Diccionario negro de Cuba Palabras y testimonios del siglo XIX
Diccionario negro de Cuba
Palabras y testimonios del siglo XIX
Iberoamericana - Vervuert · 2016
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ISBN 978-84-8489-943-3 (Iberoamericana)
ISBN 978-3-95487-478-1 (Vervuert)
ISBN 978-3-95487-858-1 (e-book)
Collages de la cubierta: las autoras
Diseño de la cubierta: Ruth Vevuert
Para Didier y para Jean
Contenido
Prólogo
Introducción
Breve encuadre geográfico y administrativo de Cuba
Diccionario negro de Cuba
Mapa e ilustraciones
Documentos. Testimonios de viajeros
Cuadro: Viajeros, trata y esclavitud
Perspectivas actuales
Bibliografía
Índices
Índice onomástico
Índice de las entradas
Índice del mapa e ilustraciones
Índice de documentos. Testimonios de viajeros
Prólogo
Creemos conveniente hacer una serie de aclaraciones sobre nuestro Diccionario negro de Cuba. Palabras y testimonios del siglo XIX para precisar las orientaciones escogidas. Este título polisémico debe comprenderse como un guiño al lector ya que resulta flexible, poroso, susceptible de cargarse con significados diferentes. Por lo tanto, el término negro no debe tomarse al pie de la letra puesto que supone una estratificación de niveles de lectura. En este sentido, pensamos que el formato de orden alfabético abre felizmente un espacio de libertad, favoreciendo una elección personal y selectiva. Apostamos por un lector activo, constructor de su propia lectura. Algunos podrán pasearse y saltar de una entrada a otra; en cambio, otros elaborarán una estrategia más compleja, que combine e imbrique diferentes enfoques, asociando las entradas del diccionario con los extractos escritos por los viajeros. De esta manera, el Diccionario negro rompe con los criterios habituales de los «diccionarios de lengua», permitiendo restituir múltiples facetas de los problemas de la colonización y la esclavitud en Cuba, en el siglo XIX.
De manera amplia, este Diccionario negro alude a la «cara oscura» de la sociedad colonial y esclavista de la isla. Quisimos dar vida al día a día de la población cubana, tanto de los que trabajaban duro y sufrían, como de los que disfrutaban y se enriquecían. Para restaurar ese mundo con sus actores, sabores, olores, colores, texturas, percusiones, se necesitaban amplios criterios de selección, además de un encuadre geográfico, climático, botánico y, por supuesto, administrativo. De manera más precisa, el Diccionario negro se aplica, en efecto, a las poblaciones esclavizadas —negras, asiáticas, yucatecas, etc.— a las que negaron dignidad humana. Finalmente, lo «negro» pone en movimiento un imaginario colectivo, impregnando el lenguaje de expresiones coloquiales despectivas vigentes hasta nuestros días. Dentro de esta perspectiva plural, elegimos un acercamiento «original» que facilitará y enriquecerá la consulta, ya que la mayor parte de las entradas están ejemplificadas mediante testimonios, extractos, referencias, expresiones coloquiales, de quienes fueron testigos relevantes. Por consiguiente, es obvio que el Diccionario negro no implica una lectura seguida de la A a la Z que, aquí forzosamente, carece de sentido. Dejamos a los lingüistas especializados la tarea de investigación sobre las diferentes lenguas: etimología, uso, pronunciación, etc.
Algunos lectores echarán en falta tal o cual término o explicación relacionados con el tema. Hemos intentado ser lo más exhaustivos posible, pero somos conscientes de los límites de nuestro estudio: el hecho de centrarnos solamente en treinta y nueve viajeros europeos, mayoritariamente franceses, y el de focalizarnos, sobre todo, en el siglo XIX; aunque ciertas palabras conservan una memoria antigua que, a veces, ha perdurado durante siglos.
Nos sería grato si este trabajo fuera un instrumento útil y manejable que facilitara la lectura de los documentos de la época, tanto para docentes y estudiantes, como para curiosos de la historia y de la lengua española. El Diccionario negro se dirige a un público amplio: a los cubanos que podrán redescubrir su historia a través de los ojos europeos; a los españoles, que siempre han sentido Cuba en su corazón y podrán rememorar los lazos privilegiados que les unen; a todos los que son fervientes lectores de literatura de viajes y de debates de ideales.
Anne-Marie Brenot
Montserrat Becerril García
Introducción
Mientras Cuba no sea una provincia de España, ínterin no seamos hermanos, iguales en premios y castigos, sucederá, lo que sucede, que nos ligan lazos, menos de simpatía, que de necesidad.
Jacinto de Salas y Quiroga,
Viages. Isla de Cuba (1840), cap. IX, p. 72
La división inmensa de blancos y negros es completa; su separación sin límites.
Jacinto de Salas y Quiroga,
Viages. Isla de Cuba (1840), cap. X, p. 85
En este trabajo, quisimos poner de relieve la impronta de la esclavitud en Cuba tanto en la memoria colectiva como en la formación de la nación cubana.1 En ninguna parte —salvo en Brasil— la esclavitud, que duró tres siglos hasta su abolición muy tardía en 1886, hundió tan profundamente sus raíces en la sociedad.
La esclavitud no se resumía al trabajo forzado y no se puede asimilar a una opresión cualquiera debido a que el esclavo perdía su estatus humano para convertirse en un mueble, una simple cosa, un instrumento que se compraba, se vendía y se intercambiaba. Es decir, era «la negación del hombre por el hombre».2 La esclavitud no se reducía tampoco a las relaciones dueño/esclavo sino que implicaba una transformación total de la sociedad. Por lo tanto, el estudio exige una visión global de las realidades esclavistas cuyas ramificaciones alteraban el derecho, la demografía, la economía, la política e incluso la vida intelectual. La esclavitud llegó a estructurar de forma particular toda la sociedad con sus diversos grupos de producción, de comercialización y sus redes de sociabilidad así como de poder. En este sentido, se puede hablar de «institución particular»3 en la que no es posible aislar a un actor individual sin tomar en cuenta el contexto esclavista global. En esta perspectiva, la esclavitud es comparable a una patología del cuerpo social cuyas metástasis llegan a gangrenar todos los órganos vitales.
