Tania García es asesora familiar, especialista en una educación basada en el respeto mutuo. Ha dedicado toda su vida a la educación, desde que, a los catorce años, empezó a colaborar como voluntaria en una escuela. En 2014 creó Edurespeta <www.edurespeta.com>, la primera escuela para familias y profesionales que desean educar con respeto (sin gritos ni castigos, con sentido común y coherencia).

«Educar es una bella oportunidad para crecer como personas, teniendo siempre en cuenta que nosotros no somos perfectos ni los hijos deben serlo.»

¿Cuándo fue la última vez que regañasteis a vuestros hijos? ¿Habéis discutido con ellos hace poco? ¿Habéis tenido que imponerles algún castigo? Si queremos ayudar a los niños a ser personas responsables y empáticas, que sepan dialogar y que amen y se dejen amar, tenemos que dejar de lado los gritos, las discusiones y las amenazas. Si queremos que sean felices, debemos educarlos con respeto, empatía y amor incondicional.

La autora nos invita a revisar la educación que recibimos y, a partir de ahí, aprender a comunicarnos con nuestros hijos, a pactar y fijar límites y normas con ellos, a gestionar nuestras emociones y enseñarles a gestionar las suyas y a vivir y convivir en armonía con los demás.

TANIA GARCÍA

Guía para madres y padres imperfectos que entienden que sus hijos también lo son

Lectio Ediciones

© 2017, Tania García

Primera edición: septiembre de 2017

Diseño de la cubierta: Control Z - Comunicació

Maquetación: ebc, serveis editorials / Grafime

Queda rigurosamente prohibida sin autorización escrita del editor cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra, que estará sometida a las sanciones establecidas por la ley. Pueden dirigirse a Cedro (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesitan fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47). Todos los derechos reservados.

ÍNDICE

NOTA PARA TI

1. RAÍCES. Reflexiona sobre tu origen y la educación recibida

Cómo revivir la infancia

La necesidad esencial del ser humano

Necesidades en el vientre materno y durante el nacimiento

Déjame nacer en libertad

Necesidades durante la infancia

Ámame

Solo soy un niño

Tómame en serio

Mi opinión sí importa

No me manipules

Tengo derecho a cumplir mis propios sueños

No me hagas daño

Mi cuerpo es mío

Déjame sentir

En mi casa quiero ser feliz

Necesidades en la adolescencia

Necesidades no cubiertas: consecuencias que se arrastran de por vida

Cómo trabajar para superar los momentos difíciles de nuestro pasado y poder educar a los hijos como realmente lo necesitan

La aceptación

2. TALLO. Aprende a comunicarte con tus hijos de manera óptima

Comunicación positiva

Tipos de padres

Padres reales: el tipo de padres que debemos ser

Lo que nunca debe hacer un padre o un educador

Los castigos

Diferencias entre el castigo físico y el psicológico

Formas de castigo psicológico y sus consecuencias

Algo que también es castigar, aunque te hayan hecho creer lo contrario

Herramientas positivas de comunicación para educar sin castigar ni gritar

Paso a paso para lograr comunicarnos correctamente y positivamente

3. RAMAS. Incorpora a tu hogar unos límites adecuados

Funciones de la familia

Los límites

Entender las etapas de desarrollo de los hijos para poner buenos límites

Características de los límites respetuosos

Cuestiones previas a tener en cuenta como padres para plantear límites correctamente

Herramientas para poner unos límites apropiados y respetuosos

El sí

El no

Las alternativas

Las negociaciones

Paso a paso para acordar buenos límites

4. HOJAS. Entiende y controla tus emociones para mejorar la relación con tus hijos

Qué son las emociones

Cómo influyen nuestras emociones en la relación con los hijos

Aprende a reconocer tus emociones y mejora así en tu papel de padre o madre

Qué tipo de emociones hay y cómo saber qué nos pasa en cada momento

Herramientas para controlar tus emociones

Manejar la ira en momentos emocionalmente intensos con los hijos

Cómo ayudar a nuestros hijos a conocer sus emociones

La libertad de expresión

Lo que no debemos hacer con las emociones de los hijos

Acompañamiento emocional correcto

Qué hacer si tus hijos pegan o insultan cuando se enfadan

Paso a paso para comprender tus emociones y las de tus hijos

5. COPA. Vive en armonía con tu entorno y con las opiniones de los demás

La base de todo es respetar

Pautas para superar las críticas y las opiniones ajenas sobre tu manera de educar

Generales

Comunicativas

Paso a paso para saber qué hacer cuando alguien critica tu manera de educar

LA EDUCACIÓN DEL SENTIDO COMÚN

PREGUNTAS FRECUENTES

BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA

ENLACES DE INTERÉS

 

 

 

 

 

A mis hijos, Uriel y Gadea.
Sois mi inspiración y el latir de mi corazón.

