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RETRATO

ROSTROS Y EXPRESIONES

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SUMARIO

REFERENTES HISTÓRICOS

• Las primeras manifestaciones del retrato. El Antiguo Egipto. Roma. Edad Media. Retratos funerarios

• El retrato en el Renacimiento. Los primeros retratos. Donantes. Perfiles renacentistas. Realismo y retrato cortesano. El retrato flamenco. El realismo de Jan van Eyck

• Grandes retratistas del Renacimiento. Leonardo da Vinci. Rafael. Alberto Durero y el autorretrato. Los maestros venecianos. Retratos manieristas de El Greco

• Edad de oro del retrato. Rubens. Velázquez. Frans Hals y Rembrandt. Rembrandt, genio del autorretrato

• Nuevas visiones del retrato: retrato romántico. Francia en el siglo XVIII. El neoclasicismo: David. Goya. Ingres. Lecciones de Ingres

• Retratos impresionistas. El impresionismo y el retrato. El problema del parecido. Cézanne y Gauguin. El retrato como instantánea

• Retrato expresionista y caricatura. La visión expresionista. La “destrucción” del retrato. La caricatura. Deformaciones expresivas. Simbolismo moderno

EL ESTUDIO DEL ROSTRO

• Proporciones de la cabeza. Canon de la cabeza masculina. Cabeza de frente. Cabeza de perfil. Simetría del rostro. Los cánones

• El rostro femenino. Características. De frente. De perfil. El cabello. Caracterizaciones

• El rostro infantil. Características. Vista frontal. Vista de perfil. Proporciones y fases de crecimiento. Simetría del rostro

• El rostro en la vejez. Vejez masculina y femenina. Factores significativos. Volumetría. Surcos y arrugas. La vejez y el color de la piel

• Anatomía de la cabeza. Huesos del cráneo. El maxilar inferior o mandíbula. Músculos. Volumetría. El cráneo y el retrato

• Encaje básico de la cabeza. Esquema general. Encajados parciales. Proporciones. Encaje de movimiento. Encajado y composición

• Las cejas y los ojos. Posición. Encajado. Volumen. La mirada. El consejo de Ingres

• La nariz y las orejas. Posición. Encajado. Volumen. Alturas y tamaños relativos. Aprender de los maestros

• La boca y el mentón. Posición. Los labios. Mentón y cuello. Movimiento. Luz y sombra

• El cabello. Forma. Tonalidad. Relación con el cráneo. El peinado. Rostro y cabello

• Escorzos del rostro. Vista superior. Vista inferior. Escorzos laterales. Acortamientos. Escorzos y retrato

• Composición del retrato (I). Estudios de composición. Orientaciones generales. Cabeza sola. Perfil. El centro visual

• Composición del retrato (II). Busto. Tres cuartos. De cuerpo entero. Composición y formato del soporte. Tamaño del so-porte

• Autorretrato. Estudios parciales. Punto de vista. Posibilidades. Expresión. Autorretrato como autoconocimiento

• Retrato de grupo. Agrupamientos. Composición. Visión de conjunto. Caracterizaciones. Unidad de las carnaciones

• La pose. El carácter del modelo. La pose según la edad y el sexo del retratado. Contraposiciones. El estudio de la pose. La figura activa

• El gesto. El gesto de las manos. Dibujo de las manos. Esquematizar el gesto. Caracterización. El énfasis en la caracterización

• Ropajes. Importancia del drapeado. Coherencia de los pliegues. Simplificación del drapeado. Color de las ropas. Ropajes y arabesco

• Complementos. El entorno del retrato. La escenografía. El cromatismo. La pintura intimista. Interiores

• Iluminación del retrato. Luz natural y artificial. Dirección de la luz. Luces reflejadas y som-bras proyectadas. Buscar iluminaciones. El claroscuro

• Retrato dibujado (I). Líneas y manchas. Los valores. El mode-lado. Valorar y modelar. Calidades del trazo

• Retrato dibujado (II). Retrato de línea. Líneas descriptivas. Trazos sobre el papel.. Trazos ornamentales. Medios del retrato lineal

• Retrato pintado (I). El retrato valorista. El retrato colorista. Volumen y color en el retrato. Colores cálidos y fríos. La idea de gama cromática

