«Las cosas simples son las más extraordinarias y sólo los sabios consiguen verlas», según Paulo Coelho. El agua contenida en recipientes cerámicos se enfría gracias al efecto térmico que se produce al evaporarse a través de sus poros. Dos profesores de Química de la Universidad Politécnica de Madrid, desarrollaron un modelo matemático para descifrar la capacidad refrigeradora de los botijos: «Descubrimos que esta obra magna de ingeniería rudimentaria no es un artefacto simple».
Por mi parte, también he realizado una búsqueda compleja sobre el «Fútbol simple». Ya Cruyff nos dejó su impronta: «Jugar al fútbol es muy sencillo, pero jugar un fútbol sencillo es la cosa más difícil que hay». El gol no tiene cánones concretos de cómo conseguirlo, unas veces será de jugada en paredes, otras de regates dentro del área, las menos de remates a la primera. Si viene al caso, el fútbol simple también permitirá goles de puntera… Joaquín Diloldan en «Genios del Fútbol» se regodea: «Quizás podamos reconciliar lo popular con lo complejo, esa es la esencia del fútbol. Un deporte fácil de ver y sencillo de entender pero que encierra complejidades insospechadas y cierta magia imprevisible».
Eric Hoffer, «No es nada sencillo entender lo simple». Aunque Di Stéfano sí fue clarividente: «Cuando llegué al Madrid, había que jugar con el ariete en punta. A mí no me gustaba porque a veces no hay jugadores para eso. Porque aquí cuando los defensas marcaban al delantero centro lo marcaban a muerte. Uno encima y el otro a la espera». (…) «Alrededor del fútbol se exagera todo… Ahora se habla mucho. Hay mucha poesía, mucha novela…Para la táctica lo único que necesitas es tener a tres o cuatro tíos dentro del campo que sepan lo que es un equipo».
«No se equivoquen: la sencillez sólo se logra a través del trabajo duro», según Clarice Lispector. Mientras, Mario Benedetti confirma que «Cuando uno es sencillo (en su habla, en sus actos, incluso en su poesía) corre el incómodo riesgo de ser tomado por tonto». Y Brancusi remató: «La simplicidad es la complejidad resuelta». Casi como se consigue el agua fresca de un botijo…
Fútbol simple
© 2020, Manuel Rodríguez García. MAROGAR
© 2020, Ushuaia Ediciones
EDIPRO, S.C.P.
Carretera de Rocafort 113
43427 Conesa
info@ushuaiaediciones.es
ISBN edición ebook: 978-84-16496-55-6
ISBN edición papel: 978-84-16496-54-9
Primera edición: enero de 2020
Diseño y maquetación: Dondesea, servicios editoriales
Ilustración de cubierta: © BrAt82 y nito / Shutterstock.com
Todos los derechos reservados.
www.ushuaiaediciones.es
Preámbulo
Introducción
1. Dios, el ser humano y el botijo
2. Botijo argárico de Beniaján
3. La meca del botijo
4. Botijos para el Siglo XXI
5. Botijos para refrescar a la Selección
6. Feria de «Botijeros» en Tejares. (Salamanca)
7. Notas simples de fútbol, a modo de Epílogo
El autor
Una vez dirigí, en Caja Duero,
a un equipo de informáticos,
liderados por Antolín Sendín y Sergio García,
quienes desarrollaron eficientes Sistemas de Información institucionales.
Aquellos hombres supieron evolucionar unos Sistemas complejos,
orientándolos a la satisfacción de clientes y compañeros,
con pocos medios, mucha exigencia y escasas muestras de gratitud.
El modelo se creó con la filosofía simple del botijo:
«Hagamos las cosas sencillas que, con el tiempo, ya se complicarán».
Mi reconocimiento infinito.
