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El vuelo del águila

 

 

Cómo el ser humano aprende a volar

 

 

 

Diseño de portada: Ricardo Aguilar

Tipografía y armado: Verónica Rosas Mercado

Traducción: José Luis Castañeda

 

 

 

© Leonardo Boff

 

© Ediciones Dabar, S.A. de C.V.

Mirador 42

Col. El Mirador

04920 México, D.F.

Teléfono: 5603-3630, 5673-8855

Fax: 5603-3674

e-mail: contacto@dabar.com.mx

 

 

ISBN: 970-652-101-1

 

Miembro de la Cámara Nacional de la Industria Editorial núm. 2500.

Hecho en México, febrero 2000.

ÍNDICE

 

INTRODUCCIÓN

1. ¿Que significa dia-bólico y sim-bólico?

2. La realidad es sim-bólica y dia-bólica

3. El hombre sapiens y demens

4. El juego de lo sim-bólico y de lo dia-bólico en el universo

5. El largo camino del ser humano rumbo a la integración

Bibliografía para profundizar

 

I. RUMBO A LA CIVILIZACIÓN DE LA RE-LIGACIÓN

1. De la insensatez a la sabiduría

2. El fin de las revoluciones del neolítico

3. El Adán dominador y el Prometeo conquistador

4. ¿Qué sueños nos orientan?

5. La civilización de la re-ligación

6. La aparición de una civilización planetaria

7. La hora y el turno del Águila

Bibliografía para profundizar

 

II. EL ÁGUILA Y LA GALLINA, LO SIM-BÓLICO Y LO DIA-BÓLICO EN LA COSNTITUCIÓN DEL UNIVERSO

1. Las distintas imágenes del universo

2. Cómo es la cosmología contemporánea

3. El planeta tierra y el surgimiento de la vida

4. La aparición de la vida humana

5. La danza cósmica del águila y de la gallina, de lo sim-bólico y de lo dia-bólico

6. Si todo comienza, ¿también todo acaba?

7. Caos y cosmos, diá-bolos y sím-bolos: el triunfo final del águila

Bibliografía para profundizar

 

III. EL ÁGUILA Y LA GALLINA, LO DIA-BÓLICO Y LO SIM-BÓLICO EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA HISTORIA

1. La evolución bio-socio-cultural dentro de la evolución cósmica

2. ¿Cuál es el motor secreto de la historia?

2.1 Movimiento versus institución

2.2 Utopía versus historia

2.3 Clases versus pueblo

2.4 La casa versus la calle

2.5 Conservadores versus progresistas

2.6 Reforma versus revolución/liberación

2.7 Izquierda versus derecha.

2.8 Lo dionisíaco versus lo apolíneo

2.9 Yin versus yang

3. El águila y la gallina en la civilización planetaria

4. Un rito de tránsito de civilizaciones

5. La nueva meta de la hominización: la noosfera

Bibliografía para profundizar

 

IV. EL ÁGUILA Y LA GALLINA, LO SIM-BÓLICO Y LO DIA-BÓLICO EN LA CONSTRUCCIÓN DE LO HUMANO

1. El carnet de identidad del ser parlante

2. El ser humano, el último en llegar al escenario de la historia

3. El espíritu: primero en el cosmos después en la persona

4. La subjetividad es cósmica y personal

5. ¿Cuál es la misión del ser humano en el universo?

6. Polarizaciones del ser humano

6.1 Ser humano: hombre y mujer

6.2 Ser humano: utópico e histórico

6.3 Ser humano: poético y prosaico

6.4 Ser humano: ser de necesidades y de creatividad

6.5 Ser humano: terrenal y divino.

6.6 Ser humano: sapiens y demens, sim-bólico y dia-bólico, decadente y rescatable

6.7 Conclusión: el ser humano vínculo de relacionas totales

Bibliografía para profundizar

 

CONCLUSIÓN LA LUCHA ENTRE EL ÁGUILA Y EL TORO

 

GLOSARIO

 

 

INTRODUCCIÓN

 

 

 

El águila y la gallina, lo sim-bólico y lo dia-bólico: dimensiones de la misma realidad.