• Retrato pintado (II). Contraste simultáneo. Destacar los contornos. Figura y fondo. Espacio y contraste. La atmósfera

• Carnaciones. El color carne. Posibilidades. Luces y sombras. Carnaciones y gamas cromáticas. Carnaciones y técnicas pictóricas

• El color expresivo. La invención cromática. La intensidad visual. Pintura rápida. Empastes y mezclas directas

• La práctica del retrato dibujado. Aproximación al tema. Dibujo con lápices de colores. Los medios y el resultado

• La práctica del retrato pintado. Retrato a la acuarela. Carnaciones. Retrato al óleo. Evolución del proceso. El problema del acabado

EXPRESIÓN

• El parecido. El problema del parecido. Cómo conseguir un buen parecido. Síntesis. El pare-cido psíquico

• Caracterización. Rasgos básicos. Esquemas iniciales. Simplificación. Caracterización por la pose y el gesto. Aprender de los clásicos

• La caricatura. Exageraciones. Supresiones. Medios. Dominio del trazo. La práctica de la caricatura

• El retrato psicológico. Elementos de expresión psicológica. El ceño. Las mejillas. Los labios. Luz y expresi ón psicológica

• La sonrisa y la risa. La sonrisa. La risa. La carcajada. Expresiones forzadas

• Las pasiones (I). La tristeza. La melancolía. El enfado. El orgullo. El dolor. Emoción contenida

• Las pasiones (II). La alegría. El grito, el canto. El esfuerzo. El entusiasmo. Expresiones y retrato

• Las pasiones (III). El miedo. El terror. El odio. La ira. La envidia. Estudios y variaciones

• La expresión de las manos. Dibujo de las manos. Movimiento. Expresividad. Gestos. Gestos cotidianos

• Gestualidad del cuerpo. Energía. El desnudo. Retrato de cuerpo entero y gestualidad. Mímica. La gestualidad clásica

LAS PRIMERAS MANIFESTACIONES DEL RETRATO

La función de la pintura en los albores de las civilizaciones occidentales es muy distinta a la de las épocas posteriores. El retrato propiamente dicho no aparece como género hasta el final del Imperio Romano, y vuelve a desaparecer durante siglos hasta que finalmente es retomado a principios de la Edad Moderna. El retrato es la pintura de lo individual, de lo particular, de lo que no puede permanecer en el tiempo. Un género que apenas puede tener lugar en el arte de sociedades basadas en símbolos de eternidad y en la idea de lo perdurable.

El Antiguo Egipto

Las representaciones de personajes en la pintura egipcia no pueden considerarse retratos propiamente dichos sino arquetipos de figuras sociales rodeadas de los atributos de su cargo, de su poder social o de su función dentro del estado. Lo que se ha conservado de este tipo de obras corresponde a tumbas y cámaras funerarias. El retrato en el antiguo Egipto tiene una función religiosa, pretende la perpetuación de la figura del difunto más allá de la muerte. Las representaciones pictóricas son símbolos de la supervivencia del alma concebidas para garantizar esta supervivencia. Los rostros repiten una fórmula muy bella, pero también muy convencional, y no hay rastro alguno de interés en particularizar o distinguir las facciones de una figura con respecto a las demás.

Roma

La pintura de tumbas etruscas constituye la base probable sobre la que se desarrolló la pintura romana y en especial el retrato conmemorativo de tipo realista. El mundo romano nace con ansias de conquistar un imperio para imponer su modo de vida. Esta cultura posibilita la aparición del retrato individual, sobre todo en esculturas, con la clara intención de expresar el poder imperial. En pintura se prefiere el paisaje y la decoración arquitectónica. Cuando la escultura romana se expande y llega hasta Oriente Medio, los artistas del Imperio encuentran un campo abonado para el retrato. En estos retratos se conjugan la tendencia religiosa y ceremonial típica de Egipto con la técnica realista de raíz grecorromana, que incluye el claroscuro y la captación de los rasgos particulares del retratado. Cuando el Imperio comienza a declinar y aparece un sentimiento individual frente al poder despersonalizador, el retrato florece en las primeras formas artísticas cristianas. Los primeros cristianos realizan retratos individuales en las catacumbas, dejando huella de su presencia y afirmando el valor personal de la vida humana.

