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EL PEREGRINO

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EL VIAJE DE CRISTIANO A LA CIUDAD CELESTIALBAJO EL SÍMIL DE UN SUEÑO

JOHN BUNYAN

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EDITORIAL CLIE

C/ Ferrocarril, 8

08232 VILADECAVALLS (Barcelona) ESPAÑA

E-mail: libros@clie.es

Internet: http://www.clie.es

EL PEREGRINO

El viaje de Cristiano a la Ciudad Celestial bajo el simil de un sueño

CLÁSICOS CLIE

Copyrigth © 2008 por Editorial CLIE

para la presente versión española

Revisión y actualización del texto por Ana Romero García

Traducción de las poesías por Carlos Araujo

ISBN: 978-84-8267-645-6

Clasifíquese:

2250 VIDA CRISTIANA:

Alegorías sobre la vida cristiana

CTC: 05-33-2250-05

Referencia: 224694

Índice

PORTADA

PORTADA INTERIOR

CRÉDITOS

PRÓLOGO EDITORIAL

VIDA DE JOHN BUNYAN

PRÓLOGO POÉTICO DEL AUTOR

CAPITULO I. Comienza el sueño del autor. Cristiano, convencido de su pecado, huye de la ira venidera, y es dirigido por Evangelista hacia Cristo.

CAPITULO II. Cristiano inicia su peregrinación y se ve abandonado por Obstinado y Flexible.

CAPITULO III. Cristiano abandona su camino engañado por Sabio-según-el-mundo; pero Evangelista le sale al encuentro, y le pone otra vez en el buen camino

CAPITULO IV. Cristiano llega a la puerta estrecha, pide el cumplimiento de la promesa evangélica, llama y es recibido con amabilidad.

CAPITULO V. Cristiano en casa de Intérprete y las cosas que allí vio: un buen Ministro del Evangelio; regeneración gratuita de un corazón corrompido por medio de la fe; la mejor elección; la vida espiritual sostenida por la gracia; la perseverancia; la apostasía; el juicio final.

CAPITULO VI. Cristiano llega a la Cruz. la carga cae de sus hombros, es justificado y recibe nuevas vestiduras y un diploma de adopción en la familia de Dios.

CAPITULO VII. Cristiano encuentra a Simplicidad, Pereza y Presunción entregados a un profundo sueño; es despreciado por Formalista e Hipocresía; sube por el collado Dificultad; pierde el pergamino y lo encuentra otra vez.

CAPITULO VIII. Cristiano pasa a salvo entre los dos leones y llega al palacio llamado Hermoso, donde le admiten con amabilidad y le tratan con atención y cariño.

CAPITULO IX. Cristiano entra en el valle de Humillación, en donde es asaltado con fiereza por Apollyón; mas le vence con la espada del espíritu y la fe en la Palabra de Dios.

CAPITULO X. Cristiano padece muchas tribulaciones en el valle de Sombra-de-muerte; pero como sea que las experiencias pasadas le habían enseñado a ser vigilante, con la espada desnuda en la mano y ejercitándose en la práctica de la oración, consigue atravesarlo con seguridad y sin experimentar daño alguno.

CAPITULO XI. Cristiano encuentra en Fiel un compañero excelente; pero el temor que éste muestra a la hora de juntarse con él, le enseña, y nos enseña, a ser muy cautos en elegir los compañeros. Juntos, por fin, mantienen conversaciones muy provechosas.

CAPITULO XII. Cristiano y Fiel se encuentran con Locuacidad, retrato de tantos falsos maestros de religión, para quienes ésta consiste en hablar mucho y obrar poco.

CAPITULO XIII. Evangelista sale otra vez al encuentro de los peregrinos y los prepara para nuevas experiencias. Entran en la Feria de Vanidad, y la gente se burla de sus vestidos, de su lenguaje y de su conducta. Son perseguidos, y Fiel es juzgado y ejecutado.

CAPITULO XIV. Cristiano encuentra un excelente compañero en Esperanza, y ambos, inflamados del amor de Dios, resisten a los sofismas sutiles de varios sujetos que encuentran en su camino.

CAPITULO XV. Cristiano y Esperanza, al verse rodeados de consuelos y de paz, caen en negligencia, toman una senda extraviada y son presa del Gigante Desesperación; pero invocan al Señor, y son librados por la llave de las promesas.