El presente libro se basa en la idea de que educar a los hijos es una bella oportunidad para crecer como personas, teniendo siempre en cuenta que nosotros como padres no somos perfectos ni los hijos deben serlo.

NOTA PARA TI

El hogar es la escuela principal de las virtudes humanas.
William Ellery CHANNING

Siempre he sido una persona muy sensible. De hecho, soy extremadamente sensible y empática y, aunque a veces me resulta un poco incómodo emocionarme viendo un anuncio o llorar leyendo un libro, la emoción es un recurso que me ayuda en mi trabajo diario con las familias.

No obstante, si hay algo en lo que coincidimos casi todos, es en el aluvión de sentimientos y emociones que nos invaden cuando vemos o escuchamos las noticias.

Guerras, niños que sufren al quedarse huérfanos o al ser atacados por bombas, mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas, personas que se quedan en la calle después de años pagando una hipoteca, etcétera.

Es horroroso.

Tanto es así que, después de verlas, se te queda el cuerpo cortado, las ganas de comer se esfuman y te preguntas cómo puedes hacer para ayudar a cambiarlo todo, de qué manera puedes aportar tu granito de arena para mejorar el presente y el futuro de tus hijos y, al fin y al cabo, el de la humanidad.

Sin embargo, muchas de las personas que quieren ayudar a los demás viven con sus hijos un día a día muy alejado de lo que estos necesitan en realidad. Gritos, discusiones constantes, amenazas, castigos, cachetes, insultos, exigencias llenan su vida y la hacen cada vez más triste, más fría y menos alentadora.

Para ayudar a tu hijo a ser una persona íntegra, responsable y feliz, que ayude y se deje ayudar, que ame y se deje amar, que se quiera y se desarrolle personalmente, que respete, que dialogue, que no juzgue, que reflexione, que no compare, que empatice y que viva y deje vivir debes educarlo según unos principios muy claros, basados en el respeto, la empatía y el amor incondicional, porque, si lo educas en un entorno de respeto propio y mutuo, eso es lo que integrará. En cambio, si lo hacemos en un entorno estresado, hostil, amenazante y violento, esa será su premisa.

Es importante recordar que nuestros hijos son las futuras generaciones de nuestra especie, las que pueden hacer de este mundo un lugar mejor, o destrozarlo.

Aunque todo esto te suene lejano, ¡eh!, pon los pies bien firmes en la tierra, siéntete vivo y afortunado de leer esto, de estar aquí y ahora y de tener en tus manos la responsabilidad y la gran suerte de educar a tus hijos y de disfrutar de su vida y de la tuya, bonita y feliz, porque de eso se trata: de ser feliz pese a las adversidades. Para eso los traemos al mundo, ¿no?

No obstante, educar a los hijos de manera positiva y empática no es tarea fácil: conlleva un gran trabajo, primero personal y después en equipo, pero lo que sí está claro es que la recompensa es muy grande.

Por este motivo, he decidido ayudarte en tu cometido, mostrándote en este libro algunas herramientas sencillas y prácticas con las que educar a tus hijos como realmente necesitan, como necesitáis, como necesita nuestra sociedad en general.

Hay un refrán que siempre repetía mi madre, heredado de la suya, que decía: «Al arbolito, desde pequeñito», en referencia a que a los hijos hay que marcarlos y corregirlos cuando son pequeños, porque, si no, a medida que crecen, es difícil que mejoren y que cambien.

