Luc Boltanski (1940) es un sociólogo francés, profesor en la École des hautes études en sciences sociales de París, fundador del Groupe de Sociologie Politique et Morale y reconocido como una de las principales figuras —junto con Laurent Thévenot— en la nueva corriente pragmática de sociología francesa. Entre sus principales obras destacan El nuevo espíritu del capitalismo (1999), La Souffrance à distance (2007), De la crítica. Compendio de sociología de la emancipación (2009), Vers l’extrême. Extension des domaines de la droite (2014) en coautoría con Arnaud Esquerre, y La producción de la ideología dominante (2008) en coautoría con Pierre Bourdieu, entre otros.
Enigmas y complots
Sección de Obras de Sociología
Traducción
Juan José Utrilla
Revisión técnica de la traducción
Andrea Arenas Marquet
Primera edición en francés, 2012
Primera edición en español, 2016
Primera edición electrónica, 2016
Este libro fue publicado en el marco del Programa de Apoyo
a la Publicación de la Embajada de Francia en México/IFAL
Título original: Énigmes et complots. Une enquête à propos d’enquêtes
D. R. © 2012, Éditions Gallimard
Diseño de portada: Paola Álvarez Baldit
D. R. © 2016, Fondo de Cultura Económica
Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México
Comentarios:
editorial@fondodeculturaeconomica.com
Tel. (55) 5227-4672
Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.
ISBN 978-607-16-4172-4 (ePub)
Hecho en México - Made in Mexico
Sumario
Agradecimientos
Prólogo
I. Realidad/contra/realidad
II. Las investigaciones del detective londinense
III. Las investigaciones del policía parisiense
IV. La identificación de los agentes secretos
V. La interminable investigación de los «paranoicos»
VI. La política de la investigación sociológica
Epílogo
Bibliografía
Índice onomástico
Índice analítico
Índice general
A Christopher Boltanski
Que la historia hubiera copiado a la historia ya era
suficientemente pasmoso; que la historia copie
a la literatura es inconcebible...
JORGE LUIS BORGES,
«Tema del traidor y del héroe», Ficciones, 1944
Escrito entre 2008 y 2011, Enigmas y complots se benefició de los debates sostenidos por mis colegas —tan numerosos que renuncio a enumerarlos— en torno a los temas propuestos en De la crítica. Pero este libro es, ante todo, fruto de un intercambio amistoso y hasta familiar. Algunos amigos, más avezados que yo en las cuestiones sociológicas que plantean la literatura, el periodismo, el derecho o el cine y la televisión, me aportaron generosamente conocimientos que yo no tenía, y espero que no se sientan traicionados por mis esfuerzos (confieso que torpes) por ponerlos en práctica. Se trata, particularmente, de Gabriel Bergounioux, Sabine Chalvon-Demersay y Philippe Roussin. Arnaud Esquerre y Marcela Iacub me dieron su apoyo durante la preparación de este trabajo y, por segunda vez, leyeron con ojos eruditos y perspicaces una primera versión del libro.
También me aproveché, abusivamente, de los intercambios de opiniones en el seno de ese pequeño think tank que tuve la fortuna de tener al alcance casi sin salir de mi morada. Mi hermano, Jean-Élie, lingüista y especialista en lengua inglesa, me transmitió su pasión por las novelas policiacas y los relatos de espionaje anglosajones, así como por las películas que de ellos se hicieron. Mi hija Ariane, historiadora del siglo XVI, me enseñó mucho sobre los orígenes de la problemática de la conjura. Mi hijo Christopher, gran reportero, me ayudó a comprender las similitudes y las diferencias entre la escritura sociológica y la escritura periodística. Con mi esposa, Élisabeth Claverie, que hace investigaciones en el dominio de la antropología del genocidio y de la creación de los tribunales internacionales destinados a juzgar a quienes son sospechosos de haber sido cómplices, los intercambios fueron cotidianos. Trataron, especialmente, de la cuestión de saber lo que había que entender por «crimen organizado» o por «empresa criminal común», que concierne directamente a la problemática de la relación entre entidades individuales y entidades colectivas y, por ello, a la idea del complot. Que todos sus amigos encuentren aquí la expresión de mi gratitud.
El texto también debe mucho a las atentas relecturas de Mauro Basaure, Emmanuel Didier, Damien de Blic, Corentin Durand, Jeanne Lazarus y, en general, a la atmósfera intelectualmente estimulante que reina en el laboratorio —el Groupe de Sociologie Politique et Moral de la EHESS y del CNRS— en el que he realizado mi trabajo desde hace más de 20 años. Éric Vigne, sin cuya ayuda este escrito nunca se hubiera convertido en libro, también fue, como de costumbre, un lector atento y exigente. Le doy todo mi agradecimiento por la terquedad con la que, contra viento y marea, se obstina en defender las ciencias sociales. Por último, agradezco a los correctores que, al aportar sus preciadas competencias ortográficas, sintácticas y tipográficas al servicio de este texto, contribuyeron a transformar en un libro el escrito presentado a Éditions Gallimard.
