UNA SEMANA CONTIGO

V.1: enero, 2016


Título original: One Week Girlfriend

© Monica Murphy, 2013

© de la traducción, Lidia Pelayo, 2015

© de esta edición, Futurbox Project, S. L., 2016


Fotografía de cubierta: @ annebaek / iStock Photo

Diseño de cubierta: Taller de los Libros


Derechos gestionados a través de Trident Media Group. 

Todos los derechos reservados. 


Publicado por Oz Editorial

C/ Mallorca, 303, 2º 1ª

08037 Barcelona

info@ozeditorial.com

www.ozeditorial.com


ISBN: 978-84-16224-26-5

IBIC: FR

Maquetación: Taller de los Libros


Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser efectuada con la autorización de los titulares, con excepción prevista por la ley.

UNA SEMANA CONTIGO

Monica Murphy


Traducción de Lidia Pelayo


1


Me enamoré en cuanto te vi. 

Y tú sonreíste porque lo sabías.

Arrigo Boito


Capítulo 1


4 días para el día clave y restando…


Drew [verbo]: acercar hacia uno, por medio de una fuerza o influencia inherente, atraer.


Lespero fuera del bar, apoyado contra la dura pared de ladrillo con las manos metidas en los bolsillos de la chaqueta y los hombros encorvados para protegerme del viento. Hace un frío de mil demonios y apenas hay luz por todas las nubes que cubren el cielo. No hay ni luna, ni estrellas. Es espeluznante, sobre todo porque estoy aquí solo.

Si empieza a llover y ella todavía no ha terminado de trabajar, se acabó. Me voy. No necesito esta mierda.

El pánico atraviesa mi cuerpo y respiro hondo. No puedo marcharme y lo sé. La necesito. Ni siquiera la conozco y estoy completamente seguro de que ella no me conoce a mí, pero aun así la necesito para sobrevivir. No me importa si esto hace que parezca una nenaza o lo que sea.

No puedo enfrentarme a la semana que viene solo.

La música del pequeño bar retumba y oigo a la gente riendo y gritando dentro. Juraría que reconozco más de una voz. Se lo están pasando bien. Estamos en época de exámenes y la mayoría de nosotros debería estar estudiando, ¿verdad? Machacándonos en la biblioteca o doblados sobre nuestro escritorio, con la cabeza metida dentro de un libro o inclinada en nuestro portátil, repasando apuntes, escribiendo trabajos y todas esas cosas.

En lugar de eso, muchos de mis amigos están emborrachándose en este bar. A nadie parece importarle que solo sea martes y que todavía queden otros tres días de exámenes y entrega de trabajos. Es el momento de darlo todo, pero ellos prefieren centrarse en el hecho de que la semana que viene habremos acabado. Muchos de nosotros nos largaremos de este pequeño pueblo en el que vamos a la universidad.

Como yo. Me habré marchado de aquí el sábado por la tarde. Aunque no quiero irme. Preferiría quedarme.

Pero no puedo.

Su turno termina a medianoche. Se lo pregunté a una de las camareras que trabajan en La Salle cuando llegué, antes de que nadie más hubiera llegado. Ella estaba dentro, trabajando en la cocina, así que no me ha visto. Eso ha estado bien.

No quiero que se fije en mí. Todavía no. Y mis supuestos amigos tampoco tienen por qué saber que estoy aquí. Nadie conoce mi plan. Temo que alguien intente convencerme de que lo abandone si se entera.

Como si tuviera alguien a quien contárselo. Puede parecer que estoy rodeado de amigos, pero ninguno de ellos lo es de verdad. No quiero que lo sean. Acercarse demasiado a alguien no trae más que problemas.

La vieja puerta de madera se abre, las bisagras crujen, el sonido de dentro llega hasta mí como una explosión y choca contra mi pecho. Ella sale a la oscuridad, la puerta se cierra a sus espaldas con un ruido que rompe el silencio de la noche. Lleva un abrigo rojo, corto y grueso que parece tragársela por completo, haciendo que sus piernas, cubiertas por unas medias negras, parezcan increíblemente largas.