Como lo subrayan los historiadores, las consecuencias fueron gravísimas: la esclavitud contribuyó a aislar internacionalmente a Cuba dado que fue un caso particular y, al mismo tiempo, a facilitar la intromisión extranjera en la política interior de la isla. Estos factores afectaron su imagen exterior. Para la metrópoli, Cuba seguía siendo la «perla de las Antillas», pero era en realidad un territorio de estatus particular con la existencia legal de la esclavitud4 y leyes especiales. Con el tiempo, la isla se volvió un foco de tensiones cada vez más difíciles de gestionar hasta tal punto que la independencia se haría bajo el control de Estados Unidos en 1898.5 En este contexto, las élites cubanas que sufrían el alejamiento y la auto-marginación denunciaban la tiranía del régimen colonial.
Específicamente, la esclavitud se manifestaba a través de dos realidades que conviene distinguir: la trata negrera —o sea, la deportación de los negros desde África— y el trabajo forzado en la isla con sus diversas modalidades de explotación. De ahí la complejidad de los debates sobre la esclavitud, bien se podían denunciar los abusos de la trata o los fallos de la agricultura de plantación sin plantear por eso la supresión de la esclavitud.6
Tales eran la posiciones de los reformistas de los primeros años del XIX como Francisco de Arango y Parreño (1765-1837), partidario de la autonomía, y Juan José Díaz de Espada (1756-1832), obispo de La Habana7 que era el defensor de una agricultura diversificada y mentor de Félix Varela (1788-1853) en el seminario San Carlos. Las ambigüedades de este tipo siguen vigentes en la generación siguiente, década de 1835 a 1845. Encabezados por Domingo del Monte (1804-1853), el círculo de reformistas contaba en particular con ricos propietarios —Miguel de Aldama, José Luis Alonso— e intelectuales tales como José de La Luz Caballero (1800-1862) y José Antonio Saco (1797-1879).8 Todos poseían haciendas azucareras más o menos importantes y, por lo tanto, esclavos. Algunos de ellos estaban vinculados a las familias más ricas como del Monte con la familia Aldama, por ello, los seudo-abolicionistas se limitaron en realidad a denunciar los abusos de la trata sin proponer la abolición de la esclavitud. 9 Sin embargo, era obvio que con el tiempo, la supresión de la trata implicaba, a plazo más o menos largo, la supresión de la esclavitud.
El reformismo se basaba en argumentos económicos y demográficos; con la mecanización de la industria azucarera y con el desarrollo del ferrocarril que permitían ahorrar mano de obra, la trata no era tan necesaria; por otra parte, el miedo a una «invasión negra» alimentado por la trata era otro argumento de peso. El miedo radicaba en ciertos datos demográficos ya que en el año 1841, la población negra, un 58,4 %, superaba a la población blanca que alcanzaba solamente un 41,5 %.10 El recuerdo de las rebeliones de esclavos en Haití al final del siglo XVIII, que ocasionaron la salida masiva de los plantadores blancos, estaba todavía presente en todas las memorias. En el pasado, la Real Cédula de 1789 había autorizado la trata y, a pesar de los dos tratados de 1817 y 1835 firmados con Inglaterra que prohibían la deportación de negros desde África, la trata ilegal seguía operando con la complicidad de las autoridades cubanas. Para contrarrestar el peso de los negros en la demografía cubana, los reformistas militaron en pro de una inmigración blanca y europea. En cambio, el problema moral que planteaba la esclavitud no fue tomado en cuenta.
Las ideas de los reformistas suscitaron desconfianza e incomprensión por parte de la mayoría de los hacendados que subrayaban las contradicciones de sus discursos.11 Para los plantadores y los grupos de comerciantes, limitar o suprimir la trata era llevar la isla a la ruina. En la primera mitad del siglo, no se puede hablar de una campaña abolicionista que hubiera sido llevada a cabo por los reformistas, éstos sólo se limitaron a denunciar los abusos más escandalosos pero inherentes al sistema. En este contexto, el lector se dará cuenta de lo impactante que era la propuesta del viajero Alejandro de Humboldt cuando, en 1800, preconizó una abolición gradual de la esclavitud negociada con los propietarios.12
A mediados del siglo XIX, las tentativas de compra de la isla por parte de Estados Unidos así como los tres intentos anexionistas (1848, 1849, 1850) del general Narciso López pusieron de relieve las contradicciones de las élites cubanas y las ambiciones de Estados Unidos respecto a Cuba. El fracaso del general y su ejecución en 1851 no logró ocultar el hecho de que sus tentativas de apoderarse de la isla fueran respaldadas por un grupo de criollos cubanos involucrados en el Club de La Habana. Algunos las apoyaron, tal fue el caso de Cirilo Villaverde, por odio al régimen colonial español culpable de tiranía, y otros, por considerar que la anexión facilitaría el acceso a un vasto mercado y constituiría una garantía de mantenimiento de la esclavitud. Pero frente al movimiento anexionista, los intelectuales no fueron unánimes, José Antonio Saco, por ejemplo, denunció el peligro de «anglosajonar» la isla13 y el capitán general de la época, Federico Roncali, llegó a pensar que la emancipación de los esclavos sería el mejor remedio para acabar con el anexionismo.14 Bien se ve, en este caso, que la esclavitud había provocado una fractura profunda entre las élites.15
A pesar de las prohibiciones y de la presión inglesa, la trata ilegal se mantuvo hasta la década de los setenta. Pero a medida que iba bajando su importancia se planteaba cada vez más el problema de la esclavitud que vino a vincularse al ideario independentista y a las reivindicaciones de igualdad para todos los ciudadanos. La situación se radicalizó con el Grito de Yara, en 1868, y con la actuación de Carlos Manuel de Céspedes durante la Guerra de los Diez Años (1868-1878). Para la metrópoli, la vinculación de las exigencias independentistas con la abolición de la esclavitud era peligrosa ya que reforzaba las bases del movimiento revolucionario facilitando la incorporación de los negros a la insurrección. Deseando la pacificación de la isla, la metrópoli no tuvo otro remedio que hacer concesiones. En el Pacto de Zanjón (1878), la Corona tuvo que aceptar que los esclavos y colonos chinos, que hubieran peleado en las tropas insurrectas, quedaran en libertad.
