Comunicación & Lenguajes
Colección dirigida por Silvia Ramírez Gelbes
Amaranth Borsuk
El libro expandido
Variaciones, materialidad y experimentos
Borsuk, Amaranth El libro expandido. Variaciones, materialidad y experimentos / Amaranth Borsuk - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Ampersand, 2020. Libro digital, EPUB Archivo Digital: descarga Traducción de Lucila Cordone ISBN 978-987-4161-47-5 1. Historia del Libro. 2. Cultura Digital. I. Cordone, Lucila, trad. II. Título. CDD 002.09 |
Ediciones Ampersand
Cavia 2985 (C1425CFF)
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
www.edicionesampersand.com
Colección Comunicación Lenguajes
Título original en inglés, The Book, MIT Press, 2018.
Primera edición, Ampersand, 2020.
Derechos exclusivos de la edición en español reservados para todo el mundo.
© 2018 Amaranth Borsuk
© 2020 de la presente edición en español, Esperluette SRL, para su sello editorial Ampersand
Edición al cuidado de Diego Erlan
Corrección: Belén Petrecolla y Luisa Arditi.
Traducción: Lucila Cordone
Diseño de colección: Colombo+Heinberg
Maquetación: Silvana Ferraro
Imagen de tapa: Imprenta offset, Boonchai Wedmakawand (Getty Images/iStockphoto)
Primera edición en formato digital: julio de 2020
Digitalización: Proyecto451
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante el alquiler o el préstamo públicos.
Inscripción ley 11.723 en trámite
ISBN edición digital (ePub): 978-987-4161-47-5
PREFACIO Y AGRADECIMIENTOS
El libro pareciera ser, a simple vista, un objeto sobre el cual todos sabemos algo. Para muchos niños es una de las primeras cosas que encuentran para jugar, ya sea un libro de tela de colores fuertes y dibujos remarcados que le dejan en la cuna para estimular el desarrollo de la vista o algún libro chiquito de cartoné con diversas texturas para activar el tacto y palabras simples para ayudarnos a imaginar un mundo prolijamente organizado a partir de narrativas. El libro pareciera ser un objeto sólido pero, sin embargo, hoy pareciera estar listo para disolverse en el aire o, al menos, tenemos que admitir que ha estado amenazando con hacerlo en el imaginario popular desde hace al menos una década con la aparición del lector Sony Reader, en 2006, y, en 2007, con el Kindle de Amazon, dispositivos de lectura que muchos creen que llevarán a la obsolescencia del libro. Podemos rastrear el temor a la decadencia del libro incluso antes, en la primera mitad del siglo veinte, un período de rápidos cambios tecnológicos en el cual el fonógrafo, el cine y la televisión reinventaron el arte de contar historias a gran escala. Leah Price, académica especialista en la historia del libro y estudios victorianos, describe en un artículo que publicó el New York Times en 2012 que aquella preocupación se remonta al Romanticismo, cuando Théophile Gautier profesó que los periódicos burgueses matarían al libro. (1) Ese tipo de declaraciones sobre la muerte del libro abundan y quizás estén sobredimensionadas.
Los dispositivos de lectura digitales existían antes de los lectores electrónicos, pero ninguno había desafiado nuestra definición de libro o despertado una nostalgia por lo impreso de la misma manera, por un lado, o una retórica digital futurista, por el otro. Estos dispositivos (pantallas chatas y livianas con la capacidad de contener una biblioteca entera) se ven muy diferentes a lo que la mayoría de nosotros imaginamos cuando oímos la palabra libro: una pila de papeles impresos de ambas caras, encuadernados por un extremo y encerrados entre dos tapas. Nos resulta cómodo pensar que el término se refiere a un único objeto: el códice, cuyo nombre proviene del latín y significa “tronco de árbol” (2) y cuya imagen, de igual manera, se encuentra enraizada en el imaginario occidental.