CAPITULO XVI. Los peregrinos son hospedados por los Pastores de las Montañas de Delicias.

CAPITULO XVII. Conversación de los peregrinos con Ignorancia; situación desesperada de Vuelve-atrás; robo de Poca-Fe; Cristiano y Esperanza, por no consultar el plano del camino que les habían dado, caen en la red de Adulador.

CAPITULO XVIII. Los peregrinos se encuentran con Ateo, a quien resisten con las enseñanzas de la Biblia. Pasan por Tierra-encantada, figura de la corrupción de este mundo en tiempos de sosiego y prosperidad. librarán de ella a través de la vigilancia, meditación y oración.

CAPITULO XIV. los peregrinos hablan de nuevo con Ignorancia, y descubren en sus palabras el lenguaje de un cristiano sólo de nombre, que no reconoce su estado de condenación ni su necesidad de ser perdonado y justificado por gracia. Conversación acerca de Temporario, la cual es un aviso terrible y saludable para el lector.

CAPITULO XX. Cristiano y Esperanza pasan por el agradable país de Tierra-habitada, atraviesan sin sufrir daños el río Muerte y son admitidos en la gloriosa Ciudad-de-Dios.

PRÓLOGO EDITORIAL

En su excelente y conocida obra de divulgación La cultura: todo lo que hay que saber,1 el profesor Dietrich Schwanitz incluye la obra de John Bunyan The Pilgrim’s Progress,(1678) (El Peregrino), en su relación de “libros que han cambiado el mundo”.

¿Qué hace a un prestigioso intelectual alemán del siglo XXI dar tanta importancia a un librito alegórico insignificante, escrito en el siglo XVII por el hijo de un calderero de Elstow, mientras estaba en la cárcel por desobediencia civil?

La respuesta, en parte, la encontramos en palabras de su propio autor, que al prologar la segunda parte, escrita siete años después, Christiana’s Journey, (1685) (La Peregrina), se refiere poéticamente al éxito alcanzado por su primer libro estos términos:

Tierra y mares cruzó mi Peregrino,

y no supe que fuese rechazado

en reino alguno, fuera pobre o rico,

ni en desprecio las puertas le cerraron.

En Francia y Flandes, donde están en guerra,

entró como un amigo y un hermano.

En Holanda también, según me dicen,

por muchos, más que el oro es apreciado.

Serranos e Irlandeses convinieron

en recibirlo con cordial aplauso.

En América está tan acogido

y le miran allí con tal agrado,

que lo empastan, lo pintan y embellecen,

por aumentar su conocido encanto.

En fin, que por doquiera se presente,

miles hablan y cantan alabándolo.

Si es en su patria, no sufrió mi Libro

vergüenza ni temor en ningún lado.

¡Bienvenido!, le dicen, y lo leen

en la ciudad lo mismo que en el campo.

No pueden reprimir una sonrisa

los que lo ven vender o ser llevado.

Los jóvenes lo abrazan y lo estiman

más que otras obras de mayor tamaño,

y dicen de él con júbilo: Más vale

la pata de mi alondra que un milano.

Así fue y así es. Desde el primer momento en que salió de la imprenta, The Pilgrim’s Progress se convirtió en un best-seller, hasta el punto que, a la muerte de Bunyan (1688), ya se habían publicado once ediciones y se habían vendido más de cien mil ejemplares, cifra sorprendente en aquella época.

La primera edición vio la luz en 1678, y un año después, 1679, una segunda, corregida y ampliada. A partir de aquí, se publicaron, en vida del propio Bunyan, nueve ediciones más: 1680, 1681, 1682, 1683, 1684, 1685 y 1688. La primera edición norteamericana, en la todavía denominada América Colonial, apareció tan sólo tres años después de la primera edición inglesa, en 1681. Tuvo, pues, una difusión masiva entre los puritanos y comunidades protestantes “no-conformistas” a ambos lados del Atlántico, cuyos fieles lo leían a diario junto con la Biblia y otro best-seller de la época, Foxe’s Book of Martyrs,2 una obra sobre la historia de los mártires, especialmente de la Reforma y puritanos, y que, como The Pilgrim’s Progress, iba encaminado a fortalecer la fe de los creyentes en una época de privaciones y dificultades.

