Para construir

un nuevo mundo,

Violet debe destruir su pasado.

 

 

La Sociedad de la Llave Negra está preparando su ataque contra la realeza. Violet se encuentra en medio de esta guerra, pero ella arriesga algo mucho más personal: la Duquesa del Lago tiene a su hermana Hazel como prisionera. Violet tendrá que hacer todo lo posible por regresar a la Joya para salvar la vida de su hermana y el futuro de la Ciudad Solitaria.

¿Quién ganará la batalla final?

 

 

“Ewing combina con audacia distintos géneros”.

Kirkus Reviews

“La ambientación de la historia es interesante: una sociedad matriarcal decadente que dará mucho que pensar, y una gran narración”.

VOYA

 

 

Para Faeta,

te extraño todos los días.

Uno

El pantano apesta muchísimo cuando llueve.

Raven y yo estamos apiñadas bajo un árbol moribundo del lado exterior de los muros de la Puerta Sur. Las gotas gordas de lluvia caen con fuerza sobre las capuchas de nuestros abrigos, suavizan la tela áspera y convierten la tierra dura que tenemos bajo los pies en lodo suave que succiona nuestras botas.

La lluvia no me molesta. Quiero sacarme la capucha y dejar que el agua me salpique las mejillas. Quiero unirme a ella y sentirme caer del cielo en millones de pedacitos. Pero ahora no es momento de conectarse con los elementos. Tenemos trabajo que hacer.

Esta es la tercera vez que venimos a la Puerta Sur en los últimos meses, desde que se llevaron a Hazel. Como la fecha de la Subasta se adelantó de octubre a abril, los miembros de la Sociedad de la Llave Negra –la fuerza rebelde local de la Ciudad Solitaria, liderada por Lucien– estuvo trabajando sin parar para sumar más personas a nuestra causa, almacenar armas y explosivos e infiltrar las fortalezas reales en los círculos más alejados.

Pero nada de eso importa si la realeza permanece escondida, acurrucada detrás del muro inmenso que rodea la Joya. Ahí es donde nosotras entramos en juego. Las sustitutas somos más fuertes cuando trabajamos juntas, y necesitaremos a todas las chicas que podamos reunir para hacer pedazos esa muralla gigante. Para quitarle a la realeza su protección principal. Para dejar entrar a todos a la Joya.

Raven y yo viajamos a los cuatro centros de retención, junto a otras sustitutas que Lucien salvó de la Joya: Sienna, Olive e Indi. La Puerta Norte fue la peor: todo de hierro frío y pisos de piedra, uniformes aburridos y ningún artículo personal permitido. No sorprende que Sienna odiara tanto el lugar. No le gustó volver ahí tampoco, pero necesitábamos una sustituta que conociera las instalaciones y a las chicas.

Les estuvimos mostrando la verdad a algunas por vez, las ayudamos a acceder a los elementos y así las transformamos en algo más. Raven tiene una habilidad única e intangible: puede acceder a un lugar especial, un acantilado frente al océano, y puede llevar a otros con ella también. Es un punto de ensueño, mágico, donde las chicas como nosotras crean una conexión instantánea con los elementos. Estuve ahí en estos meses más veces de las que puedo contar.

Debemos ser cuidadosas con quienes elegimos: solo las chicas que van a la Subasta, las que van a estar en los trenes que ingresan a la Joya. Lucien nos consiguió las listas.

No hay una puerta escondida que lleve a la Puerta Sur, como en la casa de acompañantes de Ash, ni soldados que merodeen por ahí, tampoco. La Puerta Sur es una fortaleza en medio de un mar de ranchos de ladrillos hechos de lodo. El Pantano es incluso más triste de lo que recordaba. El olor sulfuroso del lodo que tengo bajo los pies; los árboles raquíticos, tristes; los hogares destartalados… Todo transmite pobreza de una forma que nunca había entendido de verdad, hasta que viví en la Joya.

Ni el Humo ni la Granja son tan terribles como esto. La injusticia aquí es como una bofetada. Gran parte de la población de la Ciudad Solitaria vive en la miseria y a nadie le importa. Peor, nadie lo sabe en realidad. ¿Qué saben los ciudadanos del Banco o el Humo sobre el Pantano? Es un lugar lejano donde viven las personas que les palean el carbón o les limpian las cocinas o les manejan los telares. No es real para ellos. Es como si no existiera.

–Nos falta mostrarles los elementos a apenas tres chicas aquí –dice Raven–. En unos días volvemos a la Puerta Oeste.

Volvió a llevar el cabello corto y los ojos le brillan como fuego negro bajo la capucha. No es la misma Raven que dejó conmigo este centro de retención en octubre para ir a la Subasta, ni es la cáscara vacía en la que la Condesa de la Piedra la había convertido tras tanta tortura cuando la rescaté de la Joya. Está en algún lugar en el medio. Tiene pesadillas sobre el tiempo que pasó encerrada en una jaula dentro de los calabozos del palacio de la Piedra. Todavía oye partes de los pensamientos o sentimientos de las personas –susurros, los llama ella–, un efecto secundario de los cortes sucesivos que le hizo el doctor de la Condesa en el cerebro.