El autor
En mi anterior libro, «Fútbol: Una pugna indescifrable», venía a concretar que «Jugar al fútbol es muy simple, pero jugar un fútbol simple es la cosa más difícil que existe» como dijera, acertadamente, Johan Cruyff. Aunque, para fútbol sencillo cuando lo jugábamos en la calle sin reglamentos; sin medidas obligatorias; sin directivos; sin periodistas; sin árbitros; sin seguidores; sin postes ni largueros rígidos; sin entrenadores… De hecho, los equipos siempre se formaban «eligiendo a pasos» entre los dos capitanes, recorriendo (puntera-talón) una distancia razonable hasta pisar el pie del otro capitán que llegaba enfrente de ti, paso a paso… El capitán del equipo «A» elegía a uno de los participantes porque había pisado pie el primero de los dos; a continuación, el otro capitán del equipo «B» elegía al suyo, y así alternativamente hasta completar los dos equipos, no necesariamente de once jugadores. Todo natural, todo consensuado, todo muy simple…
También escribí en «Evidencias y paradojas del fútbol» sobre «Niños y «simplejidad» del fútbol», allá por enero de 2011, como fusión de «simplicidad» y «complejidad», indagando el por qué las cosas simples se pueden volver complicadas y las complejas pueden llegar a ser sencillas. Ya me hacía esta pregunta que sigue sin respuesta: «¿Por qué los malos equipos de fútbol ganan (a veces) y los buenos equipos pierden (a veces)?» Mientras que Pau Martí aseguró: «El fútbol, en su calidad de deporte colectivo, es complejidad al 100%». Hasta el punto de que se perdió el «fair play» de cuando jugábamos de niños ya que este deporte perdió por el camino parte de su inocencia… El citado Pau Martí escribió: «Siguiendo las teorías de la Complejidad y los Sistemas Dinámicos, el fútbol (y el futbolista) es un sistema complejo donde todas las partes forman parte del todo y el todo es condicionado y condiciona todas las partes».
En la peculiar grandeza del fútbol simple me acuerdo de Richard Branson: «La complejidad es tu enemigo. Lo difícil es mantener las cosas simples». En aras de un fútbol sencillo, no puedo sustraerme a textos como los del libro «Fútbol y matemáticas», de David Sumpter, con alguna fórmula maravillosa, no necesariamente numérica o geométrica: «La teoría de mi padre sobre el fútbol es muy sencilla: en el fútbol se trata de aprovechar las oportunidades y no cometer errores. Desde su punto de vista, el balón va pasando entre los jugadores, adelante y atrás; a veces cerca de una portería, a veces cerca de la otra. De vez en cuando aparece una oportunidad. Un delantero está en buena posición y un centrocampista del mismo equipo tiene el balón. Un pase atraviesa la defensa, que estaba echándose una siestecita. El delantero consigue controlarlo y lo pone donde no lo puede alcanzar el portero. Después se vuelve a sacar de centro y todo el proceso empieza de nuevo. En su opinión, el fútbol se reduce a destellos ocasionales de habilidad por parte del equipo atacante o de mala comunicación por parte de los defensores. El resto es un caos. El análisis televisivo se centra en los actos de «brillantez» y de «genio» de los delanteros, o la «diabólica» y «sorprendente» defensa por parte de los defensores. Toda la discusión gira alrededor de los goles y de los fallos y uno o dos jugadores son identificables como los héroes o los villanos. La táctica se menciona brevemente en forma de la alineación que se muestra al principio del partido, pero se olvida con rapidez, y la atención se centra en las individualidades».
Me encantó una reflexión de Iván Malagón en su libro «Eres un crack», refiriéndose a «El arte de hacer simple lo complejo»: «Hacer que las cosas parezcan complicadas es un acto muy común. Creo que sólo aquel que controla perfectamente la mecánica de un proceso es capaz de simplificarlo. Hace poco leí en un anuncio de relojes una frase que me pareció muy acertada: «To break the rules, you must firss master them»; es decir, para saltarse las reglas, primero tienes que controlarlas como un maestro. Y es que hace falta saber mucho para explicar de una manera concisa y clara aquello que es más complejo. Como ya he dicho anteriormente, los relojes son aparatos que me encantan pues cuanto más complicada es su maquinaria interior, más valor tienen como objeto».
Precisamente, cuando se juega muy bien al fútbol, cuando un equipo funciona, se dice que «marcha como un reloj». También en (w.liderendeportes.com) aparecen nuevos matices: «La definición de complejidad puede ser aquella que dice que es «la cualidad de lo que está compuesto de diversos elementos. En términos generales, tiende a ser utilizada para caracterizar algo con muchas partes que forman un conjunto intrincado y difícil de comprender…»
Por tanto, estén muy atentos a encontrar las mejores fórmulas y más fáciles para entender el máximo de factores del fútbol simple.
Los más sabios del planeta fútbol - seguramente en otras disciplinas se producirán situaciones similares - hacen ostentación de su sapiencia futbolística y nos estampan en la cara, descaradamente, su mensaje burlón: «El fútbol es más simple que el mecanismo de un botijo». Y se quedan tan «panchos» dejándonos un tanto acomplejados.
Mientras, otros abundan en que el fútbol es complejo, muchas veces indescifrable, como lo son las mentes de los futbolistas y entrenadores protagonistas, aunque aún son más impenetrables las mentes de los aficionados y los enfoques variopintos de los medios de comunicación (Sus periodistas especializados son cada vez más forofos de un determinado equipo y de una forma exclusiva de jugar). Por supuesto, los directivos no están libres de culpas.
