U N A  V E Z  E N F R I A D O

 

(UN MISTERIO DE RILEY PAIGE—LIBRO 8)

 

 

 

B L A K E   P I E R C E

 

 

 

Blake Pierce

 

Blake Pierce es el autor de la serie exitosa de misterio RILEY PAIGE que cuenta con trece libros hasta los momentos. Blake Pierce también es el autor de la serie de misterio de MACKENZIE WHITE (que cuenta con nueve libros), de la serie de misterio de AVERY BLACK (que cuenta con seis libros), de la serie de misterio de KERI LOCKE (que cuenta con cinco libros), de la serie de misterio LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE (que cuenta con tres libros), de la serie de misterio de KATE WISE (que cuenta con dos libros), de la serie de misterio psicológico de CHLOE FINE (que cuenta con dos libros) y de la serie de misterio psicológico de JESSE HUNT (que cuenta con tres libros).

Blake Pierce es un ávido lector y fan de toda la vida de los géneros de misterio y los thriller. A Blake le encanta comunicarse con sus lectores, así que por favor no dudes en visitar su sitio web www.blakepierceauthor.com para saber más y mantenerte en contacto.

 

Derechos de autor © 2017 por Blake Pierce. Todos los derechos reservados. Todos los derechos reservados. Excepto según lo permitido bajo la Ley de Derechos de Autor de Estados Unidos de 1976, ninguna parte de esta publicación podrá ser reproducida, distribuida, transmitida en cualquier forma o por cualquier medio, o almacenada en una base de datos o sistema de recuperación, sin el permiso previo del autor. Este libro electrónico está disponible solo para tu disfrute personal. Este libro electrónico no puede ser revendido o dado a otras personas. Si te gustaría compartir este libro con otra persona, por favor compra una copia adicional para cada destinatario. Si estás leyendo este libro y no lo compraste, o no fue comprado solo para tu uso, por favor regrésalo y compra tu propia copia. Gracias por respetar el trabajo arduo de este autor. Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son productos de la imaginación del autor o se emplean como ficción. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es totalmente coincidente. Derechos de autor de la imagen de la cubierta son de GongTo, utilizada bajo licencia de Shutterstock.com.

LIBROS ESCRITOS POR BLAKE PIERCE

 

SERIE DE MISTERIO PSICOLÓGICO DE SUSPENSO DE JESSE HUNT

LA ESPOSA PERFECTA (Libro #1)

LA CALLE PERFECTA (Libro #2)

LA CASA PERFECTA (Libro #3)

 

SERIE DE MISTERIO PSICOLÓGICO DE SUSPENSO DE CHLOE FINE

Al LADO (Libro #1)

LA MENTIRA DEL VECINO (Libro #2)

CALLEJÓN SIN SALIDA (Libro #3)

 

SERIE DE MISTERIO DE KATE WISE

SI ELLA SUPIERA (Libro #1)

SI ELLA VIERA (Libro #2)

 

SERIE LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE

VIGILANDO (Libro #1)

ESPERANDO (Libro #2)

ATRAYENDO (Libro #3)

 

SERIE DE MISTERIO DE RILEY PAIGE

UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1)

UNA VEZ TOMADO (Libro #2)

UNA VEZ ANHELADO (Libro #3)

UNA VEZ ATRAÍDO (Libro #4)

UNA VEZ CAZADO (Libro #5)

UNA VEZ CONSUMIDO (Libro #6)

UNA VEZ ABANDONADO (Libro #7)

UNA VEZ ENFRIADO (Libro #8)

UNA VEZ ACECHADO (Libro #9)

UNA VEZ PERDIDO (Libro #10)

UNA VEZ ENTERRADO (Libro #11)

UNA VEZ ATADO (Libro #12)

UNA VEZ ATRAPADO (Libro #13)

UNA VEZ LATENTE (Libro #14)

 

SERIE DE MISTERIO DE MACKENZIE WHITE

ANTES DE QUE ASESINE (Libro #1)

ANTES DE QUE VEA (Libro #2)

ANTES DE QUE DESEE (Libro #3)

ANTES DE QUE ARREBATE (Libro #4)

ANTES DE QUE NECESITE (Libro #5)

ANTES DE QUE SIENTA (Libro #6)

ANTES DE QUE PEQUE (Libro #7)

ANTES DE QUE CACE (Libro #8)

ANTES DE QUE SE APROVECHE (Libro #9)

ANTES DE QUE ANHELE (Libro #10)

ANTES DE QUE SE DESCUIDE (Libro #11)

 

SERIE DE MISTERIO DE AVERY BLACK

UNA RAZÓN PARA MATAR (Libro #1)

UNA RAZÓN PARA HUIR (Libro #2)

UNA RAZÓN PARA ESCONDERSE (Libro #3)

UNA RAZÓN PARA TEMER (Libro #4)

UNA RAZÓN PARA RESCATAR (Libro #5)

UNA RAZÓN PARA ATERRARSE (Libro #6)

 

SERIE DE MISTERIO DE KERI LOCKE

UN RASTRO DE MUERTE (Libro #1)

UN RASTRO DE ASESINATO (Libro #2)

UN RASTRO DE VICIO (Libro #3)

UN RASTRO DE CRIMEN (Libro #4)

UN RASTRO DE ESPERANZA (Libro #5)

 

CONTENIDO

 