Pero le volvió la risa y la inteligencia, en especial cuando habla con Garnet. Y entrena todos los días con Ash, y así empezó a fortalecer el cuerpo débil, hasta que su figura delgada se volvió saludable y fuerte.

Levanta la mirada al muro inmenso que está sobre nosotras. Treparlo nunca fue una opción. La superficie de piedra es perfectamente lisa, sin grietas ni rajaduras de donde sostenerse. Pasamos horas sentadas en la mesa del comedor con Sil debatiendo las mejores maneras de meternos en los centros de retención. Al final, fue Sienna quien tuvo la idea. No podemos pasar por arriba de los muros ni atravesarlos (al menos, sin atraer atención para nada deseada).

Pero podemos pasar por debajo.

El poder de los elementos se volvió más fuerte en mí durante los últimos meses. Ella está más fuerte también, así como Indi, la sustituta de la Puerta Oeste. Sienna puede conectarse con la Tierra y el Fuego; Indi, solo con el Agua. Hasta ahora, ninguna otra sustituta, además de Sil y yo, tiene el poder de acceder a los cuatro elementos. Olive, la chiquita de rulos de la Puerta Este, es la única que todavía tiene dificultades para usar los elementos con los que se conecta, el Aire y el Agua. Es la única de nosotras que todavía usa los Augurios. Y es la única persona de la Rosa Blanca que tiene algo bueno para decir de la realeza.

Pero Olive, Indi, Sienna y Sil están lejos, en la casa de ladrillos rojos de la granja que ahora llamo hogar. Es probable que estén durmiendo ahora, cómodas en las camas tibias, seguras en el bosque salvaje que protege la Rosa Blanca.

–¿Violet? –pregunta Raven.

Asiento con la cabeza.

–Estoy lista –digo cerrando los ojos.

Conectarse con la Tierra es tan fácil como sumergirse en un baño caliente. Me transformo en la Tierra; dejo que el elemento me llene hasta que nos volvemos una unidad. Siento las capas de tierra bajo los pies, un peso en el pecho. Lo único que necesito hacer es dar una orden, y la tierra responde.

Cava, pienso.

La tierra en el Pantano es diferente a la de la Granja; es áspera, fina e insalubre. El martilleo de la lluvia tapa el sonido de la tierra que se agrieta bajo nuestros pies. Llego más lejos con la mente y le pido a la tierra que cave un túnel en sí misma de más, más, más profundidad, hasta que siento el suelo suave y color café oscuro. Creo un pasaje con facilidad; la Tierra está más que feliz de satisfacer mis necesidades. Cuando me raspo con piedra, sé que he llegado al fondo de los cimientos del muro. Empujo mi túnel más abajo; el muro es grueso y debo asegurarme de pasarlo.

Es una sensación tan extraña… estar tan consciente del túnel y a la vez estar físicamente sobre el suelo. Como si tuviera dos pares de ojos, manos, orejas, orificios nasales. Me pregunto si se parece un poco a la manera en que se siente Raven cuando oye los susurros, cuando tiene los pensamientos de otra persona en la cabeza junto a los propios. Me doy cuenta de que la piedra queda atrás y no hay más que luz y tierra sobre mí. Mi túnel trepa, la Tierra y yo cavamos un espacio juntas hasta que, con un estallido pequeño, salimos del lodo al patio que está del otro lado de este muro.

Una vez que el trabajo está terminado, me desconecto del elemento y abro los ojos.

Raven me está mirando, preocupada.

–Tu rostro se vuelve tan extraño cuando haces eso, ¿sabes?

–A Ash le parece hermoso. Inquietante, dice, pero hermoso.

Pone los ojos en blanco.

–A Ash le parece hermoso todo sobre ti.

De todas las personas que dejamos atrás en la Rosa Blanca, es probable que Ash sea el único que esté despierto ahora. Aunque hicimos esto tantas veces, en los cuatro centros de retención, todavía se preocupa. Lo imagino en nuestro entrepiso mirando los listones del techo del establo, preguntándose dónde estamos, si lo logramos, si nos van a capturar, cuándo volveremos a casa.

Pero no debo pensar en cómo Ash se preocupa por mí. Bajo la vista al túnel oscuro.

–Vamos –digo.

El túnel es angosto; el ancho nos permite entrar de a una por vez. Es imposible asirse de la tierra que se despedaza, así que Raven y yo nos dejamos deslizar por las paredes resbaladizas hasta que llegamos al fondo.

Tras lo que parecen unos tres metros bajo el muro, quedamos cubiertas por la oscuridad total durante un minuto y luego estamos del lado de la Puerta Sur, con la vista hacia arriba, hacia el túnel que lleva al patio. Parecen kilómetros desde este punto de vista.

Subimos con dificultad y salimos al patio de la Puerta Sur, cubiertas de lodo y sin aliento.