El vuelo del águila es la prolongación de la obra anterior, El águila y la gallina: cómo el ser humano se hace humano, en la que intentamos mostrar la coexistencia de la dimensión-águila/ gallina en la realidad circundante del ser humano. Por dimensión-águila entendemos la realidad del ser humano en su apertura, en su capacidad de trascender límites, en su proyecto infinito. Por dimensión-gallina, su enraizamiento, su situación existencial, los proyectos concretos.

Queremos retomar esta preocupación bajo un ángulo parecido, también desafiante y dialéctico: la coexistencia de lo sim-bólico y de lo dia-bólico en el universo, en la historia y en cada persona humana. Al lado del binomio águila-gallina, lo sim-bólico/ dia-bólico también nos propiciará una fecunda experiencia de las cosas. Y ciertamente nos posibilitará un estado de conciencia más globalizador de la realidad.

 

 

1. ¿QUE SIGNIFICA DIA-BÓLICO Y SIM-BÓLICO?

Expliquemos, ante todo, los términos sim-bólico y dia-bólico. Su origen filológico se encuentra en el griego clásico. Símbolo/simbólico proviene de symbálein o symbálesthai. Literalmente significa: lanzar (bálein) junto (syn). El sentido es: lanzar cosas de forma que permanezcan juntas. En un proceso complejo significa re-unir las realidades, congregarlas a partir de diferentes puntos y hacer converger diversas fuerzas en un solo haz.

Originalmente existía detrás de la palabra y del concepto símbolo (symbolos) una experiencia singular y curiosa: dos amigos, por conyunturas aleatorias de la vida, tienen que separarse. La separación es siempre dolorosa. Implica sentimiento de pérdida. Los dos amigos tomaron un pedazo de tela y cuidadosamente lo partieron en dos, de tal modo que, unidos, ensamblaban perfectamente. Cada uno llevó consigo su pedazo. Cuando un día volvieran a encontrarse, se mostrarían los pedazos, que deberían ensamblar. En el caso de que ensamblasen, simbolizaba que la amistad no se había desgastado ni se había perdido. Era el símbolo (he aquí la palabra), es decir, la señal de que, a pesar de la distancia, cada cual había conservado siempre felizmente la memoria del otro, presente en el pedazo bien cuidado de tela.

De este significado original de sím-bolo, se derivó naturalmente el otro: m-bolo como señal de distinción. Cada país, cada ciudad, en cierta época, cada familia de renombre, y hoy, cada producto, tiene su marca registrada, su logotipo o su símbolo. Hasta en la religión penetró esa significación. En la teología cristiana, por ejemplo, se acuñó la expresión técnica símbolo de la fe para expresar el credo y los dogmas fundamentales. Son las señales de distinción, la marca registrada de la fe cristiana, diferente de otras formas de fe. ¿Y lo dia-bólico?.

Dia-bólico proviene de dia-bálein. Literalmente significa: lanzar cosas lejos, separadas y sin dirección. Dia-bólico, como se ve, es opuesto a sim-bólico. Es todo lo que desconcierta, desune, separa y opone.

Como se puede fácilmente deducir: la vida personal y social está urdida por la dimensión sim-bólica y dia-bólica. A nivel personal está hecha de amistades, de amores, de solidaridades, de uniones y de convergencias. Al mismo tiempo está atravesada por enemistades, odios, impiedades, desuniones y divergencias. A nivel social, se caracteriza por luchas entre pueblos, entre sistemas sociales, entre clases, entre instituciones y usuarios. Al mismo tiempo, hay en ella convivencia pacífica, pactos de solidaridad y convergencias políticas orientadas al bien común de las naciones y del planeta.

Pero nunca lo dia-bólico y lo sim-bólico se anulan o suplantan totalmente. Conviven siempre en equilibrios difíciles, dinamizando a la vida. ¿No recorrerán toda la realidad, también la cósmica y la natural?

