Foca / Investigación / 175
Luis Gonzalo Segura
El Ejército de Vox
Las elecciones del 28 de abril de 2019, y su extensión del 10 de noviembre, pasarán a la historia de España por haber confirmado la presencia parlamentaria de la extrema derecha, pero, además, han permitido establecer por primera vez una relación clara, directa e irrefutable con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado: así lo demuestran la ubicación de bases, comandancias y viviendas militares, y los resultados electorales de Vox en dichos emplazamientos, por encima de los obtenidos en el entorno.
No es que hasta ese momento no hubiera indicios al respecto, pero, aun vistos en su conjunto, podían ser rechazados por casuales por aquellos que, desde políticos hasta periodistas, pasando por académicos o intelectuales, niegan y han negado una y otra vez tal obviedad.
Se ha sido muy renuente a aceptar que existiera una vinculación entre la extrema derecha y las Fuerzas Armadas. Desde las elecciones de 2019, desde la publicación de este libro, será imposible negarlo.
Luis Gonzalo Segura exteniente de las Fuerzas Armadas españolas, de las que fue expulsado en junio de 2015 por denunciar públicamente corrupción, abusos, acosos y privilegios anacrónicos. Colabora de forma habitual con Russia Today y la revista El Jueves, medios en los que cuenta con sección propia. Es autor de El libro negro del Ejército español (2017) y En la guarida de la bestia (2019), así como de las novelas Un paso al frente (2014) y Código rojo (2015).
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NOTA ACLARATORIA
Se hace necesario aclarar dos aspectos con respecto al trabajo desarrollado en el presente trabajo en cuanto a la elección de la sección censal como unidad de trabajo y a la elección de los emplazamientos militares.
En primer lugar, con respecto a la sección electoral como unidad básica para comprobar la influencia de los emplazamientos militares, se la ha seleccionado porque, tal como indica el punto 2 del artículo 23 de la Ley Orgánica 5/1985, de 19 de junio, del régimen electoral general, «Cada Sección incluye un máximo de dos mil electores y un mínimo de quinientos. Cada término municipal cuenta al menos con una Sección». Debido a ello, es la sección electoral el espacio en el que con más claridad puede percibirse la influencia del voto de los distintos emplazamientos militares, porque en el caso de entidades electorales superiores este efecto quedaría claramente diluido.
En segundo lugar, en cuanto a los emplazamientos militares, con la intención de seleccionar aquellos de mayor tamaño y que las unidades elegidas representaran el mayor porcentaje posible, siempre y cuando su tamaño no fuera tan pequeño como para que su influencia quedara diluida en la sección electoral, se preguntó al Ministerio de Defensa en el Portal de Transparencia el 7 de agosto de 2019 a las 11:34:41 (Solicitud 001-036406) sobre «la distribución geográfica de los militares en España, de tal manera que se especifique las BAE existentes, su localización geográfica (localidad y provincia) y el número de militares que trabajan en ellas». La respuesta llegó tarde y mal: el 4 de diciembre de 2019, cuando el trabajo ya se encontraba en la recta final, cuatro meses después de la solicitud realizada, contestaba el jefe de Estado Mayor Conjunto de la Defensa, D. Francisco Javier Fernández González-Huix, denegando dicha información por entender que la misma podría ocasionar un perjuicio para la seguridad nacional y para la defensa. Se anexaba, eso sí, una tabla con todos los emplazamientos militares del Ejército de Tierra, la Guardia Real y el Órgano Central, no así la Armada o el Ejército del Aire[1]. La primera informaba sólo del total de emplazamientos militares por provincia y el segundo directamente anexaba un enlace web. Sorprende dicha denegación por muchas cuestiones, entre ellas militares, en las que no voy a entrar porque no es el objetivo de este trabajo, pero lo cierto es que esta respuesta –tardía, opaca y malintencionada por de quien provenía– condicionó sobremanera la selección de los mencionados emplazamientos militares. Esta selección se ha hecho, por tanto, en función de los conocimientos del autor –que no son escasos en la materia, por cuanto, siendo militar, realicé un inventario del material informático del Ejército de Tierra– y, aunque no existen datos para demostrarlo, con toda seguridad ha quedado incluido más del 50 por 100 del personal militar y, salvo algún error puntual, se han analizado los emplazamientos militares de mayor tamaño. Queda, pues, una posterior revisión de este trabajo cuando el Ministerio de Defensa tenga a bien ofrecer la información solicitada, ampliación y revisión cuyas modificaciones serán mínimas respecto a los datos analizados e insignificantes en cuanto a las conclusiones derivadas. Al menos, los españoles podrán dormir tranquilos sabiendo que dichos datos no han sido revelados y, por tanto, no se ha visto afectada su seguridad nacional ni la defensa de España: Portugal, Andorra, Francia y Marruecos deberán esperar a otra ocasión para invadir nuestro glorioso país. Gracias, Defensa, y gracias, Estado Mayor Conjunto para la Defensa, por vuestra opacidad, nunca será suficientemente recompensada por los sufridos españoles. En fin…
Tras analizar la susodicha respuesta ministerial, el Ejército de Tierra declara la existencia de 243 emplazamientos militares; la Armada reconoce un total de 39, sin denominar; el Ejército del Aire, que ni siquiera se molestó en contestar con una tabla y envió un enlace, constata un total de 80 unidades, las cuales están necesariamente localizadas en un número menor de emplazamientos militares, puesto que lo habitual es que varias unidades, incluso en ocasiones de varios ejércitos, compartan una BAE (Base, Acuartelamiento o Emplazamiento); la Guardia Real declara dos unidades con nombre y ubicación; el EMAD, un total de tres, también con nombre y ubicación, y el Órgano Central, 92 emplazamientos con nombre y ubicación.