Aquí es donde está el verdadero peligro. Fuera, en las calles del Pantano, nadie nos reconocería jamás, con excepción de nuestros familiares directos. Nadie nos ha visto desde los doce años. La familia de Raven está lejos, al este, y la mía, al oeste, pero solo queda mi madre para reconocerme. Mi hermano, Ochre, es parte de la Sociedad ahora, porque trabaja en la Granja. Y a mi hermana, Hazel, se la llevó la Duquesa del Lago para reemplazarme.

No. No tengo que pensar en Hazel ahora. No tengo tiempo para distraerme. Haré esto por ella. Para salvarla. Para salvar a todas las sustitutas.

De todos modos, es imposible no preocuparse. Lucien dijo que la Duquesa hizo un arreglo con el Exetor. Un compromiso. Entre el hijo del Exetor y la futura hija de la Duquesa. Dijo que la sustituta –mi Hazel– está embarazada.

Y si eso es cierto, entonces Hazel está muerta. El parto mata a las sustitutas.

No. Sacudo la cabeza y miro a Raven. Ella estaba embarazada cuando la rescaté de la Joya en diciembre. Sobrevivió. Hazel va a sobrevivir también. Voy a asegurarme de eso.

Pero ahora tengo que concentrarme en la tarea que estoy haciendo.

El edificio se alza, imponente, frente a nosotras; un contorno rígido en medio de la lluvia. Parece más pequeño que cuando vivía aquí, aunque quizá sea porque pasé mucho tiempo entre los palacios inmensos de la Joya. Además, la Puerta Sur es el centro de retención más pequeño. La Puerta Norte era enorme. Incluso la Puerta Oeste y la Puerta Este son más grandes que esto. La Puerta Oeste tiene un jardín gigante alrededor y un solárium en el centro. En realidad, es bastante lindo.

–Vamos –susurra Raven. Bordeamos el montón de tierra que removí para hacer el túnel (la voy a reponer cuando nos vayamos, para no dejar rastros) y nos dirigimos al invernadero.

La estructura de vidrio brilla en la lluvia; nos escabullimos dentro y nos quitamos las capuchas. Raven se sacude el cabello y recorre el lugar con la mirada.

–¿Llegamos temprano?

Tomo el reloj de bolsillo de Ash. Treinta segundos para la medianoche.

–Ellas vendrán –digo. Hace calor dentro del invernadero, el aire está pesado por el aroma a cosas que crecen: tierra, raíces y flores. La lluvia golpetea suavemente mientras Raven y yo esperamos.

Exactamente cinco segundos después de la medianoche, percibo unas figuras encapuchadas que se apresuran a través del patio. Luego, la puerta del invernadero se abre y el grupo de chicas que estábamos esperando entra en tropel.

–¡Violet! –susurran algunas mientras corren a saludarnos a Raven y a mí.

Amber Lockring da un paso adelante mientras se quita la capucha; los ojos le brillan.

–Justo a tiempo –dice, sonriente.

–Cinco segundos tarde, en realidad –aclara Raven.

Amber no era nuestra amiga aquí, aunque vivía en nuestro piso. Raven confesó que ella había dicho que yo era un bicho raro el primer día que pasé en la Puerta Sur y Raven le dobló el brazo detrás de la espalda hasta que Amber dijo que lo sentía. Nunca se gustaron después de eso. Cuando recibimos la lista de las chicas que irían a la Subasta, Raven eligió a Amber de inmediato para que fuera la primera a la que le reveláramos este secreto. Cuando le pregunté por qué, achicó los ojos y dijo: “Odia a la realeza tanto como yo. Y era la única chica de nuestro piso, además de mí, que usaba pantalones”.

Tuve que sonreír ante eso. Si no se hubieran odiado tanto, tal vez habrían sido amigas.

–¿Las trajiste? –pregunto.

Amber señala con orgullo a las figuras todavía apiñadas cerca de la puerta; tres chicas con una expresión de miedo y sospecha en el rostro.

–Tawny, Ginger y Henna. Son las últimas. Somos todas las que vamos a la Subasta.

Hago un recuento rápido. Solo nueve de setenta y siete chicas de la Subasta de este año son de la Puerta Sur. Y están delante de mí ahora.

–¿Las vio alguien? –pregunta Raven.

Amber resopla.

–No. Claro que no. Hice esto antes, ¿sabes?

–Gran trabajo –digo.

–¿Listas? –pregunta Raven entre dientes.

Doy un paso adelante.

Es tiempo de mostrarles a estas chicas quiénes son en realidad.

Dos

Pero antes de tener la oportunidad de abrir la boca, me interrumpen.

–Violet… ¿qué…? –Ginger me mira, boquiabierta. Es la más adulta de las tres chicas nuevas, tiene el cabello color zanahoria y hombros anchos–. ¿Qué haces aquí? –direcciona la mirada hacia Amber–. ¿Qué hace ella aquí? ¡Te dije que no quería meterme en líos!

–Deja de quejarte –dice Amber–. Te elegimos por una razón. ¿No quieres saber por qué?

