Más allá del equinoccio
de primavera
Natsume Sōseki
Traducción del japonés a cargo de
Yoko Ogihara y Fernando Cordobés
Soseki, Natsume
Nació en 1867 cerca de Edo (actual Tokio). En 1900 se le concede una beca del gobierno y se le envía a Inglaterra. Regresa a Japón en 1902 para enseñar en la Universidad Imperial de Tokio. La fama le llegará con la publicación en 1905 de «Soy un gato». En 1906 aparecerá «Botchan» (Premi Llibreter, 2008), que se convierte automáticamente en un best-seller. «Sanshiro» (1908, Impedimenta, 2009) está considerada la novela puente entre sus dos obras capitales. «Más allá del equinoccio de primavera» (Impedimenta, 2018) es su novela inédita, un auténtico tapiz sobre la Era Meiji.
Título original: 彼岸過迄 (Higan Sugi Made)
Edición en ebook: noviembre de 2018
Copyright de la traducción © Yoko Ogihara y Fernando Cordobés, 2018
Copyright de la presente edición © Editorial Impedimenta, 2018
Juan Álvarez Mendizábal, 34. 28008 Madrid
www.impedimenta.es
La traducción de este libro se rige por el contrato tipo propuesto por ACE Traductores.
Diseño de colección y dirección editorial: Enrique Redel
Maquetación: Daniel Matías
Corrección: Ane Zulaika y Belén Castañón
Composición digital: leerendigital.com
ISBN: 978-84-17115-97-5
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La novela inédita del maestro de la literatura japonesa, autor de «Botchan», «Soy un gato» y «Kokoro». Un tapiz sobre la Era Meiji, pleno de sutileza y belleza.XX.
«Natsume Sōseki es el autor japonés más representativo e influyente del siglo XX. Una figura de estatura nacional.»
Haruki Murakami
«Los personajes de Sōseki nos ofrecen una nueva definición de lo que es el humanismo. Es el máximo representante de los escritores japoneses del último siglo.»
Kenzaburo Oe
Más allá del equinoccio de primavera
Keitaro, un joven recién graduado, un típico antihéroe sosekiano, ve cómo su vida se derrumba a su alrededor tras acabar sus estudios. Inmerso en la búsqueda de su primer empleo, está rodeado de personas con sus propias excentricidades y ricas historias personales que tienen mucho que enseñarle, aunque tiene poco que aportar aparte de la capacidad de escuchar: Morimoto, el joven aventurero que siempre tiene un relato para contar; Sunaga, un chico en problemas cuya conmovedora historia se convierte en el epicentro de la novela; Taguchi, el tío de Sunaga; Matsumoto, otro tío, un zángano de clase alta; y Chiyoko, la prima de Sunaga que, aparentemente, es la causa de todas sus desgracias.
Índice
PORTADA
MÁS ALLÁ DEL EQUINOCCIO DE PRIMAVERA
PREFACIO
MÁS ALLÁ DEL EQUINOCCIO DE PRIMAVERA
DESPUÉS DEL BAÑO
EN LA PARADA DEL TRANVÍA
EL INFORME
UN DÍA DE LLUVIA
LA HISTORIA DE SUNAGA
LA VERSIÓN PARA MATSUMOTO
CONCLUSIÓN
GLOSARIO
SOBRE ESTE LIBRO
SOBRE NATSUME SŌSEKI
CRÉDITOS
ÍNDICE
Si debo confesarles la verdad a mis lectores, diré que esta novela debería estar publicada desde el pasado mes de agosto. Una persona considerada, amable y preocupada por mí me desaconsejó ponerme a trabajar justo después de una grave enfermedad y, por si fuera poco, en una época del año tan calurosa. Le hice caso. Aproveché para pedir dos meses extra de vacaciones, pero, después de ese tiempo, en los meses de octubre, noviembre y diciembre, tampoco me sentí con fuerzas para retomar la pluma y no publiqué nada. Vivir de un modo tan desordenado no es algo que me resulte cómodo. Desatendía el trabajo, tenía la impresión de estar en la playa frente a un mar en el que una amenazante ola que ya había empezado a romper crecía por momentos.
