Introducción

Comunicación, esquina con Mario Kaplún

Beatriz Solís Leree y Jerónimo Repoll

¡Comunicación es una calle ancha y abierta
que amo transitar. Se cruza con compromiso
y hace esquina con comunidad

Mario Kaplún, Chasqui, 64, 1998.

Orígenes del proyecto

Todo empezó hace dos años, cuando Beatriz Solís, coautora de este texto, en el preludio de la cena ritual de fin de año de los participantes del seminario “Prospectiva y Metodología de los Medios de Comunicación Social”, coordinado por Elsie Mc Phail Fanger y Raúl Trejo Delarbre en el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam), comentó haber encontrado las cintas con las entrevistas de Kaplún.

¿Qué cintas?, ¿de qué se trataba? Pues se trataba, ni más ni menos, de las cintas que contenían siete entrevistas realizadas por Mario Kaplún a los que podríamos considerar los fundadores del campo de la comunicación en América Latina (así llamados por Kaplún): Luis Ramiro Beltrán (boliviano), Antonio Pasquali (venezolano), Héctor Schmucler (argentino), Jose Marques de Melo (brasileño), Rafael Roncaglilo (peruano), Eleazar Díaz Rangel (venezolano) y Fátima Fernández (mexicana).

Como podemos ver, por la naturaleza de los entrevistados, las cintas constituyen un material invaluable. Pero, además, debemos sumar el componente romántico: las entrevistas fueron realizadas en 1991, según pudimos confirmar después de un análisis de las mismas, ya que el material no estaba fichado ni tenía indicación alguna.

Kaplún entregó a Beatriz Solís las cintas en una caja de zapatos en 1997, por si acaso se podían editar. Hacia entonces, debemos recordar, Beatriz era responsable del programa editorial de la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social (Felafacs) y tenía, en la Ciudad de México, una librería especializada en comunicación (Opción). El caso es que la librería cerró y, entre sus activos, la caja de zapatos con las cintas de Kaplún fueron a parar a una bodega durante más de trece años. Allí estuvieron hasta que fueron recuperadas en 2010.1 De inmediato decidimos editarlas. Esto permitió cumplir una promesa a Kaplún, muerto en 1998.

A partir de allí, el proceso editorial nos ha llevado a pesadas transcripciones y digitalización de las cintas, así como a ricos intercambios y discusiones innegablemente vigentes hoy para interrogar el futuro del campo. También ha contado con la complicidad inmediata y la mayor generosidad de reconocidos colegas y amigos del campo de la comunicación en América Latina. El reencuentro de Jerónimo Repoll con Pasquali y Roncagliolo en Perú, primero, luego con Schmucler en el Distrito Federal y en Córdoba, y posteriormente, con Fátima Fernandez.

Así, se ha establecido un diálogo íntimo con los testimonios biográficos que se desprenden de las entrevistas, con la necesidad de acostumbrar el oído a los diferentes acentos latinoamericanos y los ruidos de fondo —desde camiones, heladeros, toses de fumador, ayudantes que interrumpían, cintas que se terminaban y había que dar vuelta o cambiar, fragmentos de grabaciones previas que se colaban, ya que las grabaciones fueron hechas sobre cintas de reúso—. Un esfuerzo notable de concentración, por tanto, para que no se perdieran los detalles ni el sentido en la transcripción, para descifrar siglas, nombres, fechas.

Rápidamente, también, nos dimos cuenta de que el material no se podía reducir a un libro, aunque éste fuera la piedra angular del proyecto. Fue entonces cuando apareció el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) quien brindó apoyo a la recuperación del archivo sonoro mediante fondos de coinversión.2 De allí se derivó no sólo la posibilidad de digitalizar los audios, sino la realización de la serie radiofónica Comunicación, pasado presente. Mario Kaplún, siete programas de radio, producidos y difundidos por Radio Educación, primero, y luego disponibles en podcast en la página web <www.tintable.com.mx>, de la editorial Tintable, responsable de todo el proyecto. Durante la media hora que dura cada programa, pudimos recuperar pasajes de las entrevistas originales para, a partir de ellas, dialogar con otros colegas sobre el devenir y el futuro del campo. Nos acompañaron Raúl Fuentes Navarro, Guillermo Orozco Gómez, Eduardo Andión Gamboa, Carmen de la Peza y Delia Crovi Druetta.

Se convirtió, así, en lo que comenzamos a llamar el Proyecto Kaplún y que acabó por ser una producción transmedial. Gabriel Kaplún, hijo de Mario, nos cedió el texto “La calle ancha de la comunicación Latinoamericana” y Raúl Fuentes Navarro, quien ha dedicado su tarea y compromiso intelectual a cartografiar, visibilizar y hacer inteligible el campo de la comunicación académica en México y América Latina, aceptó realizar una lectura transversal a la entrevistas, misma que se traduce en el capítulo final del libro “Intertextos, trayectorias, fundaciones, relecturas”.

Esta transmedialidad no sólo pasa por la elaboración de programas de radio, la edición de un libro y la disposición de otros materiales porque consulta en el micrositio del proyecto en <www.tintable.com.mx>, sino que se abre un espacio para ampliar la discusión sobre los muchos temas que se anudan en las entrevistas. Ésta es una invitación a todos aquellos que comparten el interés por los problemas de comunicación.