Si tenemos en cuenta que no se han analizado los emplazamientos militares ubicados en Ceuta y Melilla porque existe una particularidad en el ámbito electoral que lo impide, debido a la concentración de las viviendas y a la segregación del voto, ello nos llevaría a restar 34 emplazamientos del Ejército de Tierra, dos de la Armada, uno del Ejército del Aire y tres del Órgano Central. Por tanto, este estudio tenía un potencial de análisis de 209 emplazamientos del Ejército de Tierra, 37 de la Armada, 79 unidades del Ejército del Aire, dos de la Guardia Real, tres del EMAD y 89 del Órgano Central.
En este ensayo se han analizado 111 secciones electorales en las que se encuentran las unidades más importantes y más numerosas de las Fuerzas Armadas, aquellas que pueden tener capacidad de influenciar en la sección electoral, porque del resto de los emplazamientos militares muchos serían descartados por su tamaño o por otras particularidades, aunque lo deseable habría sido poder contar con la información solicitada (reiterando que el número total es con toda seguridad inferior porque tanto unidades como emplazamientos quedan subsumidos en otros).
[1] Se añade un anexo con la tabla con la cual el listado enviado por el Ministerio de Defensa quedaría completado. Asimismo, el anexo incluye una nota aclaratoria en la que se explican las carencias devenidas de los datos analizados.
PRÓLOGO
Esta incursión, además de inesperada, constituye el cierre de un ciclo. Tras dos novelas –Un paso al frente y Código rojo– y dos ensayos –El libro negro del Ejército español y En la guarida de la bestia– sobre el mundo militar, este ensayo supone, cuanto menos, un punto y aparte. Creo que he realizado durante seis años un esfuerzo enorme e inédito en cuanto a la difusión de cuestiones militares que hasta ahora habían quedado recluidas en el cuarto del silencio por un interesado y perverso tabú –podemos llamarlo también privilegio o pleitesía–. Con todos los errores emanados de las carencias que poseo, que no son pocos ni pocas, creo que dejo una precisa estampa crítica de las Fuerzas Armadas españolas de comienzos del siglo. Una instantánea como no considero que exista en otro periodo histórico reciente.
Lo hago, como se diría en el mundo militar, con la satisfacción del deber cumplido, más no pude –ni supe– hacer. Pero también con un sabor agridulce por el comportamiento de los medios de comunicación en estos años. Me consta que a la mayoría de los medios y periodistas les importa un carajo lo que opinen sobre ellos, especialmente porque no vivimos en una democracia, sino en un régimen autoritario de apariencia democrática y, por tanto, los que dan de comer no son los lectores sino los poderosos, pero cada uno cargará con las consecuencias de sus acciones.
Tengo claro, y en distintas conversaciones con periodistas así lo he aseverado, que el mayor daño por su silencio no lo sufriré yo, cuya batalla es tan compleja, por todo a lo que me enfrento, como sencilla, porque tan sólo tengo que seguir la línea marcada, como así he hecho; ni tan siquiera lo padecerán los militares maltratados que sufren acosos, negligencias o corruptelas; las mujeres militares acosadas o agredidas sexualmente a las que se las abandona de forma tan miserable; ni la sociedad a la que se la desinforma sobre ultraderechistas militares o los disparates armamentistas; sino ellos mismos. Los medios de comunicación y los periodistas. Su silencio es directamente proporcional al crecimiento de las voces críticas en las redes sociales, pues estas ofrecen una información que los medios de comunicación no prestan; al aumento del descrédito profesional, por el quiebre de la confianza, y a la viralización de las fake news –porque si los medios no son creíbles y las redes sociales ofrecen en muchas ocasiones informaciones más verosímiles, los ciudadanos tienden a pensar que las redes sociales son más veraces que los medios de comunicación–. Todo ello, antes o después, tendrá consecuencias directas sobre sus valiosos índices de audiencia o lectura y, lo que a ellos más debiera importarles, sobre sus puestos de trabajo. La lucha se puede sostener en precario, yo lo hago, veremos si ellos pueden sostenerse en las mismas condiciones en el futuro. Lo dudo.
Estoy seguro de que la mayoría de ellos duermen a pierna suelta, al menos mientras cobren. Otra cosa sucede cuando son despedidos, que entonces se quejan de censuras, arbitrariedades y todo tipo de malas prácticas. El Director de David Jiménez sobre la mediocridad de El Mundo sólo es un ejemplo. Yo también duermo a pierna suelta, pero por motivos muy diferentes: cada día el altavoz es mayor gracias a cada vez mayor número de activistas y personas implicadas, cada día se venden más libros y cada día será más difícil ocultar la verdad: al final, aunque emplee la vida en ello, esto se sabrá.
De todos los episodios ocultados por los medios de comunicación españoles y los distintos gobiernos –de Partido Popular y Partido Socialista Obrero Español–, el predominio de la mentalidad ultraderechista en el ámbito militar, especialmente en la cúpula, es uno de los más escandalosos e irresponsables. Sobre todo, cuando en los últimos meses hemos comprobado en América Latina cómo los ejércitos han sido responsables de la caída o la supervivencia de los gobiernos: Venezuela, Ecuador, Bolivia o Chile son lo que son por las decisiones que tomaron sus generales.
Este ensayo demostrará de forma indudable lo que muchos llevamos años denunciando y lo que pocos de los que integran o se encuentran cercanos al mundo militar desconocen: que las Fuerzas Armadas españolas son mayoritariamente ultraderechistas. Ello ha sido posible gracias a la aparición de dos nuevos partidos en la derecha y ultraderecha española: Ciudadanos y Vox. El divorcio familiar del Partido Popular –no en vano tanto Albert Rivera como Santiago Abascal pertenecieron al todavía hegemónico partido conservador en algún momento de su vida– ha permitido que, por primera vez, se puede establecer una relación directa entre el voto militar y la extrema derecha, algo que con la existencia hegemónica del Partido Popular resultaba imposible. Este es el motivo de este último ensayo, de esta última incursión en una etapa ya cerrada.