 

 

2. LA REALIDAD ES SIM-BÓLICA Y DIA-BÓLICA

Sí, podemos ir más lejos y afirmar: dia-bólico y sim-bólico son principios estructuradores de la naturaleza y del cosmos, de los comportamientos sociales y de la misma naturaleza humana.

En el lenguaje de la ecología se constata, por ejemplo: la naturaleza tiene características de asociación, de interdependencia, de solidaridad y de complementariedad; en una palabra, de cosmos (= armonía y belleza). Al mismo tiempo, tiene características de parasitismo, concurrencia, oposición, antagonismo y destrucción; en una palabra, de caos (=desequilibrio y desorganización).

De la biografía de la Tierra conocemos las inimaginables violencias que se dieron con espantosas exterminaciones en masa. En los últimos 570 millones de años, después de la aparición de los vertebrados, se dieron cerca de 15 devastaciones biológicas en masa. Dos de ellas exterminaron cerca del 90% de la vida de las especies. La primera, con el resquebrajamiento de la Pangea (el continente único originario) y la consecuente formación de los continentes. El fragor fue tan avasallador que la vida animal, terrestre y marítima casi desapareció. Se terminaba el paleozoico.

La segunda sucedió hace 65 millones de años. Se dieron cambios profundos en los climas y en el nivel de las aguas oceánicas. Juntamente con eso un asteroide, de tamaño presumible de 9.6 kilómetros de diámetro, habría chocado con la Tierra, produciendo una catástrofe formidable de fuego, de maremotos, de residuos lanzados al aire, al punto de provocar una noche prolongada de años, infestada de gases venenosos y asesinos. Perecieron los dinosaurios después de 130 millones de años de dominio soberano sobre todas las especies y en todo el planeta. Desapareció el 50% de la vida en la Tierra y el 90% de la vida en el mar. Terminó la era mesozoica. He aquí la presencia devastadora de lo dia-bólico en la naturaleza y en la Tierra.

Existen analistas provenientes de la biología y de la cosmología que sospechan que es inminente otra devastación en masa. Estaría en curso hace ya dos millones de años con los glaciares que, notoriamente, diezmaron vidas vegetales y animales. Pero después del neolítico irrumpió un meteoro, peligroso y amenazador: el ser humano, el homo habilis et sapiens. Con su tecnología, altamente energívora, especialmente hoy, acelera el proceso de exterminación a niveles casi incontrolables. ¿ Será posible evitar el colapso ecológico? Este es el desafío ético y político que se nos plantea. Podemos evitar la amenaza con sabiduría, autocorrección, veneración y compasión. Nuestro libro cree en este proceso de rescate del ser humano y de la Tierra.

Vamos a dar un ejemplo más de la bipolaridad en la naturaleza y en la Tierra. Es sin duda fascinante y tranquilizador caminar en una selva virgen y primitiva, captar la unión de las plantas, detectar los parásitos en los troncos, identificar los grandes árboles, los arbustos, los bambúes y las gramíneas; disfrutar del frescor del aire, de los matices del verde, de la sinfonía de los ruidos, de la filtración de los rayos solares y de la sombra bienhechora. La armonía del ecosistema nos invade y alimenta nuestro centro personal. Es una experiencia de lo sim-bólico.

Sin embargo, si conocemos un poco de biología y de botánica, podemos imaginar la lucha reñida que se traba en el reino vegetal. Las plantas se sobreponen unas a las otras y luchan por garantizar su lugar al sol. En función de ganar espacio, promueven guerras químicas en el subsuelo, con emisión de venenos, inhibidores y bacterias, oponiendo plantas y raíces a otras plantas y raíces. Se intenta vencer al contrincante y eventualmente eliminarlo. Ésta es la acción de lo dia-bólico.

Lo que parecería, a primera vista, cooperativo, asociativo y solidario, aparece ahora como competitivo, biofágico y destructor. Se da ahí la coexistencia tensa y dramática de lo sim-bólico con lo dia-bólico.