Amber es un poco matona, pero fue una perfecta primera opción. Ninguna de las chicas quiere discutirle nunca y ella tiene bien claro cómo convencerlas.

–¿No se supone que estás en la Joya? –pregunta Tawny. Tiene quince años, y unos ojos de liebre que están tan grandes en este momento que es como si le ocuparan la mitad del rostro.

–Estaba –respondo–. Pero ahora estoy aquí para ayudarlas.

–¿Ayudarnos? –pregunta Henna. Es una cosita de piel rojiza y cabello negro rizado. Hay algo en ella que me recuerda a Hazel, y siento un pellizco en el corazón. No parece asustada ni confundida, sino curiosa–. ¿Cómo?

–Ya lo verán –dice una linda pelirroja llamada Scarlet mientras la abraza–. Es increíble.

–Estuvimos practicando –comenta Amber–. Scarlet hizo un remolino en una de las bañeras la otra noche. Yo hice un tornado pequeñito en la palma de mi mano, como el que me mostraste la primera vez que viniste.

–Estupendo –respondo, al mismo tiempo que Ginger interrumpe.

–¿Scarlet hizo qué cosa?

–Más vale que nadie las descubra –dice Raven.

Amber le lanza una mirada engreída.

–Somos cuidadosas.

Hubiera pensado que hacer que tantas chicas se abrieran a los elementos en un mismo lugar sería peligroso, volátil. Pero hasta ahora resultó al revés. Me di cuenta por primera vez gracias a Indi y Olive. No tuvieron ese sueño irregular, destructivo que tuve yo cuando pasé de ser sustituta a algo más, porque Sienna, Sil y yo estábamos ahí. Pareciera que cuántas más de nosotras estamos juntas, más fácil resulta mantener los elementos bajo control. Como si nos sostuviéramos unas a otras.

Tenemos suerte. De otra forma, alguna pobre chica habría destruido la habitación sin quererlo mientras dormía. Sería difícil de explicar a las cuidadoras.

–Bueno, ¿qué está pasando? –pregunta Ginger mientras se cruza de brazos–. ¿Cómo llegaste aquí? ¿Por qué no estás en la Joya? ¿Por qué nos sacaste a rastras de la cama en medio de la noche?

–Sabía que ella sería la peor –me dice Amber entre dientes. Raven ríe por lo bajo.

Tomo un respiro profundo y empiezo a explicar. Es una historia que conté muchas veces y la relato de forma bastante concisa. Les cuento sobre lo que significa ser sustituta, sobre las cadenas, la pistola estimulante, las humillaciones de verse forzada a actuar frente a la realeza. Cómo nos tratan como objetos, como mascotas. Les cuento sobre Dahlia, a quien la Duquesa del Lago asesinó por ninguna otra razón que rencor. Les cuento sobre Raven, cómo la Condesa de la Piedra le hacía cortes en el cerebro. Raven se adelanta en ese punto.

–Todavía se sienten –dice mientras se acerca a Ginger para que le toque la cabeza.

–¿Qué cosas se sienten? –pregunta ella.

–Las cicatrices.

El cráneo de Raven está tan lleno de cicatrices que apenas la chica lo toca, retrocede.

–Violet me salvó la vida –dice con un tono monótono. Mete la mano en el bolsillo de la camisa y toma las fotos. Esta es mi parte menos preferida–. De otra forma, habría terminado así. Y así van a terminar ustedes si las venden el Día de la Subasta.

Mantengo la mirada en un rizo solitario a un costado de la frente de Henna. Odio esas fotos. Agradecí cuando Raven se ofreció a estar a cargo de mostrarlas. Creo que ella sabía cuánto me dolería verlas.

Son cuatro chicas, todas muertas, los labios azules, la piel amarillenta. Tienen los ojos cerrados, pero tienen unas cicatrices con forma de V en el pecho. Lucien me dijo que había veces que, si un doctor estaba particularmente interesado, se hacía una autopsia. No para determinar la causa de muerte… ya la conocen, sino para saber cómo somos por dentro. Solo porque somos diferentes.

Henna da un grito ahogado. Tawny mira hacia otra parte. Ginger se adelanta.

–¿Son…? ¿Son reales? –pregunta.

–¿Esa es Verdant? –Henna vuelve a quedarse sin aire. Todas las fotos son de chicas de los centros de retención–. A Verdant la vendieron en la Subasta anterior a la mía.

No necesita otra respuesta más que la expresión que Raven y yo tenemos en el rostro. Ginger da un paso atrás, el rostro lleno de horror.

–Nos dijeron que la realeza nos cuidaría –dice–. Ellos… Patience dijo…

–Patience mintió –repongo.

–Este es el destino de todas las sustitutas que fueron a la Subasta –explica Raven–. El parto nos mata, si no nos encuentra primero otra Casa real. Pero por primera vez en nuestra historia, las sustitutas tienen una oportunidad de hacer algo al respecto.

Extiendo la mano y le toco el hombro a Raven.

–Guárdalas –digo–. Lo entienden.

Tawny pestañea para sacarse las lágrimas.