Me separo de la pared y me acerco a ella.

—Hola.

La recelosa mirada que me dirige lo dice todo.

—No me interesa.

¿Eh?

—Pero si no te he dicho nada.

—Sé lo que quieres.

Comienza a andar y yo la sigo. En realidad, la persigo. No había pensado en esto.

—Todos sois iguales. Pensáis que podéis esperar aquí, con la esperanza de atraparme. Mi reputación es bastante peor de lo que realmente he hecho con cualquiera de tus amigos —espeta por encima de su hombro mientras acelera el paso. Para ser tan poca cosa, es bastante rápida.

Espera un momento. ¿Qué ha dicho? ¿Qué se supone que significa eso?

—No estoy buscando un polvo fácil.

Ella ríe, pero el sonido se quiebra.

—No tienes que mentir, Drew Callahan. Sé lo que quieres de mí.

Por lo menos sabe quién soy. La agarro del brazo cuando está a punto de cruzar la calle, haciendo que se detenga, y ella se gira para mirarme. Mis dedos se estremecen, aunque lo único que toco es su abrigo.

—¿Qué crees que quiero de ti?

—Sexo —escupe la palabra, sus ojos verdes se entrecierran, su cabello rubio brilla con la luz de la farola bajo la que estamos—. Mira, tengo los pies destrozados y estoy cansada. Has escogido la noche equivocada para intentar tener algo conmigo.

Estoy completamente confundido. Habla como si fuera una especie de prostituta y yo quisiera una mamada rápida en un callejón.

Observo su cuerpo, mi mirada se detiene en su boca. Tiene una boca fantástica. Labios carnosos y sexys, si soy sincero conmigo mismo, creo que podría hacer una mamada increíble, pero no estoy aquí para eso.

Su reacción hace que me pregunte exactamente cuántos de mis compañeros de equipo se han acostado con ella. Es decir, es cierto, la única razón por la que estoy hablando con ella es por su reputación. Pero no quiero pagarle a cambio de sexo.

Intento pagarle a cambio de protección.


Fable [sustantivo]: Fábula, historia no fundada en hechos reales; mentira, falsedad.


El chico de oro del campus, Drew Callahan, me agarra como si no fuera a soltarme y me está poniendo nerviosa. Es enorme, más de metro ochenta, y con unos hombros anchos como montañas. Pero teniendo en cuenta que juega al fútbol americano, no es una sorpresa, ¿verdad? Ya me he enrollado con algunos de los tíos de su equipo. Son todos musculosos y gigantescos.

Pero ninguno de ellos hace que mi corazón se acelere con solo cogerme del brazo. No me gusta mi reacción hacia él. Normalmente no reacciono así ante nadie.

Reúno todas mis fuerzas y me suelto, me alejo un poco de él, interponiendo algo de distancia entre ambos. Una especie de súplica aparece en sus ojos y abro la boca preparada para mandarle a la mierda, pero él habla primero.

—Necesito tu ayuda.

Frunzo el ceño y apoyo las manos en las caderas. Es complicado teniendo en cuenta el estúpido y enorme abrigo que llevo. Fuera hace frío y la falda del uniforme es más corta de lo normal, permitiendo así una mayor visión de mis piernas. Gracias, Señor, por las medias de lana, aunque sé que mi jefe las odia. Dice que no son muy sexys.

Pero la verdad es que me importa una mierda lo que él considere sexy. Siguen dándome buenas propinas. Tengo en el bolso casi cien dólares solo de esta noche. Aunque es como si ya me los hubiera gastado.

El dinero se gasta antes incluso de que lo gane.

—¿Para qué necesitas mi ayuda? —pregunto.

Él mira alrededor, como si temiera que alguien nos viera. No me sorprende. La mayoría de los tíos no quiere que los vean en público conmigo.

A veces es realmente asqueroso eso de ser la puta del campus. Especialmente si ni siquiera vas a esa estúpida universidad.

