Miguel de Cervantes Saavedra

La fuerza
de la sangre

Créditos

ISBN rústica: 978-84-9816-374-2.

ISBN ebook: 978-84-9953-206-6.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

La fuerza de la sangre 9

Libros a la carta 29

Brevísima presentación

La vida

Miguel de Cervantes Saavedra (Alcalá de Henares, 1547-Madrid, 1616). España.

Era hijo de un cirujano, Rodrigo Cervantes, y de Leonor de Cortina. Se sabe muy poco de su infancia y adolescencia. Aunque se ha confirmado que era el cuarto entre siete hermanos. Las primeras noticias que se tienen de Cervantes son de su etapa de estudiante, en Madrid.

A los veintidós años se fue a Italia, para acompañar al cardenal Acquaviva. En 1571 participó en la batalla de Lepanto, donde sufrió heridas en el pecho y la mano izquierda. Y aunque su brazo quedó inutilizado, combatió después en Corfú, Ambarino y Túnez.

En 1584 se casó con Catalina de Palacios, no fue un matrimonio afortunado. Tres años más tarde, en 1587, se trasladó a Sevilla y fue comisario de abastos. En esa ciudad sufrió cárcel varias veces por sus problemas económicos y hacia 1603 o 1604 se fue a Valladolid, allí también fue a prisión, esta vez acusado de un asesinato. Desde 1606, tras la publicación del Quijote, fue reconocido como un escritor famoso y vivió en Madrid.

La fuerza de la sangre cuenta la historia de Leocadia, una joven que es violada por un libertino de una noble familia de Toledo.

La fuerza de la sangre

Una noche de las calurosas del verano volvían de recrearse del río en Toledo un anciano hidalgo con su mujer, un niño pequeño, una hija de edad de diez y seis años y una criada. La noche era clara, la hora las once, el camino solo, y el paso tardo por no pagar con cansancio la pensión que traen consigo las holguras que en el río o en la vega se toman en Toledo. Con la seguridad que promete la mucha justicia y bien inclinada gente de aquella ciudad, venía el buen hidalgo con su honrada familia, lejos de pensar en desastre que sucederles pudiese. Pero como las más de las desdichas que vienen no se piensan, contra todo su pensamiento les sucedió una que les turbó la holgura, y les dio que llorar muchos años.

Hasta veinte y dos tendría un caballero de aquella ciudad a quien la riqueza, la sangre ilustre, la inclinación torcida, la libertad demasiada y las compañías libres le hacían hacer cosas y tener atrevimientos que desdecían de su calidad, y le daban renombre de atrevido. Este caballero pues (que por ahora, por buenos respetos encubriendo su nombre, le llamaremos con el de Rodolfo), con otros cuatro amigos suyos, todos mozos, todos alegres y todos insolentes, bajaba por la misma cuesta que el hidalgo subía. Encontráronse los dos escuadrones, el de las ovejas con el de los lobos; y con deshonesta desenvoltura Rodolfo, y sus camaradas, cubiertos los rostros, miraron los de la madre y de la hija, y de la criada.