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1

Benny Imura quedó consternado al comprender que ni aun en pleno Apocalipsis podría librarse de los deberes.

—¿Por qué tenemos que estudiar estas cosas? —preguntó—. Nosotros ya sabemos lo que pasó. La gente empezó a convertirse en zoms, los zoms se comieron a casi todos, todo el que muere se convierte en zom, así que la moral de este cuento es: trata de no morir.

Al otro lado de la mesa de la cocina, su hermano Tom lo miraba fijamente entrecerrando los ojos.

—¿Intentas parecer idiota, o es una capacidad innata?

—Hablo en serio. Ya sabemos lo que pasó.

—¿En verdad? ¿Entonces por qué pasaste la mayor parte del último verano quejándote de que nadie de mi edad le cuenta a nadie de tu edad la verdad sobre los muertos vivientes?

—Escuchar es una cosa. Escribir ensayos y presentar exámenes sorpresa es otra muy distinta.

—Porque Dios nos libre de que tengas que recordar algo de lo que te decimos.

Benny levantó misteriosamente las cejas y se dio unos golpecitos en la sien.

—Lo tengo todo aquí, en el enorme almacén de conocimiento que soy yo.

—Bien, chico genio, entonces ¿qué comenzó la plaga?

—Muy fácil —dijo Benny—. Nadie lo sabe.

—¿Cuáles son las principales teorías?

Benny encajó su tenedor en un gran pedazo de camote con mantequilla, se lo metió a la boca y masticó ruidosamente mientras hablaba. Era un movimiento calculado para irritar a Tom por tres causas al mismo tiempo. Tom odiaba que hablara con la boca llena. También odiaba que Benny masticara con la boca abierta. Y además eso sofocaría la mayor parte de lo que dijera, lo que significaba que Tom tendría que poner aún más atención a esa boca llena de tubérculo de donde saldrían palabras apagadas.

—Radiación, virus, armas biológicas, desechos tóxicos, erupciones solares, obra de Dios.

Lo dijo sin hacer pausa entre las palabras. Eso también era molesto, y valía al menos otro punto en el “irritómetro” personal de Benny.

Tom sorbió su té en silencio, pero dirigió a Benny la mirada.

Benny suspiró y tragó.

—Bien —dijo—, al principio la gente culpó a la radiación de un satélite.

—Sonda espacial —corrigió Tom.

—Lo que sea. Pero eso no tiene sentido, porque un satélite…

—Sonda espacial.

—… no transportaría suficiente material radioactivo para dispersarlo por todo el mundo.

—Eso creemos.

—Claro —concedió Benny—, pero en la clase de ciencia nos dijeron que incluso si una de las viejas plantas nucleares sufriera una como-se-llame, no…

—La fusión de un reactor.

—… habría suficiente radiación para cubrir todo el planeta, a pesar de tener más material radioactivo que un satélite.

Tom suspiró. Benny sonrió.

—¿Qué conclusión sacas de eso?

—El mundo no fue destruido por zombis radioactivos del espacio.

Probablemente no fue destruido por zombis radioactivos del espacio —corrigió Tom—. ¿Y qué me dices de un virus?

Benny separó un trozo de pollo y lo comió. Tom era un gran cocinero, y éste era uno de sus mejores platillos. Camote, pollo asado con champiñones y almendras, y col rizada de un verde intenso. Una hogaza de pan al vapor, hecha con lo último que quedaba del trigo del invierno, reposaba cerca, donde Benny pudiera alcanzarla.

—El padre de Chong dice que un virus necesita de un huésped vivo, y los zoms no están vivos. Dice que tal vez una bacteria o un hongo albergan al virus.

—¿Sabes lo que es una bacteria?

—Desde luego… es una diminuta alimaña que hace que te enfermes.

—Dios, me encanta cuando muestras lo profundo de tus conocimientos. Me hace sentir orgulloso de ser tu hermano.

—Bésame el…

—Cuida tu lenguaje.

Se sonrieron.

Ya habían transcurrido casi siete meses desde que el rencor y la desconfianza que Benny había sentido durante toda su vida por su medio hermano se habían transformado en cariño y admiración. Ese proceso había comenzado el verano pasado, poco después del decimoquinto cumpleaños de Benny. De cierto modo él sabía que amaba a Tom, pero dado que Tom era su hermano y que éste aún era el mundo real, las posibilidades de que Benny empleara alguna vez esa palabra que empieza con A estaban en algún punto entre “de ninguna manera” y “fuera de mi camino que voy a vomitar”.

No es que Benny aborreciera aquella palabra, no cuando se trataba de alguien más adecuado para recibirla, alguien como la ferozmente pelirroja reina de las pecas, Nix Riley. A Benny le gustaría mucho poder lanzar esa palabra a la chica, pero aún no lo hacía. Poco después de la gran pelea en el campamento de los cazarrecompensas, cuando Benny había intentado abordar el tema, Nix lo amenazó con lastimarlo físicamente si continuaba. Benny cerró la boca, al comprender por qué el momento había sido tan inapropiado. Charlie “Ojo Rosa” Matthias y Marion Hammer, “el Martillo de Detroit”, habían asesinado a la madre de Nix, y los demenciales acontecimientos de los días posteriores habían nublado por completo la percepción de la chica. Incluso para llorar su pérdida.

