Créditos

Atrapada al atardecer


V.1: abril, 2020


Título original: Taken at Dusk. SHADOW FALLS Book 3

© C.C. Hunter, 2012

© de la traducción, Alejandro Alvargonzález, 2016

© de esta edición, Futurbox Project, S. L., 2020


Diseño de cubierta: Taller de los Libros


Publicado bajo acuerdo con St. Martin’s Press, LLC. en colaboración con International Editors’ Co. Todos los derechos reservados.


Publicado por Oz Editorial

C/ Aragó, 287, 2º 1ª

08009 Barcelona

info@ozeditorial.com

www.ozeditorial.com


ISBN: 978-84-17525-92-7

THEMA: YFHR


Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser efectuada con la autorización de los titulares, con excepción prevista por la ley.

ATRAPADA AL ATARDECER

C. C. Hunter

Traducción de Alejandro Alvargonzález
Shadow Falls 3

Siempre hay una persona en tu vida que sabes que te ha ayudado a convertirte en lo que eres. Una persona sin la que no habrías escogido el mismo camino. Una persona que no solo ha cambiado las cosas, sino que ha sido el trampolín que te ha impulsado a conseguir todo lo que tienes. Quiero dar las gracias a mi marido, Steve Craig: cariño, gracias por todo lo que has hecho para ayudarme a convertirme en quien soy. Gracias por tu amor, por estos años y por la infinidad de risas que has compartido conmigo. Formamos un equipo brutal, ¿no te parece?

Capítulo 2


Tres minutos después, Kylie observaba desde el aparcamiento como el Cadillac plateado de los Brighten se alejaba. Se volvió hacia Della y Lucas, quienes habían entrado en la oficina e interrumpido la reunión con sus abuelos. Perry también había llegado con ellos, pero había tomado la sabia decisión de desaparecer. Holiday, que los había acompañado afuera, estaba otra vez al teléfono.

—¿Podría alguien decirme que pasa, por favor? —preguntó Kylie. Sentía que la oportunidad de saber más sobre su padre se desvanecía en el horizonte junto con el Cadillac. Entonces fue consciente de que aún tenía el sobre marrón con las fotografías de Daniel. Lo agarró con fuerza.

—No te lo tomes tan a pecho, solo estamos cubriéndote las espaldas.

Las puntas de los colmillos de Della asomaron por las comisuras de sus labios. Sus ojos oscuros, ligeramente sesgados, y su cabello negro y lacio denotaban sus raíces asiáticas.

—¿Cubriéndome las espaldas de qué?

—Derek me ha llamado. —Holiday cerró el teléfono y entró dentro del círculo—. Estaba preocupado. —Su teléfono sonó de nuevo, comprobó de quién se trataba y alzó un dedo—. Perdonadme. Un minuto.

A Kylie se le estaba agotando la paciencia. Miró otra vez a Della y a Lucas.

—¿Qué pasa?

Lucas intervino:

—Burnett nos llamó y nos pidió que interrumpiéramos la reunión.

La mirada de Lucas se encontró con la suya y, como antes, vio la preocupación reflejada en sus ojos azules.

Burnett, un vampiro de treinta y tantos años, trabajaba para la UIF —Unidad de Investigación de Fallen—, una rama del FBI que se dedicaba a vigilar a los seres sobrenaturales. También era el propietario de parte de Shadow Falls. Cuando Burnett daba una orden, esperaba que la gente obedeciera. Y normalmente, lo hacían.

—¿Por qué? —quiso saber Kylie—. Tenía preguntas que hacerles. —Sin previo aviso, el recuerdo de la mano de la señora Brighten sobre la suya explosionó en su mente: delicada, frágil. Kylie sintió emociones que iban hacia ella desde todas direcciones.

—Burnett nunca explica sus razones —comentó Della—. Da órdenes.

Kylie estudió a Holiday, que seguía al teléfono. Parecía preocupada, y Kylie sintió cómo las emociones de Holiday se unían a las otras que ya le recorrían la columna vertebral.

—No lo entiendo. —Luchaba por sobreponerse al nudo que tenía en la garganta.

Lucas se acercó más. Tan cerca que podía oler su aroma: un olor a madera empapada del rocío de primera hora de la mañana.

Elevó la mano y durante un momento ella pensó que iba a tocarla, pero la bajó con la misma rapidez. Luchó contra la decepción.

Holiday colgó el teléfono.

—Era Burnett.

Dio un paso hacia adelante y apoyó una mano sobre el hombro de Kylie. Ella no quería estar tranquila, quería respuestas. Así que apartó la mano de la directora del campamento.

—Solo dime qué pasa. Por favor.

—Derek nos ha llamado. Fue a ver al detective que ayudó a encontrar a tus abuelos y lo halló inconsciente en su oficina. Encontró su teléfono fuera, manchado de sangre. Resumiendo: Derek no cree que el detective te enviara ese mensaje sobre tus abuelos. Ha llamado a Burnett, que ahora está allí.

Kylie trató de entender lo que Holiday decía.

—Pero si el detective no mandó el mensaje, ¿quién lo hizo?

Holiday se encogió de hombros.

—No lo sabemos.

—Derek puede estar equivocado —dijo Lucas, dejando patente con su tono de voz la poca simpatía que sentía por el medio fae.

Kylie ignoró a Lucas y sus vibraciones, y trató de asimilar lo que implicaban las palabras de Holiday.

—Entonces… ¿Derek y Burnett piensan que el señor y la señora Brighten son unos impostores?

Holiday asintió.

—Si Derek está en lo cierto, y el mensaje fue enviado por la persona que atacó al detective, entonces tendría sentido que esos dos hubieran estado aquí por otras razones.

—Pero son humanos —dijo Kylie—. Lo he comprobado.

—Totalmente humanos —dijo Della.

—Lo sé —explicó Holiday—. Ese es el motivo por el que no los he detenido ni interrogado. Lo último que necesito es atraer más sospechas sobre Shadow Falls. Ya tenemos a los lugareños echándonos el aliento en la nuca. Pero que sean humanos no quiere decir que no puedan trabajar para otra persona, algún ser sobrenatural.

Kylie supo que Holiday se refería a Mario Esparza, el abuelo del vampiro asesino que se había obsesionado con ella.