El ensayo se divide en tres partes. En la primera de ellas –«Un Ejército ultraderechista»– se analizan los resultados electorales del 28 de abril 2019 con la correspondiente actualización de los resultados del 10 de noviembre de 2019. Con la lectura de esta primera parte será suficiente para que el lector descubra o confirme que la milicia española es ultraderechista. En la segunda parte –«El tétrico inventario ultraderechista»– se afronta la abundancia de pruebas que deberían haber permitido a la sociedad descubrir mucho antes que nuestras Fuerzas Armadas eran ultraderechistas y resolver un problema que a día de hoy sigue amenazando a la sociedad. Con esta segunda parte será suficiente para que el lector descubra o confirme la sumisión y complicidad de las élites de nuestro país y muy especialmente de periodistas y políticos. Y en la tercera y última parte –«Análisis de los resultados electorales»– se detallan los resultados electorales en las secciones militares más importantes, provincia por provincia, lectura esta última que, siendo apta para cualquier lector, resultará de mayor utilidad para aquellos que quieran profundizar en los datos analizados.
PARTE I
Un Ejército ultraderechista
CAPÍTULO I
Antecedentes recientes: 2018 y 2019
Antes de comenzar resulta imprescindible partir de la siguiente premisa: España es un régimen autoritario moderno de apariencia democrática construido sobre una estructura franquista. Se podría escribir este ensayo, como pude escribir los cuatro anteriores, y dejar que sea el propio lector el que obtenga esta conclusión, pero ello sería erróneo, injusto e indecoroso hasta lo obsceno. España no es otra cosa que lo que se cuenta en este libro, pero cometeríamos un mayúsculo error si pensáramos que lo que sucede en España se puede tratar como si lo que acontece fuera de ella no tuviera ninguna repercusión en lo que aquí se trata. La tiene, y mucha. Porque lo que aquí se relata, lo que aquí se detalla, lo que aquí, por fin, se demuestra sin margen a la duda –que el Ejército español es ultraderechista, que es el Ejército de Vox, de Santiago Abascal y, por supuesto, también el de Felipe VI–, no sólo viene influido porque España sea un régimen autoritario de apariencia democrática construido sobre una estructura franquista, sino que es consecuencia directa de cómo el mundo permite esta excentricidad mientras revierte en sus intereses. Ello siguiendo una máxima que se ha mantenido en su esencia inalterable desde 1945: lo que sea antes que el comunismo. En España, lo que sea es el insufrible engendro parido de la voluntad de Franco tras una transición sangrienta, que nos han hecho pasar por modélica, liderada por un delincuente múltiple que ha gozado de una impunidad, no sólo jurídica, tan escandalosa como infame. Todo ello sustentado en una Constitución escrita por franquistas, colaboradores franquistas o rendidos al franquismo para la perpetuación de franquistas en el poder y que ha contado con un sustento mediático de franquistas, colaboradores franquistas o rendidos al franquismo. Y de aquel franquismo, esta extravagante democracia.
Podría haber obviado lo anterior y muchos comentarios siguientes, y seguramente, si este libro lo hubiera escrito un periodista que pretendiera colaborar o mantener su puesto de trabajo en El País, El Mundo, ABC, La Ser, Onda Cero, Antena 3, Telecinco, La Sexta o Cuatro, por nombrar los medios españoles generalistas más importantes, lo haría, pero a mí no sólo me importa un pimiento esa cuestión, sino que no gusto del colaboracionismo. Y, como no me dedico a colaborar, en el peor de los sentidos de la palabra, ni a escribir a la carta ni tolero la censura; de hecho, algún trabajo he debido abandonar por ello en algún medio que sorprendería a más de uno, no pienso andarme con muchos rodeos.
Así que, si usted, mi querido lector, es de esos que no parte de la premisa anteriormente expuesta o es incapaz de llegar a ella por muchas pruebas que se le presentaran, y en este libro y en los anteriores las pruebas son abrumadoras, hágase un favor: no continúe leyendo. Siga pensando que España es una democracia, que el PSOE es un partido de izquierdas, que Antonio Ferreras es un periodista y que La Ser, El País o La Sexta son medios de comunicación libres e independientes. No quiero estropearle el sueño tan idílico en el que vive, sobre todo porque puede que, con un poco de suerte, fallezca antes de que todo se vaya al traste y se vaya al otro mundo o al jardín en el que el perro del vecino mea, que para el caso –siempre en mi opinión– es lo mismo, con una armonía que aquellos que somos conocedores y aceptamos lo que España es y lo que sucede difícilmente podremos portar.
De hecho, mi querido lector, los antecedentes sólo del último año –los de las últimas décadas, ya ni le cuento– deberían haber causado un seísmo mediático y social de tal magnitud que no hubiera hecho falta que ningún resultado electoral demostrara lo que las evidencias llevan décadas señalando: el Ejército español es ultraderechista, franquista, de Vox, de Santiago Abascal, de Felipe VI, de Juan Carlos I y de Franco, aun cuando este no está ni siquiera vivo, siendo todo ello lo mismo. Sí, así es, Felipe VI, Abascal, Vox, Juan Carlos I y Franco son en esencia lo mismo. Sirven a lo mismo. Se alimentan de lo mismo. Y viven de lo mismo. De no ser así, lo aquí relatado no habría ocurrido jamás y, de haber ocurrido, las consecuencias habrían sido otras muy diferentes a las que han sido.