Esta frase tiene una parte acertada y otra que no lo es. La correcta es que la base afectiva, social y psicológica de nuestros hijos se encuentra en las necesidades emocionales cubiertas que les aportemos durante su más tierna infancia y adolescencia, así que todo lo que no les demos entonces marcará unas carencias de por vida. En cambio, es incorrecto que se consiga exigiéndoles y corrigiéndolos como si fueran nuestros súbditos. Cuanto más amor, apoyo, coherencia, respeto y sentido común les aportemos, mejor preparados estarán para la vida.

Por tanto, para que nuestro árbol llegue a estar bien formado, necesita que todas sus partes estén bien nutridas: si alguna de ellas falla, todo lo demás fallará.

Voy a explicarte brevemente en qué va consistir esta aventura transformadora con la que conseguirás educar como deseas.

Vamos a plantar nuestro propio árbol y a atenderlo como realmente necesita. Las partes que vamos a encargarnos de cuidar son:

1.  Raíces. Reflexiona sobre tu origen y la educación recibida.

2.  Tallo. Aprende a comunicarte de manera óptima con tus hijos.

3.  Ramas. Incorpora unos límites adecuados en tu hogar.

4.  Hojas. Entiende y controla tus emociones para mejorar la relación con tus hijos.

5.  Copa. Vive en armonía con el entorno y con las opiniones de los demás.

El primer capítulo se titula «Raíces». Como sabemos, un árbol sin su raíz no es nada, ya que esta se ocupa de absorber el agua y los minerales necesarios para vivir y después traspasa todo al tallo y al resto del árbol. En la manera en la que nos educaron están nuestras raíces y en cómo nos sentimos durante los primeros años de nuestra vida y durante la adolescencia. Por eso, en el capítulo «Raíces» vamos a trabajar sobre el modo en el que nos educaron, ya que es imposible tratar de educar a nuestros hijos de manera coherente y con un día a día sin gritos, sin castigos y sin malestares constantes, si antes no hemos reflexionado sobre nuestra infancia. Regresarás a ella y transformarás tus emociones más internas en herramientas para conectar con tus hijos y contigo mismo. Este capítulo inicial es un viaje apasionante y que nunca termina; cuando lo hayas empezado, la vida tendrá un aire diferente y te sentirás realmente afortunado y pleno.

La segunda parte es «Tallo», también conocido como «tronco», y se ocupa de llevar todos los nutrientes a las ramas y a las hojas y, por consiguiente, se encarga del sostén de la infraestructura. Lo mismo ocurre con la manera en la que nos comunicamos con nuestros hijos: si esta falla, es irrespetuosa, manipuladora y negativa, todo se tambalea y acaba marchitándose. En este capítulo vas a aprender a comunicarte con tus hijos de manera positiva, desechando todos los patrones y mitos a los que la sociedad nos tiene acostumbrados y dando un vuelco total a la relación que tienes con ellos. Las pautas que aprendas en el capítulo «Tallo» te ayudarán también en todas las áreas de tu vida.

La siguiente zona por conocer de nuestro árbol son las ramas, muy importantes para que broten las hojas y las flores. Si las ramas no están en buen estado, el árbol nunca llega a generar hojas y se irá quedando sin ramas hasta secarse. En este capítulo trataremos sobre los límites, que nos ayudarán a educar a nuestros hijos con coherencia y amabilidad. Es un error pensar que, por el hecho de educar con sentido común, positividad, cariño y respeto, nos debamos convertir en unos pasotas con nuestros hijos, permisivos y desconectados de sus necesidades reales. Nada más lejos de la realidad. En el capítulo «Ramas» aprenderás a poner límites necesarios, consensuados y lógicos, que te acerquen a tus hijos y mantengan el árbol nutrido y oxigenado para que, a pesar de los momentos difíciles, no se seque y siga viviendo con motivación y alegría.

Las hojas son la parte del árbol que más vida tiene: se encargan de la fotosíntesis y de generar oxígeno. Así como sin raíces no hay árbol, sin hojas tampoco. Exactamente lo mismo nos pasa a los seres humanos con las emociones: sin ellas no seríamos humanos. Estarás de acuerdo conmigo en que la mayoría de las veces los adultos no sabemos manejar bien nuestras emociones y muchas situaciones con los hijos se nos van de las manos. Al pasar la avalancha, nos arrepentimos y nos sentimos mal y una gran culpabilidad nos invade. Esto es lo que vas a aprender a controlar correctamente en el capítulo «Hojas». Además, estarás preparado para reconocer las emociones de tus hijos y para ayudarlos a convivir con ellas y a apreciarlas, sabiendo qué hacer cuando ellos necesiten expresar las suyas.