Durante una fracción de segundo, Kylie vio a las dos adolescentes a las que había conocido en la ciudad, a las que Red, el nieto de Mario Esparza, había matado. La furia y la frustración se abrieron paso a través de la amalgama de sus emociones.

—Pero me trajeron fotos. —Levantó el sobre.

Holiday tomó el sobre y echó un vistazo rápido al montón de fotos. Por alguna extraña razón, Kylie quiso quitárselas, como si la intervención de Holiday fuese de alguna forma irreverente.

—Aquí no hay fotos familiares. Lo normal sería que hubiera una o dos en las que aparecieran con su hijo.

Kylie tomó de nuevo las fotos y las deslizó dentro del sobre, tratando de proteger su cabeza frente a lo que insinuaban. Sus pensamientos se fueron a otro sitio.

—Pero ¿y si son mis verdaderos abuelos y quien haya hecho eso al detective está tratando de llegar hasta ellos? —Recordaba la fragilidad de la palma de la mano de la anciana. La poca vida que le quedaba a la mujer podría serle arrebatada con facilidad.

Sintió una punzada en el pecho. ¿Había puesto en peligro a los padres de Daniel al encontrarlos? ¿Había sido eso lo que Daniel había querido decirle? Sintió el aroma de Lucas a su lado, como si le ofreciera una pequeña porción de tranquilidad.

Holiday habló de nuevo.

—No veo ninguna razón por la que alguien quisiera hacerles daño. Sin embargo, Perry los está siguiendo. Si alguien los ataca, él los protegerá.

—Sí, Perry puede darle una paliza a quien sea si tiene que hacerlo —dijo Della.

—Y estoy seguro de que el detective está trabajando en cientos de casos diferentes —añadió Lucas—. Que lo hayan atacado no quiere decir que sea por Kylie. Podría estar relacionado con cualquiera de sus demás casos. Los investigadores privados están siempre molestando a la gente.

—Cierto —respondió Holiday—. Pero Burnett estaba lo suficientemente preocupado como para querer a los Brighten lejos del campamento. Necesitamos tomar precauciones.

La mente de Kylie dio un giro en forma de U y estacionó en el hecho de que era Perry, uno de sus compañeros cambiaformas, quien seguía a los Brighten.

—¿Qué forma tenía Perry cuando se fue tras ellos?

La última vez que había visto a Perry en una forma alternativa había sido como una especie de pterodáctilo que parecía salido del periodo jurásico. Claro que Kylie suponía que eso era mejor que el león del tamaño de una furgoneta y el unicornio en los que se había convertido antes de eso. ¡Maldita sea! Si no tenía cuidado, Perry podría llegar a provocar un ataque al corazón a la pareja de ancianos.

—No te preocupes —contestó Holiday—. Perry no hará ninguna tontería.

Miranda escogió ese momento para unirse al grupo.

—Por favor, Perry y las tonterías van de la mano como los sapos y las verrugas —dijo mientras se echaba su cabello tricolor por encima del hombro, como para acentuar su actitud.

Miranda era una de las siete brujas de Shadow Falls, y también compañera de cuarto de Kylie. Por el tono de Miranda, era evidente que no estaba preparada para perdonar a Perry por ser cruel con ella después de enterarse de que otro cambiaformas la había besado… sobre todo cuando ella se había disculpado. La mirada de la bruja abarcó a todo el grupo.

—¿Qué? —preguntó Miranda—. ¿Va algo mal? —La preocupación se entreveía en sus ojos, una prueba de que aunque siguiese enfadada, todavía se preocupaba por el cambiaformas—. ¿Perry está bien? —inquirió mientras daba vueltas a un mechón de cabello rosa con el dedo índice.

—Sí, está bien —dijeron Kylie y Holiday al unísono. Luego, Kylie se volvió a centrar en la preocupación que tenía por los Brighten, si es que eran de verdad los Brighten.

Miró a Holiday.

—¿Para qué querría nadie hacerse pasar por mis abuelos?

—Para acceder a ti —respondió Holiday.

—Pero parecían tan auténticos —Kylie recordó—. No. No pueden ser impostores. Yo… he visto a los ángeles de la muerte. Me han enviado un mensaje.

—Oh, mierda —dijo Della, y ella y Miranda dieron un paso atrás. Aunque Lucas pareció no inmutarse, abrieron los ojos de golpe. Según la leyenda, los ángeles de la muerte estaban llamados a castigar a las especies no humanas para mantenerlas a raya. Todo ser sobrenatural que se preciase de serlo conocía a un amigo de un amigo que se había portado mal y que luego había sido achicharrado por un ángel de la muerte vengativo.

Aunque Kylie había sentido el enorme poder de estos ángeles, no estaba segura de que su reputación siniestra no fuera exagerada, aunque no es que estuviera ansiosa por comprobar la teoría. Sin embargo, teniendo en cuenta todos los errores que había cometido y que no había sido reducida a cenizas por ello, era escéptica al respecto.

—¿Qué mensaje? —preguntó Holiday con un tono libre de todo recelo. La directora del campamento, que también podía hablar con fantasmas, era una de las pocas personas que no temían a los ángeles de la muerte.

—Sombras… en la pared del comedor, entonces…

—¿Cuando estábamos ahí dentro? —la interrumpió Della—. Y ¿no nos lo has dicho?

Kylie ignoró a Della.

—He escuchado una voz en mi cabeza que me decía que fuera en busca de mi destino. ¿Por qué recibiría ese mensaje si no fueran mis abuelos?

—Buena pregunta —dijo Holiday—. Aunque quizás signifique que esta situación te llevará a la verdad.

—Debería habérnoslo dicho —murmuró Della a Miranda.

Kylie recordó la aparición de Daniel, la urgencia que había notado en su voz a pesar de lo poco que había sido capaz de comunicar. ¿Había malinterpretado completamente lo que le había querido decir? ¿Había venido para avisarla de que aquellos no eran sus padres adoptivos? La duda estaba sembrada, y ya no sabía qué creer.

Kylie respiró profundamente, y otra preocupación se deslizó hasta su banco de problemas.

—¿Se pondrá bien el detective?

—No lo sé. —Holiday frunció el ceño—. Burnett me ha dicho que Derek está con él en el hospital, mientras sigue investigando la escena del crimen.

La preocupación por Derek le oprimía el pecho. Sacó el teléfono de la funda y marcó su número.