—Quizás podríamos ir a otro sitio para hablar —sugiere con una pequeña sonrisa. Estoy segura de que la mayoría de las chicas se derretirían solo con ver ese gesto, esa expresión seductora en su cara. Es guapo y lo sabe, con esas cejas oscuras que hacen juego con su cabello moreno y sus llamativos ojos azules.

Pero yo no soy como la mayoría de las chicas. No me enamoro del primero que pase por delante.

—No voy a ir a ninguna parte. Si quieres decirme algo, puedes hacerlo aquí. Y hazlo rápido porque tengo que irme a casa.

Estoy segura de que mi madre no está allí y mi hermano se ha quedado solo.

Eso no es bueno.

Suspira profundamente, parece molesto. No me importa. Sea lo que sea lo que quiere pedirme, sé que no será algo que pueda llegar ni siquiera a plantearme. Sin embargo, soy demasiado curiosa, necesito saberlo. Simplemente para disfrutar después de haberle dicho que no al chico más guapo de la universidad.

Drew Callahan no habla con chicas como yo. Yo he crecido aquí. Soy una pueblerina. Él es el quarterback del equipo de fútbol americano de la universidad. Es como una estrella, con fans y todo. Aspira llegar a la Liga Nacional de Fútbol, por el amor de Dios.

Yo tengo un trabajo asqueroso que apenas me permite llegar a fin de mes. Mi madre es una alcohólica que duerme quién sabe dónde y mi hermano pequeño está empezando a meterse en problemas en el colegio. Nuestros mundos son completamente opuestos. No tengo ni idea de por qué quiere hablar conmigo.

—La semana que viene es Acción de Gracias —empieza, y yo pongo los ojos en blanco.

Uf. Estoy doblemente agradecida por ello. Significa que todo el mundo se irá del pueblo y el bar estará vacío, haciendo que el trabajo sea un paseo.

—Continúa.

—Tengo que volver a casa. —Hace una pausa, su mirada se aparta de la mía y un escalofrío recorre mi espalda. No tengo ni idea de qué tengo que ver yo en todo esto—. Quiero que vengas conmigo.

Vale. Eso no me lo esperaba.

—¿Qué? ¿Por qué?

Su mirada vuelve a encontrarse con la mía.

—Quiero que finjas que eres mi novia durante una semana.

Lo miro boquiabierta. Me siento como un pez fuera del agua, boqueando. Abriendo y cerrando la boca. Como si jadease por mi último aliento, que creo que es lo que estoy haciendo.

—Estás de broma.

Niega despacio con la cabeza.

—No.

—¿Por qué yo?

—Yo… —Sacude la cabeza y cierra la boca, como si no quisiera decírmelo—. Te pagaré.

Me cruzo de brazos. Están más elevados por culpa del estúpido abrigo. Lo odio, pero es el más abrigado que tengo. Seguro que parezco una bola.

—No estoy en venta.

—Escucha, no quiero pagarte por nada… sexual. —Su voz baja una octava y consigue que me estremezca. La forma en la que ha dicho eso ha sido muy sexy, aunque no fuese su intención—. Solo necesito que finjas ser mi novia. No tendremos que compartir habitación ni nada de eso. No voy a intentar acostarme contigo pero tiene que parecer que estamos juntos, ¿sabes a qué me refiero?

No respondo. Quiero que siga con esto para poder recordar cómo tuve al maldito Drew Callahan pidiéndome que fingiese ser su novia. Este momento no podría volverse más surrealista de lo que está siendo.

—Sé que tienes una vida y un trabajo y lo que sea que hagas después. Seguramente sea difícil para ti dejarlo todo y venir conmigo una semana, pero te juro que haré que merezca la pena.

Con esto último hace que me sienta una chica barata. Como si realmente fuera la zorra que todos los chicos dicen que soy. Las exageraciones son tantas que no merece la pena prestarles atención. Los rumores son tan escandalosos que ya ni me molesto en desmentirlos. No hay motivos para hacerlo.

—¿De cuánto estamos hablando?

Su mirada se queda fija en la mía y me atrapa. La ansiedad invade cada parte de mi cuerpo mientras espero a que conteste.

—Tres mil dólares.

