El I Ching te habla

El I Ching te habla
Versión definitiva

Gustavo Andrés Rocco

Rocco, Gustavo Andrés

El I Ching te habla / Gustavo Andrés Rocco. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Galerna, 2021.

Archivo Digital: descarga
ISBN 978-950-556-840-6

1. I Ching. I. Título.

CDD 299.514

© 2021, Gustavo Andrés Rocco

©2021, RCP S.A.

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Digitalización: Proyecto451

Versión: 1.0

ISBN edición digital (ePub): 978-950-556-840-6

Si me otorgaran algunos años más de vida,
entonces yo podría conocer bien, cualitativamente,
el verdadero lenguaje de Las Mutaciones.

CONFUCIO

PRÓLOGO

Esta versión del I Ching surgió a partir de la idea de poder expresar el oráculo sin apelar a comentarios explicativos, como ocurre en las versiones conocidas. Si bien la complejidad de su texto impone algún tipo de análisis más o menos extenso, mi observación me decía que tal cosa no deja de crear una ruptura entre la voz del oráculo y el lector en su condición de consultante. En ese entonces pensaba que la racionalidad, en cierta forma, ayuda en la comprensión de la respuesta pero a la vez despoja el mensaje de su potencia primordial. Entendía que si uno se dispone a escuchar la palabra de un oráculo es porque de alguna manera busca que esa voz no siga su esquema habitual de pensamiento y, por lo tanto, un intento por vencer una forma lineal de razonar que en determinadas circunstancias nos encierran más en vez de posibilitarnos una línea de fuga. El desafío consistió en lograr una versión con un solo tipo de texto, con juicios sucesivos que pudieran actuar como disparadores sin necesidad de estar dependientes del razonamiento lógico.

Ya han pasado muchos años de aquella primera versión que hoy rescato entregando la versión definitiva, la cual he rescrito en algunas partes y he suprimidos textos como Los Comentarios y la Imagen, para darle más dinámica y fluidez, lo cual se acerca mucho más a la esencia y al fin con que fue pensada esta versión en su momento, dejando sólo El Dictamen y Las Líneas, edición que se aproxima así a lo que fue el I Ching original (1), cuando estaba en manos del rey Wen y el príncipe Zhou, antes de que fuera tomado por Confucio y su escuela.

Cuando escribí la primera versión de este libro, en aquel tiempo yo era un estudioso de Libro de los Cambios pero aún no había iniciado mis estudios de idioma chino, actividad que más tarde me posibilitó traducir el texto antiguo del I Ching al español y conocerlo en su maravillosa profundidad. Sin embargo, más allá de haber publicado luego otros trabajos —incluso mi versión completa del I Ching (2)— sustentados por la experiencia de esa nueva etapa, este libro no deja de ser un texto particular y amigable que en gran medida contiene la inocencia, quizá, de una mente occidental que se acerca atraída por la curiosidad y el misterio de una fuente que le es ajena, pero que despierta en su interior mecanismos desconocidos que estimulan la intuición. En este juego de milenarios conceptos y pocas razones uno puede decir: El I Ching te habla.

Gustavo Andrés Rocco

1- Originalmente el I Ching solo constaba de El Dictamen y Las Líneas, tal como lo editaron los Zhou, y así se mantuvo por siglos. Luego la escuela confuciana aportó otros textos, entre ellos lo que se conoce como La Imagen.

2- Rocco, Gustavo Andrés, I Ching. Las mutaciones Zhou, Kier, Buenos Aires, 2016.