Esto hizo que The Pilgrim’s Progress se convirtiera en uno de los libros más difundidos de la historia y más traducido a otros idiomas después de la Biblia, incluso a lenguas desconocidas en los días de Bunyan. Tres siglos después, el viaje de Cristiano a la Ciudad Celestial es conocido por asiáticos en el Oriente y africanos en el Occidente; por esquimales del Polo Norte y aborígenes del Pacífico Sur. Ha estado presente y disponible en las librerías, continuadamente y sin interrupciones desde su primera edición. Y existen hoy en el mercado todo tipo de ediciones: ilustradas, comentadas, infantiles o de bibliófilo, en más de doscientos idiomas.

Encuadrada en el género de la literatura alegórica y exponente tardío de lo que se conoce como devotio moderna, surgida con Thomas de Kempis y su Imitación de Cristo, la obra de Bunyan ha sido reconocida y elogiada por los eruditos de todos los tiempos como una obra maestra de la lengua inglesa, y resulta difícil que una persona educada en el mundo anglosajón no lo haya leído o la conozca al menos como referencia. Se han publicado numerosos comentarios al texto y es citado habitualmente por los grandes autores de la literatura inglesa y norteamericana, desde Samuel Johnson, que afirma en una de sus obras que: «El mérito más grande de este libro (El Peregrino) es que el hombre más cultivado no puede encontrar otra lectura más elevada para encomiar, y a la vez, un niño no encontraría nada más divertido»; pasando por Nathaniel Hawthorne en Celestial Railroad; E. E. Cummings en The Enormous Room; John Bucham en Mister Standfast e incluso Alan Moore, que incluye el personaje principal de El Peregrino, Cristiano, como miembro del grupo en la primera versión de su novela The League of Extraordinary Men.

Su impacto en el mundo del arte ha sido también enorme. Sirvió como fuente de inspiración para algunos de los artistas e ilustradores de más renombre en el mundo anglosajón de los siglos XVIII y XIX como John Flaxman, William Blake, Joseph Kyle, Henry Courtney Selous, Edward Goodall, Frederic Edwin Church, Jasper Frances Cropsey, Daniel Hunttington, Norman Rockwell, y muchos más; las pinturas y grabados que reproducen diferentes escenas del camino de Cristiano, son incontables.

Hollywood ha situado también a Cristiano en la gran pantalla en numerosas ocasiones, con estrellas de la talla de Leam Neeson (La lista de Schindler, El Reino de los Cielos), Jenny Cunningham o Tina Heath, y existen numerosas versiones en DVD.

El famoso compositor Ralph Vaughan Williams escribió en 1951 una ópera basada en el libro y titulada The Pilgrim’s Progress, estrenada en Londres el 26 de mayo de 1951, y Bob Dylan tiene un álbum titulado The Pilgrim’s Progress.

Estamos convencidos, sin embargo, que no fue únicamente esta difusión masiva y su impacto cultural lo que impulsó a Dietrich Schwanitz a incluirlo en su relación de “libros que han cambiado el mundo”. Su apreciación es bastante más profunda y va mucho más allá. Schwanitz considera que The Pilgrim’s Progress es un texto clave para entender la esencia teológica y sociológica del movimiento puritano, y con ello, las bases de la cultura anglosajona. Sin ello, afirma Schwanitz «el capitalismo sería otra cosa, Inglaterra no hubiera sido la avanzadilla de la modernización, y Estados Unidos hubiera evolucionado de otro modo». Criterio que comparte ampliamente otro peso pesado de la sociología moderna, el profesor de Harvard Samuel P. Hunttington, quien en su obra ¿Quiénes somos: los desafíos de la identidad nacional estadounidense? no duda en mencionarlo como un elemento determinante en la fundación de los Estados Unidos de América.

Los personajes centrales de Bunyan, Cristiano y Cristiana, son el más claro exponente de una nueva forma de entender la teología, y con ello, de una nueva forma de entender el mundo; establecen las bases de un nuevo modelo de sociedad.