Vaya mi gratitud, asimismo, a los animadores y a los participantes en los seminarios en los que presenté este trabajo. Sus preguntas y sus críticas fueron de mucha utilidad. Pienso en particular en las jornadas organizadas en octubre de 2010 por Élie Kongs sobre las nuevas orientaciones de la crítica; en el seminario sobre los procesos de atribución, común a la EHESS y a la Université Paris-VIII, que di en 2010-2011, con Damien de Blic, maestro de conferencias en este establecimiento, y Cyril Lemieux, director de estudios en la EHESS; en el seminario que Marcela Iacub anima en la EHESS sobre la relación entre derecho y literatura, donde este trabajo fue presentado en enero de 2011; en el seminario organizado en abril de 2011 por Mauro Basaure en el Instituto de Humanidades de la Universidad Diego Portales (Santiago de Chile), lo que me dio oportunidad de discutir, durante tres horas particularmente intensas, las ideas desarrolladas en este trabajo con colegas chilenos dedicados a diversas disciplinas (estudios literarios, filosofía, sociología); en la conferencia dada en junio de 2011 en la Universidad Humboldt de Berlín, por iniciativa de los profesores Jean Greisch y Rolf Schieder.
Versiones intermedias del capítulo II aparecieron, por una parte, en la obra colectiva Sozialphilosophie und Kritik, publicada por Rainer Forst, Martin Hartmann, Rahel Jaeggi y Martin Saar, en honor del profesor Axel Honneth, en Éditions Suhrkamp, en 2010. Por otra parte, en la revista Tracés, publicada por la École Normale Supérieure Lettres et Sciences Humaines de Lyon, por iniciativa de Arnaud Fossier, de Éric Monnet y de Lucie Tanguy, en la primavera de 2011. Gracias también al profesor David Stark, quien me invitó a pasar una temporada en la Universidad de Columbia en abril de 2010, lo que me dio la posibilidad de completar mi documentación.
Debo decir, para terminar, que mi decisión de emprender este libro fue estimulada en gran parte por el caso de Tarnac, uno de cuyos principales inculpados fue Julien Coupat, a quien yo había conocido en la época en que, siendo estudiante de la EHESS, participaba en mi seminario y quien, desde entonces, se ha convertido en un gran amigo. Empecé a escribir esta obra un mes después del comienzo del caso en noviembre de 2008, y el inicio de este trabajo me ayudó a dominar mi emoción y mi indignación, desplazándolas a un terreno reflexivo. Vivamente espero que el juicio, cuyo fallo al día en que escribo estas líneas aún no se ha dictado, exonerará a los «nueve de Tarnac», lo que evidentemente no borrará el prejuicio provocado por el encarnizamiento policiaco de que han sido objeto Julien Coupat y sus camaradas.
Este libro trata sobre las figuras del enigma, del complot y de la investigación. Intenta comprender el importante lugar que han ocupado en la representación de la realidad desde finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. El objeto inicial de este estudio son las obras de dos géneros literarios destinados a un público numeroso, y en las cuales se han desplegado esas figuras: la novela policiaca y el relato de espionaje, vistos en las formas que han tenido desde su origen, es decir, aproximadamente desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX (capítulos II, III y IV). Luego, al desarrollar la temática de la investigación —se encuentra en el meollo mismo de la novela policiaca— y la del complot —el tema principal de las novelas de espionaje—, la obra deriva hacia cuestiones que no sólo tocan la representación de la realidad en las literaturas populares sino, también, nuevas maneras de problematizar la realidad que han acompañado al desarrollo de las ciencias humanas. Éstas últimas han hecho de la investigación su principal instrumento. Pero también han intentado establecer un marco que permita distinguir las investigaciones que pretenden tener una validez «científica» de las muchas otras formas de investigación desarrolladas en las sociedades a las que tomaban por objeto. Y esto, ya se trate de investigaciones policiacas o de sus puestas ficticias en escena, de investigaciones periodísticas o incluso de las investigaciones a las que a veces se entregan los actores sociales cuando pretenden descubrir las causas, a las que consideran reales pero ocultas, de los males que los afectan.