El grupo de los anti-abolicionistas intentó frenar al máximo la evolución emancipadora, pero la situación era cada día más difícil, debido a que el poderoso vecino esclavista, Estados Unidos, había abolido la esclavitud en 1865. La Ley Moret llamada «de Vientres Libres», promulgada en 1870 y que liberaba a los esclavos nacidos a partir de 1868 y adelante, fue la consecuencia indirecta de la Guerra de Secesión y del cambio ocurrido en la zona. Sin embargo, quedaba mucho por hacer, pues ni la Ley Moret, ni el Pacto de Zanjón (1878) tomaban en cuenta a los esclavos sumisos, ni a los que se habían incorporado a las tropas españolas durante el confl icto. Las contradicciones eran patentes y la situación se volvió ingobernable. 16 De ahí, el Reglamento del Patronato de 1880 que estipulaba la abolición de la esclavitud en Cuba. De manera que la abolición fue de carácter gradual y sólo fue efectiva tras un periodo transitorio de seis años con la promulgación de la Real Orden de 1886. Como vemos, se trataba de una abolición tardía y forzada de larga duración.
Todas estas fases históricas dan las claves que permiten profundizar en la importancia que tuvo el problema de la esclavitud a lo largo del siglo XIX.
El presente estudio se centra en la lexicología vinculada a la esclavitud, o sea, palabras para decir lo trágico del destino de los esclavos. Esta lexicología es abundante y abarca varios campos de investigación: social, agrícola, industrial, artístico y jurídico. Así el «diccionario» se refiere tanto a actores específicos de la sociedad esclavista como a los trabajos en el campo, a las comidas, a la vestimenta, al hábitat, a las enfermedades o a los castigos; incluye también los cultos afrocubanos y formas de vida de los cimarrones.
Esa lexicología está estrechamente ligada a la época con palabras que tuvieron trayectorias particulares y vidas propias; ciertas desaparecieron y otras, al contrario, perduraron a pesar de los cambios sociales. Las palabras en relación con la dieta son las que tuvieron la vida más larga ya que la alimentación de los negros era más o menos la misma que la del pueblo cubano; en cambio, las palabras que nombran a ciertos actores de la sociedad esclavista se «esfumaron» —felizmente— del vocabulario corriente. Tal es el caso del siniestro rancheador o cazador de esclavos fugitivos. Lo mismo ocurrió con los nombres de ciertos castigos o, mejor dicho, de las torturas infligidas a los negros. Así a través de la lexicología, nos adentramos poco a poco en la historia cubana y quizás en sus páginas más negras.
Después, con el transcurso del tiempo, los enunciados —que ya no se usaban— han dejado hoy día de comprenderse y, por lo tanto, nos pareció importante definirlos, darles nueva vida a través de los documentos y fuentes de la época. Para mantener el hilo cronológico por lo menos en el siglo XIX, indicamos los principales sucesos revolucionarios así como las rebeliones negras de importancia. Intentamos además insertar esa lexicología en la vida de la isla citando los refranes y dichos populares más conocidos.
En todo lo posible, procuramos ilustrar los enunciados, bien indicando las pinturas, grabados o litografías existentes sobre el tema, bien citando mayormente testimonios de viajeros a los cuales añadimos los de algunos actores cubanos de la época. A pesar de su interés, no todos los testimonios citados son fidedignos; hay que tomar en cuenta el deseo de las élites de valorizar la modernización de las haciendas y a veces de anticipar la abolición de la esclavitud y los problemas de mano de obra que ésta implicaba. Tal es el caso del hacendado trinitario Justo Germán Cantero (1815-1870)17 que publicó en 1857 Los ingenios, un repertorio ilustrado de los principales ingenios de la isla. Ilusionado por los avances técnicos que proporcionaba la maquinaria importada desde Liverpool y dedicada a la elaboración del azúcar, Cantero no se entretuvo en contar las trágicas condiciones de vida de los negros. Las reformas, que humanizaban el trato de los negros y las nuevas técnicas que mejoraban la elaboración del azúcar con el uso del vapor, sólo fueron aplicadas en unas cuantas haciendas poseedoras de los recursos financieros necesarios. En las demás, la vida cotidiana de los negros seguía sin cambios notables. En este contexto, los testimonios del rancheador Francisco Estévez (1837-1842), del mayordomo Manuel Vázquez y Torre (1837), del inspector de policía en La Habana, José Trujillo (1874-1881), del poeta esclavo Juan Francisco Manzano (1800-1853), del esclavo cimarrón Esteban Montejo (cuyas memorias van desde los años 1860 hasta 1960) y de los viajeros, hacen contrapunto con las declaraciones de J. G. Cantero y acercan al lector a las realidades concretas de la vida colonial. Además, nuestro estudio informa de las obras de los tres principales pintores forasteros: los franceses Frédéric Mialhe (1838) y Édouard Laplante (1848) así como el español, Víctor Patricio Landaluze (1850), que plasmaron escenas costumbristas, personajes típicos y paisajes de la isla.
Nuestro trabajo consta de dos partes, una primera constituida por el «diccionario negro», consagrado a la lexicología de la esclavitud —más de 230 entradas—; y una segunda parte dedicada a los «testimonios escritos de treinta y nueve viajeros europeos» que estuvieron en la isla en el siglo XIX.18 Ambas partes no sólo están yuxtapuestas, sino que además son interdependientes en la medida en la que la primera trata de dar definiciones objetivas, mientras que la segunda transmite las experiencias personales, emocionales y subjetivas de los viajeros. Pasar de las entradas del diccionario a los extractos de los viajeros confiere mayor sentido y profundidad en la aproximación a los temas tratados, permitiendo una mejor comprensión del conjunto.