Cristiano y Cristiana, abandonan todo lo que poseen en su Ciudad de Destrucción y emprenden su viaje hacia la Ciudad Celestial, enfrentando en el camino toda clase de peligros, hasta lograr su propósito. Con ello, cumplen dos funciones: se convierten, por un lado, en símbolo alegórico de todos aquellos peregrinos puritanos que, abandonando todo lo que poseían en su Inglaterra natal, emprendieron viaje en el Mayflower al Nuevo Mundo para establecer allí un nuevo modelo de sociedad más libre y pluralista; pero, además, definen también el nuevo modelo de relación entre el hombre y Dios surgido de la Reforma y adoptado por el protestantismo no-conformista. Un nuevo modelo soteriológico, en el que la salvación rompe su vínculo y dependencia de la Entidad eclesial como ente administrador y canal transmisor de la gracia divina, y se transforma en una relación directa y personal del hombre con Dios, entre el pecador redimido y su Redentor amante; libre de intermediarios y dependiente, única y exclusivamente, de la decisión personal de cada individuo a través de la gracia y por medio de la fe. Un modelo que, años más tarde, cristalizaría en la esencia teológica del actual movimiento evangélico.

Ese modelo soteriológico del pensamiento puritano, independiente e individualista, magistralmente descrito por Bunyan a través de sus peregrinos Cristiano y Cristiana, ha influido decisivamente en la forja del pensamiento y la cultura anglosajona, especialmente la norteamericana; donde cada cual depende de sí mismo y de su propio esfuerzo; donde cada ciudadano se siente peregrino y vive la angustia de progresar, consciente de que puede alcanzar todo aquello que se proponga, si está dispuesto a luchar por ello con todas sus fuerzas hasta alcanzar la meta.

Bunyan, con sus personajes, no hizo más que describir simbólicamente las diferencias, bien marcadas, que a partir de la Reforma protestante del siglo XVI han delimitado a las dos culturas que han configurado la sociedad occidental de los últimos quinientos años: la católica romana, circunscrita mayoritariamente a los países de la ribera mediterránea y Latinoamérica; y la germánica-anglo-sajona, del Norte de Europa y los Estados Unidos. Dos modelos de sociedad muy diferentes en sus concepciones, por no decir divergentes o incluso enfrentados entre sí.

Tenemos, por un lado, el modelo de sociedad conformista fomentado por la Iglesia Católica Romana, aliada -hasta bien entrado el siglo XX- de sistemas políticos absolutistas y propensa a mantener las diferencias de clases. Un modelo que, si bien por un lado aplastaba las legítimas aspiraciones del pueblo para autogobernarse, le compensaba, por otro lado, librándole de la angustia de tener que pensar por sí mismo. Un modelo social en el que la riqueza y el éxito se han vinculado históricamente a la herencia o a la suerte; donde el trabajo ha sido visto, tradicionalmente, como un estigma, un castigo de Dios al que se ven sometidas las clases inferiores; por lo que, el objetivo ha sido siempre tratar de evitarlo -o cuanto menos, limitarlo al mínimo exigible y necesario- lo que ha mermado sensiblemente la capacidad productiva, la competitividad y el crecimiento económico de las sociedades donde se ha impuesto.

En el otro lado, tenemos el modelo del protestantismo no-conformista: individualista, independiente, favorable a la igualdad y a la democracia, donde la riqueza y el éxito no se vinculan a la herencia o a la suerte, sino a la iniciativa privada y a la laboriosidad individual. Donde el trabajo no se ve como un castigo divino, sino todo lo contrario, como un privilegio, un don de Dios. Donde, en igualdad de oportunidades, la suerte de cada uno surge de su propio esfuerzo y productividad. Donde cada ciudadano, consciente de que su éxito o fracaso depende únicamente de sus propias decisiones, emprende su camino en solitario, como hicieran el Peregrino y la Peregrina de Bunyan, y acepta voluntariamente la angustia de progresar hasta alcanzar las metas y objetivos que se ha propuesto.

Dos modelos bien distintos de sociedad, cuyas consecuencias han sido, hasta hace muy poco, un desarrollo más rápido y un crecimiento económico más elevado en los países germánicos y anglosajones, de cultura protestante, que en los países latinos, de tradición católica. Teoría que ya desarrolló y expuso ampliamente Max Weber en su conocida obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo.

En este sentido, cabe decir que El Peregrino de John Bunyan, va más allá de ser una obra maestra de la literatura alegórica y un pilar de teología evangélica; puede calificarse, además, como pionero y precursor de los muchos libros de estímulo y motivación personal, tan apreciados y tan de moda en nuestros días.