Lo que dijimos de la selva, podemos extenderlo a toda la naturaleza. Es madre generosa y al mismo tiempo madre voraz. Es sabia (en ella se dan regularidades y armonías, la articulación de la parte y del todo), y a la vez demente (crueldad en la reproducción cuando el macho muere, como en el caso de la mantis religiosa, extinciones en masa, cataclismos destructores). Produce de todo y también todo lo devora. En ella hay vida y muerte en abundancia. Trillones de partículas y haces energéticos brotan del vacío cuántico en cada fracción mínima de tiempo. Se producen millones de espermas, un sin número de óvulos, flores por millones y semillas incontables. La mayoría desaparece y muere en el momento mismo de nacer.

¿Cómo se ha de entender ese fenómeno de vida y de muerte? ¿Fenómeno dia-bólico y sim-bólico?.

Históricamente, una línea de interpretación ha privilegiado el polo sim-bólico de la naturaleza, es decir, lo cósmico (que viene de cosmos= orden y belleza). Ve la naturaleza cono madre-naturaleza, productora fecunda, nutridora generosa, regeneradora inteligente, creadora sabia de equilibrio y de armonía. El lema es: “la vida vivifica la vida”. Otra interpretación ha enfatizado el polo dia-bólico, es decir, el caótico (que viene de caos= desestructuración). Resalta en la naturaleza la lucha entre las especies con la victoria del más adaptable, la violencia de las bacterias, de animales como el tiburón, y la implacable virulencia de los volcanes y huracanes. El lema es: “tu muerte es mi vida”.

Ambas corrientes hicieron históricamente fortuna. En cierto modo, dividen hasta hoy las opiniones. Inciden en la cultura, en las actitudes de pesimismo u optimismo cultural, político, económico y ecológico. Ante el futuro, producen escenarios de esperanza o de tragedia, según se acentúe más lo sim-bólico o lo dia-bólico.

Encontramos la misma polarización de lo dia-bólico/ sim-bólico en el ser humano, que es, simultáneamente, sapiens y demens. Es portador de inteligencia, de “amorización”, de propósito. Y al mismo tiempo muestra locura, exceso, violencia e impiedad. Profundicemos un poco más en esta cuestión, que deberá fundamentar nuestras reflexiones a lo largo de todo el libro.

 

 

3. EL HOMBRE SAPIENS Y DEMENS

Nuestra cultura, arrastrada por el iluminismo, exalta al homo sapiens, al hombre inteligente y sabio, que incluso multiplicó por dos la cualificación y lo llamó sapiens sapiens, sabio-sabio, por su magnífica aptitud conquistadora del mundo, descubridora de los mecanismos de la naturaleza, intérprete de los sentidos de la historia. Reconoce en el ser humano sapiens sapiens una dignidad inviolable.

Curiosamente, los mismos que, en Europa, especialmente a partir de la revolución francesa (1784), afirmaban tales excelencias del ser humano, las negaban en otros lugares: esclavizaban a Africa, sometían a América Latina, invadían Asia. Por donde pasaban dejaban rastros de devastación y de pillaje de las riquezas materiales y culturales. Mostraban el lado demente del ser humano, de lobo voraz y de satanás de la Tierra. Es el homo demens demens.

Hoy, dada la degradación de la condición humana y ecológica mundial, estamos despertando del sueño iluminista. Estamos espantados con la posibilidad de que el ser humano demens demens se haga ecocida* y geocida;1 es decir, con la posibilidad de que elimine ecosistemas y acabe con la Tierra. Ya antes ha demostrado que puede ser suicida, homicida y etnocida.

Colocados los datos así, yuxtapuestos y en mutua contraposición –lo dia-bólico y lo sim-bólico, el sapiens y el demens se plantea espontáneamente la pregunta: ¿cómo construir lo humano, si en él conviven el ángel de la guarda y el diablo exterminador? ¿Cómo articular un ars combinatoria que permita una alquimia para construir el ser humano utilizando con sabiduría las energías de lo sim-bólico y de lo dia-bólico? ¿Dónde está el mago capaz de esta transformación?