De forma voluntaria y cuando ha sido posible, hemos dejado los textos escritos en francés junto con la traducción, en vista del aprendizaje del idioma.
1 Verges, Françoise, La mémoire enchainée. Questions sur l’esclavage, Paris, Albin Michel, 2006, p. 36. La autora considera que la esclavitud es un acto fundador de la sociedad y que, hoy en día, sigue teniendo impacto en las sociedades herederas de la esclavitud y del colonialismo.
2 Pétré-Grenouilleau, Olivier, Qu’est-ce que l’esclavage? Une histoire globale, Paris, Gallimard, 2014, Introducción.
3 Ghorbal, Karim, Réformisme et esclavage à Cuba (1835-1845), Paris, Publibook, col. Terres hispaniques, 2009. Citado por el autor que indica que era una expresión usada por los esclavistas para hablar de un régimen esclavista en el siglo XIX y para oponerse a los idearios de igualdad, p. 19. Aquí, la usamos en otro sentido poniendo de relieve la singularidad del régimen esclavista.
4 La esclavitud había sido abolida en 1837 en la península, Cuba tenía por lo tanto un estatus de excepción.
5 Ghorbal, K., op. cit., p.14.
6 Pétré-Grenouilleau, Olivier, Les traites négrières. Essai d’histoire globale, Paris, Gallimard, 2004, pp. 55 y ss.
7 En 1808, escribió Diezmos que ponía en tela de juicio la economía de plantación por destruir la agricultura de primera necesidad y preconizaba la diversificación de las producciones agrícolas.
8 Vigoroso polemista de su época, José Antonio Saco descartaba los movimientos revolucionarios armados que causarían la ruina de la isla pero abogaba por la supresión del tráfico de esclavos africanos en la isla de Cuba. Murió en Paris en 1879 y dejó Papeles que fueron publicados en tres volúmenes después de su muerte. Cabe mencionar una Historia de la esclavitud, un estudio titulado Los Chinos en Cuba y otro sobre La vagancia en Cuba.
9 Ghorbal, K., op. cit., p. 79.
10 Ibid., p.30.
11 Ibid., p. 79.
12 Humboldt, Alejandro de, Ensayo político sobre la isla de Cuba, La Habana, Fundación Ortiz, 1998, cap. VII, «De la esclavitud», p. 215.
13 Sevillano Castillo, Rosa, Ideas de José Antonio Saco sobre la incorporación de Cuba en los Estados Unidos, publicación del Archivo Histórico Nacional, España (http://revistas.ucm.es/index.php/QUCE/article/viewFile/QUCE8686120211A/1803). El autor menciona el epitafio que Saco escribió para su propia tumba: «Aquí yace José Antonio Saco que no fue anexionista porque fue más cubano que todos los anexionistas», p. 212.
14 Ibid., p. 225. Se trata de una carta del 29 de septiembre de 1848 dirigida a las autoridades peninsulares.
15 Entre el despotismo del régimen social y la presión del sistema esclavista, algunos intelectuales liberales de la época no vieron otra salida que la incorporación a Estados Unidos para poder disfrutar de la libertad política.
16 Portuondo del Prado, Fernando, Historia de Cuba, La Habana, Editorial Pueblos y Educación, 2000, cap. XXIV, p. 464.
17 Justo Germán Cantero era médico, pianista compositor y poeta. Vinculado a los Borrell y riquísimo, Cantero poseía tres ingenios en el valle de Trinidad: el de Buena Vista, La Caridad y el ingenio Güinía de Soto.
Este último contaba con 400 esclavos, máquinas de vapor inglesas y una represa que suministraba el agua necesaria. En 1857, publicó Los ingenios en colaboración con el francés Eduardo Laplante, que realizó las láminas panorámicas de los diversos ingenios. Esta obra lujosa fue dedicada a la Real Junta de Fomento. Dueño de una imprenta, era también desde 1851, el director del periódico El Correo. Hoy día, se puede visitar el museo del Palacio Cantero en Trinidad.
18 No hemos considerado los relatos de los numerosos anglosajones que visitaron Cuba ya que el gobierno británico había prohibido la trata a principios de siglo —1807—, y la presión inglesa a favor de la abolición era en la segunda mitad del siglo XIX casi unánime. Por otro lado, sabemos que hubo gran cantidad de europeos que fueron a Cuba para desarrollar algún negocio o empezar una nueva vida. No los tomamos en cuenta por ser emigrantes y no viajeros deseosos de dejar un testimonio escrito. Presentamos los viajeros y los extractos de sus obras de forma cronológica, según las fechas de estancia en Cuba.
Breve encuadre geográfico y administrativo de Cuba
El archipiélago cubano
Al hablar de Cuba como Estado, el lector suele pensar únicamente en la isla de Cuba, la mayor de las Antillas. En realidad, el país se compone de la isla de Cuba, propiamente dicha, la isla de la Juventud (antigua isla de los Pinos) y un cinturón de arrecifes de más de 4 195 islotes o cayos. La superficie de Cuba, incluidos los islotes, es de 110 860 km2 de los cuales la isla de Cuba representa el 95 %, lo que supone la mayor parte del territorio cubano. La isla de la Juventud situada al suroeste tiene, por su parte, una superficie de 2 200 km2.
La isla de Cuba
Cuba mide 1 200 km de largo con 5 746 km de costa, mientras que cuenta solamente con 31 km de ancho en su punto más estrecho. La anchura media suele ser de 100 km. Por su configuración alargada, los cubanos siguiendo al poeta Nicolás Guillén, la llaman «el cocodrilo verde». El relieve está formado por altiplanos y llanuras de una altitud media de 100 metros; sin embargo, tres sierras la modelan en el interior: la cordillera de los Órganos al oeste, con sus típicos mogotes de roca caliza; la Sierra Maestra al este, con el pico más elevado de la isla, el Turquino, con 1 974 metros de altura, y por fin, el macizo del Escambray, en el centro, con el pico San Juan y sus 1 156 metros.