Aquellos días habían sido la más extraña mezcla de un horror absoluto, una negra desolación y una creciente felicidad. Las emociones que había sentido ni siquiera parecían pertenecer al mismo mundo, ya no digamos a la misma persona.

Benny respetó el duelo de Nix, y se dio un tiempo para sí también. La señora Riley había sido una gran mujer. Dulce, divertida y amable, aunque siempre un tanto cabizbaja. Como todos en Mountainside, Jessie Riley había sufrido terribles pérdidas durante la Primera Noche: su esposo, sus dos hijos.

“Todos perdieron a alguien”, le recordaba a menudo Chong. A pesar de que aún eran muy pequeños cuando sucedió, Benny y Chong eran los únicos entre sus amigos que recordaban aquella noche. Chong decía que todo había sido para él como una niebla de gritos y alaridos, pero Benny lo recordaba con particular claridad: recordaba a su madre sacándolo por una ventana de la planta superior para entregarlo a Tom —por entonces un cadete veinteañero de la academia de policía—, recordaba la cosa pálida, vacilante y enjuta que momentos atrás había sido papá salir de las sombras para morder a mamá. Recordaba a Tom corriendo para alejarse, recordaba muy bien el aterrado palpitar de su corazón adulto golpeando como un tambor mientras sostenía a un pequeño Benny que lloraba y se retorcía.

Hasta el año anterior, Benny recordaba esa Primera Noche de una forma distorsionada. Hasta entonces había creído que Tom simplemente había escapado. Que no había intentado ayudar a mamá. Que había sido, que era, un cobarde.

Ahora Benny pensaba distinto. Sabía la clase de tormento que Tom había sufrido para salvarlo. También sabía que cuando mamá lo entregó a Tom pasándolo a través de la ventana, ella ya había sido mordida. Ya no podría salvarse. Tom había hecho lo único posible: corrió, y al correr confirió valor al sacrificio de su madre. Él los salvó.

Ahora Benny tenía quince años y medio, y parecía que la Primera Noche había ocurrido un millón de años atrás.

El presente ya no era ese mundo. Durante la Primera Noche el viejo mundo murió. Cuando los muertos se levantaron, los vivos perecieron. Las ciudades fueron incineradas por la milicia en un esfuerzo inútil por detener los crecientes ejércitos de muertos vivientes. Los pulsos electromagnéticos desatados por las explosiones nucleares frieron los circuitos de todos los aparatos eléctricos. Las máquinas quedaron en silencio, y pronto también enmudeció la nación. Ahora todo lo que se encontraba al este del pequeño pueblo de Mountainside era la gran Ruina y Putrefacción. Algunos pueblos aún poblaban las laderas de la Sierra Nevada al norte y al sur del hogar de Benny, pero el resto del mundo había sido destruido.

O… ¿no?

Durante aquella aventura en las montañas al este del pueblo, Benny y Nix habían visto algo que les pareció tan inexplicable y con tanto potencial para cambiar su mundo como lo había sido la plaga zombi. Volando alto, muy alto por encima de ellos, algo cruzó el cielo. Un aparato tecnológico sobre el cual Benny únicamente había leído en libros del pasado.

Un aeroplano.

Un elegante avión jumbo que llegó volando desde el oriente, dio vuelta en un lento círculo alrededor de las montañas, y se alejó por donde había venido. Ahora Benny y Nix contaban los días para dejar Mountainside e ir a buscar el lugar de donde provenía aquel aeroplano. El calendario clavado a la pared junto a la puerta trasera tenía X negras sobre los primeros diez días del presente mes. Luego le sucedían siete días sin marcar, y después un gran círculo rojo alrededor del sábado 17 de abril, a una semana exacta de distancia. Las palabras VIAJE estaban escritas en letras mayúsculas debajo de la fecha.

Tom pensaba que aquel avión volaba en dirección al Parque Nacional de Yosemite, el cual se encontraba exactamente rumbo al este tomando como referencia su pueblo. Benny y Nix le habían suplicado a Tom durante meses para emprender el viaje, pero conforme se aproximaba el día, Benny ya no estaba tan seguro de querer hacerlo. Nix estaba totalmente decidida, sin embargo.

—Tierra a Benny Imura.

El chico parpadeó y escuchó como un eco el sonido de los dedos que le chasqueaba Tom.

—¿Eh?

—Por Dios… ¿en qué planeta estabas?

—Oh… sólo me concentré un poco.

—¿En Nix o en el avión?

—Un poco de ambos.

—Debió ser más en el avión —dijo Tom—. Casi no babeabas.

—Y tú casi resultas gracioso —dijo Benny. Bajó la mirada hacia su plato y quedó ligeramente sorprendido al verlo vacío.

—Así es —dijo Tom—, estabas comiendo en piloto automático. Era fascinante verte.

Alguien llamó a la puerta. Benny se incorporó de inmediato y cruzó la cocina hacia la puerta trasera. Sonreía mientras corría los cerrojos.

—Debe ser Nix —dijo mientras abría—. Hola, cariño…

Morgie Mitchell y Lou Chong aguardaban en el porche trasero.

—Ejem —comenzó Chong—: hola también, pastelito.