Es un recurso para profesores y estudiantes, para muchos de los cuales gran parte de los nombres, procesos y problemas resultan hasta hoy desconocidos. Es un espacio de reunión, polifónico y abierto, que desde Tintable inauguramos junto con la conversación con otros seis investigadores que tienen o han tenido la responsabilidad de conducir los destinos de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación (amic), como es el caso de Vicente Castellanos, Maricela Portillo, Marilú Garay y María Elena Meneses; representar a los investigadores de la comunicación ante Conacyt, ante el sni, en el caso de Carmen de la Peza; y, finalmente, presidir la Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación (alaic), en el caso de Delia Crovi Druetta.

Los interrogantes de Kaplún

Muchas preguntas conforman las entrevistas de Kaplún3 y conducen una reflexión autobiográfica trenzada con el devenir y descubrimiento del campo de la comunicación, siempre a la luz y con el objetivo de incidir para transformar la realidad de las sociedades latinoamericanas, ese lugar del mundo desde el que se piensa y se siente. Son los tercos hechos de América Latina, diría Jesús Martín Barbero, lo que nos cambian el lugar de las preguntas.

Hace veinticinco años, Kaplún procuraba equilibrar los resultados de la discusión en torno al Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (nomic) en la Comisión encabezada en la Organización de las Naciones Unidas pra la Educación (unesco) por Sean MacBride, quien diera nombre al informe diagnóstico que denunciaba las asimetrías en los flujos informativos norte-sur, pero que se inscribía en la tensión geopolítica este-oeste. En ésta no sólo participaron los representantes de América Latina, como se podrá ver en los testimonios del libro, sino que sentaron las bases de la discusión. Un papel destacado lo jugó el Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales (ilet), que tenía sede en México y en el cual trabajaron latinoamericanos exiliados (entre ellos Roncagliolo y Schmucler), y que se plasmó con la participación directa en la Comisión MacBride de su director, el chileno Juan Somavía.

Y, por este balance, en medio de los claroscuros de la década de los ochenta del siglo xx, cuando se implementaron políticas neoliberales en todo el mundo, en paralelo, se institucionalizó el campo de comunicación, materializado en un crecimiento cuantitativo de programas de licenciatura y, posteriormente, de posgrado, lo que sentó las bases para la formación de investigadores. Es un periodo, también, de tensiones teóricas, metodológicas, epistemológicas y políticas en el campo, un momento de crítica a la “investigación denuncia”.

Estas entrevistas provocaron distintas acciones: la primera, por supuesto, como ya se mencionó, saldar la deuda pendiente con Mario Kaplún, quien depositó las cintas y su confianza en Beatriz, y desde luego su contenido que además de valioso es atemporal y, es absolutamente indispensable para la memoria. Otra, seguro compartida con Mario, es reconocer y homenajear a los entrevistados a quienes debemos mucho quienes estamos y transitamos en esta maravillosa avenida de la comunicación y también porque cuando los lectores recorran las entrevistas encontrarán razones históricas de lo que los fundadores representan en el origen de lo que hemos dado en llamar la mirada latinoamericana de la comunicación y los orígenes de la investigación en el campo.

Mario Kaplún interroga a sus entrevistados sobre aspectos claves para entender el origen de esa mirada latinoamericana respecto a la comunicación, pero antes, sin duda algo fundamental, les pregunta sobre sus vidas y cómo esas vidas y experiencias los llevaron al análisis de la comunicación y los medios. Las huellas personales que se dejan ver (y escuchar) en sus testimonios nos acercan a los individuos y reiteran que las
biografías de cada uno de nosotros marcan los rumbos, las puertas o las rutas que emprendemos, pues ellos, los entrevistados, están presentes como seres humanos, con su carga personal, en las reflexiones y conceptos que generosamente nos regalan. Además del interés que Kaplún muestra respecto a sus entrevistados, los cuestiona acerca de lo que hasta ese momento se había logrado en el campo de la investigación de la comunicación, los inquiere respecto al concepto de políticas de comunicación y lo que sin duda marcó mucho el rumbo de las reflexiones y análisis posteriores en Latinoamérica, el nomic, en el que todos reconocen el papel fundamental que jugó el pensamiento latinoamericano, y que hoy forma parte de la historia desafortunadamente ignorada.

La memoria a la que este paquete de entrevistas nos remite debiera convertirse en una reflexión necesaria para comprender el papel que hoy debemos desempeñar en la región. Nos permite comprender mucho del presente. Y es nuestra intención incidir en el conocimiento y reconocimiento del trayecto que los estudios de la comunicación han hecho, ya que éste no debe permanecer desconocido, como lamentablemente ocurre en muchas instituciones de educación superior en las que hoy se imparten las carreras de comunicación.

a América Latina le corresponde un rol en la historia mundial de las comunicaciones de este siglo, porque nosotros lanzamos todas las grandes ideas del debate de los años ochenta, en los años sesenta porque mi mismo argumento, mi misma tesis doctrinaria, la que tú acabas de evocar, no es otra cosa sino el debate sobre el free flow information (Antonio Pasquali).

Asimismo, de una u otra manera, México aparece en los relatos de las entrevistas ciertamente refiriendo experiencias que hoy se desconocen o al menos no se quieren reconocer, como es el caso del proyecto “Bases para la construcción de un Sistema Nacional de Comunicación” que se desarrolló desde la Coordinación de Comunicación Social de la Presidencia en 1980 durante el régimen de José López Portillo, precisamente en el periodo referido en las entrevistas y en el cual a Beatriz le tocó la suerte de conocer a Mario Kaplún, quien fue invitado a participar en el capítulo “Mecanismos de participación social”, especialmente en el de “Centros de Comunicación Popular”, que se incluía en la propuesta. Este proyecto se inspira en muchas de las propuestas contenidas en el Informe MacBride y que más adelante sintetizamos.

