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Índice

Tapa

Índice

Colección

Portada

Copyright

Sobre el Concurso Ciencia que ladra-La Nación

Este libro (y esta colección)

Dedicatoria

Acerca de los autores

Agradecimientos

Se abre el telón

Breve (brevísima) historia de la danza

La revolución en el arte de la danza

Física… ¿de la danza?

Primer acto. Equilibrio (y otras yerbas)

1. Una actividad muy física

¡Momento! Es hora de hablar del momento…

Luz, cámara… ¡acción! (y reacción)

Centro de gravedad (o de cómo hallar el propio centro sin hacer yoga)

Con los pies en la Tierra

Porque esa es la ley primera

Use the Force…

2. Mantener el equilibrio

En busca del equilibrio perdido

¡Yo quiero girar!

Un momento de rotación

La danza de Taz

En resumen...

Segundo acto. Bailar solos

3. ¿Cómo nos movemos?

Un pequeño paso o un gran salto. Movimiento horizontal y vertical

Correr es más complicado de lo que parece…

Y daba vueltas y se sonreía…

Todo comienza con un salto

Un momento crítico: el aterrizaje

Correr, saltar, frenar: conexión entre los movimientos

¿Y a la hora de girar?

¡A no marearse! Controlar la velocidad de los giros

4. La sensación de despegar los pies del suelo… ¡y a volar!

Los primeros giros

Los 32 giros (continuados) de Pierina

Una pirueta extrema (para personas extremamente flexibles)

La ilusión de flotar (porque la física también puede ser aguafiestas)

5. Girar en las alturas. ¡A volar se ha dicho!

Saltos y giros en el aire

El truco del gato en el tejado

La ilusión de girar en el aire

Y poco a poco fue ganando altura…

El que quiere celeste…

Tercer acto. Bailar de a dos

6. ¿Bailamos?

¿Qué rol asume cada uno? (o el famoso “no sos vos, soy yo”)

¡Pose, pose!

Acelerar los movimientos

Pose final ¡y a no caerse!

7. Cuando de girar se trata

¡Y se viene la vueltita!

Dejalo en mis manos (o guía para confiar en el otro)

¡Basta de girar, que me mareo!

Dame la mano y vamos a darle la vuelta al mundo

Giro final

8. Bailar en las alturas

Cuando salgas a volar… ¡hay un amigo en mí!

Si el centro no está en el centro

Atrápame si puedes (y más vale que puedas…)

9. Cualquiera puede bailar

¿Quién dijo que todo está perdido? El efecto de la forma del cuerpo

Cuando hay que correr algo más que un colectivo. El movimiento horizontal y el cuerpo

Altura de salto vertical

Poderoso el chiquitín. Cómo girar si no somos una secadora

Interacción física entre la pareja (porque no todo se trata de química)

Cuarto acto. Tango: la física del 2 x 4

10. Un baile arrabalero

Entenderse sin hablar

Ingredientes esenciales: equilibrio, postura… y abrazo

Seguir tus pasos (la caminata)

Disociación (o cómo partir el cuerpo en dos sin truco de magia ni motosierra)

Corte y quebrada (el pasito del indeciso)

Pivot (atención: no apto para robots)

Así se baila el tango

Se cierra el telón

Glosario

Bibliografía comentada

colección

ciencia que ladra

Dirigida por Diego Golombek

Jimena Olmos Asar

Esteban Franceschini

CIENCIA QUE BAILA

Saltos, piruetas y física para el bailarín científico

Olmos Asar, Jimena

© 2016, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A.

Sobre el Concurso Ciencia que ladra-La Nación

Este libro obtuvo el primer premio del Concurso Internacional de Divulgación Científica Ciencia que ladra-La Nación 2015 por decisión unánime del jurado, integrado por Diego Golombek, Nora Bär, Valeria Edelsztein y Jorge Volpi.

El concurso fue organizado por Siglo Veintiuno Editores y el diario La Nación, y el Conicet como organismo invitado.

Agradecemos especialmente a la Fundación OSDE y a la empresa DOW, que de inmediato se entusiasmaron con este proyecto y decidieron auspiciarlo.

El editor

Este libro (y esta colección)

se confunden, se acoplan, se disgregan,

se aletargan, fallecen, se reintegran,

se distienden, se enarcan, se menean,

se retuercen, se estiran, se caldean.