2

Benny comenzaba a decir algo que habría sido salvajemente vulgar y físicamente improbable, pero entonces una figura más pequeña se abrió paso a empujones entre el fornido Morgie y el enjuto Chong. A pesar de que la veía a diario, encontrarse con ella siempre provocaba que su corazón palpitara como un gorila enloquecido golpeándose el pecho.

—Nix —dijo él, sonriendo.

—¿“Cariño”? —preguntó ella. No sonreía.

No era el tipo de cosas que él acostumbrara decirle. No en voz alta, y podría castigarse por haber dejado que se le escapara. Buscó algún comentario ingenioso para salvar la situación, consciente de que Tom observaba la escena desde la mesa, y de que Morgie y Chong lo espiaban como espectros.

—Bueno… —dijo—, yo, eh…

—Qué tacto —continuó Nix, y lo empujó para entrar a la cocina.

Chong y Morgie se burlaban de él imitando un besuqueo entre los tórtolos.

—Sepan que serán asesinados —amenazó Benny—. Dolorosamente, y muy pronto.

—Claro, lindura —replicó Morgie mientras seguía a Chong al interior de la cocina.

Benny se tomó unos segundos para juntar los retazos sueltos de su limitada inteligencia. Entonces se giró y cerró la puerta con mucho cuidado, aunque azotarla lo habría hecho sentir mucho mejor.

Tras la muerte de su madre, Nix se había mudado primero con Benny y Tom, pero entonces Fran Kirsch, la esposa del alcalde y su vecina de al lado, sugirió que una chica tal vez preferiría vivir en una casa con otras mujeres. Benny trató de argumentar que ella tenía en casa su propia habitación —la habitación de Benny— y que a él no le importaba dormir en el sofá de la sala, pero la señora Kirsch no cedió: Nix se mudó al cuarto de huéspedes de los Kirsch.

Nix y los chicos se amontonaron en las sillas alrededor de la mesa e hicieron una imitación bastante fiel de la rapiña de los buitres con los restos de comida. Tom se recargó en su silla, y Benny recuperó su asiento.

—¿Entrenaremos esta noche? —preguntó Morgie.

Tom asintió.

—Se acerca el viaje, ¿recuerdan? Benny y Nix tienen que estar listos, y ustedes dos deben mantenerse en forma, Morgie. Quién sabe lo que tendrán que enfrentar en el futuro.

—Los has hecho trabajar mucho —dijo Chong.

—Tengo que. Todo lo que hagamos de ahora en adelante será prepararnos para el viaje. No son…

—… vacaciones —completó Benny—. Sí, lo has mencionado unas treinta o cuarenta mil veces. Sólo que pensé que ahora tendríamos, ya sabes, una noche libre.

—¿Noche libre? —repitió Nix—. Yo desearía que partiéramos ahora mismo.

Benny eludió el tema preguntando:

—¿Dónde está Lilah?

Lilah era el miembro más reciente de su grupo. Un año mayor que los chicos e infinitamente más extraña, había crecido fuera de la muralla exterior, allá, en Ruina. Fue criada durante unos años por un hombre que la rescató en la Primera Noche, y después vagó sola durante los años siguientes. Ella era más que sólo salvaje: taciturna, silenciosa e increíblemente bella. La Chica Perdida, la habían llamado en las Tarjetas Zombi. Un mito, una leyenda, para la mayoría de la gente, hasta que Tom y Benny probaron su existencia. Ella quería ir con Benny, Nix y Tom a Ruina, a buscar el avión.

Chong inclinó la cabeza apuntando hacia la puerta trasera.

—No quiso entrar.

Chong suspiró, y Benny tuvo que controlarse para no aprovechar el momento y molestarlo. Su amigo había desarrollado un enamoramiento tan impotente y desesperanzado hacia Lilah que una palabra incorrecta podía sumirlo en una depresión que se prolongaría días enteros. Nadie, incluidos Nix, Benny y Chong, pensaba que Lilah pudiera interesarse en lo absoluto por él. O quizás ella no se interesaba en absoluto por nada que no estuviera relacionado con navajas, armas y violencia.

—¿Qué está haciendo? —preguntó Benny, esquivando cuidadosamente el tema.

—Limpiando su pistola —dijo Nix, clavando sus ojos verdes en los de Benny y dirigiéndolos después hacia el jardín exterior.

Lilah cuidaba de su pistola como si fuera una mascota. Chong decía que eso era lindo, pero en realidad todos pensaban que era un poco triste, rayando en lo escalofriante.

Benny rellenó su taza de té, vertió algo de miel en el líquido y observó a Nix tomar los últimos restos de carne de una pechuga de pollo. Le gustaba hasta la manera en que ella hurgaba entre los desechos para buscar comida. Suspiró.

Morgie continuó:

—Voy a pescar el primer bagre de la temporada.

—¿Qué usarás como carnada? —preguntó Chong.

—¿El cerebro de Benny?

—Demasiado pequeño.

Era una de sus rutinas más antiguas, y Benny respondió como se esperaba de él: de manera inapropiada. Tom le dio el esperado sermón sobre su lenguaje.