Por todo ello, es una satisfacción para la Editorial CLIE, ofrecer a los lectores esta nueva versión actualizada de El Peregrino y La Peregrina, en las que, preservando la integridad del texto original, manteniendo la calidad y valor literario de la versión española y respetando la magistral traducción poética de Carlos Araujo, tratamos de acercar la obra inmortal de John Bunyan a los lectores del siglo XXI.

ELISEO VILA VILA

Presidente de la Editorial CLIE

ANA ROMERO GARCÍA

Revisora y actualizadora del texto.

1 Bildung. Alles was man wissen muss, Eichborn AG, Francfort, 2002; publicada en español por Taurus/Santillana.

2 En español El libro de los mártires, publicado también por la Editorial CLIE.

VIDA DE JOHN BUNYAN

JOHN BUNYAN, hijo de un calderero, nació en Elstow, cerca de Bedford, (Inglaterra) el año 1628, una época en la cual prevalecían las malas costumbres por todo el país. Su educación fue la que los pobres podían alcanzar a dar a sus hijos en aquellos días: asistió a la escuela primaria y aprendió a leer y escribir. Pero John era un muchacho rebelde, díscolo y desaplicado, y pocos de su edad le aventajaban a la hora de soltar palabrotas, mentir y blasfemar.

No obstante, sentía un profundo temor por las cosas del más allá, y parecía que el terror a lo que pudiera ser de él en la vida venidera era lo único capaz de refrenarle, pues durante el día le sobrevenían frecuentes y terroríficos presentimientos sobre la ira divina, y de noche le sobresaltaban sueños horribles. Su imaginación creaba apariciones fantasmagóricas de malos espíritus que venían para llevárselo, o le hacía creer que había llegado el día final, con todas sus terribles consecuencias.

Pero a medida que fue creciendo, su conciencia se fue endureciendo más y más, de modo que ya no bastaban sus temores para moderar su conducta. Ni tan siquiera los extraordinarios y providenciales acontecimientos que le ocurrieron en sus años jóvenes fueron suficientes para conmoverle y hacerle cambiar de actitud. Dos veces estuvo a punto de morir ahogado; durante la guerra civil, en la que fue obligado a servir en el ejército, un compañero suyo, que había pedido y obtenido permiso para sustituirle en una guardia, recibió un tiro en la cabeza y murió en el acto. Pero nada de esto consiguió que variara su conducta.

No fue hasta contraer matrimonio cuando la vida de hogar comenzó a ejercer cierta influencia favorable en su conducta. La joven que tomó por esposa era muy pobre, y lo más valioso que tenía eran dos libros que su padre, hombre muy piadoso, le había dejado en herencia: Plain Man’s Pathway to Heaven, (El camino sencillo al Cielo) del puritano Arthur Dent y Practice of Piety, (La práctica de la piedad) de Lewis Bayly, libros que la señora Bunyan leía con frecuencia en compañía de su marido, aprovechando para explicarle acerca de la vida santa que su padre había llevado.

El resultado fue que Bunyan comenzó a experimentar un vivo deseo de reformarse, y así lo hizo; aunque solamente en lo exterior, pues su corazón no experimentó cambio alguno, y su vida continuó por los mismos derroteros de pecado que hasta entonces había seguido.

Pero cierto día, un sermón que escuchó acerca del pecado de no santificar el día de reposo, le causó una fuerte impresión. Y la tarde de aquel mismo día, mientras estaba entregado a diversiones mundanas, como era su costumbre, se agolparon de pronto en su mente pensamientos terribles acerca del juicio venidero; y de pronto, imaginó oír una voz del cielo que le decía: “¿Quieres dejar tus pecados e ir al cielo, o prefieres seguir en ellos e ir al infierno?” Entonces cruzó por su conciencia, como un rayo, la convicción de que era un gran pecador; pero pensó que era ya tarde para buscar el perdón y poder ir al cielo, de modo que, frustrado, se entregó de nuevo a las diversiones, aún con mayor ahínco.

Algún tiempo después, hizo amistad con un cristiano, cuya piadosa conversación tocó de tal forma su corazón, que se sintió motivado a comenzar a leer la Biblia. En la Sagrada Escritura encontró cosas que le alarmaron, y emprendió una reforma total de su vocabulario y de su conducta; pero confiado solamente en sus propias fuerzas e ignorando el amor y la gracia de Jesucristo.