Una posición estratégica
Situado en el extremo occidental de las Grandes Antillas al cual pertenece el archipiélago cubano, tiene una latitud norte de 23° 17 en su extremo septentrional y una latitud de 19° 49 en su punto meridional. Estos datos geográficos le aseguran un clima subtropical temperado por los alisios. Cuba goza de un clima caluroso todo el año con dos estaciones: una seca (en invierno) y otra húmeda con lluvias abundantes (en verano). A partir del mes de agosto y hasta octubre es cuando pueden producirse huracanes con vientos violentos, relámpagos y granizo que causan terribles daños. Además, los datos geográficos confieren a la isla una posición central en el golfo de México. Más precisamente, Cuba está ubicada en la confluencia del océano Atlántico, del mar Caribe y de las aguas del golfo de México. De hecho, esta isla se encuentra a unos 180 km de Florida, a 210 km de Yucatán (México), a 146 km de Jamaica, a 77 km de Haití y a 140 km de las islas Bahamas. Su posición central le permite controlar la navegación en el Caribe aprovechando las fosas marítimas de la región (fosa de Puerto Rico, 8 605 m) y las corrientes marinas como la corriente del Golfo (Gulf Stream) que baña la isla al norte con sus aguas cálidas.
Desde la conquista española, Cuba no cesó de ser una plataforma hacia el continente americano constituyendo una base primordial para las diversas operaciones militares. En el transcurso de los siglos y a inicios del siglo XIX, la posición estratégica de Cuba desencadenó el interés y la codicia de las grandes potencias de la época. En primer lugar, Inglaterra que ambicionaba controlar el comercio marítimo mundial para exportar sus productos industriales a las colonias iberoamericanas y, en segundo lugar, los Estados Unidos que veían Cuba a la vez como una amenaza para su seguridad y como una oportunidad en caso de conquista. La piedra angular del conflicto se cristalizó en torno a la esclavitud, que seguía vigente en la isla a pesar del peso de los movimientos abolicionistas en las demás naciones. Ambas potencias anglosajonas presionaban a España, bien para abolir la esclavitud, bien para comprar la isla y, por lo tanto, ejercían una intromisión en la política interior de la Corona española. Así la esclavitud no fue solamente un problema cubano sino que tomó, en el transcurso del siglo XIX, una dimensión internacional. La situación geográfica que la posicionaba como «portera» y «guardiana» del Caribe agudizó aún más las tensiones.
Cuba, guardiana del Caribe
Por su proximidad con las costas del continente americano, Cuba ocupaba el papel de puente y era vista como una base cómoda para toda clase de intervención. Su posición estratégica aparece simbolizada en el escudo nacional tal como se estableció a mediados del siglo XIX. He aquí su descripción de forma oficial que pone de relieve el símbolo de la llave que puede abrir o cerrar el Caribe:
Este escudo tiene la forma de una adarga ojival, y está dividido hacia los dos tercios de su altura donde lo remata una línea horizontal. En su parte superior, la principal, se observa un mar a cuyos lados se ven dos porciones terrestres y una llave central con su palanca hacia abajo. Estos elementos simbolizan la importancia geográfica y política de CUBA. La llave representa la entrada del Golfo de México y las significaciones terrestres son de izquierda a derecha, el Cabo Sable en la Florida y el Cabo Catoche en México. Al fondo, el sol aparece semi-hundido en el horizonte, denotando su calor tropical. El cuartel inferior izquierdo, representa la división de la Isla, o sea los Departamentos en que estaba dividida en esos momentos, representándolos con tres franjas azul turquí. Dos blancas, que exponen la pureza de sus patriotas, intercaladas entre las tres azules, cierran el contenido del compartimiento. En el cuartel inferior derecho se yergue una palma real como símbolo de la lozanía y fertilidad de su privilegiado suelo, así como haciendo la exposición de que ha sido el más útil de los árboles a través de la historia de dicho país. Al fondo, en su retaguardia, aparecen dos montañas y ligeros celajes enmarcan el paisaje. A manera de soporte, un haz de varas, asomado por debajo del vértice de la ojiva y aparecido después por la parte superior y central del eje del escudo, aparece un gorro frigio en el que se incrusta una estrella pentagonal. El haz de leñas indica la unión de los cubanos; la estrella, la máxima expresión de libertad. Termina la ornamentación del escudo, siempre visto de frente, de izquierda a derecha, con una rama de encina, que representa la paz, y otra de laurel, que representa la victoria ladeando el contorno del mismo.1
Diseñado por Miguel Teurbe Tolón en 1849, ese escudo fue utilizado por el general anexionista Narciso López para sellar los despachos y bonos emitidos entre 1850 y 1851.
La simbólica del diseño muestra a las claras, el interés —o el peligro— que Cuba podía representar para las potencias extranjeras de la época. Con la creciente importancia del comercio internacional, la posición de Cuba en el Caribe avivó las tensiones con los ingleses y los norteamericanos que vieron en la isla la plataforma ideal para desarrollar su influencia en la zona. Abrir nuevos mercados para sus productos manufacturados, controlar parte de la producción del azúcar a través del comercio internacional formaban parte de sus planes, al mismo tiempo que los ingleses ejercían una presión a favor de la liberación de los esclavos cubanos. Situada lejos de la metrópoli y gestionada por una administración colonial tiránica, a veces corrupta; resultaba muy difícil para Cuba resistir a tales presiones.
Administración de la Capitanía General de Cuba en el siglo XIX
El capitán general, gobernador de la isla
Era un militar distinguido, cuyos poderes considerables abarcaban al gobierno, la justicia y la hacienda, tenía un alto rango social. En caso de disturbios o de peligro, sus prerrogativas se volvían omnímodas. La Corona solía otorgar el puesto a militares españoles de carrera y con experiencia, pero no fijaba de antemano la duración del mandato que era generalmente de tres o cuatro años. Ciertos mandos, sin embargo, no duraron más que algunos meses, tal fue el caso en 1853 para el marqués de la Pezuela. En cambio, otros gobernadores ocuparon el cargo en dos o tres ocasiones, como el general Gutiérrez de la Concha que estuvo en las tres etapas siguientes: 1850-1852, 1854-1859 y 1874-1875.