Incluso ese ritual, tan practicado y obsoleto como se había vuelto, hizo sentir bien a Benny. Especialmente con Nix sentada a su lado. Él buscó algo que decir que le hiciera merecer una de sus sonrisas. Las sonrisas de Nix, que habían sido libres y plenas hasta antes de la muerte de su madre, se habían vuelto tan raras como las piedras preciosas. Benny habría dado gustoso todo lo que poseía para cambiarlo, pero como dijo Chong una vez, “no todo lo averiado se puede arreglar”. En aquella ocasión —hacía un año, cuando Benny intentaba conectar un cuadrangular y acabó rompiendo la ventana frontal de la tienda de Lafferty— había pensado que la observación era estúpida. Ahora sabía que era profunda.

Tantas cosas indeseables habían ocurrido en el último año… pero aquello ya pertenecía al pasado, y nada —ni desearlo, ni la fuerza de voluntad, ni las oraciones nocturnas— podía cambiarlo.

La madre de Nix había muerto.

Eso no se podía remediar.

—¿En qué estás pensando? —preguntó Morgie con una mirada de sospecha.

Todos voltearon hacia Benny, quien dedujo que probablemente le habían hecho una pregunta pero estaba tan sumido en sus pensamientos melancólicos que la había ignorado.

—¿Qué? Oh… sólo pensaba en el avión —mintió Benny.

—Ah —exclamó Chong secamente—. El avión.

La nave, y todo lo que ésta simbolizaba, era un enorme monstruo silencioso que los había acechado desde que volvieron el pasado septiembre. El avión significaba partir, algo que Nix y Benny harían pronto pero no Chong y Morgie. Tom lo llamaba un “viaje”, sugiriendo que en algún momento volverían, pero Benny sabía que Nix no tenía intenciones de regresar a Mountainside. Lo mismo probablemente sucedía con Tom, quien aún seguía afligido por la pérdida de Jessie Riley. Benny, sin embargo, sí quería volver. Quizá no para instalarse por siempre, pero al menos para ver a sus amigos. Una vez que partieran, sin embargo, él estaba casi seguro de que su ausencia sería permanente.

Era un pensamiento horrible y desgarrador, siempre latente, aunque a ninguno de ellos le gustaba hablar de aquello.

—¿Ese maldito avión otra vez? —se quejó Morgie y agitó malhumoradamente la cabeza.

—Sí. Pensaba ir a la biblioteca mañana para ver si tienen libros sobre aviones. Quizás encuentro el que vimos.

—¿Por qué? —insistió Morgie.

—Si sabemos qué tipo de avión es —intervino Nix— podríamos comprender su alcance. Tal vez no pudo cruzar el país. O tal vez pudo venir desde Hawái.

Morgie estaba confundido.

—Pensé que habían dicho que llegó desde el este y que se fue en esa misma dirección.

—No son controladores de tráfico aéreo, Morgie —agregó Chong—. Entre más puedan aprender sobre el avión, más posibilidades tendrán de encontrarlo. Supongo.

—¿Qué es un controlador de tráfico aéreo? —insistió Morgie.

Eso le permitió a Chong dirigir la conversación lejos del viaje y hacia la historia previa a la Primera Noche. Benny miró de reojo a Nix, ahí estaba: apenas el más ligero atisbo de una sonrisa. Ella alcanzó su mano por debajo de la mesa y le dio un rápido apretón.

Tom, que había estado observando la escena, ocultó una sonrisa detrás de su taza mientras terminaba de beber su té. Después la depositó sobre la mesa con un estruendo; todos los ojos voltearon a verlo.

—Bien, mi joven Jedi… es hora de entrenar.

Todos se pusieron en pie, pero cuando se dirigían hacia fuera, Morgie dio un codazo amistoso a Chong en las costillas.

—¿Qué es un Jedi?

DEL DIARIO DE NIX
 

Cosas que sabemos sobre los zombis, parte 1

Son seres humanos muertos que de alguna forma se reanimaron.

No pueden pensar (Tom está bastante seguro de ello.)

No necesitan respirar.

No sangran.

Son torpes y lentos.

Pueden hacer algunas cosas (caminar, sujetar, morder, tragar, gemir).

Rara vez usan herramientas (Tom dice que algunos recogen piedras o palos para tratar de entrar en las casas; pero dice que es verdaderamente inusual).

No son muy hábiles en sus movimientos (aunque Tom dice haber visto a algunos girar picaportes, los zoms sólo suben escaleras cuando persiguen una presa. Jamás se los ha visto escalar con las manos un plano vertical).

*¡Son realmente aterradores!

3

—Yo soy una despiadada y temible máquina destructiva corta-cabezas asesina de zombis con vista de águila —declaró Benny Imura—. Y por eso voy a…

Nix Riley apartó su espada de un movimiento y lo golpeó en la cabeza.

—¡Auch! —gritó Benny.

—Sí, eres totalmente temible —dijo ella—. Creo que voy a desmayarme.

—¡Auch! —dijo él más sonoramente para poner énfasis en su queja, en caso de que alguien no la hubiera escuchado.

Chong y Morgie estaban sentados en la mesa de pícnic. Tom se recargaba contra el gran roble en la esquina del jardín. Lilah estaba sentada con la espalda apoyada en la cerca. Todos se reían de Benny.

—Adelante, búrlense —gruño, agitando frente a ellos su bokken—. Ella me golpeó cuando yo no estaba mirando.

—Pues… no dejes de mirar —sugirió Chong.

Morgie fingió toser en su mano mientras le decía “¡perdedor!”.

—Un poco de concentración podría serte útil —dijo Tom—. Quiero decir… ya que el viaje es dentro de una semana y tú entrenas para salvar la vida. Si quieres sobrevivir, debes ser un guerrero inteligente.