José Andrés Gómez (ElEspañol, 16. diciembre.2017), nos informó que dos profesores de Química de la Universidad Politécnica de Madrid, desarrollaron un modelo matemático para descifrar la capacidad refrigeradora de los botijos, esos cántaros milenarios que aún funcionan en determinados ámbitos geográficos, sobre todo rurales. «Descubrimos que esta obra magna de ingeniería rudimentaria no es un artefacto simple», dijeron los expertos, como seguramente concretarían sobre el fútbol si se le pudiera aplicar las mismas, o parecidas, ecuaciones diferenciales desarrolladas por los citados profesores. Estos dos pioneros en el estudio «botijero», los profesores Gabriel Pinto y José Ignacio Zubizarreta, demostraron en qué consistía aquello del «mecanismo simple del botijo». Al parecer, el agua contenida en recipientes cerámicos se enfría gracias al efecto térmico que se produce al evaporarse a través de sus poros, «es el mismo proceso físico que se produce con la sudoración en nuestro cuerpo, que aparte de eliminar toxinas sirve para refrescarnos».
Por supuesto, ni todo el gremio de alfareros conocen las esencias del funcionamiento de ese artefacto que ellos moldean con tanto primor a lo largo de sus vidas, igual que ocurriera con sus ancestros por muchos siglos que hubieran transcurrido. Es el mismo pensamiento que tenemos sobre los mejores entrenadores de fútbol, con sus jugadores, que no acaban de desvelar todos los misterios del fútbol que ellos practican. Al fin y al cabo, las virtudes del enfriamiento de los botijos fueron publicadas en la revista estadounidense «Chemical Engineering Education», en 1995. Precisamente, no existe ninguna publicación que desvele con contundencia cómo se practica un fútbol simple, ni el mismo Cruyff en sus distintos pensamientos, en sus distintos escritos, en sus variados libros, ha logrado clarificar los distintos conceptos y existe una imposibilidad práctica de reducir el fútbol a fórmulas matemáticas. Aunque podemos debatir pensamientos, ideas, modelos, estilos, situaciones de amplio espectro que nos lleven a una fórmula sencilla de practicar el fútbol.
Y, aparte otras consideraciones, allí donde no conocen el botijo, es tan difícil dilucidar tanto los fundamentos del enfriamiento del agua como el hecho de tener que beber fluidamente por su «pitorro» mágico. Por tanto, en esta extravagante equivalencia (fútbol simple y botijos) se requieren conocimientos distintivos, en el caso del fútbol los elementos típicos de técnica, táctica, estrategia, mentalidad, biología, medicina, etc.; es un continuo proceso de investigación para mejorar el partido de fútbol con la compaginación de todos los conocimientos disponibles. Al parecer, en el caso de los botijos «las matemáticas que se requieren para resolver estas ecuaciones son bastante avanzadas y se enseñan en los últimos cursos de ingeniería». En el caso del fútbol, ni eso…
Así que la cuestión está planteada, las leyes del botijo para enfriar agua no son tan evidentes ni simples, lo mismo que la manera de jugar al fútbol por cuanto éste siempre fue complejo, pero, si conseguimos hacerlo simple, es que habremos mejorado su desempeño tradicional. Aunque todavía se sigue fomentando la mentalidad de los científicos de la NASA aplicada al mundo del fútbol, por cuanto no existen instrucciones de uso para jugar bien o, al menos, mejor que el contrario. Pero los profesionales siguen soportando la presión externa por cuanto se sigue creyendo que el fútbol debiera ser perfecto al 100%, sin más preámbulos, da igual que el fútbol se ejecute con los pies. Y la cuestión más simple del fútbol podría rezar así: «Los partidos se ganan cuando se juega bien. Los partidos se pierden cuando no se juega bien». ¿Y cómo se juega bien o mal?
Podríamos probar a fichar once jugadores más o menos especialistas en sus puestos, reunirlos, instruirlos con un decálogo de actuación, amenazarlos con multas si no cumplen bien con su desempeño, prometerles incentivos y primas majestuosas para ganar, agitarlos mentalmente antes del partido y durante la temporada, pero todavía estamos en ese «limbo filosófico» de cómo hacer rendir a los equipos de fútbol y que éstos jueguen siempre bien. Pero las ecuaciones de Gabriel Pinto y José Ignacio Zubizarreta para enfriar el agua de un botijo aún no son válidas todavía para jugar bien al fútbol.
