Akal / Anverso

Luis Gonzalo Segura

El libro negro del Ejército español

 

 

 

El libro negro del Ejército español es el alegato público de un exteniente del Ejército de Tierra para demostrar todo aquello que lleva años denunciando y que la mayoría de la sociedad ha decidido ignorar: nuestras fuerzas armadas siguen siendo las de Franco, pero estandarizadas a niveles OTAN. Referencia tras referencia se podrá comprobar que existen patrones que demuestran de forma inequívoca la existencia de corrupción sistémica, abusos y acosos, privilegios anacrónicos, órganos de control cómplices y una cúpula militar negligente. Igualmente, quedará al descubierto la inoperante clase política, los medios de comunicación y periodistas censurados, y el lucro de las empresas y las entidades bancarias. La existencia hoy de estas fuerzas armadas demuestra inequívocamente que el relato de los últimos cuarenta años no es ni ha podido ser el que se sostiene oficialmente.

Pero El libro negro del Ejército español es mucho más que eso. Es el grito desesperado de miles de militares maltratados y expulsados, condenados a morir o resultar heridos por negligencias, obligados a sostener el edificio de corruptelas, abusos, acosos y privilegios y, finalmente, sometidos a una precariedad laboral, a una total ausencia de libertades y derechos y a una absoluta alienación más propia de una secta o una mafia que de una institución moderna. Además, es la denuncia clara y sin matices de los últimos veinte años, de las guerras neocoloniales de Irak y Afganistán, de los disparates armamentísticos, de las puertas giratorias, del submarino que no flota y los carros de combate almacenados y despiezados por falta de combustible, del delirio más absoluto que la mayoría de los civiles pudiera imaginar.

Luis Gonzalo Segura es exteniente de las fuerzas armadas españolas expulsado en junio de 2015 por denunciar públicamente corrupción, abusos, acosos y privilegios anacrónicos. Colabora de forma habitual con el diario digital Público, Russia Today y la revista El Jueves, medios en los que cuenta con sección propia. Es asimismo autor de Un paso al frente (2014) y Código rojo (2015).

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Juanjo Cuerda

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© Luis Gonzalo Segura, 2017

© Ediciones Akal, S. A., 2017

Sector Foresta, 1

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ISBN: 978-84-460-4501-4

Prólogo

El libro que nadie quiso escribir

Este libro no lo quiso escribir nadie o nadie se atrevió a dar el paso al frente que se necesitaba para escribirlo y, sin embargo, estuvo y estaba a la vista de todos. Cualquiera podría haberlo escrito y cualquiera lo habría escrito mejor que yo; el problema es que escribirlo suponía crearse enemigos y, muy probablemente, quedar muy perjudicado profesionalmente. Y eso son palabras mayores y también palabras muy reveladoras de lo que vivimos.

Podría haber optado por otro tipo de ensayo, uno más oficial y más académico, uno reservado a un público selecto, uno de esos de excelsas y elitistas palabras y, sobre todo, «palabros» que, cuanto menos personas entienden y más soporíferos resultan, más brillante se considera la construcción final. Jamás se buscó la brillantez ni la ortodoxia en este ensayo; los que se hayan embarcado tras ellos en semejante aventura me temo que se han equivocado y espero que hayan podido rectificar a tiempo. Este es un documento basado en lo publicado en medios de comunicación, aunque escarbe bastante en sombras e interioridades, en libros, novelas y ensayos. Algunos, aparentemente, muy alejados de este tema.

Ello se debe a dos motivos principales. El primero, el más importante, porque pretendo demostrar que la verdad está ahí fuera, que lo que sucede siempre estuvo frente a nosotros y que no lo quisimos ver. No quisimos verlo los militares, pero tampoco el resto de la sociedad: juristas, historiadores, periodistas, políticos, activistas, académicos, intelectuales y otra serie de personajes influyentes de la sociedad no quisieron juntar las piezas del puzle, y no hacerlo condenó a la realidad a ser amordazada por un relato ficticio. Por un mito. Pero las piezas estaban publicadas en los medios de comunicación y, en menor medida, en unos pocos y muy poco difundidos libros. Y esa es una de las cuestiones que pretendo demostrar.