A esta última experiencia hacen referencia puntual en sus entrevistas Luis Ramiro Beltrán y Rafael Roncagliolo:

Ahora, después de Costa Rica4 hay dos grandes ejercicios en materia de políticas de comunicación, uno en Perú y uno en México, en ningún otro lado… el mayor y más completo en cuanto nivel conceptual es el mexicano, no a nivel operativo, porque Perú entra en operaciones. Años después, el intento mexicano de los derechos de comunicación, completamente listo después de un largo ejercicio, con un enorme y valioso equipo, ya que la formulación está lista para una ley de comunicación avanzadísima y general, dentro del gobierno se da un golpe de Estado conservador contra la comunicación y se acaba con aquel ejercicio. Botan como talegas todo, lo desechan como indeseable y subversivo porque habían logrado presionar al gobierno para que abandonara esa posición, antes de que cuajara en público. Entonces, uno casi es coincidente con Costa Rica, el peruano, y el otro es pos Costa Rica; quizá el mexicano pueda ser el único al que se le pueda atribuir una línea de causalidad entre Costa Rica y México (Luis Ramiro Beltrán).

Sobre México, yo diría que lo que hubo fue una interesante discusión, nada más, porque la cosa es bien distinta, lo que pasó es que se incorporó el derecho a la información como un derecho constitucional, y entonces se decidió reglamentar este derecho a la información, y entonces se creó una comisión, que hizo un trabajo interesantísimo, no sé cuántos tomos de estudio hay ahí (30), sobre el tema de cómo democratizar las comunicaciones, pero esto fue estrictamente el trabajo de un grupo de intelectuales muy creativo, que imaginaron muchas cosas, pero que no se tradujeron en nada porque tan pronto como Televisa dijo no, se acabó, y como se hacen las cosas en México, esta oficina un día amaneció cerrada con la policía en la puerta, y los que trabajaban ahí no pudieron entrar a recoger sus cosas, y se acabó (Rafael Roncagliolo).

Democratizar la comunicación

La experiencia descrita previamente es deudora de la discusión en torno al nomic, por lo que será útil compartir las principales conclusiones y sugerencias del Informe MacBride (1980)5 que se debatían en aquel entonces y que consideramos siguen teniendo plena vigencia en la actualidad:

  1. “La aspiración a un orden social mejor, más justo y más democrático, basado en el respeto de los derechos humanos fundamentales, se manifiesta por doquiera hoy en día” (p. 431).
  2. “El presente estudio destaca también la importancia extrema que reviste la eliminación de los desequilibrios y las disparidades en la comunicación, sus estructuras, y más especialmente, en la circulación de la información.
  3. “La comunicación es tanto un derecho fundamental del individuo como un derecho colectivo, que procede garantizar a todas las comunidades y todas las naciones. La libertad de información —y más exactamente, el derecho a buscar, recibir y difundir información— es uno de los derechos humanos fundamentales; constituye incluso un requisito previo para otros muchos derechos.
  4. “Es indispensable que los países formulen unas políticas nacionales globales de comunicación ligadas a la totalidad de los objetivos de desarrollo social, cultural y económico” (p. 432).

En función de estas conclusiones, el informe presenta una serie de sugerencias, de las cuales, como señalábamos anteriormente, recuperamos las que resultan significativas por su vigencia.

Procede tomar progresivamente unas medidas nacionales e internacionales que fomenten el establecimiento de un nuevo orden mundial de la información y
de la comunicación. Las propuestas contenidas en el presente informe pueden contribuir a definir los diferentes tipos de acción necesarios en este sentido (p. 456):

  1. La importancia de la comunicación supone no dejarla al azar, sino que se desarrollen políticas de comunicación globales, ligadas a los objetivos generales de carácter social, cultural, económico y político (p. 434).
  2. Impulsar la educación no formal para garantizar la universalización de la enseñanza y la eliminación del analfabetismo (p. 435).
  3. Fomento de la producción nacional e independiente, favoreciendo la diversidad y la pluralidad.
  4. Impulsar los medios de comunicación comunitarios.
  5. Los sistemas de educación deberían preparar a los jóvenes para la comunicación (p. 437).
  6. La realización de estudios sobre el impacto de la tecnología puede constituir un modo eficaz de evaluar sus consecuencias para el estilo de vida, su utilidad para los sectores menos privilegiados de la sociedad, la influencia cultural que puede ejercer y sus efectos sobre la estructura del empleo (p. 441). Y todo esto asociado a las necesidades esenciales.
  7. Vinculado a lo anterior, se subraya que la concentración de la tecnología de la comunicación en un número relativamente reducido de países desarrollados y en las empresas transnacionales trae consigo situaciones de monopolio práctico en este campo (p. 442).
  8. Formular una política cultural nacional encaminada a fomentar la identidad y la creatividad culturales, recurriendo para ello a los medios de comunicación social (p. 442).
  9. Procurar equilibrio entre las formas comerciales y no comerciales de comunicación. Y, para ello, buscar diversas fuentes de financiación.
  10. Los países en desarrollo deberían asignar carácter prioritario a la adopción de una política nacional de informática (p. 444).
  11. Formación, profesionalización y ética para el ejercicio periodístico, valorando la veracidad, la exactitud y el respeto a los derechos humanos (p. 445-446).
  12. Protección a periodistas: se debería salvaguardar la independencia y la integridad profesionales de todas las personas que se dedican al acopio y difusión pública de noticias, informaciones y opiniones.
  13. Las necesidades de una sociedad democrática en materia de comunicación deberían quedar satisfechas mediante la formulación de derechos específicos tales como el derecho a ser informado, el derecho a informar, el derecho a la protección de la vida privada y el derecho a participar en la comunicación pública, que encajan todos ellos en ese nuevo concepto que es el derecho a comunicar (p. 452).
  14. Ampliar la transparencia y el acceso a la información pública (p. 452).
  15. Abolir la censura, considerando restricciones razonables en sectores que lo justifiquen (p. 452).
  16. Los obstáculos y las restricciones que se derivan de la concentración
    de la propiedad de los órganos de información, independientemente de
    que sea pública o privada, o de las influencias comerciales sobre la prensa, la radio y la televisión o bien de la publicidad privada u oficial, merecen un estudio especial (p. 453).
  17. Garantizar el acceso universal a la información y la comunicación.
  18. Otorgar especial atención a las necesidades de las mujeres, de los niños y jóvenes y de las minorías nacionales, étnicas, religiosas y lingüísticas (p. 454).
  19. Crear nuevas formas de participación del público (de los ciudadanos) en los medios de comunicación.
  20. Las políticas nacionales de comunicación deberán ser compatibles con los principios adoptados en materia de comunicación internacional y tender a crear un clima de comprensión mutua y de coexistencia pacífica entre las naciones.