–Pero ¿por qué? Nosotras los ayudamos. Les damos bebés. ¿Por qué… por qué nos matan?

–Nuestras muertes no son más que una consecuencia secundaria –explico–. El resultado de un embarazo antinatural. No sabemos bien por qué llevar un niño real en el vientre causa la muerte. Quizá son los Augurios. Quizá sucede porque no fuimos hechas para llevar niños que no son nuestros. Sea cual sea la causa, para ellos, somos solamente un medio para un fin. Ni siquiera nos consideran personas. No tenemos nombres en la Joya. Nuestras opiniones no importan.

»Pero –continúo– hay personas en esta ciudad que quieren el cambio. Personas que ponen en riesgo la vida para terminar con el control que tiene la realeza sobre nosotras. ¿Por qué nos mantienen separados por muros? ¿Por qué establecen lo que hacemos con nuestras vidas, el lugar donde trabajamos, el dinero que ganamos? ¿Por qué no tenemos ni voz ni voto en la manera en que vivimos?

–Y las sustitutas no son las únicas a las que tratan como si fueran descartables –agrega Raven–. Ahí fuera hay toda una ciudad oprimida.

–Imaginen lo que lograríamos si trabajáramos todos juntos –digo.

–Perdón –interviene Henna levantando la mano como si estuviera en clase–. Dijiste que por fin tenemos la oportunidad de hacer algo al respecto. Pero… estamos encerradas aquí y nos vigilan las cuidadoras. El único poder que tenemos son los Augurios. No veo cómo cambiarle el color a una cosa pueda ser algo útil.

–Llevémoslas al acantilado –dice una morena llamada Sorrel mientras tira de la manga de Raven. Es la más pequeña de todas las chicas del grupo.

–Sí, el acantilado –asiente Scarlet, entusiasmada.

–No puedo creer que sepas sobre esto y no me lo hayas contado –dice Ginger.

Scarlet parece avergonzada.

–No podía. Me pidieron que lo prometiera. Una vez que vayas al acantilado, lo verás… es algo muy peligroso y no hay que hablar de eso. Si alguien se enterara…

–Está bien, basta de charla –digo–. Es hora de mostrarles.

Amber, Scarlet y las otras chicas a las que ya les mostramos los elementos forman un círculo de prisa. Scarlet toma a Ginger de la mano y le pide disculpas con la mirada.

–No te enojes mucho –dice–. Te encantará cuando lo veas.

Raven me aprieta los dedos. Sonrío y cierro los ojos. Me encanta ir al acantilado.

Es un lugar extraño, en alguna parte nebulosa entre el mundo real y una antigua fortaleza paladina. Las Paladinas eran una raza de guerreras que tenían el don de conectarse con los elementos y estaban encargadas de proteger esta isla. La realeza vino en barcos, proclamó que la isla le pertenecía y mató a todas las Paladinas.

O eso creyeron. Pero las Paladinas sobrevivieron. Las sustitutas somos sus descendientes. Lucien cree que la genética hace que algunas mujeres (como yo) tengan la habilidad de conectarse con los elementos mientras que otras (como mi madre) no la tengan. Cree que es un rasgo recesivo, como tener ojos azules. Sil le dijo que eso es una tontería y que no todo puede explicarse de forma tan sencilla.

Sea como sea, no importa. Estas chicas frente a mí son Paladinas, y es momento de mostrarles qué significa eso.

El acantilado apareció por primera vez cuando le salvé la vida a Raven, después de que perdiera el embarazo. No sé qué me hizo ir a ese lugar, si fue el destino, el azar o puro amor, pero una vez que fui ahí, sentí una conexión instantánea con los elementos, con mi herencia. Me entendí a mí misma y el mundo como nunca antes.

Eso es lo que hicimos con Sienna, Olive e Indi. Eso es lo que hicimos con todas las chicas de los centros. Les llevamos a Raven. Las llevamos al acantilado.

Un segundo después, cierro los ojos. Estoy cayendo. Oigo un chillido débil que parece de Tawny, pero no hay problema; ya estamos en un sitio donde los habitantes dormidos de la Puerta Sur no pueden oírnos.

Es de noche en el acantilado, y llueve. El clima aquí suele reflejar el clima en el mundo real. O, a veces, refleja el deseo de la sustituta, como cuando llevamos a Sienna y nevaba, porque a ella le encanta la nieve.

Las gotas de lluvia están tibias y, cuando levanto el rostro hacia el cielo, forman pequeños ríos que recorren mis mejillas. El océano se extiende abajo, y aunque casi no lo veo en la oscuridad, oigo cómo las olas rompen contra las rocas. Los árboles que se extienden detrás de mí susurran con el viento. Y en el centro del acantilado hay una estatua, un monumento de piedra gris azulada que sube en espiral, una ola congelada que llega al cielo.

Extrañaba este lugar, murmuro mentalmente.

Yo también, responde Raven sin palabras.

