DOY GRACIAS A LOS CIENTÍFICOS que cada día se despiertan creyendo que las enfermedades no están predeterminadas, que la pérdida de memoria no necesariamente va pareja al envejecimiento, y que todos somos capaces de perfeccionar nuestro cerebro, porque estos profesionales son los que me inspiraron a escribir este libro. Me he pasado casi dos décadas conversando con ellos en los congresos más celebrados que se organizan sobre el cerebro, en sus laboratorios y en sus casas. Y todos, además de querer compartir conmigo sus hallazgos científicos, también me confesaron cuáles habían sido las razones más íntimas y personales que les habían llevado a elegir estudiar el cerebro por encima de cualquier otra cosa. Me convencieron no solo de que un día lograríamos que la demencia quedará relegada al pasado, sino de que incluso un cerebro sano podría perfeccionarse y volverse más resiliente. Agradezco su franqueza y el estar dispuestos a ayudarnos en la difusión de algunos de los datos más relevantes que ya poseemos sobre el cerebro con el objeto de que lleguen a todos los individuos, sea cual sea su procedencia.
Priscilla Painton es la editora ejecutiva de esta obra, pero la etiqueta no basta para describir el papel que ha desempeñado en la confección de este libro. Quiero decirte, Priscilla, que desde el principio viste el proyecto con una gran claridad y colaboraste conmigo excediendo con creces todas mis expectativas. Tus observaciones y tus notas siempre han dado en el blanco y aportado a este libro un valor añadido. Tienes la capacidad de saber ver los entresijos y anticiparte al rumbo que tomaba mi libro. He sido muy afortunado al disponer de un equipo de trabajo tan entregado y profesional para poder llegar a escribir El cerebro en forma; y lo digo porque, durante este camino que hemos recorrido, hemos llegado a convertirnos en una familia. Me estoy refiriendo en concreto a Richard Rhorer, Julia Prosser, Elizabeth Gay, Elise Ringo, Yvette Grant, Carly Loman, Jackie Seow, Lisa Erwin, Marie Florio, Hana Park y, finalmente, Megan Hogan, que ostenta ya el récord de velocidad en tierra dando respuesta a mis correos electrónicos, y sin dejar de esbozar una amplia sonrisa. Gracias a todos.
A Jonathan Karp le diría que cumple con todos los requisitos que definen a un caballero y un erudito. Supe, ya desde la primera reunión que tuvimos en su despacho, que fue un día en el que tocamos una gran variedad de temas que abarcaron desde las células madre hasta Springsteen, que tenía frente a mí a una persona genuinamente comprometida con el mundo. Gracias por creer en mí y en este libro.
Bob Barnett es un abogado de reconocida fama mundial. Ha representado a presidentes e incluso al mismo papa, pero nunca lo adivinarías. ¡Es tan increíblemente humilde y tan trabajador! El día en que Bob Barnett accedió a ayudarme en mi carrera profesional fue uno de los mejores días que recuerdo de toda mi vida. Su manera de guiarme logró ser profética y esclarecedora.
La colaboración de mi amiga y socia Kristin Loberg en la redacción de este libro fue muy especial. Todos tendríamos que tener la suerte de poder experimentar lo que representa fundirse mentalmente con una persona como Kristin, que comprendió en el acto lo que yo intentaba transmitir y siempre estuvo ahí para ayudarme. Es la mejor en su trabajo, y con eso quiero decir, simple y llanamente, que este libro no habría sido posible sin su ayuda.