Necesitamos construir puentes, crear un tercer margen, superar oposiciones. Es importante asumir lo dia-bólico y lo sim-bólico en un nivel superior e incluyente. Anticipando una respuesta inicial a este desafío de la naturaleza y del ser humano, diré acerca de las preguntas recién planteadas: las devastaciones de la biosfera fueron de extraordinaria violencia, pero nunca exterminaron completamente la vida. Después de cada hecatombe, la Tierra necesitó 10 millones de años para rehacerse del impacto y reconstituir la biodiversidad. Pero consiguió reconstruir su orden y su armonía. La selva, con sus antagonismos y asociaciones, forma un ecosistema ordenado y bello. La naturaleza, maternal y amenazadora, constituye un inmenso superorganismo vivo, sistema abierto de inter-retro-relaciones que le confiere unidad, totalidad, dinamismo y elegancia. No está biocentrada, como si la vida debiese triunfar siempre. Da lugar a la muerte como forma de transformación. Equilibra, en verdad, siempre vida y muerte.

La vida humana, demente y sabia, es parte y de la historia de la vida, que, a su vez, es parte y fragmento de la historia de la Tierra. La vida humana debe, pues, ser entendida en la lógica que preside los procesos de la Tierra, de la naturaleza y del universo entero. No puede ser tomada como una provincia aparte, desarticulada del todo. Lo dia-bólico debe ser siempre visto en relación dialéctica con lo sim-bólico, y viceversa, aunque nos cueste entender esto. La razón no es todo. Tiene alcance y límites. Existen razones que transcienden la razón; razones que solamente pueden ser alcanzadas por la empatía, la intuición y el corazón. Otras veces permanecen en la dimensión del misterio, posiblemente descifrable sólo en la vida que está más allá de esta vida.

Por eso, a lo largo de este libro vamos a sustentar la siguiente tesis: lo humano se construye y debe construirse, no a pesar de la contradicción dia-bólico/sim-bólico o águila/gallina, sino con y a través de esa contradicción. En la construcción de lo humano entran el caos y el cosmos, el demens y el sapiens, lo dia-bólico y lo sim-bólico.

No solamente lo humano se construye en esa lógica compleja, también el universo. Los conocimientos cosmológicos, las visiones de la nueva física de las partículas elementales y de los campos energéticos, la percepción que la biología molecular y genética nos proporcionan, en una palabra, lo que el discurso ecológico (que incorpora y sistematiza todos estos saberes) nos enseña es la inclusión de los contrarios, la ley de la comple-mentariedad, el juego de las interdependencias. Es la red de relaciones por las que todo tiene que ver con todo en todos los momentos y en todas las circunstancias. Es el funcionamiento articulado de sistemas y subsistemas que todo y a todos engloban. En una palabra, es la visión holística2 y holográfica3.

Lo dia-bólico y lo sim-bólico, el águila y la gallina, se encuentran en un sistema mayor que los encierra, los dinamiza y también los supera. En verdad, como veremos, constituyen el motor secreto de la evolución y de todo movimiento universal. Ambos tienen una raíz común: la interdependencia entre todos los seres. Uno necesita del otro, vive con el otro, a través del otro, para el otro. Todos se complementan. Nadie queda fuera de la red de relaciones incluyentes y envolventes. Nadie existe solo. Todos inter-existen y co-existen.

Estas oposiciones son lados de una misma realidad, una, diversa, contradictoria, plural. Cuando hablamos de complejidad, queremos expresar esa naturaleza singular de la realidad.

No existe el ser simple. Todos los seres son complejos; cuanto más relacionados, más complejos. Por tanto, surge la lógica de lo complejo que sobrepasa la lógica lineal de la identidad pura y simple. Es la lógica dialógica que se realiza estableciendo conexiones en todas las direcciones. Las dificultades referentes a la coexistencia de lo dia-bólico con lo sim-bólico se deben al hecho de que se ven separadas y opuestas. No se tiene en cuenta la conexión, no siempre visible y no rara vez misteriosa, existente entre ellos, su mutua pertenencia y complementariedad dentro de un sistema mayor.