Estas sugerencias, como puede observarse, siguen siendo una agenda a alcanzar. Al mismo tiempo, constituyen una suerte de marco de lectura de las entrevistas realizadas por Kaplún.

Por otra parte, la revisión de los testimonios y las inquietudes del entrevistador nos llevan a reflexionar sobre el invaluable papel que jugó Latinoamérica, con sus investigadores —entrevistados y no entrevistados—, para abrir el panorama hacia la investigación de la comunicación en México, este lugar de encuentro que desde realidades diversas pero principalmente las derivadas del exilio, nos mostraron lo valioso del ejercicio de ver al otro, de conocer realidades diversas que se entretejían con la realidad mexicana. Eso, ciertamente nos evoca y genera nostalgias, sin embargo, lo rescatable es conocer el papel que cumplieron para ampliar el panorama y la visión que debiéramos rescatar para seguir el esfuerzo.

Hoy el escenario es inestable y obliga a replantear las agendas de investigación y las estrategias de intervención. Es ahí donde este proyecto se inscribe y encuentra sentido. No se trata, por tanto, de mera nostalgia. Pretende ser un instrumento para interrogar acerca de dónde nos encontramos, reconocer nuestros orígenes y trazar nuestra acción futura.

Dedicamos este proyecto a la memoria de Mario Kaplún y Luis Ramiro Beltrán.

1 Una primera transcripción y digitalización fue desarrollada por los estudiantes Antonio Mecalco y Arturo González Villaseñor, en el marco del programa de servicio social a cargo de Beatriz Solís en la Universidad Autónoma Metropolitana (uam) Xochimilco.

2 Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Programa de Fomento a Proyectos y Conversiones Culturales. Convocatoria 2014.

3 Para un conocimiento detallado de las preguntas e intereses de Kaplún en aquel entonces recomendamos acceder a los podcast Kaplún pregunta y Políticas y democratización de la comunicación en el sitio <www.tintable.com.mx>.

4 Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José), San José, Costa Rica,
7 al 22 de noviembre de 1969.

5 MacBride, Sean, Un solo mundo, voces múltiples. Comunicación e información en nuestro tiempo. México, D. F.: Fondo de Cultura Económica, 1980.

La calle ancha de la comunicación latinoamericana1

Gabriel Kaplún

La acción y el pensamiento de Mario Kaplún siguen siendo hoy una fuente fermental para el debate y para la práctica de la comunicación latinoamericana. Recuperar su trayectoria y su pensamiento es recuperar una parte importante del debate comunicacional y pedagógico latinoamericano; es encontrar en él aspectos que mantienen plena vigencia, que son capaces de refrescar muchos de nuestros actuales debates y ayudarnos a encarar muchos de nuestros desafíos de hoy.

A esta vigencia contribuye mucho, a mi entender, el modo en que Kaplún construyó teoría: desde la práctica y en la práctica. Su historia personal, la de un comunicador devenido en comunicólogo pero sin dejar de ser nunca un comunicador, explica parte de su originalidad. Su tardía, pero potente, inserción e influencia en el campo académico, no lo alejaron nunca del trabajo concreto de base. Su trabajo crítico sobre la realidad comunicacional latinoamericana no lo alejó tampoco de su persistente labor de construcción de alternativas concretas para esa realidad.

Comunicación masiva: la práctica y la crítica

Recordar la historia personal de Kaplún puede ser útil para entender su praxis. Como conté más extensamente en otro lugar (G. Kaplún, 1998), Kaplún se recibió de maestro de escuela primaria, pero nunca llegó a ejercer como tal. Aprendió, en cambio, de muy joven el oficio radial, primero como asistente en producciones de radioteatro, en su Buenos Aires natal. En 1942, con diecinueva años recién cumplidos, estrenó su primer guión, un programa de un ciclo sobre historia argentina que formaba parte de la llamada “Escuela del Aire”. Para aquella pionera experiencia de radio educativa este maestro sin aula había sido un hallazgo valioso, porque los guionistas comerciales no tenían interés o no se adaptaban y los educadores no conocían el oficio radial (1992a).2 El maestro no volvió a las aulas hasta mucho después, pero la comunicación educativa lo había ganado para siempre.