PRÓLOGO

CAPÍTULO UNO

CAPÍTULO DOS

CAPÍTULO TRES

CAPÍTULO CUATRO

CAPÍTULO CINCO

CAPÍTULO SEIS

CAPÍTULO SIETE

CAPÍTULO OCHO

CAPÍTULO NUEVE

CAPÍTULO DIEZ

CAPÍTULO ONCE

CAPÍTULO DOCE

CAPÍTULO TRECE

CAPÍTULO CATORCE

CAPÍTULO QUINCE

CAPÍTULO DIECISÉIS

CAPÍTULO DIECISIETE

CAPÍTULO DIECIOCHO

CAPÍTULO DIECINUEVE

CAPÍTULO VEINTE

CAPÍTULO VEINTIUNO

CAPÍTULO VEINTIDÓS

CAPÍTULO VEINTITRÉS

CAPÍTULO VEINTICUATRO

CAPÍTULO VEINTICINCO

CAPÍTULO VEINTESÉIS

CAPÍTULO VEINTESIETE

CAPÍTULO VEINTIOCHO

CAPÍTULO VEINTINUEVE

CAPÍTULO TREINTA

CAPÍTULO TREINTA Y UNO

CAPÍTULO TREINTA Y DOS

CAPÍTULO TREINTA Y TRES

CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO

CAPÍTULO TREINTA Y CINCO

CAPÍTULO TREINTA Y SEIS

CAPÍTULO TREINTA Y SIETE

CAPITULO TREINTA Y OCHO

CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE

CAPÍTULO CUARENTA

CAPÍTULO CUARENTA Y UNO

 

 

 

 

PRÓLOGO

 

El hombre entró en el Bar Patom y se encontró rodeado por una espesa nube de humo de cigarrillo. Todo estaba tenue, una vieja canción de heavy metal sonaba por los altavoces y ya se estaba sintiendo impaciente.

El lugar estaba demasiado caliente, demasiado abarrotado de gente. Se estremeció cuando oyó una risita a su lado. Se dio la vuelta para ver un juego de dardos que estaba siendo jugado por cinco borrachos. Junto a ellos unas personas estaban jugando billar americano. Entre más pronto saliera de allí, mejor.

Miró alrededor de la sala por solo unos segundos antes de que sus ojos se iluminaron ante una mujer joven sentada en el bar.

Tenía un rostro lindo y llevaba el pelo corto. Estaba demasiado bien vestida para ese tipo de lugar.

“Es perfecta”, pensó el hombre.

Se acercó al bar, se sentó en el taburete junto a ella y sonrió.

“¿Cuál es tu nombre?”, preguntó.

Se dio cuenta de que no podía oír su propia voz por encima del ruido general.

Ella lo miró, le devolvió la sonrisa, señaló a sus oídos y negó con la cabeza.

Repitió la pregunta más fuerte, moviendo los labios de una manera exagerada.

Ella se inclinó hacia él. Casi gritando, dijo: “Tilda. ¿Cuál es el tuyo?”.

“Michael”, dijo no tan alto.

Obviamente no era su verdadero nombre, pero eso ni siquiera importaba. Dudaba de que podía escucharlo. No parecía importarle.

Miró su bebida, que estaba casi vacía. Parecía una margarita. Miró el vaso y dijo en una voz muy alta: “¿Quieres otra?”.

Sin dejar de sonreír, la mujer llamada Tilda negó con la cabeza.

Pero ella no estaba tratando de sacárselo de encima. Estaba seguro de ello. ¿Era el momento para un movimiento audaz?

Alcanzó una servilleta de papel y sacó un bolígrafo del bolsillo de su camisa.

Escribió sobre la servilleta de papel...

 

“¿Quieres ir a otro lugar?”.

 

La mujer miró el mensaje y su sonrisa se ensanchó. Vaciló por un momento, pero él se dio cuenta de que ella estaba buscando un buen rato. Y parecía estar satisfecha de haberlo encontrado.

Para su deleite, ella asintió.

Antes de irse, cogió una caja de fósforos con el nombre del bar.

La necesitaría más adelante.

La ayudó a ponerse el abrigo y salieron a la calle. El aire fresco de primavera y el silencio repentino era sorprendente después de todo el ruido y el calor de adentro.

“Guau”, dijo mientras caminaba con él. “Casi quedó sorda allí”.

“Supongo que no pasas mucho rato ahí”, dijo.

“No”, dijo ella.

No dio más detalles, pero estaba seguro de que esta era su primera vez en el Bar Patom.

“Yo tampoco”, dijo. “Tremendo bar de mala muerte”.

“No tienes que decirlo dos veces”.

“Tremendo bar de mala muerte”, dijo.

Ambos se echaron a reír.

“Ese es mi auto”, dijo, señalando. “¿Adónde te gustaría ir?”.

Ella vaciló de nuevo.

Luego, con un brillo pícaro en los ojos, dijo: “Sorpréndeme”.

Ahora sabía que su suposición anterior había sido acertada. Realmente había venido aquí en busca de un buen rato.

Bueno, pero él también.

Abrió la puerta del copiloto de su auto, y ella entró. Él se puso al volante y comenzó a conducir.

“¿Adónde vamos?”, preguntó.

Con una sonrisa y un guiño, respondió: “Me dijiste que te sorprendiera”.

Se echó a reír. Su risa sonaba nerviosa, pero contenta.

“Supongo que vives aquí en Greybull”, dijo.

“Aquí nací y aquí me criaron”, dijo. “No creo haberte visto antes. ¿Vives por aquí?”.

“No muy lejos”, dijo.

Se echó a reír de nuevo.

“¿Qué te trae a este pueblito aburrido?”.

“Negocios”.

Ella lo miró con una expresión de curiosidad, pero no le preguntó más nada al respecto. Al parecer no estaba muy interesada en conocerlo bien. Eso se adecuaba muy bien a sus propósitos.

Se detuvo en el estacionamiento de un motel sórdido llamado Motel Maberly. Se estacionó en frente a la habitación 34.

“Ya alquilé esta habitación”, dijo.