 

 

4. EL JUEGO DE LO SIM-BÓLICO Y DE LO DIA-BÓLICO EN EL UNIVERSO

Anticipamos aquí lo que más adelante detallaremos en un capítulo. La lógica del universo y de todos los seres existentes en él es ésta: organización- desorganización- interacciónreestructuración- nueva- organización. No existe un equilibrio estático, sino dinámico y siempre en proceso. Siempre hay eco-evolución. La virtud principal no es la estabilidad, sino la capacidad de crear nuevas estabilidades a partir de inestabilidades. La lógica de la naturaleza no es recuperar el equilibrio anterior, sino gestar nuevas formas de equilibrio abierto. Esta aptitud permite a la vida desarrollarse, producir la diversidad y perpetuarse. La vida inventa incluso la muerte para poder continuar en un nivel superior y más abierto.

El universo se construyó y se construye a partir y a través de lo dia-bólico, del caos, el big bang primitivo. Lo dia-bólico es generativo, pues favorece nuevas formas de organización. Hace evolucionar el cosmos bajo formas cada vez más sim-bólicas, complejas y ricas.

Dicho con las palabras de nuestro tema: lo sim-bólico se construye a partir de lo dia-bólico, lo sim-bólico se rehace y se reestructura continuamente en la medida en que confronta, integra y eleva a niveles más altos lo dia-bólico que lleva siempre dentro de sí.

Un ejemplo sencillo tomado del estómago de una vaca puede ilustrar lo que estamos afirmando. El estómago está habitado por una inmensa colonia de bacterias que se nutren de celulosa. La vaca come el pasto que contiene celulosa, el alimento de las bacterias. Por otra parte, la vaca hace el bolo alimenticio que absorbe trillones y trillones de estas bacterias. Se alimenta de ellas rumiando el bolo alimenticio. La vaca se hace, así, depredadora de bacterias, como las bacterias se hacen depredadoras de celulosa. Las bacterias comen el pasto-celulosa de la vaca y son, a su vez, comidas por la vaca. Sin el pasto-celulosa las bacterias no existirían. Y sin las bacterias las vacas tampoco, porque sin rumiar las bacterias en el bolo alimenticio morirían de inanición y de hambre. Véase aquí la mutua dependencia, la simbiosis, entre las bacterias y la vaca.

Importa, pues, ver el conjunto, la unidad constituida por los elementos opuestos, lo dia-bólico y lo sim-bólico, bacterias y vaca, que se hacen complementarios. La vaca necesita de las bacterias, y las bacterias necesitan de la vaca. Dicen: tu vida es mi muerte, tu muerte es mi vida. Se complementan.

La teología cristiana, en su sabiduría antigua, contemplaba esta misma dimensión en la Iglesia de Cristo. Con audacia, la llamaba casta meretrix, casta meretriz. Es casta, se decía, porque vive de la gracia de Cristo. Es meretriz, porque continuamente traiciona al divino Esposo. Como señal de Dios en el mundo (sacramento), participa de la ambigüedad de toda señal: puede ser incomprendida o mal interpretada. Por eso, puede ser un signo y un anti-signo de Dios. Como enseñaban, hace mucho, los teólogos: el sacramento de la Iglesia contiene inevitablemente una dimensión dia-bólica y una dimensión sim-bólica. El esfuerzo no ha de consistir en acabar con esta tensión. Mientras vivamos en la historia, es insuperable. El esfuerzo ha de consistir en no permitir nunca que lo dia-bólico se imponga hegemónicamente, sino lo sim-bólico. Tampoco se ha de intentar erradicar lo dia-bólico, sino se ha de integrar de manera que acabe reforzando y confiriendo dinamismo a lo sim-bólico.

Volvamos a la situación del ser humano. Es sapiens y demens. ¿Cómo construirlo hoy día, personal y socialmente, si ha mostrado falta de sabiduría e inmensa capacidad de demencia?