Esta forma, que surgió alrededor del año 150 a. e. c., ha gozado de una larga historia. No obstante sus antecesores, la tablilla de arcilla y el rollo de papiro, habían aparecido dos mil años antes. Parece adecuado, entonces, que el lector electrónico haya obtenido cierta preponderancia en el siglo XXI, ubicando al códice como una especie de bisagra en el medio de un período de cuatro mil años en la proliferación del texto. Las formas semejantes al códice, de hecho, preceden al libro de hojas encuadernadas: los rollos plegados a modo de acordeón y los polípticos de tablillas de cera facilitaban la combinación de lectura secuencial y el acceso aleatorio que nos permite el formato del códice. Y si bien nos permiten desplazarnos [scroll] por el texto de manera infinita, los entornos digitales mantienen algunas características del códice, desde poner señaladores o pasar la página hasta estuches de iPad que imitan un libro de tapa dura. Entonces, ¿cómo definimos un libro cuando la tablilla y el rollo nos vuelven a invadir con todas sus fuerzas? ¿Y por qué la proliferación de nuevos dispositivos de lectura ha provocado tanta especulación acerca de la muerte del libro en medios populares?
El códice ha durado más de dos mil años gracias a su utilidad como dispositivo para la diseminación de ideas. No es de sorprender que muchos lectores, incluso quienes han adoptado el lector electrónico, tengan una debilidad particular por su predecesor y reconozcan que leen ambos tipos de libros (digitales e impresos) según el contexto: lector electrónico en el tren o en el autobús, libro de tapa blanda en la playa; lector electrónico en viajes, tapa dura en casa; o lector electrónico para libros de texto y libro impreso para novelas gráficas, para mencionar solo algunas de las variantes. Si alguien no usa alguno de esos dispositivos, es probable que haya leído libros (o partes de ellos) en una computadora o en un teléfono, o en alguno de los tantos precursores al dispositivo digital. El hecho de que el lector electrónico no esté vinculado a un texto en particular nos recuerda que el término libro se refiere tanto al medio como al contenido, más allá de nuestra costumbre de pensar en el códice.
En un tiempo en que tanto la muerte como el futuro del libro (dos caras de la misma moneda) acaparan el interés popular, una época en que se publican himnos de alabanza al placer sensorial que provoca el libro junto a encomios a la capacidad narrativa de la realidad virtual, muchos de nosotros queremos tener una idea más clara sobre lo que el libro es, ha sido y será. Como poeta, académica y artista del libro que trabaja con la intersección de la impresión y la tecnología digital, siempre me han fascinado el libro como medio maleable para la indagación artística y las tecnologías de la escritura como estímulo a la autoría. Mi objetivo en este trabajo es reunir varias perspectivas sobre el libro que arrojen luz sobre una larga vida de transformación. Si bien este volumen describirá aspectos esenciales de la historia del libro relevantes a la idea de este dispositivo, no está entre mis objetivos cubrir esta robusta disciplina en forma acabada. He incluido al final una lista de lecturas complementarias para aquellos interesados en un estudio más riguroso sobre la historia de la impresión, que incluye textos fundamentales del campo. También creo que una compresión profunda de lo que un libro es y puede hacer requiere de una cierta participación activa, por lo que también he incluido una lista de recursos e instituciones con oportunidades para estudiar las artes del libro.
Así como yo tomo la historia del libro como punto de partida para comprender un objeto que es por naturaleza escurridizo, el objetivo de este volumen es ofrecerles a los lectores el contorno “esencial” de las discusiones, problemáticas e ideas que rodean el modo en que definimos la tecnología que conocemos como libro, a fin de abordar un momento histórico en el cual muchos de nosotros estamos al mismo tiempo fascinados con él y preocupados por su futuro. En lugar de presentar el desarrollo del libro como un camino lineal desde la impresión cuneiforme hasta la interfaz de pantalla táctil, he marcado esta línea del tiempo con digresiones y conexiones hipertextuales sobre la estructura, la fabricación y la cultura del libro, de modo que nos permita explorar los diversos mecanismos que mantienen al libro circulando, tanto en nuestro paisaje cultural como en nuestra imaginación. Al unir la historia con las artes del libro y la literatura electrónica contemporánea, este volumen nos recuerda que el libro es un artefacto fluido cuya forma y uso han ido cambiando con el tiempo por diferentes circunstancias sociales, financieras y tecnológicas.