Oliverio Girondo, “12”

Y giran, saltan, se agarran, se paran en puntas de pie, se inclinan, juegan con su centro de gravedad, se elevan, se equilibran, se marean, se aceleran, se cortan, se quiebran, se disocian… bailan. En otras palabras: hacen ciencia.

Porque, ¿qué otra cosa sino una ciencia es el movimiento sincronizado, la mirada atenta, los sistemas motor y sensorial puestos al servicio de los cuerpos? Todos lo hacen… aun los investigadores más solemnes, como los que en 1939, en un congreso de la Asociación Química Americana bailaron como átomos de carbono e hidrógeno, que junto con alcohol etílico se combinaban para formar benceno. Coreografías sobre el infinito, sobre la física cuántica, sobre el big bang, sobre el número de oro son y han sido presentadas en escenarios de todo el mundo. Incluso hay competencias, y quizá la más famosa sea “Baila tu doctorado” (Dance your PhD), que organiza la revista Science y en la cual los doctorandos deben representar el tema de su tesis con una danza.

También la tecnología ha dicho presente en el mundo bailarín. Zapatos con sensores que determinan con precisión los movimientos, capturas de imágenes en 3D, estudios sobre las articulaciones e inlcuso imágenes cerebrales del danzante ayudan a comprender mejor de qué se trata esto de mover el esqueleto. Hasta se han identificado las diferencias biomecánicas básicas entre los bailarines y los pataduras.

Una pregunta nos convoca: ¿por qué nos gusta bailar? (bueno, en este caso debiera decir por qué “les” gusta bailar) y, sobre todo, ¿por qué podemos (pueden) hacerlo? Algo es seguro: tanto bailando como mirando a quienes bailan se experimenta cierto placer que viene acompañado de la estimulación de las áreas de recompensa del cerebro. Las regiones motoras se activan, así como los circuitos del placer, incluso las neuronas espejo que son sensibles a lo que hace, mueve o siente el otro. Tal vez heredamos con la danza un ritual evolutivamente ancestral de seducción, que se pone en juego en la pista de baile, aun de manera inconsciente.

Para lo que sea que sirva, vale la pena estudiarlo y entenderlo. Porque no es trivial dar un salto y no caer despatarrados en el piso, o girar y no terminar como en el tango “Los mareados”. Efectivamente, hay una física de la danza, útil y necesaria para los bailarines, los mirones y los científicos; y este libro nos deleita con un concierto de movimientos, posiciones, fuerzas y velocidades, parejas, solitarios y apasionados (con esa pasión que sólo pueden describir los químicos, como los autores de este texto).

Ya sea para quienes experimentan el vértigo de los giros y los saltos como para los que nos asombramos con la visión de uno o varios cuerpos acompasados, esta ciencia que baila nos invita a sacudir los huesos y, claro, las neuronas.

Esta colección de divulgación científica está escrita por científicos que creen que ya es hora de asomar la cabeza por fuera del laboratorio y contar las maravillas, grandezas y miserias de la profesión. Porque de eso se trata: de contar, de compartir un saber que, si sigue encerrado, puede volverse inútil.

Ciencia que ladra... no muerde, sólo da señales de que cabalga.

Diego Golombek

A Fábio, por su confianza, su amor y su compañía en las largas horas de escritura.
Al brillo en los ojos de los curiosos.
Jimena

A mi familia, por todos los sacrificios que hicieron para que yo pudiera estudiar, y especialmente a Eleni, sin ella nada de esto sería posible.
A todos los que dedican su tiempo para hacer de este mundo un lugar hermoso.
Esteban

Acerca de los autores

Jimena Olmos Asar
Nació en Córdoba en 1985. Es doctora en Química por la Universidad Nacional de Córdoba, donde se desempeñó como docente durante varios años. Vivió en Trieste, Italia, y actualmente se encuentra en Santo André, Brasil. Su área de investigación científica es en simulaciones computacionales de nanomateriales. Algunas de sus pasiones son escribir, tocar el piano... y danzar. Empezó por el tango, y hoy incursiona en el estudio de otros ritmos, siempre bajo el lema: “Persevera y... bailarás”.

Esteban Franceschini
Nació en Alta Gracia, provincia de Córdoba, en 1985. Es licenciado en Química por la Universidad Nacional de Córdoba y doctor por la Universidad de Buenos Aires. Fue docente en ambas casas de estudio. Es autor de numerosos trabajos de investigación científica en áreas como nanomateriales y energías alternativas. Actualmente se desempeña en el Conicet como investigador asistente en la misma área y realiza sus actividades en la UNC.