Los pocos retratos que se conservan de la época romana exhiben una gran maestría en la representación de las facciones y la expresión, por lo que hacen suponer que el retrato era una práctica habitual y que los retratistas recibían constantes encargos de los clientes adinerados.

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Retrato de una dama (3500 años a.C.). Tumba de Ouserhat, Tebas. Las figuras egipcias son representaciones simbólicas de personajes importantes sin las características propias del retrato.

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Retrato de un magistrado y su esposa (siglo II). Museo Arqueológico Nacional, Nápoles. Una rara pintura romana de retratos. Formaba parte de la decoración mural de un hogar pompeyano.

MÁS SOBRE ESTE TEMA

El retrato en el Renacimiento p. 8

Edad Media

Con el avance del cristianismo, un nuevo poder estabiliza el mundo occidental tras el hundimiento del Imperio Romano, las invasiones de los pueblos bárbaros y la división entre Oriente y Occidente. El Papa es el verdadero aglutinador del poder en la Edad Media, él es el nuevo emperador. Con este nuevo poder imperial, el retrato vuelve a declinar para dar paso a fórmulas genéricas y simbólicas de representación de la figura humana. Entre la ingente cantidad de imágenes producidas en la Edad Media, apenas puede encontrarse algún retrato. Aun cuando los artistas representan temas históricos o profanos, las figuras son tipos genéricos, generalizaciones de la figura humana que presentan rasgos indistintos, imposibles de atribuir a un individuo en concreto. Habrá que esperar a que la sociedad pierda su rigidez jerárquica para que el individuo se pueda manifestar y el retrato propiamente dicho entre en escena.

Retratos funerarios

Los ejemplos más realistas de retratos en la antigüedad proceden de El-Fayum, en Egipto. En esta provincia romana se pintaban retratos conmemorativos de los difuntos en pequeñas tablas que luego se insertaban sobre los sarcófagos, siguiendo una secular tradición egipcia. Son retratos de un sorprendente realismo, que demuestran el grado de maestría alcanzado por los artistas del Imperio y que permiten suponer que la práctica del retrato naturalista estaba mucho más extendida de lo que puede constatarse a partir de los pocos testimonios pictóricos que quedan de la antigüedad.

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Retrato femenino (siglo III). Museo Arqueológico, Florencia. Retrato funerario procedente de El-Fayum, en el norte de Egipto, que muestra un insólito realismo, más propio del retrato moderno.

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Retrato del Papa Juan VII (705). Museo Vaticano, Roma. Aunque se trata de la representación de un individuo, los rasgos son genéricos, como en todas las figuras de la primitiva pintura medieval.

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Retrato del emperador Otón II (936). Museo Condé, Chantilly. El poder absoluto es representado en la Edad Media a través de tipos genéricos.

EL RETRATO EN EL RENACIMIENTO

El retrato personalizado aparece a finales de la Edad Media, paralelamente a la nueva situación del individuo como factor de la vida humana y de la historia. Las representaciones genéricas del hombre van dejando paso a la valoración de los rasgos individuales. Es el comienzo del retrato moderno: un proceso que apunta hacia un realismo cada vez mayor pero también hacia una nueva idea de hombre y a un nuevo tipo de sensibilidad artística.

Los primeros retratos

El paso de las representaciones genéricas a los retratos propiamente dichos es un proceso largo y sutil. Es imposible señalar un momento y una obra en la que esto ocurra con claridad, puesto que es el estilo de los pintores el que, poco a poco, va incorporando más aspectos individuales del retratado aunque siempre dentro de una fórmula genérica. Lo que verdaderamente condicionó la nueva tendencia realista fue la mayor demanda de pinturas que incluyeran la figura de quien las había encargado: un mandatario de la Iglesia, un príncipe, un noble o un burgués adinerado. Estos grandes patronos de las artes se complacían en verse a sí mismos participando en escenas sacras y deseaban que el espectador fuese capaz de reconocerlos junto a las imágenes de la Virgen o los santos. Este factor se combina con otros dos hechos tanto o más importantes: la nueva manera de representación en profundidad (en perspectiva) y la introducción de la pintura al óleo. La representación del espacio abre las puertas al realismo y la pintura al óleo, con su secado lento y sus grandes posibilidades para el detalle, es el perfecto complemento del nuevo estilo.