Tal como sugieren las tantas citas desperdigadas a lo largo de este volumen, definir el libro no es tarea fácil. La investigación a lo largo de la historia sobre el libro como “texto material” nos ayuda a ver el modo en que su forma física, sus lectores y su contenido artístico han inspirado su mutua evolución y sugiere que eso seguirá siendo así en los años venideros. Para ver hacia dónde va el libro debemos pensar en él como un objeto que ha atravesado una larga historia de juego y experimentación. En lugar de llorar su muerte o de crear una dicotomía entre el libro impreso y los medios digitales, esta guía señala continuidades, posiciona al libro como una tecnología cambiante y subraya el modo en que los artistas de los siglos XX y XXI nos han empujado a repensarlo y redefinirlo.
En esta exploración sobre los diversos artefactos que consideramos “libro”, con algunas breves incursiones a terrenos interdisciplinarios que han tenido alguna influencia sobre la historia del libro, he tomado el libro de artista y su modo de interrogar la forma a través del contenido como un paradigma instructivo para pensar el camino hacia el libro digital. Más que trazar una historia teleológica sobre el mejoramiento constante de la legibilidad, la distribución y el vínculo con la lectura, las mutaciones del libro nos hablan sobre lo condicionados que están nuestros ideales culturales del arte y la autoría. Espero que este mapeo de esos cambios ofrezca un camino para aquellos interesados en dar forma al futuro del libro. Tal vez torturarnos sobre la muerte del libro sea tan errado como nuestro temor por la caída en el nivel de lectura hace una década, cuando el National Endowment for the Arts de los Estados Unidos publicó en el estudio Reading at Risk (‘lectura en riesgo’) “una caída de diez puntos en la lectura de textos literarios entre 1982 y 2002”. (3) Esas pérdidas han sido invalidadas desde entonces, ya que no es que estemos leyendo menos, sino que estamos leyendo de manera diferente. La interacción humana con la lengua y la literatura requiere de determinadas experiencias de lectura portátil. No es extraño que el libro crezca y cambie con nosotros.
Mi propio crecimiento como artista e intelectual en este tema se ha visto enormemente beneficiado por una comunidad de colaboradores con quienes he tenido la oportunidad de explorar los límites del libro. Le estoy agradecido a Brad Bouse, mi compañero en todas las cosas, quien me alentó a desarrollar mi investigación sobre literatura y medios electrónicos. También le estoy agradecida a Nick Montfort, un gran intelectual que me introdujo al vocabulario básico y fue el primer lector de este trabajo. Sandra Kroupa, bibliotecaria de las colecciones especiales e índice viviente de la colección de libros de artista de la Universidad de Washington, fue una guía invaluable. Varios interlocutores han sido una gran influencia e inspiración para mi análisis crítico y creativo sobre la conexión entre los medios impresos y digitales, en especial Jessica Pressman, Dene Grigar, Kathi Inman Berens, Stephanie Strickland, Élika Ortega y Alex Saum-Pascual. También estoy agradecida por las invitaciones al Reva and David Logan Symposium on the Artist’s Book en San Francisco, al simposio “Máquinas de inminencia: estéticas de la literatura electrónica” en la Ciudad de México y al simposio Digital Technologies and the Future of the Humanities en la City University de Hong Kong. Agradezco también por la invitación a participar de la iniciativa del Center for Science and the Imagination de la Universidad Estatal de Arizona, Sprint Beyond the Book. Algunas de las ideas que se encuentran entre estas tapas empezaron a gestarse durante mi beca posdoctoral Mellon en el MIT, donde tuve el honor de presentar junto con Gretchen Henderson el simposio UNBOUND: Speculations on the Future of the Book. No hubiera podido terminar este volumen sin la generosa ayuda de la Facultad de Artes y Ciencias Interdisciplinarias de la Universidad de Washington Bothell, así como de la Beca de Innovación Worthington, que me permitieron tener el tiempo necesario para dedicarle a la escritura. Terminé de escribir parte de este manuscrito en el Centro Whitely de la Universidad de Washington, mi refugio y scriptorium, al cual le estoy inmensamente agradecida. También quiero agradecerles a Marc Lowenthal, Anthony Zannino y a todo el equipo editorial por su apoyo a lo largo del proceso que fue hacer este libro. Finalmente, mi propio amor por los libros en todas su formas empezó en mi familia: infinitas gracias.
