Sociedad, leyenda y tradición
Cósima empieza con una detallada descripción de la casa patriarcal y su distribución y la casa de Grazia Deledda en Nuoro, situada cerca de la catedral, en una calle que ahora lleva el nombre de la escritora, aparecerá más de una vez en otras de sus narraciones como El país del viento o Hasta el confín.12 En la actualidad la casa ha sido convertida en museo «...un museo a medias, sugestivo y espectral, bonito y vacío...»13 y a pesar de que queda poco de la decoración original, se ha tratado de evocar el ambiente de su niñez, siguiendo las descripciones hechas por la autora. La cocina de la antigua casa patriarcal rememora «el lugar más habitado, más tibio de vida y de intimidad» donde los fieles criados dormían sobre una estera, en el suelo, y donde Grazia y sus hermanos, en las largas veladas invernales, escuchaban las legendarias y míticas historias de santos y bandoleros que les contaba el viejo Proto. Con las historias de bandidos y sus delitos habría que relacionar el episodio14 en el que el viejo criado Elías, que cuida la viña, ofrece a Cósima un tesoro escondido de monedas de oro, de sospechoso origen.
Pero junto a las trágicas aventuras de forajidos en Cósima hay un espacio privilegiado para la leyenda y la fábula, como el tierno relato del hambriento y aterido muflón —una variante del licántropo—, que se insertan en la narración porque forman parte del folclore15 autóctono, integran el conjunto de storias y contus que la Deledda había ido recogiendo de boca de pastores y aldeanos y son, además, inseparables de sus personajes. A través del abuelo Andrea, que leía en las pupilas de los gatos monteses y en las plumas irisadas de las cornejas, se refleja su amor por los animales, que tienen su propio espacio no solo en la vida real de la escritora, sino en relatos en los que se les confía el protagonismo de la historia o en el que un pequeño animal se convierte en símbolo de un determinado tipo humano,16 como sucede en La liebre.
En las páginas de Cósima el poder evocador de la leyenda y el mito aparece confiado a la abuela de la protagonista, Nicolosa Parededdu, que despierta en la nieta sugerencias de un mundo anterior: «...un leve vértigo, como un relámpago sanguíneo que, posteriormente, se explicó creyéndolo un aflorar o un volver a sumergirse, de repente, de la vida anterior que permanecía o renacía en su subconsciente».17 Es también la presencia de la menuda abuelita, que en su última aparición lleva el tradicional vestido de novia sardo, la que le recuerda a las pequeñas hadas, Janas que, según la leyenda, viven en el bosque en las domos de janas (casas de hadas), seres legendarios benéficos o maléficos con los hombres, según las ocasiones. Seres de leyenda son también los gigantes. La Tumba del gigante, que las hermanas visitan el día de la romería al santuario de la Virgen del Monte en la que, para la leyenda, reposa el cuerpo del último gigante, guardián del bosque, es, en realidad, un monumento megalítico perteneciente a la civilización nurágica, pero que el pueblo interpreta a su manera atribuyendo su construcción a originales seres antropomórficos.
En esta obra póstuma también tienen cabida elementos integrantes de la vida tradicional como las romerías, semejantes a las que todavía se celebran en España, en las que gran cantidad de gente acudía desde todos los puntos de la isla, movidos por una enfervorizada devoción, no exenta de cierto supersticioso primitivismo. La romería a la Virgen del Monte se tiñe en Cósima con un velo nostálgico que encubre la presencia de Antonino, el primer amor de Grazia. En otras ocasiones, como en Cañas al viento, Elías Portolu o en el relato La fiesta del Cristo (Claroscuro), volvemos a encontrar la descripción de un mundo variopinto, poblado de color y miseria, pero transido de devoción. Allí quedan recogidos los cantos y bailes, la rica ornamentación de los trajes regionales e infinidad de detalles que la Deledda, observadora de la realidad, quiso conservar en su memoria.
Esta autobiografía recoge otras manifestaciones del folclore sardo tradicional como los mutos, o estribillos campesinos18 que las mujeres cantan mientras pelan las almendras, cuyo origen parece estar en relación con las «cantigas de amigo»19 y guardan relación con las coplas y villancicos españoles.20 El hijo mayor de la autora, Sardus, contaba que a su madre «le emocionaban las canciones sardas y que en momentos de alegría o tristeza oía como las tatareaba desafinando y a escondidas».21
A lo largo de las páginas de Cósima se van desgranando una serie de vivencias que hunden sus raíces en la cultura tradicional de la isla, tal es la mención que se hace a propósito del padre de la autora: «Era también hábil como improvisador, a veces, reunía a su alrededor a otros famosos campeones de torneos trovadorescos y competía con los más diestros e inspirados».22 Los certámenes, en los que los profesionales del verso tienen que improvisar sobre un tema determinado, formaban parte de todas las fiestas populares, junto con las carreras de caballos y el baile ante la iglesia23 y todavía en la actualidad despiertan el interés de los aficionados que apoyan a uno u otro «versolari».
No todas las tradiciones que relata Grazia Deledda son alegres y coloristas; hay una usanza de la que se lamenta nuestra autora y es la del pesado luto que envuelve su casa después de la muerte del padre. En un estudio realizado sobre los ritos fúnebres explica la escritora que el luto estipulado varía desde siete a ocho años por el padre, hasta un mínimo de dos por un pariente lejano. En las casas de tradición el luto se observa de forma rigurosa, hasta el punto de que las ventanas permanecen cerradas durante años y las mujeres «las eternas mártires de la casa transcurren sus mejores años viviendo una vida muy triste...».24 Para superar el aislamiento al que conducía esa situación Cósima encuentra refugio en la escritura: «como obligada por una fuerza subterránea escribía versos y cuentos».25
12 Véase en el Apéndice la nota de Baldini a la página 56.
13 Sandra Petrignani La scrittrice abita qui, Vicenza, Neri Pozza Editore, 2003, pág. 18.
14 Cósima, pág. 173.
15 De sus estudios sobre folclore sardo, véase: G. Deledda, Tradizioni popolari di Nuoro in Sardegna, Roma, Forzani, 1895. Ahora en: Dolores Turchi, Grazia Deledda. Tradizioni popolari di Sardegna, Roma, Newton Compton Editori – Cagliari, Edizioni della Torre, 1995.
16 Cristina Lavinio, Grazia Deledda. Bestiario, Cagliari, Demos editore, 1994, pág. 13. La escritora tuvo durante años una corneja llamada Checca, protagonista de relatos como Piccolina, Acquaforte y La gracchia.
17 Cósima, pág. 43.
18 Ibid., pág. 77. Véase la nota de Baldini, pág. 79.
19 Paolo Toschi, Invito al folklore italiano, Roma, Editrice Studium, 1963, pág. 32.
20 Francesco Alziator, Il folklore sardo, Cagliari, Zonza, 2005 [1957], pág.106.
21 Petrignani, o. cit., pág. 39
22 Cósima, pág. 86
23 Alziator, o. cit. pág. 114.
24 Grazia Deledda «Usi funebri» en Tradizioni popolari di Sardegna, o. cit., pág. 186.
25 Cósima, pág. 98.