No obtuvo respuesta, y no supo si era porque no podía contestar o porque había vuelto a evitar hablar con ella, a expulsarla de su vida.

¡Hombres!

¿Por qué los chicos no paraban de decir que las chicas eran tan complicadas, tan difíciles de entender, cuando ella no había conocido a un solo chico que no la hubiera confundido hasta hacerla gritar?


***


Mientras los demás se perdían en conversaciones, Kylie se escabulló y fue a sentarse bajo su árbol favorito. Abrió el sobre y pasó despacio las fotografías, prestando atención a todos los pequeños detalles de Daniel. La forma en que sus ojos azules se iluminaban al sonreír, la manera en que las puntas del pelo se le rizaban un poco cuando lo llevaba largo. Vio tanto de ella en él que su corazón se aceleró, dolorido por extrañarlo.

Cuando llegó a la foto en la que aparecía junto a su madre, Kylie no pudo evitar sonreír al ver que Daniel sonreía a su madre, y que ella lo miraba a él. Amor. Una parte de Kylie quería llamar a su madre en ese instante y preguntarle por la foto, pero teniendo en cuenta lo que Holiday y los otros pensaban, sería mejor quedarse callada. Con suerte, no por mucho tiempo.

—Hola.

La voz de Lucas llamó su atención, y Kylie sonrió.

—Hola.

—¿Te importa que te haga compañía?

—Compartiré mi árbol contigo. —Se apartó hacia un lado para hacerle sitio.

Él se dejó caer a su lado y le estudió la cara. Su hombro, tan cálido, rozó el suyo, y ella saboreó lo cerca que estaba de él. 

—Pareces feliz y triste, y confundida. —Le apartó unos cuantos mechones de pelo de la cara.

—Estoy confundida —respondió—. Han sido tan buenos y… ya no sé qué pensar. ¿Cómo podrían tener estas fotos si no fueran los Brighten?

—Podrían haberlas robado.

Sus palabras le hicieron daño, sin embargo Kylie sabía que tenía razón. Pero, ¿por qué alguien iría tan lejos para convencerla de que eran los padres de Daniel? ¿Qué podrían ganar con ello?

Lucas bajó la vista hacia las fotos que ella seguía sujetando.

—¿Puedo verlas?

Asintió y le pasó el montón de fotos.

Él las fue pasando lentamente.

—Debe de resultar extraño mirar a la cara de alguien al que te pareces mucho y no conocerlo.

Kylie levantó la mirada hacia Lucas.

—Pero yo sí lo conozco.

—Quiero decir… en persona —contestó Lucas, con las cejas arqueadas. Ella asintió, al comprender su torpeza para entender todo lo relacionado con los fantasmas, aunque deseaba que no le resultara tan difícil.

—Burnett llegará al fondo del asunto. —Lucas bajó la mirada y la posó en su boca. Por un segundo, ella pensó que iba a besarla, pero de repente se enderezó y miró hacia las ramas.

Fredericka salió de los arbustos, refunfuñando.

—La manada te busca.

—Voy enseguida —contestó, con el ceño fruncido. Ella no se movió. Continuó mirándolo fijamente y añadió—: No deberían tener que esperar a su líder.

—He dicho que voy enseguida —gruñó Lucas.

Fredericka se alejó, y Lucas se giró hacia Kylie.

—Lo siento, tengo que irme.

—¿Algo va mal? —preguntó Kylie al ver la preocupación que reflejaban sus ojos.

—Nada de lo que no pueda hacerme cargo —contestó. Le dio un beso rápido en los labios y deslizó las fotos en sus manos.


***


—¿Estarás bien? —le preguntó Holiday a Kylie cuando volvió al porche de la oficina.

Kylie se tiró sobre una de las grandes mecedoras blancas. El calor pegajoso parecía adherirse a su piel.

—Sobreviviré. —Apoyó el sobre en la pequeña mesa del patio que había entre las sillas y se apartó el pelo hacia atrás, sosteniéndolo por detrás del cuello.

—¿De verdad crees que eran unos impostores?

Holiday se sentó en la otra mecedora. Llevaba el pelo suelto, sobre los hombros.

—No lo sé. Pero Burnett no descansará hasta llegar al fondo de todo esto. Se siente culpable por no estar más encima de las cosas y dejar que Mario llegara hasta ti. Me imagino que después de esto no dejará que te alejes de su radar.

—No tenía forma de saber lo que ese miserable estaba tramando.

—Lo sé. Y tú también. Pero Burnett tiende a ser un poco duro consigo mismo.

—¿No son así todos los vampiros? —Kylie pensó en Della y en el bagaje emocional que arrastraba.

—La verdad es que no. Te sorprendería saber cuántos vampiros se niegan a asumir ninguna responsabilidad sobre sus actos. Siempre es culpa de otro.

Kylie estuvo a punto de preguntar si se refería a cierto vampiro que le había roto el corazón en el pasado, pero sus pensamientos volvieron a centrarse de nuevo en los Brighten.

—Tú estabas ahí. ¿No has leído sus emociones? ¿No eran sinceras? Yo he sentido como si de alguna manera… estuviera conectada con ellos.

Holiday inclinó la cabeza, como si estuviera pensando.

—Han sido muy precavidos, quizá demasiado, pero… sí, parecían sinceros. Especialmente la señora Brighten.

—Entonces, ¿cómo es posible que…?

—La lectura de las emociones nunca es fiable al cien por cien —dijo Holiday—. Las emociones se pueden disfrazar, esconder e incluso falsificar.

—¿Los humanos pueden hacer eso?

—Los humanos son expertos. Se les da mejor que a los seres sobrenaturales. A menudo, he pensado que aquellas especies que carecen de superpoderes para controlar sus mundos son capaces de controlar mejor sus emociones.

Kylie escuchaba con el corazón encogido por la preocupación que sentía por los Brighten.

—Narcisismo, indiferencia, personalidad esquizoide, sociopatía, todo esto está presente en la raza humana en diferentes grados. Luego están también los actores que pueden crear una emoción propia simplemente tomándola prestada de un acontecimiento anterior. He ido a ver espectáculos y obras de teatro en los que las emociones que manaban de los actores eran tan reales como cualquiera que yo haya sentido.

Kylie se recostó en su silla y contestó:

—Yo soy mitad humana y no parezco ser capaz de controlar nada.

Holiday le dirigió una mirada comprensiva.