1. Leah Price, “Dead Again”, The New York Times, 10 de agosto de 2012, en <www.nytimes.com/2012/08/12/books/review/the-death-of-the-book-through-the-ages.html> [consulta: 17/7/2017].
2. “codex, n.”, OED Online, Oxford University Press, junio de 2017, en <www.oed.com/view/Entry/35593> [consulta: 17/7/2017].
3. Reading at Risk: A Survey of Literary Reading in America, National Endowment for the Arts, junio de 2004, https://www.arts.gov/sites/default/files/ReadingAtRisk.pdf [consulta: 17/7/2017].
En última instancia, los cambios con respecto a quién leía y a qué podían acceder fueron esenciales en la forma que adquirieron la escritura y el aspecto de la página. La explosión demográfica en Europa durante la Baja Edad Media significó un incremento en el laicado de clase media y alta que necesitaba recibir educación y, por lo tanto, acceso a los libros. Las universidades se expandieron en el siglo XIII con el fin de ofrecer educación tanto a los clérigos como a la aristocracia más allá de los rudimentos de la lengua y la retórica. Dichas instituciones desarrollaron un nuevo mercado para el intercambio de ideas: la academia, un territorio prácticamente dominado por hombres. (97) Para satisfacer la demanda cada vez mayor de producción de textos, hubo una proliferación de papeleros, que cumplían la función de copistas, encuadernadores, vendedores y prestadores de libros, para proveer tanto a los académicos como a los estudiantes. A partir de ejemplares aprobados por los académicos, los papeleros enviaban los cuadernos a copistas e ilustradores, que completaban el trabajo de manera parcial, lo devolvían, y luego los mismos papeleros armaban y encuadernaban el libro terminado. (98) Ese sistema permitía que se pudieran hacer muchas copias con secciones idénticas intercambiables entre sí. Por un pequeño monto, los estudiantes podían hacer sus propias copias a partir de esos ejemplares, sección por sección, lo cual implicaba un proceso de lectura de mucho trabajo manual. Luego llevaban esos libros a clase y los leían en silencio a la par de la clase que dictaba el profesor. (99) De ese modo, la lectura era multimodal: con las manos, con los ojos y con los oídos.
Aquí tenemos que agradecer una vez más al mundo árabe por la expansión de las ideas y los cambios en la lectura. Los académicos tradujeron al latín libros antiguos que estaban preservados en árabe y así comenzaron a difundirse también obras de ciencias y matemática. A medida que se fue desarrollando un público escolástico para los libros, también lo hizo la estructura de la página y del códice diseñado para las consultas y anotaciones individuales y silenciosas. (100) Esa etapa dio suavemente lugar al período de actividad artística e intelectual que conocemos como Renacimiento, cuando todo cambió para los libros. Indispensable en los intercambios de ideas entre pensadores separados por grandes distancias, el códice escrito y la facilidad con la que podía transportarse permitieron exactamente ese desarrollo asincrónico de pensamiento que Sócrates y Platón tanto temían.
Aquel temor nos recuerda a la preocupación contemporánea por el modo en que la lectura y la escritura en plataformas digitales acortan nuestra capacidad de atención y nuestra capacidad de concentrarnos con mayor profundidad en los textos. Lo que hoy tememos es exactamente lo mismo que preocupaba a los antiguos: la mediación. La acusación de Sócrates esconde una visión de la escritura como una tecnología que se interpone entre pensador y pensamiento, los separa y permite que cada uno viaje por su lado. Mientras que Sócrates creía que ese proceso llevaría a que a uno le fuera imposible defenderse o clarificar las ideas propias, esa separación fue esencial para el desarrollo y la diseminación del conocimiento en un mundo que crecía cada vez más rápido. Vale la pena destacar que la propia escritura cambió el pensamiento humano, así como nuestra dependencia de los dispositivos digitales en red nos ha cambiado a nosotros.