Y yo, agrega Amber. Algunas de las chicas que ya vinieron corren a hacer sus cosas favoritas. Azure baila bajo los árboles. Sorrel contempla la vista desde el acantilado y escucha el rugido del océano. Ginger está de pie en un estado de shock; Scarlet está a su lado, tomándole la mano. Tawny no sabe si estar asustada o entusiasmada.

Los ojos de Henna son enormes mientras rodea la estatua y extiende la mano para tocarla. Sé lo que está sintiendo: una piedra lisa de una forma imposible, como el agua vuelta sólida.

Luego, comienza a reír. Levanta las manos para atrapar las gotas de lluvia y yo sonrío, porque ya es nuestra ahora. Ve quién estaba destinada a ser.

Algo en su risa hace que Tawny se ría y, luego, las dos están corriendo al borde del acantilado con Sorrel, tan cerca que creo que podrían caer.

Pero eso no va a ocurrir. Las Paladinas hicieron este lugar y lo protegen. Nos protegen a nosotras, aquí.

Scarlet hace que la lluvia baile y de vueltas alrededor de la cabeza de Ginger, lo que divierte a la niña más grande. Me sigue sorprendiendo cada vez lo felices que somos aquí, tan libres, tan salvajes y tan nosotras mismas, sin reparos. Cada vez que veo que una chica nueva siente eso, esa conexión con las demás y con el mundo que nos rodea, tengo esperanzas.

Hora de irnos, dice Raven, y nos saca de ahí, nos succiona hacia arriba hasta que volvemos a estar dentro del invernadero en la Puerta Sur. Tawny no esconde el llanto y los ojos de Ginger están vidriosos. Henna está despeinada por el viento, y contenta.

–¿Qué…? Yo… –Ginger no puede armar lo que quiere decir. Recuerdo bien esa sensación.

–¿Qué era ese lugar? –pregunta Henna, entusiasmada.

–Miren abajo –digo. Las tres miran y quedan boquiabiertas.

Hay flores color violeta oscuro bajo los pies de Ginger y rosa pálido bajo los de Tawny. Las de Henna son de un naranja brillante. Por unos instantes miran con atención, embelesadas, mientras la lluvia golpetea el vidrio sobre nosotras.

–Cuéntales sobre las Paladinas, Violet –dice Scarlet.

–Cuéntales sobre la Sociedad de la Llave Negra –añade Amber.

–¡Y tienes que contarnos más historias, Violet! –insiste Azure–. Queremos saber lo que está pasando allá fuera.

–Una cosa a la vez –digo. Tomo un respiro hondo y empiezo a hablar.

Tres

-Bueno, ahora sigue la Puerta Oeste –digo, y apenas contengo un bostezo. Estuvimos toda la noche en la Puerta Sur, casi hasta el amanecer–. Nos vamos en dos días.

–No veo la hora de dormir en mi propia cama esta noche –Raven se mueve incómoda con el abrigo húmedo.

El vagón del tren está repleto de trabajadores, a pesar de que el sol está sobre el horizonte hace apenas menos de una hora. Lucien nos hizo a todas documentos falsos y nos designó trabajadoras rurales. La mejor manera de moverse entre los círculos de la ciudad, dijo, es esconderse a la vista de todos. De todas formas, nadie piensa mucho acerca de los trabajadores del Pantano.

En nuestro primer viaje en tren hasta aquí, tenía terror de que un soldado nos identificara, que desconfiara de nuestro papelito y gritara “¡Arréstenlas!”. Pero todos en la Joya piensan que Raven está muerta y nadie me busca a mí, porque todos piensan que soy mi hermana. El soldado que nos controló los papeles casi ni nos miró.

Lo mismo ocurrió en los otros centros de retención. Nadie les prestó atención a un par de trabajadoras rurales adolescentes.

Observo cómo el sol sube sobre las casas de adobe que pasan deprisa por la ventana del tren. Este viaje es tan diferente al que me llevó a la Subasta. En ese momento, comenzaba una vida nueva en un lugar extraño, estaba llena de miedos y expectativas.

Esta vez, sé con exactitud hacia dónde voy: de regreso a la Rosa Blanca. Y no veo la hora de llegar.

Me pregunto cómo será el día hoy para Ginger, Tawny y Henna. Deben sentirse tan extrañas, tan vivas; todo radiante y nuevo, los colores más nítidos, los aromas más intensos. Estoy contenta de que Amber y las otras chicas estén ahí para ayudarlas, para guiarlas. Henna se conectó con el Aire enseguida: el asombro se le vio en los ojos cuando el viento empezó a dar vueltas alrededor de ella y a reaccionar a lo que estaba pensando. Scarlet le mostró a Ginger cómo hacer grietas en la tierra y Tawny hizo que las gotas de lluvia subieran, en lugar de caer. Nunca es aburrido ver a las chicas asombradas de sus propias habilidades. Y cuantas más chicas reunimos Raven y yo, más fuertes son mis esperanzas.

Mi estómago hace un rugido. Espero que Sil haya hecho bizcochos para el desayuno. Un bizcocho hojaldrado con dulce de fresa sería perfecto en este momento. Y un beso de Ash, y tal vez un abrazo de Indi. A Indi le encanta abrazar.