Un día, mientras paseaba por las calles de Bedford, le llamó la atención una conversación que sostenían tres mujeres piadosas, sentadas a la puerta de una casa. Se acercó, y escuchó que hablaban de Dios, de su obra en los corazones de los seres humanos y de la paz y la reconciliación, cosas que él no había conocido ni experimentado todavía. Las palabras de aquellas mujeres impactaron de tal modo en su vida que a partir de entonces abandonó la compañía de viciosos y comenzó a relacionarse únicamente con personas que, cuanto menos, tuvieran reputación de piadosos.

A partir de este momento, cabe decir que Bunyan, en paralelo a Cristiano, a su futuro personaje, emprendió su peregrinaje saliendo de la ciudad de Destrucción; pero cayó en muchos peligros y errores, hasta el punto que cabe decir que ni uno solo de los muchos temores que pueden asaltar al espíritu ansioso de salvación, dejó de inquietarle de un modo u otro en alguna ocasión. Por lo que durante largo tiempo, como Cristiano, permaneció encerrado en una jaula de hierro, privado del gozo de las promesas divinas y esperando aterrado una segura condenación. Su lucha con el Maligno recuerda claramente el combate de Cristiano y Apollyón, y a punto estuvo de sucumbir; pero como le sucediera a Cristiano, una mano misteriosa le alargó algunas hojas del árbol de la vida, que aplicadas a las heridas que había recibido en el combate, le sanaron al instante. Finalmente, la fe le llevó a la cruz de Cristo y vino a ser más que vencedor por medio de Aquél que le amó.

Poco después de esto, Bunyan hizo pública profesión de su fe y comenzó a predicar a otros la realidad del Salvador que él había encontrado.

Pero este cambio de actitud y de conducta, y más que nada su afán de comunicar a otros su hallazgo, no tardó en causarle graves problemas. Pese a que entre los años 1655 y 1660 predicó libremente y de manera constante en la vecindad de Bedford, en el último año fue arrestado y encarcelado en la prisión de Bedford, en la cual pasó doce años, exceptuando un breve intervalo de pocas semanas. Por un tiempo se afirmó que fue durante este primer y largo período de encarcelamiento en Bedford que escribió El Progreso del Peregrino, pero investigaciones más recientes han demostrado que fue durante otro encarcelamiento posterior y más breve, en el año 1676, cuando escribió la primera parte de su obra inmortal, publicada en los primeros meses del año 1678. La segunda parte no apareció hasta el año 1685.

Bunyan, aunque no era un erudito, manejaba con maestría la Biblia en la versión King James y era lector de las obras de Martín Lutero, especialmente su Comentario sobre la Epístola a los Gálatas, que leyó en inglés en la traducción de 1575 y que causó un profundo impacto en su vida. Fue un prolífico autor de otras muchas obras, aparte de El Peregrino. Otra alegoría titulada La Guerra Santa, publicada en 1682 -traducida y publicada también por CLIE al español-, que iguala a El Progreso del Peregrino en mérito literario y espiritual. Resumió también, de una manera inimitable, la historia de su vida en un libro titulado Gracia abundante para el mayor de los pecadores, digno de figurar al lado de las famosas Confesiones de San Agustín, o de las Conversaciones de sobremesa de Lutero. Y además numerosos libros, artículos, folletos y trabajos cortos.

En la cárcel, Bunyan aprendió el arte de hacer encaje de flecos largos, con lo cual ayudaba al sustento de su familia. Tras obtener su libertad, vivió una vida muy útil dedicada a la obra de Cristo, como pastor de la Congregación independiente de Bedford, como predicador itinerante y escritor. En un viaje a Londres, y debido a haber permanecido mojado, contrajo un fuerte resfriado y murió como resultado de una fiebre en la casa de un amigo en Snow Hill el 31 de agosto de 1688. Su tumba se encuentra en el cementerio de Bunhill Fields en Londres.

PRÓLOGO POÉTICO DEL AUTOR1

No fue mi plan, cuando tomé la pluma

para empezar la obra que te ofrezco,

hacer un libro tal; no, me propuse

escribir una cosa de otro género,

la cual, estando casi concluida,

ésta empezaba, sin fijarme en ello.