Figura clave del gobierno de la isla, el capitán general, que residía en su palacio de La Habana, era temido, capaz en ciertos periodos de gobernar con mano dura. Miguel Tacón y Rosique (1834-1838) y Leopoldo O’Donnell (1844-1848), en particular, tuvieron fama de autoritarios y corruptos. Durante la época colonial numerosos gobernadores fueron acusados de obtener beneficios ilícitos del cargo. Se sabe que el general Tacón se enriqueció con los cargamentos de negros que entraban fraudulentamente en el puerto de La Habana; pasó lo mismo con el general Joaquín Ezpeleta (1838-1840) que encubrió la introducción de miles de negros africanos. De hecho, y sin hablar siempre de corrupción, los problemas de la trata, primero, y el de la abolición, en segundo lugar, complicaron el gobierno de numerosos capitanes generales. Deseosos como militares de defender la isla contra las ambiciones extranjeras debían, como funcionarios de alto rango, respetar los tratados firmados por la Corona que prohibían la deportación de negros. Al mismo tiempo, la protección de los intereses económicos locales les conducía a hacer la vista gorda en materia de trata ilegal. «Obedezco y no cumplo» fue la divisa de algunos capitanes generales durante la primera mitad del siglo XIX.
La influencia de los capitanes generales fue muy variable según los periodos políticos ya que no tuvieron el mismo poder durante la monarquía absoluta de Fernando VII (1814-1820) que durante las épocas constitucionales (1820-1830) o el Reformismo (1848-1868). A la arrogancia y el conservadurismo de Miguel Tacón y Rosique o de Leopoldo O’Donnell, se puede oponer la figura tolerante del general Francisco Serrano. Nombrado en 1859, Serrano intentó gobernar con amplitud de miras y atraer a los naturales de Cuba a través de una política de apertura. Así, según las épocas, al conservadurismo autoritario de algunos capitanes generales sucedían gobernantes más o menos moderados.
La política cubana fue tributaria de la lejanía de la metrópoli, del absolutismo de Fernando VII, de las guerras carlistas y de los disturbios políticos del siglo que marcaron la época. En el transcurso del siglo XIX, asistimos a un divorcio entre la sociedad civil cubana y el gobierno colonial encarnado por el capitán general culpable, a sus ojos, de mantener la isla bajo un régimen tiránico y atrasado.
La administración local, departamentos, jurisdicciones y partidos
Después de la cesión de la Florida a Estados Unidos en 1819, Cuba fue dividida, en 1827, en tres departamentos administrativos. El departamento occidental con su capital, La Habana, el departamento central con capital administrativa en Puerto Príncipe (actual Camagüey) y el departamento oriental con capital en Santiago de Cuba. Esa división administrativa perduró hasta el año 1853, cuando las autoridades decidieron la desaparición del departamento central cuyo territorio pasó al departamento occidental. A partir de esta fecha, la isla no constaba más que dos departamentos divididos en 32 jurisdicciones. Mientras tanto, la población no cesó de aumentar: de algo más de un millón de habitantes en 1841 pasó a alcanzar un millón cuatrocientos mil habitantes en 1861.2
Tales jurisdicciones estaban divididas en partidos cuyo número variaba según la extensión y la población de la provincia. Así, en 1855, la jurisdicción de Bahía Honda constaba de tres partidos mientras que la de Matanzas constaba de siete y la Güines de nueve.3 Los capitanes de partidos o jueces pedáneos eran funcionarios que gobernaban los partidos a nivel local con poderes de policía y de justicia. Debido al relieve accidentado de la isla y a los pocos recursos, resultaba difícil mantener la seguridad en ciertos partidos expuestos al bandolerismo y a los estragos de los cimarrones. En esos casos, las intervenciones de los rancheadores4 y del ejército eran frecuentes. Sin salarios fijos y sin muchas perspectivas de carrera, los jueces pedáneos tenían fama de corruptos.
En 1878, después de la Guerra de los Diez Años, las autoridades coloniales que habían firmado el Pacto de Zanjón, dividieron la isla en seis provincias administrativas; es decir: Pinar del Río, La Habana, Matanzas, Santa Clara, Puerto Príncipe y Santiago de Cuba, con los mismos nombres que sus capitales. La reforma cubana pretendía enmarcarse en la división territorial de la metrópoli y facilitar las elecciones de los diputados a las Cortes.5
De una manera general, la administración colonial —en particular los funcionarios locales de las provincias— tuvo mala fama y no respondió a las demandas de eficacia y de modernización de las élites. Por lo tanto, el desfase se hizo cada vez más profundo entre las aspiraciones de ciertas capas de la sociedad y el régimen colonial vigente.
1 Texto sacado de Internet: <banderacubana.com/ina/escudo.htm>.
2 Portuondo del Prado, Fernando, Historia de Cuba, La Habana, Editorial Pueblos y Educación, 2000. La cifra resulta del censo de 1861 y «no cambió mucho en los años siguientes. […] tres cuartos de millón eran blancos y más de medio millón, negros. Las tres quintas partes de los negros eran esclavos» (cap. XXIII, p. 275).
3 Cantero, Justo, Los ingenios. Colección de vistas de los principales ingenios de azúcar de la isla de Cuba (1857), ed. Luis Miguel García Mora y Antonio Santamaría García, Madrid, CSIC/ Doce Calles, 2005, pp. 299-328.
4 Rancheador, cazador de esclavos fugitivos. Ver el diccionario.
5 <http://Wikipedia.org/wiki/Historia_territoral_de_Cuba>.
Diccionario negro de Cuba
Palabras y testimonios del siglo XIX
Con sangre se hace el azúcar.