AGRADECIMIENTOS

E., mi maravilloso compañero crítico, a quien le encantó la primera versión de la carta que Drew le escribió a Fable (quizás algún día comparta esa romántica y dulce carta) pero se le ocurrió una idea aún mejor. Me salvas la vida más veces de las que puedo contar y por eso, estaré siempre en deuda contigo. A mi marido y a mis hijos por aguantarme cuando me siento delante del ordenador todo el día. Y a todos mis lectores que le dieron una oportunidad a esta historia sobre un chico y una chica heridos: gracias.

Sobre la autora

2

Monica Murphy nació en California, USA. Esta escritora de Young Adult y romántica bebe café continuamente y pasa demasiado tiempo frente a la pantalla de su ordenador (es adicta al trabajo, ya que escribir es su mayor pasión). Vive en las laderas bajas de Yosemite con su marido y sus tres hijos y, cuando no está escribiendo, le encanta leer y viajar con su familia.

Una semana contigo

¿Qué pasa cuando tu novia ficticia se convierte en tu chica ideal?


Fable no ha tenido una vida fácil. Tiene dos trabajos y además, cuida de su hermano pequeño. A pesar de ser preciosa e inteligente, siempre acaba saliendo con chicos que no le convienen y que solo quieren divertirse con ella.

Drew no solo es popular y la estrella del equipo de fútbol, también es el chico más guapo de toda la universidad. 

Cuando Drew le pide a Fable que finja ser su novia durante una semana, ninguno de los dos se imagina que las mentiras puedan dar paso a algo real. 

Pero todo el mundo guarda secretos, y Drew tiene más de los que reconoce. ¿Conseguirá Fable averiguarlos todos?




«Una lectura dulce y sexy con una pizca de angustia. ¡Engancha desde la primera página!»

Under the Covers


«¡Qué gran novela de Monica Murphy! Coged el libro y preparaos para la montaña rusa en la que estáis a punto de subir…»

Shh Moms Reading


«¡Un libro perfecto!»

The Obsessive Reader

ÍNDICE


Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Agradecimientos

Segundas oportunidades

Sobre la autora


Capítulo 2


Dos días para el día clave y restando…


Por una vez, quiero saber qué se siente 

al ser la primera opción de alguien.

Fable Maguire


Fable


Todavía no me puedo creer que haya aceptado hacer esto. Tres mil dólares es mucho dinero como para dejarlo escapar, y Drew lo sabe. La decisión estaba tomada desde el momento en que esa impactante cifra salió de sus labios. A pesar del miedo y la preocupación sobre cómo lo haré para marcharme de aquí una semana y que mi mundo no se derrumbe, dije que sí sin dudarlo.

Supongo que soy demasiado avariciosa. No puedo dejar pasar esta oportunidad, y eso hace que me sienta como una mierda, a pesar de lo mucho que me repito que lo hago por mi familia. Por mi hermano, Owen. Solo tiene trece años y odio ver cómo se está convirtiendo en un chico problemático. Es muy dulce y tiene buen corazón, pero se ha juntado con un grupo de chicos malos en el colegio y está haciendo cosas como saltarse las clases o robar en tiendas, también sé que ha fumado hierba en más de una ocasión. Lo he olido en su ropa.

A nuestra madre le da igual. Yo soy la única a la que le importa lo que hace. Y ahora me marcho una semana. La mitad de esos días no estará en el colegio, pero es tiempo más que suficiente para que se meta en algún lío.

La lucha en mi interior es abrumadora.

—¿Por qué tienes que irte?

Saco de encima del armario la bolsa de viaje vieja que no se usa desde hace no sé cuánto y la tiro encima de la cama de mi madre. Una nube de polvo se esparce cuando choca contra la colcha.

—No me voy mucho tiempo.

—Una semana, Fable. Me dejas aquí con mamá siete putos días. —Owen se deja caer en la cama al lado de la bolsa y empieza a toser por todo el polvo que ha quedado suspendido en el aire.

—No digas palabrotas. —Le doy un golpe en la rodilla y él se gira con un aullido exagerado—. Es un trabajo especial por el que me van a pagar mucho dinero. Tendremos unas buenas Navidades.