Ella no dijo nada.

Luego, después de un breve silencio, preguntó: “¿Estás de acuerdo?”.

Ella asintió con cierto nerviosismo.

Entraron en la habitación juntos. Miró a su alrededor. La habitación hedía a rancio, y las paredes estaban decoradas con pinturas feas.

Se acercó a la cama y apretó su mano contra el colchón, comprobando su firmeza.

¿Estaba disgustada con la habitación?

No estaba seguro.

El gesto lo hizo enojar, y mucho.

No sabía por qué, pero algo dentro de él se quebrantó.

Normalmente no haría nada hasta tenerla desnuda en la cama. Pero no podía aguantarse.

Cuando se dio la vuelta para dirigirse al baño, le cerró el paso.

Sus ojos se abrieron, se veía alarmada.

Antes de que pudiera reaccionar, la empujó sobre la cama.

Comenzó a retorcerse, pero él era mucho más fuerte que ella.

Ella trató de gritar, pero él agarró una almohada y la puso sobre su rostro.

Él sabía que todo terminaría pronto.

 

 

 

CAPÍTULO UNO

 

De repente, las luces se encendieron en la sala de conferencias, y los ojos de la agente Lucy Vargas comenzaron a arderle.

Los estudiantes sentados a su alrededor empezaron a murmurar en voz baja. Lucy había estado muy centrada en el ejercicio de imaginar un asesinato real desde el punto de vista del asesino, y se le hizo difícil volver a la realidad.

 “OK, vamos a hablar de lo que vieron”, dijo la instructora.

La instructora no era otra que la mentora de Lucy, la agente especial Riley Paige.

Lucy en realidad no era una estudiante de la clase, que era para los cadetes de la Academia del FBI. Solo había venido a escuchar, como lo hacía de vez en cuando. Todavía era bastante nueva en la UAC, y le parecía que Riley Paige era una fuente de inspiración e información ilimitada. Tomaba cada oportunidad que podía de aprender de ella, y también de trabajar con ella.

La agente Paige les había dado a los estudiantes los detalles de un caso de asesinato que se había enfriado hace unos veinticinco años. Tres mujeres jóvenes fueron asesinadas en el centro de Virginia. El asesino fue apodado el ‘Asesino de la caja de fósforos’ porque dejó cajas de fósforos junto con los cuerpos de las víctimas. Las cajas de fósforos eran de bares cerca de Richmond. También dejó servilletas impresas con los nombres de los moteles donde las mujeres fueron asesinadas. A pesar de ello, la investigación de esos lugares no había llevado a nada.

La agente Paige les había dicho a los estudiantes que usaran su imaginación para recrear uno de los asesinatos.

“Denle rienda suelta a su imaginación”, les había dicho la agente Paige antes de empezar. “Visualicen muchos detalles. No se preocupen por tratar de averiguarlo todo. Pero traten de acertar el panorama general, el ambiente, el estado de ánimo, el escenario”.

Luego había apagado las luces por diez minutos.

Ahora que las luces estaban encendidas de nuevo, la agente Paige se paseaba frente a la sala de conferencias.

Ella dijo: “En primer lugar, háblenme un poco del Bar Patom. ¿Cómo era?”.

Alguien subió la mano en medio de la sala. La agente Paige le pidió al alumno que hablara.

“El lugar no era elegante, pero estaba tratando de parecer más elegante de lo que era”, dijo. “Mesas cerradas con poca luz a lo largo de las paredes. Algún tipo de acolchado blando en todas partes, gamuza, tal vez”.

Lucy se sintió desconcertada. No se había imaginado al bar así.

La agente Paige sonrió un poco. No le dijo al estudiante si había acertado o no.

“¿Algo más?”, preguntó la agente Paige.

“Había música bajita”, dijo otro estudiante.  “Jazz, tal vez”.

Pero Lucy recordó que se había imaginado el estruendo de música rock de los años 70 y 80.

¿Será que se había equivocado?

“¿Y el Motel Maberly?”, preguntó la agente Paige. “¿Cómo era?”.

Una estudiante levantó la mano y la agente Paige la escogió.

“Un poco pintoresco y parecido a otros moteles de su tipo”, dijo la joven. “Y bastante viejo. Data de antes de la mayoría de las franquicias de moteles comerciales”.

Otro estudiante tomó la palabra.

“Pienso igual”.

Otros estudiantes expresaron su acuerdo.

Una vez más, a Lucy le llamó la atención lo diferente que se había imaginado el lugar.

La agente Paige sonrió un poco.

“¿Cuántos de ustedes comparten estas impresiones generales, tanto del bar como del motel?”.

La mayoría de los estudiantes levantaron la mano.

Lucy estaba empezando a sentirse un poco incómoda ahora.

“Traten de acertar el panorama general”, les había dicho la agente Paige.

¿Se había equivocado por completo?

¿Todos los miembros de la clase habían acertado excepto ella?

Luego la agente Paige colocó algunas imágenes en la pantalla en frente de la clase.

Primero colocó un grupo de fotografías del Bar Patom, una foto tomada de noche desde el exterior que mostraba un letrero de neón en la ventana, y otras fotos de su interior.

“Este es el bar”, dijo la agente Paige. “O al menos así fue en la época de los asesinatos. No estoy segura de cómo se ve ahora, o siquiera si aún existe”.

Lucy se sintió aliviada. Se parecía mucho a como ella lo había imaginado, un bar de mala muerte con paredes con paneles baratos y tapicería de cuero artificial. Incluso había un par de mesas de billar y una diana, justo como había supuesto. En las fotos se veía una espesa nube de humo de cigarrillo.

Los estudiantes jadearon de lo sorprendidos que estaban.