—Siento haber tenido que hacer que se fueran. Sé que esperabas descubrir algo, pero no me podía arriesgar a que Derek tuviera razón.

—Lo entiendo. —Y lo hacía, simplemente no le había gustado—. La señora Brighten —si es que de verdad era la señora Brighten— me recordaba a mi abuela.

—Nana —dijo Holiday, y Kylie se acordó de que el espíritu de Nana se le había aparecido.

—Sí.

Holiday suspiró.

—Sé lo difícil que es esto para ti.

El teléfono de la directora del campamento sonó, y Kylie contuvo la respiración; esperaba que fueran noticias sobre los Brighten, Derek o el detective.

La supervisora del campamento se quedó mirando la pantalla.

—Es mi madre. La llamaré luego.

Kylie elevó una rodilla hasta el pecho y la rodeó con los brazos. El silencio que siguió a la llamada la llevó a sincerarse.

—Siento que nada en mi vida tiene ya sentido. Todo está cambiando.

Holiday se recogió el pelo en una coleta.

—Los cambios no son tan malos, Kylie. Si las cosas no cambian es cuando de verdad tienes que preocuparte.

—Discrepo. —Kylie apoyó el mentón sobre la rodilla —. Quiero decir, sé que los cambios son necesarios para alcanzar la madurez y todo eso. Pero me gustaría sentir que al menos hay algo en mi vida que es… sólido. Necesito una piedra de toque. Algo que sea real.

Holiday alzó las cejas.

—Shadow Falls es real, Kylie. Esto es tu piedra de toque.

—Lo sé, sé que pertenezco a este lugar, es solo que todavía no sé de qué manera. Y por favor, no me digas que esto debería convertirse en la razón de ser de mi búsqueda, porque lo ha sido desde que llegué aquí y no estoy más cerca de averiguarlo que entonces.

—Eso no es cierto. —Holiday recogió las rodillas. En la enorme mecedora, su cuerpo parecía incluso más pequeño—. Mira lo lejos que has llegado. Como has dicho, sabes que perteneces a este lugar. Eso ya es un gran paso, y estás recibiendo dones de todas partes. —Soltó una risa. Kylie levantó la mirada y dijo—: Soy patética, ¿verdad?

—No, estás frustrada y, si te soy sincera, después de la semana que has tenido, tienes derecho a estarlo. Tienes incluso derecho a un poco de patetismo —contestó Holiday, con el ceño fruncido.

—Nadie tiene derecho a ser patético —respondió Kylie.

—No estoy segura de eso, yo misma creo que me he ganado ese derecho un par de veces a lo largo de mi vida. —Holiday movió la mecedora con suavidad.

Kylie miró a la directora del campamento, y tuvo una clara sensación de que había un montón de cosas que Holiday todavía no le había contado acerca de sí misma.

—¿Lo que he sentido antes era un nuevo espíritu? —preguntó Holiday.

—Sí. —Kylie se reclinó en la silla—. Sigue sin decir nada con sentido, dice que está confusa. —Kylie recordó las siniestras cicatrices que había visto en la cabeza de la mujer—. Creo que murió de un tumor cerebral o algo así, tenía la cabeza afeitada y cicatrices.

—Mmm… —contestó Holiday.

—Y creo que está enterrada en el cementerio Fallen.

—¿De verdad? ¿Te ha dicho eso?

—No, pero creo que ha sido ahí donde la he recogido. Cuando veníamos hacia aquí esta mañana. Acabábamos de dejar atrás el cementerio cuando el espíritu se materializó en el asiento trasero.

—Supongo que tiene sentido.

—Pero, ¿no crees que sea así? —preguntó Kylie, sin estar segura de lo que pensaba Holiday.

—No digo que no pueda ser tan simple, pero me he dado cuenta de que la mayoría de los espíritus que nos visitan están unidos a nosotros por… lazos más fuertes que el mero hecho de pasar con el coche cerca de un cementerio. Ahora bien, no digo que no puedan visitarnos algunos fantasmas de forma aleatoria, porque a veces ocurre. El otro día, me encontré a un anciano empapado, desnudo como un recién nacido. Acababa de morir en la ducha de su residencia de ancianos y quería que avisara a la enfermera para que fuera a sacarlo de ahí. —Holiday sacudió la cabeza.

—¿Y qué hiciste?

—Llamé a la enfermería y les dije que era una amiga de la familia y que había intentado llamar al señor Barnes a su habitación pero no había obtenido respuesta.

—¿Y se fue?

—Se desvaneció inmediatamente.

—Espero que sea así de fácil con este espíritu, no me vendría mal un descanso. —Kylie recordó lo que el espíritu le había dicho—. ¿Sabes qué?… El espíritu me ha dicho que unas personas le habían pedido que me dijera algo.

—¿Que te dijera qué?

—Le he preguntado, pero… solo ha dicho algo como «algunas personas viven, algunas personas mueren». Lo que ha dicho no tenía sentido.

—Rara vez dicen algo con sentido al principio.

Kylie se mordió el labio inferior y preguntó:

—¿Podría ser mi padre que trata de decirme algo? Ha intentado aparecerse justo antes de ver a los Brighten, o quienesquiera que fuesen.

Holiday dejó de mecerse.

—¿Qué te ha dicho?

—No ha llegado a manifestarse del todo. Lo único que he conseguido han sido unas pocas palabras. —Kylie frunció el ceño—. ¿Por qué tiene que dejar de visitarme?

Un gesto de simpatía llenó la cara de Holiday.

—La muerte es un nuevo comienzo, Kylie. No se puede empezar una nueva etapa sin haber abandonado la anterior. Ha estado atrapado en el pasado durante demasiado tiempo. Necesita pasar página. ¿Entiendes lo que quiero decir?

Kylie interrumpió el balanceo de su mecedora.

—¿Lo entiendo? Puede. ¿Me gusta? No. —Se levantó entre suspiros—. Les he dicho a Miranda y Della que nos veríamos en la cabaña.

—Claro… —Holiday pareció dudar por un momento—. Había pensado que este sería un buen momento para hablar de tus nuevos dones.

—¿De qué hay que hablar? ¿Quieres que tengamos una charla solo porque atravesé un muro? —Kylie utilizaba el sarcasmo para ocultar sus sentimientos contradictorios.

Holiday sonrió.

—Y curaste a Sara. Y a Lucas.