—Las Navidades me importan una mierda.

Le lanzo una mirada seria y él murmura una medio disculpa. ¿Desde cuándo está dice palabrotas tan tranquilamente delante de mí? ¿Qué ha pasado con el pequeño que me seguía a todas partes?

—¿Y qué tipo de trabajo es para que te paguen tanto dinero por tan poco tiempo? 

El sarcasmo en su voz es muy claro. Es demasiado joven, no, en realidad no, solo estoy engañándome a mí misma, pero espero que no crea que me estoy prostituyendo.

Yo siento que lo estoy haciendo.

Mi cerebro se acelera mientras intento inventarme una excusa. No puedo contarle a Owen lo que voy a hacer de verdad. No le he dicho cuánto dinero iba a ganar, solo que es mucho. Tampoco se lo he dicho a mi madre, aunque no es que le importe. No la he visto en unas veinticuatro horas, pero tiene nuevo novio, así que seguro que está con él.

—Voy a ser la niñera de una familia mientras se van de vacaciones de Acción de Gracias. Tienen tres niños.

La mentira sale tan fácilmente de mis labios que me asusta.

Owen empieza a reírse, será idiota.

—¿Vas a ser niñera? ¡Odias a los niños!

—No los odio. —En realidad sí los odio—. Y la familia es muy simpática. —No tengo ni idea de si los Callahan son simpáticos—. Y dormiré en una mansión enorme.

Drew me ha dicho que su familia vive en Carmel. Nunca he estado allí, pero he oído hablar de ese lugar. He ido a la biblioteca para hacer una pequeña búsqueda en Google y he visto fotos. Parece un lugar increíble. Increíblemente caro.

Escalofriante.

—Estoy seguro de que no quieres irte. —Owen se sienta y pasa los dedos por encima de la bolsa de viaje, dejando surcos en el polvo—. Vas a parecer una puta barata si apareces con esta asquerosa maleta.

—¿Acabas de llamarme puta barata?

No puedo ofenderme porque, aunque él no lo sabe, está diciendo la verdad. Voy a estar ridícula con mi escaso vestuario y mi vieja y rota maleta. Su familia se reirá de mí. Luego él me pondrá un billete de cincuenta en la mano y me dejará en la estación de autobuses porque se dará cuenta enseguida de que soy la peor novia falsa de la historia.

—Quizás. —Owen sonríe con aire de superioridad—.Espero que valga la pena.

El pánico me invade durante un instante, pero lo aparto de mi cabeza.

—Así será, te lo prometo.

—¿Y qué pasa si mamá desaparece?

Durante un segundo vuelvo a ver al antiguo Owen. El chico que depende de mí, que me trata como si fuera su madre, ya que la nuestra no cumple su función.

—No desaparecerá.

Ya he hablado con ella y volveré a hacerlo antes de irme. Necesita vigilancia constante, como si yo fuera la madre y ella la niña rebelde.

—Le haré jurar que vendrá todas las noches.

—Será mejor que lo hagas. O te llamaré para pedirte que vuelvas a casa. —El gesto de superioridad ha desaparecido—. Puede que te llame puta barata de nuevo para que te enfades tanto que tengas que venir a partirme la cara.

—Eso es… —Llego hasta él y empiezo a hacerle cosquillas, mis dedos se hunden en sus costillas, el sonido de su risa me llena de felicidad.

—¡Para! —grita entre risas—. ¡Quítate de encima!

Durante un único y maravilloso momento, casi he podido olvidar lo asquerosa que es nuestra vida.

Casi.



Drew


—Vas a traer a alguien a casa. —Mi padre pone la mano encima del altavoz pero sigo escuchándole—. Adele, Drew va a traer a alguien a casa en Acción de Gracias.

Pongo una mueca de dolor. No quería que mi padre se lo dijera a mi madrastra, especialmente cuando sigo al teléfono. Lo sabría tarde o temprano, pero esperaba que fuera más tarde.

—¿Cómo se llama? —pregunta. Por su voz no parece contenta. Eso hace que todo mi cuerpo se tense.