“Ahora vamos a echarle un vistazo al Motel Maberly”, dijo la agente Paige.

Más fotos aparecieron. El motel se veía igual de sórdido como Lucy lo había imaginado, no muy viejo, pero en muy mal estado.

La agente Paige rio un poco.

“Algo no cuadra aquí”, dijo.

Todos los estudiantes se echaron a reír nerviosamente.

“¿Por qué visualizaron los lugares de esa forma?”, preguntó la agente Paige.

Ella llamó a una joven que levantó la mano.

“Bueno, nos dijo que el asesino se le acercó a la víctima en un bar”, dijo. “Para mí, eso me suena como un ‘bar para solteros’. De esos que son un poco cursi, pero que al menos intentan verse elegantes. Simplemente no se me vino a la mente un bar de mala muerte de clase trabajadora”.

Otro estudiante dijo: “Lo mismo con el motel. ¿El asesino no la llevaría a un lugar más bonito, aunque solo para engañarla?”.

Lucy comenzó a sonreír.

“Ahora lo entiendo”, pensó.

La agente Paige notó que ella estaba sonriendo y le devolvió la sonrisa.

Ella dijo: “Agente Vargas, ¿dónde nos equivocamos?”.

Lucy dijo: “Todo el mundo olvidó tomar en cuenta la edad de la víctima. Tilda Steen solo tenía veinte años. Las mujeres que van a bares de solteros generalmente son mayores, treintañeras o de mediana edad, a menudo divorciadas. Es por eso que se imaginaron mal el bar”.

La agente Paige asintió con la cabeza.

“Continúa”, le dijo.

Lucy pensó por un momento.

“Dijiste que la chica era de una familia de clase media bastante sólida de un pueblito ordinario. Juzgando por la imagen que nos mostraste anteriormente, ella era atractiva, y estoy casi segura que la invitaban a salir frecuentemente. Entonces, ¿por qué se dejó conquistar en un bar de mala muerte como el Patom? Para mí, estaba aburrida. Fue deliberadamente a un lugar que podría ser un poco peligroso”.

“Y se encontró con más peligro del que jamás se imaginó”, pensó Lucy.

Pero ella no dijo esa última parte en voz alta.

“¿Qué podemos aprender de lo que acaba de pasar?”, le preguntó la agente Paige a la clase.

Un estudiante levantó la mano y dijo: “Cuando estés reconstruyendo un crimen mentalmente, asegúrate de tomar en cuenta toda la información que tienes. No dejes nada por fuera”.

La agente Paige se veía satisfecha.

“Así es”, dijo.  “Un detective tiene que tener una imaginación muy viva, tiene que ser capaz de entrar en la mente de un asesino. Pero eso no es fácil. Pasar por alto un solo detalle puede hacerte perder el rastro. Eso puede hacer la diferencia entre resolver el caso y no resolverlo en absoluto”.

La agente Paige hizo una pausa, y luego añadió: “Y este caso jamás fue resuelto. No se sabe si jamás lo será. Después de veinticinco años, se ha enfriado bastante el rastro. Un hombre mató a tres mujeres jóvenes, y es bastante probable que aún esté por ahí, libre”.

La agente Paige dejó que sus palabras surtieran efecto un momento.

“Eso es todo por hoy”, dijo. “Saben lo que tienen que leer para la próxima clase”.

Los estudiantes salieron de la sala de conferencias. Lucy decidió quedarse un rato para charlar con su mentora.

La agente Paige le sonrió y dijo: “Hiciste un buen trabajo”.

“Gracias”, dijo Lucy.

Estaba muy contenta. El más mínimo elogio de Riley Paige significaba mucho para ella.

Luego la agente Paige dijo: “Pero ahora quiero que pruebes algo un poco más avanzado. Cierra tus ojos”.

Lucy lo hizo. En una voz baja y firme, la agente Paige le dio más detalles.

“Después de matar a Tilda Steen, el asesino la enterró en una tumba poco profunda. ¿Puedes describirme cómo sucedió eso?”.

Como lo hizo durante el ejercicio, Lucy trató de meterse en la mente del asesino.

“Dejó el cuerpo tendido en la cama, luego salió por la puerta de la habitación”, dijo Lucy en voz alta. “Inspeccionó sus alrededores cuidadosamente. No vio a nadie, así que llevó su cuerpo a su auto y lo tiró en el asiento trasero. Luego se dirigió a una zona boscosa, a un lugar que conocía bastante bien, pero que no quedaba muy cerca de la escena del crimen”.

“Continúa”, dijo la agente Paige.

Sus ojos todavía cerrados, Lucy pudo sentir la frialdad metódica del asesino.

“Detuvo el auto en un sitio difícil de ver. Luego sacó una pala de su maletero”.

Lucy se sintió confundida por un momento.

Era de noche, así que ¿cómo había logrado el asesino adentrarse en el bosque?

No sería fácil llevar una linterna, una pala y un cadáver.

“¿Fue una noche de luna?”, preguntó Lucy.

“Sí”, dijo la agente Paige.

Lucy se sintió alentada.

“Cogió la pala con una mano y arrojó el cuerpo sobre su hombro con la otra. Caminó hacia el bosque. Siguió su camino hasta encontrar un lugar lejano”.

“¿Un lugar lejano?”,  preguntó la Agente Paige, interrumpiendo el ensueño de Lucy.

“Definitivamente”, dijo Lucy.

“Abre tus ojos”.

Lucy lo hizo. La agente Paige estaba guardando todo en su maletín para irse.