Hay otras ciencias aplicadas que deben ponerse a contribución para un mejor desempeño futbolístico. El filósofo británico Simon Critchley nos dijo: «En qué pensamos cuando pensamos en fútbol». Fue interesante conocer sus opiniones: «Pensamos en todo cuando vemos un partido: en el significado de la vida, el espacio, el tiempo, la racionalidad, las emociones, la pasión… Pero, también es un juego en movimiento que disfrutamos. Pensamos y vemos el choque al mismo tiempo… El fútbol es entrenamiento, disciplina, poderío y emociones que pueden convertirse en violencia. Un lugar en el que algo similar a la guerra puede suceder… El fútbol permite a las personas expresarse libremente sobre temas que conocen y les importan. Creen en su equipo y lo defienden… El fútbol es social, un deporte colectivo y colaborativo. Los futbolistas tienen que jugar unidos y compartir todo con sus aficionados. El fútbol es para ellos y existe a la par en su concepto más puro y con todo ese dinero. Es una contradicción»
(…) «El fútbol es una esperanza constante… Es delirante. La gente cree incondicionalmente. Tras la derrota, estás hundido, pero piensas en lo siguiente. Es extraño. ¡Es la religión más antigua del mundo! Antes del monoteísmo, la gente tenía dioses locales y la historia estaba conectada con ellos y con sus lugares. Y el fútbol es así. Es una especie de religión politeísta con dioses y relatos en cada club. A su vez, los hinchas reconocen y respetan a los mitos que no son suyos, que es lo más importante. En el fútbol, la intensidad de la creencia es similar a la religión, pero no requiera exclusividad» (…) «Al mirar el fútbol entramos en un mundo diferente, maravillosamente idiota… ser hincha te obliga a creer en las hadas, a comportarte como un estúpido y a tener un cierto grado de optimismo».
El día 22 de octubre de 2017 jugó el Real Madrid contra el Éibar. En este equipo jugó Takashi Inui, actuando como delantero. Se movió con mucha libertad y gran peligro, en una determinada jugada pareció que Casemiro había tocado al japonés y el árbitro no pitó penalti. En general, todos los medios aseguraban que el penalti era seguro, incluso en la televisión con repeticiones por doquier. Lo fantástico ocurrió al final del partido, el futbolista japonés Inui reconoció que no había existido falta y el propio entrenador Mendilíbar así lo manifestó abiertamente. ¡Qué sencillo es todo cuando se quiere y se es deportista!
Cuando iniciaba mi actividad de entrenador, principio de los años setenta del siglo pasado (qué antiguo suena), tenía diseñadas múltiples jugadas de estrategia a balón parado, sobre el papel dibujábamos cruces, flechas, y movimientos de engaño con participación de muchos jugadores. Todos los entrenadores nobeles quieren presumir de ingenio, diseñan distintos esquemas y ponen un «mote» a cada jugada para que los suyos las identifiquen… El problema práctico era que poníamos a demasiados jugadores en cada libre indirecto y en el momento crucial alguno de los futbolistas «metía la pata» en algún movimiento, lo que daba al traste con la planificación. Poco a poco fui limitando el número de hombres a intervenir, todo se fue simplificando para un mejor entendimiento general. Hasta que llegué a la conclusión práctica de que, teniendo un buen especialista, era suficiente con un hombre que le acompañara incluso para amagar previamente iniciando el engaño; y una «barrera ofensiva» para dificultar la visión del portero contrario, siempre a continuación de la barrera defensiva y un metro por delante de ellos para no tener que forcejear por la ubicación. Pasé de lo complejo a lo sencillo y, a la larga, acabamos metiendo más goles con menos confusiones entre todos.
Por eso me acuerdo de lo que decía Richard Branson: «La complejidad es tu enemigo. Lo difícil es mantener las cosas simples». Jugar fácil es jugar bien. En «La Ignorática y el fútbol» (Editado en 2009) dediqué un capítulo al «Jugar bien». Y allí quedaron plasmadas algunas premisas para entender la situación que se nos plantea: «Jugar bien al fútbol no es jugar bonito, exclusivamente»; «Si hay velocidad y se combina con precisión, si se consiguen goles y se evitan en la portería propia, y además se ganan los partidos… ¿Por qué este fútbol no va a estar bien jugado?»; «…el fútbol bien jugado no le pertenece a ningún jugador en concreto, a ningún estilo definido, a ningún sistema especial ni a ninguna táctica preconcebida. Si se conjugan velocidad y precisión, las dos cosas a la vez, sería la perfección»; «… un equipo nunca será completo si solo maneja el 50% de su potencialidad. Un equipo que sólo sabe atacar no juega bien al fútbol». Es muy preciso este pensamiento: «Una de las leyes naturales del fútbol que más hermoso lo hace, es aquello de que todos necesitan de todos y nadie puede subsistir o triunfar por sí solo».
Por eso mismo me afilio al pensamiento de Dante Panzeri: «Cuando en fútbol se hace lo simple, casi llega a ser innecesario ser habilidoso».