El segundo motivo, no menos importante, es que, aunque efectivamente nuestros medios de comunicación sean los menos fiables de Europa y exista un marcado tabú sobre lo que acontece en las fuerzas armadas, o precisamente por ello, quería demostrar mediante un efecto sedimentario lo abrumador que la punta del iceberg castrense ha resultado ser; es como en la formación de una roca metamórfica, que no hace falta que todas las capas sedimentarias sean igual, ni tan siquiera que tengan la misma formación. Es más, estas varían año a año y en mayor medida cuanto mayor es el lapso temporal. De la misma forma, las publicaciones varían año a año y en mayor medida en función de cuál sea la fuente de la que procedan, pero igualmente siguen teniendo un innegable poder acumulativo. Las publicaciones, unas tras otras, se amontonan y la presión que someten a las capas anteriores tiene un poder extraordinario. No solo eso; a pesar de las marcadas inexactitudes de las mismas –especialmente en lo referente a la terminología militar y otros aspectos del mundo castrense, lo que no hace otra cosa que revelar el profundo desconocimiento que existe en la sociedad sobre lo que acontece en las fuerzas armadas–, lo cierto es que las referencias se amontonan unas tras otras y, algo más extraordinario aún, como ocurre con las capas sedimentarias, no es difícil encontrar patrones muy marcados en ellas que nos pueden ayudar a establecer con cierta claridad lo sucedido. Como un geólogo que analiza los sedimentos y concluye con gran exactitud el clima que aconteció en un determinado momento del pasado, aunque no pueda determinar, ni importe, el tiempo que hizo un día determinado.

Todos los casos analizados, sean de la naturaleza que sean, bien se trate de corruptelas, negligencias, abusos, acosos, privilegios, contrataciones, adquisiciones y cualquier otro elemento objeto de estudio, han demostrado cumplir de forma rigurosa y marcial un patrón que no creo que nadie se atreva a negar. Como el militar que desfila, indefectiblemente, paso tras paso. Se podrá cuestionar las partes, este o aquel sedimento, incluso la apreciación hecha de alguna capa, pero difícilmente se podrá dudar de la roca metamórfica resultante de la brutal acumulación de sedimentos. No se puede dudar porque está ahí y porque quien lo haga terminará partiéndose la crisma con ella, tarde o temprano.

Ocurre que muchos oficiales y, en menor medida, militares niegan la realidad, pero solo pueden hacerlo hasta que un accidente, una corruptela o un abuso les arrojan brutalmente contra la cruda realidad. Entonces, no queda nada del mito construido e introducido en sus mentes y en las de todos mediante una especie de trepanación macabra. No niego que existan oficiales buenos, y no digamos suboficiales o tropa, pero todos ellos, más cuanto mayor es la responsabilidad, son culpables de lo que acontece. Es cierto que he conocido algún coronel y algunos tenientes coroneles que debieron llegar mucho más alto y cuya postergación condenó en gran medida a la institución a ser regida por otros compañeros suyos infinitamente más mediocres y, lógicamente, más fieles. Pero ello no excusa su silencio ni su autoengaño, algunas veces impostado.

Usaré dos fragmentos de Fiódor Dostoyevski (Crimen y castigo) para aclarar la cuestión:

No quiero que me tenga por un monstruo, siendo así que, aunque usted no lo crea, mi deseo es ayudarle. Por eso le aconsejo que vaya a presentarse usted mismo a la justicia. Es lo mejor que puede hacer. Es lo más ventajoso para usted y para mí, pues yo me vería libre de este asunto.