Tom había insistido tanto en su programa del “guerrero inteligente” que Benny estaba considerando seriamente renegar de su hermano.

Aunque apenas comenzaba el mes de abril, se sentía como si estuvieran en pleno verano, y Benny vestía únicamente una camiseta empapada en sudor y unos pantaloncillos cortos. Los meses de entrenamiento lo habían endurecido, ya había ganado algo de músculo en brazos y hombros. Echó atrás esos hombros tensos y lanzó a Nix una mirada de acero.

La chica levantó su espada de madera y con voz fuerte y clara anunció:

—Voy. A. Agitar. Mi. Espada. Ahora.

—Qué gracioso —adujo Benny apretando la mandíbula. Levantó su espada, codos y rodillas doblados en perfecto ángulo, el peso apoyado firmemente en los pies, la punta de la bokken al nivel de sus ojos, su cuerpo en un ángulo que facilitaba el ataque y protegía sus vulnerabilidades. Podía sentir la tensión en sus brazos. Con un potente y feroz grito que hubiera congelado el corazón del enemigo en los campos de batalla de la era samurái, atacó, blandiendo su espada para dejarla caer con absoluta contundencia sobre su adversario.

Nix bloqueó el lance y le golpeó la cabeza.

Otra vez.

—Auch —reclamó Benny.

—Así no se hace —dijo Lilah.

El chico se frotó la cabeza y miró a la Chica Perdida entrecerrando los ojos.

—No, ¿en serio? —se quejó malhumorado—. ¿No debo hacer los bloqueos con mi cabeza?

—No —confirmó Lilah muy seria—. Eso es estúpido. Morirías si lo intentas.

Lilah poseía muchas habilidades que Benny admiraba —combate, sigilo, capacidades atléticas casi increíbles— pero carecía del más pequeño sentido de la ironía y el humor. Hasta que llegó a Mountainside, la existencia de Lilah había sido un continuo infierno de paranoia, miedo y violencia. Aquel no era el tipo de ambiente que propicie el desarrollo de habilidades sociales.

—Gracias, Lilah —dijo Benny—. Me aseguraré de recordarlo.

Ella asintió como si él hubiera hecho una promesa importante.

—Así no tendré que aquietarte después —dijo. Tenía una voz a la vez suave y rasposa, pues sus cuerdas vocales se habían dañado de tanto gritar cuando era pequeña.

Benny la observó por un momento, sabiendo que Lilah hablaba totalmente en serio. Y sabía también que ella lo haría. Si él muriera y se convirtiera en zom, Lilah lo mataría —lo aquietaría, como preferían decir todos en el pueblo— sin dudarlo ni un solo instante.

Benny giró hacia Nix.

—¿Quieres intentarlo de nuevo? Esta vez lo bloquearé.

—Ah… ¿al fin vas a intentar con la parte “inteligente” del programa para el “guerrero inteligente”? —observó Chong—. Muy sabio de tu parte.

Nix sonrió a Benny. No era una de esas cálidas sonrisas que él añoraba. Le recordó ahora más a la expresión de Lilah cuando ésta cazaba zoms.

No obstante, Benny logró bloquear.

No es que le sirviera de mucho hacerlo sólo una vez.

—¡Auch! —gritó tres segundos después.

—¡Guerrero inteligente! —gritaron a coro Morgie y Chong.

Benny les lanzó una fulminante mirada asesina.

—¿Qué tal si alguno de ustedes, payasos, trata de…?

Su comentario fue cortado de tajo por un fuerte y repentino alarido.

Todos quedaron congelados, sólo alcanzaron a girar la cabeza hacia el centro del pueblo. El grito fue agudo y penetrante.

Se produjo un momento de silencio.

Entonces otro alarido cortó el aire. Era la voz de un hombre, intensa y chillante, llena de dolor.

Más gritos siguieron.

Y después el súbito y hueco estallido de un disparo de escopeta.

4

—¡Quédense donde están! —ordenó Tom en el acto.

Corrió al interior de la casa y volvió a salir un momento después con su espada en una mano y su pistolera de cintura en la otra. No se trataba de una espada de práctica, sino de su mortífera katana de acero que utilizaba en su trabajo como el más eficaz cazador de zombis de toda Ruina. Se colgó la correa al hombro mientras pasaba frente a Benny a toda velocidad con dirección a la cerca. La saltó como un corredor de carreras de obstáculos y se alejó a toda velocidad mientras se abrochaba la hebilla de la pistolera.

—¡No se muevan del jardín! —les advirtió.

Esta última orden flotó hacia ellos a la par que Tom desaparecía sobre la colina.

Benny giró hacia Nix, quien miró a Lilah, quien posó los ojos en Chong, quien a su vez contempló a Morgie.

—Tom ordenó que nos quedáramos aquí —se apresuró a decir Nix.

—Claro —confirmó Benny.

Y de inmediato partieron. Tomaron todos sus espadas de madera y se apresuraron para atravesar la puerta del jardín, con excepción de Lilah, quien brincó la cerca exactamente como Tom lo había hecho momentos atrás. Entonces corrieron tan rápido como eran capaces de hacerlo.