Ella dijo: “En realidad, el asesino llevó el cuerpo al bosque que quedaba al otro lado de la carretera. Solo adentró el cuerpo de Tilda unos pocos pies en el matorral. Fácilmente pudo haber visto las luces de los autos de la carretera, y probablemente utilizó la luz de un poste de luz para enterrar a Tilda. Y no la enterró muy bien, más bien la cubrió con más rocas que tierra. Un ciclista notó el hedor unos días más tarde y llamó a la policía. El cuerpo fue fácil de encontrar”.

Lucy estaba boquiabierta.

“¿Por qué no se esforzó más en ocultar el asesinato?”, preguntó. “No entiendo”.

Cerrando su maletín, la agente Paige frunció el ceño con pesar.

“Yo tampoco”, dijo. “Nadie lo entiende”.

La agente Paige cogió su maletín y salió de la sala de conferencias.

Lucy detectó amargura y decepción en su caminar.

Aunque la agente Paige siempre emanaba aires de indiferencia, este caso enfriado definitivamente seguía atormentándola.

 

 

 

CAPÍTULO DOS

 

Durante la cena de esa noche, Riley Paige no pudo sacarse al ‘Asesino de la caja de fósforos’ de su mente. Había usado ese caso enfriado como un ejemplo para su clase porque pronto recibiría una llamada respecto a él.

Riley trató de concentrarse en el delicioso estofado guatemalteco que Gabriela había preparado para ellos. Su ama de llaves y ayudante general era una cocinera maravillosa. Riley esperaba que Gabriela no se diera cuenta de que le estaba costando disfrutar de la cena de esta noche. Pero las chicas sí se dieron cuenta, obviamente.

“¿Qué pasa, mamá?”, preguntó April, la hija de quince años de Riley.

“¿Te pasó algo?”, preguntó Jilly, la niña de trece años que Riley tenía la esperanza de adoptar.

Desde su asiento al otro lado de la mesa, Gabriela también contemplaba a Riley con preocupación.

Riley no sabía qué decir. La verdad era que sabía que sería recordada del ‘Asesino de la caja de fósforos mañana’, que recibiría la misma llamada que recibía todos los años. No tenía sentido tratar de sacarlo de su mente.

Pero a ella no le gustaba llevar su trabajo a casa. A veces, a pesar de todos sus esfuerzos, incluso había puesto a sus seres queridos en peligro.

“No es nada”, dijo ella.

Las cuatro comieron en silencio durante unos momentos.

April finalmente dijo: “Es papá, ¿verdad? Te molesta que no está en casa de nuevo esta tarde”.

La pregunta sorprendió a Riley. Las ausencias recientes de su esposo habían estado preocupándola últimamente. Ella y Ryan se habían esforzado mucho para tratar de reconciliarse, incluso después de un divorcio doloroso. Ahora su progreso parecía estar desmoronándose, y Ryan había estado pasando más y más tiempo en su propia casa.

Pero la verdad era que no había estado pensando en él en este momento.

¿Qué decía eso de ella?

¿Ya se sentía indiferente a su relación casi fallida?

¿Se había dado por vencida?

Sus tres compañeras todavía la estaban mirando, esperando que dijera algo.

“Es un caso”, dijo Riley. “Siempre me molesta durante esta época del año”.

Los ojos de Jilly se abrieron con entusiasmo.

“¡Cuéntanos sobre él!”, dijo.

Riley se preguntó cuánto le debía decir a las niñas. No quería describirle los detalles del asesinato a su familia.

“Es un caso sin resolver”, dijo. “Una serie de asesinatos que ni la policía local ni el FBI fueron capaces de resolver. Llevo años tratando de resolverlo”.

Jilly estaba que saltaba de su silla.

“¿Cómo lo vas a resolver?”.

La pregunta hirió a Riley un poco.

Obviamente no era la intención de Jilly ser hiriente, sino todo lo contrario. La chica estaba orgullosa de que su madre fuera una agente de la ley. Y todavía pensaba que Riley era una especie de superhéroe que jamás podría fallar.

Riley sofocó un suspiro.

“Quizás es hora de decirle que no siempre atrapo a los malos”, pensó.

En vez, Riley simplemente dijo: “No sé”.

Esa era la verdad.

Pero había una cosa que Riley sí sabía.

El vigésimo quinto aniversario de la muerte de Tilda Steen era mañana, y no sería capaz de sacarlo de su mente en el corto plazo.

Riley se sintió aliviada cuando comenzaron a conversar de la cena deliciosa que Gabriela les había preparado. La mujer guatemalteca y las chicas empezaron a hablar en español, y a Riley le costó seguir la conversación.

Pero eso estaba bien. April y Jilly estaban estudiando español, y April estaba comenzando a dominarlo. A Jilly todavía le costaba el idioma, pero Gabriela y April la estaban ayudando.

Riley sonrió mientras observaba y escuchaba.

“Jilly se ve bien”, pensó.

Ella era una niña flaca de piel oscura, pero ya no quedaban rastros de esa niña abandonada que Riley había rescatado de las calles de Phoenix hace unos meses. Estaba saludable, y parecía estar adaptándose bien a su nueva vida con Riley y su familia.

Y April estaba resultando ser una hermana mayor perfecta. Estaba recuperándose bien de los traumas que había enfrentado.

A veces, cuando miraba a April, Riley sentía que estaba mirándose en un espejo, un espejo que mostraba su propio ser adolescente. April tenía los ojos color avellana y el pelo oscuro de Riley, aunque obviamente no tenía las canas que estaban empezando a cubrir el pelo de su madre.

Riley sintió un momento de tranquilidad.

“Tal vez estoy haciendo un buen trabajo como madre”, pensó.

Sin embargo, esa tranquilidad se desvaneció rápidamente.

El misterioso ‘Asesino de la caja de fósforos’ seguía al acecho en su mente.