El Manifiesto de los Mil
El primero de estos acontecimientos que deberían haber aterrorizado y abochornado al país, pero tan sólo sirvió como otro de tantos elementos folclóricos con los que rellenar el vacío del espacio mediático del verano pasado –2018–, fue el que podríamos denominar como Manifiesto de los Mil. En julio y agosto de ese año, casi 200 altos mandos militares –sobre todo generales, coroneles y tenientes coroneles– firmaron un manifiesto de desagravio al dictador y genocida Francisco Franco, destacando de él su faceta militar. Este manifiesto, al que posteriormente se adhirieron más de 800 altos mandos, superando así el millar de firmantes, constituía una respuesta a la decisión del Gobierno socialista de exhumar los restos del cadáver de Francisco Franco y dar por finalizada una anomalía en Europa: un panteón conmemorativo de un dictador.
Aunque el caso, como ya he comentado, levantó una polvareda mediática considerable, debido sobre todo a que se produjo en el periodo estival y se convirtió en lo que se denomina «serpiente de verano» –noticias que no tendrían repercusión en un momento normal, pero que en verano pueden tener gran visibilidad debido a la ausencia de noticias políticas–, el asunto –la serpiente de verano– no sobrevivió al ya cada vez menos fresco septiembre. Sin embargo, constituye, con mucho, el mayor y más cuantioso desafío militar acaecido desde la restauración de la monarquía, allá por 1975, a excepción del intento de golpe de Estado de 1981 y otras intentonas que seguramente el lector, a causa de la desinformación de los medios españoles, ni tan siquiera conozca.
Ni el proceso a los golpistas durante el año 1981 generó tantas adhesiones –en aquel momento se produjo el Manifiesto de los 100– ni la provocación golpista de 2006 del teniente general Mena –50 mandos enviaron cartas de apoyo a medios de comunicación– provocaron una reprobación tan masiva por parte del mundo militar. Porque una cosa es Catalunya y otra muy distinta es el venerado, amado y admirado dictador y genocida Francisco Franco, el cual, por cierto, de buen militar tiene más bien poco y de estratega de una cierta talla, menos todavía. Fue un sanguinario con suerte que, ayudado por los nazis alemanes y los fascistas italianos, consiguió ganar una guerra no sin antes destruir un país, abocarlo a la ruina y el hambre, ensangrentarlo y llenarlo de cadáveres. Un tipo menor todavía que el cabo que atemorizó el mundo, que sólo pudo sobrevivir a la Segunda Guerra Mundial gracias a su calenturienta mente en la que todavía sostenía ganas de imperio y que, ayudado por su capacidad de someter sus propios ideales a su ambición de poder y por un pueblo, el español, mayoritariamente agradecido de migajas y limosnas, pudo morir en la cama.
Además, no sólo en términos cuantitativos se trata esta de la mayor protesta del ámbito militar en 44 años, sino también en término cualitativos. El elevado número de altos mandos militares que desempeñaron puestos de primera magnitud así lo demuestra. Incluso entre los firmantes se encontraba el teniente general Aparicio, el último mando que me arrestó, curiosamente por afirmar, entre otras cuestiones, que la cúpula militar era en extremo ultraconservadora. Ofendido por ello, incluso concedió una entrevista en la que destacó la democratización de las Fuerzas Armadas. Pero ya retirado no hacía falta mantener la mascarada y no la mantuvo, el mismo fulano que me arrestó en 2015 por afirmar la falta de talante democrático de la cúpula militar firmaba en 2018 un manifiesto clara y meridianamente ultraderechista, antidemocrático, franquista y fascista.
Este episodio pudiera ser anecdótico, pero no lo es por una cuestión trascendental: la cúpula militar española engaña y esconde su condición de forma pública hasta pasar a la reserva y el retiro. Ello lo hace por las consecuencias que le podría ocasionar, pues es cobarde por naturaleza, miserable en cuanto a que prefiere cobrar a final de mes a vivir con sus propias ideas, lo cual en principio puede parecer beneficioso para la sociedad, pero en última instancia resulta justo todo lo contrario: un gran desastre. Porque es esta máxima de cobardía la que ha permitido que la cúpula militar española y gran parte de la milicia sean ultraderechistas, franquistas o fascistas. Fieles votantes del Partido Popular y muy especialmente en los últimos años de Vox. De Santiago Abascal.
Porque el acuerdo con las élites es claro y meridiano: en los cuarteles hacen lo que les plazca, pero en la calle ni un problema. Y así llevamos camino de 50 años. Este ignominioso y no escrito pacto es la base de gran cantidad de aberraciones que acontecen en los cuarteles, desde la existencia de la justicia militar hasta la inexistencia de sindicatos, lo que en esencia se traduce en la persistencia de una institución ultraderechista y reaccionaria. De ello puede dar fe mi segundo encierro, junto con un teniente coronel que escribía en la Fundación Nacional Francisco Franco –fundación que hoy dirige el general Juan Chicharro, exayudante del rey Juan Carlos I– y un sargento con un Águila de San Juan tatuado –y visible al hacer deporte– en la pierna.
Sin ninguna duda, este manifiesto debería haber sido suficiente por sí mismo para emprender las acciones necesarias para regenerar las Fuerzas Armadas españolas. No fue así.
Un proceso que en España ya acumula más de cuatro décadas de retraso, las que van desde la muerte de Franco y desde que Alemania emprendió la regeneración de sus Fuerzas Armadas. Fue a mediados de los setenta cuando los alemanes se encontraron en una disyuntiva parecida a la nuestra y allí no hubo dudas, seguramente porque el fascismo fue derrotado –mientras en España delegó plácidamente en la cama–. En ese momento, dado que en Alemania seguía existiendo una milicia entroncada en torno a una serie de familias militares, decidieron corregir aquella situación: los militares serían universitarios y técnicos y la profesión militar se convertiría en una más. Por ello, en Alemania a día de hoy no existe jurisdicción militar –una jurisdicción propia de militares para militares, de compañeros de trabajo en definitiva–, existen sindicatos, y la cúpula militar es plural y democrática. El Ejército alemán no es de la derecha alemana, es de todos los alemanes.
