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La marca indeleble / A la orilla del viento
La marca indeleble

ALICIA MOLINA

ilustrado por
CARLOS VÉLEZ

Fondo de Cultura Económica

Primera edición, 2016
Primera edición electrónica, 2016

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Índice

La marca indeleble

Para Rulo, Esteban e Inés.

Y con el agradecimiento especial
a Esteban Prieto Morán por su colaboración.

A. M.

Para Mateo.

C. V.

Los primeros en darse cuenta de que Inés no estaba fueron los pájaros. Daban vueltas piando y reclamando alrededor de la banca del bosque donde, cada tarde, la princesita se sentaba a tirarles trigo, arroz y alpiste, mientras les contaba sus aventuras de ese día. Luego fue el perro, que comenzó a husmear con insistencia sus huellas que se perdían en mitad del jardín. Benjamín, el gato, también notó su ausencia, y después su hermano Esteban y su primo Rulo y la nana y las dos abuelas.

Unos a otros se tranquilizaban diciendo: “Ya verás que llega para la merienda”, “Debe andar jugando con los patos, cerca del lago”, “Quizá se entretuvo preguntándole algo a los leñadores, ya saben que es muy curiosa, todo quiere saber”.

De pronto oyeron voces. Eran los guardias que protegían el portón y daban de comer a los cocodrilos que vivían en el foso. Habían visto volar al temible dragón llevando entre sus garras a la pequeña Inés, pero ninguno de ellos alcanzó a ver el gesto de la princesa al observar el valle a vuelo de pájaro.

Cuando las dos abuelas empezaron a llorar, mientras corrían como locas por el castillo, todos se convencieron de que el secuestro era cierto y empezaron a temblar y a temer por la princesa.

Entonces fue el llanto y la desesperación. “¿Qué les vamos a explicar a sus padres cuando regresen de su encomienda? ¿Por qué se la llevó, si es apenas una niñita?, ¿no se supone que sólo roba a las doncellas para que cuiden de él y las regresa siete años después?” Nadie tenía respuestas, sólo más y más preguntas.