5

Lilah pronto los dejó atrás. Sin embargo, desde el pasado septiembre habían trabajado sus músculos y aumentado su resistencia, por lo que no se quedaron muy atrás. En un grupo poco compacto dieron vuelta en la esquina del molino y aceleraron sobre Oak Hill Road.

Benny sonrió a Chong, quien le contestó con otra sonrisa. De una extraña manera esto era divertido. Ellos eran guerreros ahora, los últimos aprendices de samurái del mundo. Esto era para lo que estaban entrenando.

Entonces, justo cuando llegaban a la cima de la colina y doblaban a la izquierda por Mockingbird Street, escucharon una nueva serie de gritos.

Eran gritos de niños, agudos y penetrantes.

Ese sonido barrió de tajo las sonrisas de sus rostros.

Benny miró a Nix.

—Dios —jadeó ella, y corrió más aprisa.

Los gritos no cejaban. Benny pensó que eran alaridos de terror, no de dolor. Había un poco de consuelo en ello.

Doblaron a la derecha en Fairview y siguieron corriendo, apretando las espadas en sus manos sudorosas.

Entonces todos se detuvieron en el mismo instante.

Había tres casas al final de un grupo de locales comerciales. Los Cohen a la izquierda, la casa de los Matthias a la derecha y la de los Houser al centro. La gente del pueblo se había concentrado frente a la casa de los Houser. La mayoría portaba hachas, grandes maderos y palas de mango largo. Benny vio al menos cuatro personas con armas de fuego.

—¡Es la casa de Danny! —dijo Nix en un susurro agudo.

Benny y sus amigos fueron a la escuela con Danny Houser; las hermanas gemelas de Danny, Fe y Esperanza, cursaban entonces el primer grado.

Vieron a Tom en el porche, asomándose al interior por la puerta abierta. Luego se echó atrás cuando algo entre las sombras de la sala a oscuras se movió hacia él.

El aliento de Benny se le atoró en la garganta cuando vio a la figura emerger por la puerta con paso lento e inseguro, sus piernas se movían con rigidez y sus manos se estiraban para alcanzar a Tom. Era el abuelo Houser.

—¡No! —gritó Danny, pero Tom seguía caminando hacia atrás.

Los ojos del abuelo Houser eran negros y vacíos como dos agujeros, y su dentadura postiza castañeteaba como si tratara de morder el aire.

Una profunda tristeza nació en el pecho de Benny. Le agradaba el abuelo de Danny. El viejo siempre era amable y contaba las anécdotas de pesca más divertidas. Ahora el abuelo Houser se había ido, y en su lugar quedaba un cuerpo sin pensamientos, humor o inteligencia. Sin restos de humanidad fuera de la mentira de su apariencia. Era un zombi movido por una incontrolable ansia caníbal. Incluso a quince metros de distancia, Benny podía oír el grave gemido hambriento de la criatura.

—Debe haber muerto mientras dormía —dijo Nix.

Chong asintió:

—Y olvidó encerrarse en su habitación.

Era una lamentable y terrible certeza que todo aquel que moría regresaba como un zom, así que todos debían encerrarse en sus habitaciones durante la noche. Eran raros los zoms que podían girar una perilla, y ninguno era capaz de correr un pasador o girar una llave. Que alguien muriera durante el sueño para reanimarse al salir el sol era uno los miedos constantes de la gente del pueblo.

Porque este tipo de cosas ocurrían.

Benny percibió un movimiento a su derecha y vio a Zak Matthias mirándolo a través de una ventana lateral de la casa contigua. Aquel chico nunca había sido precisamente un amigo, pero la mayor parte del tiempo él y Benny habían conseguido llevarse bien. Eran de la misma edad y habían estado juntos durante toda la escuela y en los exploradores. Jugaban en el mismo equipo de beisbol, luchaban en la misma categoría, e incluso a veces iban a pescar juntos si Morgie y Chong estaban ocupados. Pero todo aquello había sido antes del pasado septiembre.

Zak Matthias era sobrino de Charlie Ojo Rosa. Aunque no estaban seguros, Benny y Nix creían que había sido él quien había alertado a su tío sobre que Benny había encontrado en un paquete de Tarjetas Zombi el retrato de la Chica Perdida.

Lilah.

Charlie había ido a buscar a Benny para tratar de quitarle la tarjeta. En ese momento Benny no entendía el porqué, pero no tardaría en comprender que Ojo Rosa temía que Lilah le contara a la gente lo que sucedía en Ruina. Lo que los cazarrecompensas como él les hacían a los niños que encontraban, cómo los ponían a luchar en los fosos de zombis de Gameland para que gente malvada como ellos pudiera apostar sobre su destino.

Los esfuerzos de Charlie para borrar todo conocimiento de Lilah y de Gameland habían concluido con los asesinatos de la madre de Nix y de Rob Sacchetto, el artista de erosión, el hombre que había pintado la tarjeta de la Chica Perdida.

Zak ya no asistía a la escuela. Su padre, llamado también Zak, lo mantenía en casa, y toda la familia era ahora repudiada por la gente del pueblo. Benny había escuchado rumores de que el padre de Zak lo golpeaba continuamente, culpándolo de algún modo por lo que le había sucedido al tío Charlie.