Por ello, cuando en el año 2017 tuvieron la menor sospecha de la existencia de relaciones entre militares y grupos terroristas de extrema derecha –algo que aquí no es ocasional, sino casi estructural–, realizaron una investigación en profundidad y expulsaron a casi 300 militares por su ideología ultraderechista. Claro, que en Alemania la apología del fascismo es un delito y en España la Fundación Nacional Francisco Franco está sustentada con fondos públicos. Es por ello que aquí con un episodio similar, cuando varios militares fueron detenidos por traficar con armas y formar parte de un grupo de extrema derecha, no pasó nada. Ni repercusión mediática. Y es por ello que cuando más de mil altos mandos militares firmaron un manifiesto antidemocrático, franquista, fascista y contrario a la decisión del propio Gobierno tampoco pasó en esencia nada. Ni una sola reforma ni medida se ha aplicado desde entonces. Ni una.
La victoria «militar» de Vox en Andalucía y el fichaje de seis altos mandos militares
Si la situación para diciembre de 2018 era ya más que evidente –especialmente después de la publicación de El libro negro del Ejército español en 2017– después de la firma del mencionado manifiesto, la victoria electoral de Vox en Andalucía –con una exmilitar y un ex guardia civil entre los 12 ultras que consiguieron asiento parlamentario– y el posterior fichaje de hasta seis altos mandos militares deberían haber hecho saltar todas las alarmas.
Luz Belinda Rodríguez de treinta y ocho años, exmilitar –Ejército del Aire– y casada con un miembro de las FCSE y Benito Morillo, guardia civil jubilado, se incorporaron al Parlamento andaluz tras las elecciones de diciembre de 2018. Tras este episodio llegó el fichaje del general Fulgencio Coll, antiguo JEME –jefe de Estado Mayor del Ejército–, máximo cargo que se puede obtener en el Ejército de Tierra, como candidato a la alcaldía de Mallorca. Además, desembarcaron otros seis militares más para las elecciones generales del 28 de abril[1]: cuatro generales –Alberto Asarta, Manuel Mestre, Agustín Rossety y Antonio Budiño–, un coronel –José Antonio Herráiz[2]– y un capitán –Carlos Hugo Fernández-Roca[3]–.
Aunque se tratase de poco menos de una decena de personas, lo cierto es que ninguna otra formación política ha contado con tal representación militar ni un nivel tan alto en las pasadas elecciones de abril de 2018. Ni siquiera el resto de formaciones políticas juntas podían siquiera acercarse.
Este desembarco militar en la política, este Ejército de Vox, debería haber sido considerado alarmante por los grandes medios de comunicación y, por lo general, no sólo no fue así, sino que hubo desde diferentes medios encendidas defensas a esta cuanto menos curiosa participación política del Ejército y, más concretamente, de su cúpula militar. Rafael Moyano con su «Militares en política» en El Mundo[4] y el propio medio en una editorial –La excepción es España: el militar, uno más en la política mundial–[5] defendieron con tesón la normalización de los militares en cuanto a su participación política. Algo que, sorprendentemente, no hicieron cuando en el año 2015 los que decidieron participar en política fueron la comandante Zaida Cantera y el general y ex-JEMAD Julio Rodríguez, aunque en ese momento ya estaba El País para hacerlo[6]. Van por turnos e intereses, algo así como la alternancia política.
Porque el problema, más allá de las tesis que defienden los dos grandes diarios de este país –El País y El Mundo–, aunque sólo en el momento en el que lo necesitaban las facciones o bloques políticos a los que sirven con fidelidad, no es la participación de los militares en política, lo cual está relativamente normalizado en la mayor parte de los países con estructuras medianamente democráticas, sino la falta de pluralidad política. No se trata de que nueve militares, de ellos seis altos mandos, hayan fichado por Vox, por la ultraderecha, en un lapso temporal de escasos meses, se trata de que tal acumulación de militares en un partido político con tal peso parlamentario y mediático como el que acapara Vox en la actualidad y en los últimos años supone un hecho insólito en la historia de España en las últimas cuatro décadas. Lo que convierte a la situación en alarmante no es que cinco generales, un coronel y un capitán –junto con una exmilitar y un ex guardia civil– engrosen las listas de Vox, sino que solo lo hagan en Vox.
Porque si la cúpula militar fuera plural, lo cierto es que, siendo la participación en Vox de nueve militares, habría debido ser –atendiendo a la historia y representación parlamentaria– de 13 o 14 en UP, de 15 o 16 en Cs, de más de 20 en el Partido Popular y en el Partido Socialista. Y, además, en estos dos últimos partidos debería haber existido una tradicional participación política de militares, algo que no ha sido así ni siquiera en el partido hegemónico de la derecha española, en el que la participación de militares ha sido residual e infrecuente.
Esa falta de pluralidad política junto con el posicionamiento claramente extremista de la relatada participación política de los altos mandos militares, junto con el Manifiesto de los Mil y junto con los antecedentes históricos que más adelante desmenuzaremos deberían haber provocado que la sociedad española –y sobre todo, los periodistas y políticos– pusieran el foco en este importante, peliagudo y peligroso problema. No fue así y ello es muy revelador y significativo del nivel real del régimen autoritario de apariencia democrática que gobierna España y de los grandes medios y periodistas que lo sirven con gran pleitesía.