Los componentes de esta obra, dedicados a las ciencias humanas y sociales, se desarrollaron sobre todo en tres terrenos. El primero es el de la psiquiatría, que en los albores del siglo XX inventa una nueva entidad nosológica, la paranoia, uno de cuyos principales síntomas es la tendencia a emprender investigaciones interminables, prolongadas hasta el delirio. El segundo es el de la ciencia política, que, al aprovechar la problemática de la paranoia, la desplaza del plano psíquico al social y toma por objeto, por una parte, la conjura y, por la otra, la tendencia a explicar los acontecimientos históricos mediante «teorías de la conspiración» (capítulo v). El tercer terreno considerado es el de la sociología. En particular se analizan los problemas con que tropieza esta disciplina cuando decide dotarse de formas específicas de causalidad —llamadas sociales—, y determinar las entidades, individuales o colectivas, a las que pueden atribuirse los acontecimientos que marcan la vida de las personas, la de los grupos o, incluso, el curso de la historia (capítulo VI).
La articulación entre esos objetos, tan dispares en apariencia, queda establecida en el marco de análisis presentado en el primer capítulo que, por consiguiente, puede ser leído como introducción general. Ese marco intenta precisar la coyuntura social y política en la cual las figuras del enigma y del complot se han convertido durante el paso del siglo XIX al XX en tropos destinados a desempeñar un papel de primerísimo plano en el dominio de la ficción, en el de la interpretación de los acontecimientos históricos y en el funcionamiento de las sociedades.
En esta obra propongo una tesis que une preguntas relativas a la representación de la realidad con los cambios que afectaron la manera en que se instauró la realidad misma en el periodo considerado. La relación entre la realidad y el Estado se encuentra en el meollo de esos análisis. El enigma no puede constituirse —en tanto que objeto específico— sino al destacarse ante el trasfondo de una realidad estabilizada y predecible, cuya fragilidad queda manifestada por el crimen. Ahora bien, es al Estado-nación, tal como se desarrolló a finales del siglo XIX, al que se debe el proyecto de organizar y unificar la realidad o bien, como hoy dice la sociología, construirla, para una población y sobre un determinado territorio. Pero ese proyecto, propiamente demiúrgico, debe enfrentar una diversidad de obstáculos, entre los cuales se encuentra el desarrollo del capitalismo, que se burla de las fronteras nacionales y que ocupa un lugar central.
En cuanto a la figura de la conspiración, enfoca sospechas sobre el ejercicio del poder. ¿Dónde se encuentra, de hecho, el poder y quién lo detenta en realidad? ¿Las autoridades del Estado, que supuestamente asumen la carga, o bien otras instancias que actúan en la sombra, como banqueros, anarquistas, sociedades secretas, clase dominante, etcétera? Así se edifican ontologías políticas que cuentan con una realidad distribuida. A una realidad de superficie, aparente pero sin duda ilusoria —aunque cuente con un estatuto oficial—, se opone una realidad profunda, oculta, amenazadora, oficiosa pero mucho más real. Las aventuras del conflicto entre esas dos realidades —Realidad/contra/realidad— constituyen el hilo conductor de esta obra. Están desplegadas bajo diferentes facetas. Así, la aparición y el rapidísimo desarrollo de la novela policiaca y, luego, de la novela de espionaje, la identificación de la paranoia por la psiquiatría, el desarrollo de las ciencias sociales, particularmente de la sociología —procesos que son más o menos simultáneos—, serán solidarios de una nueva manera de problematizar la realidad y, asimismo, de trabajar las contradicciones que la habitan.
La obra termina con un epílogo que, al sustituir la imposible conclusión de una historia que se encuentra, sin duda, muy lejos de haber llegado a su término, regresa al terreno de la literatura. Pero lo hace a propósito de una obra, El Proceso, de Franz Kafka, que concentra, con una intensidad cuya genialidad no dejan de proclamar sus múltiples comentaristas, los principales hilos cuyo ovillo intentamos, aunque sea un poco, desenmarañar. El Proceso retoma los temas del enigma, el complot y de la investigación que se encuentran en la esencia de las novelas policiacas y de los relatos de espionaje. Pero, al invertir su orientación y pervertir sus dispositivos, revela la inquietante realidad que disimulan esos relatos, aparentemente anodinos y de simple diversión.
Sin duda, es posible impugnar la decisión de aprovechar la cuestión de la realidad apoyándose, inicialmente, en un corpus documental constituido por obras que se presentan, deliberadamente, como ficciones. Sobre todo —como lo hacemos aquí— cuando se trata de relatos cuya convención consiste en dar el más libre curso a la imaginación, con la intención explícita de divertir al lector, es decir, de liberarlo precisamente del peso y de los obstáculos de lo cotidiano y, por ello, de la realidad. Sin embargo, se puede pensar que las novelas policiacas y los relatos de espionaje han sido los principales apoyos por medio de los cuales se han expuesto a un vasto público ciertas inquietudes que, precisamente porque tocaban la esencia de los dispositivos políticos y ponían en duda los contornos mismos de la modernidad, difícilmente podrían ser objeto de una aproximación frontal, fuera de unos círculos limitados. Sería entonces justo por su carácter crucial por lo que las incertidumbres concernientes a lo que se puede llamar la realidad de la realidad serían desviadas hacia «lo imaginario».