El quinto y último capítulo es la copa de nuestro árbol. Como sabes, es la parte en la que conviven todas y cada una de las diferentes formas de vida de un árbol y deben hacerlo en armonía. En el capítulo «Copa» veremos cómo podemos adaptar nuestra nueva manera de educar, empática, templada y coherente, a nuestro entorno. Estamos rodeados de familiares, amigos, vecinos y profesores y por lo general cada uno tiene su propia experiencia y visión. En muchas ocasiones, tendemos a dejar de lado lo que realmente sentimos y queremos para nuestros hijos, con tal de encajar en las opiniones de los demás. Nuestra «Copa» nos ayudará a seguir siempre a nuestro corazón.

Como ves, cada una de las partes de nuestro árbol tiene mucho que aportarte y te aseguro que, cuando empiezas a mejorar, notas que la vida, tu vida, vuestra vida, cambia. Con el paso de los días, empezamos a vivir intensamente, cohesionados, en equipo y mejor, mucho mejor.

Educar a nuestros hijos es el trabajo que tenemos que encarar con más perseverancia y, además, un trabajo en el que estamos contratados para siempre.

Así que, aunque no somos perfectos ni existe la perfección, debemos trabajar día a día para ser cada vez mejores padres y, por tanto, para guiar a nuestros hijos hacia un futuro mejor, hacia el futuro que ellos realmente desean y merecen.

Espero que disfrutes de la lectura tanto como yo he disfrutado preparando las partes de mi árbol particular, que a partir de ahora deja de ser mío para ser nuestro.

Sin más, ¡empezamos!

Un abrazo y gracias.

Tania

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RAÍCES
Reflexiona sobre tu origen y la educación recibida

Los seres humanos son lo que los padres hacen de ellos.
Ralph Waldo EMERSON

Recuerdo que cuando era pequeña solía imaginarme de adulta, corriendo entre un mar de jazmines, oliendo su perfume y riendo, mientras buscaba a mis hijos ficticios en la blancura perfecta del paisaje.

El jazmín es mi planta favorita y su olor me traslada a mi infancia, a los días junto a mi abuela.

Ella murió cuando yo tenía 12 años y no he pasado ni un solo día sin recordarla, quizás porque ella confiaba y creía en mí, veía mis virtudes y me ayudaba a sacar partido a mis defectos, viendo en ellos posibilidades para avanzar.

Creo que, si a cada uno de nosotros nos preguntaran si volveríamos a la infancia, diríamos sin dudar que SÍ.

Incluso quien ha tenido una infancia difícil, injusta, incompleta, etcétera, querría volver atrás para disfrutarla intensa y dulcemente, como esta etapa merece, porque la infancia es el momento más crucial de nuestra vida y de ella depende nuestro futuro, ya que determina lo que somos y lo que seremos.

Si pudieras regresar a un momento preciso de tu infancia, ¿a cuál sería? Ahora mismo, cerrando los ojos, ¡zas!, para encontrarte en aquel lugar. Sería una experiencia increíble, ¿verdad?

Pues justo esa sensación es la que quiero que consigas al terminar de leer este primer capítulo.

Vas a poder reencontrarte con el niño que un día fuiste y que vive en ti, en tu yo adulto, porque, reviviendo momentos de tu infancia y reflexionando sobre ella, te liberarás y, por ende, conectarás con tus hijos y entenderás las diferentes fases por las que pasan y las necesidades reales que tienen en cada una de ellas.

Cómo revivir la infancia

La mejor y —diría yo— la única manera de avanzar y crecer en la vida, cambiándola y modificándola, acercándote cada vez más a lo que realmente quieres y esperas de ella, es, precisamente, «haciendo las paces» con la infancia.

Es un trabajo en el que no hay vuelta atrás: cuando lo haces, no vuelves a ser la misma persona.

Puede que al leer estas líneas te sientas un poco abrumado e incómodo y que experimentes una sensación de vértigo en el estómago… ¡Eso es genial!