4. Kilgour, Frederick (1998) The Evolution of the Book, Nueva York, Oxford University Press, p. 9.
5. Schmandt-Besserat, Denise y Erard, Michael (2008) “Writing Systems”, en Pearsall, Deborah M. (ed.), Encyclopedia of Archaeology, vol. 3, Oxford, Academic Press, Gale Virtual Reference Library, pp. 2222-2234, doi: 10.1016/B978-012373962-9.00325-3 [consulta: 20/7/2017].
6. Id.
7. Ong, Walter J. (2002 [1982]) Orality and Literacy: The Technologizing of the Word, Nueva York, Routledge, p. 85 [trad. española: Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra, México, FCE, 1997].
8. Glassner, Jean-Jacques et al. (2003) The Invention of Cuneiform: Writing in Sumer, Baltimore, Johns Hopkins University Press, p. 112.
9. Meador, Betty De Shong (2000) Inanna, Lady of the Largest Heart: Poems of the Sumerian High Priestess Enheduanna, Austin, University of Texas Press, p. 134.
10. Ibid., pp. 69-70.
11. Manguel, Alberto (1996) A History of Reading, Nueva York, Penguin, p. 181 [trad. española: Una historia de la lectura, Madrid, Alianza Editorial, 1998].
12. Polastron, Lucien X. (2007) Books on Fire: The Destruction of Libraries throughout History, Rochester, Inner Transitions [traducido del francés por Jon E. Graham], pp. 3-4.
13. Kilgour, The Evolution of the Book, op. cit., pp. 20-21.
14. The Flood Tablet, colección en línea del Museo Británico, en <www.britishmuseum.org/research/collection_online/collection_object_details.aspx?objectId=309929&partId=1> [consulta: 17/7/2017].
15. Kilgour, The Evolution of the Book, op. cit., p. 24.
16. Schmandt-Besserat y Erard, “Writing Systems”, op. cit., p. 2229.
17. McMurtrie, Douglas C. (1937) The Book: The Story of Printing & Bookmaking, Nueva York, Covici-Friede, p. 15.
18. Bülow-Jacobsen, Adam (2011) “Writing Materials in the Ancient World”, en Oxford Handbook of Papyrology, Oxford, Oxford University Press, Oxford Handbooks Online, doi:10.1093/oxfordhb/9780199843695. 013.0001 [consulta: 17/7/2017].
19. Avrin, Leila (1991) Scribes, Script, and Books: The Book Arts from Antiquity to the Renaissance, Chicago, The American Library Association, p. 84.
20. Ibid., pp. 85-86.
21. Owen, Toni (2010) “Papyrus: Secret of the Egyptians”, Museo de Brooklyn, 23 de junio, en <www.brooklynmuseum.org/community/blogosphere/2010/06/23/papyrus-secret-of-the-egyptians> [consulta: 17/7/2017].
22. Taylor, John H. (2010) Journey through the Afterlife: The Ancient Egyptian Book of the Dead, Cambridge, Harvard University Press, p. 55.
23. Ibid., p. 267.
24. Avrin, Scribes, Script, and Books, op. cit., p. 91.
25. Roberts, Colin H. y Skeat, T. C. (1983) The Birth of the Codex, Londres, Oxford University Press, p. 49.
26. Petroski, Henry (1999) The Book on the Bookshelf, Nueva York, Alfred A. Knopf, p. 24.
27. Kilgour, The Evolution of the Book, op. cit., p. 39.
28. Mak, Bonnie (2011) How the Page Matters, Toronto, University of Toronto Press, p. 12.
29. Avrin, Scribes, Script, and Books, op. cit., p. 145.
30. Clark, John Willis (1901) The Care of Books: an Essay on the Development of Libraries and Their Fittings, from the Earliest Times to the End of the Eighteenth Century, Cambridge, Cambridge University Press, p. 28.