Agradecimientos

Recibimos la noticia del premio estando a muchos kilómetros el uno del otro. Y sin embargo, sabemos con certeza que las mismas emociones se apoderaron de nosotros. El nerviosismo y la ansiedad al inicio. La alegría y el honor después. Las lágrimas. Las ganas de saltar. Y finalmente, cuando el alma se aquieta, la gratitud. Gratitud que se hace difícil de explicar y de resumir en las palabras que siguen, y que, aunque ocupen tan sólo una página, sueltas no cabrían en el mundo entero.

Nuestro más sincero agradecimiento:

A la educación pública argentina, que nos formó desde el jardín de infantes hasta el doctorado... e incluso después.

A quienes nos enseñaron que la ciencia es mucho más que lo que sucede en el laboratorio y que la divulgación no sólo es parte de la tarea del científico, sino también parte de su formación. Y parte de su vida.

Al jurado del IV Concurso Internacional de Divulgación Científica Ciencia que ladra-La Nación, por confiar en nuestro trabajo.

A la editorial Siglo XXI, por darnos un espacio entre sus autores, por el trabajo realizado sobre el manuscrito original y por ayudarnos a hacerlo más interesante y entendible.

A Fábio y Eleni, por la lectura minuciosa, la paciencia infinita y las sugerencias certeras.

A los amigos y la familia alrededor del mundo, por el apoyo incondicional y la alegría compartida.

Y a usted, querido lector, por acompañarnos en esta danza.

Se abre el telón

Las expresiones más auténticas de la gente están en su baile y en su música. El cuerpo nunca miente.

Agnes de Mille

La danza es movimiento, expresión. Nuestro cuerpo es su herramienta principal. Bailamos para crear, para transformar nuestros sentimientos más íntimos en algo visible y exterior.

Sin embargo, la danza, al igual que la ciencia, es una disciplina rigurosa. Es cierto que cualquiera puede bailar, disfrutar del movimiento, de la música, de compartir con otros (amigos y desconocidos) un buen momento, o muchos. Pero la danza también requiere pasión, compromiso y perseverancia.

Usualmente vista como una disciplina abstracta, a la que la mayoría le escapa, la física puede, sin embargo, ayudar a los bailarines a comprender más profundamente cómo moverse, cómo aprovechar el espacio e incluso el tamaño y la forma de sus cuerpos.

Más allá de los estereotipos sobre cómo “debe” ser un bailarín, todos los cuerpos, según su tamaño, presentan ventajas y desventajas. Así, por ejemplo, a una persona alta le llevará más tiempo iniciar un movimiento que a una de menor estatura; mientras que un bailarín demasiado bajo deberá esforzarse mucho más para alcanzar una determinada altura de salto. Comprender cuáles son las ventajas de nuestro propio cuerpo nos ayudará a centrarnos en nuestras fortalezas y avanzar por sobre nuestras limitaciones.

Breve (brevísima) historia de la danza

Los pueblos primitivos se relacionaron con la naturaleza a través del pensamiento mágico y la religión. Por desconocimiento y temor, asociaron los procesos naturales a fuerzas y seres sobrenaturales responsables de las lluvias y tormentas, del día y la noche, de la vida y la muerte.

Por eso, en sus orígenes la danza tuvo un carácter ritual. Se bailaba para apaciguar los desbordes de la naturaleza, para propiciar la caza y las cosechas, como ofrenda a los dioses.

Hay evidencias de la existencia de la danza previa a la escritura: en España y Francia, se han encontrado dibujos de figuras que bailan de más de diez mil años de antigüedad, pero se estima que esta forma de arte tiene más de sesenta mil años.

Tardamos siglos en comenzar a entender la naturaleza y organizarnos. Fue en la antigua Grecia, cuando ya no hubo que preocuparse por buscar refugio de las inclemencias del tiempo, que la danza cambió su propósito. Las poblaciones crecieron, las tareas se dividieron, y de la misma manera en que había pescadores y recolectores, había personas que se dedicaban a desarrollar las artes, y el baile, que hasta entonces se utilizaba en fiestas y celebraciones rituales, se modificó para reflejar esta nueva realidad social.