—Fable —le digo a mi padre sin que él me lo pregunte.

Mi padre se queda callado durante tanto rato que creo que ha colgado el teléfono, pero entonces escucho a Adele susurrando por detrás.

—Andy, ¿y bien? ¿Cómo se llama?

Suena como una arpía celosa. Seguramente lo está.

—¿Eso es un mote o algo así? —pregunta mi padre.

—Es su nombre real.

No sé por qué se llama así. Joder, no sé casi nada de Fable Maguire. Es una chica del pueblo. Tiene veinte años, un hermano pequeño y trabaja en el bar.

Fable también tiene un bonito pelo rubio, ojos verdes y buenas tetas. Pero no le voy a decir eso a mi padre, estoy seguro de que lo averiguará él solo.

Sonidos amortiguados pasan por el auricular y sé que le está diciendo a Adele el nombre de Fable. La escucho reírse. Es una zorra. Odio a Adele. Mi madre murió cuando yo tenía dos años. No la recuerdo y me gustaría hacerlo. Mi padre empezó a salir con Adele cuando yo acababa de cumplir ocho años, y se casó con ella cuando tenía once.

En realidad, Adele es la única madre que he tenido, y no me gusta. Ella también lo sabe.

—Bueno, trae a tu pequeña Fable aquí, es bienvenida. —Mi padre hace una pausa y yo me tenso, por miedo a lo que pueda decir después—. No eres de los que tienen una novia estable.

—Esta es diferente.

Es todo lo contrario a la chica con la que esperan que esté. Para mí, eso hace que Fable sea perfecta.

—¿Estás enamorado de ella? —Mi padre baja la voz—. Adele quiere saberlo.

Mi interior arde de ira. Como si le importase.

—No lo sé. De todas formas, ¿qué es el amor?

—Suenas como un completo cínico.

Aprendí del mejor. Mi padre es muy distante. No recuerdo la última vez que le vi besar o abrazar a Adele. Por supuesto, a mí no me abraza ni me besa, tampoco es que le deje hacerlo.

—Sí, bueno, hemos estado saliendo una temporada, pero no lo sé. 

Me encojo de hombros, luego recuerdo que no puede verme y me siento como un idiota.

—Nunca nos habías hablado de ella.

—¿Qué es esto? ¿Un interrogatorio de tercer grado?

Empiezo a sudar porque estoy mintiendo. No he hablado con Fable en todo el día, es jueves por la noche y nos vamos el sábado por la tarde. Tenemos que quedar y planear nuestra historia, aunque supongo que durante el viaje de cuatro horas tendremos tiempo para ultimar los detalles.

Se me seca la garganta por la idea de estar en el coche con Fable a solas durante cuatro horas. ¿De qué hablaremos? No la conozco y voy a llevarla a casa de mi padre para fingir que estamos juntos. Tenemos que actuar como si de verdad estuviéramos juntos.

¿En qué coño me he metido?

—Simplemente tengo curiosidad. Seguro que nos contaréis todos los detalles cuando vengáis. El sábado por la noche, ¿verdad?

—Sí. —Trago con dificultad—. El sábado por la noche.

—Nosotros tenemos que ir a un acto en el club de campo. ¿Sigues teniendo tu llave?

—Claro.

Maldita sea, no quiero volver. Allí ha habido mucha mierda. He estado evitando ese lugar como a la peste. Los últimos años nos hemos ido del pueblo para pasar Acción de Gracias o Navidad en Hawái, a la multipropiedad de mi padre. O me quedaba en la universidad porque tenía fútbol o cualquier otra mentira que pudiera inventarme para mantenerme alejado de ellos un poco más de tiempo.

Una vida dura, lo sé. Desde fuera mi familia parece perfecta. Bueno, tan perfecta como puede ser una familia con una madre y una hermana muertas, una maldita madrastra y un padre frío como un témpano de hielo.

Sí. Absolutamente perfecta.

Es un asco que mi padre insistiera para que fuera este Acción de Gracias. La última vez que hablamos me dijo que estaba cansado de que evitáramos estar en casa durante las fiestas. Necesitamos crear nuevos recuerdos.

