ROBERT OPPENHEIMER: cita versos en sánscrito. Estuvo a cargo de construir la bomba atómica.
KITTY OPPENHEIMER: esposa de Robert Oppenheimer. De niña le gustaban los caballos. Ahora tiene demasiada sed.
JEAN TATLOCK: psiquiatra, comunista, suicida. Fue la pareja de Robert durante muchos años y se siguieron viendo en secreto después del matrimonio de él, hasta la muerte de ella.
LAS MUJERES DE OAK RIDGE: un grupo de chicas muy jóvenes que contrató un empresario para trabajar en una fábrica. Sin decirles lo que estaban haciendo les enseñó a aislar el isótopo de uranio para construir la bomba atómica.
LEONA WOODS: lo suyo son los deportes, la ecología, la radioactividad. La única mujer involucrada en la construcción y el funcionamiento del reactor nuclear en Chicago. Estuvo presente cuando se logró la reacción en cadena.
I. (EN EL CONTINENTE AMERICANO. EN LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA. EN NUEVO MÉXICO. EN LO QUE ALGUNA VEZ FUE TERRITORIO MEXICANO. EN LA TIERRA QUE RECORRIERON LOS NAVAJO, DONDE HACE MILES DE AÑOS SE ASENTARON LOS CLOVIS. EN EL DESIERTO. CERCA DE LAS MONTAÑAS. EN LOS ALREDEDORES DEL PUNTO CERO. EN EL CENTRO MISMO DE LA BOMBA. ROMPIMIENTO. BAMBALINAS. EN EL LUGAR EXACTO. AQUÍ.)
(Amanece el calor:
es el personaje central en primer plano.
Quienes han conocido la nieve, el agua
de una presa honda, lo olvidan todo
ahora. Hay simetrías y materiales oblicuos.
El tema de lo horizontal y la luz que lo intersecta.
Figuras. Será domingo por la luz tan transparente.
Lunes por la resignación que se respira.
Jueves por el aire de vidrio de la espera.
A lo lejos, tercer plano derecha,
líneas en profusión y simetrías,
en centro izquierda
un horizonte cauto que se horma
a los límites
de nuestro humilde escenario.)
(Se trata de ROBERT OPPENHEIMER , un hombre sin pies ni cabeza. Viste un traje gris y sostiene arena en sus puños cerrados. La suelta de a poco sobre el escenario y mira tras de sí el camino que deja. Se hinca y comienza a barrerla con las manos. Llueve arena, tanta que se cubre todo el piso. ROBERT se detiene en el centro, se sienta sobre su soledad y canta el himno de los Estados Unidos. Se apagan las luces poco a poco. Silencio. Se encienden de golpe, blancas, huecas. El hombre está desnudo en la misma postura. La arena se ha convertido en una plancha de vidrio verde: trinitita.)
La bomba es una boca que dice puro ruido.
Con su puño furioso, Dios golpea tres veces
mi corazón de uranio enriquecido.
Todavía sigo allí, la vida me detuvo en el instante,
soy siempre todavía el momento quieto de la bomba.
En la mitad más parca de la noche
aún veo el brillo anestesiado de ese fuego.
Prendió sangre mi fuego, tuve la vida entera
en un segundo. ¿Cuándo voy a curarme
de ese ruido?
(ROBERT viste su traje gris, su desmemoria. Empieza a recorrer el escenario y mira hacia el piso con esmero, como quien busca un objeto pequeño: una moneda, un alfiler o arete, la autoestima.)
Tengo frío. Necesito un cigarro.
La medida obstinada de sus cinco minutos
de ceniza y silencio. El permiso
de empezar desde adentro
a acabarme. Y a veces en mi boca
también el nombre de ella, encendido, Jean,
una carpa dorada, cinco escamas de lumbre,
que no dejo escapar, que nunca digo.
Era como las otras. Sin embargo,
apelada la bomba, ella era más brillante.
Andaba siempre a prisa, su voz en las afueras
de su cuerpo exacto la envolvía.
Desde la oficina aprendí a reconocer sus pasos:
alumbraban los pasillos grises de mi tedio.
Me supe pronto su boca de memoria.
(Un segundo hombre, idéntico a ROBERT, sale del flanco izquierdo al escenario y, en la misma actitud de concentrada urgencia, lo recorre mirando al piso. Sale un tercer, un cuarto, un quinto Robert, hasta que son tantos que no queda espacio vacío. Se mueven rápido, de forma azarosa, logran, aunque parezca imposible, no tocarse. Nunca se miran.)
Pero era casi idéntica a las otras:
fumaba cigarrillos a espaldas de su padre,
coleccionaba pequeñas cicatrices
y se pintaba las uñas de los pies
con el nombre de su muerte bajo el brazo.
Procuraba en el sexo jamás cerrar los ojos.
Desnudos sobre las sábanas, devueltas las voces
a sus cuerpos, hablábamos sobre la violencia ínfima
de la fisión atómica. Comíamos una manzana,
que yo dividía en dos con mis pulgares.
Todo radica, explicaba,
en golpear con fuerza suficiente la materia,
la estructura esdrújula del átomo.
En la alquimia, a fin de cuentas, más vale
fuerza que maña.
La llamaba de cariño mi radical libre. Ella
citaba a Kropotkin de memoria, en su boca
germinaba la raíz griega del anarquismo.
Más de una vez, en un arranque,
estuvimos a punto de casarnos.
Nos previno Marx y también Engels,
nuestros santos patrones. Ahora lo agradezco.
Estaba loca. En resumen, era como las otras,
pero tenía los ojos amarillos.
El precipicio sin fondo de la rutina
se abrió entre nosotros. Me buscó tanto
que su cuerpo perdió filo. En su boca
mi nombre se apagó como una vela sin aire.
No sé si me arrepiento. Es verdad, a veces
recuerdo los botones de perla de una blusa que usaba,
sus tobillos. En realidad, es igual a las otras.
La diferencia radica en que se mató una tarde
y dejó para siempre de buscarme. No hay forma
de constatar a ciencia cierta el sitio
exacto de ese lunar, la longitud
del húmero, el tono de su voz.
Ya no me queda ni un átomo
de su materia. Y yo que nunca aprendí
a pedir las cosas de buen modo.
II. (ENTRA KITTY OPPENHEIMER AL ESCENARIO VACÍO. CAMINA ZIGZAGUEANTE Y CON LA BOCA SECA. SE DESLIZA DE SU MANO UN VASO DE VIDRIO Y QUEDA SUSPENDIDO A LA MITAD DE SU CAÍDA UNOS INSTANTES. CUANDO INTENTA TOMARLO DE NUEVO, EL VASO TERMINA DE CAER Y SE HACE AÑICOS. KITTY SE INCLINA SOBRE EL PISO Y LEVANTA LOS VIDRIOS UNO A UNO. SE ENDEREZA. SOSTIENE LOS FRAGMENTOS EN SUS PALMAS ABIERTAS CON LOS BRAZOS EXTENDIDOS HACIA EL PÚBLICO. CIERRA LOS PUÑOS CON FUERZA HASTA QUE LA SANGRE ESCURRE. APENAS LE DUELE. MIRA DIRECTAMENTE HACIA EL FUTURO. HABLA SOLA. COMO TODOS.)