Fue allá por el siglo VII antes de Cristo que se descubrió que el cuerpo es bello más allá de sus funciones básicas, que puede ejercitarse y cuidarse, y se entendió a la danza como un arte y no sólo como un medio de comunicación. Hubo personas que empezaron a dedicar su tiempo a bailar y a mantener su cuerpo ágil, de modo que se convirtieron en lo que ahora llamamos bailarines, y actuaban en los teatros para que todo el mundo pudiera verlos.

Esta nueva idea de la danza se extendió rápidamente por distintos pueblos, y cada uno buscó reflejar sus propias historias, sus dioses y sus realidades. Aparecieron de este modo diferentes concepciones de la danza. Por un lado, surgió la danza teatral, llevada a cabo por bailarines que dedicaban su tiempo a perfeccionar sus técnicas; por otro lado, persistió la danza con un sentido ritual y festivo en la cual todos participaban.

Pero la danza, como la mayoría de las expresiones humanas, también tuvo enemigos. Algunas religiones consideraban que el cuerpo podía despertar pensamientos y actitudes que ofendían a su dios. Eso llevó a que las danzas rituales desaparecieran de la vida cotidiana, y los pueblos que seguían practicándolas fueron considerados paganos y herejes.

En la época medieval, la Iglesia cristiana impuso que lo más importante debía ser Dios, y que lo que él había creado no debía explicarse ni entenderse. De este modo, se prohibió tanto el estudio de la naturaleza, la matemática o la astronomía como la práctica de la danza.

Con el Renacimiento, la ciencia y el arte volvieron a ser bien vistos. Apareció entonces un nuevo tipo de danza, el ballet, en un intento de separar los bailes populares de los que se practicaban en las cortes europeas. A diferencia de los bailes populares, donde lo importante era simplemente expresarse, en el ballet se buscaba la belleza de cada paso; la gente empezó a estudiar los movimientos y se estableció la forma “correcta” de realizarlos, lo que dio origen a las técnicas de baile. El ballet se transformó entonces en un baile clásico, que sufrió pocas modificaciones durante los siguientes cuatro siglos, hasta que…

La revolución en el arte de la danza

Si pudiera expresarte lo que se siente, no valdría la pena bailarlo…

Isadora Duncan

Considerada la creadora de la danza moderna, Isadora Duncan comprendió que el baile nace de la necesidad de expresarse, de comunicar lo que no se puede decir con palabras, lo que no se puede escribir.

Isadora nació en San Francisco, California, en 1877. No tenía muchos amigos y su fiel compañero era el mar. Solía pasar tardes enteras sentada sola en la playa mirando sus movimientos, como si fuera el más hermoso de los seres vivos. Para ella, el mar estaba vivo por la misma razón por la que era hermoso: porque era libre.

Isadora vivía con su madre y su hermana. Los problemas económicos sobraban y eso las obligó a mudarse muchas veces a lugares muy diferentes. Vivieron en Chicago, Nueva York, Londres, París. Lo único que no cambió durante esa época fueron sus grandes esfuerzos y los de su familia para que pudiera estudiar ballet. Pero el ballet era rígido y estructurado, y ella quería ser libre, necesitaba expresarse.

Estudió literatura, historia, danza, música y todas las formas de expresión que llegaron a sus manos. Quería ser libre: bailar descalza, sin maquillaje y con el pelo suelto (una transgresión para la época y una ruptura con la danza clásica). Esto implicó la descalificación, el abucheo y que sus pares se negaran a bailar con ella. Pero siguió adelante, firme, con un lema en mente: “Fuiste silvestre una vez. No te dejes domesticar”.[1]

Siguiendo los pasos de Isadora, la danza volvió a ser libre. Muchos bailarines escucharon sus ideas, aprendieron a ver la belleza de sus movimientos y buscaron su propia manera de bailar, nuevas formas de ser libres. Empezaron a bailar con otros tipos de música, o sin ella, e impulsaron la danza moderna.

A mediados del siglo XX, nació la danza contemporánea, centrada en el cuerpo y su lenguaje, sin los adornos que distraían la atención de la belleza del movimiento genuino.

Física… ¿de la danza?

La física se muestra, para los que la ven de lejos, como una disciplina abstracta con pocas aplicaciones en la vida diaria. Quienes estudian mecánica, salvo contadas excepciones, aprenden a sumar “fuercitas” para saber a qué altura llega una bala de cañón disparada desde un tren en movimiento. Cosa de todos los días para los cañoneros motorizados, pero no para nosotros.

[1] Contrariamente a los deseos del Zorro, que quiere ser domesticado por el Principito, la frase de Isadora muestra su espíritu libre.