Cuando decidí ponerme a escribir en Año Nuevo, me vi capaz de aliviar el peso del deber que llevaba sobre las espaldas, y eso me alegró más que el hecho de dar salida de una vez a aquello que había estado tanto tiempo retenido en mi interior. No obstante, reflexionar sobre cómo enfrentarme de un modo eficaz a ese deber largamente abandonado me provocó, una vez más, dolor.
Como no había escrito nada desde hacía tiempo, me sentía en la obligación de crear algo digno. A eso debo añadir mi necesidad de recompensar de alguna manera a quienes se habían ocupado de mi salud y de otros asuntos con tanta generosidad. De igual modo, quería resarcir a mis lectores, que me siguen día a día casi como si fuese una tarea. Por todo ello, imploro al cielo para que el resultado de mi esfuerzo sea digno. Pero solo por implorar no voy a alcanzar esa dignidad que tanto deseo para mi obra. Por mucho afán que dedique a escribir una buena novela, soy incapaz de predecir el resultado, sea cual sea. No puedo, por tanto, atribuirle un valor a la recompensa que ha supuesto para mí este descanso tan prolongado, y ahí es donde se oculta ese dolor que me persigue.
Ahora que se publica esta obra me gustaría contarles algo. No se trata de un intento de explicar sus peculiaridades, su argumento, mi opinión sobre ella. No soy un escritor naturalista, la verdad, ni un simbolista. Tampoco soy un neorromántico, de esos que están tan de moda últimamente. No creo que mi obra tenga un color fijo y determinado como sucede con la de quienes profesan fidelidad a esas corrientes literarias. No creo que los lectores deban verla bajo ese prisma y, en lo que a mí concierne, no siento necesidad alguna de sustentarme en una confianza basada en esos preceptos. Mi única convicción es que yo soy yo por el hecho de ser como soy. Me da igual no tener la etiqueta de escritor naturalista o simbolista.
Tampoco me gusta pregonar a los cuatro vientos que mi obra es nueva u original. En nuestro tiempo, aquellos a quienes podría considerar novedosos sin entrar en demasiadas profundidades serían Mitsukoshi, los americanos y algunos autores e incluso críticos pertenecientes al mundillo literario.
No quiero que mi obra se convierta en una especie de marca vacía arropada por palabras igualmente vacías, tan abundantes en la esfera literaria. Tan solo deseo escribir algo propio. Me da miedo obtener un resultado que los lectores consideren penoso, una obra por debajo de sus expectativas, por debajo del nivel que me presuponen, no desplegar la suficiente destreza, permitir que el orgullo nuble mi buen juicio.
Si calculo el número de lectores del diario Asahi en sus ediciones de Tokio y Osaka, alcanza un total de más de cien mil personas. De todos ellos, no sé cuántos me leen a mí, pero a buen seguro la mayoría no ha tenido la oportunidad de introducirse en los vericuetos de la literatura. Me los imagino viviendo tranquilamente mientras se deleitan con los placeres de la naturaleza, como haría cualquiera, por otra parte. Me siento afortunado de tener la oportunidad de publicar para personas ilustradas. El título de esta novela es, en realidad, insustancial. Si me decidí por él, fue por el simple hecho de haber empezado a escribirla en Año Nuevo con el objetivo de terminarla en el equinoccio de primavera. Desde hace algún tiempo soy de la opinión de que los relatos publicados por entregas en un periódico terminan, por alguna razón, hilándose en el contexto más amplio de una novela. No obstante, a día de hoy no he tenido ocasión de argumentar sólidamente esa suposición, de manera que si mi habilidad me lo permite volveré a proceder del mismo modo. Es importante matizar, sin embargo, que una novela no es como el diseño de un arquitecto, y por muy mala que sea debe tener acción, un desarrollo. En mi caso, como autor, pienso que si se dan situaciones que no avanzan como me gustaría es porque en la vida real aparecen también obstáculos que impiden que esta avance y se desarrolle como nos gustaría. Pero todas esas cuestiones están relacionadas con el futuro y no puedo dilucidar nada sobre ellas en este momento. Si no logro ser consecuente con mis planteamientos y el resultado de esta obra no es el esperado, al menos estará compuesta, creo, por relatos que ni se unen ni tampoco se separan. En ese sentido, al menos, no creo que haya demasiados problemas.
[1]* Prefacio publicado en el diario Asahi en enero de 1912.