Según parece, aquellos programas eran bastante retóricos y grandilocuentes3 y Kaplún rescataba de esos días más bien el aprendizaje de un oficio: escribir dos guiones por semana, dirigir un equipo de actores y técnicos, salir al aire con un mínimo de ensayo, crear una ambientación sonora convincente con efectos artesanales y todo directamente al aire, sin grabaciones.

A comienzos de los cincuenta emigra al Uruguay —que terminaría siendo su patria adoptiva— continúa haciendo radio pero incorpora un nuevo oficio: la publicidad. Llegó incluso a ser copropietario de una agencia y era lo que hoy llamaríamos un creativo muy creativo. Terminó detestando el mundo publicitario y siendo un crítico y analista profundo de sus mecanismos, pero lo conocía personalmente y desde adentro.

A partir de los sesenta empieza a hacer televisión, con un formato que retomaba una experiencia juvenil que, de algún modo, lo acompañaría mucho tiempo. En efecto, el “Club del Libre Debate” que animara en su juventud estuvo en la base de “Sala audiencias”, su más recordado programa televisivo, en el que, con el formato de un juicio oral, se ponían en discusión todos los temas de la actualidad política y social. El mismo formato que, ficcionado pero simulando transmisiones en vivo, estaría después en la base de una de sus más célebres series radiales: “Jurado Nº 13” (1971-‘72) que, desde los años sesenta hasta hoy, recorrió cientos de emisoras latinoamericanas y miles de grupos de base que lo utilizan como disparador para sus discusiones. (Algunas de sus series de esa época se tradujeron además al portugués, al quechua y al aymara).

La génesis de esas series muestra de modo concreto lo que él mismo llamaría luego “prealimentación” (1985): un viaje por siete países latinoamericanos, recogiendo historias, esperanzas y sueños de gente de todas partes, están en la base de su producción. Abordar problemas complejos de la realidad social y política latinoamericana no podía hacerse sólo desde lecturas, estadísticas y referencias generales, sino desde historias concretas que mostraran cómo esos problemas son vividos, sufridos, temidos, eludidos, soñados o resueltos por la gente de carne y hueso. Esos programas unían entonces la crítica al goce del relato bien contado, razón y poesía, rigor y humor. Algo de lo mucho que había aprendido con la práctica, en esa etapa y en las anteriores, quedó plasmado en un manual de radio (1978a) que sigue usándose hasta hoy en escuelas y universidades de todas partes.

Aquellas series radiales mostraban en la práctica algo que más tarde (1992b) teorizaría con claridad: más que pensar la comunicación educativa como un espacio específico hay que pensar el carácter educativo de toda comunicación. Más que una radioescuela o una telescuela, por ejemplo, hay que pensar en radios y canales educativos en un sentido amplio. Medios en que toda la programación se piense con sentido educativo, pero desde los formatos propios del medio y no desde el didactismo insoportable de tanta televisión o radio educativa.

Los setenta implican un giro histórico a nivel social y también en lo personal. Las dictaduras caen sobre el cono sur y lo llevan a emigrar nuevamente, esta vez a Venezuela. Pero ya antes que eso el comunicólogo estaba emergiendo dentro del comunicador, sin negarlo ni ahogarlo en retóricas académicas. La comunicación de masas en América Latina (1973), basado en un trabajo de investigación continental poco frecuente para la época, se inscribe en la corriente crítica que muestra las profundas desigualdades de acceso a la información y a la comunicación en el continente, la colonización cultural de los medios, etc. Se inscribe también en el movimiento que desembocaría en la reunión de Costa Rica en 1975 y más tarde en el informe McBride (1980) y el llamado a un nomic impulsado por la unesco. Cuando integró esa corriente crítica a la que lo unieron por otra parte vínculos personales estrechos,4 percibió, desde muy temprano, los límites de la crítica latinoamericana hacia la comunicación hegemónica, que no dejaba ver cómo los medios incorporaban la trama cultural de los receptores en sus mensajes. Junto a la lectura del Pato Donald en clave imperialista,5 veía también necesaria una comprensión profunda del receptor. Fuimos, con un grupo de amigos que no olvidaron nunca la experiencia, conejillos de indias de su método de lectura crítica de los medios de comunicación.6 Se trataba de un método activo y profundamente removedor, no sólo porque nos daba la posibilidad de develar el sustento ideológico de cada mensaje, sino por lo que nos permitía entender mucho de nosotros mismos y de nuestra relación con los medios. Así, por ejemplo, rechazaba la idea tan insistente —aún hoy— de que la publicidad crea falsas necesidades, planteando que más bien utiliza necesidades muy reales, orientándolas hacia consumos que, generalmente, no las satisfacen. La publicidad suele revelar muchas de nuestras necesidades insatisfechas. Sin usar esa terminología estaba distinguiendo entre necesidades (antropológicas) y satisfactores (culturales), o bienes (coyunturales) (Max-Neef, 1986). La continua apelación a la sexualidad, a la identidad, a la amistad o la naturaleza habla entonces de lo que nos falta y de lo que, eventualmente, compraremos. Ese era precisamente el consejo que, como recordaba Kaplún (1989), y diera Dichter (1970), el padre de la publicidad moderna: “no importa tanto —e incluso puede no importar nada— lo que el producto tiene para vender sino los motivos inconscientes que el consumidor tiene para comprar”. El hecho de que él mismo fue un publicitario exitoso hacía que supiera bien de qué estaba hablando.