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Simone Martini (1285-1344), San Luis de Tolosa coronando a Roberto de Anjou. Museo de Capodimonte, Nápoles. A finales de la Edad Media, los rostros se personalizan y el retrato propiamente dicho hace su aparición.

Donantes

Se conoce como donantes a las figuras que aparecen en actitud de veneración junto al santo o la escena sacra que el cuadro representa, y que son quienes encargaron y pagaron la obra al pintor. Es en las figuras de estos donantes donde el artista de finales de la Edad Media comienza a realizar verdaderos retratos. El realismo de las representaciones se va haciendo más y más preciso, hasta el punto de que los clientes del artista comienzan a encargar retratos individuales, válidos en cuanto a tales, sin la justificación de la escena religiosa.

Perfiles renacentistas

En la Italia del Renacimiento, el retrato aparece como género autónomo bajo una forma peculiar. Muchos de estos primeros retratos representan bustos de figuras vistas de perfil, recortadas contra un fondo neutro o bien contra un paisaje. La inspiración de estos retratos procede de las antiguas monedas romanas en las que la efigie del emperador aparecía acuñada en una o en ambas caras. Este tipo de retratos posee una gracia pictórica incomparable, en buena parte debida a la elegante línea del perfil que encierra el busto y que define, a su paso, todos los pormenores de la fisonomía.

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Piero della Francesca (1410-1492), Retrato de Batista Sforza. Galería de los Uffizi, Florencia. El Renacimiento introduce el retrato de perfil, a la manera de los medallones y emblemas de la numismática romana.

Realismo y retrato cortesano

A partir del segundo decenio del siglo XV en Italia se desarrollaron dos grandes tendencias en la pintura de retratos: una tradicional y cortesana y otra innovadora, monumental y realista. El retrato cortés prolonga las maneras refinadas y decorativas del gótico: representaciones elegantes de personajes ataviados con vistosos ropajes y situados contra un fondo vegetal o ricamente ornamentado. Este tipo de retratos lleva las posibilidades de evolución de la pintura medieval hasta el extremo y encuentran en esta época su brillante desenlace. La tendencia realista, por el contrario, introduce un nuevo concepto del retrato, monumental y robusto, depurado de detalles ornamentales y de un cromatismo más sobrio. Los grandes maestros del Renacimiento y del Barroco realizarán la mayoría de sus retratos dentro de esta última tendencia.

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Jean Fouquet (1420-1481), Carlos VII, Rey de Francia. Museo del Louvre, París. Esta obra se encuentra a medio camino entre el nuevo realismo italiano y la tradición gótica del retrato cortesano.

El retrato flamenco

Junto con la Italia del norte, Flandes es la gran potencia comercial europea del siglo XV. En Flandes se desarrolla una tradición pictórica autóctona que, junto con la italiana, será la otra gran influencia artística del continente. Los artistas flamencos pintan obras de una calidad y originalidad tales que llegan a marcar la tendencia en muchos artistas notables de la misma Italia. En Flandes no existe una tradición de gran pintura mural, las obras flamencas son retablos o tablas de pequeño tamaño, es decir, pintura de caballete. Estas obras no están concebidas para decorar palacios o grandes templos sino para formar parte de interiores burgueses. En Flandes, por lo tanto, el retrato encuentra un terreno abonado para su desarrollo. Los retratos flamencos son un prodigio de detalle y virtuosismo técnico en los que cada arruga del rostro y cada pliegue del ropaje están descritos con absoluta minuciosidad.

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Lucas van Leyden (1494-1533), Un hombre de treinta y ocho años. National Gallery, Londres. El realismo flamenco hace del retrato uno de los géneros más interesantes del momento.

MÁS SOBRE ESTE TEMA

Las primeras manifestaciones del retrato p. 6

Grandes retratistas del Renacimiento p. 10

Composición del retrato (I) p. 42

El realismo de Jan van Eyck

Jan van Eyck es el gran maestro de la pintura flamenca del siglo XV. Solía ser considerado como el inventor de la pintura al óleo, pero hoy se sabe que este procedimiento se conocía en Flandes con anterioridad. Lo cierto es que Van Eyck obtuvo del óleo todo lo que este medio puede llegar a rendir en la representación fidedigna de la luz, las materias, la piel y toda la realidad física del mundo. Su realismo, minucioso hasta lo increíble, convierte sus escenas y retratos en pequeños microcosmos, tan ricos y detallados como pueda ser nuestro entorno real.