La cuestión es complejísima. Tal vez el camino sea hasta inaccesible para la pura razón analítica. Exige, más bien, una razón práctica y simbólica, sensible a los valores. Efectivamente, la demencia humana implica una dimensión ética. Es decir, supone responsabilidad, culpa, reparación, reversibilidad y evitabilidad. El mal ético en la historia, desde Job, fue y sigue siendo un desafío para toda concepción humanística de la vida.

El mal existe no para ser comprendido sino combatido. En la medida en que es superado, deja entrever su ordenación a un todo mayor en el que seja de ser absurdo. Se presenta como incentivador en la construcción de nuevos caminos y de estados de conciencia más altos y maduros. A partir de ahí tiene sentido. De lo dia-bólico se gesta lo sim-bólico.

Importa, por tanto, descongelar el mal y lo dia-bólico, ponerlos en movimiento, como parte de un proceso. Forman parte de la cosmogénesis y de la antropogénesis, condición originaria de la evolución.

Pero, honestamente, hay que reconocer: no siempre este sentido es perceptible. Exige fe y esperanza. Estas actitudes no son voluntaristas. Están fundadas en el carácter virtual de la misma realidad que lleva en su seno el sentido encubierto. Globalmente, este sentido se revelará con evidencia solamente al final. Hasta entonces, nos cabe esperar y creer pacientemente. Esta actitud exige desprendimiento, serenidad y sabiduría, y es una condición inevitable de nuestro estado de creaturas, limitadas y siempre abiertas.

 

 

5. EL LARGO CAMINO DEL SER HUMANO RUMBO A LA INTEGRACIÓN

Para alcanzar una sabiduría que nos ofrezca alguna luz sobre la conexión dia-bólica y sim-bólica de la realidad, importa:

En primer lugar, quitar al ser humano de su falso pedestal y sacarlo de la soledad donde se autocolocó: fuera y por encima de la naturaleza. Es su antropocentrismo ancestral y su individualismo visceral. Inter-existe y co-existe con otros seres en el mundo y en el universo. Necesita reconocer ese vínculo de solidaridad cósmica, e insertarse conscientemente en ella. Centralizarse en sí mismo -antropocentrismoes señal de arrogancia y de falsa conciencia. En primera instancia, nosotros somos para la Tierra. Solamente a partir de ahí, la Tierra es para nosotros.

En segundo lugar, importa devolver el ser humano a la comunidad de los humanos; descubrir a la familia humana, el sentimiento de solaridad, de corresponsabilidad, de familiaridad, de intimidad y de subjetividad. Hoy la planetización se realiza en su edad de hierro, bajo el mercado competitivo y no cooperativo. Por eso causa tantas víctimas. Pero crea las precondiciones materiales para nuevas formas de planetización: la política, la ética, la cultura y otras. Ofrece la base imprescindible para una nueva etapa de la hominización: la etapa planetaria, de la conciencia de la especie y de la única sociedad mundial. A ella se ordena, quiéralo o no.

En tercer lugar, importa pasar de la humanidad a la comunidad de los seres vivos (biocenosis4). El ser humano necesita desarrollar veneración, respeto, piedad, compasión con todos los seres que sienten y sufren. Cruel e inhumano es matar niños y torturar animales. Es falta de compasión mantener vacas confinadas en un estrechísimo recinto, con alimentación químicamente balanceada, para que se trasformen en fábricas de carne. Dramático, también, es perder la piedad para con la vida humana y la compasión para con todos los que sufren. Con esas actitudes, nada será imposible, guerras nucleares, colapsos ecológicos, la autodestrucción de la especie homo. Importa defender la vida, los valores de la vida y una política orientada a la salvaguarda y desarrollo integral de la vida.

En cuarto lugar, urge pasar de la comunidad de los seres vivos (biocenosis5) a la Tierra, entendida como Gran Madre, Gaia6 y superorganismo vivo. El ser humano es hijo e hija de la Tierra. Más todavía, es la misma Tierra que en su evolución ha llegado al nivel de conciencia refleja, de “amorización”, de responsabilidad y de veneración del Misterio.