 

*

 

Después de la cena, Riley subió a su habitación y oficina. Ella se sentó en su computadora y respiró profundamente, tratando de relajarse. Pero la tarea que le esperaba era un poco desconcertante.

Parecía ridículo que se estuviera sintiendo así. Después de todo, había cazado y luchado contra decenas de asesinos peligrosos a lo largo de los años. Su propia vida había sido amenazada más veces de las que podía contar.

“Hablar con mi hermana no debería afectarme tanto”, pensó.

Pero no había visto a Wendy en... ¿Cuántos años habían pasado?

La última vez que vio a su hermana fue de niña. Sin embargo, Wendy se había comunicado con ella después de la muerte de su padre. Habían hablado por teléfono, analizando la posibilidad de reunirse en persona. Pero Wendy vivía muy lejos en Des Moines, Iowa, y aún no habían podido finiquitar todo. Finalmente habían acordado hacer una videollamada a esta hora.

Para prepararse, Riley miró una foto enmarcada que estaba sobre su escritorio. La había encontrado entre las pertenencias de su padre después de su muerte. Era una foto de Riley, Wendy y su madre. Allí Riley tenía unos cuatro años, y Wendy era una adolescente.

Las niñas y su madre se veían felices.

Riley no recordaba cuándo o dónde había sido tomada esa foto.

Y tampoco podía recordar un momento en el que su familia había sido feliz.

Sus manos frías y temblorosas, tecleó la dirección de video de Wendy.

La mujer que apareció en la pantalla podría haber sido una perfecta desconocida.

“Hola, Wendy”, dijo Riley con timidez.

“Hola”, respondió Wendy.

Se quedaron mirándose en silencio durante unos momentos incómodos.

Riley sabía que Wendy tenía cincuenta años, era diez años mayor que ella. Se veía bastante bien para su edad. Era un poco corpulenta y se veía totalmente convencional. Su cabello no parecía estar canoso como el de Riley. Pero Riley dudaba de que esa fuera su color natural.

Riley miró la foto y luego volvió a mirar a Wendy. Su hermana se parecía un poco a su madre. Riley sabía que ella se parecía más a su padre. No estaba muy orgullosa de la semejanza.

“Bueno”, dijo Wendy para romper el silencio. “¿Qué has hecho... estas últimas décadas?”.

Riley y Wendy se echaron a reír. Incluso su risa se sentía tensa e incómoda.

Wendy preguntó: “¿Estás casada?”.

Riley suspiró en voz alta. ¿Cómo podía explicar lo que estaba pasando entre ella y Ryan cuando ni siquiera ella lo entendía?

Dijo: “Bueno, como dicen los chicos estos días: ‘Es complicado’. Y realmente lo es”.

Se echaron a reír nerviosamente de nuevo.

“¿Y tú?”, preguntó Riley.

Wendy parecía estar empezando a relajarse un poco.

“Loren y yo estamos a punto de cumplir veinticinco años de matrimonio. Los dos somos farmacéuticos, y somos dueños de nuestra propia farmacia. Loren la heredó de su padre. Tenemos tres hijos. El menor, Barton, está en la universidad. Thora y Parish están casados ya. Supongo que Loren y yo somos unos padres típicos con sus hijos ya crecidos”.

Riley sintió una extraña punzada de melancolía.

La vida de Wendy no había sido nada como la de ella. De hecho, la vida de Wendy aparentemente había sido completamente normal.

Justo como lo había hecho con April durante la cena, volvió a sentir ganas de mirarse en el espejo.

Excepto que este espejo no era el de su pasado.

Era el de una persona en la que alguna vez pudo haberse convertido, pero que ahora jamás podría ser.

“¿Y tú?”, preguntó Wendy. “¿Tienes hijos?”.

Una vez más, Riley se sintió tentada a decir...

“Es complicado”.

En vez, dijo: “Dos. Tengo una de quince años, April. Y estoy en el proceso de adoptar a otra. Se llama Jilly y tiene trece años”.

“¡Adopción! Más personas deberían hacer eso. Bien por ti”.

Riley no sentía que merecía ser felicitada. Quizás se sentiría mejor si pudiera estar segura de que Jilly crecería en una familia con dos padres. En este momento, eso estaba en veremos. Pero Riley decidió no hablar de todo eso con Wendy.

En cambio, había ciertas cosas de las que necesitaba hablar con su hermana.

Y temía que podría ser incómodo.

“Wendy, sabes que papá me dejó su cabaña en su testamento”, dijo.

Wendy asintió.

“Yo sé”, dijo. “Me enviaste unas fotos. Parece un lugar agradable”.

Las palabras eran un poco discordantes...

“… un lugar agradable”.

Riley había estado allí varias veces, más recientemente después de la muerte de su padre. Pero sus recuerdos del lugar no eran nada agradables. Su padre la compró cuando se retiró como coronel de la marina. Riley la recordaba como la casa de un anciano solo y malo que odiaba a casi todo el mundo, y un hombre al que casi todo el mundo odiaba también. La última vez que Riley lo vio realmente se entraron a golpes.

“Creo que fue un error”, dijo.

“¿Que fue un error?”.

“Dejarme la cabaña a mí. Fue un error de su parte. Debió habértela dejado a ti”.

Wendy se veía realmente sorprendida.

“¿Por qué?”, preguntó.

Riley sintió todo tipo de emociones desagradables brotando en su interior. Se aclaró la garganta.

“Porque estuviste con él al final, cuando estuvo en cuidados paliativos. Tú lo cuidaste. Incluso te encargaste de todo después de su funeral, y de todas las cosas legales. Yo no estuve allí. Yo…”.

Casi se atragantó con sus siguientes palabras.

“No creo que podría haber hecho eso. Las cosas no estaban bien entre nosotros”.

Wendy sonrió con tristeza.

