Ideologías animadas
Juan Sklar
IDEOLOGÍAS ANIMADAS
Sklar, Juan Ignacio
Ideologías animadas / Juan Ignacio Sklar. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Galerna, 2019.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga
ISBN 978-950-556-757-7
1. Ensayo Literario. I. Título.
CDD A864
Digitalización: Proyecto451
Corrección: Ignacio Merlo
Diseño de tapa e interior: Margarita Monjardín
©2019, Juan Ignacio Sklar
©2019, Queleer S.A.
Hecho el depósito que marca la ley 11.723
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A mi mamá
PRÓLOGO
No los dejemos solos
Mi hijo tiene cuatro años y le encanta saltar en el sillón. Le digo que no lo haga y le explico que es peligroso porque se puede lastimar.
“Pero mirá, no pasa nada”, dice y pega un salto y por un centímetro no se rompe la cabeza.
Así que le grito: “Goran, dejá de saltar ya mismo”.
Pero el desgraciado no me hace caso.
Ahora imaginemos lo siguiente: mi hijo salta y se resbala. Se va a romper el cráneo con la punta de la mesa ratona. Pero yo, su padre, fuerte y valiente, me arrojo al piso y le salvo la vida. Después de fijarme que mi hijo está bien le digo:
—Goran, tengo que enseñarte una lección.
Imaginemos que no estamos en mi casa. Estamos en una inmensa pradera. Imaginemos también que es de noche y hay un cielo estrellado. E imaginemos que suena una orquesta. Lo miro a los ojos y le digo:
—Goran, estoy decepcionado de ti. Te ibas a matar. Me desobedeciste deliberadamente.
—Solo trataba de ser valiente, como tú.
—Yo soy valiente cuando debo serlo. Goran, ser valiente no significa que busques problemas.
—Pero tú no le tienes miedo a nada.
—Hoy sí lo tuve.
—¿De veras?
—Sí. Hoy tuve miedo de que te lastimaras.
Y en el momento mismo en que termino mi frase, Goran ve las huellas que dejan mis borceguíes en el suelo. Las compara con el tamaño de sus zapatillas y recuerda que mido el doble, que peso cinco veces más y que llevo en la Tierra treinta y dos años más que él. Que eso es muchísimo más que lo que él puede contar con los dedos. Y que ese número, treinta y dos, no se va a achicar jamás, hasta el día en que yo me muera.
No es lo mismo.
Esto que acabo de hacer es una reconstrucción libre de una escena de El rey león. El cine animado, con imágenes, canciones e historias transmite mensajes de una manera muy poderosa. Se siente en el cuerpo.
El rey león fue una de mis películas favoritas. Tiene una canción que dice Hakuna matata, que en suajili significa “sin problemas”. Hakuna matata es la filosofía que Simba abraza cuando su padre muere. El pequeño león está lleno de culpa ¿Y qué hace? Adopta una visión de mundo que dice “sin preocuparse es como hay que vivir”. Siempre me gustó la frase Hakuna matata.
Cuando crecí y volví a ver El rey león descubrí que Hakuna matata es solo una etapa en la vida de Simba. Vivir tranquilo, con tus amigos, en el bosque, comiendo bichos, sin preocuparte por nadie excepto por vos mismo. Pero lo que Simba debe hacer es asumir sus responsabilidades, volver con su manada, ocupar el lugar de su padre, derrotar al mal y restablecer el círculo de la vida. Es el absoluto opuesto de Hakuna matata. El rey león me dijo a los diez años cómo iban a ser mis veinte y con qué los iba a superar a los treinta. Ahora la veo tratando de descifrar qué va a pasar a los cuarenta.
Mi hermana amaba La sirenita. La miraba una y otra vez y cantaba todas las canciones. Ahora no le gusta mucho La sirenita porque dice que ninguna mujer debería entregar su voz por un hombre. Creo que no volvió a ver La sirenita de grande y esa sensación está basada en recuerdos algo sesgados. Como los míos con respecto a El rey león. Porque en la película, la princesa Ariel quiere estar con el príncipe Eric pero vive reprimida por el poder patriarcal del rey Tritón. Entrega su voz como un acto desesperado, pero solo conquista al príncipe Eric cuando recupera esa voz. En La sirenita la mujer muda no logra lo que quiere. Ariel es un personaje que nunca renuncia a su deseo. Y en esa aventura logra que su padre represor cambie su manera de ver el mundo. La sirenita es la historia del deseo sexual femenino que necesita salir y del poder masculino que necesita hacerse a un lado.
¿Tendrá algo que ver La sirenita con el rechazo de mi hermana a los mandatos patriarcales? ¿Cuántas decisiones de mi vida fueron influenciadas por El rey león?
Cada vez que en la radio hablo de cine infantil, su filosofía y la influencia que tiene en las personas, escucho una versión de este comentario: “Es entretenimiento, están hechas para ganar plata. No tienen mensaje”. Es verdad. Son comerciales. Pero ganan millones de dólares porque tienen contenido filosófico. Una película como Frozen, que costó 150 millones de dólares (sin contar la promoción), está obligada a ser significativa. Además del atractivo visual, además de las canciones, además de la impresionante maquinaria de promoción, necesita resonar con el tiempo histórico. Y Frozen lo hace: irrumpe en la discusión feminista sobre las princesas. ¿Y qué hace? Las empodera, las vuelve proactivas, las aleja del amor romántico. Pero deja intactos los vestidos, los peinados y las coronitas.