31. Petroski, The Book on the Bookshelf, op. cit., p. 25.
32. Pflughaupt, Laurent (2007) Letter by Letter, Nueva York, Princeton Architectural Press [traducido del francés por Gregory Bruhn], p. 14.
33. Avrin, Scribes, Script, and Books, op. cit., p. 146.
34. Guozhong, Liu (2016) Introduction to the Tsinghua Bamboo-Strip Manuscripts, Leiden, Brill [traducido del chino por Christopher J. Foster y William N. French], p. 2.
35. Ibid., p. 4.
36. Smith, Keith A. (2007) Non-Adhesive Binding: Books without Paste or Glue, vol. 1, edición revisada y expandida, Rochester, Nueva York, Keith Smith Books, p. 45.
37. Tsien, Tsuen-Hsuin (2004) Written on Bamboo and Silk: The Beginnings of Chinese Books and Inscriptions, 2da edición, Chicago, The University of Chicago Press, p. 204; Guozhong, Introduction…, op. cit., p. 5.
38. Guozhong, Introduction…, op. cit., p. 5.
39. Tsien, Written on Bamboo and Silk, op. cit., p. 204.
40. Ibid., pp. 108-109.
41. Ibid., p. 130.
42. Edgren, J. Sören (2007) “The Book beyond the West—China”, en Eliot, Simon y Rose, Jonathan (eds.), A Companion to the History of the Book, Malden (Massachusetts), Blackwell Publishing, doi: 10.1002/ 9780470690949. ch7 [consulta: 17/7/2017].
43. Guozhong, Introduction…, op. cit., p. 7.
44. Kilgour, The Evolution of the Book, op. cit., p. 59.
45. Ibid., p. 67.
46. Albin, Michael (2007) “The Islamic Book”, en Eliot, Simon y Rose, Jonathan (eds.) A Companion to the History of the Book, Malden (Massachusetts), Blackwell Publishing, doi: 10.1002/9780470690949.ch12 [consulta: 17/7/2017].
47. Urton, Gary y Brezine, Carrie (2009) “What Is a Khipu?”, Khipu Database Project, agosto, en <www.khipukamayuq.fas.harvard.edu/WhatIsAKhipu.html> [consulta: 17/7/2017].
48. Mann, Charles C. (2005) “Unraveling Khipu’s Secrets”, Science 309 (5737), 12 de agosto, pp. 1008-1009, en <www.science.sciencemag.org/content/309/5737/1008> [consulta: 17/7/2017].
49. Vicuña, Cecilia (2016) “Knotations on a Quipu”, en Clay, Steve y Schlesinger, Kyle (eds.), Threads Talk Series, Nueva York, Granary Books/Victoria (Texas), Cuneiform Press, p. 82.
50. Cita en el Instruction Manual & Orientation to Various Meanings. Véase Vicuña, Cecilia (2012) Chanccani Quipu, Nueva York, Granary Books, en <www.granarybooks.com/book/1150/Cecilia_Vicuna+Chanccani_Quipu> [consulta: 17/7/2017].
51. La teoría de Gary Urton sobre el quipu como un vector de 7 bits se encuentra descripta en Signs of the Inka Khipu (2003) Austin, University of Texas Press.
52. Murra, John V. (1962) “Cloth and Its Functions in the Inca State”, American Anthropologist 64 (4), pp. 710-728.
53. “role, n.” (2017) Oxford English Dictionary Online, Oxford University Press, en <www.oed.com/view/Entry/166971> [consulta: 17/7/2017].
54. Agrawal, Om Prakash (1982) “Care and Conservation of Palm-Leaf and Paper Illuminated Manuscripts”, en Guy, John (ed.), Palm-Leaf and Paper: Illustrated Manuscripts of India and Southeast Asia, Melbourne, National Gallery of Victoria, pp. 84-85.