Kylie volvió a sentarse.

—Esperemos que haya curado a Sara.

—Por lo que contaste, me sorprendería que no lo hubieras hecho. —Holiday siguió mirándola a los ojos—. Si uno de tus dones es ser una protectora, Kylie, esto podría ser solo el comienzo de tus habilidades. Me sorprende que no me estés acribillando a preguntas.

—A lo mejor me gustaría tener unas cuantas respuestas antes de empezar a hacer más preguntas. Y ni siquiera me refiero a preguntas sobre lo que yo soy, me conformaría con saber quiénes son los Brighten y qué ha tratado de decirme mi padre.

Holiday le dirigió una mirada comprensiva y contestó:

—Todo está yendo muy rápido, ¿verdad?

—Sí, y hablar de ello no va a cambiar nada. —Su pecho rebosaba emoción.

—Puede que sí. A veces las cosas no parecen reales hasta que no hablamos de ellas.

Kylie suspiró.

—No estoy segura de querer sentir que las cosas son más reales de lo que son ahora mismo.

—Podríamos dar un paseo por las cataratas.

—No —dijo Kylie. No estaba segura de soportar la decepción de ir hasta allí y que todo lo que obtuviera de aquellas mágicas aguas fuera una voz que le dijese que fuera paciente. ¿Acaso no había tenido suficiente paciencia?—. ¿Podemos hablar más tarde?

—Claro. —Holiday comenzó a tocarla, pero entonces se apartó—. Pero esto es solo un aplazamiento temporal. Tenemos que hablar de verdad.

—Sí, lo sé. —Kylie se echó hacia atrás para coger el sobre.

—¿Puedo quedarme con eso durante un tiempo? —preguntó Holiday.

El corazón de Kylie dio un salto.

—Yo…

—Solo durante unos días. Estoy segura de que Burnett querrá echarles un vistazo para comprobar si son originales o copias.

Kylie asintió y dijo:

—Son importantes para mí.

—Lo sé —contestó Holiday con una sonrisa honesta.

Kylie dio un paso y entonces, se dio media vuelta.

—Me avisarás en cuanto sepas algo de Burnett o Derek, ¿verdad?

—Inmediatamente —le aseguró Holiday.

Kylie se disponía a irse cuando se detuvo, se dio la vuelta y caminó hacia Holiday para darle un abrazo. La abrazó muy fuerte.

—Gracias.

—¿Por qué? —Holiday sonaba confusa, aunque aquello no le impidió abrazar con fuerza a Kylie.

—Por estar aquí. Por ser tú. Por soportarme.

Holiday rio.

—Estás empezando a sonar melodramática y eso está a un pelo de lo patético.

Kylie deshizo el abrazo, sonrió de nuevo a Holiday, y tomó el camino hacia su cabaña.


***


No había recorrido la mitad del camino cuando le pareció que el vello de la nuca se le erizaba y tuvo la sensación inconfundible de estar siendo observada. Miró a la izquierda, hacia el bosque, y no vio nada salvo árboles y arbustos. Lanzó una mirada a la derecha y vio un terreno cubierto, también vacío. Pero la sensación continuaba ahí… aún más intensa.

Levantó la mirada hacia el despejado cielo azul. Parpadeó. Un ave volaba muy alto. Por su envergadura, el pico con forma de gancho y la marca blanca de su pecho la identificó como un águila. Estudió al pájaro, que planeaba lentamente, tomándose su tiempo, suspendido en el aire como si estuviera paralizado por… las vistas.

¿Qué vistas?

¿La había estado observando? ¿Era el ave el causante de esa sensación de estar siendo observada? ¿Era tan solo un águila normal? ¿O era alguien como Perry, capaz de cambiar de forma según sus deseos? Siguió mirándola, inquieta.

Sin previo aviso, el águila cambió el curso de su vuelo. Sus movimientos se aceleraron al cargar. Cerca. Más cerca. El ave posó la mirada en la suya. Su ferocidad la hizo temblar. ¿O fueron sus grandes garras, listas para el ataque?

Una ráfaga de aire provocada por el aleteo del ave le golpeó la cara. Kylie cerró los ojos.

Sobre la autora


C. C. Hunter creció en Alabama donde cazó luciérnagas, corrió descalza y rescató de las zarpas de sus hermanos a príncipes en forma de rana. Hoy todavía le fascinan las luciérnagas, normalmente lleva zapatos y ha centrado su atención en rescatar mamíferos. Ahora vive en Texas con cuatro gatos que rescató de la calle, un perro y un marido que es un príncipe, no una rana. Cuando no está escribiendo, le gusta leer, estar con su familia y hacer fotos. C.C. Hunter también es la autora de Nacida a medianoche y Despierta al amanecer de la saga Shadow Falls.

Atrapada al atardecer

La muerte llega a Shadow Falls


Kylie está en el campamento Shadow Falls para adolescentes con poderes sobrenaturales y ansía para descubrir la verdad sobre su verdadera familia y sobre el significado de los nuevos poderes que tiene.

Justo cuando su relación con Lucas, el hombre lobo, empieza a funcionar, descubre que la manada de él no quiere que estén juntos. ¿Se ha equivocado al escoger a Lucas en lugar de a Derek, el medio fae?

Mientras tanto, un fantasma le hace llegar un terrible mensaje: «Alguien vive y alguien muere». En una carrera a contrarreloj por resolver el misterio y proteger a sus seres queridos, Kylie descubrirá el secreto de su identidad sobrenatural.

Pero los secretos pueden cambiarte la vida… y no siempre para bien.



«Una emocionante experiencia sobrenatural, llena de suspense, dramatismo, risas y emociones intensas desde la primera página hasta el final.»

Guilty Pleasures Book Reviews


«Una combinación perfecta de misterio, suspense y amor.»

Romantic Times

Contenido


Portada
Página de créditos
Sobre este libro
Dedicatoria


Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Capítulo 29

Capítulo 30

Capítulo 31

Capítulo 32

Capítulo 33

Capítulo 34

Capítulo 35

Capítulo 36

Capítulo 37

Capítulo 38


Agradecimientos

Sobre la autora

Capítulo 1


Estaban ahí. Esta vez era de verdad.