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Jan van Eyck (1402-1441), El matrimonio Arnolfini. National Gallery, Londres. Ésta es la obra más célebre de Jan van Eyck. El realismo alcanzado en ella es uno de los puntos culminantes de la retratística de todos los tiempos.

GRANDES RETRATISTAS DEL RENACIMIENTO

Durante el Renacimiento, Italia impone un modelo monumental de retrato. Este modelo se caracteriza por la presencia de una figura aislada contra un fondo sencillo, representada en busto o de cuerpo entero. Se prefieren los gestos nobles y las poses majestuosas que expresen la importancia o la personalidad del retratado. Este modelo será adoptado por los pintores renacentistas más importantes en la realización de grandes obras maestras del género.

Leonardo da Vinci

Los relativamente pocos retratos realizados por Leonardo da Vinci han pasado a la historia no sólo como piezas maestras del género sino como ejemplos supremos de la nueva manera de entender la representación de la figura humana que inaugura el Renacimiento. De todos los retratos pintados por Leonardo, el más famoso es sin duda La Gioconda. Esta enigmática pintura es el modelo de incontables obras posteriores que se inspiran tanto en su composición y realización técnica como en la sugerencia psicológica que encierra la expresión del rostro femenino retratado. La técnica del sfumatto, o difuminado de los contornos, y de la perspectiva aérea, o desenfoque debido a la atmósfera, refuerzan esa sugestión psicológica. Esta obra impone también un patrón compositivo que gozará de una aceptación universal: el retrato de tres cuartos, con las manos cruzadas y sobre un fondo de paisaje. Todos estos factores estilísticos y expresivos serán imitados por muchos retratistas; sin mencionar el interés de Leonardo por la caricatura y el estudio de las fisonomías que no se manifestarán plenamente en el arte hasta varios siglos después.

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Leonardo da Vinci (1452-1519), La Gioconda. Museo del Louvre, París. Ésta es una de las obras que inaugura el nuevo estilo de retrato monumental renacentista. Las innovaciones técnicas de esta pintura repercutirán en todos los estilos europeos.

Rafael

Siguiendo la lección de Leonardo, Rafael establece el modelo definitivo del retrato clásico. La composición de este tipo de retrato queda fijada en una forma piramidal que se asienta con aplomo en la base del cuadro y que se eleva hasta culminar en la cabeza del retratado. Las formas son anchas y de perfiles sencillos y claros, no aparecen detalles innecesarios y el efecto es sereno y monumental. Los retratos de Rafael se convirtieron en el modelo obligado para todo pintor que tendiese a la armonía clásica, tanto durante el Renacimiento como en todas las épocas posteriores.

Alberto Durero y el autorretrato

La formación del alemán Alberto Durero se basa en las tradiciones góticas de su país, pero sus estancias en Italia, y su incansable estudio del arte italiano, le hicieron un fervoroso valedor de los nuevos ideales de representación de la figura humana. Los mejores cuadros de Durero son, probablemente, aquellos que escapan a su voluntad de recoger y difundir la teoría italiana: los estudios del natural de paisajes y de sencillos vegetales y animales, pero sobre todo sus retratos y auto-rretratos. Durero fue uno de los pioneros del autorretrato. Este hecho delata una nueva actitud del pintor y una clara conciencia de su condición de artista. Siguiendo los pasos de Leonardo, Durero reivindica la nobleza de la pintura y la categoría superior del pintor con respecto al artesano común. Si la pintura debe representar los temas más dignos, entonces el autorretrato supone toda una declaración acerca de la dignidad del artista.

Los maestros venecianos

El Renacimiento italiano llega a su esplendor final en la Venecia del siglo XVI. Los tres insignes pintores venecianos (Tiziano, Tintoretto y Veronés) son grandes retratistas que reciben encargos de todas las cortes de Europa. El proceso de dignificación del pintor llega a su apogeo con Tiziano. El emperador le otorga un título nobiliario y se declara admirador de su arte. El éxito de Tiziano es incomparablemente mayor que el de cualquier otro artista hasta ese momento. Ese éxito se debe en buena parte a sus retratos: son obras increíblemente claras y vivas en las que los personajes parecen no guardar ningún secreto para el pintor. Conservan la monumentalidad clásica y a ella se añade un poderoso sentido del color que obsesionará a todos sus seguidores.