No quiero crear ningún recuerdo nuevo. No allí. No con Adele.

—Nos vemos entonces —oigo a mi padre andar, sus pasos resuenan sobre el suelo de baldosas, como si estuviera escapándose fuera del alcance de Adele—. Este Acción de Gracias va a estar bien, hijo. Se supone que hará buen tiempo, y tu madre se encuentra mucho mejor.

—Ella no es mi madre —digo apretando los dientes.

—¿Qué?

—Adele no es mi madre.

—Es la única madre que has tenido.

Fantástico. Ahora se ha enfadado.

—¿Por qué no puedes simplemente aceptarla? Dios mío, lleva siendo parte de tu vida desde hace mucho tiempo.

Es la parte más jodida de mi vida, pero no puedo decírselo a mi padre. Si no lo vio entonces, seguramente no pueda ni imaginárselo ahora.

—No me gusta lo rápido que has olvidado a mi verdadera madre. Yo no quiero olvidarla nunca —le respondo sin poder contener mi ira.

Se queda callado un momento y yo miro por la ventana, pero sin fijarme en nada. Está oscuro, llueve un poco y vuelve a soplar el viento golpeando las hojas desnudas de los árboles que crecen en el patio trasero del complejo de apartamentos en el que vivo. Veo como se mecen en la oscuridad.

La gente piensa que mi vida es maravillosa. Pero, joder, no lo es. Estudio mucho y entreno todavía más porque me ayuda a olvidar. Parece que tengo amigos, pero en realidad no es así. La mayor parte del tiempo estoy solo. Como ahora. Estoy sentado en mi habitación a oscuras. Hablando con mi padre y deseando poder contarle la verdad.

Pero no puedo. Estoy atrapado. Necesito algo que me ayude a pasar la que seguramente vaya a ser una de las peores semanas de mi vida. Gracias a Dios, tengo a Fable. No tiene ni idea de lo mucho que me está ayudando.

Y tampoco debe saberlo nunca.

Capítulo 3


Día de viaje (no cuenta)


Solo un idiota tropieza con lo que está detrás de él.

Anónimo


Fable


Su camioneta está bien. Es el coche más nuevo en el que he tenido el privilegio de subir. Él tampoco es que quede mal sentado ahí dentro, aunque odie admitirlo, incluso a mí misma. Lo cierto es que el Toyota Tacoma azul le sienta bien.

Todo en Drew es perfecto. La forma en que viste, su culo, que tiene un aspecto genial en esos vaqueros, y prefiero no mencionar cómo se le pega a los pectorales esa camiseta negra que lleva. Cómo se comporta, siempre es educado, siempre me mira a los ojos y no hace comentarios obscenos sobre mis tetas o mi culo. Y el sonido de su voz, áspera y sexy, el tipo de voz que me quedaría sentada escuchando durante todo el día. Es casi perfecto.

Me llamó ayer antes de que entrase a trabajar para comentar un par de cosas. La hora a la que me recogería o cómo tendríamos que preparar nuestro plan de camino a la casa de sus padres.

Y luego lo solté. El dinero. ¿Cómo se suponía que iba a pagarme? Me sentía como una puta al preguntar por ello así, directamente, pero tenía que hacerlo. Quería tener el cheque antes de que nos fuéramos de la ciudad para dejarle algo de dinero a Owen por si le surgía una emergencia.

Así que me encontré con Drew en el centro, cerca de mi banco, quince minutos antes de la hora del cierre y antes de que yo fuera al bar. Estuvimos hablando durante unos minutos de cosas sin importancia, y luego me entregó el cheque. Parecía completamente tranquilo, como si dar un cheque de tres mil dólares fuese algo que hace todos los malditos días.

El cheque era de su cuenta bancaria personal. Firmado por él mismo y todo. Tiene una letra horrible. No pude leer su firma bien. Y su nombre es Andrew D. Callahan.

Mientras entraba en el banco y me acercaba al cajero, me preguntaba qué sería esa D.