De una extraña forma Benny sintió lástima por Zak. Parecía tan perdido, ahí parado detrás del vidrio y las cortinas de encaje, pálido por estar siempre encerrado en casa. Benny quería odiarlo, pero estaba seguro de que Zak no había tenido idea de las cosas terribles que Charlie Ojo Rosa haría con la ingenua información que su sobrino le había dado.

—¡Cuidado, Tom! —gritó alguien, y Benny giró en el acto la cabeza para ver cómo su hermano se había retirado hasta la orilla del porche.

—¡Dispara, Tom! —gritó el cartero del pueblo.

—¡No! —gritaron dos voces al unísono, y al levantar la mirada Benny vio a las gemelas Houser en la ventana de la planta superior—. ¡Abuelo! —chillaron, sus voces eran tan agudas como de pajarillos asustados.

—Dispara —susurró Morgie, y Benny volteó a mirarlo. El rostro de Morgie estaba empapado de un sudor nervioso—. Dispárale.

La pistola de Tom seguía en su funda.

Lilah sacudió la cabeza con frialdad una sola vez.

—No. Estaría desperdiciando una bala.

De pronto se produjo movimiento en el porche, tan rápido que el cuerpo de Tom pareció dejar una estela. Tomó los hombros del zombi y lo hizo girar, después se movió de modo que el abuelo Houser volcara sobre la cadera de Tom para aterrizar sobre las tablas del porche. Tom trepó en el viejo, tomó sus pálidas muñecas y las llevó a la espalda del hombre, asegurándolas firmemente con una soga que extrajo de su bolsillo. Todo sucedió en un parpadeo.

—Llévenselo —espetó Tom, y dos hombres corpulentos avanzaron nerviosamente para levantar al viejo zom—. Pónganlo en el cobertizo. No lo aquieten aún.

Al decir eso, Tom señaló ligeramente con la cabeza hacia la ventana del piso superior.

Uno de los otros hombres comenzó a subir los escalones, pero Tom lo detuvo.

—No… aún no sabemos dónde están Jack, Michelle y Danny.

A Benny se le formó un nudo en la garganta del tamaño de un huevo de gallina.

—¿Deberíamos ayudar? —preguntó Chong con una voz que mostraba claramente que él mismo odiaba su propia sugerencia.

—No somos aún guerreros inteligentes —adujo Morgie en voz baja.

—Iré yo —adelantó Lilah, con el susurro helado de su voz. Se abrió camino a empujones entre la multitud. La gente se alejaba de ella como si fuera un ente salvaje y peligroso, y Benny comprendió que ella era exactamente eso.

Lilah intercambió un asentimiento de cabeza con Tom, y ambos entraron cuidadosamente a la casa.

—Definitivamente ella sí es una guerrera inteligente —observó Chong—, pero no está muy cuerda que digamos.

—¿Deberíamos entrar nosotros también? —preguntó Morgie—. Quizá necesiten de nuestra ayuda.

—¿Tom y Lilah? ¿Necesitar de nuestra ayuda? No seas torpe —replicó Nix.

Nix, Chong y Benny voltearon hacia él al unísono.

Morgie se ruborizó.

—Sí… claro —concedió—. Fue un poco tonto, ¿no?

Chong posó una mano en el brazo de su amigo para consolarlo.

—No, Morgie —dijo—, no sólo “un poco”.

Benny volvió a percibir un movimiento en la casa de los Matthias. Vio a Zak alejándose de la ventana, pero algo en su rostro hizo que Benny mirara con mayor atención. Los ojos de aquel chico estaban rodeados de círculos muy oscuros. Como si toda su cara estuviera repleta de moretones. Quizás un par de ojos morados. ¿Su padre lo había hecho?

—Diablos —susurró Benny.

Nix siguió la dirección de su mirada.

—¿Qué…?

—Es Zak —dijo hablando quedo—. Creo que está herido. No deja de mirar hacia aquí.

Nix abrió la boca para decir algo mordaz contra aquel chico, pero volvió a cerrarla.

Benny miró hacia la casa de los Houser, todo parecía tranquilo. La gente comenzaba a acercarse cuidadosamente al porche. Se giró para dar la espalda a la casa de Zak, mordiéndose un labio, indeciso.

Entonces, antes siquiera de saber qué pretendía en realidad, comenzó a caminar hacia la casa de los Matthias.

DEL DIARIO DE NIX
 

Primera Noche

Así es como la gente llama al día en que los muertos se levantaron. Según Tom, comenzó por la mañana en algunos lugares, pero para la noche ya se había extendido en todos lados.

Nadie sabe por qué comenzó.

Nadie sabe dónde comenzó.

Tom dice que el primer reporte que escuchó provino de Pittsburgh, Pensilvania.

Para el amanecer del día siguiente el brote ya se había esparcido a todo el mundo. Se declaró un estado de emergencia. Tom dice que esa medida fue demasiado laxa y llegó demasiado tarde.

Para el mediodía del día siguiente se perdió comunicación con sesenta ciudades de Estados Unidos, y con más de trescientas alrededor del mundo. Nadie llevaba la cuenta de cuántos pueblos y ciudades pequeñas habían sido arrasadas.

Las estaciones de radio y televisión dejaron de transmitir informes noticiosos al quinto día. Para entonces los teléfonos móviles ya no funcionaban.

Después de eso ya no se tuvo manera de saber qué tan catastrófico era lo que estaba ocurriendo.