55. Watkins, Calvert (2011) American Heritage Dictionary of Indo-European Roots, 3ra edición, Boston, Houghton Mifflin Harcourt, p. 92; Stoicheff, Peter (2015) “Materials and Meanings”, en Howsam, Leslie (ed.), The Cambridge Companion to the History of the Book, Cambridge, Cambridge University Press, p. 75.
56. Edgren, “The Book beyond the West”, op. cit., p. 104.
57. Burkus-Chasson, Anne (2005) “Visual Hermeneurics and the Act of Turning the Leaf: A Genealogy of Liu Yuan’s Lingyan ge”, en Brokaw, Cynthia J. y Chow, Kai-wing (eds.), Printing and Book Culture in Late Imperial China, Berkeley, University of California Press, p. 373; Oxford University Press Ebooks, doi: 10.1525/california/9780520231269.001.0001 [consulta: 17/7/2017]
58. Ibid., p. 374.
59. Ibid., pp. 100-101.
60. Edgren, “The Book beyond the West”, op. cit., p. 101.
61. Symington, Dorit (1991) “Late Bronze Age Writing-Boards and Their Uses: Textual Evidence from Anatolia and Syria”, Anatolian Studies 41, p. 112.
62. Roberts y Skeat, The Birth of the Codex, op. cit., p. 4.
63. Kilgour, The Evolution of the Book, op. cit., p. 51.
64. Id.
65. Kenyon, Frederic G. (1932) Books and Readers in Ancient Greece and Rome, Oxford, Clarendon Press, p. 91.
66. Skeat, Theodore C. (2004) Collected Biblical Writings of T. C. Skeat, Leiden, Brill Academic Publishers, p. 45.
67. Kenyon, Books and Readers, op. cit., p. 90.
68. Roberts y Skeat, The Birth of the Codex, op. cit., p. 20.
69. Kilgour, The Evolution of the Book, op. cit., p. 53.
70. Avrin, Scribes, Script, and Books, op. cit., p. 174; Bülow-Jacobsen, “Writing Materials in the Ancient World”, op. cit., p. 23; Johnson, William A. (2012) “The Ancient Book”, en Bagnall, Roger S. (ed.), The Oxford Handbook of Papyrology, Nueva York, Oxford University Press, p. 265.
71. Avrin, Scribes, Script, and Books, op. cit., p. 84.
72. Andrews, Martin (2007) “The Importance of Ephemera”, en Eliot, Simon y Rose, Jonathan (eds.), A Companion to the History of the Book, Malden (Massachusetts), Blackwell Publishing, doi: 10.1002/9780470690949. ch32 [consulta: 14/1/2020].
73. Roberts y Skeat, The Birth of the Codex, op. cit., p. 37.
74. Cowell, Alan (1988) “Grave Yields Psalms: World’s Oldest?”, New York Times, 24 de diciembre, <www.nytimes.com/1988/12/24/arts/grave-yields-psalms-world-s-oldest.html> [consulta: 17/7/2017].
75. Manguel, A History of Reading, op. cit., p. 48.
76. Stallybrass, Peter (2001) “Books and Scrolls: Navigating the Bible”, en Andersen, Jennifer y Sauer, Elizabeth (eds.), Material Texts: Books and Readers in Early Modern England, Filadelfia, University of Pennsylvania Press, p. 43.
77. Martin, Henri-Jean (1994) The History and Power of Writing, Chicago, University of Chicago Press, p. 121.
78. McMurtrie, The Book, op. cit., p. 78.
79. Edler de Roover, Florence (1939) “The Scriptorium”, en Westfall Thompson, James (ed.), The Medieval Library, Nueva York, Hafner Publishing, pp. 604-606.