El entretenimiento infantil refleja y crea una visión del mundo. Esto ya lo dijeron Ariel Dorfman y Armand Mattelart en su libro de 1971: Para leer al Pato Donald. Ellos hacían una crítica letal de las historietas de Disney. Y le daban un lugar central en la formación de los niños. El capítulo final dice: “Mientras su cara risueña deambule inocentemente por las calles de nuestro país, mientras Donald sea poder y representación colectiva, el imperialismo y la burguesía podrán dormir tranquilos”. Para estos autores el enemigo número uno del socialismo era un pato sin pantalones. Y tenían razón. Porque la batalla entre el socialismo y Donald la ganó Donald.
Pasaron casi cincuenta años desde ese libro. Muchos de los valores con los que se criticaba a Disney en los 70 fueron absorbidos por el mismo Disney y por toda la industria de entretenimiento infantil.
Disney fue acusado de racista. Pero en los 80 y 90 los protagonistas blancos y cristianos compartieron cartel con chinos, judíos, gitanos, árabes y nativos americanos. Luego se sumaron mexicanos, polinesios y afroamericanos. Y una larga lista de etnias y nacionalidades.
Disney fue acusado de misógino. Y si bien las princesas de los 90 eran románticas, ya estaban empoderadas. La sirenita, como dijimos, lucha por su deseo; La Bella doma a la Bestia y rechaza a Gastón; Jazmín de Aladdín rompe con las leyes del Sultán; Pocahontas elige la tierra de sus ancestros y deja ir a John Smith. En el nuevo siglo las princesas siguieron avanzando. En Moana, Frozen y Valiente las princesas no están interesadas en el amor romántico.
Hasta la diversidad sexual aparece en los films animados de los 90. Mulan es la historia de una chica que ingresa travestida a la guerra. Y gana esa guerra acompañada por varones travestidos. Su trama de amor es indiscutiblemente bisexual. Incluso queer. Y al final del film Mulan recibe la bendición de su familia, sus ancestros y el mismísimo emperador de China.
En 2001 DreamWorks, la compañía rival de Disney-Pixar, estrenó Shrek y con ese film se abrió otro abanico muy interesante. Los marginados. Las tres grandes sagas de DreamWorks (Shrek, Kung fu panda y Cómo entrenar a tu dragón) tienen héroes feos, gordos y con discapacidad.
Incluso la idea del bien y del mal está cambiando. Cada vez hay menos films con villanos que son esencialmente malvados. Hay films sin villanos, como Intensamente o Wall-E. Hay historias donde el malo se pregunta por su lugar en el mundo y cambia, como Megamente o Mi villano favorito. Figuras históricamente aterradoras, como los vampiros, los ogros y los monstruos ahora tienen dilemas y problemas personales. A este nuevo enfoque sobre los conflictos lo llamo “la post maldad”.
Pero hay un punto donde Para leer al Pato Donald sigue teniendo razón. Hay un conflicto que sigue siendo invisible: la desigualdad de clase. Desde los 90 hacia acá hay un solo film animado realmente popular que trata la pobreza de modo directo: Aladdín. Pero en su resolución nada cambia. Cambia la situación de la mujer, Jazmín, y cambia la situación de un individuo, Aladdín. Tanto en la versión de 1992 como en la remake de 2019, los pobres siguen siendo pobres.
Los dibujos animados de consumo popular producidos en Estados Unidos y consumidos en todo el mundo son fuertemente progresistas en lo relativo al género, racismo, discapacidad, belleza hegemónica, colonialismo, orientación sexual y ecología. Y conservadores con respecto a las injusticias de clase social.
No me sorprendería si en los próximos quince años se impusiera esta visión de mundo. Un capitalismo feminista, multiétnico, sexualmente diverso e inclusivo con todas las minorías, pero profundamente desigual en lo económico.
Porque En Disney, en Pixar, en DreamWorks y en Illumination se instalan y se reflejan los valores de nuestra civilización. No son inocentes pero tampoco son el enemigo. Los podemos usar a nuestro favor. Pero para que eso suceda, necesitamos comprender su mensaje. Necesitamos un nuevo enfoque crítico. Para que elijamos los films que ven los chicos. Para que discutamos el mensaje que esos films transmiten. Y para que sepamos qué temas y voces están siendo ignoradas.
Volvamos a mi sillón. Yo quiero que mi hijo deje de saltar. Quiero que me haga caso, como Simba le hace caso a Mufasa. Pero no tengo un cuarteto de cuerdas, ni un jardín, ni un cielo estrellado, ni soy el rey león.
Así que me agacho y me pongo a su altura. Le digo:
—¿Quién tiene la pata más grande, Simba o Mufasa?
—Mufasa
—Vení. Apoyá tu mano sobre la mía.
Mi hijo se acerca y pone nuestras manos juntas.
—¿Quién tiene la mano más grande, vos o yo?
—Vos.
—¿Entendés que te podrías haber roto la cabeza?
—Sí, papá.
—¿Entonces me vas a hacer caso?
—Sí, papá.
Los chicos están sentados, en ese sillón, solos. Están viendo dibujos animados. Parecen embobados pero cada tanto giran para ver qué estamos haciendo. Están frente a la maquinaria ideológica más potente de nuestro tiempo. No los dejemos solos.