El voto militar en las elecciones de abril de 2019
Si los antecedentes hasta ahora relatados ya eran por sí mismos lo suficientemente consistentes como para que la sociedad española estuviera profundamente preocupada por la existencia de un Ejército ultraderechista, los resultados electorales de las elecciones generales del 28 de abril de 2019, en las que la participación de Vox permitió por primera vez relacionar el voto militar con el voto de la ultraderecha, con el voto de Vox, debieron de nuevo haber encendido todas las alarmas de la ciudadanía y de las distintas elites sociales. De nuevo, no fue así. Ni políticos ni académicos ni activistas ni periodistas alzaron la voz más allá de unas pocas y aisladas publicaciones que pronto fueron sepultadas por asuntos que la mayoría consideraba de mayor trascendencia.
El histórico fraccionamiento de la derecha durante las mencionadas elecciones en tres grupos diferenciados: conservadores –Partido Popular–, liberales –Ciudadanos– y ultraderechistas –Vox–, fue lo que permitió que el voto militar, tradicionalmente englobado en el Partido Popular, y por tanto diluido en las familias que engloban la derecha y la extrema derecha española, pudiera ser claramente asociado al espacio político de la derecha. Los militares votan a la derecha, sí, pero votan mayoritariamente a la extrema derecha. Y ello ha sido determinante, junto con el voto de otros muchos colectivos, incluidos seguramente guardias civiles y FCSE, para que irrumpieran los ultraderechistas liderados por Santiago Abascal en el Congreso de los Diputados, los cuales obtuvieron hasta 24 diputados y más de 2,6 millones de votos en las elecciones del 28 de abril de 2019 y 52 diputados y más de 3,6 millones de votos en las del 10 de noviembre.
Es cierto que no se trató de un episodio inédito en la historia de la España posfranquista, pero jamás la ultraderecha había tenido una representación tan elevada en el Congreso de los Diputados. No, al menos, como partido independiente, porque es indiscutible que la ultraderecha siempre ha tenido representación parlamentaria en el sector más ultra del Partido Popular, igual que los liberales siempre estuvieron englobados en el mencionado partido. Resulta bastante incongruente admitir que los liberales estuvieron representados en el Congreso de los Diputados en el PP hasta que apareció Ciudadanos, incluso a día de hoy el PP sigue acaparando votos liberales, pero los ultraderechistas aparecieron espontáneamente de un día para otro.
De hecho, un somero análisis de los resultados electorales demostrará sin ningún lugar a la duda que la mayoría de los votantes de Vox depositaron en las elecciones anteriores de 2016 una papeleta del PP. Basta comprobar que el resultado de Vox en los distintos distritos electorales se encuentra estrechamente relacionado con un descenso de votos del Partido Popular. Con lo cual, no cabe duda de que la extrema derecha estuvo representada en el Congreso de los Diputados como parte del Partido Popular, la única diferencia con los años pasados radica en que en esta ocasión la extrema derecha se ha presentado como un partido único y no englobado en una amalgama de familias.
Este insólito episodio en las últimas décadas no sólo demuestra que la extrema derecha tenía representación parlamentaria en el partido con sede en la calle Génova, sino que ha permitido por primera vez poder estudiar el origen concreto de los votantes de la ultraderecha.
El problema mediático en España
Como hemos comentado con anterioridad, después de las elecciones generales del 28 de abril de 2019 fueron varias las publicaciones que se hicieron eco de la proximidad de ciertos triunfos electorales a emplazamientos militares, bases militares y comandancias de la Guardia Civil[7]. Entre estas noticias se podían comprobar los triunfos electorales de la ultraderecha en la colonia militar de El Goloso, en Madrid (sección electoral 8-30; Vox venció con un 41 por 100 de votos); en el campo militar San Gregorio, en Zaragoza (sección electoral 11-1; 25 por 100); en la base militar Cid Campeador, en Castrillo de Val, Burgos (sección electoral 1-1; 24 por 100); o en la Ciudad del Aire, en Alcalá de Henares, Madrid (sección electoral 5-30; 28 por 100).
Además, se mencionaban los triunfos de Vox o los elevados resultados, en comparación con el entorno, en las comandancias de la Guardia Civil en Sevilla, Málaga, Huelva o Badajoz o la Dirección de la Guardia Civil en Chamberí, Madrid (7-134; 37 por 100). Importante reseñar los casos del barrio de la Milagrosa de Pamplona, en el que se ubica un cuartel de la Guardia Civil, donde la ultraderecha pasó del 4,2 por 100 al 24,4 por 100, y de Sant Clement de Sescebas, Girona, donde Vox llegó a un 14 por 100 en un entorno eminentemente independentista.
Con este punto de partida, con la obvia relación entre el voto militar y el voto ultraderechista, incluso para medios tan afines al régimen español como son El País o El Confidencial, los grandes medios de comunicación podrían haber puesto sobre la mesa la situación y haber provocado el necesario diálogo ante un problema que ni mucho menos puede considerarse menor. No lo hicieron. Cumplieron con la parte que les correspondía en la censura moderna: informar sin contexto y sin continuidad. Nadie podrá decir que no lo contaron, pero obviamente no lo hicieron tal y como el asunto merecía.
En este sentido intentaré exponer un ejemplo real que puede dar una idea de lo que acontece en cuanto a la censura mediática moderna. En un momento determinado de la promoción de En la guarida de la bestia (Foca, 2019), un ensayo sobre el acoso sexual en las Fuerzas Armadas españolas, denuncié que la tasa de denuncias de acoso sexual en la milicia española en los tres últimos años (2016, 2017 y 2018) multiplicaba por entre cuatro y ocho las denuncias que por los mismos hechos se producían en la sociedad española. Un escándalo. Ningún medio publicó nada al respecto, y el que finalmente lo hizo, en lugar de exponer estas cifras y dibujar un entorno que permitiera comprender la magnitud del problema, se limitó a entrevistar a una militar que relataba el horror sufrido, cuando, obviamente, un acoso sexual no permite vislumbrar un problema, sino que arroja la cuestión al cesto de la ocasionalidad –los famosos «casos aislados» que durante años esgrimió el Partido Popular para defenderse de la corrupción–.