“Las cosas no estaban bien entre él y yo tampoco”.

Riley sabía que era verdad. Pobre Wendy. Papá la había golpeado mucho, y ella huyó de casa para siempre a los quince años. Y, sin embargo, Wendy tuvo la decencia de cuidar de papá al final.

Riley no lo hizo, y no podía evitar sentirse culpable por ello.

Riley dijo: “No sé cuánto vale la cabaña. Debe valer algo. Quiero que la tengas”.

Los ojos de Wendy se abrieron. Se veía alarmada.

“No”, dijo ella.

La brusquedad de su respuesta sorprendió a Riley.

“¿Por qué no?”, preguntó Riley.

“Simplemente no puedo. Yo no la quiero. Más bien quiero olvidarlo por completo”.

Riley sabía exactamente cómo se sentía porque ella se sentía igual.

Wendy agregó: “Véndela y guarda el dinero. Quiero que lo hagas”.

Riley no sabía qué decir.

Afortunadamente, Wendy cambió de tema.

“Antes de morir, papá me dijo que eras una agente de la UAC. ¿Cuánto tiempo llevas allí?”.

“Unos veinte años”, dijo Riley.

“Creo que papá estaba orgulloso de ti”.

      Riley dejó escapar una risa amarga.

“No, no lo estaba”, dijo.

“¿Cómo lo sabes?”.

“Me lo hizo saber. Tenía su propia forma de comunicar ese tipo de cosas”.

Wendy suspiró.

“Supongo que tienes razón”, dijo Wendy.

Un incómodo silencio cayó entre ellas. Riley se preguntó de qué debían hablar. Después de todo, llevaban muchos años sin hacerlo. ¿Deberían intentar encontrar la forma de reunirse en persona de nuevo? Riley no podía imaginar viajar a Des Moines solo para ver a esta extraña llamada Wendy. Y estaba segura de que Wendy sentía lo mismo acerca de ir a Fredericksburg.

Después de todo, ¿qué podrían tener en común?

En ese momento, el teléfono de escritorio de Riley sonó. Se sintió agradecida por la interrupción.

“Debo contestar”, dijo Riley.

“Entiendo”, dijo Wendy. “Gracias por ponerte en contacto”.

“Gracias a ti”, dijo Riley.

Finalizaron la llamada y Riley contestó su teléfono. Riley dijo hola, y luego escuchó la voz de una mujer.

“Hola… ¿Quién habla?”.

“¿Quién es?”, preguntó Riley.

En ese momento cayó un silencio.

“¿Está Ryan?”, preguntó la mujer.

Sus palabras sonaban mal articuladas ahora. Riley se sentía bastante segura de que la mujer estaba borracha.

“No”, dijo Riley. Ella vaciló un momento. Después de todo, podría ser una clienta de Ryan. Pero sabía que no lo era. La situación era demasiado familiar.

Riley dijo: “No llames a este número de nuevo”.

Ella colgó.

Estaba muy enojada.

“Se está repitiendo el mismo ciclo”, pensó.

Marcó el número de la casa de Ryan.

 

 

 

CAPÍTULO TRES

 

Cuando Ryan contestó el teléfono, Riley no perdió tiempo en llegar al grano.

“¿Estás saliendo con alguien más, Ryan?”, preguntó.

“¿Por qué?”.

“Una mujer llamó preguntando por ti”.

Ryan vaciló antes de preguntar: “¿Te dio su nombre?”.

“No. Colgué”.

“No debiste haber hecho eso. Pudo haber sido una clienta”.

“Estaba borracha, Ryan. Y era personal, era evidente por su voz”.

Parecía que Ryan no sabía qué decir.

Riley repitió la pregunta, “¿Estás saliendo con alguien más?”.

“L-lo siento”, tartamudeó Ryan. “No sé cómo encontró tu número. Debe ser un error”.

“Es que es obvio que hubo un error”, pensó Riley.

“No estás respondiendo mi pregunta”, dijo.

Ryan estaba empezando a sonar enfadado.

“¿Y qué si estoy saliendo con alguien más? Riley, nunca llegamos a un acuerdo que seríamos exclusivos”.

Riley quedó pasmada. No, no recordaba haber hecho ningún acuerdo de ese tipo. Pero, aún así...

“Solo supuse que...”, comenzó.

“Tal vez supusiste lo que no debiste”, interrumpió Ryan.

Riley trató de mantener la calma.

“¿Cuál es su nombre?”, preguntó.

“Lina”.

“¿Es serio?”.

“No lo sé”.

El teléfono estaba temblando en la mano de Riley.

Ella dijo: “¿No crees que es hora de que te decidas?”.

En ese momento cayó un silencio.

Finalmente, Ryan dijo: “Riley, he tenido la intención de hablar contigo sobre esto. Necesito un poco de espacio. Todo esto de ser una familia… Pensé que estaba preparado, pero no es así. Quiero disfrutar de mi vida. Deberías tomarte un tiempo para disfrutar de la tuya también”.

Riley oía un tono demasiado familiar en su voz.

“Está de mujeriego de nuevo”, pensó.

Estaba disfrutando de su nuevo romance, alejándose de Riley y su familia. Se había visto muy cambiado recientemente, más comprometido y responsable. Debió haberse dado cuenta desde el principio que no duraría. No había cambiado en absoluto.

“¿Qué vas a hacer ahora?”, preguntó.

Ryan parecía estar aliviado de estar expresando sus sentimientos.

“Mira, todo esto de estar yendo y viniendo de tu casa y la mía no está funcionando. Se siente demasiado temporal. Creo que lo mejor es que me vaya”.

“April va a estar molesta”, dijo Riley.