Pero no funcionará porque existe

un procedimiento que, aunque no engaña a nadie, es siempre de efecto seguro. Me refiero a la adulación. Nada hay en el mundo más difícil de mantener que la franqueza ni nada más cómodo que la adulación. Si en la franqueza se desliza la menor nota falsa, se produce inmediatamente una disonancia y, con ella, el escándalo. En cambio, la adulación, a pesar de su falsedad, resulta siempre agradable y es recibida con placer, un placer vulgar si se quiere, pero que no deja de ser real.

Este libro, por otra parte, tiene también mucho de alegato, de ese que no pude presentar ante los muchos compañeros militares, sobre todo oficiales, que, como ya he comentado, negaron una y otra vez lo relatado en las novelas Un paso al frente (2014) y Código rojo (2015) por lo complejo de la franqueza y la comodidad de la adulación, de pensar que sirven en el Glorioso Ejército Español cuando realmente lo hacen en el Desastroso Ejército Español. Porque no cabe duda que lo que lo ha marcado en los últimos siglos han sido los desastres y no las glorias. Así pues, si efectivamente fuera mentira lo que cuento, te reto a ti, especialmente a ti, oficial de las Fuerzas Armadas, a que leas este libro y rebatas lo que en él se encuentra. Puede que llegues a conclusiones diferentes a las mías, puede perfectamente que no estés de acuerdo con el modelo de fuerzas armadas que propongo, pero solo si eres culpable de lo narrado en las dos primeras partes o tu nivel de fanatismo ha superado el umbral de la imbecilidad podrás negar los mencionados apartados. Este relato también va dirigido a los miembros de la Sala V del Tribunal Supremo, ese que apreció que mis denuncias eran más graves que las amenazas del teniente general Mena en el año 2006; que negaron, por ignorancia o interés, que la verborrea del teniente coronel Ayuso, ultra declarado, había sido cosa de más de un episodio (ya se presentarán las pruebas de ello); en definitiva, que consideraron insultantes mis manifestaciones cuando lo realmente afrentoso es la gran cantidad de resoluciones suyas que sostienen el ingente disparate en el que se han convertido las Fuerzas Armadas. A estos magistrados, especialmente a los que forman parte de Jueces para la Democracia, les diría que la libertad de expresión nunca es afrentosa ni insultante y les invitaría a que leyeran la entrevista en la que Rosa Berganza, candidata a dirigir la Universidad Rey Juan Carlos, afirmaba que «nuestro sistema funciona como toda una red clientelar montada arduamente por el rector actual y por el anterior con unas prácticas al más puro estilo mafioso de amedrentamiento a la hora de levantar voces críticas o simplemente que no han permitido el diálogo ni el espíritu crítico sino todo lo contrario»[1]. Lo haría para recordarles que si esta persona no fue condenada por sus palabras, y no lo fue, no existe ninguna razón objetiva para que yo lo sea (mucho menos la disciplina o la Defensa Nacional) y para señalarles públicamente como lo que son: soldados de un régimen no menos mafioso y corrupto, el militar.

Este ensayo también tiene mucho de ruptura. Significa seguir en la línea de visceralidad que tantos enemigos genera y tantas puertas parapeta. De estas cientos de miles de palabras saldrán muchos enemigos, muchos. Lo siento. No es mi intención. También saldrán muchas venganzas y revanchas. Las acepto, es lo que me ha tocado. Pero por encima de ello quiero dejar algo claro al lector, para que no nos llevemos a equívocos, que, tanto si es cierto el retrato que hacen algunos de mí como si no lo es, es decir, tanto si soy un adorador de Satán que sacrifica niños pequeños, se los come y en sus ratos libres arroja ancianas por las escaleras, lo importante no será jamás eso, sino si lo narrado aquí es cierto o no. En segundo lugar, yo también tengo, como todo el mundo, mis deudas y mis contradicciones, las cuales iré desvelando también a lo largo del ensayo porque si algo falta en este país es autocrítica y tenemos que aprender a ejercerla. En primer lugar, contra uno mismo, porque solo el reconocimiento de nuestros errores y nuestras debilidades nos puede hacer mejores.