Es como cuando vas a montarte por primera vez en la atracción de feria más alta: tu corazón late a mil por hora; miras lo alto que vas a subir y te sudan las manos. La tentación te lleva de un lado a otro —¿lo hago o no lo hago?—, deseas marcharte corriendo sin mirar atrás, pero en realidad quieres hacerlo. Sabes que es un reto por el que apuestas.

En este viaje pasa exactamente lo mismo.

Estos nervios quizás sean fruto de tu conciencia. Sabes que hubo situaciones de tu infancia que te marcaron —hay cosas que tus padres no hicieron correctamente— y guardas en el fondo un poco de rencor, porque, siendo realista, sabes que estos pequeños granos de arena hicieron la montaña que eres hoy o, por el contrario, quizás consideres que tus padres lo hicieron lo mejor que pudieron y supieron y no tengas ganas de remover el pasado ni de mirar atrás.

Tanto una cosa como la otra son negativas para ti, para tu presente, para tu futuro y para tus hijos. Es dañino, por tanto, que vivas con rencor y con una desconexión total con tus padres y tu infancia, porque esto, además de ser perjudicial para tu salud emocional, mental y física, no te permite conectar con tus hijos, entenderlos ni acompañarlos como necesitan. Esta conexión es lo único que impedirá que en el futuro lleven una mochila cargada de piedras.

Tampoco puedes vivir autoengañándote y creyendo que todo fue perfecto o tan perfecto como ellos supieron hacerlo, porque esto también te impide tener una unión real y natural con tus hijos y contigo mismo.

Para ser unos padres responsables, conscientes, positivos, sanos emocionalmente, preparados y coherentes, debemos trabajar nuestra infancia y reconocer lo que nos hizo bien y lo que nos hizo mal, lo que nos ha servido como herramienta positiva para la vida adulta y lo que ha ejercido un poder negativo en nosotros.

En la infancia está la base de nuestra existencia: en las situaciones que vivimos, en las palabras que nos dijeron, en las emociones que sentimos, en lo que ganamos y lo que perdimos, en lo que tuvimos y lo que no tuvimos, en las relaciones sociales, en nuestro entorno, nuestras experiencias, etcétera.

Somos un pequeño libro del cual hay que leer cada página, estudiándola, subrayándola y saboreándola, para poder conocernos y estar preparados para guiar a nuestros hijos con sentido común, respeto y completa conexión.

Por lo tanto, la manera en la que podrás leer tu propia historia es haciendo una reflexión profunda, sincera y transparente, sintiéndote con la capacidad y la libertad suficientes para hacerlo, teniendo claro que para ello solo te necesitas a ti; ni a tus padres ni a tu pareja ni a tus propios hijos: solo a ti, a tu profundo y verdadero «yo».

Aunque no haya una máquina del tiempo para volver al pasado y borrar algunas cosas, debes tener el deseo firme de remendarlas.

Para ayudarte a realizar este profundo trabajo de introspección, te voy a detallar las necesidades de los niños en cada etapa de su desarrollo. Esto no solo va a favorecer que valores si tus necesidades estuvieron cubiertas en tu infancia o no (y, por lo tanto, cuáles has arrastrado a la vida adulta, a tu forma de ser, de pensar, de relacionarte, de comunicarte y de tratar a tu pareja, a tus objetivos vitales, a tu manera de enfrentar las adversidades, etcétera), sino que, además, te irá dando pistas muy claras sobre cómo has acompañado a tus hijos en las diferentes fases de su vida y en las consecuencias, tanto positivas como negativas, que haya tenido en ellos esa forma de actuar.

Yo te ofrezco las herramientas, pero la única persona que puede recapacitar sobre todo esto y utilizar la información en su provecho eres tú.

Es muy normal que, a medida que vayas leyendo y recapacitando, surjan en ti diferentes emociones (enfado, ira, alegría, nostalgia, tristeza, felicidad, miedo, etcétera), algunas relacionadas con tu infancia y otras, con el modo en el que educas a tus hijos. Asociado a esto, puede que en algún momento te sientas culpable.

Es normal sentir culpabilidad cuando compruebas que podrías haber hecho las cosas de otro modo, pero lo único que debes hacer con esta conciencia es dejarla fluir sin miedo y utilizar los errores que reconozcas en ti como una oportunidad para cambiar y para mejorar.