No me doy cuenta de que me quedo dormida hasta que Raven me sacude para despertarme.

–Llegamos –dice.

Bajamos con dificultad del tren en la estación Barlett y el corazón casi se me sale cuando veo a Sil entre el montón de carros y carruajes; su yegua, Turnip, se sacude la crin color arena. Ella está vestida con el enterito de siempre y una camisa de franela. El cabello, negro y ondulado, gris cerca de la frente, le rodea el rostro como un halo salvaje.

–Bueno –dice una vez que nos trepamos al asiento del carro y ella sacude las riendas de Turnip–. ¿Cómo les fue?

–Como siempre. Asustadas y tercas al principio, pero cuando ven las fotos y van al acantilado, todo cambia –responde Raven.

–“Su Llavedad” va a estar feliz de oír eso. Estoy segura –afirma Sil. Ella y Lucien tienen una especie de amistad a regañadientes. Pero sospecho que se quieren más de lo que admitirían.

–¿Cómo está todo en la Rosa Blanca? –pregunto. Ella suelta una risa.

–Se fueron por una noche. ¿Qué…? ¿Piensas que Sienna quemó la casa?

–No me extrañaría –murmura Raven.

–No creas que tu novio durmió mucho, pero todo lo demás está igual. Sienna estuvo insolente e Indi se la pasó tratando de darme un maldito abrazo. Olive empezó a coser otro vestido. Un vestido de fiesta, dice. Me preguntó si había forma de que le consiguiera un poco de seda.

Raven y Sil ríen con ganas, pero el apego que siente Olive por todo lo de la realeza me pone nerviosa; no me divierte. A Sil le encanta quejarse de las chicas nuevas, pero creo que en secreto disfruta de la compañía. Estuvo sola durante tanto tiempo antes de que Azalea, la hermana de Lucien, la encontrara.

Empiezo a quedarme dormida otra vez cuando entramos al bosque. Será un día caluroso. Las gotas de lluvia de anoche caen de las hojas que están sobre nosotras y Raven se pone la capucha. Yo no me pongo la mía. Me encanta la sensación del agua en el cabello.

El bosque se vuelve más denso a medida que nos adentramos en él. La Rosa Blanca está escondida en su interior, protegida por una magia paladina antigua, sospecha Sil. Cree que las Paladinas la guiaron hasta ahí, hasta un claro donde no quedaba más que una casa de granja hecha pedazos. Los árboles crecen en formas raras en este bosque: los troncos se curvan en ángulos extraños, las ramas se meten en la tierra.

Siento el tirón, el tirón ligero en el estómago que significa que estamos cerca.

Y así es, unos minutos después entramos en el claro, la casa de ladrillos rojos, una imagen de bienvenida. Y una imagen mejor, una figura familiar de pie en el porche.

Ash ya bajó de la casa y empezó a correr hacia nosotras antes de que llegáramos a la mitad del claro. Salto del asiento y corro hacia él. Me alza en brazos y yo entierro mi rostro en su cuello.

–Volviste –susurra. Le beso la oreja.

–Espero que no te hayas preocupado mucho.

Me baja al piso.

–Debo haber dormido una o dos horas. Voy mejorando.

Le recorro el cabello con los dedos –le ha crecido durante estos dos últimos meses– y luego toco las sombras bajo sus ojos. Me toma de la mano y caminamos a la casa. Sil y Raven ya entraron. Le cuento sobre las últimas tres chicas.

–Entonces, todas las sustitutas de la Puerta Sur que van a la Subasta saben que son Paladinas –digo–. ¿Se sabe algo de los otros círculos?

A pesar de que al Pantano no lo tocan de cerca los conflictos crecientes de la ciudad, todo empeora en el Banco y el Humo. Y aunque entiendo que esto es lo que trae consigo una revolución, odio ver los informes en los periódicos, los bombardeos, los daños, la muerte. Todos los días oímos sobre más arrestos, más violencia. La Sociedad apunta a las fortalezas reales: las barracas de los soldados y las oficinas de los jueces y los banqueros. Tratan de calcular el tiempo de reacción y mantener confundida a la realeza. Nunca el mismo cuartel o círculo dos veces seguidas. Dibujan llaves negras en los muros y las puertas. Oímos más y más informes sobre violencia espontánea, sobre personas que atacan a la realeza por su cuenta.

Ash estuvo entrenando a una franja de los miembros de la Sociedad en este cuartel, pero su alcance es limitado, porque todavía hay una orden para arrestarlo y ejecutarlo. No puede ir a los otros cuarteles, o a los otros círculos, como yo.

–Lo mismo de siempre, más que nada –el ceño fruncido de Ash es pronunciado–. No puedo dejar de pensar en los acompañantes. Si pudiera acceder a ellos, nos ayudarían tanto…

–Ya lo sé –digo con paciencia. Ya tuvimos esta discusión–. Lucien dice que hace todo lo que está a su alcance por ellos. Pero tú eres un fugitivo aún.