INTRODUCCIÓN

Yi es el término que en chino significa mutaciones. Las Mutaciones es la denominación que recibe este antiquísimo legado de la cultura china cuyas huellas históricas se pierden en los tiempos míticos. El legendario Fu Xi, a quien se le atribuyen los primeros lineamientos de los signos fundamentales del cuerpo estructural de Las Mutaciones; el rey Wen; su hijo, el príncipe de Zhou, y Kong Fu Zi, más conocido en Occidente como Confucio, fueron los cuatro sabios que a través de los siglos le fueron dando a Yi su forma y sustancia. Relacionados directamente con la naturaleza elemental del universo, los primitivos grafismos de Fu Xi son arquetípicos. El rey Wen, por su parte, en el año 1143 antes de Cristo, dotó de breves sentencias a la progresión de signos, otorgándole a Yi su texto primitivo. Más tarde, el príncipe añadió comentarios a los aspectos particulares de los signos, enriqueciendo el texto iniciado por su padre. Así fue como Las Mutaciones, el legado originado a partir de sencillos trazos que, provenientes de la prehistoria china y reforzados por la tradición oral, se entroncaban en la más esplendorosa cultura del mundo antiguo, se convirtieron en Zhou Yi, es decir, Las Mutaciones de los Zhou, más conocido como Yi Jing (I Ching). Luego, se fueron agregando los conceptos de la escuela confuciana en forma de comentarios que ampliaron el significado de las ideas contenidas en el libro.

Desde su aparición el I Ching tuvo un carácter oracular, un sentido vinculado con lo espiritual en estrecha comunicación con los dioses –en la actualidad nos referimos más a fuerzas universales y arquetipos yacentes en el inconsciente colectivo–. En ese sentido el libro alcanzó dimensiones relevantes al ser de suma utilidad para los antiguos gobernantes y ministros, que encontraban en su texto sabios pensamientos encuadrados en la filosofía y la moral chinas. La influencia de Confucio y sus discípulos aportó sabiduría al oráculo: ya no se trataba únicamente de un esquema que otorgaba auspicios sino que además inducía a sus consultantes a un ejercicio de reflexión.

Así llegó hasta nuestros días no sólo como una obra fundamental de la cultura tradicional china, también es el oráculo más antiguo que se ha conservado.

Volviendo al concepto que dio nombre al libro, el de mutación, en el I Ching se distinguen tres tipos de movimientos: la no-mutación o la ausencia de ella, la mutación cíclica y la mutación en serie. La primera sugiere necesariamente un estadio de no cambio precisamente para que el cambio pueda efectuarse, es decir, un punto de referencia para el vuelco, allí donde la voluntad ejerza su resolución. En tal sentido la mutación a partir de la no-mutación permite salir de un marco determinado o de una situación existente. Por otra parte la mutación cíclica marca el cambio de los fenómenos regidos por la alternancia, es un permanente permutar de cosas que se suceden y que se delinean en ciclos o etapas: al día le sigue la noche; al verano el otoño, al otoño el invierno, al invierno la primavera; así como a la vida la muerte y viceversa. Tenemos, pues, en la mutación cíclica, los períodos de florecimiento y decadencia. A diferencia de esta, la mutación en serie es la permanente transmutación de las cosas regida por la causalidad, es decir, fenómenos de causa y efecto.

Ampliando el concepto de mutación, encontramos en antiguos tratados que la palabra Yi tiene un triple significado: lo fácil, lo mutable y lo constante; Yi comprende el espíritu eterno que todo lo penetra y que se manifiesta con visible esplendor en la naturaleza primaria del universo, sin esfuerzo y sin error, de allí su carácter simple y fácil. Por otra parte el poder de Yi está en lo mutable, ya que si el cielo y la tierra no tuvieran movimiento, a Yi no le sería posible penetrar en sitio alguno y todas las relaciones se verían paralizadas. Finalmente, Yi mantiene una configuración universal, tal como que el cielo esté arriba y la tierra abajo habla de un estado constante.