¿Estás preparado para ser fiel a tu verdad, abrir tu mente y hallarte libre para sentir lo que tu corazón necesite sentir?

La necesidad esencial del ser humano

Estamos de acuerdo en que los niños necesitan cuidados. Cuando nace un bebé, todos estamos pendientes de proporcionarle lo que le permite sobrevivir: alimento e hidratación, seguridad e higiene. Sin embargo, ¿es esto suficiente?

Cuando sus hijos crecen, los padres de hoy en día viven preocupados por proporcionarles la mejor educación en el mejor colegio; se empeñan en que saquen las mejores notas; son infinitas las estrategias para conseguir que se laven los dientes tres o cuatro veces al día y para que coman pescado y verduras, sin olvidar la obsesión que tienen con que sean amables y saluden a familiares, amigos y vecinos, siempre dispuestos y con buena cara.

Desafortunadamente, sin embargo, nada de esto es lo importante.

Además de los cuidados básicos para la supervivencia, lo único que necesitan los niños es amor incondicional. Este amor, como su propio nombre indica, es un amor sin condiciones, en el que aceptamos y respetamos a los hijos tal cual son.

Tus padres deben aportártelo, independientemente de que crean que has hecho bien o que has hecho mal, sin tener en cuenta tu comportamiento: si te has comido todo o te has dejado algo en el plato, si has llegado media hora más tarde de lo acordado o si has llegado antes, si has pegado a tu hermano o le has dado un beso, si te has subido al sofá con las zapatillas sucias o, por el contrario, te las has quitado antes de saltar. Es el amor que deben entregarte desde antes de nacer y mantenerlo de por vida. Por tanto, es el hecho de que estén ahí, pase lo que pase, en lo bueno y en lo malo, sin juicios de valor, sin rencores ni amenazas, sin requisitos ni limitaciones.

Si no te aportan este amor en las diferentes etapas de tu infancia, será la gran carencia que cargarás durante toda tu vida y que intentarás suplir de algún modo, ya que, si no lo tuviste, lo seguirás necesitando.

El amor incondicional es esencial para el crecimiento emocional sano; es, además, un derecho de todos los niños y, en definitiva, de toda la humanidad, ya que el amor que les demos durante la infancia, la juventud y siempre es directamente proporcional a los adultos que serán.

Con amor incondicional, nuestros hijos serán capaces de aprender y diferenciar entre lo que está bien y lo que está mal y lograrán ser personas felices, libres, sanas emocionalmente, resilientes (capaces de superar las situaciones difíciles y/o traumáticas que la vida les presente), respetuosas consigo mismas y con los demás, empáticas, bondadosas y responsables.

Hay algo que me gustaría que tuvieses presente durante toda la lectura de este libro (y, a poder ser, siempre): que el amor genera amor y la violencia genera violencia.

Así que, por favor, nunca pienses que les estás demostrando demasiado amor a tus hijos y, si alguna vez lo piensas, pregúntate si a ti, cuando te ofrecen amor las personas a las que amas, quieres o aprecias, te sobra o te reconforta.

Necesidades en el vientre materno y durante el nacimiento

Nuestra sociedad no da al periodo fetal la importancia que merece. Todo se origina en la tripa de nuestra madre, donde empiezan a crearse y a desarrollarse nuestra personalidad y nuestras emociones y, por supuesto, donde el amor incondicional aparece —o debería aparecer— por primera vez.

Estar embarazada no es encontrarse mal de salud y, por tanto, debemos alejarnos de la imagen anticuada de la mujer gestante como una mujer enferma o indispuesta.

Una embarazada sana y con una gestación normal no tiene que estar metida en cama ni sentirse limitada, aunque tampoco es conveniente que lleve un ritmo de vida frenético. Debe encontrar el equilibrio.

El embarazo es un momento de pura salud y vida y así debe experimentarse, con vitalidad, buena nutrición, descanso y armonía.

La relación con el bebé que se lleva dentro tiene que ser una relación de conexión y amor, de sinceridad y felicidad.

Los altos niveles de estrés de la madre gestante (ya sea por los múltiples miedos relacionados con el embarazo que pueda tener en función de la idea preconcebida que tenga sobre el mismo, la muerte de un ser cercano durante el proceso, las discusiones constantes con la pareja o una separación, muchas horas de trabajo con presión psicológica, numerosas preocupaciones emocionales, etcétera) tienen un efecto en el bebé de por vida, no solo en sus primeros años, sino también en su vida adulta.

