     que con un conjuro a todos

nos puso servil coyunda;
    la que venga los agravios,
y anula leyes injustas,
asilo de los pupilos,
y amparo de las vïudas;
    la que libertó los presos