–Lucien no hace todo lo que está a su alcance porque no hay nada que pueda hacer por ellos. No confían en él –responde–. Es un hecho.

No quiero volver a tener esta discusión. Durante los últimos meses, Ash se ha impacientado más y más; aumenta la preocupación que siente por los acompañantes cada vez que hay un nuevo ataque al Banco.

–Pero estás ayudando tanto aquí… –afirmo–. Mira lo que hiciste por Raven, por el Silbador y su equipo, por todos los miembros de la Sociedad en la Puerta Sur.

El Silbador, uno de los agentes más importantes de Lucien, tiene un salón de tatuajes donde se reúne en secreto la Sociedad. Mi hermano, Ochre, trabaja con él ahora. Ash estuvo entrenando a otros hombres y mujeres jóvenes para luchar, para que les enseñen a las personas de los cuarteles y círculos vecinos, ya que no puede salir del cuartel él mismo.

–Sí, solamente en este cuartel, solamente de noche, cuando nadie me ve, y solamente cuando viene Sil –Ash se detiene y se sienta en los escalones de la entrada, se frota la frente con la palma de la mano–. ¡Rye está en la Joya, ni más ni menos que en la propia casa de la Duquesa! Si pudiera… contactarlo de alguna forma. Y no vuelvas a nombrar a Lucien. Es un genio, pero los acompañantes desconfían abiertamente de las damas de compañía. Si quieren, pueden meterte en grandes líos.

Siempre me sorprende cuando Ash habla sobre el detrás de escena de la Joya. Los chismes entre los sirvientes o los romances prohibidos. Las jerarquías que existen en la clase que subyace tras la realeza.

–Haces todo lo que puedes –digo–. Tu nombre alcanza para que las personas se unan a nuestra causa.

Ash se ha convertido en una leyenda en la Ciudad Solitaria. Su situación de prófugo de la justicia funciona a nuestro favor. El acompañante revoltoso, acusado por un crimen que no cometió, que escapó de la Joya y de las garras de la realeza: el fugitivo que evadió la captura. Es un héroe en los círculos de la Sociedad.

–Entonces, me pongo cómodo y dejo que mi nombre haga todo el trabajo mientras los acompañantes siguen muriendo y sufriendo el abuso –replica Ash.

La vida de un acompañante es dura. Me horroricé cuando él por fin me contó sobre eso. Suelen volverse suicidas, se cortan o se drogan con una versión líquida del opio llamada azul. Rye, el compañero de cuarto de Ash que nos ayudó a escapar del Banco, lo consumía cuando lo conocí meses atrás.

Pongo la mano en el cuello de Ash y trato de sacarle la tensión con un masaje.

–Sé que es difícil –digo–. Pero es la única forma. El Banco es muy peligroso para ti. La Rosa Blanca es el único lugar donde estarás a salvo.

–Pero ¿está bien que tú corras peligro? –pregunta–. Tú, Raven y las chicas… Ustedes viajan a los centros de retención. Eso no es para nada seguro.

Antes de que pueda responder, la puerta de entrada se abre con fuerza.

–¡Ah, Violet, estás de vuelta!

Indi tira de mí y me envuelve en un abrazo. Es tan alta… Le llego apenas a los hombros.

–¿Cómo salió? ¿Encontraste a las chicas que buscabas?

–Sí –respondo mientras le doy una palmada en la espalda–. Salió bien. Ya te contaré todo, pero primero necesito comida, o voy a caer.

–Claro, seguro estás muriendo de hambre. Deja que te sirva un plato –el rostro se le pone un poco rosado cuando mira a Ash–. ¿Quieres uno también?

A pesar de que Indi ya lo conoce desde hace meses, aún se sonroja cuando está cerca de él. Para darle crédito a Ash, él siempre hace como si no lo notara.

–Entro en un momento –dice–. Primero, tengo que llevar a Turnip al establo.

Me aprieta la mano, para que sepa que la discusión terminó por ahora. Turnip está mascando un poco de pasto, todavía atada al carro. Él la guía al establo que está en el límite del círculo de árboles, y yo miro y deseo que hubiera algo que pudiera hacer por él.

Pero no dejaré que vuelva al Banco. Eso es, sin dudas, una sentencia de muerte.

–Bueno, vamos, Violet –dice Indi con los ojos, como los míos, enfocados en la figura de Ash, que se aleja–. Quiero oír todo sobre anoche, y sabes cómo lo va a contar Raven. Ella va a dejar fuera todos los detalles interesantes y no va a hacer más que responderme de forma cortante cuando le haga preguntas.

–¡Indi! –la voz de Sil resuena detrás de la puerta mosquitero–. Tus malditos muffins se queman.

Indi suelta un grito ahogado, da media vuelta y desaparece dentro de la casa.

Me quedo de pie en el porche durante un segundo y dejo que el sol me caliente el rostro. Quiero aferrarme con fuerza a esta mañana, copiarla en el cerebro; un talismán contra cualquier oscuridad que me depare el futuro.

En este momento, estoy segura y viva, y rodeada de amigos.