Kylie Galen salió del atestado comedor a la radiante luz del sol y miró hacia la oficina de Shadow Falls. El parloteo de los otros chicos se había apagado. Los pájaros cantaban en la distancia, y una ráfaga de viento hacía susurrar a los árboles. Pero por encima de todo escuchaba el sonido de su propio corazón retumbando en su pecho.

Pum. Pum. Pum.

Estaban ahí.

Su pulso se aceleró al pensar que pronto conocería a los Brighten, la pareja que había adoptado y criado a su padre biológico. Un padre al que no había conocido en vida, pero al que había llegado a amar tras sus breves visitas desde el más allá.

Dio un paso y luego otro, sin ser consciente de la tormenta emocional que se cocía en su interior.

Nervios.

Curiosidad.

Miedo. Sí, mucho miedo.

Pero ¿de qué?

Una gota de sudor, más bien producto de los nervios que del calor sofocante de un día de mediados de agosto en Texas, le cayó por la frente. 

Indaga en tu pasado para poder descubrir tu destino. Las místicas palabras de los ángeles de la muerte resonaron en su cabeza. Dio otro paso adelante, pero entonces se detuvo. Pese a que su corazón ansiaba resolver el misterio y descubrir quién era su padre —quién era ella y, con suerte, lo que era—, su instinto le gritaba que corriera y se escondiese.

¿Era eso lo que temía? ¿Conocer la verdad?

Antes de llegar a Shadow Falls hacía unos meses, tenía la certeza de ser una mera adolescente confusa, de que era normal sentirse diferente. Ahora sabía que no era así.

Ella no era normal.

Ni siquiera era humana. Al menos, no del todo.

Y descubrir su lado no humano era un puzle.

Un puzle que los Brighten podrían ayudarla a resolver.

Dio otro paso. El viento, como si estuviera tan ansioso por escapar como ella, sopló con fuerza. Levantó unos caprichosos mechones de su pelo rubio y se los esparció por la cara.

Parpadeó, y para cuando abrió los ojos, la luz del sol se había evaporado. Al levantar la vista, vio una enorme nube de aspecto feroz colgando directamente sobre su cabeza. Proyectaba una sombra a su alrededor y a lo largo de la tierra agreste. No estaba segura de si se trataba de una señal o tan solo de una tormenta de verano y se quedó paralizada, el corazón le latía más rápido. Tomó una profunda bocanada de aire que olía a lluvia, y estaba a punto de moverse cuando una mano la agarró por el codo. Los recuerdos de otra mano agarrándola dispararon el pánico a través de sus venas.

Se dio la vuelta.

—Guau. ¿Estás bien? —Lucas redujo la presión con la que la agarraba del brazo.

Kylie contuvo la respiración y miró fijamente a los ojos azules del hombre lobo. 

—Sí. Solo… me has sorprendido. Siempre me sorprendes. Deberías empezar a silbar antes de acercarte a mí. —Reprimió el recuerdo de Mario y su nieto Red, el vampiro renegado—.Lo siento. —Sonrió y dibujó un círculo con el pulgar alrededor del pliegue de su codo. De alguna manera, aquella caricia pareció… íntima. ¿Cómo podía hacer que un simple roce pareciera un dulce pecado? Una ráfaga de viento, ahora con olor a tormenta, sacudió el pelo negro del chico, que le cayó por encima de la frente. Él siguió mirándola, con aquellos ojos azules que la tranquilizaban y evaporaban sus temores más oscuros. 

—No tienes buen aspecto. ¿Qué ocurre? —Le cogió un mechón de pelo y se lo colocó detrás de la oreja derecha.

Ella apartó la mirada de él y la dirigió hacia la cabaña que albergaba la oficina. 

—Mis abuelos… los padres adoptivos de mi padre biológico están aquí.

El chico debió de darse cuenta de su reticencia a estar allí. 

—Pensaba que querías conocerlos. Por eso les pediste que vinieran, ¿verdad?

—Sí. Solo estoy…

—¿Asustada? —dijo él, terminando la frase por ella.

No le gustaba admitirlo, pero los hombres lobo podían oler el miedo, por lo que no tenía ningún sentido mentir. 

—Sí. —Miró de nuevo a Lucas y vio una sonrisa en sus ojos—. ¿Qué es tan gracioso?

—Tú —dijo—. Sigo intentando entenderte. No tuviste tanto miedo cuando te raptó un vampiro renegado. De hecho, estuviste… increíble.

Kylie sonrió. No, Lucas había sido el que había estado increíble. Había arriesgado su vida para rescatarla de Mario y Red, y ella nunca lo olvidaría.

—De verdad, Kylie, si se trata de la misma pareja a la que he visto hace unos minutos caminando hacia aquí, son unos simples humanos viejos. Creo que podrías con ellos con las dos manos atadas a la espalda.

—No es eso lo que me asusta. Yo solo… —Cerró los ojos, insegura de cómo explicar algo que ni siquiera ella tenía claro. Entonces, las palabras simplemente llegaron—. ¿Qué les voy a decir? «Sé que a mi padre nunca le contasteis que era adoptado, pero él lo averiguó después de morir y vino a verme. Ah, sí, y no era humano. Así que, ¿serían tan amables de decirme quiénes son sus verdaderos padres para que así pueda averiguar lo que soy?».

Lucas debió de percibir la angustia en su voz ya que su sonrisa desapareció. 

—Encontrarás la manera de hacerlo.

—Sí. —Pero ella no estaba tan segura. Comenzó a caminar. Notaba su presencia, su calor, mientras él la acompañaba hasta la cabaña. El camino se hizo más sencillo con él a su lado.

El chico se detuvo en la puerta y le acarició el brazo. 

—¿Quieres que entre contigo?

Estuvo a punto de decirle que sí, pero sabía que necesitaba hacerlo sola.

Le pareció escuchar voces y dirigió la mirada de nuevo hacia la puerta. Bueno, no estaría exactamente sola. No había duda de que Holiday, la directora del campamento, estaba dentro esperándola, preparada para ofrecerle apoyo moral y tranquilizarla. Normalmente, Kylie se resistía a que manipularan sus emociones, pero por una vez podría hacer una excepción.

—Gracias, pero estoy segura de que Holiday está dentro.

Él asintió. Fijó la mirada en la boca de Kylie y acercó los labios peligrosamente a los suyos. Pero antes de que la boca de Lucas reclamara la suya, un frío helador que acompañaba siempre a los muertos recorrió el cuerpo de Kylie. Colocó dos dedos en los labios de Lucas. Besarse era algo que prefería hacer sin público… aunque este fuera del otro mundo.