Muchas veces, este estrés se expresa en forma de poca conexión con el ser que está creciendo en el interior de la madre; por tanto, el bebé se siente solo e inseguro en el mismo vientre materno, porque, aunque la sociedad crea lo contrario, los bebés sienten y padecen y son conscientes del mundo que los rodea desde que están en la barriga de su mamá.

Déjame nacer en libertad

El parto es un proceso que los bebés viven intensamente. No es para menos, ya que es un momento trascendental y único en su vida: es su nacimiento.

Durante el parto, no solo se debe respetar a la madre, sino también al bebé. Los acontecimientos de este día deben suceder en un clima de profundo respeto, naturalidad, confianza, amor y vida.

Cuanto más natural sea el parto, más se respetan los tiempos y las decisiones del bebé y, por lo tanto, menos traumas acarrean al niño y a su madre.

Así pues, si no es por una cuestión de salud real y justificada para la madre o para el hijo, las comadronas deben acompañar el parto de manera respetuosa y dejar que la madre se mueva libremente, se adapte a su bebé y a su propio cuerpo; deben permitir que coma o beba si lo necesita; deben facilitar su tranquilidad y su positividad y ayudarla en lo que sugiera, acogiendo sus risas y sus lágrimas, sin fármacos ni intervención de tecnología, a menos que sean imprescindibles, y, al fin y al cabo, actuar como un hada madrina que confía en esa mamá y en el momento en el que se encuentra.

Cuando nace el hijo, ese ser tan esperado y que por primera vez se encuentra fuera de su madre, necesita el contacto directo con ella. No pueden ser separados, ya que deben gozar del bienestar de estar uno con el otro, abrazando así la nueva vida que comienza para ambos.

Como dice el neuropediatra Nils Bergman, experto en neurociencia perinatal, «los primeros mil minutos de vida determinan la existencia». Por tanto, si no se respeta este contacto directo con la madre, cada hijo, según la manera en la que experimente las circunstancias de su nacimiento, sufrirá las consecuencias durante toda su vida.

Por ejemplo, es posible que quienes nacieron rodeados de una luz fuerte, ruidos, pitidos, tocamientos abruptos al nacer y separación de su madre sean muy sensibles a los ruidos externos, tengan dificultades para conectarse con ella o presenten altos niveles en sangre de cortisol, la hormona glucocorticoide necesaria, en pequeñas dosis, para la vida, pero cuyo exceso genera consecuencias negativas en nuestro cuerpo, como problemas renales y digestivos, depresiones, deficiencias del sistema inmunitario, trastornos del sueño, etcétera.

Aquellos a quienes metieron prisa en el momento de nacer, utilizando con la madre (y, por tanto, con el bebé que se encontraba en su interior) hormonas sintéticas y diferentes composiciones médicas, puede que se frustren o se enfaden más de la cuenta, si les exigen que acaben algo o que dejen de hacer lo que están haciendo, ya que en su día les desordenaron los ritmos internos, además de padecer un exceso constante de nerviosismo, estrés y ansiedad.

Por otro lado, quienes nacieron por cesárea —con lo cual se les negó el paso por el canal vaginal del parto, la forma fisiológica de nacer, normal y necesaria— pueden sufrir diferentes carencias emocionales y/o físicas durante todo su desarrollo.

En todas y cada una de estas suposiciones, debemos tener en cuenta que las madres también sufren las consecuencias de todo esto: padecen más depresiones posparto, nervios y ansiedades, desconexión con su bebé, sentimientos de culpabilidad, etcétera.

Aunque ya seamos conscientes, cabe recalcar que los médicos existen por y para algo y que hay particularidades médicas y casos concretos que precisan ayuda e intervención, lo cual es totalmente lícito y positivo. Lo importante es no realizar nada que no sea absolutamente imprescindible para la madre o el bebé.

Por lo tanto, nunca hay que concebir el parto como un trastorno o una enfermedad, sino como uno de los actos más bonitos de nuestra vida, en el cual, si se confía en ella, nuestra maquinaria trabaja de manera impecable y a partir del cual en nuestra familia somos uno más, para siempre.