Intentemos imaginarnos ahora a uno de los consumidores de este medio, el único que al menos informó sobre algo, al tener conocimiento de la historia. Sentiría lástima, vergüenza, impotencia o rabia por el testimonio relatado si fuera un ciudadano más o menos normal y en el caso de ser un votante de Vox pensaría que la mujer se lo estaba inventando todo con afán de protagonismo, que en el fondo deseaba ser poseída o que pertenece a una red conspirativa de mujeres que pretende someter a los hombres y hacerlo, además, a escala planetaria; pero lo que es seguro es que ninguno de ellos pudo en ningún momento comprender la dramática situación de la mujer en el Ejército, la indefensión y la cacería que sufre cada vez que interpone una denuncia. No pudo porque nadie le ofreció unos datos mínimos que permitieran divisar el paisaje completo. No es el acoso sexual de una mujer el problema, sino la alta tasa de denuncias –entre cuatro y ocho veces más que en la sociedad– y la baja tasa de condenas –casi el 0 por 100–.
De la misma manera, aunque hubo medios de comunicación que informaron sobre la evidente relación entre los militares y la ultraderecha, ninguno de ellos perseveró en la información, ninguno de ellos investigó en profundidad tan llamativos datos, ninguno de ellos se prestó a recopilar el resto de información que relaciona a la extrema derecha con las Fuerzas Armadas españoles, la Policía Nacional y la Guardia Civil y que demuestra de forma irrefutable, porque las casualidades y los «hechos aislados» tienen un límite hasta en España, que los militares –y guardias civiles– españoles son mayoritariamente ultraderechistas, muy especialmente la cúpula militar de las Fuerzas Armadas y la Guardia Civil.
[1] E. E./Agencias, «Vox cuenta ya con cinco militares en sus listas tras incorporar a otros dos», El Español, 20 de marzo de 2019 [https://www.elespanol.com/espana/politica/20190320/vox-cuenta-militares-listas-incorporar/384712789_0.html].
[2] Redacción, «Vox apuesta por escuchar las necesidades de los melillenses», El Faro, 11 de abril de 2019 [https://elfarodemelilla.es/vox-apuesta-escuchar-necesidades-melillenses/].
[3] Redacción, «Carlos Fernández-Roca: En Segovia el voto útil es votar a Vox», El Adelantado, 23 de abril de 2019 [https://www.eladelantado.com/segovia/carlos-fernandez-roca-en-segovia-el-voto-util-es-votar-a-vox/].
[4] Rafael Moyano, «Militares en política», El Mundo, 21 de marzo de 2019 [https://www.elmundo.es/opinion/2019/03/21/5c92832721efa01c3f8b46c5.html].
[5] «La excepción es España: el militar, uno más en la política mundial», El Mundo, 24 de marzo de 2019 [https://www.elmundo.es/espana/2019/03/24/5c965929fdddffb5308b4647.html].
[6] Miguel González, «Militares y política: un paso al frente casi sin retorno», El País, 9 de noviembre de 2015 [https://elpais.com/politica/2015/11/08/actualidad/1447013567_540926.html].
[7] Juan Diego Quesada, «Vox gusta en los cuarteles», El País, 5 de mayo de 2019 [https://elpais.com/politica/2019/05/04/actualidad/1556993930_451032.html]; Alfredo Pascual y Antonio Hernández, «Vox es líder entre los militares y adelanta al PP en los cuarteles de la Guardia Civil», El Confidencial, 4 de mayo de 2019 [https://www.elconfidencial.com/espana/2019-05-04/vox-guardia-civil-ejercito-elecciones-2019_1981222/] y Miguel Mora y Luis Gonzalo Segura, «La ultraderecha intenta apropiarse del Ejército y la Monarquía», CTXT, 8 de mayo de 2019 [https://ctxt.es/es/20190508/Politica/26048/Luis-Gonzalo-Segura-Miguel-Mora-voto-extrema-derecha-militares-monarquia-vox.htm].
CAPÍTULO II
Los resultados electorales del 28 de abril de 2019
Es cierto que en muchas ocasiones la traza ultraderechista queda difuminada cuando las localidades en las que se encuentran los cuarteles son muy pobladas o cuando pueden incidir otras variables, por lo que en ningún caso se podían haber usado para este estudio resultados absolutos, pues aun cuando el voto militar hubiera sido en su totalidad dirigido a Vox, el entorno habría provocado que este quedara diluido.
Por tanto, para comprobar si ha existido influencia del voto militar en los resultados electorales, y más concretamente en forma de aumento del voto de la ultraderecha española, en este trabajo se analizarán más de cien secciones electorales en las que se encuentran emplazamientos castrenses y se compararán con las medias provinciales de Vox, de tal manera que el resultado final debería arrojar que, más o menos, la mitad de ellas se encontraran por encima de la media y la otra mitad por debajo.
Al comenzar el estudio, se daba por bueno, para demostrar la supremacía del voto ultraderechista militar, que el porcentaje de secciones analizadas, en las que están las ubicaciones militares más importantes, que se encontrara por encima de la media del voto a Vox o fuera igual a esta superaran al menos el 70 por 100, pues ello podría descartar la influencia de otras variables, como las derivadas de la localización (aunque es cierto que esta, en el caso de los emplazamientos militares, es lo suficientemente heterogénea).