O quizá no era por el público. ¿Estaba ella totalmente preparada para entregarse a sus besos? Era una buena pregunta, y una que necesitaba responder, pero mejor solucionar los problemas de uno en uno. En ese momento, debía preocuparse de los Brighten.

—Tengo que irme. —Se dirigió hacia la puerta, y el frío la estremeció de nuevo. De acuerdo, debía preocuparse de los Brighten y un fantasma.

Los ojos de Lucas dejaron entrever rápidamente decepción. Se movió, incómodo, y miró a su alrededor como si hubiera notado que no estaban solos.

—Buena suerte —titubeó, y se fue.

Lo vio irse y luego se puso a buscar al espíritu. Notó como se le ponía la piel de gallina a lo largo de la columna vertebral. Su habilidad para ver fantasmas había sido la primera señal de que no era normal.

—¿Podemos dejar esto para luego? —susurró.

Una neblina apareció detrás de las mecedoras blancas al final del porche. Era evidente que el espíritu no tenía el suficiente conocimiento o poder para completar la manifestación, pero bastó para mover las sillas de un lado a otro. El crujido de la madera al golpear madera sonaba como embrujado… y con motivo.

Esperó, y pensó que se trataba del espíritu de la mujer que se había aparecido ese mismo día en el coche de su madre mientras pasaban cerca del Cementerio Fallen, de camino al campamento. ¿Quién era ella? ¿Qué quería que hiciese? Nunca había respuestas sencillas cuando se trataba de fantasmas.

—Ahora no es un buen momento. —Decir eso no serviría de nada. Los espíritus creían en la política de puertas abiertas.

La mancha de niebla tomó algo más de forma, y Kylie se sintió invadida por la emoción.

No era la mujer que había visto antes.

—¿Daniel? —Kylie se acercó. Introdujo las yemas de los dedos en la helada niebla mientras esta adquiría una forma más familiar. Una emoción cálida, una mezcla de amor y arrepentimiento, ascendió por su brazo. Ella retiró la mano, pero los ojos se le llenaron de lágrimas. 

—¿Daniel? —Estuvo a punto de llamarlo papá, pero eso todavía la incomodaba. Observó como se esforzaba por manifestarse.

Él le había dicho en una ocasión que su tiempo para merodear por la tierra era limitado. Más lágrimas llenaron sus ojos al darse cuenta de lo limitado que era. Su sentimiento de pérdida se triplicó al comprender lo duro que eso tenía que ser para él. Quería estar allí cuando ella conociera a sus padres. Y ella también lo necesitaba ahí —quería que le contara más sobre los Brighten— y deseaba con todas sus fuerzas que nunca hubiese muerto.

—No. —La única palabra que dijo, con brusquedad, sonó urgente.

—No, ¿qué? —No respondió, o quizá no podía hacerlo—. ¿No debo preguntarles sobre tus padres biológicos? Pero tengo que hacerlo, Daniel, es la única manera de averiguar la verdad.

—No es… —Su voz se interrumpió.

—No es ¿qué? ¿No es importante? —Aguardó su respuesta, pero la débil aparición se hizo más tenue, y el frío espiritual comenzó a desaparecer. Las mecedoras ralentizaron su balanceo, y el silencio descendió a su alrededor—. Es importante para mí —prosiguió—. Necesito… —El implacable calor de Texas se llevó por delante los últimos restos de frío.

Se había ido. Entonces, pensó que quizá no volvería a verlo nunca más. —No es justo. —Se secó las pocas lágrimas que le habían caído por las mejillas. La necesidad de correr y esconderse apareció de nuevo. Pero ya había perdido demasiado tiempo. Agarró el pomo de la puerta, todavía frío por el fantasma de Daniel, y se preparó para enfrentarse a los Brighten.


***


Dentro, Kylie escuchó un ligero murmullo que procedía de una de las salas de conferencias del final. Trató de afinar el oído para distinguir las palabras. Nada.

En las últimas semanas, había recibido inesperadamente el don de la sensibilidad auditiva. Pero así como venía, se iba. ¿De qué servía tener un poder si no sabía cómo utilizarlo? Aquello no hacía más que incrementar la sensación de que todo en su vida estaba fuera de control.

Mientras se mordía el labio, recorrió el pasillo y trató de concentrarse en su objetivo: obtener respuestas. ¿Quiénes eran los padres biológicos de Daniel? ¿Qué era ella?

Escuchó como Holiday decía: «Estoy segura de que acabaréis queriéndola.

Los pasos de Kylie se ralentizaron. ¿Amor?

¿No era eso un poco fuerte? Puede que simplemente les gustase. Eso estaría bien. Querer a alguien era… complicado. Incluso gustar demasiado a alguien tenía sus inconvenientes, como cuando cierto medio fae muy atractivo decidió que estar cerca de ella era demasiado duro y… se fue.

Sí. Definitivamente, Derek era un ejemplo perfecto de los inconvenientes de que te gustase demasiado alguien, y lo más seguro es que también fuera la razón por la que evitaba los besos de Lucas.

Un problema después de otro. Apartó ese pensamiento de su mente mientras caminaba hacia la puerta abierta de la sala de conferencias.

El anciano sentado a la mesa apoyó las manos en la gran mesa de roble.

—¿En qué tipo de problemas se ha metido?

—¿A qué se refiere? —Holiday lanzó una mirada hacia la puerta y se echó su larga melena pelirroja por encima del hombro.

El anciano continuó: 

—Hemos buscado información sobre Shadow Falls en internet, y tiene reputación de ser un lugar para adolescentes con problemas.

¡Genial! Los padres de Daniel pensaban que era una delincuente juvenil.

—No deberían creer todo lo que leen en internet. —La voz de Holiday solo dejaba entrever una pequeñísima señal de enfado—. En realidad, esta es una escuela para jóvenes con un gran talento que están tratando de encontrarse a ellos mismos.

—Por favor, dígame que no son drogas —respondió la mujer de pelo plateado sentada junto al anciano—. No estoy segura de poder lidiar con eso.

—No soy una yonqui —dijo Kylie, acordándose de Della, su compañera de piso vampira, que había tenido que enfrentarse a una sospecha similar por parte de sus padres. Todos giraron la cabeza hacia Kylie que, al sentirse en el ojo del huracán, contuvo la respiración.