Ahora estoy sentada en la camioneta de Andrew D. Callahan, el motor ronronea suavemente y no resopla y se ahoga como si fuera a morir en cualquier momento, no como el asqueroso Honda del 91 que tiene mi madre. Le he contado a mi madre la misma historia de la niñera que a Owen. También le he dicho lo mismo a mi jefe de La Salle. Teniendo en cuenta que me voy durante un período de poco trabajo, no ha puesto ningún inconveniente. Sabe que nuestra situación económica es una basura y está contento de que haya encontrado un trabajo tan breve y tan bien pagado.

Mi madre apenas se ha enterado cuando le he dicho que me marchaba.

En serio, no sé qué le he hecho para que me odie tanto. Bueno. Odio es algo muy fuerte. Significaría que realmente siente algo por mí. Se comporta de manera tan indiferente que parece que no le importo nada. Absolutamente nada.

—Así que cuatro horas, ¿eh? 

Mi voz rompe el silencio y lo sobresalta. Me doy cuenta por la forma en la que ha saltado en su asiento. ¿El gran jugador de fútbol está asustado de mí?

Qué raro.

—Sí, cuatro horas.

Golpea los dedos contra el volante, llevando mi atención a ellos. Son largos, y sus uñas están cortadas y sin rastro de suciedad debajo. Fuertes y limpias manos con anchas palmas. Parecen… amables.

Frunzo el ceño a la vez que muevo la cabeza. Estoy pensando como una estúpida cuando necesito tener la mente clara.

—Nunca he estado en Carmel. 

Intento darle algo de conversación porque le idea de pasar tanto tiempo en un coche en silencio me saca de quicio.

—Es bonito. Y caro. 

Se encoge de hombros, lo que hace que me fije en lo anchos que son. Lleva una camisa azul y gris de franela sobre una camiseta negra, y le sienta increíblemente bien.

Dios. Me giro, manteniendo mis ojos pegados en el paisaje que veo pasar a través de la ventanilla a toda velocidad. Necesito dejar de mirarlo. No hace más que distraerme.

—Así que… seguramente necesitemos tener algún tipo de historia, ¿no?

Deslizo la mirada hacia él, no puedo evitarlo. Con la suerte que tengo, este viaje de cuatro horas va a pasar volando y lo siguiente que sabré es que me estoy delante de sus padres y no sé qué decir.

En otras palabras, necesito todo el tiempo posible para pensar con Drew cómo hacer para que parezca que realmente estamos juntos.

—Sí. Una historia estaría bien. 

Asiente sin apartar la vista de la carretera.

Eso es algo bueno, me digo a mí misma. Es un conductor precavido, consciente de todo lo que pasa a su alrededor.

Pero, en realidad, me gustaría que me mirase. Que me lanzara una sonrisa de consuelo. Joder, incluso un falso «todo irá bien» me valdría.

No consigo nada de eso. Tampoco un simple «gracias».

Ni siquiera uno falso.

—Bueno. —Me aclaro la garganta porque siento que estoy cada vez más nerviosa y perdida mientras él permanece completamente tranquilo—. ¿Cuánto llevamos saliendo?

—Desde principios de curso está bien, creo.

Está tan calmado que tengo ganas de golpearle.

—Entonces, ¿seis meses? —Lo pongo a prueba con esa pregunta, y funciona.

Me lanza una mirada incrédula.

—Tres.

—Oh. —Asiento—. Cierto. Bueno, como ya no estudio ando algo perdida.

La respuesta más estúpida de la historia. Todo el mundo sabe cuándo empieza el curso.

—¿Por qué ya no estudias?

No esperaba que me preguntase eso. Suponía que le daba igual.

—No puedo permitírmelo y no era lo suficiente lista como para que me concedieran una beca.

Como si pudiera permitirme perder el tiempo estudiando ahora mismo. Trabajo todo lo que puedo. Solía tener un trabajo a tiempo completo, pero eso terminó hace casi un año. Hago todas las horas posibles como camarera en La Salle y en un pequeño restaurante mexicano que hay cerca de mi casa, pero es algo esporádico. Solo me llaman cuando les falta personal.