Pero, ante todo, lo aquí escrito pretende horadar profundamente el mito de fuerzas armadas modernas que se ha construido en base a personajes tan variados como José Bono, Carme Chacón, José María Aznar, Esperanza Aguirre, Lorenzo Silva, Miguel González, Mariano Casado, Jorge Bravo, Antonio García Ferreras, Alfonso Ussía, Jorge Ortega, Jaime Domínguez Buj, Javier Salto, Félix Sanz Roldán o José Luis Goberna, por nombrar a algunos. Bien por desconocimiento, por intereses espurios o por otras cuestiones, los anteriormente nombrados y otros muchos que serán reseñados han contribuido de forma inequívoca a la construcción de un mito que difiere claramente de la realidad. O al menos de lo que yo considero la realidad. Porque, en esencia, estas páginas contienen lo que la mayoría de ellos no informa, no denuncia o no les interesó conocer, pero cuyo silencio no condena lo que acontece a la inexistencia, sino al desconocimiento. Se pretende, de alguna manera, que cuando alguien algún día quiera saber cuál era la realidad de las fuerzas armadas pueda encontrar un relato alternativo que le permita al menos preguntarse si todo fue como le dirán que fue o qué parecido tuvo la realidad con la versión oficial. Porque cuando uno escucha a Carme Chacón poco antes de fallecer (DEP) es indudable que vivía en el autoengaño o el engaño en lo referente a su paso por el ministerio de Defensa: «Para el éxito de mi gestión al frente del Ministerio de Defensa iba a ser fundamental, primero, saber qué iba a hacer en mis cuatro años al frente del mismo, cuál era la huella que Carme Chacón quería dejar»[2]. La única huella que Carme Chacón o el resto de ministros dejó fue la de un ministerio en quiebra técnica, endeudado hasta el año 2030, y estructuralmente carcomido por los mismos problemas heredados del franquismo, de lo que se deduce que el éxito al que se refiere solo existió en su mente y en el mito construido, sostenido y espoleado por muchos. Es más, como ya veremos, quizá el hecho más recordado de Carme Chacón al frente del ministerio de Defensa fue permitir el ascenso del acosador sexual de Zaida Cantera, cuando podría haberlo impedido o como mínimo retrotraerlo. Lamentablemente, la mayoría de la cúpula militar y los altos cargos ministeriales tienen una concepción parecida sobre sí mismos y su propia gestión.

No es un caso único, ya que cuando uno lee La Transición española: el voto ignorado de las armas[3], o la entrevista a Julio Diamante en las que afirma que «se habla de la Transición como un periodo muy tranquilo y fue de una violencia extraordinaria»[4], es imposible no percatarse de que gran parte de lo que nos han contado no fue exactamente como el mito asevera que fue, o que personajes como Felipe González, Juan Carlos I o Adolfo Suárez no fueron lo que durante mucho tiempo pensamos que fueron. Por ello mismo, no quiero que se siga dogmatizando con que nuestras fuerzas armadas se transformaron de forma extraordinaria en los cuarenta años posteriores a la muerte de Franco para convertirse en una institución moderna, democrática y al servicio de la ciudadanía. No quiero que sea así porque ello es falso, al menos es falso en el momento en el que este prólogo se cierra o, en el mejor de los escenarios, se encuentra muy alejado de ser enteramente cierto.