—Oh, vaya —contestó la mujer—. No pretendía ofenderte.

Kylie entró lentamente en la estancia.

—No estoy ofendida. Solo quería dejarlo claro. —Fijó la mirada en los ojos grises de la mujer. Después, la desvió hacia el anciano, en busca de… ¿qué? Un parecido, quizá. ¿Por qué? Sabía que no eran los padres biológicos de Daniel, pero ellos lo habían criado, y probablemente le habían transmitido gestos y modales.

Kylie pensó en Tom Galen, su padre adoptivo, el hombre que la había educado, el hombre al que hasta hace poco había considerado su verdadero padre. Aunque Kylie todavía no le había perdonado que hubiese abandonado a su madre después de diecisiete años de matrimonio, no podía negar que había adoptado algunos de sus gestos. Aunque no es que viera más de Daniel en sí misma, desde su ADN sobrenatural hasta sus rasgos físicos.

—Leímos que esto era un hogar para adolescentes con problemas —dijo el anciano en un tono de disculpa.

Recordó a Daniel diciéndole que sus padres adoptivos lo habían querido, y que la habrían querido a ella si la hubieran conocido.

Amor. La emoción le invadió el pecho. Tratando de descifrar la sensación, Kylie pensó en Nana —la madre de su madre— y en cuánto la adoraba, lo mucho que la había echado de menos cuando murió. ¿Era el hecho de saber que los Brighten eran mayores —que no les quedaba mucho tiempo— lo que hacía que Kylie quisiera dar marcha atrás?

Como si el hecho de pensar en la muerte lo hubiera provocado, un escalofrío fantasmal inundó la habitación. ¿Daniel? Lo llamó con la mente, pero la sensación de frío punzante en su piel era en esa ocasión distinta.

Cuando el aire helado entró en los pulmones de Kylie, el espíritu se materializó detrás de la señora Brighten. Aunque la aparición parecía una mujer, una cabeza calva reflejaba la luz del techo. Puntos de sutura en carne viva le recorrían el cuero cabelludo al descubierto. Kylie retrocedió.

—Tan solo estamos preocupados —dijo el señor Brighten—. Ni siquiera sabíamos que existías.

—Lo… entiendo —respondió Kylie, incapaz de apartar la mirada del espíritu, que observaba a la pareja de ancianos con perplejidad.

Al fijarse de nuevo en el rostro del espíritu, Kylie se dio cuenta de que era la misma mujer que había visto antes aquel día. Por supuesto, los puntos de sutura y la cabeza afeitada eran una pista. Pero ¿de qué?

El espíritu miró a Kylie.

Estoy tan confusa.

Yo también, pensó Kylie, sin estar segura de si ese espíritu era capaz de leerle la mente como hacían otros.

Hay mucha gente que quiere que te diga algo.

—¿Quién? —Se mordió el labio al darse cuenta de que había pronunciado la palabra en voz alta. ¿Daniel? ¿Nana? ¿Qué quieren que me digas?

La mirada del espíritu se encontró con la de Kylie como si la entendiera.

Alguien vive. Alguien muere.

Más rompecabezas, pensó Kylie, y apartó la mirada del fantasma. Vio como Holiday, que percibía al espíritu, miraba a su alrededor. La señora Brighten elevó la mirada al techo como si buscase una salida de aire acondicionado a la que culpar del frío. Afortunadamente, el espíritu se desvaneció y se llevó el frío consigo. 

Mientras trataba de alejar al fantasma de su mente, Kylie volvió a centrarse en los Brighten. Su mirada se posó en la mata de cabello gris del anciano. Su piel pálida le decía que había sido pelirrojo de joven.

Por algún motivo, Kylie se vio obligada a mover las cejas y comprobar los patrones mentales de la pareja. Era un pequeño truco que había descubierto recientemente, y que permitía a los seres sobrenaturales reconocerse entre sí e identificar a los humanos. Los Brighten eran humanos.

Normales y, seguramente, personas decentes. Entonces, ¿por qué Kylie estaba tan nerviosa?

Estudió a la pareja mientras ellos la estudiaban a ella. Esperó a que le dijese lo mucho que se parecía a Daniel, pero ese comentario nunca llegó.

En su lugar, la señora Brighten dijo:

—Estamos muy emocionados de poder conocerte.

—Yo también —dijo Kylie. Y muerta de miedo. Se sentó al lado de Holiday, enfrente de los Brighten. Buscó la mano de Holiday bajo la mesa y le dio un apretón. El contacto con la directora del campamento le transmitió tranquilidad.

—¿Me pueden hablar de mi padre? —preguntó Kylie.

—Por supuesto. —La expresión de la señora Brighten se suavizó—. Era un niño muy carismático. Popular, inteligente y extrovertido.

Kylie apoyó su mano libre sobre la mesa.

—Entonces no es como yo. —Se mordió el labio. No había querido decirlo en voz alta.

La señora Brighten frunció el ceño.

—Yo no diría eso. Tu directora del campamento nos estaba contando justo ahora lo maravillosa que eres. —Se inclinó sobre la mesa para dejar descansar su mano cálida sobre la de Kylie—. No me puedo creer que tengamos una nieta.

Había algo en el tacto de la mujer que agitó a Kylie. No era solo el calor que emanaba de la piel de la mujer, sino la delgadez, el débil temblor de sus dedos, esos huesos que el tiempo y la artritis habían alterado. Kylie se acordó de Nana, de cómo el suave tacto de su abuela se había vuelto más frágil antes de morir. Sin previo aviso, la pena le inundó el pecho. Pena por Nana, e incluso puede que una advertencia de lo que sentiría por los padres de Daniel cuando les llegara la hora. Teniendo en cuenta su edad, ese momento no tardaría en llegar.

—¿Cuándo supiste que Daniel era tu padre? —La mano de la señora Brighten seguía sobre la muñeca de Kylie. Era reconfortante de un modo extraño.

—Hace poco —dijo, sobreponiéndose a la emoción—. Mis padres se están divorciando y, de alguna manera, la verdad salió a la luz. —Eso no era del todo mentira.

—¿Un divorcio? ¡Pobre niña!

El anciano asintió. Kylie se dio cuenta de que tenía los ojos azules, como su padre y ella.