El trabajo de base y el debate sobre lo cultural

La atención al receptor, que estaba ya presente en su trabajo de producción de mensajes de fuerte impacto en amplias audiencias, estaría también presente en sus trabajos de análisis y docencia posteriores. En los ochenta, por ejemplo, fue un temprano y activo promotor de los análisis de las culturas populares. Pero también fue crítico de las corrientes culturalistas que quisieron ver resistencia en el mero consumo e imaginaron un receptor activo capaz de resignificar cualquier mensaje.7 Percibió con lucidez lo paralizante que podía resultar la mirada cultural si era jugada en clave populista, sacralizadora de cualquier signo proveniente del pueblo:

No se capta lo más propio de la cultura del dominado si no se asume su ambigüedad, su ambivalencia; la coexistencia que en ella se da y ya detectó Gramsci de componentes “fosilizadores” y desmovilizadores junto a otros dinámicos de
resistencia y protesta, de cuestionamiento y lucha (1984).

Es interesante notar que en este mismo texto cita varias veces a Martín Barbero. A mi entender, el distanciamiento intelectual que posteriormente tuvo con él, tiene que ver más con sus posturas concretas en diversos debates y, sobre todo, con el uso que del trabajo de Martín-Barbero empezó a generalizarse. Los debates de esta época hicieron que posturas como las de Kaplún quedaran englobadas —sin conocerlas realmente- en un ataque hacia lo que se consideraba un pensamiento marxista dogmático, un vanguardismo leninista que buscaba sustituir la conciencia alienada manipulada por los medios por la conciencia revolucionaria. Lejos estaba Kaplún de ese tipo de pensamiento.

Por su parte, la desconfianza hacia los usos populistas de lo cultural no venía sólo ni tanto de una sana prevención frente a los movimientos pendulares intelectuales, que del infierno de los medios pasaban ahora al paraíso de las mediaciones.8 El origen de esa desconfianza, me parece, estaba sobre todo en su práctica como comunicador con grupos de base que, a partir de los años sesenta, es particularmente intensa.

En efecto, en los sesenta , todavía en Uruguay, crea su método de Casete Foro (1978b), una experiencia pionera en comunicación dialógica entre grupos, en aquel caso grupos de campesinos. Se trataba no sólo de ampliar audiencias para mensajes críticos, sino de potenciar emisores capaces de intervenir en procesos de comunicación desde la base, buscando generar interlocutores más que meros locutores, promoviendo el uso de la tecla récord y no sólo de la tecla play de los grabadores a casete que se habían popularizado en aquella época. Para ello se enviaba, desde un equipo central, casetes grabados de un solo lado a todos los grupos, con informaciones y propuestas para el debate. Cada grupo grababa del otro lado sus propias informaciones, opiniones y propuestas. El equipo central escuchaba todos los casetes recibidos, seleccionaba fragmentos para compartir con los demás y elaboraba un nuevo programa para enviar a los grupos. En los ochenta este método se desarrolla ampliamente en Venezuela, época en la que Kaplún trabaja activamente en el terreno de la educación y la comunicación popular. Allí lo rebautizarían Foruco, porque nos forma, nos une y nos comunica.

El Casete Foro ponía su acento en la posibilidad de revertir la unidireccionalidad comunicacional y recuperar el sentido dialógico de la comunicación frente al paradigma dominante informacional y transmisor. Tanto que en la evaluación de la primera experiencia Kaplún se declaraba insatisfecho respecto a la participación de los agricultores involucrados, porque para él el indicador clave de esa participación no era ni su escucha atenta ni sus intervenciones puntuales, sino sobre todo la cantidad de temas de debate en aquel foro propuestos por ellos en relación con los lanzados desde la coordinación del programa. Sería interesante revisar con ese criterio la supuesta interactividad con que se diseñan muchos programas educativos que utilizan las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, confundiendo esa interactividad con participación. Aquella experiencia del Casete Foro ha sido superada seguramente en el terreno tecnológico pero me parece que no en el pedagógico y comunicacional.

Esta obsesión por la recuperación de la palabra, por potenciar emisores, ya no lo abandonaría jamás. Venezuela fue un campo especialmente propicio para ello. A las decenas de cursos y talleres con grupos de base en todo el país se sumaron después los Talleres Latinoamericanos de Comunicación Popular, por donde pasamos más de cien aprendices de comunicadores de todo el continente. De esa época es uno de sus libros más conocidos y reeditados, El comunicador popular (1985).

Allí plantea herramientas metodológicas muy concretas para construir mensajes y apoyar procesos de comunicación participativos y dialógicos. Y muestra cómo existe una íntima relación entre concepciones educativas y comunicacionales. A una educación tradicional (bancaria como la llamaba Freire) corresponde la comunicación transmisiva de los modelos clásicos mecanicistas.9 La alternativa conductista encuentra su correlato en los modelos de comunicación centrados en los efectos (Laswell, 1979). Para la educación liberadora de Freire, Kaplún propondrá un modelo dialógico de comunicación como horizonte utópico, rompiendo con la dicotomía emisores-receptores para construir emirecs (Cloutier, 1973). Una propuesta tan utópica —y tan viva, necesaria y realizable— como la de Freire (1980: 63), cuando propone que nadie educa a nadie ni se educa solo, “los hombres se educan entre sí, mediatizados por el mundo”. Pero para caminar hacia ese horizonte de la comunicación dialógica propone también caminos concretos y viables, centrados en la prealimentación más que en la retroalimentación. En efecto, partir del otro, sus preocupaciones y esperanzas, su contexto y su universo cultural, es la clave para que el diálogo sea posible.