“Lo sé. Pero resolveremos las cosas. Seguiré pasando tiempo con ella. Y estará bien. Ha pasado por cosas peores”.

La volubilidad de Ryan estaba enojando a Riley cada vez más. Sentía que estaba a punto de estallar.

“¿Y qué de Jilly?”, dijo Riley. “Está muy encariñada contigo. Cuenta contigo. La ayudas con un montón de cosas, como su tarea. Ella te necesita. Está pasando por tantos cambios, y es difícil para ella”.

Hubo otra pausa. Riley sabía que Ryan estaba a punto de decir algo que en realidad no le iba a gustar.

“Riley, Jilly fue tu decisión. Te admiro por ello. Pero yo nunca decidí asumir esa responsabilidad. Una adolescente con problemas es demasiado para mí. No es justo”.

Por un momento, Riley estaba demasiado furiosa que ni podía hablar.

Ryan había vuelto a su hábito de solo preocuparse por sus propios sentimientos.

Todo esto era inútil.

“Ven a buscar tus cosas”, dijo ella con los dientes apretados. “Asegúrate de venir cuando las chicas estén en la escuela. Quiero que te lleves todas tus cosas tan pronto como sea posible”.

Ella colgó el teléfono.

Se levantó de su escritorio y se paseó por la habitación, hirviendo de rabia.

Anhelaba alguna forma de drenar su rabia, pero no había nada que pudiera hacer ahora mismo. Sabía que le esperaba una noche de insomnio.

Pero mañana sí que podría hacer algo para drenar todo lo que estaba sintiendo.

 

 

 

CAPÍTULO CUATRO

 

Riley sabía que se aproximaba un ataque, y que sería de cerca. Podría venir de cualquier parte de estos espacios laberínticos. Caminó cuidadosamente por un pasillo estrecho del edificio abandonado.

Pero los recuerdos de la noche anterior seguían invadiendo su mente…

“Necesito un poco de espacio”, le había dicho Ryan.

“Todo eso de ser una familia… Pensé que estaba preparado para ello, pero no es así. Quiero disfrutar de mi vida”.

Riley estaba enojada. Su enojo no era solo con Ryan, sino consigo misma por permitir que tales pensamientos la distrajeran.

“Concéntrate”, se dijo a sí misma. “Tienes que derribar a un hombre malvado”.

Y la situación era sombría. La colega más joven de Riley, Lucy Vargas, ya había sido herida. El compañero de Riley, Bill Jeffreys, se había quedado con ella. Los dos estaban en una esquina detrás de Riley, manteniendo a raya los tiradores que se aproximaban. Riley oyó una ráfaga de tres disparos del rifle de Bill.

Se le aproximaba el peligro, así que no podía voltearse para ver lo que estaba ocurriendo.

“¿Cuál es tu situación, Bill?”, dijo en voz alta.

Ahora oyó una serie de disparos semiautomáticos.

“Uno menos, faltan dos”, le respondió Bill. “Voy a acabar con estos tipos, ya verás. Y tengo cubierta a Lucy, ella va a estar bien. Sigue adelante. El tipo que está adelante es bueno. Muy bueno”.

Bill tenía razón. Riley no podía ver al tirador que estaba adelante, pero ya le había dado a Lucy, quien era una excelente tiradora. Si Riley no acababa con él, era probable que los mataría a los tres.

Mantuvo su M4 levantada y lista. No había manejado un arma de asalto en mucho tiempo, así que todavía se estaba acostumbrando a su volumen y peso.

Ante ella se extendía el pasillo con todas sus puertas abiertas. El tirador podría estar en cualquiera de esas habitaciones. Estaba decidida a encontrarlo y hacerlo volar antes de que pudiera hacer más daño.

Riley se deslizó por la pared, moviéndose hacia la primera puerta. Esperando que estuviera allí, se alejó de la abertura, alargó el arma y disparó una ráfaga de tres asaltos adentro. El arma se sacudió fuertemente en sus manos. Luego se colocó delante de la puerta y disparó otra ráfaga de tres disparos. Esta vez presionó la culata contra su hombro, absorbiendo el retroceso.

Ella bajó su arma y vio que la habitación estaba vacía. Se dio la vuelta para asegurarse de que el pasillo aún estuviera despejado y se quedó allí por un momento considerando su siguiente movimiento. Además de ser peligroso, verificar sala por sala de esta forma la haría desperdiciar munición valiosa. Pero, en este momento, parecía no tener otra opción. Si el tirador estaba en una de esas habitaciones, estaba a punto de matar a quien tratara de pasar por la puerta abierta.

Se detuvo por un momento para verificar sus propias reacciones físicas.

Estaba agitada y nerviosa.

Su corazón latía con fuerza.

Estaba respirando fuerte y rápidamente.

Pero ¿era por adrenalina o por la ira de la noche anterior?

Recordó una vez más…

“¿Y qué si estoy saliendo con alguien más?”, había dicho Ryan.

“Riley, nunca llegamos a un acuerdo de que seríamos exclusivos”.

Él le había dicho que el nombre de la mujer era Lina.

Riley se preguntó qué edad tenía.

Probablemente era demasiado joven.

Las mujeres de Ryan siempre eran demasiado jóvenes.

“Maldita sea, ¡deja de pensar en él!”. Estaba reaccionando como una novata estúpida.

Tuvo que recordarse a sí misma quién era ella. Era Riley Paige, y era respetada y admirada por todos.

Tenía años de formación y trabajo de campo.

Había pasado por muchas situaciones difíciles. Había quitado vidas y había salvado vidas. Siempre mantenía la calma ante el peligro.

Entonces ¿cómo podía dejar que Ryan la afectara así?

Se sacudió físicamente, tratando de sacar las distracciones de su cabeza.