Y era que al escribir sobre el camino

por donde van los santos de este tiempo,

empleé, con frecuencia, alegorías,

sobre la senda que conduce al cielo,

en más de veinte cosas que narraba,

y otras tantas después se me ocurrieron.

Brotaban de mi mente estas figuras

como chispas sinnúmero del fuego.

Y dije: si tan pronto aparecéis,

en orden os pondré con justo método,

no vayáis a llegar a lo infinito,

y a consumir el libro ya compuesto.

Lo hice así; mas no me proponía

mostrar al mundo mis escritos nuevos;

lo que pensaba yo, no lo sabía;

sólo sé que no tuve por objeto

buscar de mis vecinos los aplausos,

sino dejar mi gusto satisfecho.

En componer el libro mencionado

sólo empleé de vacación el tiempo,

por apartar mi mente, al escribirlo,

de importunos, ingratos pensamientos.

Así con gran placer tomé la pluma,

y pronto consignaba en blanco y negro

las ideas venidas a mi mente,

sujetas todas al fijado método,

hasta tener la obrita, como veis,

su longitud, su anchura y su grueso.

Cuando estaba mi libro terminado,

a varios lo mostré, con el intento

de ver de qué manera lo juzgaban:

Unos, Viva; otros, Muera, me dijeron.

Unos me dicen: «Juan, imprime el libro».

Otros me dicen: «No». Según criterio

de varios, puede hacer un beneficio;

otros opinan con distinto acuerdo.

En esta variedad de pareceres,

yo me encontraba como en un estrecho,

y pensé: pues están tan divididos,

lo imprimiré, y asunto ya resuelto.

Porque -pensaba yo- si unos lo aprueban,

aunque otros avancen en canal opuesto,

con publicarlo se somete a prueba

y se verá quién tiene más acierto.

Y pensaba también: si a los que quieren

tener mi libro, a complacer me niego,

no haré más que impedirles lo que puede

ser un placer muy grande para ellos.

A los que no aprobaban su lectura

les dije: al publicarlo no les ofendo;

pues hay hermanos a los cuales gusta,

aplazad vuestros juicios para luego.

¿No lo quieres leer? Dejadlo: algunos

comen carne, mas otros roen el hueso,

y por si puedo contentar a todos,

a todos hablo en los siguientes términos:

¿No conviene escribir en tal estilo?

¿Por escribir en él, acaso dejo

de hacerte bien cual yo me proponía?

¿Por qué tal obra publicar no debo?

Negras nubes dan lluvia, no las blancas;

más si unas y otras a la vez llovieron,

la tierra con sus plantas las bendice,

sin lanzar a ninguna vituperio,

y recoge los frutos que dan ambas

sin distinguir de dónde procedieron;

ambas convienen, cuando está la tierra

estéril por falta de alimento,

más si está bien nutrida, las rechaza

porque ya no le sirve de provecho.

Mirad al pescador cómo trabaja

para coger los peces; qué aparejos

dispone con astucia; cómo emplea

redes, cuerdas, triángulos y anzuelos;

mas aun habiendo peces, no lograra

pescarlos con sus varios instrumentos,

si no los busca, los atrae, los junta

y les enseña el codiciado cebo.

¿Y quién dirá las tretas y posturas

que tiene que adoptar el pajarero,

si quiere coger caza? Necesita

red, escopeta, luz, trampa, cencerro,

según las aves que coger pretenda,

y son innumerables sus rodeos;

mas no le bastan; con silbido o toque

atraerá tal pájaro a su cepo;

pero si toca o silba, se le escapa,

tal otro, que se coge con silencio.

Suele hallarse una perla en una ostra

o quizá en la cabeza de un escuerzo;

pues si cosas que nada prometían,

cosa mejor que el oro contuvieron,

¿Quién desdeña un escrito, que pudiera

ayudarnos a buen descubrimiento?

Mi libro (aun desprovisto de pinturas

juzgadas por algunos como mérito)

no carece de cosas que superan

a otras muchas tenidas en aprecio.

«Bien juzgado ese libro -dice alguno-

yo desconfío de su buen suceso.»

¿Por qué? «Porque es oscuro.» ¿Qué más tiene?