No sorprende entonces que haya sido en este trabajo con grupos de base y movimientos sociales que surge para Kaplún la preocupación por lo cultural. La recuperación del pensamiento de Gramsci y los estudios culturales latinoamericanos eran sin duda herramientas útiles para pensar los desafíos que este trabajo implicaba. Pero el vínculo cotidiano con esos grupos y movimientos le impedía toda mitificación de lo popular, frecuente en muchos de los culturalistas. En el trabajo directo de base lo popular se mostraba en toda su ambigua complejidad de solidaridades e individualismo, de resistencia y pasividad, de rebeldía y fatalismo. Construido por múltiples mediaciones, sí, pero también por los medios. Esos medios que Kaplún venía leyendo de modo también complejo, lejos de todo simplismo, desde hacía tiempo, desde adentro y desde afuera.

Por eso tampoco se afilió a un alternativismo basista sostenido sólo en los micromedios comunitarios. Su larga experiencia con medios masivos, con mensajes de muy amplias audiencias, le permitía también ver la importancia de ambos aspectos —y de su articulación— para la construcción de alternativas de comunicación más democráticas. Ni dejó de ver que, junto a los productos comunicacionales, era clave seguir pensando en los procesos de comunicación en que éstos se enmarcan y que ayudan a generar (cfr. 1989b).

Junto e ello mantuvo también una atención permanente a los problemas de la recepción, que para él no eran nuevos. El trabajo que en los setenta había comenzado buscando una lectura crítica de los medios al alcance de todos, en los noventa seguía sorprendiéndonos con análisis agudos sobre el uso de los medios. Sugerente resulta el título de uno de sus últimos trabajos en este tema: “Ni impuesta ni amada: la recepción televisiva y sus tierras incógnitas” (1996). Allí muestra los muchos usos de la televisión que no sólo cuestionan las perimidas teorías de la aguja hipodérmica mediática, sino que tampoco encajan en las más modernas —o posdmodernas— teorías de la recepción y las mediaciones. Y para los que no alcanza tampoco la lectura ideológica que él mismo propusiera. La televisión usada como ansiolítico o como compañía, por ejemplo, habla más de las soledades y ansiedades generalizadas en nuestras sociedades que del supuesto atractivo ejercido por los medios y sus mensajes.

La vuelta a la pedagogía

A mediados de los ochenta la primavera democrática asoma en el cono sur y Kaplún retorna a Uruguay, de donde ya no saldrá sino para sus continuos viajes, que son cada vez más, respondiendo a invitaciones del mundo académico. Mundo en el que también se inserta en Uruguay, al contribuir decisivamente en la creación de la carrera universitaria de Comunicación.

Es interesante notar que el plan de estudios que contribuyó a diseñar sigue siendo una referencia en todas las discusiones actuales en mi universidad, incluso cuando —y tal vez porque— posteriormente se abandonó. Aun con su larga historia de medios a cuestas —radio, televisión—, no se le ocurrió a él ni a sus colegas diseñar un plan con orientaciones por medio para la formación de grado, sino por áreas profesionales. Algo que por esa época empezaron a hacer buena parte de las carreras de comunicación en América Latina y en otros lugares.

Entre las orientaciones de aquel plan de estudios, junto a las clásicas del periodismo o la publicidad, figuraba una de comunicación educativa que, obviamente, él dirigió por un buen tiempo. Desde allí promovió un activo compromiso de la universidad con las organizaciones sociales y de base y, ya en los noventa, con el proceso de descentralización participativa impulsado por el gobierno de izquierda en Montevideo.

En estos años es cuando la preocupación por lo pedagógico retorna con más fuerza que nunca. Había contribuido con su práctica y su teoría a construir una comunicación educativa alejada de todo didactismo, capaz de incorporarse al uso cotidiano de los medios que hace el común de la gente. Ahora, volviendo a sus orígenes de maestro, se dedicó sobre todo a construir una educación comunicativa, capaz de entender la compleja relación entre aprendizaje y comunicación. A la educación por la comunicación (1992b) es, precisamente, el título de uno de sus libros más interesantes, aunque probablemente menos conocidos.

Su lectura de las corrientes constructivistas en clave de comunicación ilumina muchos de los problemas que lo venían obsesionando desde hacía tiempo. Más que preocuparse por comunicar para que otros aprendan, hay que facilitar la expresión de esos otros, porque, afirma Kaplún, “conocer es comunicar” (1992b: 35), “se aprende al comunicar” (1995: 50). Por eso es tan importante pasar “del educando oyente al educando hablante” (1993). Lenguaje y pensamiento son dos caras de una misma moneda, recuerda con Vigotsky (1979). Y en tanto pensamos con palabras, posibilitar la palabra propia es ayudar a pensar, a construir conocimientos. Y esta construcción es personal pero también fuertemente social: se aprende principalmente en la interacción con los otros. Por ello es central generar ámbitos de interlocución, en que los educandos encuentren realmente con quién comunicarse, en vez de limitarse a producir palabras y textos que sólo son leídos por el educador y sólo sirven para verificar la asimilación de la palabra ajena. Su obsesión por el aprendizaje se refleja incluso en la manera en que pensaba su propio trabajo: eligió para titular su miniautobiografía “Mis (primeros) 50 años de aprendiz de comunicador” (1992a).

