1 Islandia ha tenido que nacionalizar dos de sus tres bancos más importantes, tiene una inflación del quince por ciento y cuenta con una moneda, la corona, cuyo valor ha bajado el sesenta por ciento en un año. ¿Cómo ha podido ocurrir? Los expertos lo atribuyen a varios factores. Uno de ellos es la política de su Banco Central, que había situado los tipos de interés incluso por encima del quince por ciento. En una economía pequeña, como la islandesa, el dinero caro atraía a los especuladores, a la vez que animaba a las empresas del país y a los particulares a pedir préstamos en países con tipos más bajos. Con el derrumbe provocado por la crisis mundial, la rueda endeudamiento/inversión se ha parado. A finales de 2007, los activos bancarios equivalían al ochocientos por ciento del PIB islandés y se extendían a Reino Unido y los países bálticos, entre otros. Para salir de esta situación, Islandia cuenta con una reserva de divisas muy pequeña; y como nadie quiere una moneda nacional como la corona —en tiempo de crisis—, el Gobierno no puede organizar un plan de rescate y se ve obligado a pedir financiación urgente en el extranjero.
CUADERNOS
DE HORIZONTE
Crónicas de Islandia
El mejor país del mundo
JOHN CARLIN
Título de esta edición:
Crónicas de Islandia.
El mejor país del mundo
Primera edición en
LA LÍNEA DEL HORIZONTE EDICIONES:
marzo de 2016
© de esta edición:
LA LÍNEA DEL HORIZONTE EDICIONES:
www.lalineadelhorizonte.com info@lalineadelhorizonte.com
© del texto: John Carlin
© de la maquetación y el diseño gráfico:
Víctor Montalbán | Montalbán Estudio Gráfico
© de la maquetación digital: Valentín Pérez Venzalá
Imagen de cubierta:
Agurtxane Concellón
ISBN EPUB:978-84-15958-41-3 | IBIC: WTL; IDNC
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PRÓLOGO
I
EL PAÍS MÁS SEGURO DEL MUNDO
EL SOL DE MEDIANOCHE
LO MEJOR DE EUROPA Y ESTADOS UNIDOS
UNA TRIBU SIN COMPLEJOS
EL LABORATORIO HUMANO
II
PARTIDA PERDIDA, BOBBY
LA BUENA VIDA
EL PRIMERO EN CAER
III
AURORA BOREAL
Notas
He vivido en nueve países y trabajado como periodista en más de cincuenta. Por eso será que la gente me pregunta con cierta frecuencia cuál es mi favorito. Mi respuesta es que siento ternura por Argentina, donde me crié; pasión por Sudáfrica, donde viví los años más emocionantes; amor por España, donde nació mi madre; y afinidad por Gran Bretaña, donde nací e hice mis estudios. Pero el país que más me ha deslumbrado, aunque nunca haya vivido ahí, ni tenga con él el más mínimo vínculo familiar, es Islandia.
Pienso en Islandia y me brillan los ojos. Como sociedad representa la cima de la evolución humana. Como individuos, los islandeses son gente dura y encantadora, culta y campechana, muchas veces brillante pero siempre con los pies en la tierra. Su tierra, un lugar hostil y bello a la vez, frío, rocoso y rodeado de mar, bañado en una luz especial, única, mágica. Y encima se come de maravilla.
Estoy generalizando a lo grande. Si queréis saber más, si queréis conocer a los islandeses y sus paisajes y el equilibrio social casi perfecto que han conquistado os ofrezco esta pequeña serie de artículos que he escrito a lo largo de los últimos diez años. Fui por primera vez en 2006 atraído por un dato: según Naciones Unidas Islandia tenía la mejor calidad de vida de cualquier país del mundo. Vi con mis propios ojos que era verdad. También vi las secuelas de la crisis económica que en 2008 azotó al mundo occidental. Islandia fue el primero en caer en el pozo pero también, gracias al ingenio y pragmatismo de su gente, el primero en salir. Esto fue, en buena parte, gracias al papel protagónico que tuvieron las mujeres en la tarea de reconducir la economía del país. Hace poco me enteré de otro dato sobre Islandia que no me sorprendió: que es el mejor país del mundo para ser mujer.
En un mundo contemporáneo tan revuelto y confuso, con tanta desigualdad, violencia y miedo, Islandia ofrece un oasis de calma y un modelo a seguir. El partido político que aspire a imitar lo que han hecho los islandeses tiene mi voto.
Espero que las palabras que he escrito os convenzan, o al menos lo suficiente para animaros a ir para allá y verlo con vuestros propios ojos. Una recomendación, eso sí: ir en verano, no solo para no pasar frío sino para poder ver la imagen de Islandia que tendré grabada para siempre en la retina: la puesta de sol sobre el océano a la una y cuarto de la mañana y, dos minutos después (sí, dos minutos), el amanecer.
Londres, enero de 2016