80. Kilgour, The Evolution of the Book, op. cit., p. 71.
81. Avrin, Scribes, Script, and Books, op. cit., p. 213.
82. Algunas excelentes fotografías de imperfecciones de pergaminos en manuscritos medievales fueron reunidas por Eric J. Johnson, curador de libros raros y manuscritos de la biblioteca de la Ohio State University: “Scarring, Tears, Veins and Hair: The Imperfections of Medieval Parchment” (2008) The Ohio State University–University Libraries, 1 de diciembre, <www.library.osu.edu/blogs/rarebooks/2008/12/01/107> [consulta: 17/7/2017].
83. Finkelstein, David y McCleery, Alistain (2005) An Introduction to Book History, Nueva York, Routledge, p. 45.
84. Kilgour, The Evolution of the Book, op. cit., p. 38.
85. Houston, Keith (2016) The Book: A Cover-to-Cover Exploration of the Most Powerful Object of Our Time, Nueva York, W. W. Norton, p. 170.
86. Hay una versión escaneada del libro disponible a través de la página web de Trinity College Dublin: Book of Kells (2012) Trinity College Dublin, Digital Collections, en <www.digitalcollections.tcd.ie/home/index.php?DRIS_ID=MS58_ 003v> [consulta: 17/7/2017].
87. “The Book of Kells”, The Library of Trinity College Dublin, en <www.tcd.ie/library/manuscripts/book-of-kells.php> [consulta: 17/7/2017].
88. Lyons, Martyn (2011) Books: A Living History, Los Ángeles, Getty Publications, p. 43.
89. Kilgour, The Evolution of the Book, op. cit., p. 68-80.
90. Saenger, Paul (1997) Space between Words: The Origins of Silent Reading, Stanford, Stanford University Press, p. 9.
91. Johnson, William A. (2013) “Bookroll as Media”, en Hayles, N. Katherine y Pressman, Jessica (eds.), Comparative Textual Media: Transforming the Humanities in the Postprint Era, Mineápolis, University of Minnesota Press, p. 106.
92. Ong, Orality and Literacy, op. cit., p. 59.
93. Platón (1925) Phaedrus, Plato in Twelve Volumes (traducción al inglés de Harold N. Fowler), vol. 9, sección 275c, Cambridge (Massachusetts), Harvard University Press, Perseus Digital Library, en <www.data.perseus.org/citations/urn:cts:greekLit:tlg0059.tlg012.perseus-eng1:275c> [consulta: 17/7/2017].
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Las grandes librerías, como por ejemplo las gigantescas Barnes & Noble y Borders en los Estados Unidos, tuvieron un boom en la década de 1980, devorándose a muchas pequeñas librerías independientes con la oferta de una gran variedad de títulos, éxitos de ventas y una cafetería donde los clientes podían disfrutar un capuchino mientras hojeaban sus nuevas adquisiciones. La infraestructura de dichos locales está pensada alrededor del códice y, de hecho, ha dado forma al libro: desde el diseño de cubiertas visualmente atractivas y lomos claramente identificados con el nombre del título y del autor, a la introducción del código de barras ISBN para llevar un registro de la mercadería y la identificación del género en la contracubierta para que el vendedor sepa en qué sección ubicarlo y el cliente cómo interpretarlo (por ejemplo, no ficción, poesía, ciencia ficción, fantasía). En la época de Tschichold los libros ya estaban disponibles para todos y en todas partes, incluso en la caja del supermercado. Tan solo cincuenta años más tarde, las cadenas de librerías más grandes de los Estados Unidos, entre ellas Waldenbooks, B. Dalton y Crown Books, desaparecieron, incluso Borders se declaró en bancarrota en 2011. Barnes & Noble ha reducido su presencia física y ahora lleva a cabo gran parte de su negocio a través de su lector electrónico Nook y de las librerías dentro de las universidades. Durante su apogeo, sin embargo, aquellas librerías tuvieron un papel preponderante en la mercantilización del libro y en la manera en que cambiamos nuestra percepción de él como contenido más que como objeto. Si bien existen una cantidad innumerable de elementos que se reúnen para hacer un libro, esos elementos se han naturalizado hasta tal punto que ahora casi que no los notamos, especialmente desde que hemos comenzado a ver el contenido como el aspecto consumible, comercializable y sujeto a derechos de autor.
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