Es necesario, igualmente, comentar que he pretendido ir de lo particular a lo general, de las partes al todo. Intentando explicar inicialmente el Ejército y cada una de las partes que componen su enorme estercolero de forma exhaustiva, en lo que creo que no solo he podido demostrar el deplorable estado en el que se encuentra nuestra milicia, sino también llegar a una conclusión informada sobre nuestra propia sociedad y las enormes carencias democráticas que atesoramos. Tan morrocotudas que nos encontramos más cerca de no ser una democracia que de serlo, salvo en lo formal. Ya lo veremos. Pero, según avancemos, nos daremos cuenta de que nuestras fuerzas armadas no podrían sobrevivir en Suecia o Noruega, ni tan siquiera en Francia, Alemania, Bélgica o Reino Unido, lo que demuestra lo retrasado que se encuentra nuestro país. Porque, si estos países se encontrasen con nuestras fuerzas armadas, el choque sería tan bestial que una de las partes terminaría con la otra. Creo, medio en broma medio en serio, que tienen suerte estos ciudadanos de saber que esta ucronía jamás llegará a materializarse, dado que nuestras fuerzas armadas dieron más de 50 golpes de Estado en los últimos 200 años[5] (para hacernos una idea de lo que supone, basta saber que durante el siglo XX se produjeron en el mundo 111 golpes de Estado y España fue la séptima con cuatro)[6].

Como observará el lector, no son pocas las veces que intento finalizar y luego continúo, y es que uno de los grandes problemas de este ensayo es que en realidad son muchos ensayos. Cuatro o cinco siendo sintético, capacidad de la que nunca gocé, y diez o doce en condiciones normales. Así pues, son muchos los temas que he tenido que reducir al máximo, muchos los casos que se han quedado fuera o han tenido que verse relegados a una mera referencia, y muchas las palabras que han muerto antes incluso de nacer.

Este libro, quería también decir, es coloquial y bronco. Es coloquial porque no va dirigido al mundo académico, seguramente porque mi paso por la universidad y el conocimiento de su situación me quitó todas las ganas que pudiera haber tenido de ello. Este ensayo tiene como objetivo la difusión y a la difusión se llega antes por lo llano, e incluso por lo descendente, que por lo ascendente, pues no hace falta escalar cumbres a las que solo unos pocos pueden acceder. Y es bronco porque es cuartelario y porque estoy indignado y porque no pasa nada porque uno se cague en todo de vez en cuando y, lo admito, porque soy un gañán, que dirían y dirán los ilustrados o los altos mandos militares, que son más culturetas que otra cosa. Soy un producto de esta sociedad de Sálvame Deluxe, partidos de fútbol diarios y mierdas varias. Soy lector, soy persona informada, gusto del teatro y la música, del cine, me apasiona la ópera, tengo por costumbre leer ensayos e incluso he realizado viajes de lo más estrambóticos, pero igual que el ateo no puede eliminar el sustrato católico que le ha impregnado desde que nació, yo no he podido librarme, con todos los libros y todos los viajes, de mi naturaleza. De mi españolidad, si se prefiere. Ni siquiera mi paso por la Gloriosa Academia General Militar lo consiguió, si acaso me adoctrinó y embruteció en demasía, me amordazó durante unos años. Poco más. Por otro lado, la tosquedad no está reñida con la razón y, en ocasiones, puede estar más que justificada. Me viene a la cabeza, por ejemplo, las severas advertencias que realizó John Maynard Keynes a propósito de las duras condiciones impuestas a las potencias centrales por los vencedores de la Primera Guerra Mundial. La acritud con que Keynes despacha a todo un primer ministro es proverbial:

Cuenta John Kenneth Galbraith en sus Memorias que Keynes suprimió de Las consecuencias económicas de la paz, en el último momento, una frase en la que comparaba a su compatriota y conmilitón Lloyd George como «un bardo con patas de chivo, visitante semihumano de nuestra época, salido de los bosques plagados de brujas, mágicos y encantados con la ambigüedad celta»[7].

Nadie le hizo caso. Y ya sabemos cómo acabó la cosa.