Esta mirada —desde el aprendizaje más que desde la enseñanza— le permitió analizar con agudeza las posibilidades y los límites de las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (ntics), y de sus usos en el terreno pedagógico. Mostrando por un lado las potencialidades dialógicas que éstas tenían, facilitando procesos de aprendizaje con otros, de construcción colectiva de conocimientos a partir de redes de personas que comparten saberes y piensan juntos; pero mostrando también cómo las ntics suelen ser utilizadas de modos no dialógicos, perfeccionando el modelo educativo bancario ahora en versión de cajero automático (1998). La alternativa pedagógica conductista se adapta bien a las ntics, que estuvieron en su horizonte desde un comienzo; pero lo hace apelando principalmente a la interactividad (con una máquina) y no a una verdadera interacción (entre personas), salvo para estimular primero y verificar después el cumplimiento de los efectos deseados por el ingeniero educativo que diseña las acciones de enseñanza —o más bien de instrucción—. En este sentido es que he dicho que eso que ha dado en llamarse e-learning suele ser una revolución pedagógica sin pedagogía (G. Kaplún, 2001b).

El ideal del estudiante aislado y conectado a una máquina niega en los hechos el carácter social del aprendizaje. La navegación solitaria en las autopistas de la información no puede remplazar el aprendizaje, que es esencialmente social. Claro que esto tampoco se da en una aula presencial en la que no hay diálogo, en la que no hay verdadera comunicación. El problema es, en ambos casos, pedagógico y comunicacional y no tecnológico, como ya lo venía planteando desde hacía años (cfr. 1983). Sobre estos temas estaba escribiendo Kaplún cuando lo encontró la muerte. En sus últimos trabajos se puede ver el hilo de un pensamiento vivo, capaz de seguir aprendiendo todo el tiempo y, por eso mismo, enseñar tanto. Pensando los problemas de su tiempo —como siempre lo había hecho— con los pies en la tierra y la cabeza mirando hacia un horizonte socialmente más justo, políticamente más democrático, pedagógicamente más liberador, comunicacionalmente más dialógico. Porque, afirmaba, “definir qué entendemos por comunicación equivale a decir en qué clase de sociedad queremos vivir” (1985:67).

Hablar del pensamiento utópico de Kaplún puede ser entonces una justa descripción. Siempre y cuando no se olvide que su praxis buscaba dar pasos muy concretos hacia ese horizonte. Para ello contaba con muchas horas de vuelo en los medios de comunicación y en el trabajo con los movimientos sociales. Conocía bien los límites, pero también las necesidades y posibilidades. Tal vez ello explicaba algunas de las diferencias que tuvo con ciertas miradas desencantadas de los noventa, que parecían estar de vuelta de todo... sin haber nunca ido. Miradas que miraban con escepticismo posmoderno un pensamiento como el de Kaplún —y el de muchos otros— que, aún en tiempos de globalización neoliberal seguían —y siguen— creyendo que otro mundo es posible.

A Kaplún le gustaba decir que: “Comunicación es una calle ancha y abierta que amo transitar. Se cruza con compromiso y hace esquina con comunidad” (1992a). Su praxis fue entonces la de la construcción de alternativas que sirvieran para abrir la doble vía en la calle ancha de la comunicación. Para ensanchar esa calle de modo que muchos debates —y mucha gente— pudieran circular por ella. Peleando por un mundo en el que quepan todos los mundos, pero muy especialmente los mundos de los excluidos, de los olvidados de la tierra.


Fuentes

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1973 La Communication audio-scripto-visuelle à l’heure des self-media.
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Dichter, Ernest

1970 Las motivaciones del consumidor. Buenos Aires: Sudamericana.

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1972 Para leer al Pato Donald. Editoriales Universitarias de Valparaíso.

Follari, Roberto

2001 Teorías débiles (Para una crítica de la deconstrucción y de los estudios culturales). Rosario: Homo Sapiens.

Freire, Paulo

1980 Pedagogia do oprimido. Rio de Janeiro: Paz e Terra [1969].

Kaplún, Gabriel

2001a “Facultades de comunicación: entre la crítica y el mercado”. Conferencia
en Primer Encuentro de Facultades y Carreras de Comunicación del Cono Sur. Mendoza: felafacs / Universidad Nacional de Cuyo,

2001b “El e-learning: ¿una revolución pedagógica sin pedagogía?” (ponencia
en II Seminario Regional de alaic. La Plata, Argentina).

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1996 “Ni impuesta ni amada, la recepción televisiva y sus tierras incógnitas”,
en Guillermo Orozco (coord.), Miradas latinoamericanas a la television. México: Universidad Iberoamericana.

1993 “Del educando oyente al educando hablante”, Revista Diálogos de la Comunicación, núm. 37.

1992a ”Mis (primeros) cincuenta años como aprendiz de comunicador”. Boletín alaic núms. 7-8.

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1988 “Comunicación, democratización y hegemonía en la perspectiva del 2000”,
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1986 Lectura crítica de la comunicación masiva [inédito].

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1983 Hacia nuevas estrategias de comunicación en la educación de adultos. Santiago de Chile: unesco.

1982 Lectura crítica. Un método para el desarrollo del sentido crítico de los usuarios de medios masivos. Caracas: Mimeo, cesap.

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