Refrán cubano
Abakuás o ñáñigos. Sociedades secretas afrocubanas de carácter mágicoreligioso, fundadas hacia 1836 por esclavos de origen carabalí, de Nigeria del sur, que trabajaban como obreros del puerto de La Habana, cerca del pueblo de Regla. Aunque en sus comienzos sólo se admitía negros, al pasar los años se permitió la entrada de mulatos, blancos y chinos. Estas sociedades secretas existían en el Sáhara del sur; sus propósitos eran económicos, religiosos y de ayuda mutua. Realizaban ceremonias particulares con fetiches y bailes con instrumentos musicales entre los que destacaban los tambores, considerados como la morada de los espíritus. Todas sus ceremonias tienen una liturgia bien establecida que les sirve para contactar con el más allá y con sus antepasados africanos. Se autofinancian gracias a cuotas y colectas recaudadas entre sus miembros. Sólo admiten hombres y sus miembros se llamaban ñáñigos o arrastrados. El término ñáñigo significa diablo y representa la personificación de un espíritu de ultratumba. La entidad a la que adoran es Ekué. En sus ceremonias tienen que respetar un tiempo de purificación. El personaje principal es un enmascarado o encapuchado denominado diablito que baila al son del tambor. Frente al altar se hacen ofrendas de animales sacrificados, frutas, piedras, yerbas, incienso y aguardiente. Salen a bailar, tocar el tambor por las calles y pedir el aguinaldo el Día de Reyes. La Sociedad ubicada en Regla es la «madre» de todas las que funcionarían posteriormente en Cuba y se le reconoce una gran influencia en la danza, el habla popular, las artes plásticas y, por supuesto, la música. Estas sociedades se volvieron sospechosas a los ojos de las autoridades, que temían las rebeliones de esclavos, por ello fueron prohibidas en 1876. No por eso cesaron de existir, aunque de forma clandestina. Actualmente existirían unos 40 templos en Cuba.
Testimonio de José Trujillo y Monagas, inspector de policía en La Habana en los años 1874-1881:1 Los carabalíes Apapá son los verdaderos ñáñigos y los primeros que han venido a este país procedentes de África, vistiendo el traje usado por los ñáñigos, cuyo nombre adoptaron los negros criollos después que se constituyeron en una sociedad particular, porque su verdadero nombre en caribalí es ñanguitua… El primer juego se formó en Regla y se le puso por nombre Acabatón, siendo los fundadores varios esclavos de una señora rica, que vivía en La Habana. Este juego lo juraron los carabalíes Apapá; una como estos negros tenían odio a los blancos, no quisieron que ningún mulato ingresara en la sociedad, porque decían tenían la sangre ligada con aquéllos, no siendo, por tanto de pura sangre como el negro… (José Trujillo y Monagas, Los criminales de Cuba, Madrid, Ediciones Idea, 2006, pp. 264-265).
Leer: Alejo Carpentier, Écue-Yamba-Ó, Barcelona, Bruguera, col. Libro Amigo, 1980 (1.ª ed., 1933). Novela afrocubana que relata la iniciación a una sociedad secreta de ñáñigos, según el glosario de Alejo Carpentier, Yamba-Ó quiere decir en dialecto ñáñigo: ¡Loado seas!
Expresión cubana: Saber lengua que significa conocer el dialecto ñáñigo, según Alejo Carpentier (ibid., p. 210).
Abolición de la esclavitud (1886). En la metrópoli se había acordado la abolición legal de la esclavitud en 1837, pero se había excluido a Cuba y a Puerto Rico ya que, en ambas islas, había que satisfacer las necesidades económicas de los hacendados. La abolición se hizo en tres etapas: la primera fue en 1870 cuando la Ley Moret* declaró libres a los que nacieran a partir de esa fecha y a aquellos que fueran mayores de 60 años. La segunda fue en 1880 con el Reglamento del Patronato decretado por las Cortes y sancionado por el rey Alfonso XII, siendo ministro de ultramar José Elduayen. Representó ciertas mejoras en el tratamiento de la mano de obra negra; sin embargo, las condiciones de vida seguían siendo muy parecidas a las del esclavo. Hubo que esperar la tercera etapa, la del año 1886, para que la regente María Cristina firmara una Real Orden poniendo fin a los patronatos y aboliendo definitivamente la esclavitud tras un periodo transitorio.
Algunas fechas: La esclavitud fue abolida en 1833 en los territorios ingleses, en 1848 en las colonias francesas, en 1851 en Perú, en 1865 en Estados Unidos y en 1888 en Brasil.
Abolición de la trata. Desde principios del siglo XIX se planteó el problema de la abolición de la trata; Inglaterra fue la primera en abolirla en 1807, seguida el mismo año por Estados Unidos. En el Congreso internacional de Viena en 1815, Gran Bretaña presionó a todos los países, y en particular a España, para que terminara con la trata de esclavos africanos deportados a Cuba. En 1817, ambos países firmaron un primer acuerdo donde manifestaban finalizar definitivamente con la deportación de esclavos desde África en el año 1820. Hubo luego otro tratado, firmado en 1835. A pesar de estos dos tratados, los convenios no llegaron a aplicarse en Cuba ya que la abolición de la trata chocaba con los intereses de los grandes propietarios de ingenios que necesitaban mano de obra. Estuvo vigente de forma ilegal hasta la década de los setenta.
Precisión: La isla empezó a recibir esclavos nacidos y criados en hogares españoles cristianos allá por 1512, eran negros ladinos. En décadas posteriores se enviaron esclavos procedentes de África. En 1535 había unos 1 000 esclavos africanos en la región de Santiago de Cuba. Según diversas estadísticas de la época, el número de esclavos varía mucho de unos años a otros. En 1800 entraron unos 35 000; en 1820 llegaron algo más de 100 000; en 1840 se alcanzó la mayor cifra con 135 000; en 1860 se descendió a 70 000 negros; y en la década de 1870 la cantidad siguió bajando hasta menos de 20 000. La trata occidental perduró durante tres siglos y los historiadores evalúan en unos 11 millones los negros deportados. En cuanto a las Antillas españolas, llegaron más de tres millones de esclavos entre 1800 y 1867.