«Es ficticio.» ¿Qué importa? Yo sostengo

que algunos, con ficciones y con frases

oscuras, cual las mías, consiguieron

hacer que la verdad resplandeciese

con hermosos y fúlgidos destellos.

«Pero le falta solidez.» Explícate.

«Esas frases, al corto de talento

le turban, y a nosotros las metáforas,

en vez de iluminar, nos dejan ciegos.»

Solidez necesita quien escribe

de las cosas divinas, es muy cierto;

¿Pero me falta solidez porque uso

metáforas? ¿Acaso no sabemos

que con tipos, metáforas y sombras

vino la Ley de Dios y su Evangelio?

En estas cosas el varón prudente

no encuentra repugnancia ni defectos;

los halla sólo el que asaltar pretende

la excelsa cima del saber supremo.

El prudente se inclina, reconoce

que Dios habló por diferentes medios;

con ovejas, con vacas, con palomas,

con efusión de sangre de corderos;

y es feliz al hallar la luz y gracia

que puso Dios en símbolos diversos.

No seáis presurosos en juzgarme

falto de solidez, rudo en exceso:

lo que parece sólido, no siempre

tiene la solidez que nos creemos;

no despreciamos cosas en parábolas;

a veces recibimos lo funesto,

y privamos al alma de las cosas

que le pueden hacer grande provecho.

Mi frase oscura la verdad contiene,

como el oro la caja del banquero.

Solían los profetas por metáforas

enseñar la verdad: sí, quien atento

a Cristo y sus apóstoles estudie,

verá que la verdad así vistieron.

¿Temeré yo decir que la Escritura,

Libro que a todos vence por su mérito,

está lleno doquier de analogías,

de figuras, parábolas y ejemplos?

Pues ese Libro irradia los fulgores

que nuestra noche en día convirtieron.

Vamos, que mi censor mire sus obras,

y hallará más oscuros pensamientos

que en este libro; sí, sepa que tiene

en sus mejores cosas más defectos.

Si apelamos ante hombres imparciales,

por uno a su favor, yo diez espero

que prefieran lo dicho en estas líneas

a sus mentiras en brillante arreo.

Ven, Verdad, aun cubierta de mantillas,

tú informas el juicio, das consejo,

agradas a la mente y haces dócil

la voluntad a tu divino imperio;

tú la memoria llenas con las cosas

que la imaginación ve con recreo,

y a la vez dan al ánimo turbado,

preciosa paz y bienhechor consuelo.

Sanas frases, no fábulas de viejas,

manda San Pablo usar a Timoteo;

más en ninguna parte le prohíbe

el uso de parábolas y ejemplos,

que encierran oro, perlas y diamantes,

dignos de ser buscados con empeño.

Una palabra más. Hombre piadoso:

¿Te ofendes? ¿Era acaso tu deseo

que yo diese otro traje a mis ideas,

o que fuese más claro, más expreso?

Déjame proponer estas tres cosas,

y al fallo de mis jueces me someto.

I

¡Hallo que puedo usar, nadie lo niega,

mi sistema, si abuso no cometo

con palabras, con cosas, con lectores;

si en el uso de símiles soy diestro

y en aplicarlos, procurando sólo,

de la verdad el rápido progreso.

¿Negar he dicho? No; tengo licencia,

(y también de hombres santos el ejemplo,

que agradaron a Dios en dichos y obras

más que cualquiera del presente tiempo)

para expresar las cosas excelentes

en sumo grado que pensadas tengo.

II

Hallo que hombres de talla cual los árboles

en diálogos escriben, y por eso,

nadie los menosprecia; quien merece

maldición es quien usa su talento

en abusar de la verdad, que debe

llegar a ti y a mí, según los medios

que Dios quiera emplear; porque, ¿quién sabe

mejor que Dios, el que enseñó primero

el uso del arado, cómo debe

dirigir nuestra pluma, y pensamiento?

Él es quien hace que las cosas bajas

suban a lo divino en raudo vuelo.

III

1 Bunyan escribió en poesía el prólogo de su obra. El gran poeta protestante sevillano Carlos Araujo Carretero hizo, a finales del siglo XIX, una traducción métrica magistral del prólogo poético de Bunyan para la versión española del libro, que incluimos, junto con todas los demás textos poéticos de la obra por su interés histórico y alto valor literario.