Pensemos en arrojar más de cien veces un dado. Puede que en las primeras tiradas los resultados más altos (cuatro, cinco o seis) puedan ser superiores a los más bajos (uno, dos o tres) o a la inversa, pero, a medida que las tiradas se produzcan, los resultados tenderán a acercarse al 50 por 100. Por tanto, se podría aceptar que, aun cuando el voto militar fuera de extrema derecha, existiera una desviación final de hasta un 10 por 100 en cualquiera de los sentidos sin que ello fuera determinante. Es decir, el voto militar podría ser de ultraderecha pero el análisis de las secciones electorales ofrecer que en casi un 60 por 100 de los casos la media de votos de Vox de las secciones analizadas es inferior a la media provincial. Y a la inversa: obteniendo hasta un 60 por 100 de emplazamientos en los cuales las medias de voto a Vox se encontraran por encima de la media provincial, ello no sería suficiente para concluir que el voto militar es ultraderechista.
Siendo, por tanto, un 20 por 100 una desviación que, objetivamente, demostraría de forma consistente que el voto ultraderechista es mayoritario entre los militares, por cuanto evitaría el efecto de alguna otra variable y sortearía de forma satisfactoria el azar.
Analizadas 117 secciones electorales en las que se encuentran 111 emplazamientos militares de los tres ejércitos –Tierra, Armada y Aire– localizados en 16 comunidades autónomas –todas excepto Cantabria– y 38 provincias, encontramos que 94 de los emplazamientos militares tienen una media de voto a Vox superior al resultado electoral de la ultraderecha en la provincia, en seis casos se produce el mismo resultado y en sólo 11 el resultado en la sección analizada es menor al resultado obtenido por Vox en la provincia. Esto es: en el 84,68 por 100 de los casos el voto a Vox es superior al voto medio provincial, en el 5,4 por 100 el voto es el mismo y en el 10 por 100 de los casos el voto a la ultraderecha es inferior que el voto a Vox en la provincia.
Además, el voto al resto de partidos indica una clara derechización de los emplazamientos militares. El voto al PSOE baja del 28,68 por 100 al 23,82 por 100 y el de UP del 14,31 por 100 al 12,17 por 100 mientras que el voto al PP se eleva del 16,7 por 100 al 20,88 por 100, el voto a Ciudadanos pasa de 15,86 por 100 al 18,29 por 100 y, finalmente, el voto a la ultraderechista Vox pasa del 10,26 por 100 al 17,11 por 100. Los resultados son tan inapelables que tanto el centroizquierda como la izquierda descienden en intención de voto y los tres partidos de la derecha aumentan porcentualmente el voto. Más significativo aún resulta que con estos resultados Vox habría sido la cuarta fuerza política del país con el 17,11 por 100, por detrás de PSOE (23,81 por 100) y PP (20,82 por 100), y que la suma de las tres derechas habría alcanzado el 56,28 por 100 de los votos, lo que le habría otorgado una amplia mayoría parlamentaria (el centroizquierda y la izquierda sólo habrían sumado el 35,99 por 100 de los votos). En España la suma de las derechas alcanzó el 42,82 por 100, casi 14 puntos menos que en las secciones analizadas, y la suma PSOE-UP sumó un total de 42,99 por 100, exactamente siete puntos más que las secciones analizadas.
Teniendo en cuenta las escasas secciones analizadas tanto en Euskadi como en Catalunya en relación con el peso electoral de estas, lo normal es que los cinco grandes partidos españoles (PSOE, PP, UP, Cs y Vox) hubieran superado porcentualmente los resultados obtenidos, pero vemos cómo el bloque de la derecha aumenta 14 puntos y el bloque de centroizquierda e izquierda disminuye siete puntos sobre lo que debería, necesariamente, haber sido una cierta mejoría. Y es que la suma de las derechas aumenta en las secciones analizadas en más de 30 por 100 los resultados electorales obtenidos a nivel estatal, mientras que la suma de PSOE-UP disminuye en casi un 20 por 100.
Además, resulta significativo que el aumento de votos en los partidos de la derecha haya sido mucho mayor en Vox que en el PP o Ciudadanos, cuando estas dos últimas fuerzas obtuvieron mejores resultados electorales. Vox ganaría 6,85 puntos porcentuales respecto a las elecciones generales, el Partido Popular subiría 4,18 puntos y Ciudadanos 2,43. Es decir: Vox aumentaría más puntos porcentuales que PP y Ciudadanos juntos, casi el triple que Ciudadanos y más de un 50 por 100 que el Partido Popular. Revelador: los cuarteles no sólo son de derechas, son especialmente de extrema derecha. Porque no es que haya aumentado el voto a la derecha con respecto a los resultados electorales de toda España, es que ha aumentado, ante todo, el voto a la ultraderecha.
Esta cuestión, aunque pueda parecer menor, es de suma importancia por cuanto demuestra que en las secciones analizadas no influye un componente propio del azar. Si así fuera, si, por ejemplo, por una cuestión de azar las secciones analizadas sencillamente fueran secciones electorales más conservadoras, lo normal sería que el aumento de las tres derechas hubiera sido proporcional a sus resultados electorales. No es ni mucho menos así. Y no lo es porque el Ejército español no es conservador, es ultraderechista. Es votante de Vox.
Por tanto, la conclusión es contundente e inapelable con respecto al impacto electoral que causan los espacios militares: aumenta de forma notable el voto de la derecha, especialmente el de la ultraderecha, y disminuyen el de centroizquierda e izquierda. Los militares españoles son mayoritariamente ultraderechistas y votantes de Vox.
Gráfico 1. Elecciones del 28 de abril de 2019
En esta gráfica se puede comprobar un aspecto fundamental de los resultados obtenidos. No sólo se aprecia que en la mayoría de los casos los resultados obtenidos por la ultraderecha están por encima de la media provincial de la formación ultraderechista, sino que la tendencia de los resultados en los cuarteles de la ultraderecha es estar por encima de la media provincial con una diferencia notablemente acusada. Los desfases más importantes se localizan en Sevilla, Zaragoza, Calatayud, Madrid y Murcia.