Testimonio de Jacinto Salas y Quiroga (1840): Sabido es, y el mundo lo oye con escándalo, que, llevados con costumbre antigua y de la más sórdida avaricia, varios traficantes ocupan sus bajeles en arrebatar al Africa sus pobladores para arrastrarlos como vil objeto a los mercados occidentales. Sabido es que el gobierno español ha patrocinado este abuso a la par que otros gobiernos de Europa, escarmentados con los desastres de Santo Domingo… (Viages de D. Jacinto de Salas y Quiroga. Isla de Cuba, edición facsimilar, Santiago de Compostela, Universidad de Compostela, 2006, cap. XVIII, p. 145)
Testimonio de Jean-Jacques Ampère (1852): La traite, interdite par la loi se fait notoirement à Cuba. La plupart des gouverneurs qui ont précédé le général Concha la toléraient sauf à se faire donner une ou deux once d’or par tête de nègres introduits, tandis qu’on en donnait autant à d’autres fonctionnaires. Le gouvernement Concha a repoussé cet odieux marché; il a prévenu les traitants qu’ils eussent à bien prendre leurs mesures, car si l’importation d’esclaves noirs dans l’île venait à sa connaissance, il sévirait (Promenade en Amérique, États-Unis, Cuba, Mexique par J.-J. Ampère de l’Académie française, Paris, Michel Lévi Frères, Libraires Éditeurs, 1856, vol. II, cap. XI, pp. 200-201).
Traducción: La trata, prohibida por la ley se hace de forma notoria en Cuba. La mayor parte de los gobernadores que precedieron al general Concha la toleraban a condición de que les dieran una o dos onzas de oro por cabeza de negro introducido, a la vez que se les daba otras tantas a otros funcionarios. El gobierno de Concha ha rechazado este odioso mercado; ha prevenido a los tratantes que tengan a bien tomar sus medias porque si la importación de esclavos negros en la isla llegaba a sus oídos, castigaría con rigor.
Ahorramiento. Sinónimo de manumisión o coartación. Es la liberación del esclavo gracias al pago que éste hace a su dueño por un precio variable. Muchas veces el esclavo ganaba su libertad ejerciendo una actividad en algún centro urbano, bien como vendedor ambulante, bien como artesano. La tasa de manumisión era variable, pero siempre más elevada para el esclavo criollo*2 que para el negro bozal.* La proporción de liberados mediante el pago representaba el 74 % de las manumisiones en La Habana a principios del XVII, y el 80 % en el siglo XVIII. La manumisión ocurría también a la muerte del propietario que podía decidir liberar a algunos de sus esclavos por testamento. Por otra parte, existía el sistema de la coartación que permitía al esclavo coartado comprar su libertad mediante pagos parciales, es decir, a plazos. Los libres o emancipados, a los que llamaban negros horros*, eran numerosos en los centros urbanos.3 Las autoridades desconfiaban de ellos a causa de su participación en numerosas revueltas antiesclavistas.
Testimonio de Alejandro de Humboldt (1800): La mejora progresiva de estado, aun en la casta servil, hace concebir cómo en la isla de Cuba, el lujo de los amos y la posibilidad de la ganancia por medio del trabajo han podido atraer a las ciudades más de 80 000 esclavos; cómo la manumisión favorecida por la sabiduría de las leyes ha podido ser de tal modo activa, que ha producido, sin pasar de la época actual, más de 130 000 libres de color (Alejandro de Humboldt, Ensayo político sobre la isla de Cuba, estudio introductorio de Miguel Ángel Puig-Samper, Consuelo Naranjo Orovio, Armando García González, Madrid/ Valladolid, Ediciones Doce Calles/Junta de Castilla León, 1998, cap. VII, p. 302).
Testimonio de Fredrika Bremer (carta XXXIII, Matanzas, 1 de marzo de 1851): Aquí los esclavos pueden comprar su libertad por un precio fijo por la ley en quinientos dólares, y existen jueces (síndicos) para proteger los derechos de los esclavos. Aquí, una madre puede comprar la libertad de su hijo antes de su nacimiento por quince dólares, y después de nacido, por el doble de la suma… Medios para ganar dinero los tienen los negros aquí, por lo menos en las ciudades, mucho más que en los estados esclavistas de Norteamérica; como hombres libres pueden dedicarse al comercio, arrendar la tierra, practicar la agricultura y otros oficios; y muchos negros libres adquieren fortuna, especialmente por medio del comercio (Cartas desde Cuba, traducción de Matilde Goulard de Wetberg, La Habana, Editorial Arte y Literatura, 1981, p. 74).
Ajiaco. Plato típico cubano a base de caldo de verduras con carne de cerdo o de res. Según la interpretación de Fernando Ortiz, el ajiaco criollo simboliza la formación mestiza del pueblo cubano por estar compuesto de ingredientes de diversa procedencia y género.
Testimonio de Antonio del Rosal y Vázquez Mondragón (1873): El capitán de partido nos separó de las tortas para ofrecernos un «agiaco» [sic]; pero no un «agiaquillo» cualquiera, sino un «agiaco» con carne de puerco, y de vaca, y… ¡qué sé yo! ¡la mar!4 (En la manigua: diario de mi cautiverio, Madrid, Imprenta del Indicador de los Caminos de Hierro, 1879, cap. XXI, p. 232).
Almacenes de Regla. Depósitos acondicionados con ventilación para almacenar las cajas de azúcar antes de embarcarlas en los buques. El desarrollo del cultivo de la caña y el aumento constante de la producción azucarera, durante la primera mitad del siglo XIX, hicieron necesarias tales construcciones. En 1843, una compañía anónima construyó el primer edificio en el puerto de Regla; una segunda compañía se estableció allí en 1850. Posteriormente, ambas firmas se unieron para formar la Compañía de Almacenes en 1854. Uno de sus objetivos era adelantar dinero, a precios módicos, sobre los azúcares depositados en sus almacenes. Según G. Cantero, en el año 1853 se habrían depositado 180 000 cajas de azúcar en dichos almacenes.
Ama de leche. Nodriza, o sea, esclava negra que habiendo parido al mismo tiempo que su ama, se ocupaba de amamantar a ambos bebés. A pesar de ser negra y esclava, la nodriza gozaba en casa de sus amos de una posición de predilección. La condesa de Merlin tuvo un hermano de leche negro al que vio durante su viaje en La Habana.