MÁS SOBRE ESTE TEMA

El retrato en el Renacimiento p. 8

Autorretrato p. 46

La pose p. 50

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Alberto Durero (1471-1528), Autorretrato. Museo del Prado, Madrid. Los autorretratos de Durero son pioneros en su género. El artista se ve a sí mismo como un personaje comparable a las personalidades habituales del retrato de la época.

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Tiziano (1487-1576), Retrato de Federico II de Gonzaga. Museo del Prado, Madrid. La monumentalidad del diseño y la fuerza del color son las marcas inconfundibles del estilo de Tiziano.

Retratos manieristas de El Greco

Como Tiziano, El Greco fue un retratista innato. Esto es sorprendente en un pintor manierista, es decir, con un estilo particular por completo alejado del realismo proclive a las deformaciones y exageraciones. Es imposible determinar hasta qué punto sus retratos se parecen a los retratados, pero la fuerza expresiva y la intensa espiritualidad que emana de sus figuras lo convierten en un retratista psicológico de primera línea.

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El Greco (1541-1641), Un caballero. Museo del Prado, Madrid. El estilo manierista de El Greco se complace en desfiguraciones y distorsiones del rostro que estilizan la forma y confieren una indudable carga psicológica a los personajes.

EDAD DE ORO DEL RETRATO

Durante el barroco, el retrato se ha consolidado como género pictórico y goza de abundante clientela. Las cortes europeas cuentan con sus retratistas oficiales y tanto los nobles como las familias con grandes fortunas desean ser retratados. El auge del género queda patente no sólo en el gran número de retratos célebres que son pintados en esta época, sino en el hecho de que sean precisamente retratos las obras maestras más sobresalientes de los genios del momento.

Rubens

Rubens es el pintor barroco más extrovertido y apasionado; el pintor más famoso después de Tiziano, el más rico y el que produjo mayor cantidad de obras. Su especialidad eran las grandes composiciones alegóricas, que realizaba en colaboración con sus ayudantes y en las que sólo intervenía sumariamente. Aparentemente, no apreciaba el retrato y lo consideraba un género menor, y sólo pintó algunos, según él “para conseguir trabajos más importantes”. Pero es en los retratos (muchos de ellos de su mujer y sus hijos) donde Rubens se muestra más directo y expresivo, aligerado de la carga retórica de las grandes composiciones decorativas. Para el espectador actual, los retratos de Rubens son probablemente lo más atractivo de su obra por la síntesis de forma y color, la frescura de la realización y la ternura en la representación de sus seres queridos.

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Rubens (1577-1640), Susana Lunden. National Gallery, Londres. Los retratos de Rubens son pinturas llenas de vivacidad, frescura de color y de gran parecido.

Velázquez

A sus 23 años, Velázquez se convirtió en el pintor más importante de la corte de Felipe IV. El artista, que pensaba lo mismo que Rubens del retrato, no se consideraba un retratista pero lo cierto es que creó una inmensa galería de retratos de personajes de la Corte, desde el rey hasta los bufones, las infantas y sus ayudantes de cámara. En estos cuadros magníficos consiguió hacer palpitar la vida, al tiempo que evolucionaba en su manera de pintar. Velázquez pasó de un realismo claroscurista a un estilo basado en el color que probablemente tomó de los pintores venecianos: las pinceladas se afinan y disgregan, el color es fluido y suave, las formas aparecen vistas en conjunto, en síntesis, y el toque de pincel anuncia el impresionismo. El efecto de un retrato de Velázquez es de una suprema objetividad, sin estilizaciones debidas al sentimentalismo o a la retórica. Por esta razón es considerado por muchos como el mayor retratista de todos los tiempos.

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Velázquez (1599-1660), Felipe IV de España. National Gallery, Londres. Reuniendo la influencia de los pintores venecianos y de Rubens, Velázquez cuajó un estilo magistral que, desde el punto de vista del retrato, destaca por la objetividad de la representación.

Frans Hals y Rembrandt

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