Por último, no soy escritor, aunque aspiro a serlo (no de los buenos, que nadie se asuste, pues tengo muy claro quién soy, de dónde vengo y mis abismales limitaciones), así que tengo por costumbre pedir perdón por anticipado por lo que se pueda encontrar el lector y le disguste. En esta ocasión me ratifico: intenté hacerlo lo mejor que pude, prometo que me he esforzado y prometo que me esforzaré en el futuro, pero no puedo prometer más. Aun así, creo que este libro, con todos sus defectos (que son los míos y por los que ya he pedido disculpas), merece la pena. Merece la pena porque posee algo reservado a muy pocos libros: singularidad. Igual que Un paso al frente fue, con sus colosales carencias, un libro pionero a su manera, aunque como él hubo muchos en otros tiempos y en otros lugares, todos ellos mucho mejores (me viene a la cabeza la versión que he leído recientemente de Iván Turguénev titulada Narraciones de un cazador, aunque se puede encontrar con otros títulos como Relatos o Memorias de un cazador)[8], creo que este ensayo puede marcar un antes y un después. Está escrito con esa intención, con la de suponer una referencia que, a pesar de sus defectos y limitaciones, pueda impulsar el cambio definitivo que nuestras fuerzas armadas necesitan, más allá de hundir y enfrentar todavía más al autor con los pocos amigos que le quedaban. Si es que le quedaba alguno. No vine a este mundo, el editorial, a hacer amigos y a estas alturas creo que ello es una obviedad. Aspiro, al menos, a que sirva para que conste en acta la disconformidad con el relato oficial del que aporreó el teclado de forma febril durante más de un año. Esa necesidad, ese vacío que actualmente existe, también ha obligado a la publicación de un ensayo sietemesino, falto todavía de unos meses, quizá años, de trabajo, pero, como el lector habrá podido desvelar a estas alturas, mi intención no es la excelencia sino el activismo, aunque espero que dentro de no mucho lo uno no quite lo otro.

Para finalizar, ahora sí, quisiera dar las gracias a todos los que han hecho posible este libro. Como denunciante de corrupción que soy, mi vida es terriblemente compleja, pues perdí casi todo lo que tuve y solo la solidaridad de tantas y tantas personas ha conseguido que no haya terminado asfixiado por un Régimen cruel que pretende amordazarnos y una sociedad indolente que aspira a no ser molestada.

Muchas gracias por darme aliento cuando pensaba que ya no podría continuar. Tú conseguiste que no me derrumbara, lo sabes, yo lo sé y te estaré agradecido el resto de mi vida, aunque muchas veces me encuentre tan desbordado que no pueda agradecértelo personalmente.

[1] Pilar Álvarez y Elisa Silió, «Entrevista / Rosa Berganza: “Mi universidad funciona como una red clientelar al más puro estilo mafioso”», El País, 10 de febrero de 2017 [http://politica.elpais.com/politica/2017/02/09/actualidad/1486639585_879039.html].

[2] Redacción, «El legado de Carme Chacón: “No os perdáis la vida, los amigos, los hijos… Disfrutad”», El Mundo, 12 de abril de 2017 [http://www.elmundo.es/espana/2017/04/12/58edcef3ca4741353c8b45fb.html].

[3] Xavier Casals Meseguer, La Transición española: el voto ignorado de las armas, Barcelona, Pasado y Presente, 2016.

[4] Miguel Ángel del Arco, «Julio Diamante/Cineasta: “La Transición fue de una violencia extraordinaria”», CTXT, 5 de abril de 2017 [http://ctxt.es/es/20170405/Politica/11998/Julio-Diamante-franquismo-cine-transicion-republica.htm].

[5] Javier Cercas, Anatomía de un instante, Barcelona, Debolsillo, 2015, p. 41.

[6] Israel Viana, «Los 33 golpes de Estado del siglo XX», ABC, 10 de junio de 2014 [http://www.abc.es/archivo/20140610/abci-golpes-estado-historia-mundo-201406092013.html].

[7] Joaquín Estefanía, «Introducción. Keynes Lives!», en John Maynard Keynes, Las posibilidades económicas de nuestros nietos, introducción y selección de ensayos a cargo de Joaquín Estefanía, Madrid, Taurus, 2015, p. 100.

[8] Ivan Turgueneff, Narraciones de un cazador, Barcelona, Editorial Ibérica, s. a.

Primera parte

LAS ENTRAÑAS