6

Benny rodeó la casa y se dirigió a la puerta trasera. Él sabía que cuando el padre de Zak se embriagaba solía perder el sentido en el sofá de la sala, así que la parte trasera parecía ser el mejor lugar para echar un vistazo al interior.

—¡Benny! —lo llamó Nix mientras corría a alcanzarlo—. ¿Qué está sucediendo?

—Yo… —comenzó él, pero ¿cómo podría Nix, comprender y aceptar que Benny quisiera ver si Zak Matthias estaba bien? Esa casa representaba todo lo que ella había perdido. Benny creía que si los roles estuvieran invertidos, ella se sentiría del mismo modo.

Él le dedicó una sonrisa desprovista de significado —casi una mueca— y subió al porche trasero de Zak. Nix permaneció sobre el césped, cerca de los escalones. Benny dejó en el suelo su bokken —era seguro que Zak no abriría la puerta con Benny ahí parado sosteniendo una espada— y curvó sus manos a ambos lados de los ojos para asomarse al interior por la ventana de la cocina. No había ninguna linterna encendida.

El lugar estaba vacío. No había señales de Zak.

Benny golpeó en la puerta con un débil toc-toc.

Nada. Benny vaciló. ¿Qué pretendía decirle realmente a Zak? Su tío había asesinado a la madre de Nix. Benny había matado al propio Charlie Ojo Rosa. Bueno, probablemente lo había hecho: lo había golpeado con el tubo negro del Martillo de Detroit y había visto a Charlie caer un centenar de metros en la oscuridad.

¿Cómo podría algo de aquello dar pie a una conversación pacífica?

Qué tal, Zak, ¿alguien ha sido asesinado hoy?

Llamó nuevamente a la puerta.

Una figura se movió detrás de la cortina y giró el picaporte. La puerta se abrió, y Benny aspiro, no del todo seguro sobre las palabras que saldrían de su boca.

No era Zak.

Era el padre de Zak.

Aunque no tan fornido, ni albino, como su hermano Charlie, el señor Matthias, de piel pálida y cabello rubio, sí era lo suficientemente grande e igual de escalofriante que Ojo Rosa..

Especialmente ahora.

Todo el frente de la camiseta del señor Matthias estaba manchado de brillante sangre roja.

—Yo… yo… —dijo con voz grave y rasposa, pero no le quedaba suficiente garganta para decir algo más. Dio un único paso tembloroso para salir a su porche y entonces cayó justo encima de Benny. El peso del hombretón aplastó a Benny contra las tablas del porche, sacando todo el aire de sus pulmones y haciendo que su cabeza se golpeara con la suficiente fuerza para llenar su mundo de fuegos artificiales.

—¡Benny! —gritó Nix.

El oía que su propia voz también gritaba.

Benny miraba el rostro del señor Matthias que había quedado a pocos centímetros del suyo. Tenía cortadas y arañazos por todos lados, y sus ojos estaban desorbitados por el miedo y el dolor. Benny intentaba quitarse el aplastante peso de encima.

—Ayúda… me… —dijo el hombre con esa voz ronca—. Por… favor…

Y entonces el brillo se apagó en los ojos del señor Matthias. Todo su peso se concentró ya sin tensión. Sin vida.

Benny entró en pánico tratando de retirar ese aplastante peso muerto de encima. Torcía desesperadamente la cadera debajo del señor Matthias para mover la masa del cadáver. Mientras realizaba semejante forcejeo, se preguntaba por qué Nix no lo ayudaba. Ella estaba justo ahí…

Como si le hubieran marcado la entrada, Nix gritó:

—¡Benny, cuidado!

Benny consiguió quitarse parcialmente el cuerpo del señor Matthias de encima, y empujando con los pies logró terminar de liberarse.

—¡Es un poco tarde para decirme que tenga cuidado! —espetó—. Ya pude…

Pero Nix corría hacia él con su bokken en alto y el rostro desfigurado por una mezcla de odio y miedo.

—¡No! —gritó él, echándose atrás hasta estrellarse contra…

… Zak.

Benny se giró y miró el rostro de su otrora amigo.

Ese pálido rostro de ojos negros cubierto de sangre de aquel cuerpo que había sido Zak Matthias.

Con un gruñido de hambre insaciable, Zak se lanzó a la garganta de Benny.

7

Todo pareció suceder tan rápido.

Zak tomó el frente de la camisa de Benny con sus pálidos dedos helados y lo jaló hacia él. Benny empujó con sus manos contra el pecho del nuevo zom justo a tiempo. Los dientes del chico se cerraron a unos cuantos centímetros de la tráquea de Benny, quien gritó, horrorizado. Zak gruñía de hambre y frustración.

—¡Benny! ¡Abajo!

De pronto se produjo un relámpago de madera dura y un sonido como de una sandía cayendo contra el asfalto desde una tarima. Zak y Benny se desplomaron en direcciones opuestas. La cabeza del segundo volvió a golpearse contra el suelo, esta vez con más fuerza. Zak se desplomó hacia el lado contrario, con una máscara inhumana de pulpa sanguinolenta en vez de rostro.

Benny sintió como si su propia cabeza hubiera estallado en pedazos. Oía una voz que gritaba su nombre.

¿Nix?

Benny trató de decir aquel nombre, pero el mundo giraba sin control a su alrededor, hasta que todas las luces internas se apagaron.