Hoy día se reconoce que la novela policiaca y la novela de espionaje se cuentan entre las principales innovaciones del siglo XX en el terreno de la ficción. Esos géneros aparecieron de manera brusca en la literatura inglesa y en la francesa de finales del siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX, y se propagaron con una rapidez y una amplitud notabilísima. Dependientes inicialmente de la literatura llamada popular, esas formas narrativas, organizadas en torno a las figuras del enigma, del complot y de la investigación, pronto se extendieron e invadieron la literatura de mayores ambiciones, que se apoderó de sus temas predilectos. La aparición y el rapidísimo desarrollo de esos géneros no sólo interesan a la historia de la literatura occidental. Relatos policiacos y relatos de espionaje, que no han dejado de multiplicarse desde comienzos del siglo XX, primero por la literatura1 y después por el cine y la televisión, son hoy las formas narrativas más extendidas en el plano mundial. Por ello, desempeñan un papel sin igual en la representación de la realidad que se ofrece a todo ser humano, así sea analfabeto, a condición de que tenga acceso a los medios de información. Esos relatos constituyen, en ese sentido, un tema predilecto para un enfoque sociológico que, desviándose de una utilización estrictamente documental, intenta captar algunas de las formas simbólicas y, en particular, las temáticas políticas que se desarrollaron en el curso del siglo XX.2 Y ello, al igual que la historia y la filosofía se apoyaron en los poemas homéricos para analizar las estructuras simbólicas de la antigua Grecia o la tragedia clásica, para explorar las representaciones del poder en la Francia del gran siglo.
En el plano conceptual, este trabajo ha sido, para mí, la ocasión de abordar cuestiones que había tenido buen cuidado de evitar hasta hoy, ignorando no sólo la forma de resolverlas, sino, incluso, la de formularlas. La primera es la cuestión del Estado, tema que la sociología ha tenido, sin duda, serias dificultades para plantear, tal vez precisamente por los nexos originales que mantienen ese dispositivo de poder y ese dispositivo de conocimiento. Mencionaré, asimismo, la cuestión de la causalidad social, muy abandonada por la sociología contemporánea; la de las entidades pertinentes para el análisis sociológico; la de las relaciones de escalas (micro y macrosociología); y, por último, la del lugar que conviene dar a los acontecimientos en las descripciones propuestas por nuestra disciplina. El lector puede estar tranquilo: ninguno de esos grandes problemas encuentra aquí una solución satisfactoria. Y, sin embargo, para mí ha sido un alivio atreverme a mirarlas cara a cara.
Este libro también ha permitido probar ciertos conceptos, ahora mejor desarrollados, porque ya habían sido expuestos en obras anteriores, como los de incertidumbre, de prueba, de asunto, de crítica y, sobre todo, precisamente, de realidad, en tanto que realidad construida, que había sido presentada como una red de causalidades que reposaba sobre formatos preestablecidos de tal manera que hicieran previsible la acción. En De la critique, publicado en 2009,* traté de mostrar que la idea de «construcción de la realidad» que hoy pertenece al organum de la sociología normal, sólo tomaba sentido a condición de analizar la manera en que la realidad viene a adherirse a la superficie de lo que llamo, en esa misma obra, el mundo (distinción retomada de manera más explícita en el primer capítulo de este libro). Del mundo surge todo lo que ocurre, pero de manera esporádica y ontológicamente indomable, mientras que la realidad que reposa sobre una selección y sobre una organización de algunas de las posibilidades que el mundo ofrece, en un momento determinado del tiempo, puede constituir para el sociólogo, el historiador y también para los actores sociales, una disposición susceptible de ser objeto de una captación sintética. Uno de los objetivos buscados en este libro es, pues, asimismo y de cierta manera, encarnar el sistema conceptual propuesto en De la critique.
Debo añadir, empero, que al escribirlo he tratado que los lectores que no son sociólogos pero que practican otras disciplinas (o ninguna disciplina) puedan tener interés en la lectura de este texto. Lo he emprendido con el afán de reunir formas simbólicas que, situadas en los confines de la realidad social y política, en lo que ésta tiene de más tangible, y de representaciones ficticias particularmente fantásticas, no se entregan fácilmente ni usando los métodos de la sociología clásica ni recurriendo a los medios ofrecidos por los estudios literarios. Esa decisión suponía adoptar los nexos que siempre han acercado a la sociología con el vasto dominio de las «humanidades». Espero aportar así una contribución al análisis de metafísicas políticas que, sin inscribirse necesariamente en las formas canónicas de la filosofía política, marcaron el siglo anterior y que, con toda probabilidad, siguen rondando al que hoy es nuestro.