El cambio es la esencia del I Ching: todo está en constante movimiento, y su idea de mutación abarca lo individual y lo colectivo insertando ambas dimensiones en el espíritu del tiempo; la corriente de los hechos tiene su curso, pero a su vez lo particular está abierto a lo versátil y a lo imprevisto. Como oráculo, el I Ching contiene el flujo de los acontecimientos pero además la correcta actitud a seguir dentro de ellos, ya que un posible cambio individual puede modificar el sentido de una vida o de una acción aunque no tenga injerencia en el estado general de un ciclo. Las leyes universales tienen su sentido, el Tao, pero a su vez cada persona tiene su tao, su sentido en la vida. Para una mejor existencia corresponde que cada cual siga de acuerdo con su tao, para muchos perdido. El I Ching contempla el tao individual en relación con el Tao cósmico y lo pone de manifiesto; luego uno, en su libre albedrío, toma o no la decisión de retomar el tao, el camino. Uno no puede modificar su tao, pero puede apartarse de él; uno es su tao, fuera del tao uno se enajena. Pero es posible modificar la enajenación volviendo al tao, al sentido propio de existencia. Es aquí donde el I Ching cumple como oráculo su rol fundamental.

Desde los tiempos más remotos el hombre fue asiduo consultante de oráculos. Muchos de aquellos códigos adivinatorios se han perdido, tan sólo algunos como el I Ching se han conservado. Todas las culturas, desde las más refinadas hasta las más primarias, poseían su sistema simbólico para tomar contacto con la palabra de los dioses; chamanes, magos, adivinos, pitonisas, sacerdotes intermediaban para transmitirles a militares, reyes, gobernantes, mercaderes y simples ciudadanos las soluciones a las encrucijadas del destino. El afán de Occidente por el razonamiento lógico no ha podido desterrar la confianza del hombre en los oráculos y dicha forma de pensamiento jamás podrá penetrar el universo intuitivo.

El uso del I Ching como sistema oracular es un buen ejercicio para relacionarse nuevamente con el universo intuitivo. En la experiencia oracular uno toma contacto con fuerzas interiores, con símbolos que emergen de las profundidades del ser y cuya significación nos revela una instancia oculta de nosotros mismos, el pensamiento deja lugar a la meditación y esta encauza el sentimiento con el tao, para luego reflexionar. Jung denominó a esta experiencia sincronicidad, definida como el fenómeno de coincidencias significativas en tiempo y espacio sin relación causal. La experiencia oracular no responde a la dinámica causa-efecto sino que revela una instancia paralela ya existente, cuya estructura simbólica tiene características iguales o similares al motivo de la consulta adivinatoria. El oráculo no hace más que mostrarnos una imagen que, por cierto, no es producto de la pregunta, simplemente es su tao, un camino que antes no veíamos; citando a Jung podemos añadir, en este caso, que consultante, pregunta, oráculo y respuesta “son exponentes de una única e idéntica situación momentánea”. Sin limitar la definición del I Ching, me refiero al oráculo como una forma, por lo general ritual, de tomar contacto con el inconsciente colectivo donde necesariamente intermedia un código simbólico cuyo mecanismo de respuesta es siempre irracional. Con respeto a la respuesta, como bien explicó Jung, la que da el oráculo es única para ese preciso instante; de aquí inferimos que pasado ese momento la respuesta es otra y la pregunta también. El I Ching no admite pruebas, tiene un carácter esotérico y como tal debe ser aceptado sin la obsesión por lo verdadero o lo falso.

La penetración del I Ching en Occidente lleva apenas un par de siglos; esto, en términos de su milenaria tradición, resulta todavía un fenómeno novedoso. Desde aquella primera versión traducida al latín por el jesuita Regis, en 1834, hasta las muchas de hoy en día, el Libro de las Mutaciones ha ido ganando adeptos de una manera asombrosa y progresiva. Con el nuevo milenio la tendencia parece acentuarse, más allá de que algunos sostengan que se trata de una moda influida, en parte, por la corriente new age. Sin embargo, es mi opinión que el auge del I Ching y otras disciplinas esotéricas se debe a una saturación del esquema lógico de pensamiento. Y esta nueva centuria se presentará como un ciclo de equilibrio entre la intuición y la razón, ante la necesidad de recuperar la cualidad intuitiva del ser humano. Pero, en fin, puede que los que afirman que el I Ching es una moda también tengan razón: una moda que ya dura cinco mil años.