En quinto lugar, importa pasar de la Tierra al cosmos. Lo que el ser humano es en relación a la Tierra (la conciencia y el amor), es la Tierra en relación al cosmos. Uno de los lugares, quién sabe, entre otros millones y millones donde irrumpió el Espíritu, la Conciencia y el Amor incondicional. La Tierra es uno de los cerebros y uno de los corazones del cosmos que todos conocemos.

Por fin, urge pasar del cosmos al Creador. Toca al ser humano descifrar el misterio que sobrepasa y subyace en todos los seres y en todo el universo. El hombre y la mujer modernos que han pasado por la universidad son generalmente agnósticos. Tienen dificultad para creer. Y, cuando creen, tiene dificultad para mostrar su fe. Diferentemente se comportaba el ser humano de otras etapas de la evolución. Sabía dar al misterio mil denominaciones. Hacerle fiestas, celebrar su advenimiento. En fin, el ser humano era y es todavía hoy un ser espiritual, hijo e hija de Dios, Dios mismo por participación.

Queremos, en nuestro texto, dialectizar el águila y la gallina, lo dia-bólico y lo sim-bólico, el caos y el cosmos, a fin de presentar una tentativa sincera de integración que sea holística7, abierta y esperanzadora ante la crisis que dosola y acrisola a todos.

 

 

BIBLIOGRAFÍA PARA PROFUNDIZAR

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1 Geocida: el que asesina a la Tierra.

2 Holismo/visión holistica: viene del griego holos que significa totalidad. El término fue creado por el filosofo sudafricano Ian Smuts, en 1926, para designar el esfuerzo de la mente por captar el todo en las partes y las partes en el todo.

3 Holograma: fenómeno en el que el todo está presente en cada una de las partes y las partes solamente existen insertados dentro de un todo que, a su vez, se ordena a otro todo mayor.

4 Biocenosis: el conjunto de todas las especies vegetales y animales que viven en un determinado espacio físico, formando una comunidad viviente.

5 Biocenosis: el conjunto de todas las especies vegetales y animales que viven en un determinado espacio físico, formando una comunidad viviente.

6 Gaia: nombre que la mitología griega daba a la tierra como divinidad y entidad viva. James Lovelock mostró que la Tierra como un todo forma un superorganismo vivo y la denominó Gaia.

7 Holismo/visión holistica: viene del griego holos que significa totalidad. El término fue creado por el filosofo sudafricano Ian Smuts, en 1926, para designar el esfuerzo de la mente por captar el todo en las partes y las partes en el todo.

 

 

I

RUMBO A LA CIVILIZACIÓN DE LA RE-LIGACIÓN

 

 

 

Analistas, sobre todo procedentes de la biología, de las ciencias de la Tierra y de la cosmología, nos advierten que el tiempo actual se asemeja mucho a las épocas de grandes rupturas en el proceso de la evolución, épocas caracterizadas por extinciones en masa. Efectivamente, la humanidad se encuentra ante una situación inaudita. Debe decidir si quiere continuar viviendo o si escoge su propia destrucción.

El riesgo no viene de una amenaza cósmica (el choque de algún meteoro o asteroide) ni de algún cataclismo natural producido por la propia Tierra (un terremoto de magnitud extraordinaria o algún desprendimiento de placas tectónicas). Viene de la propia actividad humana. El asteroide amenazador se llama homo sapiens demens, surgido en Africa hace pocos millones de años.

Por primera vez, en el proceso conocido de hominización, el ser humano tiene en sus manos los instrumentos de su propia destrucción. Se creó verdaderamente un principio, el de autodestrucción, que tiene su contrapartida, el principio de responsabilidad. De ahora en adelante la existencia de la biosfera estará a merced de la decisión humana. Para continuar viviendo, el ser humano deberá quererlo. Tendrá que garantizar las condiciones de su sobrevivencia. Todo depende de su propia responsabilidad. El riesgo puede ser fatal y terminal.